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111

Cristóbal Ramírez, uno de los testigos presentados por Hurtado de Mendoza en su información de servicios, dice que en esa operación «tardaron dos días en una barca que hicieron». Documentos inéditos, t., XXVIII, p. 86.

Ercilla se limita a decir (353-3-5 a 8) por lo que toca al paso del Bíobío:


Y en esquifadas barcas espaciosas
atravesaron luego el ancho río,
entrando con ejército formado
por el distrito y término vedado.



 

112

Colección de documentos inéditos, t. XXVIII, p. 145.

Ercilla no se olvida aún de apuntar (346-5) esta distribución de las fuerzas españolas, que en términos generales expresaba así:


Ya, pues, en aquel sitio recogidos
tantos soldados, armas, municiones,
todos los instrumentos prevenidos,
hechas las necesarias provisiones,
fueron por igual orden repartidos
los lugares, cuarteles y escuadrones,
para que en el rebato y voz primera
cada cual acudiese a su bandera.



 

113

En la información de servicios de Quiroga, Luis de Toledo expresa las circunstancias en que se dio esa orden. Según él, cuando don García recibió el aviso de Remón, dirigiéndose a aquel, le dijo:

-«Señor capitán Rodrigo de Quiroga, ¿qué le parece que hagamos en este negocio tan importante desta batalla?

-«Vuestra señoría me deje salir a pelear con mi compañía con estos naturales», le contestó el viejo soldado.

-«Vaya vuesa merced», repuso entonces don García». Documentos inéditos, t. XVI, p. 289.

 

114

El poeta refiere cómo fue él uno de los que «aguijó» sobre el indio, y de cómo éste dio sendos golpes al yanacona Juan y a Chilca, otro indio, y que al «joven Zúñiga»


Le sume hasta los pechos en el cieno;



de cuyo golpe no se deduce que lo matara. Ahora bien: si acaba de contar que había arremetido contra Rengo; si su apellido era Zúñiga (con el cual solía designársele, como lo hizo, por ejemplo, Calvete de la Estrella, según se recordará) y si entre los españoles de aquel entonces no se encuentra ningún «joven Zúñiga», pues el único a quien pudiera convenir, no el calificativo de «joven», sino el apellido, es Alonso Ortiz de Zúñiga, y, éste vio pudo hallarse en la batalla: circunstancias son todas, nos parecen, que, a primera vista, inducen a creer que en el citado pasaje de La Araucana Ercilla alude a sí mismo.

Desvanece, sin embargo, esta suposición la referencia que el señor Thayer Ojeda acaba de hallar en el expediente del boticario Hernán Pérez, ya recordado, a un Zúñiga, que no puede ser otro que el aludido en La Araucana.

También Pedro de Oña en su Arauco domado (canto XI, p. 283) cuenta el caso del «joven Zúñiga», aunque, desgraciadamente, sin nombrarle. El poeta chileno, cual sucede en La Araucana, refiere los golpes que Rengo asesta sobre un indio y un negro, digamos los dos yanaconas, y de Zúñiga dice que


Le planta medio cuerpo en el pantano.



Pero Ercilla era de los jinetes, se objetará: a lo que contestamos que en su gran mayoría tuvieron que desmontarse para llegar a los pantanos en que los indios habían ido a resguardarse para evitar la acometida de los caballos e igualar, en parte siquiera sus armas con las de sus enemigos: tal como le aconteció en Millarapue, según veremos.

Consigna, asimismo, este hecho nuestro Oña, diciendo que los indios se habían refugiado en los pantanos y que los españoles,


De los caballos saltan al instante
entrando por la ciénega adelante,



Tal fue lo que le ocurrió, indudablemente, a Ercilla, y así lo declaró en su respuesta a la pregunta 7 del interrogatorio de Irarrázabal: «...e vio este testigo que el dicho don Francisco hizo todo lo que le mandaron e se puso en el escuadrón de la infantería, a pie, estando en mucho peligro; e así lo vio este testigo porque se halló en ello». Documentos, p. 31. Y aquí debemos lamentar nuevamente la pérdida de su expediente de servicios, en el cual, quizás, hubiera consignado algo sobre este incidente de su actuación en aquella batalla.

La presencia de nuestro poeta en la batalla qué se llamó de Bíobío, o de las Lagunillas, como otros la denominan, no necesita, en verdad, probarse, pero, si ya no bastara lo que de ella y aun de su participación refiere en La Araucana, ahí están sus respuestas, a la pregunta correspondiente de las informaciones de servicios de Bastida, Velasco y Avendaño, y Campofrío, y, sobre todo, en las de Lira y de Irarrázabal (Documentos, p. 31): «...e de la otra parte del río Bíobío dieron en la dicha gente [española] cantidad de diez o doce mil indios, la flor de toda la tierra, donde los dichos indios fueron desbaratados...; e así lo vio este testigo porque se halló en ello».

Que Ercilla entrara a pelear en ese momento y formando parte de la caballería es lo que creemos se deduce de esos versos del poema; sin embargo, al leer su respuesta a la pregunta tercera del interrogatorio de servicios de Diego de Lira, (que insertaremos en la biografía de este compañero suyo) pudiera entenderse que combatió en la primera hilera de la infantería, según sea la puntuación que se ponga a la frase correspondiente de su declaración. He aquí sus palabras: «...en la batalla que los naturales dieron pasado el río Bío-bío, vio al dicho Diego de Lira que peleó en el escuadrón de la infantería donde este testigo se halló en la primera hilera como muy buen soldado y caballero...» La frase intercalada ¿se refiere a la batalla, o a primera hilera de la infantería? Preferimos atenernos a los dictados del poema, ya que la mala redacción del escribano presta un sentido por demás anfibológico a las palabras de Ercilla.

 

115

Perdería del todo el carácter biográfico el estudio que venimos haciendo y pasarían a ser historia general los presentes apuntamientos, si nos empeñáramos en relatar la batalla de que se trata. Sin embargo, cuando llegue el caso de estudiar la verdad histórica del poema, algunos antecedentes hemos de traerá cuenta que ilustren el relato del poeta.

 

116

Fray Gil González de San Nicolás en su carta de 26 de abril de 1559 al Consejo de Indias. Documentos inéditos, t. XXVIII, p. 279. El dominico habla en general de los indios apresados en las «guazábaras», entre las cuales debemos contar la de Bíobío, con tanto más fundamento, cuanto que su aserto se ve confirmado por el caso de Galbarino, contado por el poeta.

Valga esta advertencia para los demás sucesos de orden general en que le tocó hallarse a Ercilla.

 

117

Oña ha retratado a Galbarino con muchos detalles (canto IX, p. 256) y referido muy por extenso hazañas que le atribuye, entre otras, la de haber muerto alevosamente a Hernando Guillén, y aun supone que Ercilla peleó con él. Después de contar cómo ha herido a tres indios amigos, continúa así:


Mas, visto lo que pasa, tres varones
con el divino autor de La Araucana, queriendo refrenar su furia insana
batieron contra el indio los talones,
y danle tan terribles encontrones,
que, a su pesar, el bárbaro se allana,
poniendo las espaldas con el suelo
y las curtidas plantas en el suelo...



 

118

Decía Ercilla (371-4-6 a 8:)


Subimos la tendida y agria cuesta,
de blancos huesos de cristianos llena,
que despertó el cuidado y nos dio pena.



También la hemos subido nosotros, -¡cuántos años hacen de eso!-; ya no se veían en ella los huesos, pero el recuerdo del desastre español no pudo menos de venírsenos a la memoria entonces, junto con los versos del poeta que tan bien supo contarlo.

 

119

La Araucana; (410-3-7, 8:)


Pues por maña jamás, ni por espías
dellos tuvimos nueva en tantos días...



 

120

Seguimos citando el poema ercillano (410-4-1 a 6:)


Aunque en los pueblos comarcanos fueron
presas de sobresalto muchas gentes
que al rigor del tormento resistieron
con gran constancia y firmes continentes:
tanto, que muchas veces nos hicieron
andar en los discursos diferentes...