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Josefina de la Torre: el cine por los cuatro costados

Enrique Ramírez Guedes





La consolidación definitiva del arte cinematográfico como el principal medio de masas no pasa desapercibida para los intelectuales españoles del primer tercio de nuestro siglo, que ven en esta industria un distinto y revolucionario medio de expresión con el que poder experimentar y desarrollar una labor nueva y excitante. Fueron muchos los que no pudieron resistir el reto de introducirse en aquel mundo de estrellas y celuloide, ya sea como guionistas, dialoguistas o directores. Así tenemos cómo, tras el estallido del sonoro, los intelectuales provenientes del teatro o la literatura llegados al cine constituyen una verdadera avalancha1.

Josefina de la Torre (Las Palmas de Gran Canaria, 1907) es uno de esos intelectuales que, en los comienzos del sonoro, se ven irremediablemente atraídos por la magia del cine, como sus coetáneos canarios de la vanguardia de los 20 y 30: Espinosa, Westerdahl, Pérez Minik... Mujer polifacética en el mundo de la cultura extracinematográfica -poeta, actriz de teatro, novelista, cantante...-, donde su talento es reconocido por personajes tan calificados como Lorca, Pedro Salinas -que prologa su primer poemario2-, Jorge Guillén o Alberti, quien le dedica unos encendidos versos que ella todavía conserva, cumple una labor también polifacética en la industria española del celuloide: ayudante de dirección, actriz, guionista, actriz de doblaje... Pero su contribución, como la de tantos otros, se ha perdido en las brumas del tiempo, debido al particular star system que dominaba el cine español de la postguerra y a la falta de estudios sobre los personajes que realizaron una labor aparentemente secundaria para nuestra industria cinematográfica.

Esta hermosa rubia de ojos azules y eterna sonrisa, hermana de otro olvidado, el director Claudio de la Torre, es introducida por éste desde su puesto de adaptador de guiones en Joinville. Josefina llega por primera vez a los estudios franceses de la Paramount en 1931, pero es en 1934 cuando comienza a trabajar en labores de doblaje. De su estancia francesa nos ha legado el artículo ¡Aquellos tiempos de Joinville!3, uno de los pocos testimonios directos que quedan sobre esta etapa española del cine no español. Ella misma nos relata4 cómo su primera intervención en el doblaje la hace codo a codo con un viejo amigo, con el que años antes había mantenido una relación sentimental, Luis Buñuel. Dirigidos por Claudio de la Torre, comparten el doblaje de la película de la Paramount Miss Fanes baby is stolen (Un secuestro sensacional, 1934), de Alexander Hall5. En la misma, Josefina ponía su voz a la protagonista, la actriz suiza Dorothea Wieck, mientras Buñuel daba la suya a uno de los gánsters que habían secuestrado al hijo de Miss Fane.

En 1934 vuelve a Madrid, donde se establece, hasta que al estallar la Guerra Civil decide regresar a su ciudad natal. Aquí continúa su actividad literaria, sin abandonar su incipiente implicación con el cine, editando sus primeras novelas cinematográficas, prácticamente guiones cinematográficos en bruto, bajo el seudónimo de Laura de Cominges6.

Tras la Guerra Civil, en 1940, regresa a Madrid para dedicarse casi exclusivamente al mundo del cine. Al año siguiente su hermano Claudio de la Torre la solicita para interpretar un número musical en la película, producida por Hermic Films, Primer amor7, pero se encuentra además con el reto de sustituir a su otro hermano enfermo, Bernardo, como ayudante de dirección de Claudio, labor que, a pesar de no gustarle, cree muy apropiada para una mujer cuando el director es un hombre, ya que sus distintas sensibilidades se complementarían en beneficio de una mejor puesta en escena8. Esta sería su primera, y única, incursión detrás de la cámara. Como anécdota cabría señalar que a pesar de su doble labor, de la intervención de su hermano y de las promesas de los productores, Josefina no consigue cobrar por su actuación9. Claudio de la Torre vuelve a contar con ella para otro pequeño papel en su segundo film español, La blanca paloma10, en el que Josefina de la Torre interpreta a la enfermera que atiende al maltrecho protagonista, Tony D'Algy. Ese mismo año de 1942 comienza lo que podríamos llamar la emancipación familiar, en cuanto al trabajo se refiere, de Josefina de la Torre. Julio de Flechner, quien dirige, para Alabama Films, la comedia Y tú, ¿quién eres?11, con Olvido Guzmán y José Nieto, le ofrece el papel de la madre Sacramento, su intervención más importante hasta el momento, que le permite ganar una mayor notoriedad para aspirar a empresas más interesantes, puesto que la aparente protección de su hermano, dispuesto siempre a dar oportunidades a nuevos valores -Simone Simon en Pour vivre heureux, Rosita Yarza en Primer amor o Juanita Reina en La blanca paloma-, no le había concedido, hasta ese momento, la oportunidad de interpretar papeles de mayor importancia y lucimiento. Su intervención en este film le permitió a Josefina de la Torre, además de ser vista en Colombia, Venezuela y Ecuador -si se cumplió el mandato gubernamental de ser exportada a tales países12-, consolidar su status de actriz de cine liberándose del lastre que podía suponer, de cara al exterior, el vínculo familiar con el director de sus películas. Así y todo, su siguiente intervención en la pantalla, ya en 1943, la hace retornando a las órdenes de su hermano Claudio, para Sur Films, en Misterio en la marisma13. Pero en esta ocasión, y casi como respuesta a su anterior trabajo, se le ofrece un papel de mayor relevancia: el de Arlett, una turbia cantante, amante de un ladrón de guante blanco, que se ve envuelta en el robo del collar que da pie al desenlace de la obra.

Este año de 1943 es el más intenso en la carrera cinematográfica de Josefina de la Torre, y en el que cobra una inusitada popularidad dentro del mundo de las revistas especializadas, básicamente en Primer Plano, en cuya portada -uno de los más claros exponentes del star system español- aparece el 25 de abril. Otra faceta relacionada con el cine de esta inquieta mujer son las colaboraciones que mantiene con la citada revista a partir de junio de ese mismo año, escribiendo desde testimonios interesantes como el mencionado sobre Joinville, o algunos artículos más frívolos, hasta entrevistas con primeras figuras como Florencia Becquer, el 11 de julio, o José Nieto, el 1 de agosto, en una sección titulada «La biografía en el diálogo». Ella misma es entrevistada en el número del 17 de octubre, lo cual, unido a su citada aparición en la portada -que se repetirá el 25 de abril de 1944-, la situaban casi al nivel de las más destacadas estrellas de nuestro cine.

Desde el 24 de mayo participa, a las órdenes del director José M.ª Castellví, en el rodaje de la película El camino del amor, producida por Soriano Films y protagonizada por Alicia Romay y Jacinto Quincoces, interpretando el papel de Tomasa. Se trata de una intervención de mayor mérito que las realizadas por ella hasta ese momento, y reconocida por la crítica, por la que cobra la nada despreciable cantidad de 10.000 pesetas14, lo que demuestra su carácter de valor en alza. Paralelamente, Josefina de la Torre se ve inmersa en la elaboración del guión, en colaboración con su hermano Claudio y con Adolfo Luján, de una película que se llamaría Bajo el sol de Canarias y se rodaría íntegramente en Gran Canaria con un elenco de actores canarios, a excepción del protagonista masculino que iba a ser interpretado por Julio Peña15. Este proyecto, frustrado por dificultades económicas de su productor Luis Días-Amado, supone la definitiva separación de las trayectorias cinematográficas de ambos hermanos, Josefina y Claudio de la Torre.

Al mismo tiempo, esta incansable mujer escribe el guión y los diálogos para otro film titulado Tú eres él, para el que esta vez cuenta con la colaboración de su amigo Tony D'Algy. El guión, basado en la novela cinematográfica de Laura de Cominges (Josefina de la Torre) del mismo título, que había sido publicada recientemente, es puesto en escena, a finales de septiembre de ese año, por el director mexicano Miguel Pereyra y la productora Hércules Films. La película, cuyo título fue cambiado en octubre del mismo año por el definitivo de Una herencia en París, acabada de rodar en diciembre, contaba con la participación de Florencia Becquer, Tony D'Algy, Gabriel Algara y Lola Flores en sus principales papeles, así como con la de la propia guionista en el papel de Olga, papel secundario pero de cierta importancia que le vale aparecer por primera vez en el cartel de una película. Josefina de la Torre, que cobra 16.000 ptas. por el argumento, 5.000 ptas. por la adaptación, 6.000 ptas. por los diálogos y 2.000 ptas. por su interpretación16, obtiene así su mayor éxito en el mundo del cine, ya que, además de obtener una buena crítica por su intervención, una película con guión suyo resulta premiada con un accésit de 100.000 ptas. en los premios nacionales de cinematografía del Sindicato Nacional del Espectáculo17. La actriz y guionista, que recogió su diploma de manos del subsecretario de Comercio18, recibió el 8% del accesit (8.000 ptas.) como premio por su argumento y el 2% (2.000 ptas.) por su interpretación19.

Cuando parece que su trabajo en el mundo del celuloide se va consolidando, Josefina desaparece de la escena cinematográfica, dedicándose exclusivamente a la literatura y al teatro. Pero un año después, Edgar Neville, que rueda desde noviembre de 1944 La vida en un hilo para CEA, la reclama para realizar, junto a Conchita Montes y Rafael Durán, un nuevo papel secundario, el de la señora Vallejo, por el que cobra sólo 250 ptas. diarias20. En esta película coincide Josefina con otro miembro de su familia, su sobrino Bernardo, hijo de su hermano del mismo nombre, que por aquellas fechas iniciaba su andadura cinematográfica, en esta ocasión como ayudante de montador.

Esta sería la última intervención de Josefina de la Torre en el medio cinematográfico, precisamente de la mano del director de más prestigio de cuantos contaron con su trabajo. Cansada, quizá, de la falta de oportunidades para desempeñar papeles protagonistas, de tener que conformarse con interpretar personajes secundarios, y de ver cómo su mayor éxito en el cine lo consigue como guionista y no como actriz, Josefina abandona el mundo del celuloide para dedicarse por completo al teatro, donde cosechó los éxitos que el cine le negó, y sólo abandonando esta actividad para volver sobre la literatura de forma esporádica. Es a través de la escritura como vuelve, nueve años después, a recordar aquel mundo al que dedicó parte de su vida con la publicación de Memorias de una estrella21, novela que narra la historia de una actriz que abandona el cine cansada de su éxito, y en la que tal vez podamos encontrar, escondidas entre sus líneas, muchas de las vivencias y decepciones de otra mujer del cine: Josefina de la Torre.





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