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José Rizal padre de la nación filipina

Francisco Marín Calahorro


Coronel de Caballería
Doctor en Ciencias de la Información
Licenciado en Derecho




ArribaAbajoMartes, 30 de diciembre de 1896: el mártir

La comitiva salió de la Fuerza de Santiago. Rizal, atado codo a codo, precedido por un corneta y un tambor. Le acompañaban dos sacerdotes, los jesuitas Vilaclara, su último confesor, y March: detrás su defensor el teniente Luis Taviel de Andrade y una escolta de Artillería.

Marcharon lentamente por el Pasco de María Cristina. Dejaban a la derecha el mar y a la izquierda la muralla de la ciudad. Frente a ellos la bahía de Manila se abría en todo su esplendor, a lo lejos hacia el sur los montes de Cavite y recortada en el horizonte, al fondo, la silueta del islote de Corregidor. Mucha gente, filipinos y españoles, habían acudido, pese a la temprana hora, para contemplar la ejecución.

El grupo llegó al final de la muralla, entró en el Paseo de La Luneta y se dirigió al campo de Bagumbayán, donde se hallaba formado el cuadro por las tropas que, según la Orden de la plaza de Manila del día anterior, estaba constituido por dos compañías del Batallón de Cazadores Expedicionario número 7, una del Batallón de Cazadores número 8, otra del Regimiento de Línea número 70 y otra del Batallón de Voluntarios, con banda y música.

Rizal entró en el cuadro, se colocó en el extremo no ocupado por los soldados y pidió ser fusilado de frente; el oficial al mando del piquete le respondió que sus órdenes eran hacerlo de espaldas. El reo argumentó: ¡Yo no he sido traidor a mi Patria ni a la nación española! A continuación rogó que no le disparasen a la cabeza.

Rizal se volvió hacia el mar para dar la espalda al piquete, que estaba formado por una primera línea de ocho soldados indígenas -se había decidido que sus propios paisanos le fusilaran- armados de fusiles Remington, y detrás otra de ocho soldados peninsulares con fusiles Mauser, por si los indígenas se negaban a disparar. El médico militar se aproximó, le tomó el pulso y lo encontró normal.

Sonó la descarga. Se desplomó y cayó muerto sobre el costado derecho, el rostro hacia el cielo. Había recibido ocho impactos. Eran las siete y tres minutos, todo transcurrió en apenas media hora. Se acababa de cometer uno de tantos errores -y horrores- que han ido salpicando la historia de la humanidad. A partir de ese momento la crisis del 98 en Filipinas estaba abierta y sólo quedaba el diálogo de las armas.




ArribaAbajoEl hombre

José Rizal Mercado nace, el 19 de junio de 1861, en el pueblo de Calamba, provincia de La Laguna, en la isla de Luzón. Tanto el pueblo como sus habitantes formaban parte de una hacienda, en aquel tiempo dirigida por la orden de los dominicos, que con sus rentas y beneficios sufragaba los gastos del colegio de San José. Venía de antiguo esta costumbre -no siempre tolerada de forma pacífica por los nativos-, especie de protectorado sobre grandes extensiones de terreno y sus habitantes, ejercido por las órdenes religiosas -agustinos, franciscanos, jesuitas y dominicos-, que tomaron a su cargo el proceso de evangelización e hispanización del archipiélago. De ahí su papel preponderante y que acabaran convirtiéndose, con el paso de los siglos, en uno de los poderes fácticos de Filipinas.

Sin embargo, los cambios que se producen en el mundo y en España, a lo largo del siglo XIX, pondrían en entredicho el sistema. La apertura comercial de las islas con el asentamiento paulatino de empresas de otras naciones, la llegada de españoles de ideas liberales desterrados por el Gobierno de Madrid, el advenimiento de la República, etc., pusieron a los filipinos en contacto con los nuevos vientos del pensamiento que soplaban en el mundo y debilitaron la influencia de las órdenes religiosas sobre ellos.

En este contexto, la familia Rizal (sus padres, Francisco Rizal Mercado y Teodora Alonso, y sus diez hermanos -ocho hembras y dos varones-) vivía con cierto acomodo, gracias a la posición económica que su padre había labrado con gran esfuerzo, y el respeto a la religión católica, debido a la profunda religiosidad de la madre, lo que no iba a evitar que sufrieran en sus carnes algunos de los hechos que José expuso de forma crítica en su obra.

Desde niño, Rizal destaca por su inteligencia, sensibilidad y facilidad para el estudio. Sus aptitudes impulsan a sus padres a llevarlo a Manila para que curse el bachiller en el Ateneo Municipal, regido por los PP. Jesuitas. Es ahí donde comienza a brillar su privilegiada inteligencia y a mostrar sus dotes literarias. Al mismo tiempo empieza a aflorar su orgullo de filipino y a contemplar sucesos que van a marcar su vida y definir su pensamiento.

Obtiene el grado de bachiller en artes, con la calificación de sobresaliente en todas las asignaturas y una importante proporción de premios ganados por oposición entre sus compañeros, destacando en dibujo y escultura.

Su religiosidad, en esta época, está demostrada por los comentarios de sus profesores en el libro, editado por los jesuitas, Rizal y su obra, que recoge: ...dando una hermosa muestra de su devoción a la Santísima Virgen [...] talló [...] una linda imagen de Nuestra Señora, tan a gusto de los profesores de Rizal, que uno de ellos le preguntó si haría del mismo modo una imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Prometióselo el joven artista y poco tiempo después entregaba su nueva obra al Padre. Tenía, entonces, catorce años y las circunstancias quisieron que la escultura del Corazón de Jesús le acompañase en su celda la víspera de su fusilamiento.

Terminado el bachillerato, pasó a la universidad de Santo Tomás, dirigida por los dominicos, donde se matriculó, en junio de 1877, en Filosofía; además estudió en el Ateneo las asignaturas que daban opción al título de Perito Agrimensor, que obtuvo con sobresaliente en los exámenes de mayo de 1878, expidiéndosele el título de Perito Tasador de Terrenos el 30 de septiembre de 1881.

Los últimos meses de 1878 los dedicó a escribir las memorias de su vida de estudiante, adquiriendo así el hábito de anotar su acontecer diario, que ha permitido profundizar en el conocimiento de su personalidad. Simultaneó a partir del curso 1878-79 los estudios de filosofía con los de medicina, esto debido, quizás, a que su madre perdió la vista el año anterior y a su deseo de ayudarla.

Los estudios no le distrajeron de sus aficiones literarias y se reveló ya como prieta. De su primera época hay una poesía poco conocida, que cuenta la salida de la flota de Magallanes para dar la vuelta al mundo, produciéndose el descubrimiento de las islas Filipinas por los españoles. La obra fue escrita en 1874 y publicada el 30 de diciembre de 1899 en Manila en el periódico La Patria. Titulada El embarque, sus dos primeras estrofas dicen:



En bello día,
Cuando radiante
Febo en Levante
Feliz brilló,
En Barrameda
Con gran contento
El movimiento
Doquier reinó

Es que en las playas
Las carabelas
Hinchan las velas
Y a partir van;
Y un mundo ignoto,
Nobles guerreros
Con sus aceros
Conquistarán.



La primera poesía, en la que asoma su orgullo patrio, fue premiada en un certamen celebrado en el Liceo Artístico y Literario de Manila con la pluma de plata. Dedicado a la juventud filipina, comienza así:


¡Alza tu tersa frente,
juventud filipina, en este día!
¡luce resplandeciente
tu rica gallardía,
bella esperanza de la patria mía!



Es su primer canto a la Patria, su primer gesto público de rebeldía. Ya habían ocurrido algunos incidentes que hicieron efecto en su espíritu, que presentaron ante sus ojos las desventuras de los indígenas. El primero de ellos fue el proceso criminal contra su madre, por supuesto delito de envenenamiento. Los hechos tuvieron su origen en la infidelidad de la esposa de un primo de doña Teodora durante el viaje de este a Europa. A su vuelta, en vez de repudiarla la llevó a casa de la madre de Rizal, quien intentó reconciliar a los esposos. Sin embargo, la mujer acusó a su marido de intentar envenenarla con la complicidad de doña Teodora que fue arrestada por el alférez de la Guardia Civil de Calamba y la hizo caminar a pie de pueblo en pueblo hasta la prisión.

Al poco tiempo, otro acontecimiento, los sucesos de Cavite en enero de 1872 vinieron a marcarle de nuevo. Una revuelta en el arsenal fue aprovechada para mandar a presidio a muchos filipinos, que mostraban su descontento con el trato recibido de los peninsulares; incluso algunos de ellos fueron condenados a muerte, como sucedió con los sacerdotes indígenas Burgos, Gómez y Zamora, a los que dedicó su novela El filibusterismo. Estos pretendían la igualdad entre el clero indígena y el procedente de la metrópoli y, para Rizal, se aprovechó la sublevación de Cavite para acabar con ellos. Incluso su hermano mayor, Paciano, que vivía en casa del presbítero Burgos, tuvo problemas y muchos de sus compatriotas se exiliaron para evitar ser perseguidos y condenados.

Rizal prosigue sus estudios y también en prosa demuestra su valía literaria. Así, en 1880, se premia una composición suya, en el homenaje a Cervantes en su centenario, titulada El Consejo de los Dioses. El trabajo, reproducido en la revista La solidaridad en 1893, es una alegoría en la que los dioses del Olimpo hacen un análisis paralelo entre Homero, Virgilio y Cervantes. Los dioses debaten sobre los méritos de cada uno de ellos, analizando sus obras más representativas, La Ilíada, La Eneida y El Quijote; felizmente para el español, Júpiter proclama que: la Justicia los cree iguales y, por ello, demos á Homero la trompa, á Virgilio la lira y á Cervantes el lauro; mientras que la Fama publicará por el mundo la sentencia del Destino; y el cantor Apolo entonará un himno al nuevo astro, que desde hoy brillará en el cielo de la gloria y ocupará un asiento en el templo de la Inmortalidad.

No es de extrañar que el autor se exprese así: su formación es española y ama España. Lo que no puede aceptar es la actuación de determinados españoles respecto a los que estos consideran los indios filipinos. Él mismo, a poco de ganar tan destacado premio, consistente en un anillo de oro con el busto del Príncipe de los Ingenios, fue a denunciar, ante el gobernador de la colonia, en el palacio de Malacañang, ...porque fui atropellado y herido en una noche oscura por la Guardia Civil, porque pasé delante de un bulto y no saludé, y el bulto resultó ser el teniente que mandaba el destacamento: fui herido traidoramente sin que antes mediasen palabras: me presenté al Sr. Primo de Rivera; no le vi a SE... ¡ni obtuve justicia tampoco!1

Todo ese conjunto de circunstancias, unido a la observación de permanentes abusos con los indígenas, le impulsarán a abandonar el Archipiélago. Así lo reconoce el propio Rizal: Sobre la fina arena de las orillas del lago de Bay hemos pasado largas horas de nuestra niñez pensando y soñando en lo que había más allá al otro lado de las olas. En nuestro pueblo veíamos, todos los días casi, al teniente de la Guardia Civil, al alcalde cuando lo visitaba, apaleando é hiriendo al inerme y pacífico vecino que no se descubría y saludaba desde lejos. En nuestro pueblo veíamos la fuerza desenfrenada, las violencias y otros excesos cometidos por los que estaban encargados de velar por la paz pública; y, fuera, el bandolerismo, los tulisanes, contra los cuales eran impotentes nuestras autoridades. Dentro teníamos la tiranía y fuera el cautiverio. Y me preguntaba entonces si en los países que había allá, al otro lado del lago, se vivía de la misma manera; si allá se atormentaba con duros y crueles azotes al campesino sobre quien recaía una simple sospecha; si allá se respetaba el hogar; si para vivir en paz había que sobornar a todos los tiranos...2

Termina 1880 representando, con ocasión de las fiestas de la Inmaculada Concepción, a requerimiento de los jesuitas, una zarzuela titulada Junto al Pasig. Rizal, que por entonces estudiaba en la Real y Pontificia Universidad de Santo Tomás, no había abandonado su antigua relación con ellos, pues seguía colaborando con el Ateneo Municipal en su calidad de Presidente de la Academia de Literatura Castellana de ese centro. La obra, su única pieza teatral, es una alegoría del triunfo de la Virgen María sobre Satán, que concluye con un canto:


¡Salve!, Rosa pura,
Reina de la mar;
¡Salve!, Blanca estrella,
Fiel Iris de la Paz...
Antipolo,
Por Ti sólo
Fama y renombre tendrá;
De los males
Los mortales
Tu Imagen nos librará
Tu cariño,
Al fiel niño
Le guarda siempre del mal;
Noche y día
tú le guías
En la senda terrenal



El cambio, que en lo sucesivo se produce en la manera de ver y entender la religión por el autor de la zarzuela, contrasta con lo expresado en los versos anteriores. Son las circunstancias, los ejemplos que contempla en algunos religiosos -frailes, como los denomina en sus escritos- los que provocarán un giro copernicano en sus ideas religiosas. Nunca dejará de creer en Dios, lo que criticará será la utilización que de Él hacen algunos de sus representantes en la Tierra.

Dos últimos factores, unidos a los hechos antes comentados, decidirán su definitiva marcha a España: el primero, la preocupación que siente su familia de que, ante la evolución de sus ideas, pueda acabar ofendiendo a los poderes fácticos de la colonia y a sus gobernantes: el segundo, quizás la gota de agua que rebosa el vaso, es su enfrentamiento con uno de sus profesores universitarios, pues como se afirma en el número extraordinario de La Independencia dedicado a su persona: Brilló en la facultad de Manila, de la que salió para la Universidad Central, quizás contra su deseo, porque un catedrático de la Real y Pontificia insultaba a diario á los alumnos menos aprovechados, y Rizal, que no fue jamás de los reprendidos, se revolvió contra aquel abuso, y el catedrático juró no aprobarle nunca3.

No debió ser fácil al tagalo abandonar Filipinas; allí dejaba familia, amigos y novia, que no le esperaría: pero necesitaba conocer y, también, dar a conocer a España y, si fuera posible, al mundo entero, la situación en que se encontraban sus paisanos.

Rizal desembarca en Barcelona, en junio de 1882, con una personalidad bien definida. Siente un gran desacuerdo con la discriminación que sufren sus hermanos de raza y se ha convertido en un nacionalista a ultranza. Su primer artículo El amor patrio, escrito nada más llegar, así los confirma: ¡El amor á la patria no se borra jamás, una vez que ha entrado en el corazón!, porque lleva en sí un sello divino que le hace eterno, imperecedero.4

Enseguida marcha a Madrid donde, ya en octubre, estudia al mismo tiempo las carreras de Filosofía y Letras y Medicina, que superaría con calificaciones brillantes, sobre todo la primera de ellas.

Aprovecha el tiempo y, además de estudiar, practica el dibujo, la pintura y la escultura en la Academia de San Fernando. Asiste con frecuencia a las conferencias del Ateneo y se aplica en conocer el francés, inglés y alemán. Fue polígloto, pues llegó a hablar, además de varios dialectos de su país, español, latín, francés, italiano, inglés, alemán, japonés y holandés; traducía griego, hebreo, árabe y sánscrito, e incluso consiguió aprender ruso durante su destierro en Dapitan.

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José Rizal, héroe nacional de Filipinas

Pudo ser, según señala Palma, que, cuando en el verano de 1883 marchó a Pans para perfeccionar el idioma francés, ingresara en la masonería: Se cree que durante esta rápida visita a la capital francesa, hizo su ingreso en la Masonería, lo cual posiblemente decidió la dirección de sus ideas religiosas. Esta institución debió atraer su simpatía por los grandes principios que proclama mucho más acorde con su manera de pensar [...] De Rizal se conserva una conferencia masónica leída en la logia "Solidaridad" de Barcelona en 1888, que no puede colocarse entre los mejores trabajos que ha dejado; pero de todos modos revela el conocimiento y penetración del autor en los misterios de la institución5.

Según otros. Rizal se inicia en la masonería en la logia Acacia de Madrid, perteneciente al Gran Oriente Español, en 1883. Adopta el nombre de Dimasalang, que puede traducirse como El intocable. Más tarde, en noviembre de 1890, en la logia Solidaridad de Madrid alcanzaría el grado de maestro masón6.

En Madrid, como después en el resto de Europa, encontró un mundo muy diferente al de su tierra. Pues, como reconoce Palma, ...todas las ideas circulaban como monedas legales: todos los partidos tenían su órgano y todas las aspiraciones su club o asociación, mientras en su patria se consideraba peligroso cualquier pensamiento nuevo que desentonara del impuesto por la censura oficial. Todos los partidos tanto monárquicos como republicanos tenían su representación en las Cortes, mientras que en su país no se permitía otro partido que el de los frailes. Los ateos y librepensadores se burlaban sangrientamente de la Iglesia y de sus ministros, y ninguno era molestado7.

El que sus paisanos fuesen tratados de forma tan diferente le movió a denunciarlo y lo hizo mediante artículos enviados a los periódicos filipinos en los que colaboraba su hermano Paciano; en las oportunidades que tuvo de hablar públicamente en Madrid, como más tarde lo hizo desde la revista La Solidaridad y, sobre todo, en su primera novela, que por entonces empezó a estructurar.

Lo que podría considerarse el inicio de sus actividades públicas en la metrópoli, y donde comienza a exponer su pensamiento político, se produce el 25 de junio de 1884, con ocasión del homenaje que los filipinos ofrecían en Madrid al pintor Juan Luna, en reconocimiento al éxito de su obra Spoliarum.

Rizal, que ese día había ganado por oposición el primer premio de griego y anotado en su diario que no había comido por falta de dinero, pronunció, al iniciar los brindis, una de las pocas piezas oratorias, tal vez, la única, de su vida. El auditorio estaba formado por políticos relevantes -Moret, Labra, Andrés Mellado, Morayta, etc.- y un nutrido grupo de pintores, escritores y periodistas, así como representantes de la colonia filipina.

La tesis central del discurso postulaba que Filipinas caminaba hacia la madurez y, saliendo de su letargo histórico, ...vuelve a despertarse conmovida por el choque eléctrico que le produce el contacto de los pueblos occidentales, y reclama la luz, la civilización que un tiempo les legara, confirmándose así las leyes externas de la evolución constante, de las transformaciones, de la periodicidad, del progreso. Planteado esto, y después de hacer el panegírico de los pintores Luna e Hidalgo, también homenajeado, pasó a presentar una crítica sobre la actuación de algunos españoles en la colonia; Si la madre enseña al hijo su idioma para comprender sus alegrías, sus necesidades ó dolores, España, como madre, enseña también su idioma á Filipinas, pese á la oposición de esos miopes y pigmeos que asegurando el presente, no alcanzan á ver en el porvenir, no pesan las consecuencias y nodrizas raquíticas, corrompidas y corruptas, que tienden á apagar todo sentimiento legítimo que, pervirtiendo el corazón de los pueblos, siembran en ellos los gérmenes de las discordias para que se recoja más tarde el fruto, el anapelo, la muerte de las generaciones futuras.

Por último, para finalizar el discurso, define su visión peculiar de la relación entre españoles y filipinos, que son dos razas que se aman y se quieren, unidas moral, social y políticamente, en el espacio de cuatro siglos, para que formen en el futuro una sola nación en el espíritu, en sus deberes, en sus miras, en sus privilegios, y a continuación brinda, entre otras cosas, porque la madre España, solícita y atenta al bien de sus provincias, ponga pronto en práctica las reformas que largo tiempo medita; el surco está trazado y la tierra no es estéril.8

Rizal no piensa en la independencia, su filosofía puede resumirse en cuatro palabras; provincia, sí; colonia, no. Pretende que se vuelva a la situación establecida en la Constitución de 1812, en la que Filipinas es considerada como una provincia y tiene representantes en las Cortes españolas.

A mediados de 1885, con sus dos títulos universitarios y algunos capítulos de su principal obra, la novela Noli me tangere, en la maleta, el Dr. Rizal comienza su primer periplo europeo. En París se especializa en la clínica del oftalmólogo M. Wecker. Pasa después a Alemania, donde en Heidelberg, el 22 de abril de 1886, termina de componer una poesía, en la que, aunque lleva el romántico título A las flores de Heidelberg, no deja de recordar su lejano país desde la primera estrofa:


¡Id á mi patria, id, extranjeras flores,
sembradas del viajero en el camino,
y bajo su azul cielo,
que guarda mis amores,
contad del peregrino
la fe que alienta por su patrio suelo.9



Dedicó el resto de aquel año a la observación de las costumbres del pueblo alemán y a completar, pulir y corregir Noli me tangere, como el propio Rizal reconoce: Sin embargo, en honor a la verdad, diré que al corregir mi obra en Alemania la he retocado mucho y reducido más; pero también la he templado los arranques, suavizando muchas frases y reduciendo muchas cosas á más justas proporciones á medida que adquiría más amplia visión de las cosas vistas desde lejos, á medida que mi imaginación se enfriaba en medio de la calma peculiar de aquel pueblo [...] Con todo, no niego que no haya podido influir en mí el medio en que vivía sobre todo al recordar mi patria en medio de aquel pueblo libre, trabajador, estudioso, bien administrado, lleno de confianza en su porvenir y dueño de sus destinos.10

Después de pasar por Leipzig, donde practicó la oftalmología y, posiblemente, según confiesa Retana, la tipografía, para solucionar sus necesidades económicas, se trasladó a Berlín, donde fue impresa la novela. La dedicatoria está fechada en Europa, 1886, aunque no salió a la luz hasta marzo de 1887. Este será un momento clave en su vida, dado que, a partir de entonces, los acontecimientos se acelerarán, tendrá la enemistad de aquellos a quienes critica, será tachado de filibustero, es decir separatista, y él y su familia sufrirán las consecuencias de ello. Cosa que no le arredra respecto a su persona, aunque sí por los suyos.

A continuación estuvo en Austria y Bohemia; visitará allí, en Leitmeritz, al profesor Blumentritt, científico, estudioso del mundo filipino, estableciéndose una fraternal amistad entre ambos. Finalmente, después de recorrer Suiza e Italia, embarcará en Marsella hacia Manila, donde arribará en agosto de 1887.

La novela precedió a su autor y con ella llegó el alboroto y la polémica. Mientras aquél pretendía pasar inadvertido y marchar a su pueblo natal enseguida, el claustro de la Real Pontificia Universidad de Santo Tomás de Manila, juzgaba la obra y la encontraba herética, impía y escandalosa en el orden religioso y antipatriótica, subversiva del orden público, injuriosa al Gobierno de España y á su proceder en estas Islas, en el orden político, por lo que consideraba que si llegara a circular por Filipinas, causaría graves daños á la fé y á la moral, amortiguaría ó extinguiría el amor de estos indígenas á España, y perturbando el corazón y las ilusiones de los habitantes de este país, podría ocasionar días muy tristes para la madre Patria.

No es de extrañar que, al conocer el informe, el capitán general Emilio Terrero y Pertinat llamase a Rizal y le asignase un oficial de la Guardia Civil, el teniente José Taviel de Andrade, para que le acompañase durante su estancia en la isla, asignándole el doble papel de vigilante y escolta de su persona. A los pocos días el tagalo se había granjeado el afecto de aquel, creciendo una buena amistad entre ambos. El destino haría que, años más tarde, durante su proceso, su defensor fuese Luis Taviel de Andrade, hermano del anterior.

Rizal se dedica en Calamba a ayudar a los suyos. Abre una clínica de oftalmología y opera con éxito a su madre casi ciega y atiende a sus paisanos, pero la situación se hace insostenible ante las presiones de algunos religiosos y otros radicales españoles. La familia le aconseja su marcha, preocupada por su seguridad, y parte hacia el exilio a primeros de febrero de 1888. En esta ocasión la suerte le favorece, pues está lejos cuando se produce la manifestación del primero de marzo de 1888 en Manila, en la que participaron los principales filipinos de muchos pueblos, que presentaron un escrito al gobernador civil, José Centeno García, solicitando el destierro del arzobispo y la supresión de las órdenes religiosas en el archipiélago. Sin embargo, algunos le acusaron de hacer propaganda filibustera desde Hong Kong, ya que compuso por esas fechas, a petición de sus enemigos de Batangas, el Himno al Trabajo, cuya principal estrofa canta:


¡Por la patria en la guerra,
por la patria en la paz,
velará el filipino,
vivirá y morirá!



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Portada de «La Independencia»

A últimos de febrero estaba en Japón, donde hizo amistad con el diplomático español Alcázar, encargado de negocios de España en ese país, que quizás fue a visitarle al hotel donde se hospedaba en Yokohama para vigilarlo y le invitó a alojarse en la residencia de la delegación española. Allí se trasladó y vivió durante más de un mes. Marchará después a Estados Unidos -llega a San Francisco el 28 de abril- y lo atravesará en ferrocarril hasta llegar a Nueva York, donde embarcará hacia Londres el 16 de mayo. Las impresiones de este viaje las relata el propio Rizal en una carta dirigida a su amigo Mariano Ponce (Naning), exponiéndole sus impresiones sobre la nación americana: Visité las más grandes ciudades de América, con sus grandiosos edificios, sus luces eléctricas y sus concepciones grandiosas. La América es indudablemente un gran país, pero tiene aún muchos defectos. No hay verdadera libertad civil. En algunos estados, el negro no puede casarse con una blanca, ni una negra con un blanco. El odio al chino, hace que otros extranjeros asiáticos como los japoneses sean confundidos con ellos por los ignorantes y sean también mal mirados [...] Atravesé toda la América: vi Niágara, la majestuosa cascada. Estuve en Nueva York, gran población. Pero allí lodo es nuevo. Visité algunos recuerdos de Washington, el hombre que siento no tenga un segundo en este siglo11. Está presente el ideal de igualdad entre las razas y las personas, que vive permanentemente en Rizal y por ello critica la discriminación racial.

Desde Londres comienza a colaborar en La Solidaridad, que nace el 15 de febrero de 1889 en Barcelona como órgano de expresión de los filipinos en la Península, donde publica numerosos artículos; unos de carácter divulgativo sobre el teatro filipino, muchos de carácter crítico sobre la situación en el archipiélago y algunos donde perfila su pensamiento político.

Fruto de su estancia en Londres, donde investiga en la biblioteca del Museo Británico documentos de la historia de su país, será la reimpresión del libro Sucesos de las Islas Filipinas, publicado en Méjico en 1609 por Antonio de Morga, que narra los primeros tiempos de la dominación española en Filipinas. Rizal incluye en el texto numerosas notas suyas para alabar la antigua civilización filipina, intentando demostrar que su pueblo, cuando fue descubierto por los españoles, no era tan inculto como algunos manifiestan y, al mismo tiempo, intenta despertar en sus paisanos la conciencia de nuestro pasado, borrando de la memoria, y rectificar lo que se ha falseado y calumniado.12

El profesor Blumentritt, que prologa la obra, critica el que los españoles no se hayan preocupado de reeditar el libro -la mejor crónica de Filipinas- y que hubiese sido un inglés, Lord Stanley, quien la tradujese a ese idioma y la editase. Por ello ensalza a Rizal, afirmando: Pero tú, mi querido amigo, tú no estabas conforme con esta resignación y modestia del mundo extranjero, con esta indiferencia y apatía del mundo peninsular. En tu corazón, verdaderamente noble é hidalgo, has sentido toda la grandeza de la ingratitud nacional, y tú, el mayor hijo de la nación tagalog: tú, el mártir de un patriotismo leal y activo, tú fuiste quien ha pagado la deuda de la nación, de la misma nación cuyos hijos degenerados se burlan de tu raza y le niegan dotes intelectuales13. La obra fue prohibida en Filipinas.

En febrero de 1890, se traslada a Bruselas, donde practica la medicina. A mediados de julio recibió noticias de que su familia había perdido el contencioso que mantenía sobre los impuestos que gravaban los productos agrícolas de la hacienda a la que estaban adscritos los vecinos de Calamba; su hermano Paciano había apelado al Tribunal Supremo de Madrid. Entonces, decidió ir a la capital de España para gestionar el pleito, donde llegó en agosto después de visitar la Exposición Universal de París. Recibe el apoyo de sus paisanos, H. del Pilar, que estaba al frente de La Solidaridad y dirigía, en cierta manera, el sentir político de la colonia filipina, le acompaña a entrevistarse con el Ministro de Ultramar, Fabié, para exponer las reivindicaciones de sus parientes de Calamba, pero no obtienen éxito alguno.

Rizal se persuade de que no puede esperar nada del gobierno de la metrópoli y el pesimismo se apodera de él. A poco se producen divergencias en el seno de la colonia filipina e incluso tiene enfrentamientos personales con algunos compañeros, entre ellos el pintor Antonio Luna, al que llega a desafiar en duelo. Recibe, además, la noticia de que Leonor, su antigua novia, se había casado con un inglés.

Tal cúmulo de contrariedades le afectan profundamente y piensa abandonar España. El hecho que le decide a dar este paso fue el conjunto de circunstancias que rodeó, a principios de 1891, la elección del responsable encargado de dirigir las actividades de la colonia filipina. Rizal apoyó la propuesta de concretar en el responsable la suprema autoridad filipina en la Península, pero se encontró con la dura oposición de la redacción de La Solidaridad. La elección del responsable dividió la colonia entre los partidarios de Rizal y Del Pilar; triunfó, tras varias votaciones sin obtener la mayoría necesaria, Rizal. Pero éste, que había predicado la unión de todos los filipinos, no quería ser causa de división entre ellos y abandonó el puesto de responsable, que es asumido por Del Pilar, marchando a Francia a final de enero para pasar a Bélgica y establecerse en Gante.

Deja de colaborar en La Solidaridad. No por resentimiento sino, como manifiesta en carta a Del Pilar, por: (1) Que necesito tiempo para trabajar en mi libro; (2) que quería que otros filipinos trabajasen también; (3) he considerado que en el partido vale mucho que haya unidad en los trabajos y puesto que tú estás arriba y yo tengo también mis ideas, vale más dejarte dirigir sólo la política tal como la comprendes y no meterme en ella. Ésto tiene dos ventajas; nos deja a ambos en libertad y aumenta tu prestigio, lo cual es muy necesario, pues en nuestro país se necesitan hombres de prestigio. Ésto no quiere decir que no trabaje yo y siga el curso de los trabajos vuestros: yo soy como un cuerpo de ejército que en el momento necesario me veréis llegar para caer sobre los flancos del enemigo que teneis delante. Sólo pido a Dios que me de los medios para hacerlo.14

Está claro que Rizal no ha abandonado, ni abandonará, la lucha. Combate a su manera, usa las palabras como dardos; no es un hombre de acción, al estilo de Aguinaldo y Bonifacio, pero denuncia, enseña las llagas de su pueblo y despierta en este el ideal nacional. Su trinchera es el papel impreso y, por ello, para reiterar esfuerzos ataca de nuevo con su pluma. Nace así a la luz en Gante, la segunda parte del Noli me tangere, el Filibustero y, para que no quede duda de su objetivo, lo dedica a la memoria de los tres presbíteros -Gómez, Burgos y Zamora- ejecutados en el patíbulo de Bagumbayan el 28 de febrero de 1872, denunciando lo que considera una condena injusta: ...en tanto, pues, no se demuestre claramente vuestra participación en la algarada caviteña, hayáis sido ó no patriotas, hayáis ó no abrigado sentimientos por la libertad, tengo derecho á dedicaros mi trabajo como á víctimas del mal que trato de combatir. Y mientras esperamos que España os rehabilite un día y no se haga solidaria de vuestra muerte, sirvan estas páginas como tardía corona de hojas secas sobre vuestras ignoradas tumbas...15

La llegada de algunos ejemplares a Manila hace que arrecien los ataques contra Rizal y que, en Calamba, su familia sea acosada, se desahucie y deporte a parientes y amigos e incluso algunas de sus viviendas sean derribadas. Todo esto le impulsa a abandonar Europa y dirigirse a Hong Kong, donde llega a fines de noviembre, para estar cerca de los suyos y, si fuera posible, regresar a Manila.

Sus familiares, que se reúnen con él al poco tiempo, tratan de disuadirle del regreso y entonces piensa fundar una colonia agrícola en Borneo para vivir con los suyos y con aquellos tagalos que quieran seguirle. Incluso se traslada al norte de Borneo para buscar asentamientos. No obstante, sigue sintiendo la llamada de su tierra y el deseo de trabajar para ella. Así crea e imprime en Hong Kong los estatutos de la Liga Filipina, especie de asociación de ayuda mutua entre sus integrantes, cuyo lema era Unus Instar Omnium y sus fines16:

  1. Unir a todo el ... en un cuerpo compacto, vigoroso y homogéneo.
  2. Protección mutua en todo apuro y necesidad.
  3. Defensa contra toda violencia e injusticia.
  4. Fomento de la instrucción, agricultura y comercio.
  5. Estudio y aplicación de reformas.

Durante la preparación del proyecto de Borneo, escribe dos cartas al Gobernador General de Filipinas Despujol sobre sus intenciones de establecerse en aquel lugar con un grupo de sus paisanos; el cónsul de España en Hong Kong le informa verbalmente que no era muy patriótico sacar brazos del suelo filipino, tan falto de ellos, para ir a trabajar a tierras extranjeras. Rizal decide ir a Manila y escribe a Despujol manifestándole que vuelve, que se pone a su disposición y que se alojará en uno de los hoteles de la ciudad en espera de que le comunique sus órdenes. Al arribar a la capital filipina, el 22 de junio de 1892, es recibido con expectación por unos, con afecto por muchos de sus paisanos y con resentimiento por los que se sentían criticados y ofendidos en sus escritos.

Rizal desarrolla una frenética actividad de propaganda de la Liga Filipina en diversas provincias, lo que despierta preocupación en Despujol, que es presionado por los poderes fácticos para que adopte medidas. El resultado es un decreto, publicado en la Gaceta de Manila del 7 de julio, que dispone la deportación de José Rizal a Dapitan, en la isla de Mindanao; declara prohibida la introducción y circulación de su obra en el archipiélago y ordena que aquellos que posean algunos de sus libros o proclamas los entreguen a las autoridades locales.

Durante los años de destierro en Dapitan ejerció la medicina de forma gratuita, abrió un dispensario, fundó un hospital, construyó un embalse de agua y diversas obras de interés para la comunidad. Descubrió nuevas especies animales, que envió a Europa central para su estudio. Vivió con Josephine Bracken, de origen irlandés, que le dio un hijo, que murió al poco de nacer. Intentó alejarse de la política, pero al final sería acusado de mantener contactos con la sociedad denominada Kapitunan o Asociación de los Hijos del Pueblo, creada por Andrés Bonifacio, para pronunciar la lucha armada contra España.

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Capitán General don Ramón Blanco y Erenas

Rizal, para salir del destierro, se ofreció voluntario para servir como médico de las fuerzas expedicionarias españolas en Cuba. El 30 de julio de 1896 recibió la comunicación, fechada el 1 de dicho mes, por la que el general Blanco le informaba de su destino a la Gran Antilla. El día 6 de agosto llegaba a Manila, perdiendo el correo a la Península que salió el día anterior. El destino le jugaba una mala pasada: el retraso de la carta de Blanco, la pérdida del correo y tener que esperar al siguiente vapor, el 3 de septiembre, forman una cadena de circunstancias que le atraparían sin remedio. El último eslabón sería el estallido de la revolución preparada desde el Katipunan y dirigida por Andrés Bonifacio. Partió hacia Barcelona en el Isla de Panay, donde llegó el 3 de octubre para ser reembarcado hacia Filipinas en el vapor Colón, que transportaba tropas españolas para sofocar la insurrección. Llegó a Manila el 3 de noviembre para ser procesado, juzgado y condenado a muerte.

La semblanza que hizo Gómez de la Serna, presenta a Rizal hombre de la siguiente manera:

La figura humana de Rizal es digna de profundo estudio. Vivió treinta y cinco años; a los veintisiete había dado la vuelta al mundo; fué médico, novelista, poeta, político, filósofo, pedagogo, agricultor, tipógrafo, políglota (hablaba más de diez lenguas), escultor, pintor, naturalista, miembro de célebres Centros científicos europeos, que dieron su nombre á especies nuevas por él descubiertas, vivió y estudió en las grandes capitales de Europa y América; el índice de sus libros y escritos varios ocupa no pocas páginas de este volumen [...]

Salió estudiante de su país el 82; cursó brillantemente en España las carreras de Medicina y Filosofía y letras; volvió a Filipinas el 87 para marcharse el 88; tomó el 92 para ser desterrado á los pocos días, y salió del destierro el 96 para ser fusilado, no obstante haberse esclarecido que en los últimos cuatro años de su vida y destierro no se mezcló directa ni indirectamente en ningún asunto político de su país.

Caballero sin tacha, bondadoso, dulce, delicado y valiente, era tal la atracción de sus virtudes, que los oficiales de nuestro Ejército que le guardaban, se hacían sus íntimos; uno fué relevado por ello, por querer tanto a Rizal.

Yo le conocí en Madrid. Limpio y atildado; semblante triste y reflexivo; voz siempre suave; ni gritos, ni risas destempladas; poco aficionado á diversiones y devaneos, sin duda porque dejó latente, allá en su rivera del sol, ese primer amor virginal que en la ausencia, cuando no muere, hace casta toda la vida [...].

Fue un tipo engendrado para la leyenda: era un desconocido completo; salió de su país estudiante, sin que nadie se fijara en él, indiferente á todos; volvió por unos meses á los veintiséis años. Cuando fué, á los treinta y uno, era una celebridad; era ya un ídolo; todos hubieran querido conocerle; pero á los pocos días salió desterrado. Tornó para el fusilamiento, y puede decirse que la masa de sus paisanos sólo le vió un día: el de su muerte.17






ArribaAbajoEl pensador y sus ideas

¿Qué ha sido toda su vida? La campaña infatigable y honrada del político de alto vuelo que, en aras del amor de su país, ha jurado darle días de grandeza y felicidad.18



Rizal persiguió siempre el ideal de exaltar a su patria, de ponerla a la altura de las naciones modernas de su época y prepararla para que asumiera su futuro con dignidad. Toda su vida y escritos los dedica a estos objetivos; su obra está pensada y escrita con ese fin. Ni siquiera el poeta puede evitar dejarse llevar por su ideal patriótico; se ve en sus versos de niño, que se han recogido más atrás, y está presente en sus poemas de hombre adulto. Su arma de guerra es la pluma, él mismo lo anuncia en su poema A mi... cuando invoca a la musa...


Mas tú vendrás, inspiración sagrada,
De nuevo á caldear mi fantasía
Cuando mustia la fé, rota de espada
Morir no pueda por la patria mía;
Tu me darás la cítara enlutada
Con cuerdas que vibran la elegía.
Para endulzar de mi nación los poemas
y el amortiguar de sus cadenas.19



Rizal luchará en sus trincheras de papel por la libertad y los derechos de su pueblo. Se hace escritor y, como reconoce Unamuno, su heroísmo fue el heroísmo del escritor; Pero entiéndase bien que no del escritor profesional, no del que piensa ó siente para escribir, sino del hombre henchido de amores que escribe porque ha pensado ó ha sentido.20

Su obra, por lo tanto, tiene un permanente fin político y se estructura según evolucionan las ideas de su autor. Así, su novela Noli me tangere es un primer aldabonazo para despertar la conciencia del indio filipino y mostrarle los abusos y humillaciones a que está sometido. El propio Rizal lo manifiesta en la presentación de los objetivos de la obra en la dedicatoria que titula A mi patria:

Regístrase en la historia de los padecimientos humanos un cáncer de carácter tan maligno que el menor contacto le irrita y despierta en él agudísimos dolores. Pues bien, cuantas veces en medio de las civilizaciones modernas he querido evocarte, ya para acompañarme de tus recuerdos, ya para compararte con otros países, tantas se me presentó tu querida imagen como un cáncer social parecido.

Deseando tu salud, que es la nuestra, y buscando el mejor tratamiento, haré contigo lo que con sus enfermos los antiguos: exponíanlos en las gradas del templo, para que cada persona que viniese de invocar a la Divinidad les propusiese un remedio.

Y a este fin, trataré de reproducir fielmente tu estado sin contemplaciones; levantaré parte del velo que cubre tus llagas, sacrificando a la verdad todo, hasta el mismo amor propio, pues, como hijo tuyo, adolezco también de tus defectos y flaquezas.



Los objetivos del Noli son claros: quiere dar a conocer los males que, a su juicio, corroen a su país y entiende que para ello tiene que exponerlos a la luz pública. Pretende lograr la movilización del pueblo filipino para que reivindique que le sean reconocidos los derechos humanos, que ya se preconizan en esa época en el mundo civilizado; quiere que deje de ser considerado una raza inferior y tratado como ciudadanos de segunda clase.

Tres años más tarde, en 1889, en la reimpresión que hace de los Sucesos de las Islas Filipinas de Morga su objetivo es dar a conocer su pasado a los filipinos, para que recuperen su historia, puedan juzgar mejor el presente y medir el camino recorrido durante los tres siglos de dominación española. Así lo anuncia en su llamada A los filipinos en la introducción que hace a la obra: Nacido y criado en el desconocimiento de nuestro Ayer, como casi todos vosotros, sin voz ni autoridad para hablar de lo que no vimos ni estudiamos, consideré necesario invocar el testimonio de un ilustre Español que rigió los destinos de Filipinas en los principios de su nueva era y presenció los últimos momentos de nuestra antigua civilización. Es, pues, la sombra de la civilización de nuestros antepasados la que ahora ante vosotros evocará el autor21. Quiere que los filipinos encuentren sus raíces.

Pero será en la prensa donde escribirá su principal ensayo político y planteará sus principales reivindicaciones. Lo hará en un periódico publicado en España y presentará una prospectiva de lo que a su juicio será Filipinas dentro de cien años22. Es un estudio político-social sobre el porvenir de Filipinas. En él se analizan diversas hipótesis de su visión de la posible evolución histórica de la zona -la cuenca del Pacífico- y de la influencia en ésta de las naciones europeas con presencia colonial en ella -España, Francia, Inglaterra, Holanda-; de los dos colosos vecinos -China y Japón- y de dos potencias emergentes con intereses en ese área -Alemania y Estados Unidos-.

Como es su costumbre, inicia el ensayo presentando en grandes rasgos la historia de Filipinas desde su incorporación a la Corona española, ya que, según él, para leer en el destino de los pueblos es menester abrir el libro de su pasado. En esta lectura del pasado, Rizal ve la desaparición, ante la influencia española, de las tradiciones y de la cultura original filipina; este es uno de los caballos de batalla del tagalo, que siente la pérdida de la identidad de su raza y desea lograr que la recupere. Enseguida plantea una serie de preguntas, que él mismo reconoce son difíciles de contestar:

¿Continuarán las islas Filipinas como colonia española, y, en este caso, qué clase de colonia? ¿Llegarán a ser provincias españolas con o sin autonomía? Y para llegar á este estado, ¿qué clase de sacrificio tendrá que hacer?

¿Se separarán tal vez de la Madre Patria para vivir independientes, para caer en manos de otras naciones ó para aliarse con otras potencias vecinas?



Al responder a estas preguntas y sacar sus propias conclusiones. Rizal plantea y presenta sus propias ideas, su pensamiento del presente para el futuro, y sus conclusiones son: 1) Las islas no pueden seguir en el estado en que están, deben recabar de la metrópoli más libertades; 2) Querer que se mantenga la situación actual entraña el riesgo de una revolución y una ruptura total. Por ello afirma rotundamente: Las Filipinas, pues, ó continuarán siendo del dominio español, pero con más derechos y más libertades, ó se declararán independientes, después de ensangrentarse y ensangrentar á la Madre Patria.

Pero, en estos momentos, Rizal no opta por la independencia: se conforma con pedir reformas que permitan que el archipiélago continúe bajo el dominio español. No considera que la ocasión para la independencia esté madura y reivindica: prensa libre en las islas y diputados filipinos en las Cortes españolas. Reconoce que: estas son las dos reformas fundamentales qué, bien interpretadas y aplicadas, podrán disipar todas las nubes, afirmar el cariño á España y hacer fructificar todas las posteriores [...] En suma: las Filipinas continuarán siendo españolas, si entran en la vía de la vida legal y civilizada, si se respetan los derechos de sus habitantes, si se les conceden los otros que se les deben, si la política liberal de los Gobiernos se lleva a cabo sin trabas ni mezquindades, sin subterfugios ni falsas interpretaciones.

Es claro que propone la igualdad de trato con el resto de los territorios españoles y desea que esto suceda mediante la concesión pacífica y no aboga por la insurrección armada, ya que: los que hoy luchamos en el terreno legal y pacífico de las discusiones, lo comprendemos así, y con la mirada fija en nuestros ideales, no cesaremos de abogar por nuestra causa, sin salir de los límites de lo legal. Sin embargo, advierte que: si antes la violencia nos hace callar ó tenemos la desgracia de caer (lo cual es posible, pues no somos inmortales), entonces no sabemos que camino tomarán los retoños numerosos y de mejor savia que se precipitarán para ocupar los puestos que dejemos vacíos.

Las frases anteriores las escribe el 15 de diciembre de 1889, en paralelo casi con la publicación del libro de Morga: aún cree posible la convivencia y advierte del riesgo de llegar al enfrentamiento. La ruptura dialéctica se producirá apenas dos años después, en 1891, en su segunda novela El Filibusterismo. La causa es la incomprensión del gobierno español.

El Filibusterismo es un desafío desde la portada a la última página. El reto comienza al situar en portada el breve prólogo de Blumentritt: Fácilmente se puede suponer que un filibustero ha hechizado en secreto á la liga de los fraileros y retrógrados para que, siguiendo inconscientes sus inspiraciones, favorezcan y fomenten aquella política que sólo ambiciona un fin: extender las ideas del filibusterismo por todo el país y convencer al último filipino de que no existe otra salvación fuera de la separación de la Madre Patria.

Blumentritt anuncia que el filibusterismo es la única salida que le queda a un pueblo cuando la metrópoli no atiende sus reivindicaciones pacíficas y legítimas. No hay otra solución que el separatismo.

Si el Noli me tangere tiene mucho de denuncia crítica, pero dentro del marco de lo que puede considerarse una novela costumbrista, El Filibusterismo es una llamada a la revolución por parte de su protagonista Simoun. Ya nada queda en su persona del idealista e ilustrado Ibarra, protagonista de la primera novela, que predica la concordia y la convivencia pacífica entre españoles y filipinos y que rechaza dirigir un movimiento revolucionario. Simoun es la imagen de la venganza, el espíritu de la revolución que sólo piensa ya en la independencia23: [...] y en vez de tener aspiraciones de provincia, tenedlas de nación; en vez de pensamientos independientes, á fin de que ni por derechos, ni por costumbres, ni por lenguaje, el español se considere aquí como en su casa, ni ser considerado por el pueblo como nacional, sino siempre como invasor, como extranjero, y tarde ó temprano tendréis vuestra libertad.

Para Retana: El Filibusterismo es el libro más nacionalista que he leído en mi vida [...] Toda la obra es de un interés creciente. Pero en el buen entendimiento de que este interés no es el novelesco: el interés está en la doctrina que en cada momento va fluyendo en Rizal.24

El contenido de El Filibusterismo es uno de los cargos que aparecen en el decreto de Despujol, que le deportó a Dapitan. El haber dedicado la obra a la memoria de los tres sacerdotes condenados a muerte por traidores a la patria, el permitir que apareciera en su portada la reflexión de Blumentritt, que aconseja la separación de Filipinas de la Madre Patria, eran razones suficientes para tachar a Rizal de filibustero y, por ende, de separatista.

Sin embargo. Retana concreta que, según manifestó por carta al Gobernador General de Filipinas el señor Carnicero, que fue el encargado de la vigilancia de Rizal en Dapitan, el programa político de éste se resumía en los ocho párrafos siguientes:

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En primer término, dar al país representación en las Cortes, con lo cual cesarían los abusos que algunos cometen.

Secularizar a los frailes, haciendo cesar la tutela que sobre el Gobierno y el país ejercen estos señores, distribuir las parroquias, a medida que quedasen vacantes, entre los clérigos, que podrían ser tanto insulares como peninsulares.

Reformar la Administración en todas sus ramas.

Fomentar la instrucción primaria, evitando toda intervención de los frailes.

Repartir en partes iguales, entre peninsulares e insulares, los empleos del país.

Moralizar la Administración.

Crear, en las capitales de provincias de más de 16.000 habitantes, Escuelas de Artes y Oficios.

Libertad religiosa y libertad de imprenta.25



Todo un abanico de reformas que nadie planteó al gobierno de Madrid y que, tal vez, hubieran cambiado el desarrollo histórico de aquel noventa y ocho.




ArribaAbajoProceso y condena. El "Último Adiós"

La insurrección, que estalla en la última semana de agosto de 1896, va a ser fatal para Rizal. Su nombre surge en los testimonios de varios de los filipinos detenidos en los primeros días de la revuelta; incluso algunos afirman que aquel había aconsejado a los jefes revolucionarios el aplazamiento del alzamiento uno o dos años, hasta contar con más armas y municiones. Ante esto, el juez Olive solicita al Gobernador General que reclame el regreso de Rizal, que llegará a Manila el 3 de noviembre y será trasladado a la Real Fuerza de Santiago.

A partir del 20 de noviembre, Rizal comparece ante el juez Olive para responder de los cargos formulados contra su persona. Admite que conocía el inminente estallido de la rebelión por la visita que le había hecho en Dapitan el doctor Valenzuela, emisario de Katipunan, pero que él se había opuesto por estimarla prematura e inútil. También admite que conoce a varios de los detenidos o comprometidos en la revuelta. Confiesa haber creado una asociación de filipinos en Madrid, que asimismo redactó los estatutos de la Liga Filipina, sin fines políticos, y que durante su estancia en Manila, antes de ser deportado a Dapitan, había participado en alguna reunión hablando de la Liga y de la francmasonería. Niega conocer a Andrés Bonifacio, tener relación con el Katipunan, haber autorizado el despliegue de su retrato en los salones de esa organización y el uso de su nombre como reclamo o santo y seña de los revolucionarios.

El día 2 de diciembre, el gobernador general Blanco remite el expediente al capitán Rafael Domínguez, juez especial de la causa, para que formule los cargos pertinentes. Este considera que hay base legal para procesar al encausado, por lo que el general Blanco da traslado de la causa al juez auditor Enrique Alcocer quien, el 9 de diciembre, presenta la acusación contra Rizal por los delitos de rebelión y de fundación de asociaciones ilegales como medio necesario para el primero. Este, cuando el día 11 se le lee la acusación, niega haber sido el autor, ni siquiera cómplice, de la revolución y sólo admite haber redactado los estatutos de la Liga Filipina, con el fin de promover el comercio y la industria.

El nuevo gobernador general Camilo García de Polavieja decreta que, el día 26 de diciembre se reúna el consejo de guerra que ha de juzgar la causa. Ese mismo día, el consejo dicta sentencia de muerte que, aunque dejaba abierta la posibilidad del indulto, es confirmada por el general Polavieja el día 28, fijando como fecha del fusilamiento el inmediato día 30. Sólo su familia solicita el indulto, que no es concedido, y Rizal entra en capilla el 29. El ambiente que vivía Filipinas aquellos días no era el más proclive para el perdón, con una insurrección casi generalizada y los rebeldes dueños de Cavite: de ahí que los juicios sumarísimos y las sentencias a muerte estuvieran a la orden del día. Tal vez algunos pensaban que la muerte de Rizal desmoralizaría a los revolucionarios y las aguas volverían a su cauce.

En un día tan ajetreado, como la víspera de la muerte de Rizal, cuatro hechos deben ser destacados: Su vuelta al redil de la Iglesia, tras largas horas de debate con los padres jesuitas; su confesión con el padre Villaclara; su boda con su compañera Josefina Bracken y la entrega a su hermana de una lamparilla de alcohol que, según le manifiesta en inglés para no ser entendido por los españoles, esconde algo. Se trata de su poesía conocida con el nombre de Último Adiós.

Su obra postrera no llevaba título, ni firma. Fue su amigo M. Ponce quien, al imprimirla en Hong Kong, a mediados de enero de 1897, puso por título Mi último pensamiento. La poesía sería reproducida en Madrid, en julio de ese año, por la revista republicana Germinal. Sin embargo, en la edición especial de La independencia ya citada, de 25 de septiembre de 1898, es donde se inserta con el título de Último Adiós, al que se añadía la aclaración: Poesía que, estando en capilla, escribió Rizal.

El Último Adiós, además de su despedida, puede considerarse su testamento. El texto original fue recuperado de la lamparilla por su hermana Trining (Trinidad Rizal) y, aunque anduvo más de diez años sin saberse quién lo guardaba, fue recuperado en 1908 y depositado en la Biblioteca Nacional de Filipinas.

La primera y gran conclusión que se extrae de la lectura del Último Adiós, es el abandono de intereses personales de su autor que sólo piensa en los de su patria. Sus versos son un canto de amor patrio y reflejan que su ideal permanente ha sido el sueño de que algún día Filipinas alcance la libertad. De las catorce estrofas, trece hacen referencia a la patria y al pueblo filipino; una sola, la última, la dedica a despedirse de sus seres más queridos -sus padres y hermanos, su compañera y sus amigos de la infancia-. Ninguna palabra de repulsa hacia España, ni contra los que le han condenado: sólo deja entrever algún reproche cuando, en la segunda estrofa, al referirse a los que dan su vida por Filipinas, habla de cruel martirio, tal vez, refiriéndose a sí mismo. Al menos así lo intuye Veyra cuando señala que: algún crítico español no ha visto o no quiso ver en el Adiós ningún reproche a la madre España. ¿Es caso de miopía? El cruel martirio del texto no puede referirse a otra persona o entidad26.

Si todo el poema es un mensaje dirigido al pueblo filipino, es en sus estrofas segunda y tercera donde Rizal anima y reconoce el valor de sus paisanos que luchan con delirio en esos momentos e incluso él se pone como ejemplo de entrega, que será enarbolado durante los futuros combates por la independencia. Es su último mensaje político, que así queda reflejado:



En campos de batalla, luchando con delirio.
Otros le dan sus vidas, sin dudas, sin pensar.
El sitio nada importa: ciprés, laurel o lirio,
Cadalso o campo abierto, combate o cruel martirio.
Lo mismo es si lo piden la Patria y el hogar.

Yo muero, cuando veo que el cielo se colora
Y al fin anuncia el día, tras lóbrego capuz;
Si grana necesitas, para teñir tu aurora,
¡Vierte la sangre mía, derrámala en buena hora,
Y dórela un reflejo de su naciente luz!



No hay duda de que se trata de elevar la moral de los filipinos que luchan por la independencia del archipiélago. Por ello, en la quinta estrofa, parece recurrir al antiguo Dulce et decorum est pro patria mori cuando, refiriéndose a Filipinas, escribe:


Ensueño de mi vida, mi ardiente vivo anhelo,
¡Salud! Te grita el alma, que pronto va a partir,
¡Salud! ¡ah, que es hermoso caer por darle vuelo,
Morir por darte vida, morir bajo tu cielo,
Y en tu encantadora tierra la eternidad dormir!



El Último Adiós de Rizal y su ejemplo sirvió de estímulo a los filipinos para ganar su propia patria.




ArribaEpítome

Rizal, aunque no llegó a contemplar a Filipinas independiente, sentó las bases ideológicas para que su génesis como nación, en paridad con otras, fuese imparable. Como reconoce Palma: su temperamento soñador y romántico le predisponía para servir los grandes ideales y sentir con vehemencia el deseo de lograrlos27 y todo lo puso al servicio de sus objetivos. Entre la pluma y la espada, él eligió la primera. Era luchador de ideas y no podía escoger de otra forma. Eso lo engrandece.

El fusilamiento de Rizal no favoreció en nada a la causa española. Así lo manifestó Blumentritt: Todas las noticias de la prensa extranjera confirman lo que ya le he dicho; el fusilamiento de Rizal ha sido contraproducente. Rizal deportado, Rizal desterrado, no fue nunca ni habría podido ser peligroso a España. Pero Rizal fusilado, no sólo fanatiza a los insurrectos, sino también quita muchas simpatías en el Extranjero a la causa de España28.

También lo contempla así Maeztu que afirma: No es la muerte lo que Rizal se merecía, sino el premio y la ayuda, porque el autor de Noli me tangere, la novela del sufrimiento filipino, fue uno de los que trabajaron con mayor ahínco por hacer compatibles la bandera de España con el despertar de su país29.

De hecho la muerte de Rizal significaría la ruptura del pueblo filipino con España. Con él moría la posibilidad del diálogo y la esperanza de que, cuando el archipiélago alcanzase la madurez, se produjese la separación sin traumas. Porque, aunque tuvo como objetivos de su acción la libertad de su pueblo, fue consciente, como Palma admite, de que: el debido ejercicio de tal libertad, exigía como condición la educación del pueblo, en su mente no existió duda de que la independencia vendría cuando el pueblo estuviese a la altura de amar la libertad hasta morir por ella30.

Pueden quedar muchas preguntas sobre la manera de ser y pensar del Gran Tagalo. Tal vez la más interesante sea: ¿Se consideraba español o filipino? Que se sentía filipino lo demostró a lo largo de su vida y en su muerte. La respuesta, respecto a su españolidad, la da un hombre próximo a él en el tiempo y que estudió en la misma Facultad -Filosofía y Letras- en Madrid, aunque Rizal estaba acabando la carrera cuando Unamuno comenzaba. Este rotundamente afirma refiriéndose a aquél: Español, sí, profunda e íntimamente español [...] En lengua española cantó su último y tiernísimo adiós á su patria, y este canto durará cuanto la lengua española durare; en lengua española dejó escrita para siempre la Biblia de Filipinas.31

Rizal, cien años después, es el símbolo de Filipinas y su héroe nacional. Su figura se ha engrandecido con el paso de los años y se le reconoce, además, como un hombre que supo adelantarse a su tiempo, sobre todo en sus ideas en defensa de la igualdad entre los pueblos por encima de su pertenencia a una raza o del color de su piel. No quiso ser protagonista de la Historia, puesto que no le importaba caer en el olvido una vez su patria liberada. Así lo escribió en su Último Adiós:



Y cuando ya mi tumba, de todos olvidada
No tenga cruz ni piedra que marquen su lugar,
Deja que la are el hombre, la esparza con la azada,
Y mis cenizas, antes que vuelvan a la nada,
el polvo de tu alfombra que vayan a formar.

Entonces nada importa me pongas en olvido:
Tu atmósfera, tu espacio, tus vallas cruzaré;
Vibrante y limpia nota seré para tu oído,
Aroma, luz, colores, rumor, canto, gemido,
Constante repitiendo la esencia de mi fe.

Rizal no fue olvidado y se convirtió en la memoria viva del pueblo filipino. Su figura se agiganta con el paso del tiempo.





 
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