Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
—[113]→

El segundo aucto

ARGUMENTO DEL SEGUNDO AUTO

Partida Celestina de Calisto para su casa, queda Calisto hablando con Sempronio, criado suyo; al qual, como quien en alguna esperança puesto está, todo aguijar le parece tardança. Embía de sí a Sempronio a solicitar a Celestina para el concebido negocio. Quedan entretanto Calisto e Pármeno juntos razonando.

CALISTO, PÁRMENO, SEMPRONIO.

CALISTO.- Hermanos míos, cient monedas di a la madre. ¿Fize bien?

SEMPRONIO.- ¡Hay!, ¡si fiziste bien! Allende de remediar tu vida, ganaste muy gran honrra. ¿E para qué es la fortuna fauorable e prospera, sino para seruir a la honrra, que es el mayor de los mundanos bienes? Que esto es premio e galardón de la virtud. E por esso la damos a Dios, porque no tenemos mayor cosa que le dar. La mayor parte de la qual341 consiste en la liberalidad —114→ e franqueza. A esta342 los duros tesoros comunicables la escurecen e pierden e la magnificencia e liberalidad la ganan e subliman. ¿Qué aprouecha tener lo que se niega aprouechar? Sin dubda te digo que mejor es el vso de las riquezas, que la possesión dellas. ¡O qué glorioso es el dar! ¡O qué miserable es el recebir! Quanto es mejor el acto que la posessión, tanto es mas noble el dante qu' el recibiente. Entre los elementos, el fuego, por ser mas actiuo, es mas noble e en las esperas343 puesto en mas noble lugar. E dizen algunos que la nobleza es vna alabanza, que prouiene de los merecimientos e antigüedad de los padres; yo digo que la agena luz nunca te hará claro, si la propia no tienes. E por tanto, no te estimes en la claridad de tu padre, que tan magnifico fue; sino en la tuya. E assí se gana la honrra, que es el mayor bien de los que son fuera de hombre344. De lo qual no el malo, mas el bueno, como tú, es digno que tenga perfeta virtud. E avn te digo que la virtud perfeta no pone que sea fecha con digno honor. Por ende goza de hauer seydo assí magnifico e liberal. E de mi consejo, tórnate a la cámara e reposa, pues que tu negocio en tales manos está —115→ depositado. De donde ten por cierto, pues el comienço lleuó bueno, el fin será muy mejor. E vamos luego, porque sobre este negocio quiero hablar contigo mas largo.

CALISTO.- Sempronio, no me parece buen consejo quedar yo acompañado e que vaya sola aquella, que busca el remedio de mi mal; mejor será que vayas con ella e la aquexes345, pues sabes que de su diligencia pende mi salud, de su tardança mi pena, de su oluido mi desesperança. Sabido eres, fiel te siento, por buen criado te tengo. Faz de manera, que en solo verte ella a ti, juzgue la pena, que a mí queda e fuego, que me atormenta. Cuyo ardor me causó no poder mostrarle la tercia parte desta mi secreta enfermedad, según tiene346 mi lengua e sentido ocupados e consumidos. Tú, como hombre libre de tal passión347, hablarla has a rienda suelta.

SEMPRONIO.- Señor, querría yr por complir tu mandado; querría quedar por aliuiar tu cuydado. Tu temor me aquexa; tu soledad me detiene. Quiero tomar consejo con la obediencia, que es yr e dar priessa a la vieja. ¿Mas como —116→ yré? Que, en viéndote solo, dizes desuaríos de hombre sin seso, sospirando, gimiendo, maltrobando348, holgando con lo escuro, deseando soledad, buscando nueuos modos de pensatiuo tormento. Donde, si perseueras, o de muerto o loco no podrás escapar, si siempre no te acompaña quien te allegue plazeres, diga donayres, tanga cançiones alegres, cante romances, cuente ystorias, pinte motes, finja cuentos, juegue a naypes, arme mates349, finalmente que sepa buscar todo género de dulce passatiempo para no dexar trasponer tu pensamiento350 en aquellos crueles desuíos, que rescebiste de aquella señora en el primer trance de tus amores.

CALISTO.- ¿Como?, simple351. ¿No sabes que aliuia la pena llorar la causa? ¿Quanto es dulce a los tristes quexar su passión? ¿Quanto descanso traen consigo los quebrantados sospiros? ¿Quanto relieuan352 e disminuyen los lagrimosos —117→ gemidos el dolor? Quantos escriuieron consuelos no dizen otra cosa.

SEMPRONIO.- Lee mas adelante, buelue la hoja: fallarás que dizen que fiar en lo temporal e buscar materia de tristeza, que353 es ygual género de locura. E aquel Macías354, ydolo de los amantes, —118→ del oluido porque le oluidaua, se quexava. En el contemplar está la pena de amor, en el oluidar el descanso. Huye de tirar cozes al aguijón. Finge alegría e consuelo e serlo ha. Que muchas vezes la opinión trae las cosas donde quiere, no para que mude la verdad; pero —119→ para moderar nuestro sentido e regir nuestro juyzio.

CALISTO.- Sempronio amigo, pues tanto sientes mi soledad, llama a Pármeno e quedará comigo e de aquí adelante sey, como sueles, leal, que en el seruicio del criado está el galardón del señor.

PÁRMENO.- Aquí estoy señor.

CALISTO.- Yo no, pues no te veya. No te partas della, Sempronio, ni me oluides a mí e ve con Dios.

CALISTO.- Tú, Pármeno, ¿qué te parece de lo que oy ha pasado? Mi pena es grande, Melibea alta, Celestina sabia e buena maestra destos negocios. No podemos errar. Tú me la has aprouado con toda tu enemistad. Yo te creo. Que tanta es la fuerça de la verdad, que las lenguas de los enemigos trae a sí355. Assí que, pues ella es tal, mas quiero dar a ésta cient monedas, que a otra cinco.

—120→

PÁRMENO.- ¿Ya lloras? ¡Duelos tenemos! ¡En ella se haurán de ayunar356 estas franquezas!

CALISTO.- Pues pido tu parecer, seyme agradable, Pármeno. No abaxes la cabeça al responder. Mas como la embidia es triste, la tristeza sin lengua, puede más contigo su voluntad, que mi temor. ¿Qué dixiste, enojoso?

PÁRMENO.- Digo, señor, que yrían mejor empleadas tus franquezas en presentes e seruicios a Melibea, que no dar dineros aquella, que yo me conozco e, lo que peor es, fazerte su catiuo.

CALISTO.- ¿Cómo, loco, su catiuo?

PÁRMENO.- Porque a quien dizes el secreto, das tu libertad357.

CALISTO.- Algo dize el necio; pero quiero que sepas que, quando ay mucha distancia del que ruega al rogado o por grauedad de obediencia o por señorío de estado o esquiuidad de género, como entre ésta mi señora e mí, es necessario intercessor o medianero, que suba de mano en mano mi mensaje hasta los oydos de aquella a quien yo segunda vez hablar tengo por impossible. E pues que así es, dime si lo fecho aprueuas.

—121→

PÁRMENO.- ¡Apruéuelo el diablo!

CALISTO.- ¿Qué dizes?

PÁRMENO.- Digo, señor, que nunca yerro vino desacompañado e que vn inconueniente es causa e puerta de muchos.

CALISTO.- El dicho yo le aprueuo; el propósito no entiendo.

PÁRMENO.- Señor, porque perderse el otro día el neblí358 fue causa de tu entrada en la huerta de Melibea a le buscar, la entrada causa de la ver e hablar, la habla engendró amor, el amor parió tu pena, la pena causará perder tu cuerpo e alma e hazienda. E lo que más dello siento es venir a manos de aquella trotaconuentos359, después de tres vezes emplumada360.

CALISTO.- ¡Assí, Pármeno, di más deso, que me agrada! Pues mejor me parece, quanto más la desalabas. Cumpla comigo e emplúmenla la quarta361. Desentido eres362, sin pena hablas: no te duele donde a mí, Pármeno.

—122→

PÁRMENO.- Señor, más quiero que ayrado me reprehendas, porque te dó enojo, que arrepentido me condenes, porque no te di consejo, pues perdiste el nombre de libre, quando cautiuaste tu voluntad.

CALISTO.- ¡Palos querrá este vellaco! Di, malcriado, ¿por qué dizes mal de lo que yo adoro? E tú ¿qué sabes de honrra? Dime ¿qué es amor? ¿En qué consiste buena criança, qué te me vendes por discreto? ¿No sabes que el primer escalón de locura es creerse ser sciente363? Si tú sintiesses mi dolor, con otra agua rociarías aquella ardiente llaga, que la cruel frecha364 de Cupido me ha causado. Quanto remedio Sempronio acarrea con sus pies, tanto apartas tú con tu lengua, con tus vanas palabras. Fingiéndote fiel, eres un terrón de lisonja, bote de malicias, el mismo mesón e aposentamiento de la embidia. Que por disfamar la vieja, a tuerto o a derecho, pones en mis amores desconfiança. Pues sabe que esta mi pena e flutuoso365 dolor no se rige por razón, no quiere auisos, carece de consejo e, si alguno se le diere, tal que no aparte ni —123→ desgozne366 lo que sin las entrañas no podrá despegarse. Sempronio temió su yda e tu quedada. Yo quíselo todo e assí me padezco su absencia367 e tu presencia. Valiera más solo, que malacompañado368.

PÁRMENO.- Señor, flaca es la fidelidad, que temor de pena la conuierte en lisonja, mayormente con señor, a quien dolor o afición priua e tiene ageno de su natural juyzio. Quitarse ha el velo de la ceguedad, passarán estos momentáneos fuegos: conoscerás mis agras369 palabras ser mejores para matar este fuerte cancre370, que las blandas de Sempronio, que lo ceuan, atizan tu fuego, abiuan tu amor, encienden tu llama, añaden astillas, que tenga que gastar fasta ponerte en la sepultura.

CALISTO.- ¡Calla, calla, perdido! Estó yo penado e tú filosofando. No te espero mas. Saquen vn cauallo. Límpienle mucho. Aprieten bien la cincha. —124→ ¡Por si371 passare por casa de mi señora e mi Dios!

PÁRMENO.- ¡Moços! ¿No ay moço en casa? Yo me lo hauré de hazer, que a peor vernemos desta vez que ser moços d' espuelas. ¡Andar!, ¡passe!372 Mal me quieren mis comadres, etc373. ¿Rehinchays374, don cauallo? ¿No basta vn celoso en casa?... ¿O barruntás375 a Melibea?

CALISTO.- ¿Viene esse cauallo? ¿Qué hazes, Pármeno?

PÁRMENO.- Señor, vesle aquí, que no está Sosia376 en casa.

CALISTO.- Pues ten esse estribo, abre más essa —125→ puerta. E si vinere Sempronio con aquella señora, di que esperen, que presto será mi buelta.

PÁRMENO.- ¡Más, nunca sea!377 ¡Allá yrás con el diablo! A estos locos dezildes lo que les cumple; no os podrán ver. Por mi ánima378, que si agora le diessen una lançada en el calcañar379, que saliessen más sesos que de la cabeça! Pues anda, que a mi cargo380 ¡que Celestina e Sempronio te espulguen! ¡O desdichado de mí! Por ser leal padezco mal. Otros se ganan por malos; yo me pierdo por bueno. ¡El mundo es tal! Quiero yrme al hilo de la gente381, pues a los traydores llaman discretos, a los fieles nescios. Si creyera —126→ a Celestina con sus seys dozenas de años acuestas382, no me maltratara Calisto. Mas esto me porná escarmiento d' aquí adelante con él. Que si dixiere comamos, yo también; si quisiere derrocar la casa, aprouarlo; si quemar su hazienda, yr por fuego. ¡Destruya, rompa, quiebre, dañe, dé a alcahuetas lo suyo, que mi parte me cabrá, pues dizen: a río buelto ganancia de pescadores383. ¡Nunca mas perro a molino!384

—[127]→

El tercer aucto

ARGUMENTO DEL TERCER AUTO

Sempronio vase a casa de Celestina, a la qual reprende por la tardança. Pónense a buscar qué manera tomen en el negocio de Calisto con Melibea. En fin sobreuiene Elicia. Vase Celestina a casa de Pleberio. Queda Sempronio y Elicia en casa.

SEMPRONIO, CELESTINA, ELICIA.

SEMPRONIO.- ¡Qué espacio lleua la barvuda! ¡Menos sosiego trayan sus pies a la venida! A dineros pagados, braços quebrados385. ¡Ce!, señora Celestina: poco as aguijado386.

CELESTINA.- ¿A qué vienes, hijo?

SEMPRONIO.- Este nuestro enfermo, no sabe que —128→ pedir. De sus manos no se contenta387. No se le cueze el pan388. Teme tu negligencia. Maldize su auaricia e cortedad, porque te dio tan poco dinero.

CELESTINA.- No es cosa mas propia del que ama que la impaciencia. Toda tardança les es tormento. Niguna dilación les agrada. En vn momento querrían poner en efeto sus cogitaciones389. Antes las querrían ver concluydas, que empeçadas. Mayormente estos nouicios amantes, que contra cualquiera señuelo390 buelan sin deliberación, sin pensar el daño, que el ceuo de su desseo trae mezclado en su exercicio e negociación para sus personas e siruientes.

SEMPRONIO.- ¿Qué dizes de siruientes? ¿Paresce por tu razón que nos puede venir a nosotros daño deste negocio e quemarnos con las centellas que resultan deste fuego de Calisto? ¡Avn al diablo daría yo sus amores391! Al primer desconcierto, —129→ que vea en este negocio, no como más su pan392. Más vale perder lo seruido, que la vida por cobrallo. El tiempo me dirá que faga. Que primero, que cayga del todo, dará señal, como casa, que se acuesta393. Si te pareçe, madre, guardemos nuestras personas de peligro. Fágase lo que se hiziere. Si la ouiere ogaño; si no, a otro; si no, nunca. Que no ay cosa tan dificile de çofrir en sus principios, que el tiempo no la ablande e faga comportable. Ninguna llaga tanto se sintió, que por luengo tiempo no afloxase su tormento ni plazer tan alegre fue, que no le amengüe su antigüedad. El mal e el bien, la prosperidad e aduersidad, la gloria e pena, todo pierde con el tiempo la fuerça de su acelerado principio. Pues los casos de admiración e venidos con gran desseo, tan presto como passados, oluidados. Cada día vemos nouedades e las oymos e las passarnos e dexamos atrás. Diminúyelas el tiempo, házelas contingibles394. ¿Qué tanto395 te marauillarías, si dixesen: la tierra tembló o otra semejante cosa, que no oluidases luego? Assí como: elado está el río, el ciego vee ya, —130→ muerto es tu padre, vn rayo cayó, ganada es Granada396, el Rey entra oy, el turco es vencido, eclipse ay mañana, la puente es lleuada, aquél —131→ es ya obispo, a Pedro robaron, Ynés se ahorcó. ¿Qué me dirás, sino que a tres días passados o a la segunda vista, no ay quien dello se marauille? —132→ Todo es assí, todo passa desta manera, todo se oluida, todo queda atrás. Pues assí será este amor de mi amo: quanto más fuere andando, tanto más disminuyendo. Que la costumbre luenga amansa los dolores, afloxa e deshaze los deleytes, desmengua las marauillas. Procuremos prouecho, mientra pendiere397 la contienda. E si a pie enxuto398 le pudiéremos remediar, lo mejor, mejor es; e sino, poco a poco le soldaremos el reproche o menosprecio de Melibea contra él. Donde no399, más vale que pene el amo, que no que peligre el moço.

CELESTINA.- Bien as dicho. Contigo estoy, agradado me has. No podemos errar. Pero todavía, hijo, es necessario que el buen procurador ponga de su casa algún trabajo, algunas fingidas razones, algunos sofísticos actos: yr e venir a juyzio, avnque reciba malas palabras del juez. Siquiera por los presentes, que lo vieren; no digan que se gana holgando el salario. E assí verná cada vno a él con su pleyto e a Celestina con sus amores.

—133→

SEMPRONIO.- Haz a tu voluntad, que no será éste el primer negocio, que has tomado a cargo.

CELESTINA.- ¿El primero, hijo?, Pocas vírgines, a Dios gracias, has tú visto en esta cibdad, que hayan abierto tienda a vender, de quien yo no aya sido corredora de su primer hilado. En nasciendo la mochacha, la hago escriuir en mi registro, e esto para saber400 quantas se me salen de la red. ¿Qué pensauas, Sempronio? ¿Auíame de mantener del viento? ¿Heredé otra herencia? ¿Tengo otra casa o viña? ¿Conócesme otra hazienda, más deste oficio? ¿De qué como e beuo? ¿De qué visto e calço? En esta cibdad nascida, en ella criada, manteniendo honrra, como todo el mundo sabe ¿conoscida pues, no soy? Quien no supíere mi nombre e mi casa tenle por estranjero.

SEMPRONIO.- Dime, madre, ¿qué passaste con401 mi compañero Pármeno, quando subí con Calisto por el dinero?

CELESTINA.- Díxele el sueño e la soltura402, e cómo —134→ ganaría más con nuestra compañía, que con las lisonjas que dize a su amo; cómo viuiría siempre pobre e baldonado403, sino mudaua el consejo; que no se hiziesse sancto a tal perra vieja404 como yo; acordele quien era su madre, porque no menospreciase mi oficio; porque queriendo de mí dezir mal, tropeçasse primero en ella.

SEMPRONIO.- ¿Tantos días ha que le conosces, madre?

CELESTINA.- Aquí está Celestina, que le vido nascer e le ayudó a criar. Su madre e yo, vña e carne405. Della aprendí todo lo mejor, que sé de mi oficio. Juntas comíamos, juntas dormíamos, juntas auíamos406 nuestros solazes, nuestros plazeres, nuestros consejos e conciertos. En casa e fuera, como dos hermanas. Nunca blanca gané en que no touiesse su meytad407. Pero no viuía yo —135→ engañada, si mi fortuna quisiera que ella me durara. ¡O muerte, muerte! ¡A quantos priuas de agradable compañía! ¡A quantos desconsuela tu enojosa visitación! Por vno, que comes con tiempo, cortas mil en agraz. Que siendo ella viua, no fueran estos mis passos desacompañados. ¡Buen siglo aya, que leal amiga e buena compañera me fue!408 Que jamás me dexó hazer cosa en mi cabo409, estando ella presente. Si yo traya el pan, ella la carne. Si yo ponía la mesa, ella los manteles. No loca, no fantástica ni presumptuosa, como las de agora. En mi ánima, descubierta se yua hasta el cabo de la ciudad con su jarro en la mano, que en todo el camino no oya peor de: Señora Claudina. E aosadas410 que otra conoscía peor el vino e qualquier mercaduría. Quando, pensaua que no era llegada, era de buelta411. Allá la combidauan, según el amor412 todos le tenían. Que jamas boluía sin ocho o diez —136→ gostaduras, vn açumbre en el jarro e otro en el cuerpo. Ansí le fiauan dos o tres arrobas en vezes413, como sobre vna taça de plata. Su palabra era prenda de oro en quantos bodegones auía. Si yuamos por la calle, donde quiera que ouiessemos sed, entráuamos en la primera tauerna y luego mandaua echar medio açumbre para mojar la boca. Mas a mi cargo que414 no te quitaron la toca por ello, sino quanto la rayauan en su taja, e andar adelante415. Si tal fuesse agora su hijo, a mi cargo que tu amo quedasse sin pluma416 e nosotros sin quexa. Pero yo lo haré de mi fierro, si viuo; yo le contaré en el número de los míos.

SEMPRONIO.- ¿Cómo has pensado hazerlo, que es un traydor?

CELESTINA.- A esse tal dos aleuosos417. Harele auer a —137→ Areusa. Será de los nuestros. Darnos ha lugar a tender las redes sin embaraço, por aquellas doblas de Calisto.

SEMPRONIO.- ¿Pues crees que podrás alcançar algo de Melibea? ¿Ay algún buen ramo?418

CELESTINA.- No ay çurujano, que a la primera cura juzgue la herida. Lo que yo al presente veo te diré. Melibea es hermosa, Calisto loco e franco. Ni a él penará gastar ni a mí andar. ¡Bulla moneda e dure el pleyto lo que durare! Todo lo puede el dinero419: las peñas quebranta, los ríos passa en seco. No ay lugar tan alto, que vn asno cargado de oro no le suba420. Su desatino e ardor basta para perder a sí e ganar a nosotros. Esto he sentido, esto he calado, esto sé dél e della, esto es lo que nos ha de aprouechar. A casa voy de Pleberio. Quédate adiós. Que, avnque esté braua Melibea, no es ésta, si a Dios ha plazido, la primera a quien yo he hecho perder —138→ el cacarear. Coxquillosicas son todas; mas, después que vna vez consienten la silla en el enués del lomo, nunca querrían folgar. Por ellas queda el campo. Muertas sí; cansadas no. Si de noche caminan, nunca querrían que amaneciesse: maldizen los gallos porque anuncian el día e el relox porque da tan apriessa.421 Requieren las cabrillas e el norte, haziéndose estrelleras. Ya quando veen salir el luzero del alua, quiéreseles salir el alma: su claridad les escuresce el coraçón. Camino es, hijo, que nunca me harté de andar. Nunca me vi cansada. E avn assí, vieja como soy, sabe Dios mi buen desseo422. ¡Quanto más estas que hieruen sin fuego! Catiuanse del primer abraço, ruegan a quien rogó, penan por el penado, házense sieruas de quien eran señoras, dexan el mando e son mandadas, rompen paredes, abren ventanas, fingen enfermedades, a los cherriadores quicios de las puertas hazen con azeytes vsar su oficio sin ruydo. No te sabré dezir lo mucho que obra en ellas aquel dulçor, que les queda de los primeros besos de quien —139→ aman. Son enemigas del medio; contino están posadas en los estremos.

SEMPRONIO.- No te entiendo essos términos, madre.

CELESTINA.- Digo que la muger o ama mucho aquel de quien es requerida o le tiene grande odio. Assí que, si al querer, despiden, no pueden tener las riendas al desamor. E con esto, que sé cierto, voy más consolada a casa de Melibea, que si en la mano la touiesse. Porque sé que, avnque al presente la ruegue, al fin me ha de rogar; avnque al principio me amenaze, al cabo me ha de halagar. Aquí lleuo vn poco de hilado423 en esta mi faltriquera, con otros aparejos, que comigo siempre traygo, para tener causa de entrar, donde mucho no soy conocida, la primera vez: assí como gorgueras, garuines424, franjas, rodeos425, tenazuelas, alcohol, aluayalde426 e solimán, hasta agujas e alfileres. Que tal ay, que tal quiere. Porque donde me tomare la boz427, me halle —140→ apercebida para les echar ceuo o requerir de la primera vista.

SEMPRONIO.- Madre, mira bien lo que hazes. Porque, cuando el principio se yerra, no puede seguirse buen fin. Piensa en su padre, que es noble e esforçado, su madre celosa e braua, tú la misma sospecha. Melibea es vnica a ellos: faltándoles ella, fáltales todo el bien. En pensallo tiemblo, no vayas por lana e vengas sin pluma428.

CELESTINA.- ¿Sin pluma, fijo?

SEMPRONIO.- O emplumada, madre, que es peor.

CELESTINA.- ¡Alahé, en malora429 a ti he yo menester para compañero! ¡Avn si quisieses auisar a Celestina en su oficio! Pues quando tú naciste ya comía yo pan con corteza430. ¡Para adalid eres bueno, cargado de agüeros e recelo!

—141→

SEMPRONIO.- No te marauilles, madre, de mi temor, pues es común condición humana que lo que mucho se dessea jamás se piensa ver concluydo. Mayormente que en este caso temo tu pena e mía. Desseo prouecho: querría que este negocio houiesse buen fin. No porque saliesse mi amo de pena, mas por salir yo de lazería431. E assí miro más inconuenientes con mi poca esperiencia, que no tú como maestra vieja.

ELICIA.- ¡Santiguarme432 quiero, Sempronio! ¡Quiero hazer vna raya en el agua!433 ¿Qué nouedad es esta, venir oy acá dos vezes?

CELESTINA.- Calla, boua, déxale, que otro pensamiento traemos en que más nos va. Dime, ¿está —142→ desocupada434 la casa? ¿Fuese la moça, que esperaua al ministro?

ELICIA.- E avn después vino otra e se fue.

CELESTINA.- Sí, ¿que no embalde?435

ELICIA.- No, en buena fe, ni Dios lo quiera. Que avnque vino tarde, más vale a quien Dios ayuda436, etc.

CELESTINA.- Pues sube presto al sobrado437 alto de la solana e baxa acá el bote del azeyte serpentino, —143→ que hallarás colgado del pedaço de la soga, que traxe del campo la otra noche, quando llovía e hazía escuro438. E abre el arca de los lizos439 e házia la mano derecha hallarás vn papel escrito con —144→ sangre de morciégalo440, debaxo de aquel ala de drago441, a que sacamos ayer las vñas. —145→ Mira, no derrames el agua de Mayo442, que me traxeron a confecionar.

ELICIA.- Madre, no está donde dizes; jamás te acuerdas cosa que guardas.

—146→

CELESTINA.- No me castigues, por Dios, a mi vejez443; no me maltrates, Elicia. No infinjas444, porque está aquí Sempronio, ni te ensoberuezcas, que más me quiere a mí por consejera, que a ti por amiga, avnque tú le ames mucho. Entra en la cámara de los vngüentos e en la pelleja del gato negro445, donde te mandé meter los ojos de la loba446, le fallarás. E baxa la sangre del cabrón447 —147→ e vnas poquitas de las baruas, que tú le cortaste.

ELICIA.- Toma, madre, veslo aquí; yo me subo e Sempronio arriba448.

—148→

CELESTINA.- Conjúrote, triste Plutón449, señor de la profundidad infernal, emperador de la Corte dañada, capitán soberuio de los condenados ángeles, señor de los sulfúreos fuegos, que los —149→ heruientes étnicos montes manan, gouernador e veedor de los tormentos e atormentadores de las pecadoras ánimas, regidor de las tres furias450, Tesífone, Megera e Aleto, administrador de todas —150→ las cosas negras del reyno de Stigie e Dite451, con todas sus lagunas e sombras infernales, e litigioso caos452, mantenedor de las bolantes harpías453, con toda la otra compañía de espantables e pauorosas ydras454; yo, Celestina, tu más conocida cliéntula455, te conjuro por la virtud e fuerça destas vermejas letras456; por la sangre de aquella noturna aue con que están escriptas; por la grauedad de aquestos nombres e signos, que en este —151→ papel se contienen; por la áspera ponçoña de las bíuoras, de que este azeyte fue hecho, con el qual vnto este hilado: vengas sin tardança a obedescer mi voluntad e en ello te embueluas e con ello estés sin vn momento te partir, hasta que Melibea con aparejada oportunidad que aya, lo compre e con ello de tal manera quede enredada que, quanto más lo mirare, tanto más su coraçón se ablande a conceder mi petición, e se le abras e lastimes de crudo e fuerte amor de Calisto, tanto que, despedida toda honestidad, se descubra a mí e me galardone mis passos e mensaje. Y esto hecho457, pide e demanda de mí a tu voluntad. Si no lo hazes con presto mouimiento458, ternásme por capital enemiga; heriré con luz459 tus cárceles tristes e escuras; acusaré cruelmente tus continuas mentiras460; —152→ apremiaré con mis ásperas palabras tu horrible nombre. E otra e otra vez te conjuro. E assí confiando en mi mucho poder, me parto para allá con mi hilado, donde creo te lleuo ya embuelto.

—[153]→

El aucto quarto

ARGUMENTO DEL QUARTO AUTO

Celestina, andando por el camino, habla consigo misma fasta llegar a la puerta de Pleberio, onde461 halló a Lucrecia, criada de Pleberio. Pónese con ella en razones. Sentidas por Alisa, madre de Melibea e sabido462 que es Celestina, fázela entrar en casa. Viene vn mensajero a llamar a Alisa. Vase. Queda Celestina en casa con Melibea e le descubre la causa de su venida.

LUCRECIA, CELESTINA, ALISA, MELIBEA.

CELESTINA.- Agora, que voy sola, quiero mirar bien lo que Sempronio ha temido deste mi camino. Porque aquellas cosas, que bien no son pensadas, avnque algunas vezes ayan buen fin, comúnmente crían desuariados efetos. Assí que —154→ la mucha especulación nunca carece de buen fruto. Que, avnque yo he dissimulado con él, podría ser que, si me sintiessen en estos passos de parte de Melibea, que no pagasse con pena, que menor fuesse que la vida, o muy amenguada quedasse, quando matar no me quisiessen, manteándome463 o açotándome cruelmente. Pues amargas cient monedas serían estas. ¡Ay cuytada de mí! ¡En qué lazo me he metido! Que por me mostrar solícita e esforçada pongo mi persona al tablero464! ¿Qué faré, cuytada, mezquina de mí, que ni el salir afuera es prouechoso ni la perseuerancia carece de peligro? ¿Pues yré o tornarme he? ¡O dubdosa a dura perplexidad! ¡No sé qual escoja por más sano! ¡En el osar, manifiesto peligro; en la couardía, denostada, perdida! ¿A donde yrá el buey que no are?465 Cada camino descubre sus dañosos e hondos arrancos466. Si con el furto soy —155→ tomada467, nunca de muerta o encoroçada468 falto, a bien librar. Si no voy, ¿qué dirá Sempronio? Que todas estas eran mis fuerças, saber e esfuerço, ardid e ofrecimiento, astucia e solicitud. E su amo Calisto ¿qué dirá?, ¿qué hará?, ¿qué pensará; sino que ay nueuo engaño en mis pisadas e que yo he descubierto la celada, por hauer más prouecho desta otra parte, como sofística preuaricadora? O si no se le ofrece pensamiento tan odioso, dará bozes como loco. Dirame en mi cara denuestos rabiosos. Proporná mill inconuenientes, que mi deliberación presta le puso, diziendo: Tú, puta vieja, ¿por qué acrescentaste mis pasiones con tus promessas? Alcahueta falsa, para todo el mundo tienes pies, para mí lengua; para todos obra, para mí palabra; para todos remedio, para mí pena; para todos esfuerço, para mí te faltó; para todos luz, para mí tiniebla. Pues, vieja traydora, ¿por qué te me ofreciste? Que tu ofrecimiento me puso esperança; la esperança dilató mi muerte, sostuuo mi viuir, púsome título de hombre alegre. Pues no hauiendo efeto, ni tu carecerás de pena ni yo de triste desesperación. ¡Pues triste yo! ¡Mal acá, mal acullá: pena en ambas —156→ partes! Quando a los estremos falta el medio, arrimarse el hombre al más sano, es discreción. Mas quiero offender a Pleberio, que enojar a Calisto. Yr quiero. Que mayor es la vergüença de quedar por couarde, que la pena, cumpliendo como osada lo que prometí, pus469 jamás al esfuerço desayudó la fortuna470. Ya veo su puerta. En mayores afrentas me he visto. ¡Esfuerça, esfuerça, Celestina! ¡No desmayes! Que nunca faltan rogadores para mitigar las penas471. Todos los agüeros se adereçan fauorables o yo no sé nada desta arte. Quatro hombres, que he topado, a los tres llaman Juanes e los dos son cornudos472. La primera palabra, —157→ que oy por la calle, fue de achaque de amores. Nunca he tropeçado como otras vezes473. Las —158→ piedras parece que se apartan e me fazen lugar que passe. Ni me estoruan las haldas ni siento cansancio en andar. Todos me saludan. Ni perro me ha ladrado474 ni aue negra he visto, tordo ni cueruo ni otras noturnas. E lo mejor de todo es que veo a Lucrecia475 a la puerta de Melibea. Prima es de Elicia: no me será contraria.

LUCRECIA.- ¿Quién es esta vieja, que viene haldeando476?

CELESTINA.- Paz sea en esta casa.

—159→

LUCRECIA.- Celestina, madre, seas bienvenida. ¿Qual Dios te traxo por estos barrios no acostumbrados?

CELESTINA.- Hija, mi amor, desseo de todos vosotros, traerte encomiendas de Elicia e avn ver a tus señoras, vieja e moça. Que después, que me mudé al otro barrio, no han sido de mi visitadas.

LUCRECIA.- ¿A eso solo saliste de tu casa? Marauíllome de ti, que no es essa tu costumbre ni sueles dar passo sin prouecho.

CELESTINA.- ¿Más prouecho quieres, boua, que complir hombre sus desseos? E también, como a las viejas nunca nos fallecen necessidades, mayormente a mí, que tengo de mantener hijas agenas, ando a vender vn poco de hilado.

LUCRECIA.- ¡Algo es lo que yo digo! En mi seso estoy, que nunca metes aguja sin sacar reja477. Pero mi señora la vieja vrdió vna tela: tiene necessidad dello e tu de venderlo. Entra e espera aquí, que no os desauenirés.

ALISA478.- ¿Con quien hablas, Lucrecia?

—160→

LUCRECIA.- Señora, con aquella vieja de la cuchillada479, que solía viuir en las tenerías, a la cuesta del río.

ALISA.- Agora la conozco menos. Si tú me das entender lo incógnito480 por lo menos conocido, es coger agua en cesto481.

LUCRECIA.- ¡Jesú, señora!, más conoscida es esta vieja que la ruda. No sé como no tienes memoria de la que empicotaron482 por hechizera, que vendía las moças a los abades e descasaua mill casados.

ALISA.- ¿Qué oficio tiene?, quiça por aquí la conoceré mejor.

LUCRECIA.- Señora, perfuma tocas, haze solimán e otros treynta officios. Conoce mucho en yeruas, cura niños e avn algunos la llaman la vieja lapidaria483.

—161→

ALISA.- Todo esso dicho no me la da a conocer; dime su nombre, si le sabes.

LUCRECIA.- ¿Si le sé, señora? No ay niño ni viejo en toda la cibdad, que no le sepa: ¿hauíale yo de ignorar?

ALISA.- ¿Pues por qué no le dizes?

LUCRECIA.- ¡He vergüença!

ALISA.- Anda, boua, dile. No me indignes con tu tardança.

LUCRECIA.- Celestina, hablando con reuerencia484, es su nombre.

ALISA.- ¡Hy!, ¡hy!, ¡hy! ¡Mala landre te mate, si de risa puedo estar, viendo el desamor que deues de tener a essa vieja, que su nombre has vergüença nombrar! Ya me voy recordando della. ¡Vna buena pieça! No me digas más. Algo me verná a pedir. Di que suba.

LUCRECIA.- Sube, tía485.

CELESTINA.- Señora buena, la gracia de Dios sea contigo e con la noble hija. Mis passiones e enfermedades han impedido mi visitar tu casa, como era razón; mas Dios conoce mis limpias —162→ entrañas, mi verdadero amor, que la distancia de las moradas no despega el querer486 de los coraçones. Assí que lo que mucho desseé, la necessidad me lo ha hecho complir. Con mis fortunas aduersas otras, me sobreuino mengua de dinero. No supe mejor remedio que vender vn poco de hilado, que para vnas toquillas tenía allegado. Supe de tu criada que tenías dello necessidad. Avnque pobre e no de la merced de Dios, veslo aquí, si dello e de mí te quieres seruir.

ALISA.- Vezina honrrada, tu razón e ofrecimiento me mueuen a compassión e tanto, que quisiera cierto mas hallarme en tiempo de poder complir tu falta, que menguar tu tela. Lo dicho te agradezco. Si el hilado es tal, serte ha bien pagado.

CELESTINA.- ¿Tal, señora? Tal sea mi vida e mi vejez e la de quien parte quisiere de mi jura487. Delgado como el polo de la cabeça, ygual, rezio como cuerdas de vihuela, blanco como el copo de la nieue, hilado todo por estos pulgares, aspado e adreçado. Veslo aquí en madexitas. Tres monedas me dauan ayer por la onça, assí goze desta alma pecadora.

—163→

ALISA.- Hija Melibea, quédese esta muger honrrada contigo, que ya me parece que es tarde para yr a visitar a mi hermana, su muger de Cremes488, que desde ayer no la he visto, e también que viene su paje a llamarme, que se le s arrezió desde vn rato acá el mal489.

CELESTINA.- (Aparte.) Por aquí anda el diablo aparejando oportunidad, arreziando el mal a la otra. ¡Ea!, buen amigo, ¡tener rezio! Agora es mi tiempo o nunca. No la dexes, lléuamela de aquí a quien digo490.

ALISA.- ¿Qué dizes, amiga?

CELESTINA.- Señora, que maldito sea el diablo e mi pecado, porque en tal tiempo houo de crescer el mal de tu hermana, que no haurá para nuestro negocio oportunidad. ¿E qué mal es el suyo?

ALISA.- Dolor de costado e tal que, según del moço supe que quedaua, temo no sea mortal. Ruega tú, vezina, por amor mío, en tus deuociones por su salud a Dios.

—164→

CELESTINA.- Yo te prometo, señora, en yendo de aquí, me vaya por essos monesterios, donde tengo frayles deuotos míos, e les dé el mismo cargo, que tú me das. E demás desto, ante que me desayune, dé quatro bueltas a mis cuentas.

ALISA.- Pues, Melibea, contenta a la vezina en todo lo que razón fuere darle por el hilado. E tú, madre, perdóname, que otro día se verná en que más nos veamos.

CELESTINA.- Señora, el perdón sobraría donde el yerro falta. De Dios seas perdonada, que buena compañía me queda. Dios la dexe gozar su noble juuentud e florida mocedad, que es el tiempo en que más plazeres e mayores deleytes se alcançarán. Que, a la mi fe, la vejez no es sino mesón de enfermedades491, posada de pensamientos, amiga de renzillas, congoxa continua, llaga incurable, manzilla de lo passado, pena de lo presente, cuydado triste de lo por venir, vezina de la muerte, choça sin rama, que —165→ se llueue por cada parte, cayado de mimbre, que con poca carga se doblega.

MELIBEA.- ¿Por qué dizes, madre, tanto mal de lo que todo el mundo con tanta eficacia gozar e ver dessean492?

CELESTINA.- Dessean harto mal para sí, dessean harto trabajo. Dessean llegar allá, porque llegando viuen e el viuir es dulce e viuiendo enuejescen493. Assí que el niño dessea ser moço e el moço viejo e el viejo, más; avnque con dolor. Todo por viuir. Porque como dizen, biua la gallina con su pepita494. Pero ¿quién te podría contar señora, sus daños, sus inconvenientes, sus fatigas, sus cuydados, sus enfermedades, su frío, su calor, su descontentamiento, su renzilla, —166→ su pesadumbre, aquel arrugar de cara, aquel mudar de cabellos su primera e fresca color, aquel poco oyr, aquel debilitado ver, puestos los ojos a la sombra, aquel hundimiento de boca, aquel caer de dientes, aquel carecer de fuerça, aquel flaco andar, aquel espacioso comer495? Pues ¡ay, ay, señora!, si lo dicho viene acompañado de pobreza, allí verás callar todos los otros trabajos, quando sobra la gana e falta la prouisión; ¡que jamás sentí peor ahíto, que de hambre!

MELIBEA.- Bien conozco que dize cada uno de la feria496, segund le va en ella: assí que otra canción cantarán los ricos.

CELESTINA.- Señora, hija, a cada cabo ay tres leguas de mal quebranto497. A los ricos se les va —167→ la bienaventurança, la gloria e descanso por otros alvañares de asechanças, que no se parescen, ladrillados por encima con lisonjas. Aquel498 es rico que está bien con Dios. Más segura —168→ cosa es ser menospreciado que temido. Mejor sueño duerme el pobre, que no el que tiene de guardar con solicitud lo que con trabajo ganó e con dolor ha de dexar. Mi amigo no será simulado e el del rico sí. Yo soy querida por mi persona; el rico por su hazienda. Nunca oye verdad, todos le hablan lisonjas a sabor de su paladar, todos le han embidia. Apenas hallarás vn rico, que no confiese que le sería mejor estar en mediano estado o en honesta pobreza. Las riquezas no hazen rico, mas ocupado; no hazen señor, mas mayordomo. Mas son los posseydos de las riquezas que no los que las posseen. A muchos traxo la muerte, a todos quita el plazer e a las buenas costumbres ninguna cosa es más contraria. ¿No oyste dezir: dormieron su sueño los varones de las riquezas e ninguna cosa hallaron en sus manos499? Cada rico500 tiene vna dozena de hijos e nietos, que no rezan otra oración, no otra petición; sino rogar a Dios que le saque d'en medio dellos; no veen la hora que tener a él so la tierra e lo suyo entre sus manos e darle a poca costa su morada para siempre.

MELIBEA.- Madre, pues que assí es501, gran pena —169→ ternás por la edad que perdiste. ¿Querrías boluer a la primera?

CELESTINA.- Loco es502, señora, el caminante que, enojado del trabajo del día, quisiesse boluer de comienço la jornada para tornar otra vez aquel lugar. Que todas aquellas cosas, cuya possessión no es agradable, más vale poseellas, que esperallas. Porque más cerca está el fin d'ellas, quanto más andado del comienço. No ay cosa más dulce ni graciosa al muy cansado que el mesón. Assí que, avnque la moçedad sea alegre; el verdadero viejo no la dessea. Porque —170→ el que de razón e seso carece, quasi otra cosa no ama, sino lo que perdió.

MELIBEA.- Siquiera por viuir más, es bueno dessear lo que digo.

CELESTINA.- Tan presto, señora, se va el cordero como el carnero503. Niguno es tan viejo, que no pueda viuir vn año ni tan moço, que oy no pudiesse morir504. Assí que en esto poca avantaja505 nos leuays506.

MELIBEA.- Espantada me tienes con lo que has hablado. Indicio me dan tus razones que te aya visto otro tiempo. Dime, madre, ¿eres tú Celestina, la que solía morar a las tenerías, cabe el río?

CELESTINA.- Hasta que Dios quiera.

MELIBEA.- Vieja te has parado. Bien dizen que los días no se van en balde507. Assí goze de mí, no te conociera, sino por essa señaleja de la cara. Figúraseme que eras hermosa. Otra pareces, muy mudada estás.

LUCRECIA.- ¡Hy!, ¡hy!, ¡hy! ¡Mudada está el —171→ diablo! ¡Hermosa era con aquel su Dios os salue508, que trauiessa509 la media cara!

MELIBEA.- ¿Qué hablas, loca? ¿Qué es lo que dizes? ¿De qué te ríes?

LUCRECIA.- De cómo no conoscías a la madre en tan poco tiempo en la filosomía de la cara.

MELIBEA.- No es tan poco510 tiempo dos años; e más que la tiene arrugada.

CELESTINA.- Señora, ten tú el tiempo que no ande; terné yo mi forma, que no se mude. ¿No has leydo que dizen: verná el día que en el espejo no te conozcas?511 Pero también yo encanecí temprano —172→ e parezco de doblada edad. Que assí goze desta alma pecadora e tu desse cuerpo gracioso, que de quatro hijas, que parió mi madre, yo fue la menor. Mira cómo no soy vieja, como me juzgan.

MELIBEA.- Celestina, amiga, yo he holgado mucho en verte e conocerte. También hasme dado plazer con tus razones. Toma tu dinero e vete con Dios, que me paresce que no deues hauer comido.

CELESTINA.- ¡O angélica ymagen! ¡O perla preciosa, e como te lo dizes! Gozo me toma en verte fablar. ¿E no sabes que por la diuina boca fue dicho contra aquel infernal tentador, que no de solo pan viuiremos?512 Pues assí es, que no el solo comer mantiene. Mayormente a mí, que me suelo estar vno e dos días negociando encomiendas agenas ayuna, saluo hazer por los buenos, morir por ellos. Esto tuue siempre, querer más trabajar siruiendo a otros, que holgar contentando a mí. Pues, si tú me das licencia, direte la necessitada causa de mi venida, que es otra que la que fasta agora as oydo e tal, que todos perderíamos en me tornar en balde sin que la sepas.

MELIBEA.- Di, madre, todas tus necessidades, que, si yo las pudiere remediar, de muy buen —173→ grado lo haré por el passado conoscimiento e vezindad, que pone obligación a los buenos.

CELESTINA.- ¿Mías, señora? Antes agenas, como tengo dicho; que las mías de mi puerta adentro me las passo, sin que las sienta la tierra513, comiendo quando puedo, beuiendo quando lo tengo. Que con mi pobreza jamás me faltó, a Dios gracias, vna blanca para pan e vn quarto para vino, después que embiudé; que antes no tenía yo cuydado de lo buscar, que sobrado estaua vn cuero en mi casa e vno lleno e otro vazío514. Jamás me acosté sin comer vna tostada en vino e dos dozenas de soruos, por amor de la madre515, tras cada sopa. Agora, como todo cuelga de mí, en vn jarrillo malpegado516 me lo traen, que —174→ no cabe dos açumbres. Seys vezes517 al día tengo de salir por mi pecado, con mis canas acuestas, a le henchir a la tauerna. Mas no muera yo muerte518, hasta que me vea con vn cuero o tinagica de mis puertas adentro. Que en mi ánima no ay otra prouisión, que como dizen: pan e vino anda camino, que no moço garrido519. Assí que donde no ay varón, todo bien fallesce: con mal está el huso, quando la barua no anda de suso520. Ha venido esto, señora, por lo que dezía de las agenas necessidades e no mías.

MELIBEA.- Pide lo que querrás521, sea para quien fuere.

CELESTINA.- ¡Donzella graciosa e de alto linaje!522, tu suaue fabla e alegre gesto, junto con el aparejo de liberalidad, que muestras con esta pobre vieja, me dan osadía a te lo dezir. Yo dexo —175→ vn enfermo a la muerte, que con sola una palabra de tu noble boca salida, que le lleue metida en mi seno, tiene por fe que sanará, según la mucha deuoción tiene en tu gentileza.

MELIBEA.- Vieja honrrada, no te entiendo, si mas no declaras tu demanda. Por vna parte me alteras e prouocas a enojo; por otra me mueues a compasión. No te sabría boluer respuesta conueniente, según lo poco, que he sentido de tu habla. Que yo soy dichosa, si de mi palabra ay necessidad para salud de algún cristiano. Porque hazer beneficio es semejar a Dios523, e el que le da le recibe, quando a persona digna dél le haze. E demás desto, dizen que el que puede sanar al que padece, no lo faziendo, le mata. Assí que no cesses tu petición por empacho ni temor.

CELESTINA.- El temor perdí mirando, señora, tu beldad. Que no puedo creer que en balde pintasse Dios vnos gestos más perfetos que otros, más dotados de gracias, más hermosas faciones; sino para fazerlos almazén de virtudes, de misericordia, de compassión, ministros de sus mercedes e dádiuas, como a ti. E pues como todos seamos humanos, nascidos para morir, sea cierto que no se puede dezir nacido el que —176→ para sí solo nasció. Porque sería semejante a los brutos animales, en los quales avn ay algunos piadosos, como se dize del vnicornio524, que se humilla a qualquiera donzella. El perro525 con todo su ímpetu e braueza, quando viene a morder, si se echan en el suelo, no haze mal: esto de piedad. ¿Pues las aues? Ninguna cosa el gallo come, que no participe e llame las gallinas a comer dello. El pelicano526 rompe el pecho por dar a sus hijos a comer de sus entrañas. Las cigüeñas mantienen otro tanto tiempo a —177→ sus padres viejos en el nido, quanto ellos les dieron ceuo siendo pollitos527. Pues tal conoscimiento dio la natura a los animales e aues, ¿por qué los hombres hauemos de ser mas crueles? ¿Por qué no daremos parte de nuestras gracias e personas a los próximos, mayormente, quando están embueltos en secretas enfermedades e tales que, donde está la melezina, salió la causa de la enfermedad?

MELIBEA.- Por Dios, sin más dilatar, me digas quién es esse doliente, que de mal tan perplexo se siente, que su passión e remedio salen de vna misma fuente.

CELESTINA.- Bien ternás, señora, noticia en esta cibdad de vn cauallero mancebo, gentilhombre de clara sangre, que llaman Calisto.

MELIBEA.- ¡Ya, ya, ya! Buena vieja, no me digas más, no pases adelante. ¿Esse es el doliente por quien has fecho tantas premissas en tu demanda? ¿Por quien has venido a buscar la muerte para ti? ¿Por quien has dado tan dañosos passos, desuergonçada barvuda? ¿Qué siente esse perdido, que con tanta passión vienes? De locura será su mal. ¿Qué te parece? ¡Si me fallaras528 —178→ sin sospecha desse loco, con qué palabras me entrauas! No se dize en vano que el más empezible miembro del mal hombre o muger es la lengua. ¡Quemada seas, alcahueta falsa, hechizera, enemiga de onestad, causadora de secretos yerros! ¡Jesú, Jesú! ¡Quítamela, Lucrecia, de delante, que me fino529, que no me ha dexado gota de sangre en el cuerpo! Bien se lo mereçe esto e más, quien a estas tales da oydos. Por cierto, si no mirasse a mi honestidad e por no publicar su osadía desse atreuido, yo te fiziera, maluada, que tu razón e vida acabaran en vn tiempo.

CELESTINA.-(Aparte.) ¡En hora mala acá vine, si me falta mi conjuro! ¡Ea pues!: bien sé a quien digo. ¡Ce, hermano, que se va todo a perder!530

MELIBEA.- ¿Avn hablas entre dientes delante mí531, para acrecentar mi enojo e doblar tu pena? ¿Querrías condenar mi onestidad por dar vida a vn loco? ¿Dexar a mí triste por alegrar a él e lleuar tú el prouecho de mi perdición, el —179→ galardón de mí yerro? ¿Perderé destruyr la casa e la honrra de mi padre por ganar la de vna vieja maldita como tú? ¿Piensas que no tengo sentidas tus pisadas e entendido tu dañado mensaje? Pues yo te certifico que las albricias, que de aquí saques, no sean sino estoruarte de más ofender a Dios, dando fin a tus días. Respóndeme, traydora, ¿cómo osaste tanto fazer?

CELESTINA.- Tu temor, señora, tiene ocupada mi desculpa. Mi inocencia me da osadía, tu presencia me turba en verla yrada e lo que más siento e me pena es recibir enojo sin razón ninguna. Por Dios, señora, que me dexes concluyr mi dicho, que ni él quedará culpado ni yo condenada. E verás cómo es todo más seruicio de Dios, que passos deshonestos; más para dar salud al enfermo, que para dañar la fama al médico. Si pensara, señora, que tan de ligero hauías de conjecturar de lo passado nocibles sospechas, no bastara tu licencia para me dar osadía a hablar en cosa, que a Calisto ni a otro hombre tocasse.

MELIBEA.- ¡Jesú! No oyga yo mentar más esse loco, saltaparedes532, fantasma de noche, luengo —180→ como cigüeña, figura de paramento533 malpintado; si no, aquí me caeré muerta. ¡Este es el que el otro día me vido, e començó a desuariar comigo en razones, haziendo mucho del galán! Dirasle, buena vieja, que, si pensó que ya era todo suyo e quedaua por él el campo, porque holgué más de consentir sus necedades, que castigar su yerro, quise más dexarle por loco, que publicar su grande atreuimiento. Pues auísale que se aparte deste propósito e serle ha sano534; sino, podrá ser que no aya comprado tan cara, habla en su vida. Pues sabe que no es vencido, sino el que se cree serlo, e yo quedé bien segura e él vfano. De los locos es estimar a todos los otros de su calidad535. E tú tórnate con su mesma razón; que respuesta de mí otra no haurás ni la esperes. Que por demás es ruego a quien no puede hauer misericordia536. E da gracias a Dios, pues tan libre vas desta feria. Bien me hauían dicho quien tu eras e auisado de tus propriedades, avnque agora no te conocía.

—181→

CELESTINA.- (Aparte.) ¡Más fuerte estaua Troya e avn otras más brauas he yo amansado! Ninguna tempestad mucho dura.

MELIBEA.- ¿Qué dizes, enemiga? Fabla, que te pueda oyr. ¿Tienes desculpa alguna para satisfazer mi enojo e escusar tu yerro e osadía?

CELESTINA.- Mientras viuiere tu yra, más dañará mi descargo. Que estás muy rigurosa e no me marauillo: que la sangre nueua poca calor ha menester para heruir.

MELIBEA.- ¿Poca calor? ¿Poco lo puedes llamar, pues quedaste tú viua e yo quexosa sobre tan gran atreuimiento? ¿Qué palabra podías tú querer para esse tal hombre, que a mí bien me estuuiesse? Responde, pues dizes que no has concluydo: ¡quiça pagarás lo passado!

CELESTINA.- Vna oración, señora, que le dixeron que sabías de sancta Polonia para el dolor de las muelas537. Assí mismo tu cordón, que es fama que ha tocado todas las reliquias, que ay en Roma e Jerusalem. Aquel cauallero, que dixe, pena e muere dellas. Esta fue mi venida. Pero, pues en mi dicha estaua tu ayrada respuesta, padézcase él su dolor, en pago de buscar tan desdichada mensajera. Que, pues en tu mucha —182→ virtud me faltó piedad, también me faltará agua, si a la mar me embiara. Pero ya sabes que el deleyte de la vengança dura vn momento y el de la misericordia para siempre.538

MELIBEA.- Si esso querías, ¿por qué luego no me lo espresaste? ¿Por qué me lo dixiste en tan pocas539 palabras?

CELESTINA.- Señora, porque mi limpio motiuo me hizo creer que, avnque en menos540 lo propusiera, no se hauía de sospechar mal. Que, si faltó el deuido preámbulo, fue porque la verdad no es necessario abundar541 de muchas colores. Compassión de su dolor, confiança de tu magnificencia ahogaron en mi boca al principio la espresión de la causa. E pues conosces, señora, que el dolor turba, la turbación desmanda e altera la lengua, la qual hauía de estar siempre atada con el seso, ¡por Dios!, que no me culpes. E si el otro yerro ha fecho, no redunde en mi daño, pues no tengo otra culpa, sino ser mensajera —183→ del culpado542. No quiebre la soga por lo más delgado543. No seas la telaraña544, que no muestra su fuerça sino contra los flacos animales. No paguen justos por peccadores545. Imita la diuina justicia, que dixo: El ánima que pecare, aquella misma muera546; a la humana, que jamás condena al padre por el delicto del hijo ni al hijo por el del padre. Ni es, señora, razón que su atreuimiento acarree mi perdición. Avnque, según su merecimiento, no ternía en mucho que fuese él el delinquente e yo la condemnada. Que no es otro mi oficio, sino seruir a los semejantes: desto biuo e desto me arreo547. Nunca fue mi voluntad enojar a vnos por agradar a otros, avnque ayan dicho a tu merced en mí absencia otra cosa. Al fin, señora, a la firme verdad el viento del vulgo, no la empece. Vna sola548 soy en este limpio trato. En toda la ciudad —184→ pocos tengo descontentos. Con todos cumplo, los que algo me mandan, como si touiesse veynte pies e otras tantas manos.

MELIBEA.- No me marauillo, que vn solo maestro de vicios dizen que basta para corromper vn gran pueblo. Por cierto, tantos e tales loores me han dicho de tus falsas mañas, que no sé si crea que pedías oración.

CELESTINA.- Nunca yo la reze e si la rezare no sea oyda, si otra cosa de mí se saque, avnque mill tormentos me diessen.

MELIBEA.- Mi passada alteración me impide a reyr de tu desculpa. Que bien sé que ni juramento ni tormento te torcerá a dezir verdad, que no es en tu mano549.

CELESTINA.- Eres mi señora. Téngote de callar, hete yo de seruir, hasme tú de mandar. Tu mala palabra será víspera de vna saya.

MELIBEA.- Bien la has merescido.

CELESTINA.- Si no la he ganado con la lengua, no la he perdido con la intención.

MELIBEA.- Tanto afirmas tu ignorancia, que me hazes creer lo que puede ser. Quiero pues en tu dubdosa desculpa tener la sentencia en —185→ peso550 e no disponer de tu demanda al sabor de ligera interpretación. No tengas en mucho ni te marauilles de mi passado sentimiento, porque concurrieron dos cosas en tu habla, que qualquiera dellas era bastante para me sacar de seso: nombrarme esse tu cauallero, que comigo se atreuió a hablar, e también pedirme palabra sin más causa, que no se podía sospechar sino daño para mi honrra. Pero pues todo viene de buena parte, de lo passado aya perdón. Que en alguna manera es aliuiado mi coraçón, viendo que es obra pía e santa sanar los passionados551 e enfermos.

CELESTINA.- ¡E tal enfermo, señora! Por Dios, si bien le conosciesses552, no le juzgasses por el que has dicho e mostrado con tu yra. En Dios e en mi alma, no tiene hiel; gracias, dos mill: en franqueza, Alexandre; en esfuerço, Etor553; gesto, de vn rey; gracioso, alegre; jamás reyna en él tristeza. De noble sangre, como sabes. —186→ Gran justador, pues verlo armado, vn sant George. Fuerça e esfuerço, no tuuo Ercules tanta. La presencia e faciones, dispusición, desemboltura, otra lengua hauía menester para las contar. Todo junto semeja ángel del cielo. Por fe tengo que no era tan hermoso aquel gentil Narciso554, que se enamoró de su propia figura, quando se vido en las aguas de la fuente. Agora, señora, tiénele derribado vna sola muela, que jamás cessa de quexar.

MELIBEA.- ¿E qué tanto tiempo ha?

CELESTINA.- Podrá ser, señora, de veynte e tres años: que aquí está Celestina, que le vido nascer e le tomó a los pies de su madre.

—187→

MELIBEA.- Ni te pregunto esso ni tengo necessidad de saber su edad; sino qué tanto ha que tiene el mal.

CELESTINA.- Señora, ocho días. Que parece que ha vn año en su flaqueza555. E el mayor remedio que tiene es tomar vna vihuela e tañe tantas canciones e tan lastimeras, que no creo que fueron otras las que compuso aquel Emperador e gran músico Adriano556, de la partida del ánima, por sofrir sin desmayo la ya vezina muerte. Que avnque yo sé poco de música, parece que faze aquella vihuela fablar. Pues, si acaso canta, de mejor gana se paran las aues a le oyr, que no aquel antico, de quien se dize que mouía los árboles e piedras con su canto. Siendo este nascido no alabaran a Orfeo557. Mirá, señora, si vna —188→ pobre vieja, como yo, si se fallará dichosa en dar la vida a quien tales gracias tiene. Ninguna muger le vee, que no alabe a Dios, que assí le pintó. Pues, si le habla acaso, no es más señora de sí, de lo que él ordena. E pues tanta razón tengo, juzgá, señora, por bueno mi propósito, mis passos saludables e vazíos de sospecha.

MELIBEA.- ¡O quanto me pesa con la falta de mi paciencia! Porque siendo él ignorante e tu ynocente, haués padescido las alteraciones de —189→ mi ayrada lengua. Pero la mucha razón me relieua de culpa, la qual tu habla sospechosa causó. En pago de tu buen sofrimiento, quiero complir tu demanda e darte luego mi cordón. E porque para escriuir la oración no haurá tiempo sin que venga mi madre, si esto no bastare, ven mañana por ella muy secretamente.

LUCRECIA.- (Aparte.) ¡Ya, ya, perdida es mí ama! ¿Secretamente quiere que venga Celestina? ¡Fraude ay! ¡Más le querrá dar, que lo dicho!

MELIBEA.- ¿Qué dizes, Lucrecia?

LUCRECIA.- Señora, que baste lo dicho; que es tarde.

MELIBEA.- Pues, madre, no le des parte de lo que passó a esse cauallero, porque no me tenga por cruel o arrebatada o deshonesta.

LUCRECIA.- (Aparte.) No miento yo, que ¡mal va este fecho!

CELESTINA.- Mucho me marauillo, señora Melibea, de la dubda que tienes de mi secreto. No temas, que todo lo sé sofrir e encubrir. Que bien veo que tu mucha sospecha echó558, como suele, mis razones a la más triste parte. Yo voy con tu cordón tan alegre, que se me figura que está —190→ diziéndole allá su coraçón la merced, que nos hiziste e que lo tengo de hallar aliuiado.

MELIBEA.- Más haré por tu doliente, si menester fuere, en pago de lo sofrido.

CELESTINA.- Más será menester e más harás e avnque no se te agradezca.

MELIBEA.- ¿Qué dizes, madre, de agradescer?

CELESTINA.- Digo, señora, que todos lo agradescemos e seruiremos e todos quedamos obligados. Que la paga más cierta es, quando más la tienen de complir559.

LUCRECIA.- ¡Trastrócame essas palabras!

CELESTINA.- ¡Hija Lucrecia! ¡Ce! Yrás a casa e darte he vna lexía, con que pares essos cavellos más que el oro560. No lo digas a tu señora. E avn darte he vnos poluos para quitarte esse olor de la boca, que te huele vn poco, que en el reyno no lo sabe fazer otra sino yo e no ay cosa que peor en la muger parezca.

LUCRECIA.- ¡O!561 Dios te dé buena vejez, que mas necessidad tenía de todo esso que de comer.

CELESTINA.- ¿Pues, porque murmuras contra mí, —191→ loquilla? Calla, que no sabes si me aurás menester en cosa de más importancia. No prouoques a yra a tu señora, más de lo que ella ha estado. Déxame yr en paz.

MELIBEA.- ¿Qué le dizes, madre?

CELESTINA.- Señora, acá nos entendemos.

MELIBEA.- Dímelo, que me enojo, quando yo presente se habla cosa de que no aya parte.

CELESTINA.- Señora, que te acuerde la oración562, para que la mandes escriuir e que aprenda de mí a tener mesura en el tiempo de tu yra, en la qual yo vsé lo que se dize: que del ayrado es de apartar por poco tiempo, del enemigo por mucho563. Pues tú, señora, tenías yra con lo que sospechaste de mis palabras, no enemistad. Porque, avnque fueranlas que tú pensauas, en sí no eran malas: que cada día ay hombres penados por mugeres e mugeres por hombres e esto obra la natura e la natura ordenola Dios e Dios no hizo —192→ cosa mala. E assí quedaua mi demanda, como quiera que fuesse, en sí loable, pues de tal tronco procede, e yo libre de pena. Más razones destas te diría, si no porque la prolixidad es enojosa al que oye e dañosa al que habla.

MELIBEA.- En todo has tenido buen tiento, assí en el poco hablar en mi enojo, como con el mucho sofrir.

CELESTINA.- Señora, sofrite con temor, porque te ayraste con razón. Porque con la yra morando, poder, no es sino rayo. E por esto passé tu rigurosa habla hasta que tu almazén houiesse gastado.

MELIBEA.- En cargo te es564 esse cauallero.

CELESTINA.- Señora, más merece. E si algo con mi ruego para él he alcançado, con la tardança lo he dañado. Yo me parto para él, si licencia me das.

MELIBEA.- Mientra más ayna la houieras pedido, más de grado la houieras recabdado. Ve con Dios, que ni tu mensaje me ha traydo prouecho ni de tu yda me puede venir daño.