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José Mármol: Poemas inéditos

Jimena Sáenz





En agosto de 1971 se celebraba el primer centenario de la muerte de José Mármol. Este aniversario, que transcurrió casi inadvertido, me impulsó a iniciar una serie de investigaciones para conocer más a fondo la vida y la obra de aquel admirable hombre de letras; los archives oficiales, aunque siempre deparan sorpresas a los investigadores, no me resultaron suficientes y decidí averiguar si existían descendientes del poeta. Tal vez ellos me indicaran nuevas y valiosas pistas que servirían para aclarar algo más la ilustre figura del novelista romántico.

Un amigo me informó que Carlos Tavares, sobrino tataranieto de Mármol, conservaba poemas que se suponían inéditos. En efecto, en el archivo de Tavares existían, celosamente guardadas, cinco poesías correspondientes a un año de la vida del poeta: del 9 de agosto de 1840 al 7 de agosto de 1841. Entre ambas fechas se había trasladado Mármol a Montevideo -lugar adonde iba a menudo- pero esta vez el viaje significó su ingreso definitivo en la categoría de «proscripto». Los cinco poemas publicados recientemente (BAAL, tomo XXXVI, n.º 139-140, enero-junio de 1971) muestran una veta poética algo ingenua y testimonian de un José Mármol empapado en la lectura de los exaltados autores románticos españoles. Ante el éxito de este hallazgo, decidí proseguir las investigaciones. Tavares me acompañó a Baradero, lugar de residencia de la última nieta del poeta, llamada curiosamente Amalia Mármol -su mismo nombre parecía una misteriosa indicación-. Pero ésta ya no habitaba la localidad ribereña; luego de varias diligencias en Buenos Aires, la hallé en un departamento de la calle Sarmiento.

Amalia Mármol de Ruiz Huidobro me mostró amablemente cuanto conservaba de su padre y había pertenecido al escritor. Con sorpresa encontré papeles que indicaban las causas de un viaje que realizó Mármol a Chile y Perú en 1853, para cobrar la herencia que se debía a su primera esposa, Margarita Vidal, detalle hasta entonces ignorado por biógrafos y críticos. Rafael Alberto Arrieta señalaba solamente que Mármol viajó alguna vez al Pacífico por motivos particulares, pero desconocía tal vez esos motivos y las fechas exactas del viaje. Amalia Mármol conserva hasta las cuentas de ese trayecto que realizó su abuelo a principios de 1853 y en vapor1. No quería el poeta repetir la triste experiencia del «Rumena», el velero noruego que lo llevó al Atlántico Sur con sumo riesgo y que luego, obligado por las circunstancias adversas, retornó a Río de Janeiro, su punto de partida, en 1844. Ese viaje sin destino le había inspirado sin embargo, sus famosos Cantos. Del Perú y Chile se dirigiría el escritor a Montevideo, donde residió un año junto a Margarita, hasta que fue electo en la legislatura de Buenos Aires en mayo de 1854, permaneciendo desde entonces en su ciudad natal.

Pero la nieta de José Mármol y Amalia Rubio su segunda esposa2, poseía además otros papeles: poemas inéditos que se hallan dentro de una gran carpeta evidentemente preparada para la imprenta; se trata de una recopilación de Armonías anterior a la que apareciera publicada en la sección literaria de La Semana de Montevideo en 1851. El escritor debió haber proyectado un libro con sus poemas líricos antes de editar el semanario de los lunes, escrito íntegramente por él y en el que se dieron a conocer las Armonías, Amalia y uno de sus dramas. La carpeta contiene, además de las poesías ya conocidas de Armonías, nueve poemas inéditos y un Índice final.

En una tercera visita a doña Amalia encontré otras hojas misteriosas en papel de peor calidad que los anteriores y esta vez de puño y letra de Mármol. Comprobé que se trataba de poemas de la primera época del joven autor, del año 1839 cuando él -que había nacido el 2 de diciembre de 1817-, tenía apenas veintiún años. Todavía se hallaba el joven en Buenos Aires sin ninguna intención seria de emigrar, pues aunque en diciembre del 39 se trasladó a la Banda Oriental como acostumbraba, ya que además de haberse educado allí, contaba con muchos amigos y su padre había comprado un campo en Mercedes (Uruguay), retornó a Buenos Aires en el terrorífico año 40. Las páginas halladas eran 19 folios de papel sencillo, de los cuales 16 están escritos con la menuda caligrafía de Mármol. De los 11 poemas, sólo uno fue transcripto por Juan Mármol en la edición de 1889, y había por lo tanto diez poemas inéditos y contemporáneos a «Lamentos», aquellos versos fruto de la prisión de Rosas, una de cuyas cuartetas se hiciera famosa y termina así:



¡Bárbaro!, nunca matarás el alma
Ni pondrás grillos a mi mente, no!



Este poema escrito en la cárcel en abril de 1839 y que Mármol dio a luz en vida, era coetáneo de otro desconocido titulado «Al pasar la retreta por las inmediaciones de mi prisión», y fechado el 6 de abril. En esa carpeta falta sin embargo un dato identificador: el joven olvidó consignar el año en que escribía sus poemas y en cambio señaló con prolijísima dedicación el día en que los había compuesto. El año resultaba tan obvio para Mármol que ni siquiera lo anotó, pensando tal vez hacer una publicación inmediata; los acontecimientos políticos que entonces precipitaron la dictadura -la revolución de los libres del sur, la conjuración de Maza-, impidieron seguramente la publicación del opúsculo. Pero como el joven Mármol solo estuvo preso del 1.º al 7 de abril de 1839, no quedan dudas posibles. El Índice, cuidadoso aunque omita el año, revela el amor de un autor novel por sus primeras poesías publicables. Ese año de 1839 fue el último que éste pasó con relativa tranquilidad en el Buenos Aires de Rosas. Al siguiente, habiéndose iniciado «el terror» y después de esconderse de casa en casa, terminaría en Montevideo, donde ya se hallaban expatriados la mayoría de los hombres de letras argentinos.

En poco tiempo, gracias a su sobrino tataranieto, Carlos Tavares, y a la nieta, Amalia Mármol de Ruiz Huidobro, había hallado tres colecciones de distintas épocas, totalmente desconocidas y por tanto inéditas. El papel de cada una es diferente; Mármol empleó uno ordinario y lo llenó íntegramente con su letra en la primera, la de 1839, que consta de dieciséis folios de 31 cm por 19 cm, con diez poesías inéditas y una conocida, «El Suspiro». La segunda -cronológicamente la primera que descubrí- esta copiada en un papel pequeño y de buena calidad, 34 folios de 19 cm por 15 cm, y cada poema forma un breve folleto separado. Uno se halla anudado por una cinta negra; cuatro son de otra caligrafía y sólo el dedicado a Juan María Gutiérrez es de puño y letra de Mármol; parece que los cinco quedaron en poder de su hermana Emilia quien, casada con Juan Lasserre, vivía en Entre Ríos. Las que no tienen letra del poeta llevan correcciones de su caligrafía; se ve que el joven autor ya puede sufragar los gastos de un copista. Y si podía pagarlo en 1840-1841, con mayor razón utiliza los servicios de otro para la primera versión de Armonías que pretende publicar en libro en 1850. El papel de esta última colección es casi todo de hilo grueso con el nombre del fabricante grabado en aguas; usa principalmente la marca Almasso-Gior Magnani, en pliegos de 31 cm por 21 cm.


Las tres colecciones

Primeros poemas o el ocultamiento político: 1839


El índice de esta carpeta, de puño y letra de Mármol, se halla al final y corresponde como hemos consignado, al año 1839.

Índice y fecha de las composiciones
Páginas
A un amigoEnero 417
La PartidaEnero 615
A la señorita E.Enero 1313
AlciraFebrero 1237
LamentosAbril 227
Al pasar la retreta, etc.Abril 429
BrindisMayo 431
TraducciónMayo 286
A la Señorita, etc.Junio 67
Suspiros a SofíaOctubre 2733
Canto de ElviraOctubre 2941
A las Señoritas de Rojas Noviembre 1.º9
Destellos del dolorNoviembre 191
El SuspiroDiciembre 1649
La TardeDiciembre 175
A la Señora DaDiciembre 1843
Palabras, etc.Diciembre 2447

Vemos que las composiciones enumeradas en este Índice son diecisiete, pero en la carpeta quedan solamente once, diez de las cuales son absolutamente desconocidas. De las seis que no figuran, hay tres editadas por Juan Mármol en 1889 («Lamentos», «La Tarde» y «Destellos del dolor»), y tres que parecen definitivamente perdidas, «La partida», «A un amigo» y «Traducción».

La primera hallada se titula «A la Señorita A. R.» y está compuesta de ocho endecasílabos pareados. Es una fervorosa poesía de amor dedicada a una de sus amigas. Veremos, al comentar estos poemas, que el joven Mármol tenía en aquellos verdes años muchas amistades femeninas, y que cada mes cambiaba de amores y suspiraba por una bella diferente. Las destinatarias no son todas de la misma categoría: unas son niñas de sociedad, admiradas por el poeta; otras, niñas de sociedad simplemente «amigas» (las señoritas de Rojas, por ejemplo); y otras, en fin, como Alcira, pertenecen a un grupo femenino distinto. El tono del poema es más libre y parecería que la dama de sus pensamientos fuera esta vez una «cocotte» profesional.

Pero no todos son cantos de amor y admiración: el segundo poema es una elegía que consta de diecisiete estrofas sáficas, dedicada a las «Señoritas de Rojas con motivo de la muerte de su amiga D.ª María Rivera».



Miré abatido la preciosa vida,
Que cual meteoro que brillando muere,
Lució en la tierra y se ocultó en su seno
      Joven y hermosa...


La obra siguiente, un soneto, celebra el cumpleaños de una amiga E. J. a la que parece apreciar mucho, pues tres de las composiciones del primer álbum tienen por destinataria a la misma joven. Ésta, que cumplía años el 13 de enero, como lo certifica la fecha del Índice debió morir en la primavera siguiente, pues otros dos poemas están dedicados a consolar a la madre por la pérdida de la hija. En el titulado «A la Señorita E. J. el día de su cumpleaños» se indica el nombre, Edelmira, pero no el apellido, y en los ofrecidos a una madre desolada, se habla de una Edelmira que supongo será la misma.

«Al pasar la retreta por las inmediaciones de mi Prisión», el cuarto poema, es el más importante de esta carpeta.

Mucho se ha hablado de la prisión de Mármol ridiculizando su corta «cárcel y cadenas». Mariano de Vedia y Mitre, en 1917 y para celebrar el centenario del nacimiento del poeta, publicó las actas de la policía en las que se especificaba que el joven estuvo detenido del 1.° al 7 de abril de 1839. El mismo damnificado, en una nota al pie de página de Amalia, menciona esta prisión suya -la única de su vida por otra parte-, y dice: «Solo, sumido en un calabozo donde apenas entraba la luz del día por una pequeña claraboya, yo no olvidaré nunca el placer que sentí cuando el jefe de Policía consintió en que se me permitiese hacer traer algunas velas y algunos libros. Y fue sobre la llama de esas velas donde carbonicé algunos palitos de yerba mate para escribir con ellos, sobre las paredes de mi calabozo, los primeros versos contra Rosas, y los primeros juramentos de mi alma de diez y nueve años de hacer contra el tirano y por la libertad de mi patria todo cuanto he hecho y sigo haciendo en el largo periodo de mi destierro. Mármol». (Amalia, tercera parte, capítulo XV).

Se pueden observar en estas líneas varias inexactitudes características del poeta. En primer término, se disminuye la edad, pues en ese entonces tenía 21 y no 19 años. El complejo de la edad lo tendría toda su vida, acentuado de manera tal que confundirá a sus críticos equivocando deliberadamente la fecha de su nacimiento. En segundo término, se observa que «esos primeros versos contra Rosas» escritos en la prisión no fueron los únicos: eran dos las poesías compuestas en el calabozo, con fechas 2 y 6 de abril. Contemporáneo a «Lamentos» primeros versos políticos, existe este soneto que comentamos. Pero Mármol, una vez situado en la posición combativa que habría de conservar mientras vivió publicó uno solo de sus poemas, aquél en que se evidenciaban sus ansias de libertad y no el otro que lamentaba la ausencia de su Julia, la amada del día...



Era mi dicha cuando ver solía
Dulce a mi Julia en virginal contento
Seguir sus tonos con el dulce acento,
Que al mismo amor absorto suspendía...


Y por último podemos indicar una inexactitud más, que es sólo una suposición: los vehementes versos de «Lamentos», «¡Bárbaro!, nunca matarás el alma», no fueron escritos en «las paredes» de la cárcel sino en algún secreto papel. Es casi imposible que un joven atemorizado, que pasó el año siguiente escondido por miedo a la probable visita de la Mazorca (pero que luego viajó a Montevideo con pasaporte en regla según él mismo dice en un diario íntimo), tuviera el coraje suicida de dejar testimonios contra Rosas en un muro de su calabozo federal.

Este bonito soneto de la cárcel quedó oculto «a propósito» entre los escritos del autor, que prefirió seguir representando un papel heroico ante sus contemporáneos; Mármol pensaba que los históricos «Lamentos» eran más efectivos que sus quejas de amor y más de acuerdo con su fervoroso credo político. Lo cierto es que ni siquiera su propio hijo, Juan Mármol, que murió en 1949, los mostró nunca a nadie, por más que durante años lo acosara con sus cartas Mariano de Vedia y Mitre, quien, obsesionado con el tema, sospechaba que el hijo del poeta debía poseer más material. Pero el escritor sólo quiso mostrar su faz combativa; tal vez por este mismo motivo ocultó la carpeta íntegra ya que por datar de 1839 coincidía con el momento más crítico de la dictadura de Rosas, y sin embargo el joven -olvidado de las intrigas políticas- sólo pensaba en el amor, en las bellas y en las diversiones apropiadas a su edad. De aquellos diecisiete poemas, que tan entusiastamente había compilado en un principio, sólo publicaría uno, el que le daría gloria, pues lo ubicaba en la línea política que signaría toda su vida de artista: la del odio a Rosas. Pero «Lamentos» no era el único poema de esa época; había otros, muy de acuerdo a su temperamento enamoradizo y cambiante, un temperamento versátil y sentimental que él trataría de ocultar ante sus contemporáneos, presentándose como un poeta político que cumplía su programa libertario con conciencia y dignidad.

No resulta casual que Mármol abandonara sus poemas de juventud y dejara otras cinco composiciones voluntariamente olvidadas en la casa de su hermana Emilia. Podría aducirse que estas últimas carecen de belleza, pero no sucede lo mismo con algunas de las que se hallan en la primera carpeta, la de 1839.

A la política sacrificó José Mármol parte de sus creaciones líricas. Debía permanecer siempre como el «peregrino» y el «proscripto» en la memoria de sus contemporáneos, bajo todos los cielos y en todas las circunstancias; siempre el odio a Rosas como «leit-motiv», el deseo de patria y de libertad, el anhelo del peregrino. Las Cadenas de que habla en el soneto de la cárcel3 quedaron olvidadas, pues en él se demostraba que sufría más por la ausencia de Julia que por las vicisitudes políticas de la tierra natal.

Su férrea voluntad lo convirtió en el Cantor de la Proscripción, en el bardo de la patria sojuzgada, y una vez hallado su camino, en ese 25 de mayo de 1841, cuando un concurso poético lo elevó a la fama, decidió continuar en él. Su vida partiose en dos y la frivolidad de sus amoríos quedó atrás. De golpe, Mármol se transformó en un hombre serio, en el poeta festejado en los salones y leído en toda América por su integridad beligerante. Y una vez que su fama estuvo consolidada gracias a sus Cantos del Peregrino, se decidió a publicar las Armonías en donde se hallaban algunos poemas de amor. Ya no importaba, pues el público lo conocía como el Peregrino por antonomasia.

Un mes después de salir de la cárcel, dedica a una amiga un alegre poema de seis versos endecasílabos titulado «Brindis». La fecha es significativa, 4 de mayo, al año siguiente, el 4 de mayo de 1840, se iniciará la trama de su novela Amalia.

El poema elegíaco que continúa, «Obsequio a la Señorita Casimira de Irigoyen», se titula «Suspiros a Sofía» y está dedicado a la hermana fallecida de la obsequiada. El amigo poeta ofrece a Casimira una elegía con la evidente intención de que le sirva de plegaria. He encontrado en la genealogía de Calvo los nombres de Casimira y Sofía de Irigoyen, hijas de Matías de Irigoyen, porteño que, como guardiamarina, combatió en Trafalgar contra el imperio inglés, y luego tuvo actuación en la Revolución de Mayo. Sofía de Irigoyen, la hermana menor, murió en 1839, y Casimira, de 19 años entonces, debió ser amiga de José Mármol.

Vienen a continuación dos poemas en que el joven canta al amor y a la vida. Sus amadas se llaman ahora Alcira y Elvira. Alcira parece una mujer de mundo, y Elvira tal vez sea solamente una muchacha hermosa. En el año 39, Mármol es un joven vehemente y fascinado con su propia fecundidad poética; goza de la vida, goza con sus numerosas relaciones sociales y todavía ignora el serio destino que la dictadura de Rosas y su destierro en Montevideo le harán cumplir en el futuro.

Por el momento sólo piensa en divertirse y en aprovechar su juventud y la belleza de Alcira:



¡Peregrina beldad! ¡Oh si pudiera
Mi leve acento conmoverte un día!
¡Si un día grata mi for tuna impía
Tu virgen pecho palpitar hiciera,
      Ah, como soplo vano
Huyera entonce mi destino insano...!


Expresa su amor por otra joven en una poesía de sentido algo oscuro, en cuartetas decasílabas:



¡Oh! Cuan dulce y amena es la vida
Con amor y amistad a tu lado
¡Oh! Cuan triste y adversa si vaga
Solitaria y en mundo ignorado...!


(«Canto de Elvira»)                


Los poemas finales de la carpeta, titulados «A la Señora Da» y «Palabas de una madre», por la repetición de un nombre poco común, Edelmira, parece que fueron motivados por la muerte de la misma persona: Edelmira J. Las composiciones no indican el lugar, aunque sí la fecha en que fueron redactadas. El autor se encuentra lejos del escenario del suceso y de la madre de la joven; de esta misma época hay otras poesías, «La Tarde» y «El Suspiro», que figuran en la edición de Arrieta como escritas en Montevideo en diciembre de 1839; por lo tanto, suponemos que estos dos poemas inéditos de la carpeta fueron también escritos a fin de ese año y en la Banda Oriental, ya que la madre de Edelmira se encontraría a su vez en Buenos Aires.

Ambas elegías pretenden llevar consuelo a la afligida progenitora de la muchacha muerta. Pero «Palabras de una madre» está escrito, como el «Obsequio a Casimira de Irigoyen», para ser recitado por la destinataria, ya que es una ficción poética en que expresa su dolor la madre de la muerta:



Con el alma acongojada
¡Hija! clamo por doquiera,
Y una sombra pasajera
Me presenta mi aflicción.
      Absorbida, creo verla
      Que me brinda dulce beso...
      Mas ¡ay! luego hasta el exceso
      Siento herido el corazón...


(«Palabras de una madre»)                


Este joven alegre, parrandero y festejador, tenía indudablemente, como ya se ve, muchas amigas. La mejor prueba es esta desconocida colección que lo muestra tal cual era. El cariño, el detallismo y el cuidado con que están reunidas las obras, revelan que el joven Mármol estaba ya convencido de su destino de poeta, y que él mismo se asombraba de su facilidad para versificar. Esa condición le abría las puertas de todos los salones, pues las descripciones de las porteñas que realizara años después en Amalia no son inventadas, sino fruto de su experiencia y de su conocimiento de aquellas damas.

Resulta evidente que en 1839 Mármol estaba dispuesto a publicar de inmediato sus poemas: al no poder hacerlo en seguida, cambió de opinión y dejó que el velo del tiempo, cayera sobre aquellas obritas sin llegar sin embargo al extremo de destruirlas. Él no quería que sus contemporáneos las conocieran... pero tal vez quiso que la posteridad las encontrara.




El año 40

José Mármol ignoraba que ese año sería decisivo en la vida de los argentinos y en la de los personajes de su novela Amalia, y, mientras transcurría el azaroso 1840 en Buenos Aires, una ciudad asustada y atemorizada, el joven se las ingenió para dedicarse al amor, por lo menos en sus composiciones. Creía ya firmemente en su destino de poeta y todo poeta debe cantar a Cupido. Si la ciudad se pintaba de rojo, como describiría luego magníficamente en Amalia, él, el 9 de agosto de 1840, escribía «Delirio. A Elvira», tal vez la misma Elvira a la que dedicara un canto, el año anterior; pero ese nombre no indicaba necesariamente una identidad verdadera, sino que era más bien un apelativo genérico en la poesía de la época. Lavalle acaba de desembarcar con el ejército libertador en Baradero sólo cuatro días antes; el joven Mármol está tal vez escondido en la legación americana de Mr. Slade o en alguna umbrosa quinta de Barracas, pero sus preocupaciones estéticas lo llevan a gritar su amor:



Mientras el hado nos separe ingrato
Mi nombre en tu alma vagará constante,
Querrás hallar de tu infeliz amante
Acaso en algún ser débil retrato.
Mas, ¡ay! a tu alma -una-
La mía y nada más. Ella o ninguna...


(«Delirio. A Elvira»)                


Mármol emigra a Montevideo el 20 de noviembre de 1840; llega a la «tacita de plata» y queda fascinado por el ambiente que se vive allí. El periodismo está en auge y los mejores redactores de diarios contra Rosas serán sus amigos. Pero lamentablemente, el joven tiene que trasladarse a Mercedes donde tal vez lo llaman deberes familiares. En un diario íntimo anota diez días después de llegar a Montevideo: «Es probable que parta mañana para la Colonia. Si no me arrastrara el compromiso para mí tan sagrado de pasar a Mercedes me quedaría aquí -puedo decir que tengo hoy el porvenir en mis manos- de la novedad siempre se puede sacar un gran partido -mis versos meten ruido- mi nombre se divulga y se disputan los hombres mi amistad». No se sabe con exactitud la fecha del fallecimiento del padre del poeta, Juan Antonio Mármol, el dueño de la estanzuela cerca de Mercedes, pero la familia cree que ocurrió en 1839. (Hemos visto que a fines del 39 el poeta se hallaba en el Uruguay). Aunque su padre no viviera ya, se encontrarían tal vez sus dos hermanas Juana y Emilia. Ésta se casará en 1842 con Juan Lasserre y Juana permanecerá soltera, cuidando en el futuro a los hijos del poeta. Cartas en poder de otra rama de la familia, los Cordeyro Echagüe, demuestran que Juana se hallaba en Mercedes todavía en 18574.

De esta temporada en Mercedes, su hijo Juan publicó: «Una tarde en el Daca», de enero de 1841 y entre los papeles de Tavares figura otra, cercana en el tiempo, titulada «Fantasía» y que corresponde al mismo lugar (19 de diciembre de 1840).

«Mi Fantasía» que no debe confundirse con la anterior, es de marzo de 1841, casi contemporánea a «El Juramento» (mayo de 1841, publicada por su hijo) y «Al 25 de mayo de 1841», la tan ponderada obra que obtuvo el tercer premio en el Certamen poético del teatro Coliseo en Montevideo.

Quedaban en el archive Tavares dos poemas desconocidos: uno se titula «La Juventud» y lleva como fecha el 21 de junio de 1841, y el último «Unos y otros», está fechado el 7 de agosto del 41 en Montevideo.

Estas cinco composiciones que corresponden a un año de vida de Mármol fueron dejadas a un lado por el poeta al recopilar sus obras. Creemos que procedió con cordura, pues ellas nada agregan a su fama; de esta época él sólo publicará «Al 25 de mayo de 1841» y su hijo Juan dará a publicidad en 1889, como he dicho, otras dos, «Una tarde en el Dacá» y «El juramento». Sin embargo la tarea del investigador es seguir el itinerario poético y biográfico hasta en sus menores detalles, dando a luz composiciones ocultas deliberadamente por el autor, ya que todos los hilos irán proporcionando la imagen real del hombre que fue.










A la Señorita A. R.


Tiemblan las cuerdas del sonoro piano
A impulsos leves de tu diestra mano,
Y mezclando al amor en sus sonidos
Del corazón suspendes los latidos:
Pero suena tu voz, y al dulce acento,
Mi alma arrobada entre deleite siento,
Sigue sonando y transportado miro
Mi alma en el cielo, y de placer suspiro.


A las Señoritas de Rojas, con motivo de la muerte de su amiga D.ª María Rivera

Dejad amigas que humedezca el llanto
El rostro hermoso que el dolor marchita,
Él solo, solo al corazón que sufre
      Presta consuelo.

En vano intenta la razón altiva
Cual sombra vana presentar la pena,
Ella se humilla ante el poder secreto
      Que hiere al alma.

En vano muestra en su tenaz orgullo
No ser la vida sino sueño esquivo:
No ser el mundo sino eterno foco
      De acervos males.

En vano es todo, su poder no basta
A dar alivio al corazón que sufre;
Lágrimas ansia cuando exhala en luto
      Triste gemido.

Ellas ahora vuestro acervo duelo
Mitigan dulces desahogando el alma:
Fieles lamentan el destino adverso
      De infausta amiga.

También las mías de pesar corrieron
Hiriendo mi alma la fatal noticia,
Pensé el quebranto de vosotras todas
      Y di un suspiro.

Miré abatido la preciosa vida,
Que cual meteoro que brillando muere,
Lució en la tierra y se ocultó en su seno
      Joven y hermosa.

Sensible una alma para amar nacida
Grabada estaba en su apacible rostro,
Y la pureza virginal brillaba
      Dulce en sus ojos.

De tanto bien el poderoso hechizo
Por largo tiempo disfrutasteis todas,
Y entrelazadas por amor las almas
      Un ser formasteis.

Desde los gratos infantiles años
Dolor, placeres, dividisteis juntas,
¡Ah! un solo instante separó por siempre
      Penas y goces.

Un solo instante os rebató insensible
El grato encanto, de bondad reflejo,
Llamaisla tristes y os responden crueles
      Yace en la tumba...

¡Ah! y tantos días de dulzor perdidos,
Tantas delicias en un ser robadas,
Pueden acaso no apagar del pecho
      La luz de vida?

Puede propicia la razón helada
Prestar alivio en tan fatal momento...?
Imposible...; también lloré una vida
      Y nunca pudo!

Tan solo el tiempo que en su lento giro
Va las pasiones acallando al hombre,
Deja al dolor adormecido y vuelven
      Dichas al alma.

Él solo amigas volverá la vida
A aquellos pechos que el dolor hoy rompe,
Y cual en sueños miraréis entonces
      Las negras horas.

Hoy en suspiros exhalad al viento
El dulce nombre de mi triste amiga;
Y sea el llanto que destila el alma
      Riego a su tumba.

Mas los arcanos del Eterno Padre
Vuestros acentos penetrar no intenten,
Pensad que es justo..., y que María en lo alto
      Ya eterna vive...


A la Señorita E. J. el día de su cumpleaños

Las perlas todas del lejano Oriente
Y el oro todo que la Arabia cría,
Rendido a vuestras plantas depondría
Si dueño fuera de tan gran presente.

Del Imperio más regio en vuestra frente
Gozoso la Corona os ceñiría
Y Señora del Orbe os clamaría
Si fuera en el poder Omnipotente.

Mas si ni el oro ni el poder es mío,
Si ni mi vida pues en ti respira
La puedo enajenar a mi albedrío

¿Qué ofreceros podré...? Mi pobre lira?
De ser gratos sus tonos desconfío,
Pero brindando amor van a Edelmira.




Al pasar la Retreta por las inmediaciones de mi Prisión


Cese, Cese por Dios, la melodía
Metal sonoro que mezcláis al viento,
Si era ella en otro tiempo grato aliento,
Hoy despedaza cruel el alma mía.

Era mi dicha cuando ver solía
Dulce a mi Julia en virginal contento,
Seguir sus tonos con el dulce acento,
Que al mismo amor absorto suspendía.

Mas hoy me despedaza recordando
Tan dulces horas de pesar ajenas,
Horas que huyeron para mí volando.

Cese pues y el sonar con que enajenas,
No aparezca ya más entrelazando
Sus tonos y el crugir de mis Cadenas.




Brindis


Así cual se deslizan en le Prado
Las aguas del arroyo blandamente
Y halagadas del aire dulcemente
Embellecen su curso sosegado:
Así pasen tus días tierna amiga
Y cual mi afecto la for tuna os siga.

Obsequio a la Señorita D.ª Casimira de Irigoyen




Suspiros a Sofía


Cual astro, ayer hermosa
Brillaba mi Sofía,
La tumba eterna y fría
Hoy guarda su fulgor.
      Apenas latir siento
      Mi corazón sin vida,
      De fibra en fibra anida
      La angustia y el dolor.

Se fue cuando lozana
La vida en sus albores
Se embriaga en los dulzores
De un grato porvenir.
      Se fue cuando velada
      Del cielo parecía,
      Del cielo que se vía
      Brillar en su vivir.

Qué afecto, o pensamiento,
Ni en sueño ¡oh Dios eterno!
De ese ángel puro y tierno
Os pudo provocar?
      Mas no, tú la miraste
      Cual digna de tu Coro,
      Y al cielo en nube de oro
      La alzaste a engalanar.

Su vida fue en el mundo,
Cristal do reflejaban
Virtudes que volaban
En torno a conmover.
      Su aliento era en el alma
      Cual gota de ambrosía,
      Su acento era armonía
      De encantos y placer.

De Vírgenes los himnos
Entona ya con ellas,
Sirviendo las estrellas
De alfombras a su pie.
      ¡Mas ay! Se fue con ella
      La antorcha de otra vida,
      Que en luto sumergida
      Y en lágrimas se ve.

Sofía, cuando extienda
La noche sus señales
Y entregue a los mortales
A vida más feliz
      Tu espíritu celeste
      Desciende hasta mi alma
      Y algún instante calma
      La pena a esta infeliz.

Si miras en mi rostro
Vagar una sonrisa,
Recréate... te avisa
Que en sueño oigo tu voz...
      Empero si percibes
      Algún leve suspiro,
      Conduélete... te miro
      Volar en pos de Dios...

Así veré mi vida,
Muriente... desolada...
En vela acongojada,
Y en sueño delirar...
      Verela... mas Sofía,
      Del alma de tu hermana
      Jamás, jamás lejana,
      Tu imagen se hallará.




Alcira


No cuando asoma engalanado Apolo
Por las doradas puertas del Oriente,
Ni cuando en el cenit, más refulgente,
Luce sus rayos de uno al otro polo:
Es tan hermoso, tan luciente y bello,
Cual es de Alcira el brillador cabello.

Ni de las flores la que el aire alienta,
Más cándida, más pura que la nieve
Cuando en los Andes fugitiva y leve,
Se desliza veloz y ufana ostenta
Su brillantez lozana y cristalina,
Puede igualar su tez alabastrina.

Ni más de admiración se extasia el alma,
Cuando al nacer, del Plata adormecido,
El astro de la noche, el vasto fluído
Surca con majestad y noble calma:
Como al mirar en la hija del Oriente
La dignidad altiva de su frente.

Ni aquel lucero que en el norte fijo,
De guía sirve al triste caminante;
Ni el otro que en el sur siempre brillante
Tiene su trono de oro más prefijo:
Podrán lucir si la inocente Alcira
Con sus divinos ojos tierna mira.

Dos labios que cual rosa purpurina,
Ni envidia tienen al carmín más rojo,
Ni a los corales, que del mar despojo,
Lleva en su seno la onda cristalina:
Guardan risueños, puros e inocentes
Los más hermosos nacarados dientes.

Su garganta los Dioses Celestiales
Con sus divinas manos la tornearon:
Su pecho los amores lo formaron
Para turbar la calma a los mortales;
Pues si se agita en inocente juego,
Dos globos de marfil palpitan luego.

De sus hombros por Venus redondeados,
Y del frescor de rosas revestidos,
Se deslizan simétricos, pulidos,
Sus brazos de alabastro matizado:
Que para embelesar al ojo humano
Suspenden la más linda y breve mano.

A su esférico talle deleitoso
Las gracias y el Amor han dibujado,
Y las gracias y amor han retra(ta)do
de Venus, en Alcira, el talle airoso:
Que prestándose blando al movimiento
Embriaga de deleite el pensamiento.


II

¡Peregrina beldad! ¡Oh, si pudiera
Mi leve acento conmoverte un día!
¡Si un día grata mi fortuna impía
Tu virgen pecho palpitar hiciera,
      Ah, como soplo vano
Huyera entonce mi destino insano...!

Bajo formas tan bellas, no es posible
Que el perfume de un ángel no te aliente...
Como en un cristal leve y transparente
Juega en tus ojos el pudor sensible...
      Un no se qué de cielo
Derramas sin saberlo por el suelo...

Consérvate beldad. Deja al humano
Que te comtemple cual a flor extraña;
Que él ¡ay! jamás en su ambición tamaña
Osará marchitarte con su mano...
      Consérvate, y en calma
Cual astro del amor alumbra al alma.




Canto de Elvira


¡Oh! Cuan dulce y amena es la vida
Con amor y amistad a su lado!
¡Oh! Cuan triste y adversa si vaga
Solitaria y en mundo ignorado!

Huyó un tiempo que amor en mi alma
Cual rocío en las flores vivió:
Huyó un tiempo que tierna a mi lado
Fiel amiga mi vida endulzó!

Por la tierra vagando extranjera
Ni un suspiro se lanza por mí:
Vendrá la hora postrer de mi vida
Y ni un pecho dirá, «la perdí!»

Cuando encuentres, mortal, una losa
Da un suspiro si miras en ella
«Yace aquí del amor un misterio:
Del dolor, una fúnebre huella».




A la Señora Da.


Con que ya el seno de la tumba fría
En polvo guarda la que ayer lucía
      Como naciente rosa?
Y nada, nada, nos reserva el cielo
De la que vino a embellecer el suelo
      Pura y hermosa?

Con que tu pecho por la vez postrera
El suyo apenas palpitar sintiera,
      Y tus ojos en llanto
Vieron los suyos apagarse luego,
Transparentando el virginal sosiego
      El pudor santo?

Y el nombre ¡hija! que de seno en seno
Sale del alma delicioso y lleno
      De expresión y de amor,
A ningún pecho le dará un abrigo?
Y triste, errante, llevará consigo
      Infortunio y dolor...?

Mas ay! perdona si mi voz aumenta
Tu acervo duelo, cuando sólo intenta
      Calmar tu pena:
Pero es mi voz de la amistad nacida,
Y encuentra alivio al lamentar la vida
Que huyóse amena!

Que no pudiera mi sensible pecho
Hoy tus gemidos recoger deshecho
      Fiel a tu lado?
Y junto al tuyo palpitar sintieras
Mi corazón y suspirar lo oyeras
      Acongojado?

No es cierto amiga que tu llanto fuera
Menos acervo si mirar pudiera
      Mi llanto triste?
¡Ay, si...! las penas en el pecho humano
Son menos crueles si doliente mano
      Tierna lo asiste...

Mas si al destino separarnos plugo
Vuele mi acento a suavizar el yugo
      Que oprime a tu alma.
Y ojala, ojala, que benigno el cielo
Premiara, amiga, mi oficioso celo
      Dándoos la calma!

Piensa que el que hizo de la nada el Orbe
Todo lo puede, y de la tierra absorbe
      Cuanto él merece:
Que de ello forma su celeste coro,
Y que allí tu hija como chispa de oro
      Ya resplandece.

Piénsalo amiga, y del fatal letargo
Vuelve y mitiga el sinsabor amargo
      De tu alma herida;
Vuelve, y espera que benigno el hado
Reemplace el ángel que se ve halagado
      De Eterna vida.




Palabras de una madre


Cual la esencia suave y fina
Huye al alba de la rosa,
Se voló pura y hermosa
Quien mi vida embelleció.
      En mis brazos cariñosos
      Tiernamente miró al Cielo,
      Y un eterno y negro velo
      Para siempre la cubrió.

Con el alma acongojada
¡Hija! clamo por doquiera,
Y una sombra pasajera
Me presenta mi aflicción.
      Absorbida, creo verla
      Que me brinda dulce beso...
      Mas ¡ay! luego hasta el exceso
      Siento herido el corazón.

Viene el sueño y confundidas
Vida y muerte entre mi mente,
Al dolor que el alma siente
Nuevas ansias le destina.
      Delirando -En débil soplo
      ¡Edelmira! exhala el alma...
      Y en el Mundo de la Calma
      La trasbusco peregrina.

Como el ave herida y triste
Vuela en pos de errante sino,
Vagare con mi destino
Suspirando a quien perdí:
      Que ya nada, nada el mundo
      Hoy me balaga con sus bienes,
      Y sus premios o desdenes
      Serán sombras para mí.

Mas ¡ay triste! Cada aliento
De mi pecho marchitado,
Lleve el nombre idolatrado
Del hechizo de mi amor;
      Y cual bálsamo de vida,
      Cada idea de mi mente
      Me lo muestre transparente
      En el mundo de dulzor.



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