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1

U. Eco ha apuntado diferentes funciones para este particular espacio (reunir, atesorar, transcribir, hacer leer el libro e incluso ocultarlo) en De Bibliotheca, pp. 14 y ss.

 

2

P. Bourdieu: «Les trois étapes du capital culturel», Actes de la recherche en sciences sociales, pp. 3-6. Ver, del mismo autor: La distinction. Critique sociale du jugement, pp. 251 ss.

 

3

El resultado de ese viaje lo transmite Reverte en Vagabundo en África (1998). Para más datos, ver nuestro estudio: «Vagabundo en África: Javier Reverte y Joseph Conrad en el corazón de las tinieblas» en: Leer el viaje. Estudios sobre la obra de Javier Reverte, J. Peñate editor, pp. 175-200.

 

4

Aunque más generalizado en la segunda parte del siglo XIX español, el viaje de escritores a Europa (sin obedecer a motivos de exilio o de destierro) no es algo excepcional en la primera parte; recordemos los nombres de Modesto Lafuente, Antonio María de Segovia, Eugenio de Ochoa, Espronceda, Antonio Flores, Estébanez Calderón, Ayguals de Izco, entre otros. Ver sobre este punto el estudio de E. Ortas Durand «La España de los viajeros (1755-1846)», pp. 48-103.

 

5

Es de particular interés la aproximación a esta obra debida a E. Rubio Cremades: «Recuerdos de viaje por Francia y Bélgica en 1840-1841, de Ramón de Mesonero Romanos», pp. 159-168.

 

6

Serie «en la cual hay trozos dignos por sí solos de inmortalizar a aquel ilustre vate» y de la que cita un breve fragmento: R. de Mesonero Romanos, Recuerdos de viaje, p. 207. Todas nuestras citas provienen de la edición realizada por La Ilustración Española y Americana (Madrid, 1881), que supone una ampliación y corrección de la de 1862 y que ha sido reeditada por la Editorial Miraguano en 1983.

 

7

R. de Mesonero Romanos, op. cit., p. 35.

 

8

La lista citada es: Charles Didier (Six mois en Espagne), Roger de Beauvoir (La Porte du Soleil, 1844, 4 vols.), Théophile Gautier (Tras-os-montes, 1843), Alexandre Dumas (De Paris à Cadix, 1848), Challamel (Un été en Espagne, 1843), Georges Borrow (La Bible en Espagne, 1843), Giraud y Desbarolles (Deux artistes en Espagne, 1865) «y otros muchos que sería enojoso recordar» (Ibid., p. 281).

Tengamos en cuenta que Mesonero Romanos era un comprador compulsivo de libros durante sus viajes y que poseía una de las mejores bibliotecas privadas del siglo XIX en España. Chantal Colonge ofrece una gran cantidad de datos sobre «La bibliothèque de Mesonero Romanos», pp. 129-148.

 

9

Ibid., p. 28. Anotemos que el Semanario Pintoresco Español (1836-1857), dirigido por Mesonero, critica el comportamiento de tales extranjeros y también el de los españoles que salen al exterior y no ponen por escrito su visión del otro, algo que el semanario considera como una acción formadora e incluso patriótica: J.-R. Aymes: Voir, comparer, comprendre, pp. 287-288.

 

10

«[...] que ninguna princesa ni cosa tal nos salió al camino; que ningún entuerto ni desaguisado se cometió con nosotros; que tampoco fuimos objeto de un especial agasajo; y que, en fin, entramos en la región gálica como Pedro por su casa, lo mismo que ellos (los galos) entran cada y cuando les place por nuestra España [...]» (Ibid., p. 21). Sobre la imagen del español en la literatura francesa de la primera parte del XIX, ver Romantique Espagne, de L.-F. Hoffmann, en particular las pp. 69-137, donde se sintetiza el «tipo» español: un auténtico dechado de crueldad, sensualidad (en la mujer), individualismo y orgullo.

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