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511

Insertamos esa escritura de redención en las pp. 271-274.

 

512

Carta de obligación de Valencia, fecha 22 de febrero de 1581, p. 238.

 

513

Declaración de Ercilla en la que así lo hace constar, otorgada el 19 de abril de 1581. Página 242.

 

514

Escritura de 3 de marzo de 1581, pp. 225-230.

 

515

Id.18 de abril del mismo año, pp. 235-236.

 

516

Id. del mismo día, mes y año, p. 237.

 

517

Poder de 17 de mayo de 1582, pp. 266-267.

 

518

La escritura de imposición es de 21 de mayo 1583, pp. 281-282.

 

519

Carta de pago de Ercilla, fecha en ese mismo día 21 de mayo de 1583, p. 282.

En resguardo de sus derechos, Ercilla, en octubre de 1584, dio poder para gestionar el que se tuviesen por nulas cualesquiera requisitorias libradas contra los bienes dotales de dona Ana, «por cuanto yo, decía, en sus bienes y docte tengo de haber mil y ciento y veinte y cinco ducados de renta e censo en cada un año durante las vidas de los dichos señores don Luis de Córdoba y Aragón y doña Ana de Mendoza... y a mí me pertenecen sus bienes dotales y tengo mejor derecho a ellos que otra ninguna persona...» Poder a Mateo Ximeno, 13 de octubre de 1584, p. 311.

 

520

Véase el pago hecho por éste a Ercilla en 2 de junio de 1587 (pp. 327-328). Consta del recibo de Ercilla que el Almirante le pagaba 266,177 maravedís anuales, cantidad que le cedieron su hija y yerno de otro de cuantía mucho mayor que a ellos estaba obligado a pagarles. Para su cobranza posterior, Ercilla dio poder a Juan de Soto, en 14 de agosto de 1588 (p. 339) y hay recibo personal suyo cíe 1.º de julio de 1589 (p. 357) y poderes para el mismo efecto, que extendió (25 de junio de 1594) en vísperas de su muerte (pp. 403-404).

Puesto que no hemos de volver a hablar más de don Luis de Córdoba, tan buen cliente que fue de Ercilla, queremos consignar aquí el curioso párrafo que don Luis Zapata dedica en su Miscelánea (p. 410) a la traída de sus restos desde Flandes a España, si no estamos equivocados al creer que a él se refiere:

«¿Qué traeis ahí, correo?, preguntaron a uno que venía de Flandes, e ¿cómo os habéis detenido en partir tanto? -Señores, dijo él, por traer conmigo a don Luis de Córdoba, su hermano del ilustrísimo Marqués de Comares.- ¿Pues, llegará presto? -Sí, muy presto, dijo él; ahí le traigo en ese baúl que ya ha llegado.- Mas, en esto él se engañó, que no era aquel que decía don Luis de Córdoba (que era bien gentil hombre) sino la hermosa funda descosida, ya rota, de una gentil, virtuosa y cristianísima alma».