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11

El tormento de Prometeo en el Cáucaso, devoradas sus entrañas por un buitre y continuamente regeneradas, ofrece una equivalencia simbólica con el descenso a los infiernos que protagonizan tanto Orfeo como Hércules, en una suerte de enfrentamiento a los dioses correspondiente a impulso civilizador, representado por la transmisión del fuego, la enseñanza de los oficios v las artes y la fundación de ciudades.

 

12

En un estudio ya clásico, Eugenio Garín apuntó el trasfondo mágico de gran parte del pensamiento renacentista («Magia y astrología en la cultura del Renacimiento», La revolución cultural del Renacimiento, Barcelona, Crítica, 1981, pp. 197-216), relacionado por Ioan P. Culianu con la codificación amorosa (Eros y magia en el Renacimiento, Madrid, Siruela, 1999). Posteriormente han destacado algunos de estos aspectos en las letras españolas A. Hurtado Torres, La astrología en la literatura del Siglo de Oro, Diputación de Alicante, 1984; y P. Alonso Palomar, De un universo encantado a un universo reencarnado: magia y literatura en los Siglos de Oro, Valladolid, Grammalea, 1994.

 

13

Vid. P. Ruiz Pérez, «Égloga, silva, soledad», La égloga, B. López Bueno (dir.), Sevilla, Universidad, 2002, pp. 387-429.

 

14

Tras la afirmación de la dignidad del castellano, la poesía romance experimenta una tendencia al levantamiento estilístico, hasta dar en un desequilibrio de los verba sobre la res, apuntada como una de las claves de la «poética cultista»; vid. B. López Bueno, La poética cultista de Herrera a Góngora, Sevilla, Alfar, 1987.

 

15

P. Ruiz Pérez, «Égloga, silva, soledad», op. cit., pp. 396; en ese artículo se hallan también las referencias de las hibridaciones de bucolismo en los poetas citados.

 

16

En este paradigma se neutralizan, como el propio Herrera pretendiera en el tratamiento editorial de la composición garcilasiana «Ad florem Gnidi» la canción y la oda, la otra modalidad genérica apoyada en una métrica alternante de endecasílabos y heptasílabos. Respecto al modelo horaciano, evidentemente, el texto de Espinosa se separa por su argumento amoroso, su ausencia de moralidad y su registro estilístico.

 

17

Véase lo apuntado acerca de la relación entre res y verba en la poética cultista, nota 14.

 

18

Con la «Lira de Garcilaso contrahecha» el poeta alude, en primer término, al poema, pero la simplificación de su denominación acaba siendo aplicada como rótulo del molde, en este caso estrictamente métrico, sin menoscabo de su paradigmática vinculación con un género, el de la oda.

 

19

Así lo planteábamos J. Montero y P. Ruiz Pérez, «La silva entre el metro y el género», en B. López Bueno (ed.), La silva. Universidades de Sevilla y Córdoba, 1991, pp. 19-56.

 

20

Cito por la traducción de Jáuregui, más accesible y posiblemente más cercana a la expresión de una problemática familiar para Espinosa. Sigo la edición de I. Ferrer de Alba (junto con el Orfeo), Madrid, Espasa Calpe, 1973.