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La caída del dictador Somoza

Arturo García Ramos





Sombras nada más, por Sergio Ramírez (Alfaguara, 375 pp.)

Sergio Ramírez nos propone un repaso de los últimos momentos de la dictadura de Somoza y el júbilo que precedió al triunfo de la revolución que en Nicaragua llevaron a cabo los sandinistas. No hay asomo de maniqueísmo o de simplificación ética en el planteamiento. El autor concentra la acción en unos pocos días de 1979 en los que tiene lugar la detención de Alirio Martinica, quien fue secretario de Somoza, los interrogatorios a cargo de tres personajes emblemáticos del ejército revolucionario y la lectura ante el pueblo de los cargos que se le imputan frente a los que el acusado puede presentar sus alegaciones para que el público, con su aplauso o su silencio, lo salve o lo condene.

En esa trama dorsal se integran numerosos testimonios y evocaciones de los momentos que constituyen los motivos fundamentales del juicio: las circunstancias que sirvieron a Martinica para medrar y ascender al cargo de secretario del dictador; su participación en la exculpación de un asesino, las intrigas en las que participó para hacer caer en desgracia a corruptos somocistas como Jacinto Palacios; el posterior declive del protagonista hasta la caída en desgracia tras la acusación de pederastia en un proceso preparado por los propios colaboradores del dictador.

La vida pública del personaje y su vida privada se complementan, Alirio Martinica es el actor principal de un complejo nudo histórico en el que abundan las contradicciones: su padre fue asesinado por el propio dictador al haber participado en una conspiración para derrocarlo; aupado hasta el puesto de secretario de Somoza, debe esconder en su casa a un importante guerrillero, amigo y compañero de infancia, Ignacio Corral; forja intrigas en la sombra del poder hasta que estas lo alcanzan a él mismo. Sergio Ramírez ha elegido un personaje que pueda servir para analizar en toda su dimensión la complejidad del momento, crucial de la historia de Nicaragua, del relevo de la dictadura de Somoza por el triunfo de la revolución sandinista, sin que de la lectura de la novela se concluya que se trata de la condena implacable de quienes estaban cerca del poder para encumbrar a quienes los derrocaron. El segundo plano de la obra lo ocupan los guerrilleros que apresan, dialogan, juzgan al protagonista. El autor no idealiza tampoco esta cara de la historia: el dogma político, la ingenuidad ideológica, la trágica aplicación del juicio sumarísimo en un acto descrito como un abyecto espectáculo teatral.

En el epílogo de la novela, Sergio Ramírez abunda en justificaciones documentales que dan veracidad a la historia, pero es una estratagema de novelista. Él sabe que, como decía Theodor W. Adorno, «las grandes obras no pueden mentir», que su verdad no está en la historia sino en la estética, que la verdad histórica es acaso inapresable y apenas cabe entrever «sombras». En Sombras nada más alienta uno de los mejores narradores hispanoamericanos del presente.





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