Escena
I
|
|
MISIS,
SIMÓN, DAVO, LESBIA.
|
MISIS.- (A LESBIA.) Por mi vida,
que tienes razón, Lesbia, en lo que has dicho; apenas
hallarás un hombre fiel a una mujer.
|
SIMÓN.- (A DAVO.) ¿De casa
de la Andriana es esta moza, eh, Davo?
|
DAVO.- Sí.
|
MISIS.- (A LESBIA.) Pero nuestro
Pánfilo...
|
SIMÓN.- ¿Qué dice?
|
MISIS.- ...dio una prenda de su
fidelidad...;
|
SIMÓN.-
(Sobresaltado.) ¿Eh?
|
DAVO.- (Aparte.)
¡Que no se tornase éste sordo o ella muda!
|
MISIS.- ...porque ha mandado criar lo que
naciere.
|
SIMÓN.- ¡Oh, Júpiter!
¿Qué escucho? Perdido soy, si ésta dice
verdad.
|
LESBIA.- Por lo que me cuentas, de buena
condición es el mancebo.
|
MISIS.- Excelente. Pero entremos, no sea que
lleguemos tarde.
|
LESBIA.- Ya te sigo.
|
Escena
II
|
|
DAVO, SIMÓN, GLICERA.
|
DAVO.- (Aparte.)
¿Qué remedio encontraré yo ahora en semejante
aprieto?
|
SIMÓN.- ¿Qué es esto,
Cielos! ¿Tan loco está...? ¿De una
forastera...? ¡Ah, ya entiendo! ¡Necio de mí,
que apenas había dado en la cuenta!
|
DAVO.- (Aparte.)
¿Qué cuenta será esa que dice?
|
SIMÓN.- Primer enredo que éste me
urde: fingen un parto, para espantar a Cremes.
|
GLICERA.- (Dentro de su
casa.) ¡Juno Lucina, acúdeme,
ampárame, por favor!
|
SIMÓN.- ¡Hola, hola! ¡Y
cuán presto! ¡Donosa invención! Después
que le han dicho que yo estaba a la puerta, se da prisa. ¡Mal
repartidas tienes las escenas, Davo amigo!
|
DAVO.- ¿Yoo?
|
SIMÓN- ¿Olvidaron, por ventura,
tus actores el papel?
|
DAVO.- Yo no sé lo que te dices.
|
SIMÓN.- Si éste me hubiera cogido
en bodas verdaderas desapercibido, ¡qué burla me
hubiera hecho! Ahora a su riesgo lo hace; que yo en puerto
navego.
|
Escena
IV
|
|
SIMÓN,
DAVO.
|
SIMÓN.- Esto a lo menos,
¿quién que te conozca, no creerá que nace de
ti?
|
DAVO.- ¿Pues qué es ello?
|
SIMÓN.- No les mandaba allá dentro
lo que se le había de hacer a la parida, sino que,
después de salir afuera, les grita desde la calle a los que
están dentro. ¡Oh Davo! ¿Y en tan poco me
tienes, o tan aparejado te parezco, para que tan a la descubierta
emprendas de engañarme? Hiciéraslo a lo menos con tal
recato, que pareciera que tenías temor de que yo lo
supiese.
|
DAVO.- (Aparte.)
Realmente que ahora éste se engaña a sí mismo,
que no le engaño yo.
|
SIMÓN.- ¿No te lo previne?
¿No te amenacé, si lo hacías? ¿Hasme
temido? ¿Qué me aprovechó el mandarlo?
¿Cómo he de creer yo de ti que ésta ha parido
de Pánfilo?
|
DAVO.- (Aparte.) Ya
sé por dónde yerra, y lo que tengo de hacer.
|
SIMÓN.- ¿Por qué
callas?
|
DAVO.- ¿Qué has de creer?
¡Como si ya no te hubiesen avisado que esto había de
suceder de esta manera!
|
SIMÓN.- ¿A mí?
¿Quién?
|
DAVO.- ¡Bah! ¡Si querrás
hacerme creer que tú solo has descubierto esta farsa!
|
SIMÓN.- Burlándose está de
mí.
|
DAVO.- A ti alguno te lo ha dicho, porque si no,
¿cómo hubieras tú tenido esta sospecha?
|
SIMÓN.- ¿Cómo? Porque
sé quién eres tú.
|
DAVO.- Eso es como decirme que yo soy el
tramoyista.
|
SIMÓN.- Y lo sé de cierto.
|
DAVO.- Aún no conoces bien quién
soy, Simón.
|
SIMÓN.- ¿Qué yo no
te...?
|
DAVO.- Sino que, si comienzo a contarte algo, al
punto crees que te estoy engañando...
|
SIMÓN.-
(Irónico.) Y no hay tal.
|
DAVO.- Y así realmente que no oso ya
chistar.
|
SIMÓN.- Esto sólo sé: que
aquí nadie ha parido.
|
DAVO.- Acertaste. Pues verás, con todo
esto, cómo antes de mucho rato te traen el muchacho
aquí delante de la puerta. Yo, señor, desde luego te
aviso que lo han de hacer así; para que lo sepas, y no me
digas después que son consejos ni trazas de Davo. Yo tengo
empeño en que deseches esa mala opinión que de
mí tienes.
|
SIMÓN.- ¿Cómo lo sabes
tú eso?
|
DAVO.- Helo oído y lo creo.
Ofrécenseme a una muchas cosas de que hago yo esta
conjetura. Cuanto a lo primero, ésta ha dicho que estaba de
Pánfilo preñada: ha salido mentira. Hoy, al ver que
se aparejan ya las bodas en casa, ha enviado a toda prisa la criada
con encargo de llamar a la partera y de traerse juntamente un
niño. Porque, si no te dan con el niño en las
narices, el casamiento no se estorba.
|
SIMÓN.- ¿Qué me dices?
Cuando entendiste que tomaban ese medio, ¿por qué no
se lo dijiste luego a Pánfilo?
|
DAVO.- ¿Pues quién le ha apartado
de ella, sino yo? Porque bien sabemos todos cuán grande
afición le haya tenido. Ahora ya desea casarse. Finalmente,
esto déjamelo tú a mi cargo. Y pasa adelante, como lo
haces, en tratar del casamiento; que yo confío que los
dioses nos favorecerán.
|
SIMÓN.- Vete, pues, tú allá
dentro, y espérame allá, y prepara todo lo
necesario.
|
Escena
VI
|
|
SIMÓN,
CREMES.
|
SIMÓN.- ¡Salud, Cremes!
|
CREMES.- ¡Hola! Precisamente te
buscaba.
|
SIMÓN.- Y yo a ti.
|
CREMES.- A muy buen punto te he topado. Ciertas
gentes me han dicho que han entendido de ti que mi hija se casa hoy
con tu hijo, y así vengo a ver si estás tú
loco, o si lo están ellos.
|
SIMÓN.- Óyeme, y en breves razones
sabrás lo que yo te quiero y lo que tú preguntas.
|
CREMES.- Ya te oigo: di lo que quisieres.
|
SIMÓN.- Suplícote, Cremes, por los
dioses y por nuestra amistad, la cual comenzando desde la
niñez, ha crecido siempre con los años, y por una
sola hija que tienes, y por mi hijo, cuyo total remedio está
en tu mano, que me favorezcas en esta ocasión, y que el
casamiento se haga, como estaba tratado.
|
CREMES.- No uses conmigo de ruegos, pues para
recabar eso de mí, no son menester. ¿Piensas que soy
otro del que era los días pasados cuando te la daba? Si cosa
es que a los dos conviene, manda por la moza; pero si en ello hay
para los dos más daño que provecho, te ruego que lo
mires bien por ambos, como si ella fuese tu hija y yo padre de
Pánfilo.
|
SIMÓN.- Eso es precisamente lo que
quiero, Cremes, y eso te suplico que se haga. Ni yo te lo
pediría si el caso mismo no lo aconsejase.
|
CREMES.- ¿Y qué es ello?
|
SIMÓN.- Entre mi hijo y Glicera hay
muchos enojos.
|
CREMES.- Óigolo.
|
SIMÓN.- Tan grandes, que confío
que se le podremos arrancar.
|
CREMES.- ¡Bah, cuentos!
|
SIMÓN.- Realmente pasa así.
|
CREMES.- Lo que pasa en realidad es lo que te
voy a decir: que las riñas de los enamorados son nuevo
refresco del amor.
|
SIMÓN.- ¡Oh!, yo te ruego que lo
prevengamos todo ahora que es sazón, mientras su apetito
está con las palabras injuriosas embotado, antes que las
maldades de éstas y sus lágrimas fingidas con
engaños muevan a compasión la enferma voluntad.
Casémosle: que yo confío que él, enamorado del
buen trato y ahidalgada compañía de tu hija, se
desligará desde hoy muy fácilmente de estos
males.
|
CREMES.- Eso te parece a ti; pero yo creo que ni
él podrá unirse para siempre con mi hija, ni menos yo
sufrirlo.
|
SIMÓN.- ¿Y cómo lo sabes
tú, sin hacer la prueba?
|
CREMES.- Fuerte cosa es hacer en la hija propia
semejante experiencias.
|
SIMÓN.- Todo el inconveniente se reduce,
en fin, a esto: a que venga. ¡Lo que los dioses no permitan!
El divorcio. Pero si Pánfilo se enmienda, mira qué de
bienes: primeramente restituirás un hijo a tu amigo; para ti
hallarás un yerno seguro y para tu hija marido.
|
CREMES.- No gastes razones: si te parece que eso
es cosa que conviene, no quiero yo que por mí se estorbe tu
provecho.
|
SIMÓN.- ¡Con razón te he
querido siempre mucho, Cremes!
|
CREMES.- Pero, ¿qué me
dices...?
|
SIMÓN.- ¿De qué?
|
CREMES.- ¿Cómo sabes que ellos
están ahora discordes entre sí?
|
SIMÓN.- Davo, que es su secretario, me lo
ha dicho; y él me incita a apresurar cuanto pueda el
casamiento. ¿Piensas tú que lo haría
él, si no supiese que es del gusto de mi hijo? Tú
mismo lo oirás de su boca. (A sus
esclavos.) ¡Hola!, que venga Davo. Pero hele
aquí; ya le veo salir.
|
Escena
VII
|
|
DAVO, SIMÓN, CREMES.
|
DAVO.- A buscarte iba.
|
SIMÓN.- ¿Qué hay de
nuevo?
|
DAVO.- ¿Por qué no haces traer la
mujer? Cata que se hace tarde.
|
SIMÓN.- (A CREMES.) ¿Oyes
lo que dice? Yo, Davo, he andado rato ha con recelo de ti, no
hicieses lo que suelen los criados de ordinario y me urdieses
algún engaño por los amores de mi hijo.
|
DAVO.- ¿Yo había de hacer eso?
|
SIMÓN.- Creílo; y así,
recelándome de esto, os encubrí lo que ahora te
diré.
|
DAVO.- ¿Qué?
|
SIMÓN.- Vas a saberlo; porque ya, casi,
casi, me fío de ti.
|
DAVO.- ¡Al fin me has conocido!
|
SIMÓN.- Este casamiento no era de
veras.
|
DAVO.- ¿Qué...? ¿Que
no...?
|
SIMÓN.- Sino que lo había fingido
por probaros.
|
DAVO.- ¿Es posible?
|
SIMÓN.- Como lo oyes.
|
DAVO.- ¡Mira, mira! ¡Nunca yo he
podido dar en esa cuenta! ¡Oh, qué consejo tan
sagaz!
|
SIMÓN.- Escucha. Después que te
mandé entrar en casa, topeme aquí a muy buen punto
con Cremes...
|
DAVO.- (Aparte.)
¡Ah!, ¿estamos, por acaso, perdidos?
|
SIMÓN.- Y hele contado lo que tú
me dijiste rato ha.
|
DAVO.- (Aparte.)
¿Qué oigo?
|
SIMÓN.- Hele rogado que me dé su
hija, y, aunque con dificultad, hámela otorgado.
|
DAVO.- (Aparte.)
¡Muerto soy!
|
SIMÓN.- ¿Qué has dicho?
|
DAVO.- Que está muy bien hecho.
|
SIMÓN.- Ya, por lo que toca a Cremes, no
hay que detenernos.
|
CREMES.- Ahora voy a casa; les diré que
se aderecen, y luego soy aquí con la respuesta.
|
Escena
VIII
|
|
SIMÓN,
DAVO.
|
SIMÓN.- Ahora, Davo, yo te suplico que,
pues tú solo me has concertado este casamiento...
|
DAVO.-
(Increpándose.)
¡Sí a fe, yo solo!
|
SIMÓN.- ...procures que mi hijo vuelva al
buen camino.
|
DAVO.- Lo haré, yo te lo juro, con mucha
diligencia.
|
SIMÓN.- Puedes aprovechar estos momentos
en que tiene el ánimo irritado.
|
DAVO.- Descuida.
|
SIMÓN.- Dime, pues, ¿dónde
está él ahora?
|
DAVO.- ¡Milagro será que no
esté en casa!
|
SIMÓN.- Yo me voy a buscarle y a decirle
lo mismo que te he dicho.
|
Escena
X
|
|
PÁNFILO,
DAVO.
|
PÁNFILO.- ¿Qué es de aquel
malvado que me ha echado a perder?
|
DAVO.- (Aparte.)
¡Muerto soy!
|
PÁNFILO.- Yo confieso que con
razón me ha sucedido este mal, pues soy tan follón y
de tan poco consejo. ¿Yo había de confiar todo mi
bien de un vil esclavo? ¡Yo tengo, pues, el pago de mi
necedad; pero él no se me irá con ella!
|
DAVO.- (Aparte.)
Bien sé que después estaré libre, si de este
primer encuentro me escapo.
|
PÁNFILO.- ¿Qué le
diré, pues, ahora yo a mi padre? ¿Le diré que
no quiero casarme, habiéndole prometido antes que sí?
¿Qué osadía tendré para hacerlo?
¡No sé realmente qué me haga de mí
mismo!
|
DAVO.- (Aparte.) Ni
menos yo de mí, aunque lo procuro mucho. Decirle he que
buscaré algún medio, por poner siquiera alguna
dilación en este mal.
|
PÁNFILO.- (Con
enojo.) ¡Hola!...
|
DAVO.- (Bajo.)
¡Me ha visto!
|
PÁNFILO.- ¡Ven acá, hombre
de bien!... ¿Qué te parece...? ¿Ves en
qué lío estoy ¡pobre de mí!, con tus
buenos consejos?
|
DAVO.- Yo te desliaré.
|
PÁNFILO.- ¿Que tú me
desliarás?
|
DAVO.- Sí, Pánfilo.
|
PÁNFILO.- ¡Como antes!
|
DAVO.- No; sino mucho mejor, según
confío.
|
PÁNFILO.- ¡Ah, ladrón!
¿Y de ti he de confiar yo ya cosa ninguna? ¿Tú
bastarás a volver en su estarlo un negocio tan revuelto y
tan perdido? ¡Mira de quién me fío yo!
¡De quien de un negocio muy pacífico y quieto me ha
enlazado hoy en casamiento! ¿No te dije yo lo que
sucedería?
|
DAVO.- Sí.
|
PÁNFILO.- ¿Qué
merecías tú aflora?
|
DAVO.- La horca. Pero déjame volver un
poco en mí; que yo miraré algún remedio.
|
PÁNFILO.- ¡Ay de mí!
¿Por qué no tengo lugar para darte el castigo que
deseo? Que esta coyuntura más me obliga a que mire por
mí, que no a que me vengue de ti.
|