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1171

Con todo, es de advertir que Góngora Marmolejo cuenta que en los últimos días de su gobierno, después del desastre de Mareguano, le envió a Cañete como portador de la orden para que se despoblase la ciudad. Obra citada, p. 103.

De su encomienda habla el mismo Zegarra en su carta a Felipe II, diciéndole que Villagra se la concedió «entendiendo que con ella disimulara lo que por ésta escribo a V. M.» (XXIX, 132), y entre los cargos que se formularon más tarde contra ese Gobernador fue uno el de «que estando mandado por S. M. que ningún oficial pueda tener indios, aunque deje el oficio, dio un repartimiento de indios al contador Zegarra, en Osorno», todo a fin de «tenello de su mano para gastar la hacienda Real». («Los capítulos que se ponen a Francisco de Villagra» (XXX, 201, cargo 16). Tal cargo era inexacto, pues, como sabemos, la encomienda se la concedió después de aceptarle a Zegarra su renuncia de contador.

 

1172

En las pp. 203-213 del tomo XXIX de nuestros Documentos inéditos hemos insertado los 63 cargos que hacía a Villagra, la lista de las encomiendas de que privó a conquistadores, la de los españoles muertos a manos de los indios, y la de los dineros «dados, prestados y tomados».

 

1173

Thayer Ojeda (obra citada, III, 43) nos dice que fue sepultado en el convento de la Merced de aquella ciudad, y que de su matrimonio tuvo por hijos al capitán Hernando Zegarra Ponce de León, a doña María Zegarra Ponce de León, a Pablo Ramírez Zegarra y que, probablemente, se contó también entre ellos a Leonor Zegarra.

 

1174

Vida de Ercilla, página 53, nota 112.

 

1175

Ese expediente lo constituyen las cuentas del boticario Hernán Pérez y lleva el número 2283 del Archivo de la Real Audiencia. Las dos partidas referentes a Zúñiga se hallan en las hojas 186 vlta., y 187, y dicen, respectivamente:

«Para Zúñiga una onza de ingüento mitigativo y dos y dos (sic) onzas de miel rosada colada [...], 4 pesos, cuatro tomines».



«Para Zúñiga dos onzas de aze rosado [...] 4 pesos».



 

1176

Información de servicios de Rodrigo de Quiroga, en nuestros Documentos inéditos, t. XVI, p. 265.

 

1177

He aquí los datos que acerca de él trae el señor Thayer Ojeda: «Nació en 1530. Pariente de parientes del contador Arnao Zegarra Ponce de León: en Serena, 1557; en Santiago, 1559; murió en Mareguano en enero de 1563». Los Conquistadores de Chile, t. III, p. 191. En el artículo publicado por este autor en los Anales de la Universidad, ya recordado, dice, al hablar de este compañero de Ercilla: «Zúñiga el joven. Probablemente, Francisco Ortiz de Zúñiga, de 27 años en 1557 [...]».

 

1178

En la información de Cristóbal Martín de Escobar se lee en la pregunta 20 (XII, 263): «Ítem, habiendo venido por gobernador de este reino don García de Mendoza, el dicho Alonso de Escobar salió de esta ciudad con los vecinos y soldados que de ella salieron a buscar al dicho don García de Mendoza, que estaba en la ciudad de la Concepción [...]». Y en la 21: «Ítem, habiendo llegado a la ciudad de la Concepción [...] halló en ella al dicho don García de Mendoza e su gente, en cuya compañía fue a la conquista e pacificación de las provincias de Arauco y Tucapel, etc. [...]». Y en la respuesta de Ortiz de Zúñiga no se consideran las tales preguntas. Y cuando en el interrogatorio de Juan Jufré, al llegar a contestar la pregunta séptima, que trata de la campaña con Hurtado de Mendoza (XV, 26), también Ortiz de Zúñiga guarda silencio. En la de Hernando de Aranda Valdivia hay nada menos que cuatro preguntas (9 a 12, XXV, 144-145) relativas a esos sucesos, y tampoco Ortiz de Zúñiga respondió a ellas.

 

1179

Pedro de Oña recuerda también a Zúñiga en dos pasajes de su Arauco domado (pp. 210 y 407, ed. de la Academia Chilena), y, contra lo que suele acostumbrar, no da en nota el nombre de ese soldado (que bien puede ser también el de La Araucana), posiblemente porque en esa parte no hizo sino seguir el relato de Ercilla. Si procediera de su cosecha propia, ya la cosa cambiaría, y, en tal caso, obraría un antecedente más para atribuir esas referencias a Alonso Ortiz de Zúñiga, como lo indicábamos en nota a la primera de aquellas páginas del poema del escritor chileno; pero siempre quedaría de por medio la explicación que pudiera darse al silencio de Ortiz de Zúñiga en sus deposiciones tocantes a cuanto atañe al tiempo del gobierno de Hurtado de Mendoza.

Había llegado Ortiz de Zúñiga a Chile con Francisco de Villagra en 1551, seis años antes, por consiguiente, que Hurtado de Mendoza, y de los documentos, o sea de sus declaraciones, reducidas en esa parte a la callada, como dicen en España, nada hay que dé margen a suponer que estuviera ausente de este país en 1557; y si esto es así, ¿permaneció en alguna de las ciudades, en la Imperial, por ejemplo; o en Valdivia, y no tomó parte en la campaña? Difícil se hace de creerlo tratándose de un veterano de las guerras de Italia, cuyo concurso para las operaciones militares que se iban a emprender y cuando todos a una eran requeridos o se allanaban a prestarlo, no es factible dejase de pedírsele o lo negase. ¿Tuvo algún grave motivo de queja para con don García, que le hiciese rehusar hablar siquiera de su persona? Tal silencio de Ortiz de Zúñiga resulta en verdad bien extraño.

Sin los soldados mencionados por Ercilla que quedan anotados, hállanse también en el poema alusiones a otros cuyos nombres no se dan, pero que podemos suplir casi por completo con vista de los documentos. Son los siguientes:

Al final del canto I, contando los principios de la gran sublevación de los araucanos en 1553, dice el poeta:


   Dieron señal primero y nuevo tiento
(Por ver con qué rigor se tomaría)
en dos soldados nuestros, que a tormento
mataron sin razón y causa un día.



Y al señalar ese número, se quedó corto, pues en realidad fueron tres, que nombra Francisco de Bilbao en carta a Carlos V: «[...] de manera que cuando los naturales vieron quel dicho Gobernador y los españoles estaban ya divididos, mataron los primeros hombres que estaban en medio del dicho estado, que fueron tres: Alonso Brito, y el otro Pero Gómez, y a Francisco de Chávez, y luego comenzaron los naturales que estaban sacando oro a despoblar las minas»1179.1.

No se tiene de ellos otra noticia.

En su relato de la batalla de Tucapel, que luego se siguió a la muerte de esos tres soldados, nos dice también Ercilla:


   Sólo quedó Valdivia acompañado
de un clérigo, que a caso allí venía [...]



Este clérigo «de misa», que fue de los últimos que sucumbió, se llamaba Bartolomé del Pozo, y su nombre y presencia en aquel desastre constan de lo que escriben en sus obras Góngora Marmolejo y Marino de Lobera. De él sólo se sabe que en 7 de enero de 1550 había presentado ante el Cabildo de la Serena su provisión de cura de la ciudad1179.1.

Todavía, contando la jornada que hizo Diego Cano desde Santiago en busca de Lautaro, refiere el poeta que hubo de retirarse


Con pérdida de un hombre, el cual delante
y en medio de los campos desmandado
a manos de Lautaro había expirado.



Consta el nombre del muerto de la respuesta de Juan Jufré a la pregunta 62 del interrogatorio presentado por Francisco de Villagra en el proceso que se le siguió (XXII, 504): «[...] por caudillo dellos un muy buen soldado que se dice Diego Cano, el cual fue a ello con los dichos soldados, que serían hasta diez y ocho o veinte, y peleó con el dicho Lautaro y le mataron un español que se decía Barrera [...]».

El nombre de Barrera se ignora, y de sus hechos anteriores apenas si se sabe que al tiempo de despoblarse Concepción, poco antes, estaba allí enfermo y hospedado en casa de Juan Valiente.

Finalmente, se encuentra en el poema otra referencia a un español mozo, que se hallaba de guardián en el fuerte de Tucapel, cuando, atacado éste de sorpresa por los indios, notando algún temor en sus compañeros,


Cala sin miedo y sin ayuda el puente,
y puesto en medio del, alto decía:
«Salga adelante, salga el más valiente;
uno por uno a treinta desafío,
y a mil no negaré este cuerpo mío».



Lástima es que, a pesar de que se sabe no haber sido más de seis (Góngora Marmolejo, p. 34) los soldados que componían la guarnición de ese fortín, contando entre ellos a Martín de Ariza o Irizar, que los mandaba, y a Juan de Avala, cuyo nombre también consta (XIV, 48), se haga imposible descubrir el nombre de ese arrojado mozo.

 

1179.1

Medina, Colección de documentos inéditos, t. IX, p. 466.

 

1179.1

Thayer Ojeda, obra citada, II, 170.

 

1180

Horacio en España, t. II, p. 104.