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Don Miguel de Velasco y Avendaño, así lo nombra Ercilla con todas sus letras (451-1-5). Su aserto está, además, corroborado con lo que dice Mariño de Lobera (Crónica, p. 220): «...y para provisión de ellos mandó el Gobernador que se comprase abundancia de ganado en la ciudad Imperial, enviando para esto a don Miguel de Velasco...»

¿Y cómo es que hay necesidad de insistir sobre este punto? se dirá. Pues porque el moderno historiador de don García, por más que conozca y recuerde los antecedentes que acabamos de expresar, declara que, «a pesar de todo, y de la categórica afirmación de Ercilla, creemos, dice, que don Miguel de Avendaño y Velasco ni fue a la Imperial, ni se encontró en la batalla del desfiladero de Purén». Nota a la página 219.

Funda tal aserto en que no tiene explicación el silencio del mismo Velasco respecto de ese punto en sus minuciosas informaciones de servicios, y en el fecho de constar que se halló presente a la repoblación de Concepción, verificada el 6 de enero de 1558; admite, en seguida, que Velasco fue llamado luego por Hurtado de Mendoza y que «tiempo había para que fuese a la Imperial en busca de víveres entre el 6 y el 21 de enero». Tenemos, así, en resolución, que la negativa de su envío a la Imperial queda basada en sólo el silencio de Avendaño y Velasco, lo que, en el peor de los casos, no pasaría de ser una inducción, que no puede parangonarse de modo alguno con afirmaciones categóricas que manifiestan lo contrario, entre ellas la de Ercilla, quien, como observa el señor Errázuriz. «formó parte de la expedición y tantos pormenores suministra, [y] asegura haber sido mandada por don Miguel de Avendaño y Velasco». «Es difícil poner en duda este categórico aserto, añade, todavía. La formula un hombre, de ordinario muy exacto y bien informado, -él advierte que en la noche dejaba la espada para tomar la pluma,- y se refiere a un hecho que no podía confundir con otro».

Después de oír, esto, parece que cualquiera cosa que agregáramos estaría de más, pero no falta algo que añadir.

Verdad es que Velasco no habla en sus informaciones de semejante jornada a la Imperial, pero también lo es que no menciona, -concretándonos a aquella en que figura la declaración de Ercilla,- que se hallase ni en Bíobío ni en Millaraque, limitándose a expresar, antes de llevar al punto en que habla del viaje que hizo con Hurtado de Mendoza a la Imperial, que se halló «en todas las guazábaras que allí hubo, y me hallé, asimismo, en la población de la ciudad de Cañete», dice en ese su interrogatorio. Documentos, p. 38, pregunta 10.

Y puesto que de omisiones cometidas por Velasco se trata, también debemos negar el que se hubiese hallado en la repoblación de Concepción del 6 de enero de 1558, ya que, en la información de que tratamos, sólo habla de que fue a ella después que don García se lo ordenó así en Villarrica, cuando iba de camino en dirección al Estrecho.

Esa omisión genérica nada prueba, si es que podemos llamar tal la que no especifica esas guazábaras en que se hubiese encontrado, después de decirnos que se halló en todas. ¿Podríamos descartar de este número la de la quebrada de Purén? Ercilla en su respuesta a esa pregunta 10 afirma que, en efecto, Velasco «sirvió muy bien a S. M., hallándose en todas las guazábaras e otras cosas que se ofrecían en la dicha guerra e pacificación, hasta llegar a Cañete» Y aquí viene lo más curioso de su declaración, y que prueba, si no nos engañamos, que, no sólo estuvo Velasco presente en la de Purén, sino que aun salió herido en ella. «E vio, continúa Ercilla, que de una guazábara salió el dicho don Miguel herido en el rostro por los dichos naturales». ¿Qué guazábara pudo ser esa? No debió de ocurrir el hecho en el combate del fuerte de Penco, donde no se halló presente Velasco, ni en Bíobío o Millarapue, que fueron batallas campales, después de las cuales y antes de la fundación de Cañete, plazo máximo de que hablan Velasco y Ercilla, no hubo, que sepamos, otro encuentro de importancia que mereciese ese nombre de guazábara que el de la quebrada de Purén, en la que; como veremos, fueron muchos, sino todos, según afirmaba el poeta, los españoles heridos. Esa misma herida en el rostro ¿no es ya una indicación que cuadra a las que se produjeron en aquella guazábara?

Por último, cuando recordamos que Velasco fue en las ocasiones de importancia el hombre de que se valió don García, como pronto hemos de verlo al hablar del socorro que desde la Imperial despachó a Cañete, no tiene nada de extraño que, después de haberle encargado de que fuese a repoblar a Concepción, le llamase para confiarle el que condujese aquel socorro: y, por otra parte, ¿en qué documento aparece siquiera como simple referencia el nombre de quien lo tuviera a su cargo?

Disentimos, por esto, de la conclusión a que llega tan respetable autoridad como la del señor Errázuriz y nos atenemos a la afirmación de Ercilla, que resulta, además, comprobada con la respuesta de Hernando de Alvarado a la pregunta 16 de uno de los interrogatorios de Velasco, cuando dice «que vio quél dicho don Miguel de Avendaño salió con el dicho contador Jerónimo de Villegas para venir a esta ciudad [Concepción], e después de salido, el dicho Gobernador lo mandó llamar, e que después, desde a un mes o mes y medio, vio quel dicho don Miguel vino a esta ciudad...» Documentos inéditos, X, p. 353.

 

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Tal es la expresión de que se vale el poeta. La formaban ochenta hombres, mandados por Alonso de Reinoso y escogidos en persona por don García. Véase la declaración de éste en la información de servicios de Silva Campofrío. Colección de documentos inéditos, t. XXIII, p. 281. No faltó tampoco Ercilla de declararlo así en su respuesta a la pregunta 8 del interrogatorio de ese último capitán (Documentos, p. 103): «...antes de embocar por una quebrada, hallaron socorro, y eran de los más escogidos del real...».

 

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Son palabras de Ercilla, cuyo talento descriptivo se muestra a cada paso:


Y vienen a ceñirle en tanto estrecho
que apenas pueden ir dos lado a lado,
haciendo aún más angosta aquella vía
un arroyo que lleva en compañía.



 

134

Así refiere el poeta este incidente de la marcha (451-5-1):


Iba yo en la avanguardia descubriendo...



 

135

He aquí sus palabras en la respuesta que dio a la pregunta 8 del interrogatorio de Silva Campofrío (Documentos, p. 103:) «...y hubo una recia guazábara y la más peligrosa que hasta allí había habido, por ser el sitio muy áspero y dispuesto para los naturales, y estuvo en punto de perderse toda la gente cristiana y los bastimentos, y hubo muchos heridos españoles...»

De aquella arriesgada cuánto eficaz subida de Ercilla se encuentran algunos rasgos dispersos en los documentos de la época. Sábese, por ejemplo, que uno de los que en ella le acompañaron fue Martín Ruiz de Gamboa, que reduce a ocho el número de los once soldados que señala Ercilla. «Fuí, dice en su información de servicios, uno de ocho que tomé un alto a los dichos naturales, que fue causa principal para su desbarate». Documentos inéditos, t. XIX, p. 245.

Los que después se les juntaron allí fueron hasta otros veinte, según unos testigos, enviados por Reinono, y, según otros, encabezados por este mismo. Así, Nuño Hernández expresa «que por mandado del dicho maese de campo Alonso de Reinoso subió a tomar un alto, que fue parte principal para desbaratarles, como se desbarataron, los dichos indios, y no muriesen muchos españoles». Información de servicios, Documentos inéditos, t. XXIII, p. 214. Hurtado de Mendoza es el que da el número de esos soldados, pues asevera haber oído a Reinoso «que si no hiciera tomar los altos de la sierra a veinte soldados, murieran todos a manos de los indios». Id., p. 281. De ahí que digamos que los españoles que alcanzaron la parte alta de la quebrada fueron 31, pues no hay que contar en el número de los despachados por Reinoso los once que lo habían hecho con Ercilla.

Finalmente, Góngora Marmolejo (Historia, p. 79) es el que habla de que entre ellos figuraba Reinoso: «Estando en este aprieto, no sabiendo qué se hacer, a causa de tenelle los indios tanta ventaja y pelear a su salvó, el capitán Reinoso, buscando si habría camino para subir a lo alto, halló una senda mal usada subió por ella a caballo y detrás de él otros soldados».

 

136

«Llegamos al real todos heridos», asevera Ercilla, contando, probablemente, a los contusos, pues Góngora Marmolejo expresa e este respecto, que «de los cristianos pocos fueron heridos y muchos maltratados de las piedras». Página 80.

En cuanto a la fecha de la llegada a Tucapel, véase la nota 138.

 

137

Casi de las mismas -palabras se valió el poeta en su respuesta a la pregunta 9 del interrogatorio de Silva Campofrío (Documentos, p. 103), al hablar de los encuentros que sucedieron a la población de Cañete: «...y sobre la dicha población hubo grandes refriegas y batallas con los indios de la tierra...»

Esta refriega que tuvo con los indios Rodrigo de Quiroga, en cuya compañía queda ya dicho que militaba el poeta, la cuenta Hurtado de Mendoza en su Relación datada en Cañete el 24 de enero de 1558: «...ha no sé cuantos días, que viniendo otra vez [los indios] a pelear aquí, se toparon con Rodrigo de Quiroga, que inviaba a correr, y peleó con ellos, y mató trescientos indios, y, con todo, cada día nos están dando arma, matándonos anaconas, negros y caballos, andando al monte...» Documentos inéditos, t. XXVIII, p. 148.

 

138

Ercilla es quien dice que dejó


[...] de munición y vitualla
la plaza por dos meses bastecida.



 

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Ercilla es quien reduce a sus verdaderos términos la llamada fundación de Cañete (491-3-5 á 8:)


Quedó primero la ciudad trazada...
que, aunque de buen principio y fundamento,
mudó después el nombre y el asiento;



y Ercilla debía de saberlo bien, pues se halló en ello, como lo afirma en su respuesta a la pregunta 9 del interrogatorio de Irarrázabal (Documentos, p. 32): «...en la cual población se halló el dicho don Francisco, e asimesmo trabajó mucho personalmente, él e sus criados, en un fuerte que allí se hizo para la defensa de los dichos naturales: lo cual vio así este testigo porque se halló en ello».

 

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La fecha que lleva su relación datada allí es la del 24. Tanto el señor Errázuriz (Don García, p. 259, nota 2) como don Tomás Thayer Ojeda «Observaciones acerca del viaje de don García Hurtado de Mendoza», p. 30, nota 1) creen que esa fecha debe enmendarse por la del 21, día en que don García habría partido en dirección a la Imperial, para llegar allí el 23 (p. 246) suponiendo para ello que debe mediar algún error de copia o de caja. Argumenta así el señor Errázuriz: «Como se sabe, el ataque de Purén acaeció el 20 de enero y el 21 en la madrugada entró vencedor Alonso de Reinoso en Tucapelo Cañete. Pues bien, don García en su Relación, al final de ella, escribe: "Agora me llegan nuevas de la vitoria de Reinoso"; es decir, "agora" llega Reinoso. Equivale a asegurar que al momento de terminar su carta se verificaba la entrada en Tucapel de los vencedores. Esto bastaría para afirmar que la fecha de esa carta era 21 y no 24 de enero...»

Tal argumentación peca por su base, ya que la Relación de don García no está datada en el fuerte de Tucapel sino en Cañete, pues precisamente en el párrafo citado que comienza con «Agora», dos líneas más abajo se lee: «porque ha cuarenta días que no se come carne en esta ciudad de Cañete». Así se explica también que hable de que le llegaron allí nuevas del arribo de Reinoso, cosa que no habría podido decir a estar en el fuerte.

Todavía otra observación. Parte el historiador de don García de queda llegada de Reinoso al fuerte se verificó el 21, y en el lugar respectivo de su obra (página 219) da como fuente de su aserto la citada Relación del Gobernador, donde no se halla otra noticia del arribo de Reinoso que la que queda consignada. Podría, es cierto, haber invocado la autoridad de Góngora Marmolejo, quien, en la página 80 de su Historia dice: «otro día llegaron al campo», interpretando otro por el siguiente, como solía usarse antaño, si bien no nos es lícito por eso sólo señalar el 21 como fecha de la llegada.

De las palabras de Ercilla (490-5) parece desprenderse que la llegada no pudo verificarse en unas cuantas horas. El combate, empeñado cuando los que iban de la imperial se hallaban ya en mitad de la quebrada, deja desde luego suponer que, por más temprano que partieran del alojamiento, algún tiempo gastaran hasta allí. Arriando puercos, como iban, y marchando por un sendero estrechísimo, la pelea duró cuatro horas y concluyó «más tarde de vísperas», según declara Bernardino Ramírez (Docs. inédts., t. XXVII, p. 171); y aquí es donde debemos considerar el pasaje del poema a que aludíamos:


Luego que la vitoria conseguimos,
con más pérdida y daño que ganancia,
al fuerte a más andar nos recogimos,
que estaba del lugar larga distancia...



En reunir la gente y, sobre todo, las cargas con provisiones y el ganado disperso, algún tiempo gastarían; tenían, todavía, que andar una larga distancia, -valiéndonos siempre de las palabras del poeta:- ¿podían en tales condiciones llegar al fuerte en la mañana del 21, como se afirma? Difícil nos parece. ¿Anduvieron, quizás, de noche? Tampoco es probable.

El señor Thayer Ojeda (obra citada, p. 30) comienza por reconocer que don García permanecía en Cañete el 24 de enero, y en nota añade: «tal es la fecha de una carta de don García; no podemos, pues, modificarla...» Y también en nota formula el argumento dado por el señor Errazúriz, que le sigue, respecto a la interpretación del «agora», de que ya hemos dado cuenta, para añadir dos consideraciones de cálculo acerca de la mayor o menor exactitud que revistan las aseveraciones de Reinoso sobre el día en que se produjo el asalto de Cañete, y la del Cabildo de la Imperial en cuanto a la permanencia de don García en esa ciudad, del todo secundarias para la averiguación de la fecha que buscamos y basadas en simples suposiciones. No hay, pues, en ellas argumento serio que oponer en contra de la fecha y data de la carta de Hurtado de Mendoza; pero otra cosa es cuando ya se nos dice por nuestro historiador: «...el señor Thayer ha encontrado otro documento que destruye hasta la sombra de la duda: el 24 don García de Mendoza estaba ya en la Imperial. El 24 actuaba en esa ciudad, como se ve en el volumen 2,281, fojas 94 vuelta, del Archivo de la Real Audiencia de Santiago».

El hecho es perfectamente exacto: se trata dula copia de un poder dado por Hurtado de Mendoza a Julián de Bastida, incorporado en un expediente judicial. Según eso, la llegada de aquel caudillo a la Imperial tuvo lugar el 23 de enero, o, si se quiere, el 24, suponiendo que hubiese hecho extender y firmado el mismo día de su arribo ese poder. Así, pues, cuando Ercilla, que le acompañaba, refiere acerca del día en que hubo de regresar a Cañete, que fue tan inmediato a su llegada allí, que


No habíamos aún los cuerpos satisfecho
del sueño y hambre mísera transida,
cuando tuvimos nueva que de hecho...
viendo así nuestra fuerza dividida
ayuntaban la suya, con motivo
Do no dejar presidio ni hombre vivo.



Y que luego, hasta treinta soldados de los mejor apercibidos, partieron; si sabemos que Velasco, y con él Ercilla, llegaron a Cañete la víspera del combate que se trabó allí el 5 de febrero; si computamos tres días para la jornada, habrían salido de allí el 1.º de ese mes, o sea, habrían permanecido descansando en la Imperial casi siete días completos, que es, justamente, el tiempo que señala en su deposición Juan Núñez, como pronto vamos a verlo, la aseveración del poeta de que no había alcanzado a reparar el hambre y sueño, revela sólo un encarecimiento poético para pintarnos cuán grandes habrían sido sus fatigas en ese último tiempo.