Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

[108]

[109]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

______________________

 
ArribaAbajo

ACTO III

 

En el foro

 

Entran EURYDAMAS y varios SAGUNTINOS

 
1.º SAG[UNTINO]      Eurydamas, mucho te debe nuestra patria
por tu atento desvelo y alerta alerta
frente a las asechanzas que contra ella se urden.
2.º SAG.                                                                          Gracias.
3.º SAG. Si el Gobernador se niega a hacer justicia 695
será despojado del poder investido
y en tus manos y en las de su hijo será depositado.
EUR. Fervor tan presuroso puede arruinar mis planes:
no han de ser ellos quienes me den el trono
y Murro parece interponerse en mis designios. (Aparte.) 700
¿Qué pretendéis, amigos? ¿Cuál es vuestro propósito
confundiendo la limpia voluntad que me mueve?
En exceso apreciáis mis humildes acciones,
temeraria sospecha levantáis contra Sícoris
vuestro prudente, audaz y noble defensor. 705
Ciertamente es proclive al desleal aliado
e, ingenuamente ciego, cree en el honor de Fabio,
quien a su bella hija profesa amor oculto;
una vez que logremos arrancarle la máscara
no dudéis que reciba un ejemplar castigo. 710
Pero ved como llegan; mostradles claro juicio
y resuelta firmeza en vuestra pretensión.
 

(Entran SÍCORIS, THERON y MURRO.)

 
SIC.                                                              ¿Porqué,
en este tumulto os mostráis, ciudadanos,
[110]
[111]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
con rostro taciturno, y en severa asamblea
hacéis aún más terrible el horror de la guerra? 715
¿Qué os turba? ¿Qué os produce tamaño descontento?
1.º SAG. Nuestros temores, como las desdichas, son innumerables
y cada amanecer, al despertar del sueño
-si es que cabe decir que es sueño el que gozamos
un nuevo teatro de desgracias se alza ante nosotros. 720
2.º SAG. ¿Cuánto hemos de esperar a los tibios romanos?
¿Cuánto más, con ávidos ojos, vanamente otearemos
un mar que jamás blanquearán sus altivas velas?
¡Tales son su lealtad y la constancia de sus promesas!
SIC. Si ello es así, que a los dioses respondan. 725
Pero ¿a dónde nos lleva vuestro amargo reproche?
¿Tan molesta es la carga que en nuestros hombros deja la libertad?
¿Dais por hecho entregar la ciudad si no es con su ayuda?
3.º SAG. ¡Maldito el corazón que abrigue tal maldad!
Mas ojalá que nadie nos lleve a la traición 730
ni perezcamos, como Amycla, cautivos del silencio.
SIC. Señalad al culpable y en él se hará justicia.
2.º SAG. Acusamos a Fabio, ese pérfido huésped.
SIC. Torpemente podéis acomodar su nombre al de un traidor,
mas hablad, explicaos, ¿qué tenéis contra él? 735
2.º SAG. Le sabemos ser cómplice de la Reina cautiva
a la que confiando en su mendaz palabra
en custodia entregaste y aún así permanece,
ambos a una conspiran en contra del estado.
1.º SAG. Y ahora pretenden, si nada peor maquinan, 740
escapar y entregarse a los cartagineses.
SIC. ¡Qué fútiles engendros de una vana quimera!
Mentiras me ofrecéis de todo punto insanas.
¿Acaso no fue Fabio, a quien ahora acusáis,
parte de la embajada que enviamos a Roma 745
como nuestro emisario? ¿No pudo acaso entonces
quedar allí seguro y sin merma de honra
[112]
[113]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
consciente del peligro que aquí a todos acecha?
¿Quién de todos vosotros negará el sacrificio
que ha soportado firme en nuestra misma patria? 750
¡Canalla plebe ingrata, mezquina, olvidadiza!
EUR. ¡Por los cielos que logra hacer vacilar su furia! (Aparte.)
Debo hacer algo y pronto que reavive su ira.
¿Qué ingratitud te atreves a verter en reproches?
Sólo aquí lo retiene de tu hija la belleza, 755
encantos que desdeña ahora por la amazona
y en cómplice traición con ella planea huir.
SIC. ¡Enmudezca, Eurydamas, a tu voz la vergüenza!
Que la terrible envidia de un superior rival
es dolorosa llaga que ulcera tus sentidos. 760
¡Ojalá que no creas lo que osas afirmar!
La verdad se ha dormido de pudor en tu pecho.
¿Éstas son vuestras pruebas y éstas vuestras sospechas?
 

(Volviéndose al pueblo.)

 
1.º SAG. Bastante nos parecen: las tenemos por ciertas;
sin reparación justa no cabe irnos de aquí. 765
MUR. Amigos confiad, la tendréis; mi noble padre
reina para vengar ecuánime la justicia ultrajada.
Exponed vuestras súplicas ante él sin temor.
EUR. Ofrécesela a Eurydamas como nuevo guardián,
en sus manos, creemos, estará más segura. 770
MUR. Concédelo: parece más justo y conveniente.
SIC. ¿Te atreves, jovencito, a imponerte a tu padre
y unir tu voz al coro de la vil sedición?
Al respeto te invoco de esta doble obediencia:
de tu patria y tu padre. ¡A mí la guardia, pronto! 775
EUR. No amenaces en vano: hemos de protegerle.
1.º SAG. Injusto es que castigues su defensa del pueblo.
THER. Murro, sin dilaciones, implora su perdón.
Su arrebato también debes perdonar, Sícoris:
es fruto del ardor de su excesivo celo. 780
Olvida la imprudencia de tu pueblo afligido
y, en el horror, cansado por la guerra y el hambre
[114]
[115]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
que en constancia infinita duramente soporta:
ciegamente empujados por arteras palabras
de la liviana lengua de un villano vulgar 785
ha osado murmurar de tu recta conducta;
vosotros, ciudadanos, advertid vuestro error:
mirad serenamente vuestro noble caudillo
y el respeto de su autoridad. ¿O es que no se ha mostrado
para vosotros padre más que gobernador? 790
¿No ha velado en las noches vuestro mismo tormento?
¿No ha consumido el día en afanosa búsqueda
de los que requerían su humanidad clemente?
Entregado a vosotros, ajeno de sí mismo,
cada día renueva su exquisita bondad 795
¿así pagáis acaso su amorosa fatiga?
EUR. ¡Que la lepra devore la lengua de ese entrometido!
Su cháchara les vuelve a su tibio vacilar. (Aparte.)
THER. Sólo con la unidad podemos ofrecer
coraje a nuestra causa y a la ciudad valor. 800
Atended mi propuesta: ¿no vais a confiar
en quien como yo sirvo a vuestro dios, Hércules?
Permitid que la Reina sea conducida al templo
a mi cuidado y al de mis hermanos sacerdotes. (Todos asienten.)
EUR. ¡Maldito sea! Otra vez ha echado abajo mi propósito: 805
bien lo leo en sus caras; ha ganado de nuevo.
1.º SAG. Estamos de acuerdo: si así se hace procede retiramos.
THER. ¿Qué dices, Sícoris?
SIC.                                   Que se disponga así.
Theron, a tu cargo la ponemos ahora;
conduce hasta el templo a la real cautiva; 810
y del joven romano yo seré el garante.
 

(Salen SÍCORIS, MURRO, EURYDAMAS y LA MULTITUD.)

 
THER. No será cosa fácil tratar de sosegar
el justo rencor que ahora arderá en su alma:
ojalá que otro hubiera arrostrado tan ingrata tarea.
[116]
[117]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
 

(Entran FABIO y CURCIO.)

 
FAB. Te agradezco, Curcio, tu amistoso consejo: 815
si del honor se trata que se bata el amor en retirada.
Mas observa ¡el Foro vacío! ¿huyen quienes me acusan?
CURC. No osaron quedarse a reconocer tu inocencia.
THER. Paciencia, amigos; lo que la razón tiene por justo
carece de poder ante una plebe empujada a la ira. 820
Ven con ojos ajenos; no confiarán si quiera
tan falazmente persuadidos, en sus propios sentidos.
Se han ido, en efecto, mas bajo condiciones
tales que ofenderán, me temo, la virtud de tu ánimo.
FAB. ¡Oh Theron! Si alguna vez en mi ánimo albergara 825
el bajo pensamiento del que soy acusado
que tú y los hombres de bien me execren aquí mismo
y que jamás mi espíritu repose en la paz de los Campos Elíseos.
THER. Por demás son tus juramentos para mi persona,
tu inocencia no puede resplandecer más clara 830
ni tu nombre más limpio que la primera nieve.
Con todo he de darte una terrible nueva:
para acallar del todo el clamor de la turba
(que en ninguna otra forma podía ser aplacada)
por mi consejo Sícoris te reclama a la Reina. 835
A ti, ingrata tarea, tengo que arrebatarla
para ser custodiada en el templo de Alcides.
FAB. Condescendiente Sícoris me parece. ¡Ay, ingratos!
Habéis herido mi alma con la más dura llaga
y mi honor profanado sin posible venganza. 840
Nadie me escucha, un villano les merece más crédito.
Pues de las formas en que la ingratitud se muestra
ninguna es más ruin que la insana sospecha.
THER. No dejes que te irrite el juicio de la chusma;
culpan o premian con inconstantes muestras. 845
¡Seres irresponsables! Mirados uno a uno
muy pocos se merecen ser llamados humanos.
Pero juntos se muestran infame turbamulta
y es así como a Sícoris obligan sin nobleza.
[118]
[119]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
FAB. Dado que ahora la Reina es a ti confiada 850
con menores escrúpulos renuncio a su custodia.
Pero mi corazón, lastimado, la afrenta no soporta.
Ve Curcio tú y evita a tu amigo la vergüenza.
 

(Salen THERON y CURCIO.)

 
Amordazo mi rabia contra esta buena gente,
pues llegado el momento, comprenderán su error. 855
 

(Entra MURRO.)

 
Aquí llega Murro y en su semblante airado,
como oscura tormenta, bien se revela su irritación.
Me ha visto y me evita. ¡Eh!¿Qué hay Murro?
MUR. Puedes ver que me marcho, ¿qué me quieres, romano?
FAB. Me has llamado romano y tal soy, en efecto, 860
y me muestro orgulloso ostentar ese nombre,
pero advierto en tu acento un matiz de reproche.
Bien quisiera por ello que olvidaras mi origen
puesto que a ti me acerco en tono de amistad.
MUR. ¿Que yo olvide tu patria? ¡Ojalá nunca la hubiese conocido 865
ni visto en ti un espejo de su falsa amistad!
Tú, en quien confiamos y que, alojado en nuestro seno,
capaz has sido de maquinar una fuga miserable,
llevándote contigo nuestra rehén más valiosa.
FAB. No puedes, en verdad, pensar así de Fabio: 870
las infamias que dices en tu lengua descansan,
livianas ocurrencias fruto de tus recelos.
Tu pecho ha de eximirme de sufrir la calumnia.
Bien sabes del amor que siento por tu hermana
pero es Candace el fuego que hace tu desventura. 875
¿Por qué frunces el ceño? El amor no se pliega al humano poder.
No, aunque resulte extraño, nos permite elección:
sólo amamos si el hado tiene a bien ordenarlo;
ciegamente atrapados incluso a alguien sin mérito.
Tal es el caso: no permitas que tal pasión inútil 880
aparte tus afectos de quien te busca como amigo,
[120]
[121]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
de quien sólo desea a la vez contemplarte
como joven apuesto, hermano de mi amada Timandra.
MUR. Debería escuchar ella ese bello discurso
sobre dulces pasiones; bien lo agradecería 885
pues gran deuda al amable destino reconoce
por haberle ofrecido tu imperturbable amor.
FAB. Tal cosa no desees; no hablaba de mí mismo
ni, cosa que aún más me importa, hablaba de Timandra.
¡Oh! Ella es todo ternura y suavísimo gozo, 890
cuando sonríe el amor flota sobre sus labios
y una inefable luz camina por sus ojos.
Pero si acaso engalanada así, con la naturaleza
con mano generosa colmándola de gracias,
en Fabio reparara y en sus escasos méritos 895
bien podría proclamar que el destino me hizo venturoso;
mas habrá que esperar a hacer firme esa dicha.
El desgraciado asedio impide la alegría,
tu amable bendición que aguardamos en vano.
Tu noble hermano que hoy como héroe reposa 900
me tuvo por amigo y tal honra conservo.
Sé como él o dime por qué no quieres serlo.
MUR. Debes saber que fuimos nacidos de dos madres:
rútula fue la suya, la mía de griega estirpe,
de la misma familia que Eurydamas, 905
y aunque no fueras, lo que deploro, nacido tú de Roma
sólo por tal razón deseo que sea suya mi hermana.
FAB. ¿Y por eso tal odio? ¿Ser mi sangre romana
me arranca, al no ser digno, de Timandra y sus brazos?
¿No llena Roma de glorias todo el orbe 910
rivalizando con la fama de Grecia?
Cierto es que mi país se muestra hoy con perfidia
(aunque llegará el día en que expíe tal crimen).
Habla ecuánimemente y reconoce al menos,
aunque a pesar de todo prefieras mi rival, 915
¿ha luchado alguien más que yo por Sagunto?
[122]
[123]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
MUR. De bélicas hazañas mucho gustas jactarte.
¿Pero acaso cualquiera de las de un valiente saguntino
no permiten a tu espada sino un lugar oscuro
en la lista de honores? Por mí cayó Hiempsal 920
quien, con pies vigorosos, holló nuestras arenas
y cuyos despojos arrojé al mar furibundo.
Por mí cayó Chermes y Masulo y Athyr
que logró privar a la serpiente de su veneno
y, asiéndola, logró encantar a la funesta víbora. 925
Luego Kartalo, el que con mano intrépida
había descuartizado la pregnante leona.
Ningún caudillo libio de virtud temeraria
ni el mismo Yarbas, el más grande entre ellos, pudo
escapar a mi espada, aun descendiendo del poderoso Júpiter. 930
Y ahora tú te envaneces de encadenar a su hija,
en mentida conquista, en triunfo ignominioso.
FAB. De mis méritos hechos, no he de ser yo el que hable,
y tu lengua, con pueril elocuencia, proclama tus hazañas.
Mas dime, Murro, ¿acaso el rubor de tener que vencer 935
una amazona cuyo brazo mortífero
había derramado, confiesa, la sangre de tu hermano
proscribió tu venganza o contuvo tu espada?
¡Bien extraña manera de medir el honor! ¡Amor fraterno!
¿Cuál es, en ese caso, la ignominia que guardas 940
para mí? ¿Quién logró someterla en el campo de batalla?
¿Y por qué, desdeñoso, te mantuviste lejos?
MUR. Vio primero a un romano y al instante conoció su perfidia.
Al entregarse a ti, granjeaba allanarse la huida
que de tu vil traición pronto habría de lograr. 945
Y pensó bien: los hechos lo han probado.
FAB. ¿Qué han demostrado? ¿Acaso es prueba la calumnia?
Grave ha de ser entonces el quedar inocente.
¿Tiene la burda afirmación más fuerza que la pura verdad
doblegándose el peso de las mismas acciones? 950
De ellas tendrán que requerir las pruebas
para forjar un juicio más sereno y honesto.
[124]
[125]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
Aunque estés engañado, tal vez decirte no sea vano
de mí que tu padre me juzga como lo que soy:
amigo de su patria y de ella defensor no pequeño. 955
MUR. ¿Tú un defensor? ¡Insufrible soberbia!
¡Insensata arrogancia! ¿Qué habré de ser yo entonces?
¿Qué ha de ser Eurydamas o el valiente Theron?
¿Quedamos desterrados de la primera línea de batalla?
¡Por los cielos que ardo en deseos de combate 960
y mi gran corazón late en una oscura furia!
No habré jamás de confiar en ti, nunca en toda tu vida.
FAB. Créeme que me sonrío ante tu pueril ira.
No está el coraje en los espíritus atolondrados
que remontan una turbia y violenta corriente; 965
el alma es su verdadero asiento; y allí es sólo la razón
la que, en severa mesura, atempera los sentimientos:
tu fingido furor, como de una apagada hoguera
las removidas brasas, se desvanece en falaz crepitar;
no me conmueven a mí más que al cielo tan ardientes burbujas. 970
MUR. Bien se ha mostrado ahora tu magnanimidad;
deja pues que tu brazo, y no vanas palabras, contengan mi furor
que tan inicuo se muestra a tus valientes razones.
justo en este lugar hemos de ver muy pronto
si tu prudente espada protegerá a su dueño.(Se pone en guardia.) 975
FAB. Conozco bien tu destreza; tú conoces la mía:
mejor será emplearla contra nuestro enemigo;
ciñe otra vez, Murro, en paz, tu espada
si no por ti, sí al menos por amor a tu patria.
justos serían los rumores vertidos sobre Fabio 980
si en esta escaramuza de estúpidos rivales
mi espada les robara uno de sus más bravos hijos.
MUR. Pronto he de libertarte de un escrúpulo tal;
saca la espada; mi patria, si muero, te disculpará.
FAB. He de contenerme. Si no es así, Timandra, mi amada 985
MUR. ¡Su amor hacia un romano cubre la patria de vergüenza!
Ese abyecto recuerdo espesa aún más mi cólera:
no malgastaré ni un solo instante más.
¡Defiéndete!
[126]
[127]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
FAB. Bien, de acuerdo entonces solo... (Luchan.)
 

(Entra EURYDAMAS.)

 
EUR.                                                       ¿Qué veo?
Si uno o ambos mueren mis planes se verán favorecidos. 990
Les dejaré a su suerte...
 

(Entra CURCIO.)

 
CUR.                                         ¿Cómo, te vas, villano?
Tú mismo has provocado el fuego: abrásate con él.
 

(Entra THERON en el momento en que se unen al duelo.)

 
THER. Alguna de las Furias se ha apoderado de vuestra razón.
¿Es momento de luchas intestinas y de discordias?
 

(Hace bajar las espadas a CURCIO y EURYDAMAS mientras FABIO logra desarmar a MURRO.)

 
FAB. Aprende a usar mejor de tu lengua y de tu espada; 995
ahora debes tu vida, aunque bien le desprecies, a un romano.
MUR. ¡Maldito sea mi sino y maldita la debilidad de mi brazo,
ministro desleal de un aguerrido espíritu!
Has mancillado, miserable, mi fama de otro tiempo
y ensombrecido en un instante sus preclaras hazañas. 1000
THER. Sosiégate, Murro, tal es la paga de un soldado:
a veces arrostrar la adversidad, otras el sonreír de la fortuna
incierta siempre, sea en el duelo o la guerra.
¿Dónde está el héroe que alguna vez encontró rival?
¿Qué nación puede blasonar de tener un caudillo 1005
que siempre vuelva invicto del campo de batalla?
No lo fue Pirro, nuestro enemigo poderoso,
ni el propio gran Aníbal lo ha podido lograr.
El consuelo que el destino permite a nuestro orgullo herido
es recibir tal afrenta de las manos más nobles. 1010
En cuanto a ti, Eurydamas, ¿que tendré que decirte,
sucio instigador de intrigas fratricidas?
EUR. ¿A mí? ¡Habla por ti mismo, blasfemo sacerdote!
No injuries a los otros: mas bien mira tus actos.
Modera los modales de tu procaz ralea, 1015
limpia tu pecho de ese establo augeo,
[128]
[129]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
somete de tu espíritu la hidra de las pasiones
y sigue en tus trabajos el rastro de tu dios.
THER. Si alguien como tú ofende nuestra sagrada orden
no queda otra respuesta que una digna ignorancia. 1020
Pues mientras la soez plebe ladra a la silente luna
ella serena se desliza, apenas rozada por las nubes.
 

(Entra un MENSAJERO.)

 
MEN[SAJERO] El gobernador en tu busca me envía, Theron;
desde las torres nuestros vigías han divisado al enemigo
que, dispuesto para la batalla, avanza contra la ciudad. 1025
THER. Algo ya había escuchado cuando llegaba; juzga tú mismo Murro
tu extrema intemperancia en esta situación:
súmala al menos a nuestra fuerza y nuestros corazones
y llueva venganza redoblada sobre los enemigos.
 

(Salen THERON, MURRO y EURYDAMAS.)

 
CUR. ¿Por qué, amigo mío, dudas ahora en empuñar las armas? 1030
No solía tu ardorosa marcialidad mostrarse de ese modo.
FAB. ¿Y tú has de preguntarme cuál es la causa, Curcio?
Mi virtud afrentada por infames sospechas,
negado mi derecho al botín de la hermosa cautiva:
habrías de comprender la lucha de mi espíritu. 1035
Mi espada nunca más por pueblo tan ingrato
se ha de teñir de la sangre africana;
dejemos que sus héroes defiendan sus murallas
y que Murro compruebe el flaco coraje de Fabio.
CUR. Justas, dignas de ti, parecen tus palabras; 1040
si en su carne sienten la ofensa, habrán de retractarse,
puestos en fuga sobre la llanura por el fiero enemigo
aniquilando con ferocidad la maltrecha retaguardia.
Les abatirá un sincero aunque tardío remordimiento
mientras desde las almenas contemples su derrota, 1045
los confusos horrores de su desesperada caída;
igual el obstinado Pélida, cuando, en vano, los griegos
con lágrimas y dones suplicaban su auxilio
airado se entregó a una dulce venganza
al ver, con lóbrega sonrisa, a Héctor poner fuego a la flota. 1050
 

(Salen.)

 

FIN DEL TERCER ACTO

 



[130]

[131]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

______________________

 
ArribaAbajo

ACTO IV

 

En el templo

 

Entran CANDACE y LYCORMAS

 
CAN.                               En mucho, por tu extrema gentileza, oh noble sacerdote
te quedo agradecida: acompañarme en esta adversidad,
serenar mis pensamientos y calmar mi inquietud
son dádivas que aquilatan tu sagrado ministerio.
Con gran sabiduría, para este digno fin, te has retirado 1055
ajeno a las perturbaciones de un mundo enloquecido
enseñando a aceptar a los simples mortales
los infortunios que los dioses nos hacen afrontar;
por tan pías acciones los hombres te respetan.
LYC. Me complace, augusta princesa, ver como la tormenta 1060
que violentamente agitaba tu iracundo pecho
amaina ya serena a una calma de alcíone.
Dime ¿hay algo más en que pueda servirte?
CAN. Feliz ofrecimiento; bien he disimulado
ocultando el salvaje estertor de mi espíritu. (Aparte.) 1065
Sí, hay algo... Mas temo que te niegues...
LYC. Estoy a tus órdenes; toma a Lycormas como un amigo.
CAN. ¿Llega tu amistad al punto de traer hasta aquí a Fabio?
¿Al punto de arrastrar hasta el templo a ese ingrato
a quien, pese a mis pecados, persisto en amar? 1070
LYC. Para alejarte de Fabio has sido aquí recluida
y entregada a nuestra custodia: traicionaría
la confianza que el pueblo nos ha otorgado,
y por tal felonía habría de responder con mi cabeza.
[132]
[133]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
CAN. ¡Ah! ¿Qué puedo decir? Temía tal respuesta. 1075
No debería haberte juzgado de modo tan ligero.
Mas ¿qué puede ofrecerte una cautiva? juro por Ammón,
mi gran progenitor, que si está mi destino
en ocupar el trono de los Garamantes
te ofrecería toda una provincia como recompensa. 1080
LYC. Con soborno menos costoso lograría su propósito.
Si Aníbal triunfa sin ayuda nuestra
el interés de ella me dejaría en situación excelente... (Aparte.)
CAN. Parece que lo piensa... tal vez aún sea posible...
LYC. He considerado tu tentador requerimiento 1085
que ha de ponerme en gravísimo riesgo;
a cambio, sólo una cosa habré de pedirte;
que el día (que el destino cada vez anuncia más cercano)
en que al poder de los tirios se entregue la ciudad
no te muestres desagradecida con Lycormas. 1090
CAN. ¡Que los dioses me abandonen si llego a olvidar
tu magnanimidad para una cautiva desventurada!
Mas date prisa, tráelo ante mis ojos impacientes.
LYC. No te anticipes con avidez a disfrutar tal dicha,
pues el destino puede ser aún hostil a tu loca vehemencia; 1095
quizá a estas horas yace muerto sobre el campo de batalla
porque, justo en el instante en que aquí eras conducida
corrían todas nuestras fuerzas al encuentro del enemigo
y estoy a la espera de conocer lo sucedido.
CAN. ¡Cielos, impedidlo! ¡Impedidlo, poderes todos! 1100
Proteged ese valiente, semejante a un dios
al que la altiva Candace todavía pertenece.
LYC. Dentro del templo, en su más recóndito rincón
se dispone la más sombría y tenebrosa celda;
a ella nunca acceden los sacerdotes de rango inferior, 1105
sólo a Theron y a mí nos permiten entrar;
hasta allí, si sobrevive, conduciré a Fabio
con mis propias ropas disfrazado; allí libremente
podrás revelarle todo lo que te dicte tu lastimado corazón.
Pero no te demores, pues en los tensos minutos 1110
de tan breve intervalo yo me mantendré en vilo;
porque el mayor mal que un hombre puede conocer
[134]
[135]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
no resiste la comparación con una espera desasosegada.
CAN. ¡Cuán breves se mostrarán para mí los minutos
pues el destino ni siquiera me consiente la desdicha de ese estado! 1115
Sólo puede haber desasosiego si existen esperanzas
y de éstas, ¡ay!, apenas guardo alguna; así pues, en su lugar,
franquearé el paso a la desesperación y endureceré mi pecho
para afrontar mi destino y que, en silencio, la muerte
pueda al fin liberarme del peso de mis desgracias. 1120
Como el viajero extraviado que, al final del día,
desconsolado, a través de Libia, prosigue su camino
y, aterrado frente al ancho desierto donde ni árboles ni colinas se alzan,
ante la desolada inmensidad que se confunde con el cielo
no alcanza a rastrear señal de tierra alguna ni las huellas de pasos 1125
borrados sobre las volubles arenas peinadas por el viento
que deja, como en un mar silencioso, la superficie impenetrable.
Y, sin hallar el fin de su infructuosa búsqueda,
allí mismo se arroja de bruces sobre el suelo
y espera, con entereza, la llegada de su hora 1130
que ve como una bendición para su mísero estado. (Sale.)
LYC. Bien: se va; ahora me corresponde cumplir mi promesa.
Debo ir a averiguar...
 

(Entra EURYDAMAS.)

 
                                   ¡Ha vuelto Eurydamas!
¿Qué se sabe del combate? ¿Cómo nos ha ido?
EUR. Nuestro plan ha fracasado y se vuelve contra nosotros: 1135
de nuevo su dios tutelar ha protegido al romano;
pero aún hay más: humillado el pueblo,
perseguido con horrísono estruendo por el fiero enemigo
hasta las mismas puertas de la ciudad, se maldice a sí mismo
y atribuye a la ausencia de Fabio la nueva desgracia. 1140
LYC. ¡A la ausencia de Fabio! Luego ¿se ha negado a combatir?
EUR. Desdeñado y ofendido por nuestra grave acusación
y puestos en duda su dignidad y buen nombre
al habérsele arrebatado por ello su prisionera,
ya desarmado, desde las altas almenas 1145
[136]
[137]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
complacido e impávido contempló el espantoso estrago.
LYC. Presiento que tú mismo, no menos indolente,
también sólo de lejos divisaste el rostro de la guerra.
EUR. En efecto; lo cual me dio espacio para contemplar
los altibajos que la fortuna ofrece en la batalla; 1150
ora avanzaban los tirios, ora los saguntinos
y en este filo se mantuvo largo tiempo el combate.
LYC. ¿Y a quién dio la victoria al final la fortuna?
EUR. Furioso se abalanzó el general de Cartago
gritando a voces por todo el campo el nombre de Fabio 1155
y sembrando la destrucción por donde pasaba.
Paralizados por tal ímpetu y hostigados los nuestros
retrocedieron y puestos en fuga, llegaron hasta la ciudad
en donde, a no ser por Theron, se hubieran refugiado.
LYC. ¿Como nos procuró tan inesperado bien? 1160
Ambos, amigo mío, somos en mucho sus deudores.
Mas ¿cómo frustró el propósito del tirio?
EUR. Imagina todo un enjambre de abejas
que, ante la inminente tormenta, se precipita a la colmena
y, arracimándose ante su puerta, 1165
empujándose, a duras penas logran entrar.
Tal era el terror de la multitud fugitiva y tal su angustia
por llegar a las murallas; y ni allí se sentía segura
ante el enemigo que le alcanzaba; fue entonces cuando Theron
avanzando en solitario, cual nuevo Cocles, 1170
salió furioso a su encuentro; y sus brazos musculosos
le arrojaron con fuerza hercúlea su poderosa maza,
voló por los aires con violencia, hendió la armadura del tirio
rechinando horrísonamente y rebotó en su pecho.
Tambaleándose sobre el caballo, fue auxiliado por sus compañeros. 1175
El sacerdote retrocedió y pudieron cerrarse las puertas.
LYC. En cierta ocasión, creo, reprochaste a Lycormas
ser en exceso pródigo alabando a su rival;
ahora, estamos en paz...
EUR.                                       Pero el tiempo requiere
decisiones prontas; y aunque hemos fracasado 1180
en lo que, en honor a la verdad, se pretendía
[138]
[139]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
nuestro inmediato éxito ha de compensarnos con hartura.
Esta noche, por la muerte de Dauno y Metisco,
muertos en la incursión, las puertas están a mi cuidado.
Tal golpe de suerte permite poner en marcha nuestro plan 1185
antes del momento concertado con el tirio;
no debemos dejar escapar tal ocasión de nuestros manos;
y cuando las sombras de la noche envuelvan la tierra
te has de enfrentar a otra peligrosa aventura
al haber de volver con sigilo al campamento sidonio. 1190
Aún nos queda poder reducir a la guardia.
LYC. Hace tiempo preparé, con otras intenciones,
en mi propia celda una dosis somnífera
tan potente en sus efectos que provoca al instante
un mortal letargo que nubla, raudo, los sentidos. 1195
Este providencial tesoro del destino,
como rico cordial a la guardia, ya muy debilitada
casi agotada por las fatigas del combate, puedes suministrar
y, de buen grado, han de beber elixir tan preciado.
En cuanto percibamos que la argucia ha tenido efecto 1200
daré la señal y franquearemos el paso al enemigo.
Mas ahora he de informarte de una ayuda inesperada:
me ha rogado la Reina cautiva (y yo he garantizado)
que ha de verse con el romano aquí, en el mismo templo,
a donde, vestido con mis ropas, procuraré traer. 1205
EUR. Hazaña temeraria osaste prometerle, sacerdote;
pero ¿qué esperáis ambos obtener de todo ello?
LYC. Ignoro su propósito pero no es otro el mío
que asegurarme su amistad ante Aníbal.
EUR. ¡Por supuesto! Mas... debo desbaratar cosa semejante: 1210
este torpe sacerdote se interpone en mis planes
y, de simple emisario, pasa a ser mi rival.
Presto he de deshacerme de él mismo y de Murro
y ahora la fortuna me brinda la ocasión. (Aparte.)
LYC. ¿Qué hay, amigo? ¿Qué es lo que estás pensando? 1215
EUR. He estado ponderando lo que ahora te propones
y no se corresponde con tu prudencia habitual;
[140]
[141]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
grande es el riesgo y bien pequeño, por lo que se me alcanza
el provecho obtenido del peligro que corres;
pues si esta noche se nos muestra propicia, 1220
quizá ya no haga falta rendirte a su amistad.
Pero como pareces querer tomar ventaja del azar,
escucha lo que te propongo para que lo medites.
En nuestro último encuentro con el caudillo tirio
nos propuso alentar la alianza con Murro; 1225
sería ahora prudente satisfacer tal deseo
y que nuestra sabia nobleza guíe a su juventud.
Para ello vanas han de ser mis probadas argucias
pues él resiste a todas impasible;
sólo ha mostrado un flanco débil: el del amor, 1230
mortal sólo en un punto, como el ligero Aquiles.
LYC. Habla claro, pues apenas vislumbro el fin de tus designios.
EUR. Murro todavía ignora el amoroso fuego
que a ti mismo el cartaginés te ha confesado.
Yo podría sugerirle que, en lugar del romano, 1235
ante la expectante Reina sea él conducido.
Yo la he de prepara para el encuentro
convenciéndola de que su rival ha muerto en el combate;
entonces (pues ya conoces cuán fácilmente el sexo débil
pasa de la cima de una pasión a otra) 1240
sea por el ansia de libertad o por la llama del deseo
dándole esperanzas, ella lo pondrá cierto de nuestro lado.
LYC. Mi espíritu se embarga de presagios... Mas sea...
Que venga Murro; tengo ya a punto los ropajes. (Sale.)
EUR. Ya hay uno convencido; pero temo que la tarea más ardua 1245
aún está por venir; Murro es honrado por naturaleza,
quizá le repugne la mera idea de una conspiración
y, alertado por su conciencia, rechace mis propósitos;
pero entonces se desvanecerla su esperanza, y su amor
es, como todas las pasiones que lo poseen, desmedido; 1250
conseguiré con ello, si no me abandona la fortuna
apartar a mis rivales del favor del tirio.
Murro, a por ti voy; si tu virtud es tan firme
que logra eludir esta trampa, no podré recurrir a otro ardid. (Sale.)
[142]
[143]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
 

(La escena se sitúa en el palacio del gobernador.)

 

(Entran SÍCORIS y MURRO.)

 
SIC. Basta; vete y haz lo que se te ha ordenado: 1255
recobra la virtud que has postergado,
busca la paz con él o no esperes hacerla conmigo.
MUR. ¿Ha de llegar mi padre a despreciar tanto a su hijo
que le obligue a humillarse y a adular a un romano?
¿Con mirada servil y forzada obediencia 1260
lisonjearé su orgullo y suplicaré, miserable, su perdón?
Perdón ¿por qué? ¿En qué ha sido ofendido?
¿Todavía no te es manifiesto su engaño?
¿Por qué, si en tanto nos estima, rechazó
enfrentarse al tirio en combate sangriento 1265
cuando allí mismo pudo desmentir las calumnias?
SIC. Bien conoces la causa que le obligó a ausentarse:
su orgullo mancillado y la herida terrible del deshonor,
no por otra razón ha sufrido cruelmente tu patria
que, dando crédito a las mezquinas balandronadas 1270
de espúreos lenguaraces, obligó a desertar a un héroe de sus filas.
MUR. Que el cielo me dé paciencia para no reventar de ira;
mi ardiente cólera logra ahogar mis palabras.
¡Espúreos charlatanes! ¿Cómo he de vivir para escuchar
el vergonzoso título que tienes a bien concederme? 1275
SIC. Bien desearía poder invocarte con otro.
Contempla esa extensa llanura, mira los que acaban de morir,
¿no estremece tu conciencia esa visión dantesca?
Aquellos que esperaban la ayuda de tu brazo
han caído. Y en cambio tú...
MUR.                                             Sé lo que has de decirme: 1280
que retrocedí; es cierto; mas fui el último en hacerlo.
SIC. Bien pronto para ser el último...
MUR.                                                   ¡Yo no soy Hércules
ni mi brazo fue revestido de celestial poder
[144]
[145]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
para vencer ejércitos y forzar los destinos!
¿Qué más podría haber hecho?
SIC.                                                   Morir. 1285
MUR. Sí, en efecto; mas ¿en qué iba mi muerte a ser útil
a mi patria? Viviendo, aún podré servirla
cuando la fortuna torne a ser favorable a los nuestros.
SIC. Haz buenas tus palabras; porque cuando al ponerse el sol
sumerja su flamígero carro en el Océano 1290
haremos un último y desesperado esfuerzo;
pues ahora el tirio, derribado por el golpe de Theron
se ha mostrado a sus tropas humano y vulnerable.
Si somos de nuevo vencidos, diremos adiós a la esperanza
y afrontaremos la muerte: la suerte de la ciudad está echada. 1295
Mientras tanto te conmino a que busques a Fabio;
sé otra vez su amigo o no oses mirar de nuevo mi rostro. (Sale.)
MUR. ¡En tal caso no lo veré más, anciano obstinado!
¡Injurioso padre! Ante tamaña afrenta
se ensombrece mi ánimo y mi honor se sonroja. 1300
¡Humillarme así! Tenerle por mi amigo.
Calma, corazón. ¡No! Si él puede atropellar,
tan vano, su amor propio, bien puedo yo negar que soy su hijo.
 

(Entra EURYDAMAS.)

 
Eurydamas, en buena hora llegas
para confiarte mi enojo y que conmigo lo compartas. 1305
¿Enojo digo? ¡No basta tal palabra!
Mejor sería decir furia; y así habré de llamarla.
EUR. Me gusta su bienvenida; bien comienza la escena. (Aparte.)
¿Qué es, Murro, lo que de ese modo ha logrado enfurecerte?
MUR. Si pudiera otorgarle otro nombre distinto 1310
al de padre, tal vez mi fiel espada
pudiera vengar mi honra difamada.
¡Oh amigo! ¡Deberías haber visto el modo en que me trató,
tachado de deslealtad e insultado como cobarde!
¿Cobarde yo? ¿No llevo el amor de mi patria 1315
aquí, en mi corazón? Habla y dime si me engaño.
EUR. juzgo imposible que tu padre haya así actuado,
[146]
[147]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
de no mediar tu palabra, resultaría harto difícil de creer.
MUR. Aún hay más, por los cielos; con amenazas pretende
que vilmente me someta al hombre que más odio, 1320
ese mi afortunado rival en la gloria y en el amor.
Mas ¿por qué esa tierna pasión cruza ahora mi pensamiento?
EUR. ¿Por qué, en efecto? Hubiera deseado que esta guerra
con sus fatídicas secuelas, la destrucción de tu patria,
tu frustrada pasión por una ingrata mujer 1325
que, desdeñándote, se entrega a un maldito romano,
hubieran vencido los embates de ese dios despreciable.
MUR. ¡Ay! Demasiado fuertemente se ha posesionado
de mi débil voluntad; mas ahora contra mí
se arma y se fortifica inexpugnable a la razón 1330
que, lo mismo que Roma, en la mayor necesidad
me abandona y me entrega miserablemente al enemigo.
Pero, de poseer lo que tú consideras el noble orgullo
y la generosa soberbia que espolea una ambición,
tampoco en el amor hallaría alguien que me superara 1335
sino que, como en la guerra, podría derrotar cualquier adversario.
EUR. Actuarías con la prudente magnanimidad de un soldado
que no se aferra celosamente a cosas imposibles;
porque poco menos que eso son tus vanas esperanzas.
Supongamos (lo que, por lo que sabemos, está lejos de la verdad) 1340
que no pertenece al corazón de Fabio, ¿puedes creer
que unos brazos teñidos con la sangre de su amado padre
lograrán atraparla alguna vez en los lazos del amor?
MUR. Sabes que por su causa yo he perdido a mi hermano;
el desdichado joven cayó bajo el filo de su hacha. 1345
EUR. ¿Y podrá hacer florecer la sangre de ambos el afecto,
inspirar la ternura del amor o encender llamas de pasión?
¡Abandona tal idea! Es más que seguro
que no has de conseguirla; pero puede que exista otro medio...
MUR. Otro medio dices... habla, amigo mío, 1350
mi genio protector...
[148]
[149]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
EUR.                                 El mejor en verdad... pero...
MUR. ¿Por qué titubeas haciendo zozobrar mis esperanzas?
EUR. Primero te incumbe, Murro, sopesar con prudencia
nuestra desesperada situación y el estado de la ciudad;
no muchos soles más podremos resistir el asedio. 1355
Los pocos que sobrevivan serán vendidos como esclavos,
mas nunca mi nombre se encontrará entre ellos.
MUR. No hace falta decirte que tampoco mi alma soporta tal idea.
EUR. ¿Qué impide entonces que, asiéndote a la suerte
de una hora afortunada, te burles del destino? 1360
El medio está a mi alcance, aprovecha esta ocasión...
MUR. ¡No lograrás convencerme!
EUR.                                            ¿No sete ocurre pensar
que una amazona puede ser derrotada con tierna cortesía
o que alguna vez llegue a hastiarse de la brutal rudeza?
Suelen elegir al más impetuoso de los guerreros 1365
y con ardientes brazos reducir su fogosa juventud;
ellos, con arrogancia, responden a pasión tan gozosa
y hacen inundar sus mejillas con el rubor de la rendición.
MUR. Me repugna pensar en hazaña semejante.
EUR. ¿Por qué entonces la permites en Fabio? Porque apenas una hora 1370
haya transcurrido, disfrazado, habrá de verla en el templo;
cuál sea el motivo, puedes imaginarlo,
pero podría jurar que no se trata sólo de una inocente charla;
aunque si te complace, aún podrías ocupar su lugar.
MUR. ¡Ah! Has puesto en pie todo lo que mí queda de hombre. 1375
Los celos han puesto fuego en mis venas.
Otra vez Fabio gozará de exquisitos placeres
y en sus brazos, jactándose, de nuevo envanecido
se mofará, en redoblado triunfo, del nombre de Murro.
Rencor, aléjate de mí; borra de mi conciencia tal pesadilla. 1380
Si justo ahora la ciudad ardiera presa del fuego tirio
y las brasas esparcidas arrojarán su terrible destello,
entre las llamas que devoraran ondulantes el sacro templo,
en medio de sus gritos acogiéndose a sagrado, la forzaría
como otra Sémele gozada en medio de la hoguera. 1385
[150]
[151]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
Mas desearía, por el amor que me inspira su belleza
que la leyenda cambiara el curso de su destino,
que la ninfa se salvara y fuera el amante el abrasado. (Salen.)
 

(Entran SÍCORIS, THERON y TIMANDRA.)

 
SIC. Ya he ordenado a tu arrogante hermano
que implore su perdón y reconozca su ofensa. 1390
Ve tú y con la elocuente retórica del amor, persevera
en la súplica y gánalo para nuestra lucha.
THER. La tarea está ahora en tus manos, gentil doncella,
mejor que nadie tú conoces la cuitas de su alma,
sus accesos secretos y sus momentos propicios. 1395
SIC. Piensa que es noble causa la que mueve tu lengua,
de tu anciano padre y de tu patria que agoniza
tu mediación piadosa merecerán las bendiciones.
TIM. Oh, con qué alegría acepto agradecida,
con qué inmenso placer cumpliré tal encargo 1400
y con qué orgullo si se ve coronado por el triunfo.
Porque ¿acaso podrá él rechazar a Timandra?
Voy veloz, no dejaré a mi héroe
hasta que el amor lo empuje al terrible combate. (Sale.)
SIC. ¿Has pedido, como convinimos, a los sacerdotes 1405
que constaten la fidelidad del pueblo,
su firmeza de espíritu y su voluntad, si es que acaso
los dioses se oponen a nuestro último intento
y se pierde toda esperanza, de arrojarse a las llamas
derrotando, con su postrer aliento, a nuestros enemigos? 1410
THER. Yo mismo he estado hablando con todos sus caudillos,
ninguno se rebela contra el fatal designio,
tan firme es su deseo de ser libres y fieles.
La más noble ternura inspira a las piadosas madres
que, meciendo en los brazos a sus hijos hambrientos 1415
gimen: ¡Silencio, hijo, ya casi acaba todo!
Y pues a tu infantil brazo no le está permitido
luchar por la patria, muere pues con ella.
[152]
[153]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
SIC. Entonces se ha consumado el fatal destino de nuestra nación.
Dejad que el bárbaro enemigo destruya nuestros muros, 1420
las desoladas ruinas donde una vez se levantó Sagunto:
nuestros hijos, nacidos libres, también en libertad morirán
y en verdad, todos, valientes, pisarán los Campos Elíseos
y ni uno sólo de sus espíritus descenderá al Hades como esclavo. (Salen.)
 

(Entran FABIO y TIMANDRA.)

 
FAB. Deja de suplicarme lo que no me es lícito conceder, 1425
lo que el severo honor no consiente a mi voluntad.
Y tú, que padeces idéntica tiranía,
¿podrás robar a tu Fabio al menos tal consuelo?
TIM. ¿Qué clase de ídolo es un honor que exige
culto tan terrible y tan crueles ritos? 1430
¿Ha de ser la sangre de un pueblo la que expíe
el haber violado sólo una vez sus leyes?
FAB. Sus leyes son sagradas y por los más valientes
obedecidas con ancestral y temerosa veneración
y, si son profanadas por el villano vulgo 1435
exigen repararse de modo no ligero.
TIM. Pero el mismo cielo se conmueve ante su castigo
y hasta el fogoso rayo blandido por los aires
se detiene en el presto brazo de Júpiter
cuando, compadecido de su frágil naturaleza, 1440
a menudo acepta por igual ofensas y oraciones.
¿Y tú que te jactas de descender de su linaje, rechazas
esa tierna piedad en la que él se complace?
FAB. Hablas como si yo fuera, en efecto, un dios
y el destino pendiera solamente de mi voluntad. 1445
TIM. ¡Oh, no! En verdad te hacen mortal tus pasiones,
vengativo, colérico e impasible te muestras.
Mas nunca creí poder juzgar así a Fabio.
FAB. Tus palabras rompen mi corazón en mil pedazos;
he aquí mi espada, húndela con rabia en mi pecho 1450
y verás allí el deseo que anida de obedecerte
para cualquier ruego; mas en esto...
TIM.                                                         Sólo esto
[154]
[155]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
probará con harta claridad el amor que proclamas.
Negarte no puedes ni arrojar impune
en brazos de un infame a la desolada Timandra 1455
que como ahora, arrasados en vano los ojos por las lágrimas
habrá del maldecir la ira de un bárbaro fiero.
FAB. Terrible pensamiento; bien, lo has conseguido;
volveré a la lucha; mas permíteme antes un último abrazo.
No me venció el derroche de persuasión de tu lengua 1460
ni tus tiernas palabras ni su acento lleno de melancolía;
¿pero cómo no conmoverse con la elocuencia de tus lágrimas
que inundan, con brillo tembloroso, tus pupilas?
Como cuando, tras caer su hijo inerte sobre la llanuras frigias,
cubre la Aurora su rostro en húmedas nubes 1465
brillando a través del frágil cristal sus rosadas mejillas
y con dulce tristeza sus radiantes ojos se nublan de lágrimas
para que, así, con el fragante rocío, despierte más dulce la mañana. (Sale.)
TIM. Y es ahora cuando tiemblo de haberle persuadido;
un tropel de terrores hacen temblar mis labios. 1470
¡Ay! ¿Hacia qué espantoso destino le he enviado?
Si muere, pierdo... oh bondadosos dioses ¿qué pierdo?
Al hombre más valiente, al más sincero amante.
Su espada, mortal en la batalla para sus enemigos,
su ira, terrible en medio del estridente son de las trompetas. 1475
Mas cuando el dulce efebo triunfa sobre el soldado
y la fiera Belona se humilla ante Venus
¡con qué encantadora suavidad se muestra!
¡con qué seductora ternura se expresa!
La ingenua historia de amor que de sus labios 1480
fluye en sordos murmullos es sonora corriente
que arrebatan mi voluntad y todos mis sentidos.
[156]
[157]

LA CAÍDA DE SAGUNTO

 
No de otro modo Filomela renueva constante sus trinos
oculta en el soto umbroso cubierto de rocío;
su suave melodía acarician suavemente el corazón 1485
rozando la perfección y superando todo arte. (Sale.)
 

FIN DEL ACTO CUARTO

Arriba