La Celestina vibra en La Lozana
Patrizia Botta
Del modelo Celestina, La Lozana andaluza tiene ante todo el contenido, o mejor, una parte de su contenido, una parte especial que viene de uno solo de sus personajes: Celestina, ramera en la juventud y alcahueta en la vejez, con todo su mundo de tráfagos y de terciarias. La joven prostituta Lozana es el equivalente de lo que fue, de joven, la vieja Celestina, de la que se declara émula intencional, y con la que quiere competir a cada paso, reivindicando que posee, mucho más que ella, saberes específicos, habilidades y destrezas prácticas1.
Entre las muchas facetas que ofrece Celestina, Lozana toma y ensancha una en especial, la prostitución, y la va configurando como rasgo dominante y casi exclusivo, adhiriéndose y abriendo camino al género incipiente de la celestinesca, el de las Segundas Celestinas o Hijas de Celestina continuadoras de su oficio y de su arte. Lozana es esto: una discípula y continuadora de Celestina, máxime en el campo de la prostitución, que, como Celestina, de joven actúa de ramera y de vieja se convierte en alcahueta, con todo su equipaje de saberes necesarios al oficio que abarcan de todo un poco: cosmética, medicina, hechicería y hasta brujería (si bien menos diabólica que la de Celestina).
En cuanto a la ambientación, es natural que el escenario de La Lozana sea el mismo que el de La Celestina: la ciudad, las calles, las plazas, el marco urbano no ya de casas patricias de Calistos y Melibeas sino de barrios de malvivientes y marginados, del mundo del hampa que lucha por el comer del día a día a expensas de una Roma curial y rica, la del Papado que asegura mercado y supervivencia a las prostitutas.
Claro,
«las» prostitutas, porque lo que en La
Celestina eran «treynta mugeres en la
putería»
que cuidaría Centurio (XV,
521)2
y «nueve modas»
que Celestina
dirigía en su juventud (IX, 417), en La Lozana
andaluza se convierten en treintamil rameras que pueblan la
ciudad de Roma3,
DIVICIA.- Yo's diré quantas conozco yo. Son treynta mill putanas y nueve mill rufianas sin vos. |
(Mam. 54, p. 364) |
que vienen de todas partes y que son de todo tipo y de todas especialidades, según sabemos por el famoso «Repertorio de Putas» que reza el Valijero en los Mams. 20 y 21, esas dos increíbles tiradas enumerativas y hasta expresionistas, que van detallando con lujo de pormenores y un gran sentido del humor la variedad y la procedencia de las prostitutas, para que Lozana aprenda a competir con ellas para poder sobrevivir:
(Mam. 20, pp. 186-188) |
(Mam. 21, pp. 190-191) |
Como se ve, un ejército de rameras, una ciudad entera de rameras, una ciudad ramera, «Roma putana» como la define el mismo texto (Mam. 12, p. 124), o un inmenso cuadro viviente de la prostitución y de los tipos humanos que a sus espaldas viven.
En estrecha conexión con el tipo de personajes dominantes y con el ambiente mismo de la obra, hay varias escenas y situaciones que tienen su paralelo con el modelo, como por ejemplo el erotismo crudo y sin rodeos, con la famosa escena de la cama del Mam. 14 y otras semejantes que vienen del «Sexo en las Tablas» que ya asomaba en La Celestina en los encuentros de Pármeno y Areúsa (VII, 378-381) y en las escenas de amor entre Calisto y Melibea (XIV, 499-501 y XIX, 569-573); o bien los chistes sexuales desbocados, por ejemplo entre Lozana y el Paje, que afirma
que me creçe tanto que se me sale de la bragueta. |
(Mam. 25, p. 219) |
lo que recuerda
las palabras de Celestina a Pármeno cuando le habla de la
«punta de la barriga»
que
tendría «mal
sosegadilla»
y movediza como «cola de alacrán»
(I, 253).
Otra semejanza es la mudanza de casa que es obligada a hacer Lozana en relación con su propio oficio (Mam. 34, p. 257 y Mam. 40, p. 293), así como por razones conexas con la historia de la prostitución mudaba de casa Celestina desde la zona de las tenerías al centro de la ciudad (I, 241; I, 255; IV, 302; IV, 309). Y no faltan situaciones concretas paralelas, como la de la Vieja que no quiere ir a servir, igual que Areúsa (IX, 415-417) y que, como ésta, da una lista detallada de razones de malestar, inaguantables:
(Mam. 18, p. 174)
o bien la de Lozana que, como Celestina (IX, 417-421), añora su propia edad de oro, cuando era más joven y el negocio le iba mejor, y vivía holgada, lo que no ocurre ya en sus tiempos últimos:
(Mam. 44, pp. 315-316). |
En cuanto a las «habilidades» propias del oficio, Lozana, respecto de Celestina, posee saberes aprendidos en el lejano Oriente, y según dice, mayores destrezas prácticas, amén de artes suasorias y hablas astutas con las que logra sacar provecho para mantenerse de sus propios medios (y mantener a otro que vive a sus espaldas, que es Rampín).
Como Celestina (o mucho más que Celestina) Lozana tiene conocimientos en hierbas, en piedras, en cosméticos, en magia y mejunjes que sabe preparar para atraer amores (o para la philocaptio), y conoce además la medicina. Tenemos pues, en sus páginas, las mismas enumeraciones de ingredientes vegetales o animales que veíamos en pasajes de La Celestina (como la descripción del Laboratorio, I, 243-247), y con los mismos usos y propiedades, y la misma manera de prepararlos y proporcionarlos a los clientes o pacientes. Abundan, pues, las semejanzas en todas las series descriptivas de sus habilidades mujeriles, máxime las cosméticas (como ya Celestina, I, 243-245), que Lozana aprende llegando a Roma y frecuentando a quienes:
(Mam. 5, pp. 94-95). |
Lozana se especializa luego en pelar las cejas, aprovechando sus previos conocimientos herbolarios, como vemos por el diálogo siguiente:
(Mam. 14, pp. 147-148). |
Lozana es cosmetóloga sobre todo en la vejez, hacia el final de la narración, cuando no tiene otra forma de ganancia que embellecer a diez cortesanas romanas que acuden a su casa y a sus habilidades, y ella incluso se enfada al ver cuán desaliñadas vienen a consultarla, una a una:
(Mam. 48, pp. 330-332). |
Entre los saberes de Lozana, si bien predominan los cosméticos, no faltan, como en Celestina, los conocimientos médicos4 de los que ella misma alardea en un elenco de lo más solemne:
(Mam. 42, p. 306) |
Es además
partera (Mam. 24, p. 210), como Celestina es «física de niños»
(I,
242), y actúa de médico en varias ocasiones y, al
igual que Celestina (VII, 372-374), sabe curar el mal de la madre
con los remedios adecuados:
(Mam. 23, p. 202). |
Sabe además tratar la enfermedad de amor (el enamoramiento patológico), que cura con el propio acto sexual (Mam. 49 y 50), como hace Celestina con Calisto, y no le falta un ayudante (como a Celestina no le falta Elicia, III, 290-292), ya que tiene a Rampín de aprendiz de médico (y quizás de brujo):
(Mam. 26, pp. 221-222) |
Incluso en la obra, Lozana es presentada como mucho más experta y fiable que los propios médicos profesionales que son burlados por incompetentes, como ocurre en el Mam. 59 donde dos médicos letrados (también llamados «Físicos» o «Cirúrgicos») acuden a su casa para aprender algún remedio opuesto al que adoptan ellos (pero al parecer mucho más eficaz, ya que protestan por robarles Lozana los pacientes). Y Lozana en su respuesta, de par a par, los tilda de veterinarios y de asnos (Mam. 59, pp. 390-391), con juego sutil entre las palabras sano y asno (que tienen las mismas letras) para dar a entender que un médico que al paciente tendría que darle sanidad acaba proporcionándole, por incompetente, tan solo asinidad, o sea burradas, lejos de curarle. Y el enfermo, por ende, confía mucho más en los saberes femeninos de Lozana. Con ello se alude a la contienda, ya implícita en La Celestina, entre la medicina oficial, poco fiable, y la medicina paralela, inculta y femenina, que al fin y al cabo logra curar con éxito, monopolizando el mercado de los pacientes y logrando ganancias que los médicos letrados ni se imaginan. Ello a la vez denota una realidad social muy arraigada por aquella época en todas las capas de la población: la de la mujer anciana, la vetula, experta en hierbas y en artes mágicas, que con sus saberes alternativos y con sus conocimientos prácticos acaba suplantando al médico oficial, al académico formado en las universidades, pese a las condenas y a las medidas represivas que venían de las instituciones (como Universidades y Pragmáticas emanadas por los Reyes)5.
Un comentario último sobre la medicina en La Lozana atañe a uno de sus temas principales (que aquí menciono apenas, por merecer, por amplio, un trato aparte): el tema de la sífilis, enfermedad que contagia a todos sus personajes e incluso al mismo autor Francisco Delicado, que escribe la obra precisamente desde la camilla de un Hospital donde está internado para curarse. Son numerosísimas en el texto las referencias a esta enfermedad llamada con gran variedad de nombres, a todos sus síntomas (de piel carcomida o manchada, de caída de cabellos, etc.) y a los remedios que por entonces se conocían y se aplicaban. Tantas, que algunos críticos han visto la obra como una gran metáfora de una de las enfermedades más difundidas en el siglo XVI y que tenía plagada a la ciudad de Roma por aquellos años.
Otro aspecto que Lozana comparte con Celestina es el de la magia6. Lozana también tiene conocimientos de hechicería y de brujería, y nuevas semejanzas con el modelo brotan en la detallada pintura de usos mágicos con fines eróticos o amatorios, por tanto de philocaptio, como nos cuentan de ella algunos personajes, por ejemplo Rampín:
(Mam. 17, pp. 167-169) |
o bien Divicia:
DIVIÇIA.- Y vos [...] dezís las palabras en algaravía, y el plomo con el çerco en tierra, y el orinal y la clara del huevo, y days el coraçón de la gallina con agujas y otras cosas semejantes. |
(Mam. 54, p. 360). |
o como la propia Lozana admite, aludiendo a una «vieja» que le hizo de maestra:
LOÇANA.- [...] Yo sé ensalmar y encomendar y santiguar quando alguno está aojado, que una vieja me vezó, que era saludadera y buena como yo. |
(Mam. 42, p. 306). |
Frente a estas brujerías de Lozana (que sin embargo no llegan a evocar el diablo como hace Celestina en el conjuro final del Auto III), se yergue el Autor con la clave moralizante que quiere dar a esa figura femenina tan heterodoxa (igual que Rojas que toma distancia de materia tan candente). En efecto, en un curioso diálogo, Francisco Delicado (bajo las semblanzas del personaje del AUTOR que habla con Lozana), actúa de cura, como de hecho es, y a Lozana le opone su sermón y hasta su exorcismo frente a los hábitos brujeriles que ésta tiene. Le va objetando según el esquema «a esto que me dices», «te digo» o «te respondo», dándole a cada cosa su explicación racional:
(Mam. 42, pp. 307-308). |
Como se ve, un sermón cabal, que todo lo explica por sentido común y por raciocinio, invitando (como Rojas) al amor de Dios y a la recta vía. Y al mismo tiempo, un verdadero exorcismo de parte del religioso, del cura de carne y hueso (como lo era Francisco Delicado) que con la señal de la cruz (y no sabemos si con aspersión de agua bendita) anula el poder y los efectos de la magia, iletrada y popular.
* * *
También a nivel formal tenemos varios paralelos, empezando ante todo con el género de la novela dialogada, que si en La Lozana se va encauzando más bien hacia formas narrativas, sigue guardando, sin embargo, los mismos recursos de los diálogos celestinescos, con sus apartes, sus acotaciones, sus soliloquios, sus Argumentos antepuestos a cada Mamotreto, y su Argumento General de toda la obra.
También tenemos un eco muy marcado del modelo cuando en La Lozana se acude a la técnica de la descripción y de la contra-descripción, con un punto de vista muy opuesto: así como de Melibea sabemos por Calisto (I, 231) que es bellísima, de ojos verdes, de cabellos de oro, de nariz perfilada y mucho más, y por una de las prostitutas que tiene el vientre como una mujer parida, las tetas colgadas, y su cuerpo es todo decadencia, ya que su apariencia sólo se debe al efecto de mejunjes milagrosos (IX, 407-408), igualmente en La Lozana se nos brindan el pro y el contra de una misma medalla, personaje o situación. Concretamente, al impresionante «Repertorio de Putas» que nos hace el Valijero en los Mams. 20 y 21, retratándolas en todo su vigor, belleza y juventud se corresponde, como contra-descripción en el Mam. 44, la evocación de las prostitutas en su vejez, en su espantosa decadencia y en sus enfermedades contraídas con el oficio (como la sífilis), y que no tienen más remedio que retirarse a la «Taverna Meritoria» (una especie de hostal de jubiladas), que pronto se convierte en un archi-hospital:
(Mam. 44, pp. 316-319) |
SILVANO.- [...] quiero que sepáys que la taberna meritoria para essas señoras ya está hecha archiospital. |
(Mam. 45, p. 320.) |
Un ocaso ejemplar de tanto esplendor que nos da el revés de la medalla, el contrarretrato, como en La Celestina. Otro ejemplo de contra-descripción, corrosiva, es el de una de las rameras, al parecer hermosa y de cabellos rubios, de la que en realidad se dice:
(Mam. 7, p. 104). |
A nivel formal
también reconocemos varios recursos estilísticos que
se inspiran directamente en el modelo, como el lenguaje bajo de las
prostitutas, o el registro coloquial del habla, con sus diminutivos
como «perrico»
(Mams. 18 y 24), «amito»
(Mams. 64 y 65), de marcado sabor celestinesco,
o el constante hablar por refranes, igual que en el modelo, y con
la misma libertad que se toma con los proverbios. En efecto, los
refranes aquí también se cortan por la mitad, o se
adaptan al contexto mudando la letra: por ejemplo «más tira coño que soga»
(Mam. 29, p. 236) en lugar de «más tira moza que soga»
, o
«quien se muda Dios lo ayuda»
(Mam. 34, p. 258) en vez de «quien madruga Dios le ayuda»
, o
«este monte no es para asnos»
en lugar de «la miel»
(Mam. 34, p. 261 y Mam.
64, p. 410). O bien, como en
La Celestina, van introducidos por fórmulas
constantes («que como dicen»,
«que se dice», «por eso dicen», «que
bien dice», «antiguo dicho es», «siempre
oí decir», «es refrán»
), sin
contar los numerosísimos casos de proverbios que
también se citan en La Celestina y que vuelven a
vibrar en los diálogos de los personajes lozanescos (entre
otros, «nunca más perro a
molino»
- Mam. 51,
p. 343-, «entre col y col lechuga»
-
Mam. 54, pp. 358, 359-, «la obra alaba al maestro»
-
Mam. 60, p. 397-, «hombre
apercibido medio combatido»
- Mam. 66, pp.
417-418-, «el molino andando
gana»
- Mam.18,
p. 175 y Mam. 29, p.
237-), y los casos en que, como en el modelo, los refranes se citan
por grupos y en series acumulativas (por ejemplo en el Mam. 40, p.
295: «si te vi no me acuerdo, quien
sirve a munchos no sirve a ninguno»
).
Pero hay que decir
que codo a codo con las citas populares también van muchas
palabras cultas, al igual que en el modelo: voces jurídicas
como «auditores»
(Mam. 32, p.
250), «audiencias»
(Mam. 32, p. 250 y Mam.
56, p. 376), «notarios y procuradores»
(Mam. 56, p. 377), «jure
çevil»
(Incipit, p. 77, Mam. 24,
p. 217 y Mam. 60, p.
395), cultismos léxicos como «salutífero»
(Mam. 47, p.
327 y Mam. 55, p. 373), «pestífero»
(Epístola autor, p. 427), «cliéntulos»
(Mam. 43, p.
312), «en senetud constitutas»
(Mam. 45, p. 319), y muchísimas citas en
latín, tanto palabras sueltas -«Septuaginta»
(Mam. 53, p.
357), «Santa Santorum»
(Mam. 47, p.
329), «Petrus in cunctis»
(Mam. 56, p.
374)- como frases enteras, entre macarrónico y
académico:
CAVALLERO.- [...] mulier qui fuit in urbe habens septem mecanicas artes. |
(Mam. 36, p. 271). |
CAVALLERO.- [...] lustravit provinçias. |
(Mam. 36, p. 272). |
LOÇANA.- [...] ytali ululant, hispani plangunt, gali canunt. |
(Mam.65, p. 415). |
AUTOR.- [...] vino in quo est luxuria. |
(Mam. 42, p. 305) |
AUTOR.- [...] quidquid agunt homines, intentio salvat omnes. |
(Mam. 42, p. 310). |
deformación, la última, de un famoso verso de
Juvenal, o bien la transformación jocosa de otra cita
clásica, la de Escipión el Africano («Patria ingrata, non habebis ossa mea»
) que se
adapta al contexto de burdel y se convierte en:
BLASÓN.- [...] puta ingrata, non intrabis in corpore meo. |
(Mam. 35, p. 267). |
al lado del Salmo
53 («non praeposuerunt Deum ante conspectum
suum»
, Mam. 49,
p. 339), y otros ejemplos
más, a imitación de las citas latinas de Petrarca y
de otros autores que se leen entre las páginas de La
Celestina.
Sin contar lo
culto de los nombres propios, del sistema onomástico de la
obra, que es todo él un alarde de erudición y de
guiños al lector (con nombres de maleantes como Horacio,
Salustio, Ovidio y de prostitutas como Terencia, Virgilia, Apuleya,
Tulia)7,
y a la vez es un recuerdo muy marcado de esos nombres latinos en
caso nominativo que aparecían en La Celestina
(Centurio, Traso, etc.). Sin
que falten además antropónimos de directa
derivación celestinesca (como Cinturiona Segundina, o
Celidonia en
expreso paralelo con Celestina, o incluso el nombre
de Rampín que no es imposible que trastrueque las letras del
de Pármeno, a quien el personaje tanto se asemeja), y sin
que falte, por último, en tema de nombres propios, un
recurso celestinesco más, el adjetivo onomástico que
se forma a partir del nombre propio, con ejemplos como «mi hijo lozano»
(Mam. 32, p.
249), «celestial»
, «Celestinal»
(Mam. 55, p.
370), «ursinas»
(Mam. 20, p.
186), tal como en el modelo «plebérico»
(I, 215), «melibeo»
(I, 220), «ascánica»
(VI, 345),
«phebeo» (Octavas Proaza, 616).