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Respecto de esta parte del viaje de Ercilla, él mismo cuenta (219-4-5, 6) que después de haber dejado sepultado a Alderete en aquella isla, llegó a Lima


...con trabajos y porfia
De la fortuna y vientos arrojado...,



a tiempo que pudo salir con la gente que iba a Chile. En todo este relato hay vacíos, y aun diremos, que una exageración notable en cuanto al último aserto, según el cual pudiera pensarse que su arribo a Lima se verificó en las vísperas de partir la expedición de don García a Chile.

Nos parece, desde luego, que no hay motivo alguno para dudar de que su navegación desde Taboga la continuara en la misma nave que conducía a la familia de Alderete, la cual, casi de seguro, haría escala en Taita, según era de regla entonces, al decir del mismo Ercilla (444-3:)


...Paila y su puerto, que es primera
Escala donde surgen los navíos;



en todo caso, se sabe que fue a tomar tierra en Trujillo, a tiempo que el Virrey permanecía aún allí, si es que no ancló junto con él. El hecho consta de carta de Bernardino Romay, escrita desde Lima al Presidente del Consejo de Indias en 15 de octubre de 1557, cuyo texto en la parte pertinente debe leerse, porque encierra, además, un dato curioso acerca de la persona de don García, bastante ilustrativo de lo que le ocurrió a Ercilla en el trance más grave de su vida. Dice, pues, Romay, que «allí en Trujillo... cuando don García con algunos galanes se quería pasear por las calles, enviaba a decir a la mujer del adelantado Alderete que hiciera parar a sus damas a la ventana para pasearse él, y hasta once que había se paraban muy cargadas de luto y sin osar hacer otra cosa su señora». Medina, Docs. inéds., t. XXVIII, p. 91.

Es evidente, por tanto, que Ercilla estaba también entonces en Trujillo, y, siendo así, sin varias otras consideraciones que pudieran tenerse presentes, resulta evidente que no pasa de ser una figura de retórica la que emplea en La Araucana, de que llegó a Lima a tiempo, como si dijéramos en los momentos, que tal parece ser el sentido que corresponde a esa frase, en que pudo reunirse a los soldados que partían para Chile.

 

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Procede el dato de Ercilla, en su respuesta a la pregunta tercera del interrogatorio de la información de servicios de don Francisco de Irarrázabal (Documentos, p. 31:) «Que después quel dicho don Francisco llegó a este reino [Perú] le vio este testigo en casa del señor Visorrey...; e así lo sabe este testigo, porque, asimismo, estaba en la dicha casa...»

 

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Todo el comienzo del canto XII está, en efecto, consagrado a referir lo que se hizo por «el audaz Marqués y su prudencia» para dominar todo intento de revuelta en el Perú.

 

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Este, como varios de los sucesos que estamos obligados a insinuar simplemente ahora, los discutiremos al tratar de la verdad histórica del poema, cuyos dictados seguimos por el momento.

 

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Don García, advierte Pedro de Oña, (Arauco domado, canto I, p. 22:)


Quedose con el tercio más granado
Para surcar el campo cristalino...



 

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No trae el léxico de la Real Academia esta voz embanderar, sin duda porque en España se acostumbra poner colgaduras en vez de banderas en los balcones y puertas de las casas en los días de regocijos públicos.

 

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El número de naves de que se componía la flotilla de don García fue de diez, según Ercilla dice (220-3-5:)


Sobre diez galeras arribaban
Los prestos barcos...,



al hablar de su embarque en el Callao. Oña, contando el mismo hecho, limita el número (canto I, página 25:)


Do esperan cuatro naves artilladas
Pendientes de las áncoras ferradas.



Góngora Marmolejo (página 67) todavía más: «...en tres navíos bien aderezados de artillería, arcabuces y mucha munición de guerra...» Don García expresa en su Relación enviada a España (Docs. inéditos, t. XXVIII, p. 308) que se embarcó allí «en cinco o seis navíos». En otro documento de la misma índole (tomo citado, p. 305) habla de que para ir a Chile «llevó seis navíos de armada». El Cabildo de la Imperial escribía a Carlos V, en 14 de agosto de 1559, que «llegó don García a el puerto de Coquimbo con cinco navíos»; y el de Cañete, en la suya de 6 de diciembre de 1559, le refiere que «llegó [Don García] a esta provincia con ocho navíos». (Dicho tomo, pp. 337 y 340.)

Como se ve, ningún cronista ni documento alcanza a la prolijidad de Ercilla al contar esos «galeones», de ocho de los cuales ha podido establecer su nombre, procedencia y los maestres que los tenían a su cargo, don Tomás Thayer Ojeda (Los conquistadores de Chile, t. III, pp. 73 y 74). Quedan aún por conocer esos detalles respecto de los dos que faltan para enterar el número que apunta Ercilla, acaso de menos importancia que los otros, porque, seguramente, estarían destinados a llevar provisiones y demás elementos necesarios a la expedición. Así se explicaría también que Oña hable de sólo cuatro y los restantes testimonios citados de cinco, seis u ocho.

El número de soldados y tripulantes que iban en ellas lo ha dado a conocer el señor Errázuriz en la nota a de la página 40 de su Historia de Chile sin Gobernador, y sobre ello no tenemos nada que observar, puesto que es punto que no toca Ercilla.

En cuanto a la fecha de la partida de la armada, que señala también ese historiador, aunque sin dar fuente para ella, diremos que consta de la Crónica del Reino de Chile, de Mariño Lobera, p. 195: «...se embarcó don García, en el puerto del Callao de Lima, a dos días del mes de febrero de 1557, llevando consigo la gente más florida que hasta hoy ha entrado en Chile, y muchos religiosos...»

 

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Decimos que Ercilla se embarcó en la misma nave en que venía don García; al menos así creemos que se desprende de lo que expresó en su respuesta a la pregunta 2 del interrogatorio de servicios de Tristán de Silva Campofrío (Documentos, p. 102:) «...y embarcado [Silva] fue en el mismo galeón y navío en que fue el dicho gobernador: y todo lo sabe este testigo porque también fue en la dicha jornada con el dicho gobernador y lo vio como lo tiene declarado...»

No era posible esperar otra cosa respecto de quien había sido huésped del padre de don García en Lima.

Ese galeón fue el «San Juan de los Reyes». Así consta del número II del Testimonio de los cargos que se hicieron a Hurtado de Mendoza, en el cual se advierte que ni él ni ninguno de los que con él vinieron embarcados pagaron pasaje, o flete, como se decía entonces. Documentos inéditos, t. XXVIII, p. 381.

 

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Góngora Marmolejo, página 67, dice respecto del viaje de don García: «Con buen tiempo que tuvo llegó entres meses a la ciudad de la Serena». Mariño de Lobera: «Fue tan felice el viaje de don García de Mendoza y sus compañeros, que llegó a la ciudad de Coquimbo, llamada de la Serena, a diez y ocho días del mes de abril del mismo año de 57», considerando como cosa milagrosa el que se verificase en viernes, «día a que este caballero ha sido siempre devotísimo»; con lo que se ve que tal observación procede del religioso jesuita que retocó la Crónica de aquel rudo capitán. Ya veremos que sufrió error en lo de la fecha. Suárez de Figueroa (segunda edición, p. 17), que casi siempre le copia, se aparta de él en esto, pues expresa que «hecho al mar [don García] con buen tiempo navegó quinientas leguas de costa, en que pasó grandes trabajos, peligros y tormentas, por no estar aún descubierta aquella navegación». No hubo tal, pues Ercilla, que describe minuciosamente la ruta, seguida, con observaciones atinadísimas respecto al curso de los vientos, según podrá verse en nuestra Ilustración histórica, no habla de tales tormentas, sino del «prolijo mar y del peligro y pena de tan largo camino». Nada dice, sin embargo, por lo tocante a la fecha del arribo a Coquimbo. El señor Barros Arana, Thayer Ojeda y el señor Errázuriz, que señalan la que indicamos en el texto, no traen fuente que la autorice. Don García fue recibido como gobernador por el Cabildo en la Serena el día 25 de ese mes de abril, o sea, dos después de su llegada a Coquimbo. Acta inserta en otra del Cabildo de Santiago de 6 de mayo (Historiadores de Chile, I, p. 590). Algo más diremos sobre el particular en la Ilustración histórica.

 

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En la «Memoria de las medicinas que yo Hernán Pérez, boticario, di por mandado del Gobernador desde Lima, que empezó a 22 de mayo de 1557», aparecen, en efecto, para él las recetas siguientes:

«Para el señor don Alonso de Arcila, jarabe acetoso, dos onzas; agua de endivia, 3 onzas; tomolo 3 veces: IX pesos.

Para don Alonso de Arcila, una onza de cardenillo: un peso.

Para D. Alonso de Arcila, media onza de trementina: cuatro reales.

Para don Alonso de Arcila, una onza de miel rosada y media de ungüento basilicón: dos pesos».


Biblioteca Nacional de Santiago, M. S.                


Algunos de estos medicamentos le fueron suministrados después de su arribo a Chile. Consultado por nosotros un sabio doctor y amigo me dice respecto al fin a que pudieran ir enderezados esos remedios lo que sigue: «aquejado el poeta de una enfermedades cuyo tratamiento usó de una poción de agua de endivia con jarabe acetoso y de un ungüento fuertemente cargado de cardenillo (carbonato de cobre) y relacionando los 24 años de su edad con la poción diurética y con el ungüento cáustico, no sería irrespetuoso suponer que durante aquella navegación, dedicó sus ocios al recuerdo de Venus. Ulcerosa...»