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Véase sobre este punto lo que decimos en la Ilustración que intitulamos «Ercilla y sus héroes en la literatura,» en la que hemos creído demostrar que muchos de los conceptos puestos en boca de Lauso, que tenemos por nuestro poeta, a él referentes, están tomados de esta glosa.

 

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A. López de Sedano se debe el haber conservado para la posteridad esta primera muestra del numen poético de Ercilla, insertándola como hasta entonces inédita en las pp. 199-200 del tomo II del Parnaso Español, Madrid, 1770, 8.º

 

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Real cédula, datada en Londres a 5 de noviembre de 1554, publicada por Suárez de Figueroa Hechos de Don García, p. 42 del tomo V de la Colección de Historiadores de Chile.

 

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«Gentilhombre de su Majestad», se le llama en el asiento de su pasaje a Indias, y con esto se está dicho que había salido ya por entonces de su calidad de paje.

 

55

Dice Ercilla en La Araucana (219-4-2, 3) respecto a estos particulares, dirigiéndose a Felipe II:


Y con vuestra licencia, en compañía
Del nuevo capitán y adelantado
Caminé desde Londres...



Y en su dedicatoria al mismo monarca: «y con su licencia y gracia me dispuse a emprender tan largo camino...»

Nada, como se ve, que indique la fecha de su partida de la capital de Inglaterra, a no ser la referencia de que la efectuó en compañía de Alderete; pues bien: ¿cuándo tuvo lugar la de éste? El señor Errázuriz la señala en fines de marzo de 1555 (Chile sin Gobernador, p. 284). Puesto que consta que lo del gobierno de Alderete quedó va resuelto y aun se comunicó al Consejo de Indias por Felipe II en carta de 1.º de noviembre del año anterior, es de suponer que el nuevo gobernador no tardaría mucho en emprender su viaje de regreso, ya que nada podía retenerle allí y su presencia en Chile era de urgencia y él más que ninguno estaba interesado en ir a tomar posesión de su cargo.

Si hemos de dar crédito a lo que refiere Góngora Marmolejo, Alderete habría estado dos veces en Londres, la primera para su negociación de los encargos que le hizo Valdivia, y la segunda con motivo de que, sabida allí la muerte de éste, el secretario Eraso, con quien había entrado en cierta compañía, después de hallarse ya de vuelta en Francia, le despachó un propio para avisarle que acababa de llegar noticia de la muerte de Valdivia a manos de los indios, y aconsejándole que regresase otra vez a Londres para gestionar sucederle en el gobierno. Sea o no exacto este hecho, lo que puede afirmarse es que en 15 de diciembre de ese año 1554 aún no era llegado a Valladolid, o por lo menos, presentado allí sus provisiones al Consejo de Indias, pues así se lo anunciaba éste al monarca contestando una carta suya datada en Londres el 1.º de noviembre en la que le comunicaba lo que el Emperador y él habían determinado en lo tocante a la gobernación de Chile en favor de Alderete, que es la misma a que nos referíamos poco antes, y cuyo extracto dio a conocer Morla en la página 168 en su Estudio histórico; pero sí puede también asegurarse que estaba ya en Valladolid el 8 de enero de 1555, fecha en que rindió su declaración jurada en el pleito que le pusieron la viuda e hijos de Juan Pinel (Documentos inéditos, t. IX, p. 240); y es evidente que tal notificación debió de hacérsele luego de llegar, pues el decreto para que prestase aquella declaración había sido dictado el 19 de diciembre y los interesados estarían ciertamente sobre aviso para no exponerse a perder el resultado de ese trámite que tanto afectaba a sus intereses. Ahora, si es posible entrar en una estimación de lo que pudo durar el viaje de Londres a Valladolid, tal vez consideradas las oportunidades para lograr barco que le transportase de Inglaterra a Francia y luego las dificultades que forzosamente tendría que encontrar en este país, entonces en guerra con España, que bien pudo obligarles a tomar otro camino, ya sea por mar o por tierra, no es exagerado suponer, nos parece, que ese viaje ha podido durar muy cerca de dos meses. Tal habría sido la razón por la cual Alderete no llegaba aún a Valladolid, con extrañeza de los del Consejo de Indias, en mediados de diciembre de 1554.

Para tener idea de lo que antaño solía ocurrir en tales viajes, aun por aquellos parajes, léase lo que refiere Oviedo a propósito del que hizo de Portugalete a Bruselas, que por accidentes del tiempo demoró en él casi cuatro meses. Historia de las Indias, t. III, p. 55.

Sigamos ahora con las otras circunstancias que afectan a nuestro relato y lo que para él puede deducirse de las palabras del poeta que quedan copiadas. No sabemos si bajo la primera de las que subrayamos quisiera aludir a la real cédula que se le dio, y cuyo texto no se conoce, para que le dejasen salir de España, o a alguna ayuda de costa para el camino, cuyos preparativos indica tuvo que efectuar con la frase que asimismo va de letra cursiva. Es lo más probable que comprendiera también esto último, ya que de otra manera sería difícil explicarse cómo pudo costear el gasto de esos cuatro criados, y tales socorros eran frecuentes de parte de los reyes a sus servidores.

Es cosa bien sabida para los que conocen los viejos papeles históricos el alcance que antaño se daba a esa voz criado, que Ercilla no se desdeñaba de aplicarse a sí mismo refiriéndose a Felipe II. Limitémonos, por tanto, a recordar con Fernández Guerra (página 149 de Don Juan Ruiz de Alarcón) que «la grandeza sin igual de los poderosos es servirse de personas que valen tanto como ellos», según lo notaba aquel célebre mexicano en su comedia Todo es ventura:


Y supuesto que no pierden
De su calidad los nobles
En servir...



Y luego más adelante en el mismo libro (página 234), analizando otro pasaje de Ganar amigos: «y aprovechó en este drama la ocasión de poner en su punto y deslindar, qué hay realmente de plebeyo y bajo en el servir, y qué de humano y digno. El título de criado sonaba entonces bien, pero no el de bufón y lacayo...»

Frecuentísimo es hallar en las informaciones de los conquistadores, que «militaron con sus armas, caballos y criados», aludiendo en éstos a servidores o allegados. En la licencia otorgada a Ercilla no se nombra a esos criados, ni después se encuentra en los documentos o en La Araucana alusión alguna a ellos, que debió de contenerse en la información perdida de sus servicios. También puede afirmarse que, si llegó con ellos hasta Lima, los que desde allí le acompañaron a Chile fueron indios peruanos.

Véase ahora el texto de esa licencia: «Don Alonso de Arcila y de Zúñiga, gentilhombre de Su Magestad y natural de Valladolid, hijo del dotor Arcila, fiscal que fue del Consejo Real, y de doña Leonor de Zúñiga, su mujer, se despachó para el Perú por soltero y por cédula real de Su Magestad en la nao de que es el maestre Diego Martín». -Contratación de Sevilla, libros de asientos de los pasajeros a Indias, años de 1553-1571. 48-1-2/18.

Ya habíamos hecho notar el error que encierra este documento respecto a la patria de Ercilla, suponiéndole natural de Valladolid, sin más fundamento, acaso, que el de haber vivido su padre y él allí algún tiempo.

Antonio de León Pinelo tomó nota de esta licencia en sus Anales de Madrid, inéditos, colocándola bajo el año en que fue otorgada, en estos términos: «38. D. Alonso de Ercila, ideen [licencia] gentilhombre del Rey». Dijimos también que don Juan Bautista Muñoz la había conocido y copiado.

Todavía, en otro documento del Archivo de Indias (148-2-6, libro 12) se repite la noticia de la licencia de Ercilla «para pasar al Perú y Chile, llevando cuatro criados para su servicio, por cédula dada en Valladolid en 5 de marzo de 1555». Y aun más, regístrase en esta forma: «En Valladolid, a 5 de marzo de 1555 a don Alonso de Ercilla y otros cuatro criados, en forma, para el Perú y Chile»; y a continuación: «Idem para que dejen pasar al Perú o Chile al dicho don Alonso de Ercilla, e Antonio de León, sus criados». Adviértase que en el mismo día se concedió igual licencia a don Francisco de Irarrázabal, con cuatro criados.

 

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La fecha de la partida de la armada del Virrey, y, por tanto, de Alderete, la da Diego Fernández en su Historia del Perú, t. II, p. 334 de la segunda edición: «Partióse, pues, el Marqués de Cañete para Sevilla (después de haberse aprestado para el viaje) y a los quince de octubre se embarcó en Sant Lúcar. Y también el adelantado Jerónimo de Alderete, que iba por gobernador de Chile».

La obra de Suárez de Figueroa, en la que era de creer que se encontrasen amplios detalles sobre el apresto de la armada y el viaje de Hurtado de Mendoza, no contiene palabra sobre ello.

Debemos suponer que el largo tiempo que duraron los aprestos del viaje los gastaran los que debían tomar parte en él, en las ciudades vecinas a Sanlúcar, Cádiz o Sevilla, sino allí mismo.

 

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No estará demás conocer los nombres de aquellas señoras destinadas a ser las principales fundadoras de la sociedad chilena, y porque, acaso, a alguna de ellas debió más tarde Ercilla la vida, a saber: doña Esperanza de Rueda, mujer de Alderete, y una sobrina suya de su mismo nombre y apellido; doña María de Mercado; doña Bernardina de Alderete; doña María Ramírez, doña Elvira Jufré; Catalina Hernández; doña Marina Ferrer; doña Constanza de Mendoza; doña María Osorio; doña Inés de Villacorta; doña Leonor de Villarroel; Ana Pérez; María Alvarez; doña Guiomar Jiménez; Isabel de Salinas. En las otras naves vinieron: doña María de Torres; doña Ana Briseño; doña Constanza de Meneses; María del Mazo; Francisca Suárez, Francisca de Ortega, Isabel de Cárdenas y María de Vega.

 

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Esta incidencia del viaje la puso Alderete en conocimiento de la Princesa Gobernadora, a fin de que por la necesidad en que se hallaba por tal percance, se le socorriese con algún adelanto de su sueldo: carta que no se conoce sino por el extracto que de ella se contiene en la real cédula de 24 de noviembre de 1555, que en esa parte dice como sigue: «... me ha sido hecha relación que a causa de la gran tormenta que les corrió a los navíos en quél iba y a otros navíos que salieron en su compañía para ir a esa tierra, les fue forzado, después de haber navegado muchos días, de volver a arribar a la bahía de Cádiz destos reinos, con gran trabajo y pérdida...» Medina, Documentos inéditos, t. VIII, p. 464.

 

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El Inca Garcilaso de la Vega, que tuvo como fuente para la relación del viaje del Virrey los datos de Diego de Fernández, añade de cosecha propia un incidente ocurrido durante la navegación a la nave de Alderete, la cual se habría prendido fuego por el descuido de una cuñada de éste, cierta beata que se quedó dormida rezando con una vela encendida. En el incendio habrían perecido las ochocientas personas que iban en la nave (sic), y escapado el Gobernador porque en los primeros momentos del fuego se metió con otros tres, «sin dar voces ni hacer otro ruido, porque no recordase la gente y se embarazasen unos a otros...» Comentarios reales, t. II, p. 467, segunda edición. Ya se comprende que, si hubo algo, no pasaría de un principio de incendio.

 

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«Llegado a Panamá, que es y ha sido sepultura de cristianos; enfermó de calenturas, y apretándole la enfermedad, murió». Góngora Marmolejo, p. 66. No dice este cronista que Alderete muriera en Taboga, pero el hecho se comprueba con otros testimonios, como son, el de Mariño de Lobera (Historiadores de Chile, VI, 191): «...murió en el camino, en una isla llamada Taboga, que está en la salida de Panamá...»; y el del Virrey, que en carta de 15 de octubre de 1556 así se lo anunciaba al monarca. Por lo demás, Ercilla lo dice expresamente (219-4-1 a 4:)


...en compañía
Del nuevo capitán y adelantado
Caminé desde Londres hasta el día
Que le dejé en Taboga sepultado...