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11

Es blanca y roja, y constituía un adorno del tocado, a manera de plumaje. (N. del A.)

 

12

Ya he dicho al principio cuando comencé a escribir mis memorias. (N. del A.)

 

13

Yerba de hojas lanudas en forma de estrella. (N. del A.)

 

14

El señor Claudio Pinilla, adjunto a la legación que en 1883 fue a representar a Bolivia en el centenario del Libertador, cuenta que a su regreso a Venezuela encontró a uno de ellos, en un vapor de la carrera del Pacífico. (N. del E.)

 

15

Llegaban a mil. Torrente se queda corto cuando dice: «Fueron los principales trofeos de esta insigne victoria 8 cañones, un obús, una bandera, 70 prisioneros y 600 muertos que se hallaron al día siguiente tendidos en el campo.» Agregaré que los cañones eran los de estaño que ya conocemos, y que nadie hará creer nunca que hubiesen quedado 70 patriotas vivos en manos de los vencedores. (N. del A.)

 

16

Una vez por todas advertiré aquí que tengo sobre la mesa los documentos que cito y que me sirven para refrescar mis propios recuerdos. (N. del A.)

 

17

El padre debía pronunciar estas palabras como están escritas, en francés grotescamente chapurreado, a la manera de los más afamados literatos de aquel tiempo. Agregaremos que el suceso lo hemos oído contar con ligeras variantes. Puede ser que el muy benemérito coronel La Rosa lo haya embellecido un poco, arrastrado de su viva imaginación. (N. del E.)

 

18

Los españoles persistieron en dar el nombre de Cochabamba a uno de los cuerpos de su ejército hasta la misma batalla de Ayacucho, aunque no hubiese en él ni uno solo cochabambino. (N. del E.)

 

19

Mucho tiempo después de escrita esta parte de mis memorias, mi amigo don José Ventura Claros y Cabrera, actual patriarca de mi bello país, me remitió un pequeño folleto: «Apuntes para la historia de Cochabamba, por EUFRONIO VISCARRA», en el que he visto mejor tratado este punto. Decíame, también, mi referido amigo, que el autor era un joven modesto, estudioso, aficionado a revolver antiguos papeles. ¡Ojalá persista en sus loabilísimos propósitos! ¡No le falte, tampoco, el estímulo que debe dar la opinión pública a los que trabajan por crear en nuestra incipiente literatura y que casi siempre acaba por desaliento! (N. del A.)

 

20

Es tal el respeto que tienen los indios a la ciudad de La Paz, que cuando van o salen de ella, se arrodillan y persignan en el Alto, para saludarla o despedirse. Si antes y entonces la asediaron, es por la desesperación a que los condujo la esclavitud y el anhelo de la libertad, que, sin embargo, les han dado tan parsimoniosamente los que en esto y en todo han burlado a la gran revolución de la independencia, sin comprender los deseos manifiestos de Bolívar y del vencedor de Ayacucho. (N. del A.)