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El catalán fue asimismo autor de piezas jocosas, cercanas al chiste sicalíptico, como la que constituye el número XIX de sus «Íntimas»: «La cosa más sublime,/ el cuadro más hermoso/ que he visto en este mundo/ ni pude ver en otro,/ fue el techo de tu alcoba/ reflejado en el fondo de tus ojos». (Bartrina: 196).

 

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No olvidemos, por otra parte, su creación de un libro de «Doloras» y «Humoradas», a las que definió del siguiente modo en el prólogo a la obra: «¿Qué es "humorada"? Un rasgo intencionado. ¿Y "dolora"? Una humorada convertida en drama. ¿Y "pequeño poema"? Una dolora amplificada» (Campoamor: I). Y, un poco más adelante: «¿Qué es humorismo? La composición de situaciones, de ideas, actos o pasiones encontradas. La posición de las cosas en situación antitética que suele hacer reír con tristeza» (Campoamor: V).

 

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Los textos, editados inicialmente en el volumen Poesías (1908), se encuentran compuestos por los siguientes títulos: «Avant-propos», «El mal del siglo», «La respuesta de la tierra», «Lentes ajenos», «Cápsulas», «Madrigal», «Enfermedades de la niñez», «Psicoterapéutica», «Futura», «Zoospermos», «Filosofías», «Idilio», «Egalité», «Resurrexit» y «Necedad yanqui». No obstante, en el apartado «Cenizas», de El Libro de versos, encontramos los poemas «Lázaro» y «Psicopatías», muy próximos en su tono a Gotas amargas y probable causa de que Rufino Blanco Fombona llegara a calificar la poesía de Silva como propia de «un enfermo de la mente, un psicópata».

 

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Consciente de esta paradoja, Silva se atreve a imaginar en «La protesta de la Musa» el diálogo entre ésta y un joven poeta satírico, al que la primera condena por haber profanado con insultos «las formas sagradas» del verso (Silva: 355-357).

 

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Es el caso de frases como las siguientes: «[Silva] incursiona en los campos de la sátira con poca suerte poética pero con indudable acierto histórico» (Camacho: XVII). O, más adelante: «En verdad estos poemas no tienen valor poético y debe considerárseles más bien como una denuncia abierta, como un grito de rebeldía contra la sociedad que rodea al poeta, contra la mezquina realidad local, la simulación, las convenciones, la inautenticidad de la vida de esa clase que empieza a ser burguesía sin dejar de ser arcaica, colonial y provinciana» (Camacho: XXXI-XXXII).

 

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En la misma línea, «Necedad yanqui» se muestra como una durísima y violenta invectiva contra la idea de la «amistad eterna».