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Con tal título aparece ya Ercilla en 8 de marzo de 1565 (Documentos p. 50) y según resulta de esa pieza y de la cobranza de sus gajes, debe habérsele otorgado allá por el mes de junio del año anterior.

Ese cargo era muy apetecido. Don Luis de Salazar y Castro en su Historia genealógica de la Casa de Lara, Madrid, 1967, fol., t. II, p. 377, por ejemplo, dice: «Felipe II le confirió [á don Francisco Manrique de Lara] el puesto de gentilhombre de su boca, siempre muy estimado...» Don Luis Zapata en su Miscelánea, p. 295, nos dirá en qué consistía y quienes lo desempeñaban: «...y conocida su bondad, en poco tiempo le cogió a su servicio por gentil-hombre de su casa, y luego de su boca...: y este oficio es donde entran caballeros mancebos, hijos mayores y menores de señores y de grandes, que es asistir a la mesa ante los reyes, servirles la copa y ponerles el manjar en la mesa».

No estará de más tener presente, ya que de tal cargo hablamos, que muy poco después (15 de mayo de 1566) de la fecha en que Ercilla fue nombrado para él, se presenta decorado también con el título de gentil-hombre de Su Majestad (Documentos, p. 54), que tanto vale, según entendemos, como gentil-hombre de cámara, respecto de quienes se lee en el Diccionario enciclopédico hispano-americano, t. IX: «Persona de distinción que acompaña al rey en la cámara y cuando sale; estas funciones son privativas de los gentiles-hombres de cámara con ejercicio, porque hay también gentiles-hombres de entrada, llamados así por tenerla en la sala de Grandes, y por haberlos también honorarios, que sólo gozan, la insignia de la llave».

Tal cargo era, pues, diverso del de gentil-hombre lanza que le había sido concedido por el Virrey de Lima.

 

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Archivo de la Casa de Alba. Esta carta está escrita en una letra tan mala y tan maltratada de las huellas del fuego que en parte destruyó el archivo donde se guarda, que ni con el auxilio de nuestro buen amigo y eximio paleógrafo y eruditísimo literato don Antonio Paz y Melia, fue posible descifrarla por entero; y, aunque carece de fecha, como se notará, -y es lástima, porque nos habría permitido conocer cuando partió Ercilla de allí,- su contexto revela que le fue entregada en esa ocasión. Hállase puesta bajo el número 149 del Catálogo de las colecciones expuestas en las vitrinas del Palacio de Liria. Lo publica la duquesa de Berwick y de Alba, Madrid, 1898, folio.

Doña María, hija de Carlos V y de doña Isabel, dijimos ya que se había casado en Valladolid, en 1548, en los días que precedieron a la partida de Ercilla para acompañar a Felipe II a Inglaterra, y que por aquellos días había tomado a su servicio a doña Leonor de Zúñiga, madre del poeta. De su matrimonio tuvo quince hijos, el mayor de los cuales, doña Ana, nacida en 1549, fue la cuarta mujer de Felipe II. Más adelante tendremos que volver a hablar de ella.

 

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En nuestros Documentos, p. 525. Mondragón es un pueblo de la provincia de Guipúzcoa, situado a 9 leguas de Tolosa. «Está radicado en el centro de un paisaje encantador, se lee en Madoz, que forman las apacibles y pintorescas montañas que lo circundan, y la pequeña, pero muy graciosa vega, fertilizada por el río Deva, sobre una eminencia, por la que pasa el camino real».

 

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En cuanto a si Ercilla estuviera alguna vez en Bermeo, es cosa que en realidad no puede probarse. Descartado el falso aserto de don Juan de Izaguirre de que había nacido allí, que trajimos a colación al hablar de la patria del poeta, los testimonios que sobre el hecho tenemos son más bien negativos. Juan de Aguirre, vecino de ese pueblo, en la declaración que prestó en la información de Ercilla para armarse caballero de Santiago, afirmó, en efecto, «que no se crió en esta villa [Bermeo], ni ha vivido en ella, por razón de haber residido con su padre en tiempo de su niñez y en los oficios que su padre tuvo, ansí de regente de Navarra, como en la corte, siendo del Consejo de su Majestad», (p. 87). Y casi otro tanto afirmaba Pedro de Goytía respecto de Fortún García, diciendo «que nunca vivió el dicho doctor en esta villa». Página 84.

La única circunstancia anterior a la que mencionamos en el texto que pudiera dar asidero a pensar que Ercilla visitó alguna vez la patria de sus abuelos, es la de haber asistido doña Leonor de Zúñiga al casamiento que allí se celebró de una hija de Juan Pérez de Ercilla, hermano mayor de su marido, con Pero Diez de Arbolancha (declaración citada de Goytía, p. 84), en una fecha que no consta, pero que ha debido de ser anterior a su nombramiento de guardadamas, y, por tanto, cuando Ercilla vivía aún a su lado.

Por lo relativo a esa su segunda visita a Bermeo, no existe tampoco antecedente alguno que baste a comprobarla, y la damos como probable porque fue entonces el momento de todos sus viajes en que más próximo estuvo de allí. Además, la lectura de la estrofa que en el poema consagró a la descripción de aquel pueblo y al solar de su propia familia, dejan la impresión de que hubo de conocerlos. ¿Quién sino alguien que los hubiese visto por sus ojos habría podido escribir


Mira a Bermeo cercado de maleza...



ni hablar, sin haberlos tocado, de


Los anchos muros del solar de Ercilla?



 

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En 12 de ese mes se firmaron en Madrid las capitulaciones matrimoniales de don Fadrique de Portugal con doña María Magdalena, a quien, como queda dicho, venía Ercilla acompañando.

 

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Esa escritura lleva fecha 16 de noviembre de 1565 y su noticia consta de los apuntes de Pérez Pastor. No pudimos consultarla en el Archivo Notarial de Madrid, donde se encuentra, por no haber aparecido el protocolo del escribano que la autorizó.

 

267

Escritura del 17 de junio de 1566. Documentos, n. XXXVI

 

268

Véanse los términos de este convenio en el documento XLIV.

 

269

Las incidencias de esta gestión que aquí contamos están expresadas en la escritura de 22 de junio de 1566. Documentos, n. XXXIX.

 

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Escritura de 12 de julio de 1566. Documentos, n. XXXIV. Cuales fueran esas «causas y respetos» no es posible señalarlas a punto fijo, pera bien se da a entender con ellas que resulta más elevada y digna la actitud del hermano mayor. Tal es la primera demostración del lado flaco que nos irá descubriendo don Alonso...

Para complemento del pago que debía hacerse a don Juan, Fernando de Cabrera; el liquidador de los bienes de la testamentaría, se obligó a entregarle 37,315 maravedís, en escritura pública que firmó en 13 de julio de 1566. Documentos, n. XLI.