Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice Siguiente


Abajo

La Celestina vibra en La Lozana

Patrizia Botta





Del modelo Celestina, La Lozana andaluza tiene ante todo el contenido, o mejor, una parte de su contenido, una parte especial que viene de uno solo de sus personajes: Celestina, ramera en la juventud y alcahueta en la vejez, con todo su mundo de tráfagos y de terciarias. La joven prostituta Lozana es el equivalente de lo que fue, de joven, la vieja Celestina, de la que se declara émula intencional, y con la que quiere competir a cada paso, reivindicando que posee, mucho más que ella, saberes específicos, habilidades y destrezas prácticas1.

Entre las muchas facetas que ofrece Celestina, Lozana toma y ensancha una en especial, la prostitución, y la va configurando como rasgo dominante y casi exclusivo, adhiriéndose y abriendo camino al género incipiente de la celestinesca, el de las Segundas Celestinas o Hijas de Celestina continuadoras de su oficio y de su arte. Lozana es esto: una discípula y continuadora de Celestina, máxime en el campo de la prostitución, que, como Celestina, de joven actúa de ramera y de vieja se convierte en alcahueta, con todo su equipaje de saberes necesarios al oficio que abarcan de todo un poco: cosmética, medicina, hechicería y hasta brujería (si bien menos diabólica que la de Celestina).

En cuanto a la ambientación, es natural que el escenario de La Lozana sea el mismo que el de La Celestina: la ciudad, las calles, las plazas, el marco urbano no ya de casas patricias de Calistos y Melibeas sino de barrios de malvivientes y marginados, del mundo del hampa que lucha por el comer del día a día a expensas de una Roma curial y rica, la del Papado que asegura mercado y supervivencia a las prostitutas.

Claro, «las» prostitutas, porque lo que en La Celestina eran «treynta mugeres en la putería» que cuidaría Centurio (XV, 521)2 y «nueve modas» que Celestina dirigía en su juventud (IX, 417), en La Lozana andaluza se convierten en treintamil rameras que pueblan la ciudad de Roma3,

DIVICIA.-  Yo's diré quantas conozco yo. Son treynta mill putanas y nueve mill rufianas sin vos.


(Mam. 54, p. 364)                


que vienen de todas partes y que son de todo tipo y de todas especialidades, según sabemos por el famoso «Repertorio de Putas» que reza el Valijero en los Mams. 20 y 21, esas dos increíbles tiradas enumerativas y hasta expresionistas, que van detallando con lujo de pormenores y un gran sentido del humor la variedad y la procedencia de las prostitutas, para que Lozana aprenda a competir con ellas para poder sobrevivir:

BALIGERO.-  [...] ay putas graciosas más que hermosas, putas que son putas antes que mochachas. Ay putas apasionadas, putas estregadas, afeitadas, putas esclarecidas, putas reputadas, reprovadas. Ay putas moçáraves de Çocodóver, putas carcaveras; ay putas de cabo de ronda, putas ursinas, putas güelphas, gibelinas, putas ynjuynas, putas de Rapalo rapaynas. Ay putas de simiente, putas de botón griñimón, noturnas, diurnas, putas de çintura de marca mayor. Ay putas orilladas, bigarradas, putas combatidas, vençidas y no acabadas, putas devotas reprochadas de Oriente a Poniente y Setentrión; putas convertidas, rrepentidas, putas viejas, lavanderas porfiadas, que siempre an quinze años como Elena; putas meridianas, oçidentales, putas máxcaras enmaxcaradas, putas trincadas, putas calladas, putas antes de su madre y después de su tía, putas de subientes e deçendientes, putas con virgo, putas sin virgo, putas el día del domingo, putas que guardan el sábado asta que an xabonado, putas feriales, putas a la candela, putas reformadas, putas xaqueadas, travestidas, formadas, estrionas de Tesalia. Putas abispadas, putas terçeronas, aseadas, apuradas, gloriosas, putas buenas y putas malas, y malas putas. Putas enteresales, putas secretas y públicas, putas jubiladas, putas casadas, reputadas, putas beatas y beatas putas, putas moças, putas viejas y viejas putas de trintín y botín. Putas alcagüetas y alcahuetas putas, putas modernas, machuchas, inmortales y otras que se retraen a buen bivir en burdeles secretos y públiques honestos que tornan de principio a su menester.


(Mam. 20, pp. 186-188)                


BALIGERO.-  [...] ay de todas naçiones: ay españolas castellanas, vizcaýnas, montañesas, galiçianas, asturianas, toledanas, andaluzas, granadinas, portuguesas, navarras, catalanas y valençianas, aragonesas, mallorquinas, sardas, corças, çecilianas, napolitanas, bruçesas, pullesas, calabresas, romanescas, aquilanas, senessas, florentinas, pissanas, luquessas, boloñesas, veneçianas, milanesas, lombardas, ferraresas, modonesas, breçianas, mantuanas, raveñanas, pesauranas, urbinessas, paduanas, veronessas, vicentinas, perusinas, novaresas, cremonesas, alexandrinas, vercelesas, bergamascas, trevisanas, piedemontesas, savoianas, provençanas, bretonas, gasconas, françesas, borgoñonas, ynglesas, flamencas, tudescas, esclavonas y albanesas, candiotas, boemias, úngaras, pollacas, tramontanas y griegas.


(Mam. 21, pp. 190-191)                


Como se ve, un ejército de rameras, una ciudad entera de rameras, una ciudad ramera, «Roma putana» como la define el mismo texto (Mam. 12, p. 124), o un inmenso cuadro viviente de la prostitución y de los tipos humanos que a sus espaldas viven.

En estrecha conexión con el tipo de personajes dominantes y con el ambiente mismo de la obra, hay varias escenas y situaciones que tienen su paralelo con el modelo, como por ejemplo el erotismo crudo y sin rodeos, con la famosa escena de la cama del Mam. 14 y otras semejantes que vienen del «Sexo en las Tablas» que ya asomaba en La Celestina en los encuentros de Pármeno y Areúsa (VII, 378-381) y en las escenas de amor entre Calisto y Melibea (XIV, 499-501 y XIX, 569-573); o bien los chistes sexuales desbocados, por ejemplo entre Lozana y el Paje, que afirma

que me creçe tanto que se me sale de la bragueta.


(Mam. 25, p. 219)                


lo que recuerda las palabras de Celestina a Pármeno cuando le habla de la «punta de la barriga» que tendría «mal sosegadilla» y movediza como «cola de alacrán» (I, 253).

Otra semejanza es la mudanza de casa que es obligada a hacer Lozana en relación con su propio oficio (Mam. 34, p. 257 y Mam. 40, p. 293), así como por razones conexas con la historia de la prostitución mudaba de casa Celestina desde la zona de las tenerías al centro de la ciudad (I, 241; I, 255; IV, 302; IV, 309). Y no faltan situaciones concretas paralelas, como la de la Vieja que no quiere ir a servir, igual que Areúsa (IX, 415-417) y que, como ésta, da una lista detallada de razones de malestar, inaguantables:

VIEJA.-  Hija, yo no querría servir donde ay muger, que son terribles de conportar; quieren que hiléys para ellas y que las acompañéys. Y «haz aquí y toma allí, y esto no está bueno». Y «¿qué hazéis con los mozos? ¡Comé presto y vení acá! ¡Enxaboná, y miró no gastéys mucho xabón! ¡Xaboná estos perritos!» Y aunque xabonéys como una perla, mal agradecido, y nada no está bien.


(Mam. 18, p. 174)

o bien la de Lozana que, como Celestina (IX, 417-421), añora su propia edad de oro, cuando era más joven y el negocio le iba mejor, y vivía holgada, lo que no ocurre ya en sus tiempos últimos:

LOÇANA.-  [...] ya no soy la que solfa [...] ¿Acordáysos de aquellos tiempos pasados cómo triunfávamos, y avía otros modos de bivir, y (h)eran las putas más francas y los galanes de aquel tiempo no compravan offiçios ni escuderato s como agora [...] No como quando yo me recuerdo, que venia yo cada sábado con una dozena de ducados ganados en menos tiempo que no ha que venistes, y agora quando traygo doze julios es muncho [...] ¡Pues las Navidades de aquel tiempo, los aguinaldos y las manchas que me davan! [...] me maravillo cómo pueden bivir manchas pobres mugeres que an servido esta corte con sus haziendas y honras y puesto su vida al tablero por honrrar la corte y pelear y batallar, que no las bastavan puertas de hierro, y ponían sus copos por broquel y sus oydos por capaçetes, combatiendo a sus espesas y a sus acostamientos de noche y de día.


(Mam. 44, pp. 315-316).                


En cuanto a las «habilidades» propias del oficio, Lozana, respecto de Celestina, posee saberes aprendidos en el lejano Oriente, y según dice, mayores destrezas prácticas, amén de artes suasorias y hablas astutas con las que logra sacar provecho para mantenerse de sus propios medios (y mantener a otro que vive a sus espaldas, que es Rampín).

Como Celestina (o mucho más que Celestina) Lozana tiene conocimientos en hierbas, en piedras, en cosméticos, en magia y mejunjes que sabe preparar para atraer amores (o para la philocaptio), y conoce además la medicina. Tenemos pues, en sus páginas, las mismas enumeraciones de ingredientes vegetales o animales que veíamos en pasajes de La Celestina (como la descripción del Laboratorio, I, 243-247), y con los mismos usos y propiedades, y la misma manera de prepararlos y proporcionarlos a los clientes o pacientes. Abundan, pues, las semejanzas en todas las series descriptivas de sus habilidades mujeriles, máxime las cosméticas (como ya Celestina, I, 243-245), que Lozana aprende llegando a Roma y frecuentando a quienes:

[Narrador]: [...] tenían por ofiçio hazer solimán y blanduras y afeytes y çerillas, y quitar cejas y afeitar novias, y hazer mudas de açúcar candí y agua de açofeyfas, y qualque buelta, apretaduras. Y todo lo que pertenesçía a su arte tenían sin falta, y lo que no sabían se lo hazían enseñar de las judías, que también bivían con esa plática [...] Y avéys de notar que [Loçana] passó a todas éstas en este ofiçio, y supo más que todas, y dióle mejor la manera, de tal modo que en nuestros tienpos podemos dezir que no ay quien (h)use el ofiçio mejor ni gane más que la señora Loçana.


(Mam. 5, pp. 94-95).                


Lozana se especializa luego en pelar las cejas, aprovechando sus previos conocimientos herbolarios, como vemos por el diálogo siguiente:

TÍA.-  Esperá, traeré aquel pelador o escoriador, y veréys que no dexa vello ninguno, que las jodías lo (h)usan muncho.

LOÇANA.-  ¿Y de qué se haze este pegote o pellejador?

TÍA.-  ¿De qué? De trementina y de pez greca, y de calçina virgen y çera.

LOÇANA.-  Aquí do me lo posistes se me ha hinchado y es cosa suzia. Mejor se haze con vidrio sotil y muy delgado, que lleva el vello y haze mejor cara. Y luego, un poco de olio de pepitas de calabaça y agua de flor de havas a la veneciana que haze una cara muy linda.


(Mam. 14, pp. 147-148).                


Lozana es cosmetóloga sobre todo en la vejez, hacia el final de la narración, cuando no tiene otra forma de ganancia que embellecer a diez cortesanas romanas que acuden a su casa y a sus habilidades, y ella incluso se enfada al ver cuán desaliñadas vienen a consultarla, una a una:

LOÇANA.-  [...] ¡Por mi vida, que se os pareçe que estáys pellejadas de mano de otrie que de la Loçana! [...] ¡Mirá qué çeja ésta, no ay pelo con pelo! ¿Y quién gastó tal çeja como ésta? ¡[...] en quinte días os an puesto del lodo! Y vos, señora, ¿qué paño es esse que tenéys? Essa agua fuerte y solimán crudo fue. Y vuestra prima, ¿qué es aquello que todos los cabellos se le salen? ¡La judía anda por aquí! [...] Vení acá vos. ¿Qué manos son éstas? [...] Tomá y teneldo hasta mañana, y veréys qué manos sacaréys el domingo.


(Mam. 48, pp. 330-332).                


Entre los saberes de Lozana, si bien predominan los cosméticos, no faltan, como en Celestina, los conocimientos médicos4 de los que ella misma alardea en un elenco de lo más solemne:

LOÇANA.-  [...] Sé quitar ahítos, sé para lombrizes, sé encantar la terçiana, sé rremedio para la quartana y para el mal de la madre. Sé cortar frenillos de bovos y no bovos, sé hazer que no duelan los rriñones y sanar las rrenes, y sé medicar la natura de la mugen y la del ombre, sé sanar la sordera y sé ensolver sueños, sé conocer en la frente la phissionomía, y la chiromançía en la mano, y prenosticar.


(Mam. 42, p. 306)                


Es además partera (Mam. 24, p. 210), como Celestina es «física de niños» (I, 242), y actúa de médico en varias ocasiones y, al igual que Celestina (VII, 372-374), sabe curar el mal de la madre con los remedios adecuados:

LOÇANA.-  Señora, sahumaos por abaxo con lana de cabrón y si fuere de frío o que quiere ombre, ponelle un çerote sobre el onbligo de gálbano y amoníaco, y ençienço, y simiente de cruda en una poca de grana, y esto le haze venir a su lugar, y echar por abaxo y por la boca toda la ventosidad [...] y con este çerote sana, y no nuez moscada y vino, que es peor, y lo mejor es una cabeça de ajos asada y comida.


(Mam. 23, p. 202).                


Sabe además tratar la enfermedad de amor (el enamoramiento patológico), que cura con el propio acto sexual (Mam. 49 y 50), como hace Celestina con Calisto, y no le falta un ayudante (como a Celestina no le falta Elicia, III, 290-292), ya que tiene a Rampín de aprendiz de médico (y quizás de brujo):

LOÇANA: -  [...] ¿y por qué no se lo vistes vos si era peligrosso?

RAMPÍN.-  ¡Y qué sé yo! No me entiendo.

LOÇANA.-  ¡Mirá qué gana que tenéys de saber y aprender! ¿Cómo no miraríades como hago yo?, que estas cosas quieren graçia, y la melezina a de estar en la lengua, y aunque no sepáis nada, avéys de fingir que sabéys y conoçéys para que ganéys algo, como hago yo, que en dezir que Avicena fue de mi tierra, dan crédito a mis melezinas.


(Mam. 26, pp. 221-222)                


Incluso en la obra, Lozana es presentada como mucho más experta y fiable que los propios médicos profesionales que son burlados por incompetentes, como ocurre en el Mam. 59 donde dos médicos letrados (también llamados «Físicos» o «Cirúrgicos») acuden a su casa para aprender algún remedio opuesto al que adoptan ellos (pero al parecer mucho más eficaz, ya que protestan por robarles Lozana los pacientes). Y Lozana en su respuesta, de par a par, los tilda de veterinarios y de asnos (Mam. 59, pp. 390-391), con juego sutil entre las palabras sano y asno (que tienen las mismas letras) para dar a entender que un médico que al paciente tendría que darle sanidad acaba proporcionándole, por incompetente, tan solo asinidad, o sea burradas, lejos de curarle. Y el enfermo, por ende, confía mucho más en los saberes femeninos de Lozana. Con ello se alude a la contienda, ya implícita en La Celestina, entre la medicina oficial, poco fiable, y la medicina paralela, inculta y femenina, que al fin y al cabo logra curar con éxito, monopolizando el mercado de los pacientes y logrando ganancias que los médicos letrados ni se imaginan. Ello a la vez denota una realidad social muy arraigada por aquella época en todas las capas de la población: la de la mujer anciana, la vetula, experta en hierbas y en artes mágicas, que con sus saberes alternativos y con sus conocimientos prácticos acaba suplantando al médico oficial, al académico formado en las universidades, pese a las condenas y a las medidas represivas que venían de las instituciones (como Universidades y Pragmáticas emanadas por los Reyes)5.

Un comentario último sobre la medicina en La Lozana atañe a uno de sus temas principales (que aquí menciono apenas, por merecer, por amplio, un trato aparte): el tema de la sífilis, enfermedad que contagia a todos sus personajes e incluso al mismo autor Francisco Delicado, que escribe la obra precisamente desde la camilla de un Hospital donde está internado para curarse. Son numerosísimas en el texto las referencias a esta enfermedad llamada con gran variedad de nombres, a todos sus síntomas (de piel carcomida o manchada, de caída de cabellos, etc.) y a los remedios que por entonces se conocían y se aplicaban. Tantas, que algunos críticos han visto la obra como una gran metáfora de una de las enfermedades más difundidas en el siglo XVI y que tenía plagada a la ciudad de Roma por aquellos años.

Otro aspecto que Lozana comparte con Celestina es el de la magia6. Lozana también tiene conocimientos de hechicería y de brujería, y nuevas semejanzas con el modelo brotan en la detallada pintura de usos mágicos con fines eróticos o amatorios, por tanto de philocaptio, como nos cuentan de ella algunos personajes, por ejemplo Rampín:

RAMPÍN.-  [...] Quando ella oyó esto, me llamó y dixo: «Dame acá aquel espejo de alinde» [...] y le echó el plomo por debaxo en tierra, y ella en cueros. Y mirando en el plomo, le dixo que no tenía otro mal [...]. [Mandó traer] «una gallina negra y un gallo que sea de un año, y siete huevos que sean todos nasçidos aquel día, y [...] una cosa suya» [...] y metió ella la clara de un huevo en un orinal, y allí le demostró cómo él estava abraçado con otra que tenía una vestidura azul. Y hezímosle matar la gallina y lingar el gallo con su estringa, y assí le dimos a entender que la otra presto moriría, y que él quedava ligado con ella y no con la otra, y que presto vernía.


(Mam. 17, pp. 167-169)                


o bien Divicia:

DIVIÇIA.-  Y vos [...] dezís las palabras en algaravía, y el plomo con el çerco en tierra, y el orinal y la clara del huevo, y days el coraçón de la gallina con agujas y otras cosas semejantes.


(Mam. 54, p. 360).                


o como la propia Lozana admite, aludiendo a una «vieja» que le hizo de maestra:

LOÇANA.-  [...] Yo sé ensalmar y encomendar y santiguar quando alguno está aojado, que una vieja me vezó, que era saludadera y buena como yo.


(Mam. 42, p. 306).                


Frente a estas brujerías de Lozana (que sin embargo no llegan a evocar el diablo como hace Celestina en el conjuro final del Auto III), se yergue el Autor con la clave moralizante que quiere dar a esa figura femenina tan heterodoxa (igual que Rojas que toma distancia de materia tan candente). En efecto, en un curioso diálogo, Francisco Delicado (bajo las semblanzas del personaje del AUTOR que habla con Lozana), actúa de cura, como de hecho es, y a Lozana le opone su sermón y hasta su exorcismo frente a los hábitos brujeriles que ésta tiene. Le va objetando según el esquema «a esto que me dices», «te digo» o «te respondo», dándole a cada cosa su explicación racional:

AUTOR.-  Señora Loçana, a todo quiere callar, mas a esto de los sueños, ni mirar en abusiones, no lo quiero conportar. Y pues soys muger de yngenio, notá que el ombre quando duerme sin cuydado, y bien cubierto y harto el estómago, nunca sueña, y al contrario, asimismo quando duerme el hombre sobre el lado del coraçón, sueña cosas de gran tormento, y quando despierta y se halla que no cayó de tanto alto como soñava, está muy contento [...] También dezís que ay aojados; esto quiero que os quitéys de la fantasía, porque no ay ojo malo [...] Y notá: avéy de saber que todas vosotras, por la mayor parte, soys más prestas al mal y a la enbidia que no al bien, y si la maliçia no rreinase más en unas que en otras, no conoçeríamos nosotros el rremedio que es signarnos con el signo de la Cruz contra la maliçia y dañada intençión de aquéllas, digo, que lícitamente se podrían dezir mienbros del diablo. A lo que de los agüeros y de las suertes dezís, digo que si tal vos miráys, que hazéys mal, vos y quien tal cree, y para esto notá que munchos de los agüeros en que miran, por la mayor parte son alimañas o aves que huelan. A esto digo que es suziedad creer que una criatura criada tenga poder de hazer lo que puede hazer su Criador [...] Y por esso, tú deves creer en el tu Criador, que es Omnipotente, y da la potentia y la virtud, y no a su criatura. Ansí que, señora, la Cruz sana con el rromero, no el rromero sin la Cruz, que ninguna criatura os puede enpeçer, tanto quanto la Cruz os puede defender y ayudar.


(Mam. 42, pp. 307-308).                


Como se ve, un sermón cabal, que todo lo explica por sentido común y por raciocinio, invitando (como Rojas) al amor de Dios y a la recta vía. Y al mismo tiempo, un verdadero exorcismo de parte del religioso, del cura de carne y hueso (como lo era Francisco Delicado) que con la señal de la cruz (y no sabemos si con aspersión de agua bendita) anula el poder y los efectos de la magia, iletrada y popular.

*  *  *

También a nivel formal tenemos varios paralelos, empezando ante todo con el género de la novela dialogada, que si en La Lozana se va encauzando más bien hacia formas narrativas, sigue guardando, sin embargo, los mismos recursos de los diálogos celestinescos, con sus apartes, sus acotaciones, sus soliloquios, sus Argumentos antepuestos a cada Mamotreto, y su Argumento General de toda la obra.

También tenemos un eco muy marcado del modelo cuando en La Lozana se acude a la técnica de la descripción y de la contra-descripción, con un punto de vista muy opuesto: así como de Melibea sabemos por Calisto (I, 231) que es bellísima, de ojos verdes, de cabellos de oro, de nariz perfilada y mucho más, y por una de las prostitutas que tiene el vientre como una mujer parida, las tetas colgadas, y su cuerpo es todo decadencia, ya que su apariencia sólo se debe al efecto de mejunjes milagrosos (IX, 407-408), igualmente en La Lozana se nos brindan el pro y el contra de una misma medalla, personaje o situación. Concretamente, al impresionante «Repertorio de Putas» que nos hace el Valijero en los Mams. 20 y 21, retratándolas en todo su vigor, belleza y juventud se corresponde, como contra-descripción en el Mam. 44, la evocación de las prostitutas en su vejez, en su espantosa decadencia y en sus enfermedades contraídas con el oficio (como la sífilis), y que no tienen más remedio que retirarse a la «Taverna Meritoria» (una especie de hostal de jubiladas), que pronto se convierte en un archi-hospital:

LOÇANA.-  [...] Y agora, ¿qué mérito les dan?, salvo que unas rrotos braços, otras gastadas sus personas y bienes; otras señaladas y con dolores; otras paridas y desmanparadas; otras que siendo señoras agora son siervas; [...] otras, cámara locanda; otras, que hilan y no son pagadas; otras, que piden a quien pidió y sirven a quien sirvió; otras, que ayunan por no tener; otras, por no poder, ansí que todas esperan que el Senado las provea [...] una taverna meritoria [...] les provéyan del vito e vestito [...] a las perdidas y lisiadas y pobres y en senetud constitutas.


(Mam. 44, pp. 316-319)                


SILVANO.-  [...] quiero que sepáys que la taberna meritoria para essas señoras ya está hecha archiospital.


(Mam. 45, p. 320.)                


Un ocaso ejemplar de tanto esplendor que nos da el revés de la medalla, el contrarretrato, como en La Celestina. Otro ejemplo de contra-descripción, corrosiva, es el de una de las rameras, al parecer hermosa y de cabellos rubios, de la que en realidad se dice:

TERESA.-  [...] que son alheñados por cobrir la nieve de las navidades. Y las çejas se tiñe cada mañana, y aquel lunar postizo es, porque si miráys en él, es negro, y unos días más grande que otros, y los pechos llenos de paños para hazer tetas, y quando sale lleva más dixes que una negra, y el tocado muy plegado por henchir la cara, y piensa que todos la miran, y, a cada palabra, «Su Rreverencia», y quando se asienta no paresçe sino depósito mal pintado.


(Mam. 7, p. 104).                


A nivel formal también reconocemos varios recursos estilísticos que se inspiran directamente en el modelo, como el lenguaje bajo de las prostitutas, o el registro coloquial del habla, con sus diminutivos como «perrico» (Mams. 18 y 24), «amito» (Mams. 64 y 65), de marcado sabor celestinesco, o el constante hablar por refranes, igual que en el modelo, y con la misma libertad que se toma con los proverbios. En efecto, los refranes aquí también se cortan por la mitad, o se adaptan al contexto mudando la letra: por ejemplo «más tira coño que soga» (Mam. 29, p. 236) en lugar de «más tira moza que soga», o «quien se muda Dios lo ayuda» (Mam. 34, p. 258) en vez de «quien madruga Dios le ayuda», o «este monte no es para asnos» en lugar de «la miel» (Mam. 34, p. 261 y Mam. 64, p. 410). O bien, como en La Celestina, van introducidos por fórmulas constantes («que como dicen», «que se dice», «por eso dicen», «que bien dice», «antiguo dicho es», «siempre oí decir», «es refrán»), sin contar los numerosísimos casos de proverbios que también se citan en La Celestina y que vuelven a vibrar en los diálogos de los personajes lozanescos (entre otros, «nunca más perro a molino» - Mam. 51, p. 343-, «entre col y col lechuga» - Mam. 54, pp. 358, 359-, «la obra alaba al maestro» - Mam. 60, p. 397-, «hombre apercibido medio combatido» - Mam. 66, pp. 417-418-, «el molino andando gana» - Mam.18, p. 175 y Mam. 29, p. 237-), y los casos en que, como en el modelo, los refranes se citan por grupos y en series acumulativas (por ejemplo en el Mam. 40, p. 295: «si te vi no me acuerdo, quien sirve a munchos no sirve a ninguno»).

Pero hay que decir que codo a codo con las citas populares también van muchas palabras cultas, al igual que en el modelo: voces jurídicas como «auditores» (Mam. 32, p. 250), «audiencias» (Mam. 32, p. 250 y Mam. 56, p. 376), «notarios y procuradores» (Mam. 56, p. 377), «jure çevil» (Incipit, p. 77, Mam. 24, p. 217 y Mam. 60, p. 395), cultismos léxicos como «salutífero» (Mam. 47, p. 327 y Mam. 55, p. 373), «pestífero» (Epístola autor, p. 427), «cliéntulos» (Mam. 43, p. 312), «en senetud constitutas» (Mam. 45, p. 319), y muchísimas citas en latín, tanto palabras sueltas -«Septuaginta» (Mam. 53, p. 357), «Santa Santorum» (Mam. 47, p. 329), «Petrus in cunctis» (Mam. 56, p. 374)- como frases enteras, entre macarrónico y académico:

CAVALLERO.-  [...] mulier qui fuit in urbe habens septem mecanicas artes.


(Mam. 36, p. 271).                


CAVALLERO.-  [...] lustravit provinçias.


(Mam. 36, p. 272).                


LOÇANA.-  [...] ytali ululant, hispani plangunt, gali canunt.


(Mam.65, p. 415).                


AUTOR.-  [...] vino in quo est luxuria.


(Mam. 42, p. 305)                


AUTOR.-  [...] quidquid agunt homines, intentio salvat omnes.


(Mam. 42, p. 310).                


deformación, la última, de un famoso verso de Juvenal, o bien la transformación jocosa de otra cita clásica, la de Escipión el Africano («Patria ingrata, non habebis ossa mea») que se adapta al contexto de burdel y se convierte en:

BLASÓN.-  [...] puta ingrata, non intrabis in corpore meo.


(Mam. 35, p. 267).                


al lado del Salmo 53 («non praeposuerunt Deum ante conspectum suum», Mam. 49, p. 339), y otros ejemplos más, a imitación de las citas latinas de Petrarca y de otros autores que se leen entre las páginas de La Celestina.

Sin contar lo culto de los nombres propios, del sistema onomástico de la obra, que es todo él un alarde de erudición y de guiños al lector (con nombres de maleantes como Horacio, Salustio, Ovidio y de prostitutas como Terencia, Virgilia, Apuleya, Tulia)7, y a la vez es un recuerdo muy marcado de esos nombres latinos en caso nominativo que aparecían en La Celestina (Centurio, Traso, etc.). Sin que falten además antropónimos de directa derivación celestinesca (como Cinturiona Segundina, o Celidonia en expreso paralelo con Celestina, o incluso el nombre de Rampín que no es imposible que trastrueque las letras del de Pármeno, a quien el personaje tanto se asemeja), y sin que falte, por último, en tema de nombres propios, un recurso celestinesco más, el adjetivo onomástico que se forma a partir del nombre propio, con ejemplos como «mi hijo lozano» (Mam. 32, p. 249), «celestial», «Celestinal» (Mam. 55, p. 370), «ursinas» (Mam. 20, p. 186), tal como en el modelo «plebérico» (I, 215), «melibeo» (I, 220), «ascánica» (VI, 345), «phebeo» (Octavas Proaza, 616).

Indice Siguiente