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La misma decoración del acto primero. Luz en la escena. |
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Escena primera |
DOÑA ESPERANZA, MATEO. |
ESPER. |
¿Y ahora hablaréis? |
MATEO |
Sí, señora; |
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porque ahora nos encontramos |
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en lugar seguro, y yo |
|
he cumplido con mi encargo. |
ESPER. |
En el nombre de Quevedo, |
|
me juraron vuestros labios |
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que peligraba mi honra |
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si no os seguía: bajamos, |
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y conducisme en mi silla |
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aquí, en donde os reclamo |
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la palabra que me disteis |
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de hacer a mis ojos claro |
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el negro plan encubierto, |
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que hacía a mi honor agravios. |
MATEO |
Empiezo, pues. Yo, señora, |
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me llamo Mateo Cano, |
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y fui soldado en Italia |
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con el de Alva, tres años. |
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Con justicia o sin justicia |
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gané fama de bizarro, |
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y por esta cualidad, |
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me estimaban los hidalgos. |
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Sobre todos don Francisco, |
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que es de valientes dechado. |
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Una vez por una moza, |
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las mozas eran mi flaco, |
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me trabé con un sargento |
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de palabras, y villano |
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me da un bofeton: entonces, |
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ciego de coraje, parto |
|
y le hiero, y a no hallarse |
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muy a punto un cirujano, |
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que le curó muy a punto, |
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me paga el bofetón caro. |
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Me Prenden y me sentencian |
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a ser arcabuceado; |
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pero don Francisco, que era |
|
del duque, no amigo, hermano |
|
logró mi perdón del duque, |
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a fuerza de suplicarlo. |
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A no ser por él hubiera, |
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muerto, sin darme un abrazo |
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mi madre, una pobre vieja, |
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que rezaba más que un santo, |
|
y que he hecho llorar más agua |
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que vino he bebido en jarro. |
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¡Pobre madre! Murió a poco |
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tiempo que me licenciaron, |
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y al darme el último beso, |
|
apretándome la mano, |
|
dijo: «A Quevedo le debo |
|
la última dicha que alcanzo.» |
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Yo lloraba como un chico, |
|
y aun hoy lloro al recordarlo. |
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¿Pero vos también, señora? |
ESPER. |
Proseguid. |
MATEO |
Pasaron años: |
|
mi oficio de tejedor |
|
no me bastaba a mi gasto, |
|
y siguiendo unos consejos, |
|
no sé si buenos o malos, |
|
contando con mi bravura |
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y unido con unos cuantos, |
|
me dediqué honradamente |
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a ser defensor de hidalgos. |
|
Me encomiendan sus negocios; |
|
siempre cara a cara ataco; |
|
según la causa y el precio, |
|
pego de corte o de plano; |
|
si pierdo, callo y me curo, |
|
y si gano, bebo y callo. |
|
Don Andrés de Barrizales, |
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y que es muy buen parroquiano, |
|
me encargó que os diera un susto, |
|
a cuchilladas entrando |
|
para que la gente os viera |
|
desmayada y en sus brazos |
|
esta noche. |
ESPER. |
Tal infamia... |
MATEO |
Me habéis dicho que hable claro. |
|
Allá fui; pero no bien |
|
abrimos la puerta, cuando |
|
un hombre contra nosotros |
|
a mandobles se abre paso. |
|
¡Alzo mi acero, y por Dios, |
|
que si a soltar llego el tajo, |
|
me arranco después yo mismo |
|
el corazón a pedazos! |
|
Es Quevedo; me conoce, |
|
y al camarín señalando |
|
en que estabais vos, señora, |
|
«sálvala», dice; «yo parto |
|
a impedir que don Andrés |
|
y don Marcial hagan daño. |
|
Aquí no se halla segura; |
|
en mi casa ponla en salvo.» |
|
Yo no sé si sois su deuda, |
|
o si otro afecto más santo |
|
a defenderos le guía, |
|
yo obedecí su mandato. |
|
Ahora permitid que os deje. |
|
Ese, señora, es el cuarto: |
|
tal vez en este momento |
|
necesite de mi amparo. |
|
Adiós, señora. (Vase.) |
ESPER. |
Él os guíe. |
|
¡Qué es lo que me está pasando! |
|
Escena II |
DOÑA ESPERANZA |
Mujer y sola a la corte |
|
venir, fue imprudente paso: |
|
harto en mi niñez un día |
|
me lo dijo un desengaño; |
|
le olvido, y vuelve, y me asedian |
|
dos mancebos, confiados |
|
en hallarme sin marido, |
|
deudo, valedor ni hermano; |
|
pero ¿cómo don Francisco |
|
supo sus intentos bajos? |
|
¿Por qué no me dio un aviso? |
|
¿Por qué medio tan extraño |
|
para librarme escogí? |
|
Es misterio que no alcanzo |
|
a penetrar... Y el billete |
|
hoy por el duque firmado |
|
tiene una intención tan doble... |
|
Tiene un sentido tan vago... |
|
«Ya conocéis a Quevedo, (Leyendo.) |
|
quien con sus escritos sabios |
|
os asombró; le habéis visto; |
|
es bueno y es desgraciado: |
|
si a la soledad y al tedio |
|
se consiguiera arrancarlo, |
|
si una dulce compañera |
|
con su tiernísimo halago |
|
de la injusticia del mundo |
|
le compensara los daños, |
|
tal vez diera fruto opimo, |
|
en vez de secarse el árbol. |
|
A ser así, con qué gozo |
|
firmaría yo el contrato |
|
entre una noble señora |
|
y entre un varón tan preclaro. |
|
Don Luis Lacerda.» Él la casa |
|
me buscó, y al propietario |
|
dijo que viera, y Quevedo |
|
al verme estaba turbado... |
|
Acaso amor... ¡Imposible! |
|
No se ama en un día tanto, |
|
y él es la primera vez |
|
que me ha visto; sin embargo, |
|
a pesar mío, yo siento |
|
que pienso en él demasiado. |
|
Recuerdo como en un sueño |
|
sus facciones. ¡Cielos santos! |
|
Sería... ¡Imposible! ¡No! |
|
¡Es locura imaginarlo! |
|
Esperaré a que él aclare |
|
el misterio... Siento pasos... |
|
Hay llave por dentro... ¡Sí! |
|
¡En seguridad aguardo! |
(Se entra en el cuarto de la derecha, cerrando la puerta, hasta que indique que debe volver
a la escena.) |
|
Escena III |
ADÁN y DOÑA ESPERANZA. |
ADÁN |
Cierra la puerta... Quevedo, |
|
abrid: soy yo, vuestro hermano... |
|
Adán de la Parra. ¿Fuisteis |
|
a ver al rey a palacio?... |
|
Mirad que el riesgo se aumenta, |
|
pues jugáis la vida... ¡Vamos! |
|
¡¡Abridme!!... |
ESPER. |
¿Qué estáis diciendo? |
|
Quevedo... |
ADÁN |
¡Jesús! |
ESPER. |
Calmaos. |
|
Sé que vuestras almas une |
|
la amistad con tierno lazo, |
|
y de algún riesgo sin duda |
|
te preveníais... Fiaros |
|
podéis de mí, que deudora |
|
le soy del favor más alto. |
ADÁN |
El rostro es del alma espejo, |
|
señora, dice el adagio, |
|
y vos la tenéis hermosa; |
|
no puede a tan puros labios |
|
asomar una mentira, |
|
que perdiera a un hombre honrado. |
|
(Tengo que ir al Tribunal; |
|
ya me estarán aguardando.) |
|
Si a Quevedo veis, decidle |
|
que no pierda tiempo en vano, |
|
que suceda lo que quiera |
|
en mi casa he de ocultarlo. |
|
Aunque yo pierda la vida, |
|
¿qué me importa, si le salvo? |
|
Yo mi libertad lo debo, |
|
y en esto una deuda pago. |
ESPER. |
¿Vos también? Adonde quiera |
|
que ese hombre lleva sus pasos, |
|
siembra el bien... ¡Oh! Si pudiese |
|
a mi vez servirle en algo... |
ADÁN |
¿Sois casada?... |
ESPER. |
Esa pregunta... |
ADÁN |
Esa pregunta es del caso, |
|
pues si no lo sois, podéis |
|
salvarle. |
ESPER. |
¿Cómo? |
ADÁN |
Casándoos |
|
con él. |
ESPER. |
¿Qué peligro corre |
|
de no hacerlo? |
ADÁN |
Ser tostado |
|
o no ver la luz del sol, |
|
al menos por muchos años. |
ESPER. |
¡Él! ¿Y por qué? |
ADÁN |
En una sátira |
|
que a escribir le tentó el diablo, |
|
el matrimonio pintó |
|
con los colores mas malos. |
|
En una comedia luego |
|
vino a remachar el clavo: |
|
hablose mucho en la corte; |
|
y cierta noche, en su cuarto, |
|
cierta condesa-duquesa |
|
propuso, en chanza, casarlo |
|
o achicharrarle soltero, |
|
si desoía el mandato. |
|
A Quevedo en un billete |
|
se lo indicó: él no hizo caso, |
|
y, en chanza, envió sus escritos, |
|
al Santo Oficio, encargando |
|
que se examinase bien, |
|
si eran para el dogma un cáustico. |
|
Y como por complacer |
|
a la esposa del privado, |
|
aun en chanza, se quemara, |
|
no, digo a Quevedo, a un santo, |
|
no se admite otro mentís |
|
a sus escritos que el lazo, |
|
de himeneo. De prenderlo |
|
estoy ya mismo encargado: |
|
si no es marido a las tres, |
|
es prisionero a las cuatro. |
|
Ya veis su apuro, señora; |
|
dadle, por Dios, vuestra mano: |
|
sois hemosa, ya lo veo; |
|
él es feo, pero en cambio |
|
debajo de la ropilla |
|
tiene un corazón muy guapo. |
|
Le sois de un favor deudora, |
|
me dijisteis, pues pagádselo, |
|
tiene regular hacienda... |
|
¿Qué sentís? |
ESPER. |
Un desengaño. |
ADÁN |
Quevedo es un sabio... |
ESPER. |
Sí, |
|
un sabio, y no más que un sabio. |
ADÁN |
Pero, vos... |
ESPER. |
Yo le diré |
|
puntualmente vuestro encargo. |
ADÁN |
Pero... |
|
En el tribunal |
ESPER. |
os estarán aguardando. |
ADÁN |
Pero... |
ESPER. |
Callad ya: ¿no veis |
|
que me estáis haciendo daño? |
ADÁN |
Yo, señora, si... |
ESPER. |
Id con Dios. |
ADÁN |
(¡Si habré hecho mal, cielo santo!) |
|
Escena IV |
DOÑA ESPERANZA |
Quien su mano conducía |
|
no era el amor, era el miedo: |
|
¡apenas creerlo puedo, |
|
yo, que tan alto veía |
|
a don Francisco Quevedo! |
|
El que de su inspiración |
|
soltando el rico raudal |
|
enaltece el corazón, |
|
tiene miedo al tribunal |
|
de la Santa Inquisición. |
|
Y en vez de amante, advertida |
|
en mí fija la mirada |
|
porque peligra su vida, |
|
y me busca agradecida |
|
para encontrarme obligada. |
|
Todo era ficción, ficción, |
|
y yo inmutarse le vi, |
|
y escuché la conmoción |
|
de aquella voz... ¡Ay de mí!, |
|
¡que llegaba al corazón! |
|
¡El corazón... desvarío! |
|
Esa fuente de pasión |
|
pronto la seca el estío. |
|
¿Dónde hallar un corazón |
|
como este corazón mío? |
|
Aunque tristezas me das, |
|
decir con orgullo puedo, |
|
sintiendo que entero estás: |
|
-Corazón, tú vales más |
|
que el corazón de Quevedo. |
|
Escena V |
DOÑA ESPERANZA, DOÑA GAITANA. |
ESPER. |
¡Quevedo! |
GAITANA |
Quevedo es |
|
el hombre más ruin... |
ESPER. |
¡Gaitana!, |
|
tú aquí. |
GAITANA |
Buscándoos. |
ESPER. |
¿Sabias |
|
en dónde encontrarme? |
GAITANA |
¡Vaya! |
|
¿No os trajo aquí don Marcial |
|
libertándoos de las garras |
|
de don Andrés? |
ESPER. |
¿Eso sabes? |
|
(¿Me habrá vendido?) |
GAITANA |
Y venganza |
|
vengo a buscar de Quevedo. |
ESPER. |
(¡Siempre ese nombre!) |
GAITANA |
Canalla |
|
como Quevedo... |
ESPER. |
(¡Otra vez!... |
|
¿Hizo alguna acción liviana? |
GAITANA |
Liviano es él y asadura, |
|
y también la desollada |
|
que le echó al mundo. ¡Dios mío!, |
|
perdonadme si... Ave gratia... |
|
plena... |
ESPER. |
Pero en fin, ¡qué es ello? |
GAITANA |
¿Qué es ello? Menos que nada. |
|
Os lo voy a referir |
|
con todas sus circunstancias |
|
agravantes. El bandido |
|
(que así le fría la santa |
|
Inquisición, con manteca |
|
de ahorcado, antes de la pascua), |
|
sin saber cómo o por dónde |
|
estaba dentro de casa. |
|
Le pregunto, me contesta |
|
con muy melosas palabras; |
|
pero de pronto catad |
|
que me arremete a puñadas, |
|
vis aut metus, como dicen |
|
en la Instituta Romana; |
|
y con sus dedos sacrílegos |
|
la toca me desencaja, |
|
y me despoja del manto, |
|
y en fin, virgo predicanda, |
|
iba a dejarme lo mismo |
|
que la primera mañana |
|
en que por parir mi madre |
|
vine a este valle de lágrimas. |
|
Ítem pellizcando el hombro |
|
¡ay Dios!, que desnudo estaba, |
|
«chilla, bruja,» me decía, |
|
hija de una salamandra.» |
|
A una ilustre señora |
|
de tan ilustre prosapia. |
|
Y delante de mí, ¡oh témpora!, |
|
se mete dentro mi saya, |
|
se reboza con mi manto, |
|
por la escalera se escapa, |
|
y me deja en el pasillo |
|
con pudor y con enaguas. |
ESPER. |
¿Y después? |
GAITANA |
Todo en silencio, |
|
yo recorriendo la casa, |
|
sólo encontré al rodrigón |
|
escondido en una cámara. |
|
Me visto y vengo a buscaros, |
|
que aquí don Marcial se halla, |
|
y protegerá a la dueña |
|
como ha protegido al ama. |
|
Y aquí ha de volver Quevedo, |
|
y me ha de volver intacta |
|
toda mi honra. |
MARCIAL |
(Dentro.) ¡Mil tajos!... |
GAITANA |
Ya está ahí don Marcial. ¡Venganza! |
ESPER. |
Yo sé lo que hacer me toca: |
|
venid conmigo a esa estancia. |
GAITANA |
Pero... señora... |
ESPER. |
Venid. |
GAITANA |
Pero... |
ESPER. |
Yo soy quien lo manda. |
|
Escena VI |
DON MARCIAL y DON ANDRÉS, conduciendo la silla. |
MARCIAL |
Huyendo las rondas, tardo |
|
en llegar una hora entera, |
|
y además en la escalera |
|
a poco vuelca Leonardo. |
|
Signos son de mal agüero; |
|
pero ya una vez aquí... |
|
Vuelve a ese cuarto... Así... |
|
Voy a darte tu dinero. |
(Entran la silla en el cuarto de la izquierda, y DON MARCIAL se guarda la llave.) |
MARCIAL |
Pues en asunto tan grave |
|
me has servido, te lo aprecio |
|
de este modo. |
ANDRÉS |
Es corto el precio. |
MARCIAL |
¿Qué precio pones? |
ANDRÉS |
La llave. |
MARCIAL |
¿La llave, dices? |
ANDRÉS |
Sí tal. |
MARCIAL |
¿Sabes con quién hablas? |
ANDRÉS |
Pues; |
|
pero vos no. |
MARCIAL |
¡Don Andrés! |
ANDRÉS |
¿Qué os sorprende, don Marcial? |
|
La guerra era nuestra enseña, |
|
y ambos de ella hemos usado. |
MARCIAL |
¿Me ganasteis el criado? |
ANDRÉS |
Lo mismo que vos la dueña; |
|
y pues estáis obstinado, |
|
juguemos en la partida |
|
por esa llave la vida; |
|
prosiga el lance empezado. |
MARCIAL |
Jamás un Pacheco cede. |
|
Desenvainad sin demora. |
(Aparece QUEVEDO en la ventana de la izquierda.) |
ANDRÉS |
Aquí no, que a esa señora |
|
comprometérsela puede. |
MARCIAL |
Mirado sois. |
ANDRÉS |
Ya lo veis. |
|
La noche en sus sombras crece; |
|
bueno el Prado me parece |
|
a esta hora. |
MARCIAL |
Como gustéis. |
ANDRÉS |
(Allí está Mateo, y basta.) |
(Vanse, cerrando la puerta del foro.) |
|
Escena VII |
QUEVEDO |
(En la ventana.) |
|
Norabuena: si se baten, |
|
aunque ambos a dos se maten, |
|
no se ha de acabar la casta. |
|
Sáqueme el Señor al fin |
|
mejor en esta jornada |
|
que al galán de la posada |
|
y al galán de San Martín. |
|
Desciendo: Dios sea conmigo. |
|
Escena VIII |
Mientras QUEVEDO baja, aparecen en la puerta derecha DOÑA ESPERANZA y DOÑA
GAITANA. |
ESPER. |
Para obtener mi perdón |
|
Ya sabes la condición. (Vase.) |
GAITANA |
Sí, ya... (Soberbio castigo. |
|
Él es.) |
QUEVEDO |
Si en vez de reproches |
|
(Acabando de bajar.) |
|
ese ángel me da consuelo, |
|
si yo en sus ojos de cielo |
|
logro leer... (DOÑA GAITANA mata la luz.) |
|
Buenas noches. |
GAITANA |
(Estando a oscuras es fácil |
|
que se le pueda engañar |
|
fingiendo la voz.) |
QUEVEDO |
(¡Qué es esto! |
|
Tal vez un lazo...) ¡Quién va! |
GAITANA |
Quien os ama, y por vos teme |
|
con la más tierna ansiedad. |
QUEVEDO |
¿Quién me ama? |
GAITANA |
(Si por marido |
|
logro pescar al galán, |
|
al Santo Cristo de Burgos |
|
ofrezco un cirio pascual.) |
QUEVEDO |
¿Y quién es la que a buscarme |
|
viene así en la oscuridad? |
|
¿Eres Silfa, que en mis sueños |
|
formó mi bello ideal, |
|
o Bruja, que en una escoba |
|
montada al sábado va? |
GAITANA |
Soy, Quevedo, una señora, |
|
que arriesga su honestidad |
|
para venir a deciros, |
|
que os quieren vivo tostar |
|
por herético a las tres, |
|
si a las cuatro no os casáis. |
QUEVEDO |
Atrasada es la noticia: |
|
mas ¿con quién me he de casar? |
GAITANA |
Nuestro corazón, Quevedo, |
|
es bueno, noble... |
QUEVEDO |
Si tal |
|
una mujer me dijera... |
GAITANA |
¿Pues no os lo digo yo? |
QUEVEDO |
¡Ya! |
|
Pero no hay luz... Vuestra mano... |
(Tomándola.) |
|
¡Vade retro! ¡Satanás! |
|
Te conocí, vieja bruja, |
|
hija del mismo Belial. |
GAITANA |
Yo soy, que os vengo mi fe |
|
a ofrecer... |
QUEVEDO |
Mujer falaz, |
|
si es tu cara de estameña |
|
lo mismo que tu sayal, |
|
si tienes los ojos verdes |
|
como las lechuzas... |
GAITANA |
¡Bah! |
|
si yo os ofrezco mi fe. |
QUEVEDO |
Y también tu fe-aldad. |
GAITANA |
La Inquisición, don Francisco, |
|
mañana me vengará. |
QUEVEDO |
¡Que me tuesten! Lo prefiero |
|
a no casarme con tal |
|
harpía, que con azufre |
|
rebozada ha tiempo está, |
|
y la emplumaron diez veces |
|
por zurcidora... |
GAITANA |
Callad, |
|
lengua de escorpión. |
|
Escena IX |
DICHOS y DOÑA ESPERANZA, con luz. |
ESPER. |
¡Qué es esto! |
|
¿Qué son tales voces?... |
QUEVEDO |
¡Ah! |
|
¿Qué han de ser, señora mía? |
|
Un diablo descomunal, |
|
que armado de saya en tocas, |
|
se vino el alma a llevar. |
|
¿Quién te contó mi desdicha? |
ESPER. |
Yo. |
QUEVEDO |
¡Vos, señora! |
ESPER. |
(A GAITANA.) Marchad. |
|
Escena X |
DOÑA ESPERANZA, QUEVEDO. |
QUEVEDO |
Cómo sabéis, señora... |
ESPER. |
Vuestro amigo |
|
Juan Adán de la Parra, hace un momento |
|
se confió conmigo. |
|
¡Una proposición con que me ha honrado |
|
de casarme con vos!... No es admisible; |
|
casarme sin amor nunca he pensado. |
QUEVEDO |
Más que un amigo tonto, es preferible, |
|
señora, un enemigo encarnizado. |
ESPER. |
Pero yo agradecida |
|
al que por defenderme así se empeña, |
|
busco la dueña, ofrézcole la vida... |
QUEVEDO |
¡Y me ofrecéis la vida... con la dueña! |
ESPER. |
¿No la admitís? |
QUEVEDO |
No a fe: no tiene encanto |
|
para el que en triste soledad vejeta |
|
esa vida, que todos aman tanto... |
|
No es este mundo el mundo del poeta. |
|
Yo nada soy, señora; nada puedo |
|
por mi suerte funesta. |
|
Al perderos a vos nada me resta. |
ESPER. |
¿Nada es la gloria para vos, Quevedo?... |
QUEVEDO |
¿Qué es esa pobre gloria tan nombrada |
|
al que tras su laurel no ve, señora, |
|
ni el beso de la boca enamorada, |
|
ni la luz de los ojos en que adora? |
|
Triste trofeo de la triste historia |
|
de un triste, a quien viviendo hicieron trizas. |
|
Y cuando el infeliz alcanza gloria, |
|
no quedan de su cuerpo ni aun cenizas. |
|
No me cuido por cierto |
|
de mis dichas aquí... después de muerto. |
|
Yo solamente en vuestro amor vivía. |
ESPER. |
Tal me amáis desde hoy... ¿Quién lo diría? |
|
¿Tanto el amor de pronto os enajena? |
QUEVEDO |
¡Os burláis!... ¡Feliz vos!... Solo el que quiere |
|
con toda el alma, sabe la honda pena |
|
de un pobre corazón, que amando muere. |
ESPER. |
Basta de fingimiento: me es notoria |
|
la historia de ese amor... tan verdadero, |
|
y al duque le diríais otra historia. |
QUEVEDO |
Al duque... |
ESPER. |
Ved su carta, caballero. |
QUEVEDO |
(Después de leer rápidamente la carta.) |
|
No consiento que así manchéis su gloria. |
|
Oid ahora lo que sólo un día, |
|
que nunca llegará (vos lo habéis dicho), |
|
salir debiera de la boca mía. |
|
Una niña gentil, rosa temprana, |
|
que apenas entreabría |
|
su casto broche al sol de la mañana, |
|
con su aromada esencia |
|
supo embriagar el alma enamorada: |
|
desde que vi la luz de su mirada, |
|
hace años, es la luz de mi existencia. |
|
Única flor con que bordó el destino |
|
el ardiente arenal de mi camino... |
|
ahora que veis que lloro, |
|
decidme si es que miento o que la adoro. |
|
Una vez en el templo, un hombre osado, |
|
por un error que le costó la vida, |
|
tocó aquel bello rostro tan preciado |
|
con su mano atrevida. |
|
Al sacrílego ultraje |
|
del templo le saqué: cruza el acero, |
|
y ciego de coraje |
|
junto a la casa del Señor le hiero. |
ESPER. |
¡Eráis vos! |
QUEVEDO |
Emigré: pasaron años, |
|
años, sin ver la lui por quien existo. |
|
No me importa: bien vale haberla visto |
|
el sufrir tan amargos desengaños. |
ESPER. |
Pero ahora la encontráis... |
QUEVEDO |
Es cierto. Ahora |
|
no consiento que el duque nada pierda |
|
en vuestra estimación: don Luis la Cerda, |
|
es mi amigo y no más. Adiós, señora. |
ESPER. |
Quevedo, detened: el alma mía |
|
se negaba a creer que en vos pudiera |
|
caber miedo o falsía. |
|
Yo también en mis sueños me forjaba |
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un sublime ideal, y hoy decir puedo, |
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que antes de conoceros os amaba. |
QUEVEDO |
Vos, Esperanza, vos... |
ESPER. |
Si..., yo..,. Quevedo. |
QUEVEDO |
Háblame, ilusión mía, |
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mírame, que te quiero estar mirando: |
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mírame más aun... más todavía: |
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si este es un sueño, oh Dios muera soñando. |
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El despertar después... me mataría. |
ESPER. |
No es sueño. |
QUEVEDO |
¿Es realidad? ¿O es desvarío? |
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Para ser tan feliz, Señor, ¿qué he hecho? |
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Se quiere el corazón saltar del pecho. |
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¡Me va el gozo a matar!... ¡Llanto! ¡Dios mío! |
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Escena última |
DICHOS, DON ANDRÉS, DON MARCIAL, CORCHETES, DOÑA GAITANA, ADÁN,
dentro. |
ADÁN |
Abrid. |
MARCIAL |
A hacerlo voy yo, |
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que tengo llave. |
GAITANA |
¡Qué ruido!... |
(Se abre la puerta.) |
ADÁN |
Quevedo, sabed que... |
ESPER. |
No |
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prosigáis; es mi marido. |
ADÁN |
¿Si? Quitaos de delante. (A los CORCHETES que |
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se van.) |
ESPER. |
Si me ama... |
QUEVEDO |
¡Oh, dicha completa! |
ESPER. |
La que le admiró poeta, |
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lo sabrá adorar amante. |
QUEVEDO |
Ángel de luz, tú verás |
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si basta a pagarte hoy |
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toda el alma que te doy, |
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la ventura que me das. |
ANDRÉS |
¡Marido! |
QUEVEDO |
Ya es ocasión |
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que pongáis la carantoña, |
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porque me caso con doña |
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Esperanza de Aragón. |
MARCIAL |
Nos veníamos aquí |
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sin trabar la lucha fiera, |
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para que ella eligiera... |
QUEVEDO |
Justo: y me ha elegido a mí. |
ADÁN |
Pero no cerrasteis. (A D. MARCIAL.) |
MARCIAL |
Pues. |
ANDRÉS |
¡Si será brujo! |
QUEVEDO |
¡Tal cual! |
ANDRÉS |
¡Lucido estáis, don Marcial! |
MARCIAL |
Igual que vos, don Andrés. |
QUEVEDO |
Al cabo logré mi afán. |
ADÁN |
Pues todo este beneficio |
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le debéis al Santo Oficio. |
QUEVEDO |
De estas habrá pocas, Juan. |
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Y pues que de mi boda |
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se acerca el día, |
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canto a los matrimonios |
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en seguidillas, |
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metro de baile, |
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que pueden castañuelas |
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acompañarle. |
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En el mar de la vida |
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náufrago el hombre, |
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es la mujer la barca |
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donde se acoge, |
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y allí reposa |
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durmiendo al son del ruido |
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que hacen las olas. |
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Y unas veces le lleva |
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a puerto amigo, |
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y otras veces navega |
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sin rumbo fijo; |
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y aún otras varias, |
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si la barca no es buena, |
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suele hacer agua. |
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El que lo advierta a tiempo |
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ponga reparos, |
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el que sea inadvertido |
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que deje el casco. |
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Y el que no quiera |
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correr riesgo en el agua, |
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que ande por tierra. |
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Y yo que en Esperanza |
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pongo la mía, |
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de mi Esperanza espero |
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lograr la dicha. |
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Por sus luceros |
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modelo de maridos |
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será Quevedo. |
FIN DE LA COMEDIA. |