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231

Carecemos de antecedentes para fijar de manera precisa el arribo de Ercilla a aquel puerto, y nuestro cálculo al señalarle aproximadamente cincuenta días, algo menos de lo que se gastaba de ordinario en ese viaje, se basa en lo que él mismo refiere de la facilidad con que lo efectuó y en lo que sabemos que ocurrió en casos semejantes en aquel tiempo. Así, por ejemplo, Juan Núñez de Vargas, que partió de Concepción el 9 o 10 de octubre de 1557, llegó al Callao el 7 u 8 de diciembre, o sea en 58 días. Errázuriz, Don García, p. 93. El emisario despachado por don García a su padre el Virrey para anunciarle el combate del fuerte de Penco partió, sin duda, en esa misma nave, pues consta que llegó a Lima en aquel día. Carta de Pero Rodríguez Puertocarrero al Rey (Documentos inéditos, t. XXVIII, p. 109).

El mismo don García, por fin, tardó mucho más, pues partió del puerto del Papudo, cercano a Valparaíso, hacia el 17 de febrero de 1561, y llegó allí entre el 6 y el 8 de mayo, pero no era ya esa la misma época del año en que efectuó su viaje Ercilla.

 

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La presencia de los compañeros de Ercilla que apuntamos en el texto y de otros soldados de menos cuenta cuyos nombres sería inoficioso recordar, porque no se hallan mencionados en La Araucana, constan de las informaciones de servicios de Bastida y de Irarrázabal. Véanse los tomos XIX y XXIII de nuestra Colección de documentos inéditos, pp. 67 y 53.

 

233

Mariño de Lobera en la Crónica que lleva su nombre, pero en esta parte seguramente añadida por el jesuita Escobar, habla (p. 238), al reprochar a Ercilla, tildándole de ingrato, de que en su Araucana no alabase lo bastante a don García, de ciertas mercedes que le hizo el Virrey, además de haberle dado provisión de gentil-hombre lanza. Esto último, pero que ocurrió mucho más tarde, según luego hemos de verlo, es perfectamente exacto, y en cuanto a aquellas no hallamos otra noticia, ni hay indicio para descubrir cuales fuesen.

Lo que afirmamos respecto de la rotunda negativa del Virrey para socorrerlo en los primeros meses de su llegada a Lima resulta claramente expresado por las siguientes palabras de la carta de Ercilla a Felipe II: «no tengo otro remedio sino el que V. M. me diese, porque el Virrey no me ha querido dar ninguno». Esa carta lleva fecha 31 de octubre de 1559. Hasta entonces, pues, por lo menos, después de ocho meses de estancia en Lima, nada había conseguido Ercilla de don Andrés Hurtado de Mendoza.

 

234

Sin ir más lejos, por esos mismos días Irarrázabal expresaba que había hecho otro tanto, «visto que en aquel reino ya no había más en qué servir a V. M.» Documentos, p. 30. En el fondo, lo que ocurría era muy diverso, y los que tal hablaban lo hacían engañados por la tranquilidad de que pudieron disfrutar el invierno que acababan de pasar en la Imperial.

 

235

Véase el adjunto facsímil de esa carta. La información de servicios, que de tanta utilidad nos habría sido para conocer el tiempo de su permanencia en Chile y especialmente su participación e incidentes que le ocurrieron en los hechos de armas en que tomó parte, llegó también a su destino, según se desprende del texto de la real cédula en que el monarca le contestó la carta: «como dixo nos constaba por cierta información de que ante Nos en el nuestro Consejo de las Indias fue presentada...» Desgraciadamente, como ya lo advertimos en el prólogo a los Documentos, no se halla en el Archivo de Indias, donde debiera de estar, y será difícil que parezca alguna vez.

 

236

«No tornó al Perú con el propósito de descansar en él, sino de servir al dicho Católico rey don Felipe». Documentos, p. 524. Eso sí, que el cronista supone que fue determinadamente en la revuelta de Lope de Aguirre, que ocurrió más tarde, en los últimos días de la permanencia del poeta en Lima. Sea por error de redacción o de copia, señala también Garibay el año 1562 para el regreso de Ercilla de Chile al Perú, siendo que fue desde éste para España; así, por tanto, donde se lee «tornó al Perú», debe leerse «tornó del Perú».

 

237

Véase la página 39 de los Documentos, cuando se presentó a declarar en la información de Velasco el 1.º de marzo de 1560.

 

238

Documentos, N.º, XXVIII. Esta real cédula la vio Antonio de León Pinelo y en sus Apuntamientos, que se conservan en la Real Academia de la Historia, la anotó (hoja 230 vuelta) en los términos siguientes: «1560. Don Alonso de Ercilla fue paje del príncipe don Felipe y pasó con el Adelantado Alderete y se le dio cédula para que en los repartimientos que vacaren se le diese de comer. 23 de diciembre».

 

239

Hurtado de Mendoza se marchó, en efecto, a Lima, a donde llegó en principios de mayo de 1561, y hubo de encontrarse, por consiguiente, con Ercilla en esa ciudad, cuando ya el Virrey era muerto (30 de marzo) hacía poco más de un mes.

 

240

En cuanto al nombramiento mismo, ya lo vimos anunciado por Mariño de Lobera. Se halla comprobado, además, por el texto de la real cédula de 4 de noviembre de 1568 (Documentos, p. 69): «...acatando lo que don Alonso de Ercilla nos sirvió en esas provincias [Perú] y en las de Chile, y a que en recompensa dello, el Marqués de Cañete le dió... una lanza de á caballo»; y por declaración expresa del mismo Ercilla: «...mill pesos de oro que yo tenía de renta en cada un año en la dicha ciudad de los Reyes por una lanza de a caballo de que S. M. me hizo merced por nombramiento que en mí hizo el Marqués de Cañete». Id., p. 72.

Cuando Ercilla habla de «merced de Su Majestad», no creemos que mediara para el caso título Real, pues el nombramiento de tales militares lo hacía el Marqués en su nombre.

Respecto a la fecha en que fuera nombrado, no es dable señalarla con certidumbre, puesto que desconocemos el título mismo; pero ha debido de ser anterior al 30 de marzo de 1561, día en que falleció el Virrey, y antes de que éste recibiese la real cédula de recomendación para Ercilla, ya que, por lo que sabemos que tardaba entonces en llegar la correspondencia de España al Perú, no es probable que bastase el tiempo de catorce meses, y eso, suponiendo que hubiese sido llevada a América inmediatamente después de dictada.

Si el calificativo de «gentil-hombre de S. M.» con que aparece encabezada la declaración prestada por Ercilla allí en Lima en febrero de 1560, (Documentos, p. 35) pudiera aplicarse a su cargo militar, sería de creer que su nombramiento para él era anterior a esa fecha, pero el supuesto nos parece dudoso.

Notaremos, por último, que esa real cédula fue dirigida al Gobernador de Chile, y que, por tal causa, el Virrey del Perú bien pudo excusarse de dar a Ercilla repartimiento alguno, como de hecho no le obtuvo en uno ni otro país.