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Oña (canto IX, p. 220) dice que los emisarios despachados por don García fueron Alarcón (de Cabrera) y Ladrillero, que partieron por mar en un batel, con orden de seguir la costa, y aun remontar el Maule, y que en efecto así lo hicieron hasta encontrar a los que iban de Santiago. El dato es bien preciso, pero, si realmente hicieron el viaje por mar, aparece de los documentos en que se halla consignado el hecho, que los que transmitieron el mensaje de don García no fueron ellos.

 

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El mismo concepto acerca del temor de que se hallaban poseídos los españoles en aquellos días lo hallamos expresado en el Arauco domado, (canto IX, p. 221):


Mas, quiere Dios que estando en tal espera,
puesta la suya en Él tan solamente...



 

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Los primeros que arribaron al fuerte fueron sólo 130 españoles, a quienes don Luis de Toledo, que traía a su cargo la gente salida de Santiago; despachó a toda prisa desde la ribera sur del Maule, cuando lo acababa de pasar, -y esto parece confirmar el dato de Oña respecto del viaje de los primeros emisarios del Gobernador,- al recibir allí el segundo mensaje de don García. Vamos a ver comprobado este hecho por boca del mismo Ercilla, que completa así el texto de esta parte de La Araucana. Preguntaba Julián de Bastida: «Item, si saben, etc., que allegado el dicho Julián de Bastidas con la dicha gente y caballos al río que llaman Maule, veinticinco leguas de la Concepción, allí le llegó el aviso del dicho Gobernador en que le mandaba que tomara toda la gente y que con ella fuese con la más diligencia que pudiese a socorrelle, porque estaba en un término en la dicha ciudad de la Concepción y no osaba salir dél por tener poca gente y estar sin ningún caballo, porque los naturales le habían dado una batalla en el dicho fuerte y lo tenían cercado, y tenían aviso que toda la tierra y naturales Bella venían sobre él a dalle otra batalla». Documentos, p. 34, pregunta 11.

Contesta Ercilla: «A las once preguntas, dijo, que lo que della. sabe y vido es, questando el dicho gobernador don García de Mendoza en peligro en el asiento de la ciudad de la Concepción, metido en un fuerte, viendo que se tardaban los caballos y veía que hacían falta, despachó un mensajero el dicho don García para que dondequiera que los topasen, les diesen priesa, y que este testigo oyó decir que los había encontrado el dicho mensajero a la pasada del río de Maule, y que dende a ciertos días llegó mucha gente de a caballo y el dicho Julián de Bastidas con los dichos caballos, donde les dieron gran contento al dicho gobernador don García y a las personas que con él estaban, por la mucha necesidad que tenían de su venida, por estar encerrados en el dicho fuerte y no osar salir fuera y tener nueva cada día que los naturales rebelados querían venir a dar en el dicho Gobernador y en los que con él estaban, y que lo sabe porque este testigo estaba en el dicho fuerte con el dicho gobernador don García». Id., p. 36.

Bastida en la pregunta siguiente de su interrogatorio habla de que fue él quien «tomó ciento y veinte soldados y los caballos que traía y fue con toda diligencia por tierra de guerra a socorrer al dicho Gobernador... y allegado al fuerte donde el dicho Gobernador estaba aguardando al dicho socorro, llegó a tan buen tiempo, que el dicho Gobernador tenía nueva cierta de espías que otro día venían sobre él todos los naturales de la dicha tierra...»

Confirma así plenamente en esta parte el relato que Ercilla hace en La Araucana; pero él poeta se excusó de responder respecto a la primera afirmación de la pregunta; porque, en efecto, no fue ese el número de soldados, sino de 130, como decimos en el texto, ni llegaron al fuerte al mando suyo, según aseguraba Bastida, sino al de Juan Remón. Tal es lo que consta de lo que depusieron otros testigos de la misma información, entre ellos, Juan Gómez. Documentos inéditos, XIX, pp. 105 y 113.

 

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Tal debió de ser, probablemente, el primer «asiento», como se le llama en algunos documentos, de la nueva ciudad de Concepción, cuyas ruinas, según advertimos ya, estaban sólo a un tiro de arcabuz, del fuerte. En todo caso, la toma solemne de posesión del sitio de aquella ciudad se verificó el 8 de septiembre. Carta del Cabildo de Concepción al Rey, de 12 de mayo de 1558, ya citada. Ercilla tuvo cuidado de prevenir que la partida de don García para su campaña se verificó «después de ser ya poblada la dicha ciudad de la Concepción». Declaración suya a la pregunta 7 del interrogatorio de Irarrázabal. Documentos, p. 31.

 

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Así consta de la declaración del que había de ser cronista de ese período de la historia de Chile, Alonso de Góngora Marmolejo, prestada en el pleito que en 1564 siguió Hernán Pérez con los Oficiales Reales por cobro de ciertas medicinas, a que hemos aludido antes; si bien confunde en ella la llegada de Toledo con la de Remón al fuerte de Penco.

 

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Han pasado inadvertidas para nuestros historiadores las murmuraciones a que daba lugar la demora de don García para iniciar la campaña y la representación que, con tal causa, hubo necesidad de hacerle. He aquí cómo refiere Ercilla hecho de tanta importancia (346-3:)


Reformado el bagaje brevemente
de la jornada larga y desabrida,
la bulliciosa y esforzada gente,
ganosa de honra y de valor movida,
murmurando el reposo impertinente,
pide que se acelere la partida
y el día tanto de todos deseado...



También Oña hace alusión (canto IX, p. 223) bien clara a este incidente:


En tanto, en el seguro alojamiento
se estuvo con su escuadra belicosa,
que estaba por extremo cudiciosa
de reprimir el bárbaro ardimiento:
y con las ansias ya de dar un tiento
al pecho de la varia y ciega diosa,
culpando la tardanza mal sufrida
de verse una semana detenida.



 

107

Información de servicios de Rodrigo de Quiroga, declaración de Luis González, Documentos inéditos, t. XVI, p. 341.

 

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Oña, (canto IX, p. 231) cuenta que, como operación previa, don García dispuso una revista de su ejército, que bien pudo tener lugar y habría sido, sin duda, muy oportuna, pero que nos parece más bien invención suya a fin de tomar pie para señalar a los principales capitanes y soldados del ejército. Entre éstos, no se olvida de Erzilla, a quien le presenta así en aquel acto:


Al celebrado Zúñiga de Ercila,
eterna y dulce voz del araucano,
por cuya fértil pluma y fértil mano
castálido licor Apolo estila,
gozó de ver aquí la mar tranquila
airoso, vistosísimo, galano,
con plumas martinetes, con airones,
trencilla, banda, cintas y listones.



 

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Escribía don García al Consejo de Indias: «Yo salí a primero de noviembre de la Concepción, llevando conmigo seiscientos hombres y mill caballos, y tres o cuatro mill amigos de servicio, y con una docena de religiosos con su cruz delante». Relación fechada el 24 de enero de 1558. Documentos inéditos, t. XXVIII. p. 144.

Dice Ercilla (Documentos, p. 36) en su respuesta a la pregunta 12 del interrogatorio de Bastida, que después de la llegada de los caballos, don García, «de ahí a treinta díes, poco más o menos, se partió para la provincia de Arauco a la conquista y pacificación de los naturales rebelados...», y en esto está de acuerdo, sólo en parte, con lo que ya sabemos, pues la llegada de Toledo tuvo lugar el 22 de septiembre: eran así, nueve días más de los treinta que calculaba el poeta.

El Cabildo de Concepción en su citada carta de 12 de mayo de 1558 señala como día de la partida el del apóstol San Simón, esto es, el 28 de octubre. Preferimos seguir el dato que da don García, que estaba en situación de saberlo mejor que nadie, si bien del texto de su carta parece desprenderse que por su persona hizo un reconocimiento previo del paso del río, acompañado de 20 arcabuceros y cinco hombres de a caballo, que bien pudo verificarse en el día que indica aquel Cabildo.

A esta conclusión nos lleva, por lo demás, el aserto, categórico de Oña, que en su Arauco domado, (canto X, pp. 234 y sigts.) después de contar el ardid de que se valió el jefe español para asegurar a su ejército el paso del río, él en persona lo vadeó junto a su desembocadura en una balsa y sólo en compañía de Bastida, Juan Remón y Diego Cano. El poeta, por encarecer la hazaña de su héroe, habría hecho caso omiso de los arcabuceros y limitado a tres el número de los jinetes.

 

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Ercilla, que refiere el hecho en La Araucana (346-4) dice que la reunión se verificó «al comenzar de la primer jornada», y eso parece desprenderse también del relato de don García. Acaba en él de hablar del reconocimiento que había practicado, y continúa así: «... apercibí una noche todo el campo, y otro día hice ir todos los barcos de los navíos y barca grande por la mar, y gente que venía de la Imperial...» Continúa con la distribución que dio a sus fuerzas, y prosigue: «y con esta orden anduvimos este día dos leguas, adónde, en un buen llano, aunque había un poco de monte, nos alojó el maestre de campo». Era, pues, al comenzar de la jornada; pero en esto sólo debemos ver un efecto de la detestable redacción de aquella pieza, del todo confusa en el orden en que describe los sucesos.

Según Góngora Marmolejo, el encuentro de los que iban de la Imperial con el capitán de caballos que don García despachó desde la ribera del río se verificó a dos leguas de ésta. Historia de Chile, página 71. Desde aquel punto siguieron, por consiguiente, hasta llegar a orillas del río. Esto es lo lógico y lo único que está en armonía con los hechos. Ercilla mismo lo reconoce así en su respuesta a la pregunta décima del interrogatorio de Avendaño y Velasco: «...porque este testigo vio al tiempo que el dicho don Miguel de Velasco se juntó con la gente de la ciudad Imperial con el dicho gobernador don García de Mendoza en el río de Bíobío...» Página 29 de los Documentos. Es probable, en vista de esto, que cuando leemos en La Araucana «al comenzar de la primer jornada», tal vez escribió el poeta «al terminar»

No señala Ercilla el número de esos soldados: ellos fueron, según unos, 40. Oña, (canto X, p. 248) afirma que 50:


Cincuenta de a caballo solos fueron
los que de la Imperial aquí llegaron...



Al decir de Góngora de Marmolejo, que casi seguramente se contaba entre ellos, afirma que sesenta. He aquí sus palabras: «Y porque era aquel el tiempo y día que había señalado a los de la Imperial, envió un capitán de caballos que fuese en su demanda asegurando los pasos. Dos leguas del campo topó con ellos; venían sesenta hombres bien aderezados, valientes soldados y muy ejercitados en la guerra. Todos juntos se volvieron al río, en donde don García estaba dando orden en el pasar de la gente...» Historia de Chile, p. 71. Don García dice, por su parte, a este respecto: «...a la gente que servía [venía] de la Imperial, que nos traía ganado enviéles diez de a caballo que fuesen al río...» Documentos inéditos, tomo XXVIII, p. 145. Ercilla nos da el detalle de que llegó esa partida de soldados


Con gran chusma y bagaje, bastecida
de municiones, armas y comida.