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Monografías expositivo-críticas


Mi carísimo amigo y paisano: Una vez terminado el incidente que vino a torcer el hilo de nuestra literaria correspondencia, hora es ya de continuar las indicaciones de re bibliographica, extendiéndolas hoy a las monografías expositivo-críticas, segundo medio de fomentar el cultivo de la ciencia española, y medio aún más útil y seguro que el de los diccionarios bio-bibliográficos. Pero ante todo debo reparar tres omisiones que noté en mi segunda carta al releerla.

Pasé en silencio los elogios en verso de escritores españoles, no muy recomendables en clase de poesía, ni propiamente trabajos eruditos, pero de utilidad suma, dado el gran número de ingenios que sin estas letanías hubieran quedado en olvido. Nombrando sólo las que conozco, recordaré algunas octavas de la bella imitación que hizo Boscán del Templo de amor del Bembo, sin las cuales no tendríamos hoy noticia del poeta barcelonés Gualbes y del andaluz Haro; el canto 38.º del Carlo famoso, de Luis Zapata; la Casa de la Memoria, de Vicente Espinel; el Viaje de Samnio, de Juan de la Cueva; el Canto del Turia, de Gil Polo; el de Caliope y el Viaje del Parnaso, de Cervantes; el Laurel de Apolo, el Jardín y algunos trozos de la Jerusalem, de Lope de Vega; la epístola de cierta señora peruana a Diego Mejía, acerca de los poetas de aquellas regiones; la Aganipe de los cisnes aragoneses celebrados en el clarín de la Fama, peregrino poema del cronista Andrés de Ustarroz; la Elegia in priscos et celebres Valentini Regni poetas, del docto helenista Vicente Mariner; los Epigramas latinos del P. Tomás Serrano en loor de españoles ilustres; el romance endecasílabo de González Posada, en alabanza de diversos poetas asturianos; otro de D. J. Julián de Castro, famélico coplero del siglo pasado, en que se refieren los nombres de gran número de dramáticos españoles, buenos y malos; y otros y otros que en este instante no recuerdo. No ha de dudarse que estos catálogos son utilísimos, puesto que sólo en el Laurel de Apolo se mencionan más de 300 poetas, lo cual no es un grano de anís para el investigador curioso. Y sube de punto el interés de semejante mina bibliográfica, si agregamos los comentarios que algunos de estos registros poéticos han merecido, especialmente las preciosas, extensas y eruditísimas notas de Cerdá y Rico al Canto del Turia, y las más breves, pero no menos ricas en noticias, de La Barrera al Canto de Caliope y al Viaje del Parnaso, y de Rossell al Laurel de Apolo. Aún en el siglo XV encontraríamos algún ensayo, si bien harto breve, de este género de poéticas coronas, a cuyo lado deben ponerse ciertos escritos en prosa, muy semejantes en la índole, cuyo primer modelo fue la carta o prohemio famosísimo del Marqués de Santillana.

Entre las bibliografías que faltan, y conviene que se formen, omití las relativas a un solo escritor, cuando por el gran número de ediciones, comentarios, críticas y escritos relativos a su persona, o por haber fundado escuela y tenido numerosos secuaces, merece estudio y libro aparte. En este caso se hallan, por lo que a nosotros toca, Séneca, Averroes, Raimundo Lulio, Suárez, Cervantes y alguno más. La Biblioteca cervántica, ya preparada por gran número de trabajos parciales, saldrá poco menos que perfecta de manos del infatigable, erudito y entusiasta cervantista barcelonés D. Leopoldo Rius, que ha dado en la Crónica de Cádiz una exposición del plan que se propone seguir en sus tareas. No ha podido caer en mejores manos la empresa: el amor del Sr. Rius a su asunto y la riqueza asombrosa de ediciones de Cervantes que ha logrado reunir en su biblioteca, sin rival en Europa, nos aseguran un pronto y feliz desempeño44.

¡Ojalá pudiéramos abrigar igual esperanza respecto a las bibliotecas senequista, averroísta y suarista! ¿Para qué eruditos estará guardado el dar feliz remate a tan gloriosas aventuras? Desdichadamente hoy nos gusta más discutir sobre el positivismo que revolver libros viejos.

Suplidas ya del modo posible las omisiones que cometí, y que de fijo no serán las únicas, en la referida carta, paso a tratar en esta del segundo punto de nuestro sermón, o sea de las

MONOGRAFÍAS EXPOSITIVO-CRÍTICAS.

Reunidos, clasificados en alguna manera, y aún juzgados brevemente los materiales por el bibliógrafo, se ofrece una nueva y más importante tarea: el estudio detenido y formal de cada una de las secciones y de cada uno de los escritores, y de su espíritu, doctrina y significación histórica; obra propia del crítico, destinada por su índole a ser más leída y ejercer mayor influencia en el común de las gentes, y aún entre los sabios no bibliófilos, que los catálogos y diccionarios de que hasta ahora he venido hablando. En esta parte podemos decir con dolor que casi todo está por hacer en España, mucho más si tenemos en cuenta el gran número de tales obras, tan útiles como agradables, que poseen las principales literaturas extranjeras. No hay escritor inglés acerca del cual no se hayan publicado en su patria innumerables estudios, unos simplemente biográficos, otros críticos, no sólo de todas, sino de parte de sus producciones: no hay autor francés, por mediano e insignificante que a los extraños parezca, que no haya dado ocasión a prolijas investigaciones y minuciosos análisis, que a veces rayan en lo ridículo. ¿Quién será capaz de enumerar los estudios sobre Lafontaine, Corneille, Racine, Molière, Pascal, Voltaire, Rousseau, que cada día y en todas formas aparecen? ¿Quién contará los trabajos a que ha dado motivo el bueno de Rabelais, ídolo del señor de la Revilla? Hasta Beaumarchais, autor de dos sainetes interminables, en que es más lo impertinente y chocarrero que lo chistoso, da asunto a un muy curioso y bien escrito libro de L. de Lomenie. Señálanse algunas de estas obras por la erudición, otras por la crítica, y muchas por la amenidad y ligereza del estilo, que en ocasiones les quita algo de su valor científico.

Pero en España, ni las monografías ligeras ni las pesadas abundan, y por demás está decir que las pocas existentes se refieren a cosas nacionales, pues nadie tiene vagar para ocuparse en erudiciones extrañas, y los mismos filósofos y literatos germanescos y afrancesados harto hacen con seguir, según su expresión, el movimiento de la ciencia, pendientes siempre del último libro y de la última doctrina que asome por Ultra-Puertos. Y en cuanto a lenguas y literaturas clásicas, vale más no meneallo, porque esto daría ocasión a largas lamentaciones que no vienen al propósito de esta carta. Nuestros sabios de Ateneo han olvidado el latín y el griego, si algo aprendieron, y en cambio se han dado al alemán con todas las potencias de su alma: los D. Hermógenes de nuestros días hilan más delgado que el de la Comedia Nueva; en zend y en sánscrito suelen ser eminentes, si hemos de atenernos a su honrada palabra; no citan en griego la Poética de Aristóteles, pero recitan slokas del Ramayana; no hablan de la prótasis y de la epítasis, sino del nirvana y mazdeísmo; saben al dedillo las leyes de Manú y los preceptos de Zoroastro, y de los concilios buddistas entienden más que del Concilio de Trento. No es maravilla, pues, que anden tan de capa caída ciertos estudios en la patria de Vives y Sepúlveda, de Núñez y del Brocense; nada tiene de extraño el que, para vergüenza nuestra, apenas contemos en el periodo contemporáneo tres o cuatro opúsculos relativos a asuntos de literatura griega y romana, cuando en otros países se suceden sin interrupción las publicaciones.

En modo alguno censuraría esta indiferencia, y diérala hasta cierto punto por bien empleada, si en cambio se dirigiera nuestra actividad científica a exponer y quilatar los tesoros allegados por las generaciones literarias que nos precedieron en el suelo ibérico. Antes de estudiar lo de fuera, conviene conocer lo de casa; una vez despertada la afición a esta clase de trabajos y de lecturas, lo demás vendría natural y fácilmente.

A pesar de no ser grande el número de las actuales monografías expositivo-críticas, haylas excelentes entre ellas, así absoluta como relativamente consideradas. No pocas han salido de plumas extranjeras, lo cual, si nos mueve a agradecimiento, contrístanos más y más por el abandono sin ejemplo que en nosotros revela. Voy a formar breve catálogo de las que conozco, aunque con seguridad casi de dejar olvidada alguna, quizá de superior importancia, que o no ha llegado a mi noticia o no ocurre a mi memoria en este momento.

Por su carácter general menciono en primer término (y no me pesa) la excelente monografía del P. Tailhan sobre las bibliotecas españolas en el primer periodo de la Edad Media45.

Con el título de La Filosofía española; indicaciones bibliográficas, publicó el Sr. Vidart en 1866 una colección de apuntamientos acerca de nuestros filósofos, apreciable como ensayo, no bibliográfico (según impropiamente se intitula), Sino expositivo, y más aún que expositivo, crítico. Casi igualan al libro del Sr. Vidart en extensión, y en riqueza de noticias le superan, los excelentes artículos, que usted, amigo mío, escribió sobre él en La Abeja Montañesa, periódico santanderino de grato recuerdo, y recogió posteriormente en sus Ensayos críticos. Son también dignos de leerse los amplios capítulos que, al fin de sus respectivos cursos latinos de Filosofía, han dedicado a reseñar la historia de la española los ilustres filósofos asturianos el P. Cuevas y Fr. Ceferino González. Por su extensión merece aún más que estos trabajos el nombre de monografía, aunque tampoco se haya impreso aparte, el Discurso preliminar de D. Adolfo de Castro a su colección de filósofos españoles (tomo LXV de la Biblioteca de autores españoles de Rivadeneyra).

Ullesperger. Historia de la Psicología y de la Psiquiatría (curación de las enfermedades mentales) en España, 1871, (en alemán).

Fuera de estas tentativas generales, y dejados en silencio, por ser más conocidos y en gran número, los libros y memorias que acerca de Séneca y otros escritores hispano-romanos vienen publicándose desde el siglo XVII46, hay relativas a filósofos peninsulares las monografías siguientes:

L'École de Seville sous la monarchie des Visigots, par l'Abbé Bourett (París, 1855).

Averroes et l'Averroisme, de Ernesto Renan (París, 1859, 2.ª ed., 1861); libro erudito y muy agradable de leer, pero lleno de graves errores e inspirado con frecuencia por un criterio torcido y falso. De desear sería que algún arabista católico emprendiese la tarea de completarle, refutando al propio tiempo sus aventuradas aserciones.

Estudios orientales, de Adolfo Franck (París, 1861). Dos de ellos versan sobre Avicebron y Maymónides. El mismo autor francés ha publicado un libro titulado La Kábala (París, 1813), muy superior a la Kaballa denudata del barón Knor de Rosenroth, contemporáneo de Leibnitz, y cuya materia es en gran parte judaico-española. Sostienen opiniones muy diversas de las suyas, Luzzato (S.) en los Diálogos (hebreos) sobre la Kabala y el Zohar (1852) y Jellinek en su Beiträge zur Geschitche der Kabbala (Berlín, 1852).

Del mismo Franck hay otro estudio acerca de Maymonides (El racionalismo religioso en el siglo XII) en su libro Philosophie et religion. Escribiose, lo mismo que el de Saisset, con ocasión del libro de Mank (Le Guide des égarés).

Extractos de LA FUENTE DE LA VIDA de Salomón ben Gabirol (Avicebron). -Misceláneas de filosofía arábiga y judaica, de Munck (París, 1859). Al mismo se debe una excelente versión francesa, con eruditas ilustraciones, de El guía de los extraviados o Director de los que dudan, obra capital de Maymónides (París, 1856-61-66, 3 vols).

Moisés ben Sem Tob. de León (compilador de la Kábala), por Jellinek (Leipzig, 1851).

De la filosofía religiosa de R. Abraham ben David ha-Levi (Ausburgo, 1850). Por Gugenheimer.

Maymónides y Spinosa. Estudio de Emilio Saisset, en la Revista de Ambos Mundos de 15 de Enero de 186247.

Los cantos del gran poeta toledano Jehudá Levi, a la par que profundo filósofo, (cuyo libro de El Kuzari puso en castellano Jacob de Avendaña), han sido traducidos al alemán por Gelger, rabino de Breslau (1851).

La Ética de Maymónides, por Bosen (1876).

Eisler. Conferencias sobre los filósofos judíos de la Edad Media, anteriores a Maymónides.

Existen otros estudios alemanes sobre filósofos judíos españoles; pero ni sus títulos ni los nombres de sus autores han llegado a mis oídos48.

Las doctrinas del doctor iluminado Raymundo Lulio, por D. Francisco de P. Canalejas (Madrid, 1872). A este opúsculo hay que agregar varios artículos concernientes a Lulio dados a luz por el Sr. Canalejas en la Revista de España y en otras publicaciones49.

Raymundo Lulio juzgado por sí mismo, obra erudita, aunque sobrado empírica, de D. F. Weiler y Laviña (Palma de Mallorca, 1867).

Biografía de R. Lulio, por D-Gerónimo Roselló. Precede a las Obras Rimadas de Lull (Palma, 1864).

Biografía de Raymundo Lulio, por Delecluze, en la Revista de Ambos Mundos de 15 de Noviembre de 1840.

Raymond Lull und die Anfange der Catalonischen Literatur, por Helfferich (Berlín, 1858).

Ramón Lull (Raymundo Lulio) considerado como alquimista (Barcelona, 1870). Excelente trabajo de mi sabio amigo D. José Ramón Luanco, catedrático de química en la Universidad barcinonense50.

Le Roman de Blaquerna, por A. Morel Fatio (Romanía, tomo VI).

Ein Katalanische Thierepos von Ramon Lull, por Hofman (Munchen, 1872).

De Theologia naturali Raimundi Sabunde, por Holberg, impreso en Halle de Sajonia.

Idem por Kleiber (Berlín, 1856). De Raymundi S. vita et scriptis.

Un inconnu célebre, recherches historiques et critiques sur Raymond de Sebonde, par l'Abbé D. Reulet (París, 1875).

Raymundo Sabunde, por D. Aquilino Suárez Bárcena, en el tomo de la Revista de Instrucción pública correspondiente a 1857. Por ser meramente biográfico-bibliográficos, aunque eruditísimos, omitiré los estudios sobre León Hebreo y Miguel Servet, publicados por el mismo escritor en la citada revista, años de 1856 y 57.

Vita Joannis Ludovici Vivis... a Gregorio Majansio, generoso valentino, conscripta. Precede a la magnífica edición valenciana de las obras de Vives, pero por su extensión y mérito debe, como otras producciones análogas de Mayans, colocarse en el catálogo de las monografías.

Vindicación de Juan Luis Vives, por D. Ricardo González Muzquiz (Valladolid, 1839).

Luis Vives en sus tres libros DE PRIMA PHILOSOPHIA combina las doctrinas de Platón y Aristóteles con las de los Padres de la iglesia. Tesis doctoral de D. Facundo de los Ríos Portilla (1864).

J. Luis Vives considerado como teólogo, monografía holandesa de W. Francken (Rotterdam, 1853).

J. Luis Vives como filántropo cristiano (Amsterdam, 1851). Opúsculo escrito, también en holandés, por Bosch Kemper.

Mémoire sur la vie et les écrits de Jean Louis Vives, por A. J. Namèche (profesor en la Universidad católica de Lovaina), 1840-41. Se publicó en las Mémoires conronnés de l'Académie Royale des Sciences et Belles Lettres de Bruxelles (tomo XV).

Discurso preliminar a las Obras del P. Juan de Mariana, tomo XXX de la Bibl. de Rivadeneyra, por don F. P. M. (Francisco Pi Margall). Cítole en este lugar, por referirse principalmente a la filosofía del P. Mariana, que expone y juzga con elocuencia, pero torcidamente.

Juan Huarte. -Diego Álvarez (autor de una impugnación inédita de la obra de Huarte). Estudios de D. Ildefonso Martínez insertos en el Círculo científico y literario (Madrid, 1851).

Ensayo sobre la obra de Huarte, por J. M. Guardia (París, 1855).

Doña Oliva Sabuco de Nantes; su vida, sus obras, su valor filosófico, su mérito literario. Tesis doctoral de D. Julián Sánchez Ruano (Salamanca, 1867).

De vita et scriptis Joannis Genesii Sepulvedœ commentarius. Precede a la edición de las obras de Sepúlveda hecha por la Academia de la Historia, y lo escribió Cerdá y Rico (Madrid, 1780).

Francisci Sanctu Brocensis vita, scriptore Gregorio, Majansio. Al frente de las obras del Brocense en la edición hecha por los hermanos Tournes (Ginebra, 1766).

Biografía del Maestro Francisco Sánchez de las Brozas... Dala a luz el marqués de Morante (Madrid, 1859) en el tomo V del Catalogus librorum. Hay ejemplares sueltos. Compúsola el distinguido humanista D. Raimundo de Miguel.

Las Escuelas Místicas Españolas, artículos del Sr. Canalejas en sus Estudios de Filosofía, Política y Literatura.

El estoicismo en España, artículo de D. Fernando Belmonte en la Revista de España.

El tradicionalismo en España durante el siglo XVIII, artículo de D. Gumersindo Laverde Ruiz en la Revista de España y en los Ensayos Críticos.

Luis Vives, -Juan Ruarte, -Diego Álvarez, artículos de D. Octavio Marticorena en las Revistas Hispano-Americana y de España51.

Francisco Suárez, monografía alemana de Werner.

Francis Suárez, por el P. Coleridge, en The Month de Londres, (1865).

Études sur le P. Suárez, por el P. Ramière, en la Revue du monde calholique, (1861 y 62).

Elogio de Suárez, discurso inaugural de D. Francisco J. Simonet, en la Universidad de Granada.

Vida religiosa de Suárez, por el P. Guéau de Reverseaux (Bruselas, 1857).

Vida de Suárez, por el P. Antonio Decamps (Perpiñan, 1671 y 72). -Ídem por el P. José Massei (Roma, 1687, en italiano, traducida al latín por el P. Benito Rogazzi, 1694, en Transilvania). -Ídem por el P. Benito Sartolo (Salamanca, 1693)52.

Foxo Morcillo, -Pérez y López, artículos del Sr. Laverde Ruiz en sus Ensayos Críticos de Filosofía, Literatura e Instrucción pública Española.

Vida del P. M. Feijóo, atribuida a Campomanes y puesta al frente de la edición de 1774 de las obras del sabio benedictino.

Hay otra extensa y crítica, escrita, según creo, por Roca y Cornet en la Biografía eclesiástica completa (Barcelona, 1847).

El P. Feijóo, su vida y escritos, oración inaugural de la Universidad de Oviedo en 1852, por D. José María Anchoz.

Estudio acerca de Feijóo, por doña Concepción Arenal en la Revista de España. Otro por doña Emilia Pardo Bazán, premiado en un certamen de Orense.

D. Antonio Xavier Pérez y López, estudio del señor D. Federico de Castro en la Revista de la Universidad de Madrid (1873)

Los libros y Memorias de Blanche Raffin, Roca y Cornet, García de los Santos, etc., sobre Balmes, y la biografía de Donoso Cortés, puesta al principio de las obras de éste por D. Gabino Tejado, cierran la lista de los escritos de algún interés, que recuerdo, relativos a nuestros filósofos, en cuya categoría deben contarse también Piquer, Forner y algún otro, de quienes haré mérito más adelante por distintos conceptos53.

Historia de Philosofía em Portugal, por López Praza. No he visto más que el primer tomo.

Acerca de los teólogos ortodoxos españoles, inclusos escriturarios y místicos, son poquísimos los estudios que existen, cuya escasez contrasta notablemente con la inmensa riqueza del asunto. En cambio, reúnen mérito nada común casi todos54.

Prudentiana, de D. Faustino Arévalo. Es un doctísimo extenso comentario sobre la vida y escritos de Prudencio, que antecede a la edición de este poeta hecha en Roma, 1788. Impreso aparte podría formar una voluminosa monografía.

Prolegomena in carmina Dracontii. Del mismo Arévalo, en la edición romana de Draconcio, 1791.

Deben leerse también las ilustraciones de Arévalo a su edición de Juvenco y a la Himnodia Hispanica. Son excelentes trabajos.

Damasus et Laurentius hispanis asserti et vindicati. Disertación de Pérez Bayer, Roma, 1756.

Hosius vere Hosius (vindicación de la santidad de Osio) por el P. Macena (Bolonia, 1790).

Disertación sobre la verdadera patria de Paulo Orosio, que fue Tarragona en Cataluña y no Braga en Portugal, por D. Pablo Ignacio de Dalmases y Ros. Barcelona, 1702.

De Orosii vita, Monografía de Teodoro Morner, 1844.

Isidoriana, de Arévalo. Comentario dilatadísimo y muy rico en noticias que antecede a la edición de San Isidoro, hecha en Roma, 1802.

Vida de San Beato de Liébana, escrita en latín por el P. Flórez, al frente de su comentario al Apocalipsis, dado a luz por vez primera en 1770.

Elogio de D. Alonso Tostado, obispo de Ávila, por D. José Viera Clavijo, en las Memorias y Premios de la Academia Española.

Elogio de Benito Arias Montano, monografía rica en noticias y bellamente escrita por González Carvajal, traductor ilustre de los Libros poéticos de la Biblia. Está inserta en el tomo VII de las Memorias de la Academia de la Historia.

Vida, de Melchor Cano, obra eruditísima de D. Fermín Caballero (Madrid, 1871). Ocupa el 2.º tomo de la serie de Conquenses ilustres.

Vida de Fr. Luis de León, por D. José González de Tejada (Madrid, 1863).

Fr. Luis de León. Ensayo histórico, por el licenciado D. A. Arango y Escandon. México, 1866. Excelente libro, el mejor que tenemos sobre Fr. Luis.

Fr. Luis de León y la Inquisición, estudio alemán del doctor Reusche, publicado en el presente año.

Biografía del Maestro León de Castro, por D. Vicente de la Fuente, en el Catalogus librorum del marqués de Morante. Tiráronse ejemplares aparte.

Vida del Ven. Fr. Luis de Granada, por el licenciado Luis Muñoz.

San Juan de la Cruz, por el difunto lectoral de Jaén D. Manuel Muñoz Garnica (Jaén, 1875).

Histoire du Père Rivadeneyra, por el P. Prat S. J. (1862).

Maldonat et l'Université de Paris dans le XVI siècle, por el mismo Padre (París, 1856).

Vida del P. Vieyra, por el P. Prat. Otra prepara Silva Tulio, erudito bibliotecario de Lisboa.

Les Mystiques espagnols, por Rousselot (París, 1867). Sobre el mismo asunto ha publicado una serie de artículos en la Revista de la Universidad de Madrid el docto filósofo D. Nicomedes Martín Mateos.

Historia de la vida de D. Félix Amat, arzobispo de Palmira, por su sobrino D. Félix Torres Amat (con un extenso Apéndice).

Añádanse las varias Vidas de Santa Teresa de Jesús55, en especial la compuesta por el obispo de Tarazona Fray Diego de Yepes, y la publicada modernamente en Bélgica por los Jesuitas continuadores de las Acta Sanctorum de los Bolandos, que llena un tomo en folio, riquísimo en erudición y crítica, y tendremos registrado casi todo lo digno de memoria que hay escrito relativamente a nuestros teólogos católicos.

Mayor ilustración han recibido, aunque no de plumas españolas por lo común, los heterodoxos, con ser infinitamente menos numerosos e importantes.

De secta Priscillianistarum dissertatio, por el P. Girves (Roma, 1753).

Estudios históricos sobre el Priscilianismo, por D. Antonio López Ferreiro (Santiago, 1878).

Historia adoptianorum, por Walch (se refiere a Félix y Elipando), Gottinga, 1755.

Historie van Michael Servetus (Rotterdam, 1729), Traducción holandesa del libro latino de Allwoerden y Mosheim). (Historia Michaelis Serveti.)

Miguel Servet, opúsculo anónimo, impreso en 1855.

Michel Servet, estudio de Emilio Saisset en la Revista de Ambos Mundos (1848).

Michael Servet und seine Vorgaenger. Erstes Buch die Protestantischen Antitrinitarier vor Faustus Socin, por Trechsel (Heydelberg, 1839).

Das Lehrsystein Michael Servets... von Tollin. Gütesrloh, 1876. Del mismo autor hay las siguientes memorias: Lutero y Servet, Melancton y Servet, Infancia y juventud de Servet, Servet y la Biblia, Servet y la dieta de Ausburgo, Servet y Bucero, Miguel Servet, como geógrafo Miguel Servet como médico, Panteísmo de Servet, Servel descubridor de la circulación de la sangre, etc., etc., unas sueltas, y otras en revistas alemanas.

Servetus and Calvin... by R. Wilis, (London, 1877).

Servet ocupa también un lugar señalado entre los filósofos.

History of the progress and supression of the reformation in Spain. (Londres, 1829). Obra de M'Crie, muy incompleta.

Historia de los protestantes españoles, por D. Adolfo de Castro. (Cádiz, 1852). Trabajo más concienzudo. Según tengo entendido, su ilustrado autor, que hoy ve las cosas por distinto prisma que cuando le escribía, se propone refundirle y ampliarle.

Cenni biografici sui fratelli Giovanni e Alfonso di Valdesso. Opúsculo del Dr. Bohemer que acompaña a su edición italiana de las Consideraciones divinas de Juan de Valdés.

Lile and writings of Juan de Valdés otherwise Valdesso, Spanish reformer in the sixtenth century. By Benjamin Barron Wiffen, (Londres, 1865). Obra notable en su línea. Va seguida de la traducción inglesa de las CX Consideraciones divinas.

Alfonso y Juan de Valdés, por D. Fermín Caballero. Tomo IV de la preciosa galería de Conquenses ilustres. (Madrid, 1875).

Alfonso y Juan de Valdés, tesis sostenida por Eugenio Stern ante la facultad de teología protestante en Estrasburgo en 27 de Noviembre de 1868.

Damián de Goes y la Inquisición de Portugal, por Lopes de Mendonça. En los Annaes das Sciencias e Lettras de Lisboa. Damián de Goes fue erasmista y algo más. Su proceso se conserva en la Torre do Tombo.

No incluyo los Spanish Reformers-Bibliotheca Wiffeniana, del Dr. Bohemer por ser obra más propiamente bibliográfica que expositivo-crítica. Por igual razón omito los prólogos e ilustraciones de Usoz y Río a su colección de Reformistas españoles56.

De otros dos protestantes modernos hay impresas monografías, a saber:

Life ol Reverend Joseph Blanco-White, written by himself wit portions of his correspondence. By John Elapman (1845).

D. Juan Calderón. Auto-biografía, aumentada por Usoz y Río (Madrid, 1858).

El Abale Marchena, por D. G. Bono Serrano en su Miscelánea religiosa, política y literaria, y por M. Latour en el último volumen de sus Estudios sobre España (1867).

Andrés María Santa Cruz, por D. Salvador Bermúdez de Castro en El Iris (1841).

La España Protestante, artículos del Sr. Guardia en la Revista Germánica, en la Nacional y en la de Ambos Mundos.

Pasando ahora a la clase de humanistas, citaré, además de las de Vives, Sepúlveda, el Brocense y algún otro mentados ya, las monografías siguientes:

Aloysa Sigea et Nicolas Chorier, por Mr. Paul Allut (Lion, 1862). Tirada de 112 ejemplares.

Elogio de Antonio de Lebrija, por D. Juan B. Muñoz, en el tomo V de las Memorias de la Academia de la Historia.

De vita et scriptis Alphonsi Garsiœ Matamori Commentarius, por Cerdá y Rico, al frente de las obras de Matamoros (Madrid, 1769).

Emmanuelis Martini Eclesiœ Alonensis Decani vita... a Gregorio Majansio conscripta. Impresa con las Epístolas latinas y otros opúsculos del Deán Martí, por Pedro Wiseling (Amsterdam, 1738).

Biografía de Nicolás Antonio, por Mayans, en la Censitra de Historias fabulosas.

Memorias para la vida de Luzán, por su hijo D. Juan Antonio (1789).

Elogio de Pérez Bayer, por Fuster (incorporado en su Biblioteca Valenciana) Ídem por D. Gaspar Bono Serrano en su Miscelánea.

Elogio del P. Manuel Aponte, por el cardenal Mezzofanti (único escrito impreso de aquel polígloto estupendo)57.

Biografía de Eximeno, por el Sr. Barbieri, en la edición del D. Lazarillo Vizcardi que publicó la Sociedad de Bibliófilos Españoles.

Memoria sobre la vida y escritos de Capmany, por D. Guillermo Forteza. Premiada por la Academia de Buenas Letras de Barcelona en 1868.

Ensayo bibliográfico-crítico sobre traductores españoles de Horacio. Estudio del que esto escribe.

Juliana Morell. Por D. Joaquín Roca y Cornet, en el tomo II de Memorias de la Academia de Buenas letras de Barcelona.

Completa la serie de trabajos, harto escasos por desgracia, acerca de nuestros filólogos, la monografía de Hervás y Panduro, que forma el tomo 1.º de Conquenses ilustres, por D. F. Caballero.

Antes de entrar en el campo de la historia y de las bellas letras, mencionaré de pasada, el Examen histórico-crítico de los trabajos concernientes a la Flora. hispano-lusitana de D. Miguel Colmeiro; las Memorias sobre Vallés, Piquer y otros insignes médicos, premiadas por la Academia de Medicina de Madrid e insertas en El Siglo Médico, el Discurso sobre los autores de artillería, de D. Vicente de los Ríos, y los no mucho más numerosos estudios que tenemos referentes a jurisconsultos, políticos y economistas, y son:

Vidas de los jurisconsultos. Ordenolas nuestro eruditísimo Floranes, y existen algunas en la Academia de la Historia y otras en poder del Sr. Gayangos.

Noticias del Dr. Alonso Díaz de Montalvo. Tercer tomo de Conquenses ilustres, por D. Fermín Caballero.

Vida de Antonio Agustín, arzobispo de Tarragona, publicada en castellano por Mayans al frente de los Diálogos de armas y linajes, y en latín precediendo a la edición completa de las obras de aquel sabio jurisconsulto y anticuario, hecha en Luca en 1772.

El mismo Mayans escribió para el Tesoro de Meerman, biografías de Ramos del Manzano, Puga y otros intérpretes del Derecho romano.

De las doctrinas políticas de los españoles en la época austriaca. Estudio del Sr. Cánovas del Castillo en la Revista de España.

De vita et scriptis Josephi Finestres. Elegante biografía latina, escrita por el jesuita catalán D. Luciano Gallisá (Cervera, 1802)58.

De los políticos y arbitristas españoles, discurso del señor Colmeiro.

Memorias para la vida de Jovellanos y noticias analíticas de sus obras, por D. Juan A. Ceán Bermúdez (Madrid, 1814).

Vida de Jovellanos. Precede a las Obras del esclarecido polígrafo asturiano, coleccionadas por el Sr. Nocedal para la Biblioteca de Rivadeneyra. Se ha impreso también aparte, en unión con el Discurso preliminar al tomo II de la propia colección.

Llegamos, por fin, al terreno propiamente literario, que ha sido el mejor cultivado. A continuación va el índice de los estudios de esta especie que ofrecen más carácter monográfico:

Introducción de Damas Hinard al Poema del Cid. (París, 1858). Du Poème du Cid et de ses analogies avec la Chanson de Rolland, por Baret (l863).

Estudios sobre los judíos de España, por D. José Amador de los Ríos (Madrid, 1848). Su mayor parte es de crítica literaria, a diferencia de la Historia social, política y religiosa de los judíos de España y Portugal, que el mismo renombrado escritor ha dado recientemente a la estampa.

Poesía y Arte de los Árabes en España y Sicilia, del barón Adolfo Federico de Schak, admirablemente traducida por el Sr. D. Juan Valera (Madrid 1867 a 72)59.

De la poesía religiosa de los judíos en España, por el Dr. Miguel Sachs (Berlín, 1845). Obra excelente.

De la poesía romance de los judíos en España, por Kayserling (Leipzig, 1859). Vale harto poco.

Les vieux auteurs castillans (París, 1861). -La cour littéraire du Roi D. Jean II (Ibid, 1874). Obras eruditas, discretas y amenísimas del conde de Puimaigre.

Ricerche intorno al libro de Sindibad, por Comparetti (Milán, 1869).

Los Trovadores en España (Barcelona, 1861). -Observaciones sobre la poesía popular (1853). -Resenya dels antichs poetas catalans (1865). -De la poesía heroico-pupular castellana (1874). -Poëtes catalans. Les Noves Rimades. -La Codolada (Montpellier, 1876). -Trabajos del eminente escritor catalán D. Manuel Milá y Fontanals, que ni en madurez de juicio, ni en copia de datos, ni en delicadeza de análisis, ni en seriedad y concisión tienen superiores en nuestra literatura.

Essai sur la littérature calalane, por F. R. Camboliou.

De primitiva cantilenarum epicarum, vulgo romances, apud Hispanos forma. Tesis de Huber (Berlín, 1844).

Darstellung der Spanischen literature in Mittelalter, de Ludovig Clarus (1846).

Studien der Spanischen und Portuguesischen National Literalure, de Fernando José Wolf (Berlín, 1859). Este sabio hispanista publicó además diversos estudios sueltos muy notables60.

Recherches sur le texte et les sources du libro de Alexandre, por A. Morel-Fatio (París, 1875).

Ilustraciones al Conde Lucanor, de D. Juan Manuel, traducido al francés (París, 1854), por M. Puibuisque, autor también de la Historia comparada de las literaturas francesa y española.

Sobre las versiones españolas de la Crónica Troyana61. Memoria de Mussafia (Viena, 1871).

Traductores o imitadores españoles de Dante, erudito artículo de D. Cayetano Vidal y Valenciano en la Revista de España. El autor prepara un trabajo mucho más extenso sobre la materia.

Discurso preliminar y observaciones que anteceden al Romancero general, colectado por el sabio D. Agustín Durán (Madrid, 1859). Reunidos pueden formar una excelente monografía.

De la poesía popular gallega, por D. M. Milá (en la Romanía, tomo VI).

De la poesía castellana en los siglos XIV y XV. Estudio de D. Pedro José Pidal, que sirve de introducción al Cancionero de Baena (Madrid, 1851). Estudio (en francés) sobre el Cancionero de Baena, por D. Leopoldo A. de Cueto en la Revue des Deux Mondes (1857).

Crónica del Cid. -Poema y Romancero del Cid. Estudios de D. Pedro José Pidal en la Revista de Madrid.

Sobre la legitimidad del Centón Epistolario, artículos del mismo62.

De la poesía mística española, Malon de Chaide. Artículos del mismo en la Revista de Madrid. De éstos y los demás estudios literarios, históricos y jurídicos de Pidal tendremos muy pronto colección esmerada y completa.

Elogio del arzobispo D. Rodrigo Jiménez de Rada, por D. Vicente de la Fuente, en las Memorias de la Academia de la Historia.

Vida literaria del Canciller Pero López de Ayala, por D. Rafael de Floranes, en los tomos XIX y XX de Documentos inéditos para la Historia de España.

Vida política y literaria de D. Enrique de Villena, por D. Juan A. Llorente. Tiénese noticia de esta obra por el catálogo que de sus escritos inserta el mismo Llorente en la auto-biografía que publicó en París (1852).

Vida del Marqués de Santillana, antepuesta por don José Amador de los Ríos a su excelente edición de las Obras de aquel ilustre prócer (Madrid, 1852).

Vida de Alonso de Palencia. Discurso de entrada del Sr. Fabié en la Academia de la Historia.

Vida de Gonzalo Fernández de Oviedo, con que encabezó el Sr. Amador de los Ríos la Historia general y natural de las Indias, publicada por la Academia de la Historia de 1851 a 1855.

Don Fernando Colón, historiador de su padre, por el autor de la Biblioteca americana vetustísima (Harrise). Monografía impresa por la Sociedad de Bibliófilos andaluces (Sevilla, 1871).

Vida y obras del Dr. Lorenzo Galíndez de Carvajal, por D. Rafael Floranes. (Tomo XX de Documentos inéditos para la Historia de España.)

Vida de Ambrosio de Morales, por el P. Flórez, en su edición del Viaje Santo.

Elogio de Morales, por Vargas Ponce (inédito).

Progresos de la Historia de Aragón y elogios de sus cronistas, obra comenzada por Andrés de Ustarroz. El tomo I, concerniente a Zurita, fue publicado por el arcediano Dormer. El segundo permanece manuscrito.

Biografía del P. Juan de Mariana. Atribúyese a don Vicente Noguera, ilustrador de la edición de la Historia general de España hecha en Valencia por Benito Monfort a fines del siglo pasado.

Biografía de D. Diego de Mendoza, atribuida a Mayans. En la edición de la Guerra de Granada, hecha en Valencia, 1776, por Montfort.

Teniendo en cuenta su brevedad, no apunto las de Moncada y Calvete de Estrella, por Cerdá y Rico; la de Melo, por Capmany; la de Solís, por Mayans, y otras de historiadores de menor cuantía.

El Sr. Fabié prepara una monografía de Fr. Bartolomé de las Casas63.

Biografía de D. Carlos Coloma. Discurso de recepción de D. Alejandro Llorente en la Academia de la Historia.

Vida de Garcilaso de la Vega, por D. Eustaquio Fernández de Navarrete (Madrid, 1850).

Vida del Br. Francisco de la Torre. Discurso de recepción en la Academia Española, por D. Aureliano Fernández-Guerra, y contestación del marqués de Molins.

Historia y juicio crítico de la escuela poética sevillana de los siglos XVI y XVII, por D. Ángel Laso de la Vega y Argüelles (Madrid, 1870).

Pablo de Céspedes. Memoria del Sr. D. Francisco María Tubino, premiada por la Academia de San Fernando.

Francisco Pacheco, sus obras artísticas y literarias, en especial su libro de Descripción de verdaderos retratos, etc., por D. José María Asensio de Toledo (Sevilla, 1867).

Estudio sobre Góngora, por D. Leopoldo Eguilaz Yanguas. Todavía inédito.

Biografía de Francisco de Rioja, trabajo eruditísimo de D. Cayetano Alberto de la Barrera, preliminar a las Poesías de Rioja, edición de los Bibliófilos españoles (1867). Pueden servirle de complemento:

La canción a las ruinas de Itálica, ya original, ya refundida, no es de Francisco de Rioja. Informe leído a la Academia Española por D. Aureliano Fernández-Guerra e inserto en el tomo I de las Memorias de aquel cuerpo literario. Demuestra que el verdadero autor de dicha composición fue Rodrigo Caro.

La Epístola moral a Fabio no es de Rioja. Descubrimiento de su autor verdadero por D. Adolfo de Castro. (Cádiz, 1875). Evidencia que la escribió el capitán Fernández de Andrada.

Vida de Rodrigo Caro. Prepárala por encargo del ayuntamiento de Utrera, patria de aquel insigne anticuario, humanista y poeta, el Sr. D. Antonio Sánchez Moguel.

Biografía del Maestro Vicente Espinel. Tiénela dispuesta para la impresión D. Juan Pérez de Guzmán.

... los dos Argensolas, por Pellicer en su Ensayo de una Biblioteca de traductores españoles (Madrid, 1878).

Vida de D. Esteban Manuel de Villegas, por D. Vicente de los Ríos, a la cabeza de las Obras de aquel ingenio, edición de 1774.

De la poesía lírica anterior al siglo XVIII. Discurso preliminar de Quintana a los tres primeros tomos de su Colección de poesías selectas castellanas.

De la poesía épica castellana. Introducción de Quintana a su Musa épica.

Vida de Ercilla, por D. José de Vargas Ponce. Quedó inédita e incompleta. Ha aprovechado parte de sus noticias el Sr. Ferrer del Río para el prólogo de la edición de La Araucana, hecha por la Academia Española en 1867.

Estudio sobre Balbuena, por Lista. En la Revista de Sevilla, tomo III.

Vida de Quevedo, por D. Pablo A. de Tarsia (la primera edición es de 1663).

Vida de D. Francisco de Quevedo y Villegas. -Discursos preliminares a las Obras del célebre polígrafo en los tomos XXIII y XLVIII de la Biblioteca de Rivadeneyra. En ellos luce su autor el Sr. D. Aureliano Fernández-Guerra exquisita erudición, método excelente y gallardísimo estilo.

Sobre las obras sueltas de Lope de Vega. Artículo de Southey en el Quaterly Revieu de 1818, n. 35.

Orígenes del teatro español, obra póstuma de D. Leandro Fernández de Moratín, dada a luz en 1830 por la Academia de la Historia.

Discursos sobre la tragedia española, por D. Agustín Montiano y Luyando (Madrid, 1750 y 53).

Lecciones de Literatura dramática, por D. Alberto Lista (Madrid, 1836).

Sobre la tragedia española. -Sobre la comedia. -Sobre la poesía didáctica. -Sobre el poema épico. Apéndices del Sr. Martínez de la Rosa a su Poética.

Discurso sobre el influjo de la crítica moderna en la decadencia del Teatro español (Madrid, 1828). -Estudios sobre Lope de Vega (en la Revista de Madrid, por don Agustín Duran, a quien se deben asimismo excelentes análisis de algunas comedias de Tirso.

De poeseos dramaticœ genere hispanico, prœsertim de Petro Calderone de la Barca (Hafniæ, 1817, 12). Por Heiberg, poeta danés.

Ensayo histórico-filosófico sobre el Teatro español, diez artículos de D. Fermín Gonzalo Morón (en la Revista de España, de Indias y del extranjero, tomo VII).

Historia de la Literatura y del Arte dramático en España, obra preciosa, escrita en alemán por el barón Adolfo Federico de Schack (Berlín, 1845), de la cual empezó a publicarse en 1862, no pasando del primer tomo, una buena traducción española hecha por el señor don Eduardo de Mier.

Del drama religioso antes y después de Lope de Vega. -Prólogos a las Farsas de Lucas Fernández y a la Josephina de Micael de Carvajal. Opúsculos del Sr. Cañete, que hacen desear su prometida Historia del Teatro español antes de Lope de Vega.

Discurso preliminar al tomo de Autos Sacramentales de la Biblioteca de Rivadeneyra. Notable trozo de crítica debido a la pluma del malogrado escritor D. Eduardo González Pedroso.

De las antiguas colecciones dramáticas españolas. Monografía del barón Federico Halm de Münch-Bullinghausen (Viena, 1852).

Carácter dramático de D Juan Ruiz de Alarcón. Discurso de entrada del Sr. Hartzenbusch en la Academia Española. El mismo ilustre literato ha coleccionado e ilustrado para la Biblioteca de Rivadeneyra las obras dramáticas de Lope, Calderón, Alarcón Tirso.

Don Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza, peregrino libro compuesto por el Sr. D. Luis Fernández-Guerra y premiado por la Academia Española. Al propio literato somos deudores de la muy estimable biografía de Moreto, que encabeza las Obras de este preclaro dramaturgo en la tantas veces citada Biblioteca de Rivadeneyra.

Life of Lope de Vega... By Lord Holland (1866). Y acompañada de otra biografía de Guillen de Castro (Londres, 1817).

Crónica biográfica y bibliográfica de Lope de Vega, manuscrito de La Barrera, premiado por la Biblioteca Nacional, donde se conserva.

Vida de Tirso de Molina. Manuscrito que perdió, según él refiere, D. Bartolomé José Gallardo en el famoso día de San Antonio de 1823.

Estudios acerca de Calderón, por el Sr. D. Patricio de la Escosura en la Biblioteca escogida de Autores españoles de la Academia Española, y en la Revista de España.

Sobre la tragedia de Calderón «El Mágico prodigioso»; Disertación de Karlos Rosenkranz (Halle y Leipzig, 1829).

Sobre el Príncipe constante, disertación de Schulze (Weimar, 1811).

Die Schauspiele Calderon's dargestellt und erläutert, von Fried. Wilh. Val. Schmidt (Elberfield, 1857).

Acerca de Calderón pueden verse, entre otros trabajos breves, el discurso de entrada del Sr. D. Adelardo L. de Ayala en la Academia Española, y el discurso sobre los autos sacramentales, leído en la misma corporación por D. F. de Paula Canalejas.

Discurso sobre la primitiva novela española, por don Buenaventura Carlos Aribau, en el tomo III de la Biblioteca de Rivadeneyra.

Discurso sobre la novela española, por D. Eustaquio Fernández de Navarrete, en el tomo XXXIII de la misma publicación.

Discurso preliminar de D. Pascual de Gayangos al tomo de Libros de Caballerías de la propia Biblioteca.

De l'Amadis de Gaule, son influence sur les moeurs et la littérature au XVI et au XVII siècle (París, 1873), por Baret.

Kritischer Versuch über den Roman Amadis von Gallien, del Dr. Braunfels (Leipzig, 1876).

Jerónimo de Urrea y su libro inédito D. Clarisel de las Flores, por D. Jerónimo Borao (Zaragoza, 1867).

Los estudios relativos a Cervantes son innumerables. Por evitar prolijidad, sólo mencionaré los siguientes, dejando a cargo del Sr. Rius la tarea de formar un catálogo completo de esta rama de la bibliografía cervántica.

Análisis del Quijote, por D. Vicente de los Ríos (1780).

Vida, etc., por D. Martín Fernández de Navarrete (Madrid, 1819).

Notas a la vida de Cervantes, de Navarrete (en la Revista de Sevilla). -Noticias biográficas de Arguijo (en la de España), por D. Cayetano Alberto de la Barrera.

Vida de Cervantes, por Quintana

Cervantes vindicado en ciento quince pasajes del Ingenioso Hidalgo que no han entendido o han entendido mal sus comentadores, por D. Juan Calderón (Madrid, 1854).

Cervantes, sa vie, son temps, ses œuvres, por Emilio Chasles (París, 1867).

Vida de Cervantes, por D. Jerónimo Morán, en la lujosa edición del Quijote hecha por Dorregaray.

Comentarios filosóficos al Quijote (en La América). -La Estafeta de Urganda. -El Correo de Alquife. -Segundo aviso de Merlín. -La verdad sobre el Quijote. -Monografías sobre el sentido esotérico del Quijote, por D. Nicolás Díaz de Benjumea. De sentir es que este docto e ingenioso escritor no lleve a cabo el anunciado propósito de publicar reunidos sus numerosos y peregrinos estudios cervánticos.

El Quijote y la estafeta de Urganda. -Cervantes y el Quijote. Estudios críticos del Sr. Tubino.

Sobre el carácter del Quijote, discurso académico del Sr. Valera.

Apología de Cervantes por Eximeno (Madrid, 1806).

Pericia geográfica de Cervantes, por D. Fermín Caballero. -Bellezas de Medicina práctica descubiertas en el Ingenioso Hidalgo, por Hernández Morejón. -Jurisprudencia de Cervantes, por D. Antonio Martín Gamero. -Cervantes teólogo e Intraducibilidad del Quijote, por don José María Sbarbi. -Cervantes y la filosofía española, por D. Federico de Castro. -Ideas económicas del Quijote, por D. Luis Piernas y Hurtado64.

La sepultura de Cervantes, por el marqués de Molins, (1870).

Juicio analítico del Quijote, por Antequera.

Lecciones sobre la Literatura española, francesa, italiana e inglesa del siglo XVIII, dadas en el Ateneo por D. Antonio Alcalá Galiano. La parte española es harto escasa. El mismo escritor publicó en El Laberinto notables estudios críticos acerca de Meléndez, Cienfuegos, Moratín, Arriaza y otros poetas del siglo pasado, y, en la Crónica de ambos mundos otro sobre la Escuela sevillana de la misma época; asunto tratado también por Lista en la Revista de Madrid (1.ª época)65.

De la poesía castellana del siglo XVIII. Discurso de Quintana puesto al principio del tomo IV de su colección de Poesías selectas, en la 2.ª edición (1830).

Juicio crítico (sic) de los principales poetas españoles de la última era. Obra póstuma de D. José Gómez Hermosilla (París, 1845). Vale poquísimo. Refutola Gallego en la parte relativa a Meléndez. También lo hizo Andrés Bello, como puede verse en la Biblioteca Venezolana de Rojas.

Bosquejo histórico-crítico de la poesía castellana en el siglo XVIII, antepuesto por el Sr. D. Leopoldo Augusto de Cueto a la muy copiosa colección de Líricos de dicho periodo en la Biblioteca de Rivadeneyra. El título de este precioso trabajo peca de modesto en demasía y no da bastante idea de su mérito e importancia: no debiera llamarse Bosquejo, sino Historia crítica. ¡Pluguiera a Dios que abundasen en España producciones semejantes a esta en riqueza de datos, severidad de juicio y amenidad y corrección de estilo! De este Bosquejo se ha hecho en París una edición fraudulenta, en dos tomos con destino a América. De esperar es que el Sr. de Cueto lo reimprima por separado, agregándole la Reseña bibliográfica de poetas del siglo XVIII, que tiene inédita, y puede considerarse como su complemento.

Historia, de la crítica literaria desde Luzán hasta nuestros días. Memoria del Sr. D. Francisco Fernández y González, premiada por la Academia Española en 1870. Suplemento indispensable a esta obra son los artículos que sobre ella publicó usted en La Enseñanza y reprodujo en sus Ensayos críticos (Lugo, 1868).

Noticias para la vida del P. Flórez, recogidas por el P. Méndez (1780).

Elogio de D. Juan Pablo Forner, leído por D. Joaquín Sotelo en la Academia de Jurisprudencia en 23 de Mayo de 1797. Reimprimiole el Sr. de Cueto al frente de las Poesías de Forner en el tomo LXII de la Biblioteca de Rivadeneyra.

Vida de D. Juan Meléndez Valdés, por Quintana (1820).

Historia y juicio crítico (sic) de la escuela poética sevillana en los siglos XVIII y XIX. Madrid 1876, por D. Ángel Laso de la Vega.

Breve reseña del actual Renacimiento de la Lengua y Literatura Catalanas, por D. Joaquín Rubió y Ors (l877).

Datos y apuntes para la historia de la moderna literatura catalana, por D. J. Leopoldo Feu. En el tomo II de Memorias de la Academia de Barcelona.

Vida de D. Nicolás Fernández de Moratín, por su hijo D. Leandro (1821).

Vida de D. Leandro F. de Moratín, por Aribau. Impresa con la anterior en el tomo II de la Biblioteca de Rivadeneyra.

Vida de D. Leandro Fernández de Moratín, por don Manuel Silvela (1845 y 1867).

Quintana considerado como poeta lírico, discurso leído por el Sr. de Cueto al tomar asiento en la Academia Española.

Conforme nos vamos acercando a la edad presente, disminuyen más y más las monografías. Así que, relativas a contemporáneos, sólo recuerdo (limitándome a las de alguna extensión) la Memoria sobre la vida política y literaria de Martínez de la Rosa, por Rebello da Silva; la auto-biografía de D. Joaquín Lorenzo Villanueva (Londres, 1825), la Biografía del Conde de Toreno, y el extenso discurso necrológico del Duque de Rivas, trabajos ambos del Sr. de Cueto; la vida de D. Próspero Bofarull, escrita por el Sr. Milá y Fontanals, y algunos discursos académicos que por sus dimensiones e importancia merecen contarse entre las monografías, cual es, por ejemplo, el del Sr. Escosura sobre Espronceda, Vega y Pardo, leído en la Academia Española en 1870.

No ha sido mucho mas beneficiada mediante monografías la literatura lusitana. Las principales son las siguientes:

Ensayo sobre el origen y progreso de las matemáticas en Portugal, por Garçao Stockler.

Memoria sobre la literatura sagrada de los judíos portugueses hasta fines del siglo XV. -Biografías de los matemáticos Pedro Núñez y Francisco de Melo. -Sobre algunas traducciones bíblicas en lengua portuguesa. -De los orígenes y progresos de la poesía en Portugal, etc. Memorias de Antonio Ribeiro dos Sanctos en las de la Academia Real das Sciencias de Lisboa. Manuscritas dejó (entre otros muchos importantísimos trabajos) este docto bibliotecario unas Memorias para la Historia de la poesía en Portugal, con noticias de los antiguos cancioneros. -Memoria sobre las controversias de Jerónimo de Santa Fe con los judíos. -Memoria acerca de los libros raros de las bibliotecas de Portugal. Están entre los manuscritos del mismo Ribeiro dos Sanctos conservados en gran parte en la Biblioteca Nacional de Lisboa.

Sobre los antiguos Cancioneros Portugueses, estudio de Bellerman (Berlín, 1840).

Uber die erste portuguesische Kust und Hof poesie, von Friederich Díez.

Discurso sobre el Palmerín de Inglaterra y su verdadero autor, por D. N. D. de Benjumea (Lisboa, 1875)66.

Antonio Ferreira, por Julio de Castilho.

Los estudios de Teófilo Braga sobre literatura portuguesa llegan a 15 volúmenes, constituyendo generalmente cada cual monografía separada. Y son:

Epopeyas de la raza muzárabe.

Trovadores gallego-portugueses.

La poesía palaciega en el siglo XV.

El Amadís de Gaula.

Los Qinhentistas (escritores del siglo XVI): Sá de Miranda y su escuela.

Bernaldim Ribeiro, y los bucólicos.

Historia del teatro portugués. Cuatro tomos.

1.º Gil Vicente y su escuela.

2.º La tragedia, clásica y las tragi-comedias (teatro del siglo XVII).

3.º La Baja Comedia y la Ópera (siglo XVIII.)

4.º Almeida-Garret y los dramas románticos.

Historia de Camoens. Forma dos tomos, uno de ellos dividido en dos volúmenes.

Además de este extenso y luminoso estudio sobre Camoens, hay otro biográfico-bibliográfico del Vizconde de Juromenha que sirve de tomo primero en su edición de las obras del gran poeta lusitano, y en inglés uno de Adamson (Memoirs of Camoens).

La Introducción de Braga a su Historia forma un volumen. Ha publicado además una Historia de la poesía popular portuguesa (introducción a su Romancero) y una colección de Estudios da Edade Media. Entre las demás monografías portuguesas mencionaré: el Ensayo sobre la vida y escritos de Gil Vicente, antepuesto por Monteiro a las obras del Plauto lusitano en la reimpresión de Hamburgo.

Biografía de F. Luis de Sousa, por D. Francisco Alejandro Lobo, obispo de Viseo.

Memoria, biographica e literaria, acerca de M. M. Barbosa du Bocage, por Luis Augusto Rebello da Silva (Lisboa, 1854).

El mismo publicó estudios sobre otros ingenios de la Arcadia, como Domingo dos Reis Quita, Garçao y Antonio Diniz.

Le Brésil littéraire, por Fernando Wolf. (Berlín 1863.)

Los estudios sueltos de Revistas, Memorias de academias, etc., así en Portugal como en Castilla y Cataluña, son numerosos e importantes; pero ni he pensado nunca en apurar la materia, ni es posible citar todos los que recuerdo sin alargar demasiado este apéndice. Con pequeño trabajo podrá acrecentar cualquier lector curioso este catálogo.

En punto a trabajos de escritores castellanos sobre la literatura portuguesa, conocemos sólo uno relativo a Camoens, escrito por el Sr. Canalejas en la Revista Ibérica; la biografía de Antonio Feliciano de Castilho, impresa en Cádiz, 1837, con las iniciales T. G.; y el erudito libro del Sr. Romero Ortiz, titulado Literatura portuguesa del siglo XIX.

Considerable parecerá a primera vista este catálogo (sin duda incompleto), y tendrán de fijo por infundadas nuestras quejas quienes ignoren que pocos, muy pocos, de los estudios referidos reúnen el carácter expositivo-crítico, que muchos son puramente biográficos, que otros pecan de brevedad excesiva, y que, por consecuencia de todo esto, conviene rehacerlos casi todos bajo un plan más amplio y completo. Nótese, además, que la mayor parte de ellos conciernen a la literatura y no a las ciencias ni a la filosofía, y que muchos de los mejores son parto de plumas extranjeras y aún no han sido castellanizados, habiendo numerosas materias enteramente intactas, no obstante ser de igual o superior interés que las hasta hoy dilucidadas. El publicar estudios sueltos sobre determinados escritores cuando éstos no son muy conspicuos e importantes, no me parece método tan acertado como el de considerarlos agrupados, historiando el género que cultivaron, la escuela a que pertenecieron, etc. Por eso convendría que se publicasen libros semejantes a Los Místicos españoles, de Rouselot; Los trovadores en España y La poesía heroico-popular, de Milá; La corte literaria de Juan II, de Puimaigre; la Historia de los falsos cronicones, de Godoy Alcántara; el Bosquejo de la poesía castellana en el siglo XVIII, de Cueto, y algún otro de la misma índole.

A tres puntos principales debe, en mi concepto, dirigirse la actividad erudita por lo que a monografías respecta, a saber:

I. Exposiciones histórico-críticas de la vida y doctrinas de los grandes pensadores ibéricos y de las escuelas de que respectivamente fueron cabeza, vg.:

Séneca y el Senequismo.

Damos este nombre a la doctrina moral estoica tal como la formuló Séneca, doctrina que en toda la Edad Media y en los siglos XVI y XVII ejerce muy señalada influencia en España y fuera de ella.

San Isidoro y la tradición Isidoriana.

Averroes y el Averroísno.

Maymónides y el Maymonismo.

En este libro deben estudiarse los progresos del panteísmo hispano-judaico hasta Spinosa, y sus relaciones con la moderna filosofía germánica.

Lulio y el Lulismo.

Vives y el Vivismo.

Suárez y el Suarismo.

En la misma línea pueden entrar otros preclaros sabios españoles que, si no dieron origen a escuelas o sectas filosóficas propiamente dichas, personifican grandes fases de la vida intelectual de la Península, aparecen como iniciadores de trascendentales movimientos en la esfera de las ideas, o descuellan por la originalidad y universalidad de su doctrina, de tal suerte, que para darlos a conocer debidamente es preciso trazar en tomo suyo el cuadro de la época en que lo florecieron, con sus antecedentes y consiguientes. A esta clase corresponden:

  • El arzobispo D. Rodrigo Jiménez de Rada.
  • Alfonso el Sabio.
  • Antonio de Nebrija.
  • Antonio Agustín.
  • Arias Montano.
  • Caramuel.
  • Feijóo.
  • Campomanes.
  • Jovellanos.
  • Hervás y Panduro.

Más o menos próximos por su significación histórica a los que acabo de mencionar, figuran en los anales de la ciencia española otros muchos egregios varones, dignos asimismo de que sus hechos y escritos sean expuestos críticamente, bajo la forma monográfica, en sendos volúmenes. Sólo citaré, por no ser prolijo, los nombres de Quintiliano, Thofail, Jehudaba Leví, Avicebron, Pedro Hispano, San Raymundo de Peñafort, el infante D. Juan Manuel, Arnaldo de Vilanova, el Tostado, los Abarbaneles, Fray Antonio de Guevara, Sepúlveda, Gouvea, Gómez Pereira, Foxo Morcillo, Miguel Servet, Vallés, Mariana, Fray Luis de Granada, Domingo de Soto, Vitoria, Molina, Vázquez, Fray Luis de León, Azpilcueta, el Brocense, Martín del Río, Quevedo, Gracián, Nieremberg, Isaac Cardoso, el Padre Tosca, Martín Martínez, Piquer, Luzán, Mayans, Pérez Bayer, Andrés, Eximeno, el Padre Ceballos, los autores de La España Sagrada, Forner, Martínez Marina, Lista, etc., etc.

II. Estudios biográfico-críticos extensos, por el estilo del Don Juan Ruiz de Alarcón, del Sr. Fernández-Guerra (D. Luis), acerca de los principales ingenios peninsulares, no juzgados todavía con el detenimiento y profundidad necesarios, ni menos relativamente a su tiempo y a la influencia que tuvieron en las vicisitudes de la bella literatura. Hállanse en este caso -y únicamente recuerdo los de primera marca- Lucano, Prudencio, Ausias March, Juan de Mena, Torres Naharro, Garcilaso, Ercilla, Balbuena, Góngora, los Argensolas, Lope de Vega, Tirso de Molina, Moreto, Rojas, Calderón, los Iriartes, D. Ramón de la Cruz, los Moratines, Meléndez, Arriaza, Quintana, etc., etc., ninguno de los cuales tiene libro aparte de crítica (que yo sepa), cuando en Francia y otras naciones no hay poeta mediano que no esté juzgado y aquilatado en todos sus aspectos y relaciones.

III. Historia de los principales periodos, ramas y corrientes de nuestra cultura, de determinados grupos de escritores, y de las opiniones profesadas por los españoles en orden a ciertos puntos de la ciencia, como

Los Padres toledanos.

Sabios españoles que brillaron en las Gallas bajo la dominación Carolingia.

Los Kabalistas españoles.

Impugnadores del judaísmo y del mahometismo.

El escolasticismo tomista en España.

Anti-aristotélicos españoles.

La fisiología filosófica en España.

Estudios fisionómicos y frenológicos.

Doctrinas de los filósofos españoles sobre la naturaleza y origen de las ideas.

Ídem sobre los primeros principios de los cuerpos.

Ídem sobre el alma de los brutos67.

Filosofía del derecho en España.

El derecho romano en España.

Políticos españoles.

Moralistas.

Místicos.

Casuistas.

Canonistas.

Escriturarios rabínicos.

Ídem católicos.

La oratoria sagrada.

Heterodoxos españoles, desde Prisciliano hasta los krausistas.

Impugnadores del enciclopedismo68.

Las controversias de auxiliis.

Hebraizantes españoles.

Arabistas.

Helenistas.

Latinistas.

Cultivadores de lenguas exóticas.

Arqueólogos.

Geógrafos.

Historiadores de Indias.

Geopónicos.

La estética en España.

Las doctrinas sobre la Historia69.

Poetas hispano-latinos modernos.

El culteranismo en España.

La poesía lírico-dramática.

La tragedia clásica.

Escuela poética salmantina.

Los jesuitas españoles en Italia a fines del siglo XVIII y otros mil temas semejantes a éstos que sin orden he ido apuntando a medida que acudían a la memoria y a la pluma.

El promover la composición y publicación de tales Memorias toca a las cinco Academias, según su especialidad respectiva, pero más particularmente a la de la Historia, que tiene por instituto cultivar, no sólo la política, civil y religiosa, sino también la intelectual de la Península. Y para que esos trabajos se hiciesen con el debido esmero, convendría que dichas corporaciones señalaran para los certámenes plazos más largos que los de costumbre, teniendo en cuenta las dificultades inherentes a la busca de datos, ordenación del plan y redacción correcta y elegante. Bien puede asegurarse que cuantos autores han sido laureados por nuestras Academias y en méritos de obras eruditas de cierto bulto, las tenían ya compuestas, o cuando menos habían acopiado para ellas gran cantidad de materiales al anunciarse los concursos, siendo, por tanto, una casualidad el que éstos no resultasen estériles.

También sería medio muy conducente para obtener buenas monografías del género indicado, el exigir que las tesis doctorales, en vez de reducirse, cual vemos comúnmente, a breves disertaciones, sean escritos de mayor extensión, verdaderos libros, como en otras naciones acontece, y que éstos versen precisamente sobre puntos de la historia científica o literaria de nuestra patria. Lo que hoy se pide para el caso a los graduandos es tan poco y de tan poco momento y utilidad, que bien podría suprimirse sin inconveniente alguno, más aún que por las exiguas dimensiones de los discursos, por la facilidad de hallar en libros modernos y sin la menor fatiga las especies necesarias para componerlos. ¿No es un dolor el ver cuál nuestros aspirantes a doctores hacen alarde de una erudición postiza ante el claustro de la Universidad Central, disertando ostentosamente sobre el Budismo, y Sócrates, y el Petrarca, y Descartes, y Kant, y el Darwinismo y otras materias tan poco trilladas como éstas, mientras dejan en despreciativo olvido las obras y las doctrinas de nuestros antepasados, sobre las cuales tanto bueno y verdaderamente nuevo pudieran decirnos? Qui potest capere capiat.

En la próxima carta seguiré conversando con usted, mi señor D. Gumersindo, sobre los medios de fomentar el estudio de nuestra pasada cultura, y lograr, en un plazo más o menos breve, historias de las diversas ciencias en España70.

Soy de usted siempre devoto amigo y servidor.

Santander 10 Julio 1876.




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Prosíguese el pensamiento de las cartas anteriores


Mi docto y entrañable amigo: Apuntados quedan en anteriores epístolas los dos medios primeros e indispensables para facilitar el conocimiento de la antigua ciencia española y poner término (si posible fuere) a las eternas e insensatas declamaciones, contra ella inspiradas por la ignorancia y el fanático espíritu de secta a nuestros rimbombantes sabios, y dócilmente repetidas por la juventud dorada, que los venera como oráculos. Hoy me toca dar fin a esta materia, indicando otros recursos para atajar el mal que lamentamos, recursos tan importantes o más que los diccionarios bibliográficos y los estudios expositivo críticos, y de cierto más generales y más en grande concebidos, pero que no exigen explicación tan larga y menuda (detallada diría alguno) y pueden sin dificultad agruparse. Y como está de Dios que estas cartas han de tener siempre algo de polémica, y que yo, con ser de natural tan inofensivo como usted sabe, he de reñir forzosamente con los filósofos a cada triquitraque, me haré cargo, después, de las rotundas aseveraciones de otro Mr. Masson, y de primera magnitud, que ya tenemos en campaña. Dios los cría y ellos se juntan.

Entrando en el primero de los puntos que hoy me propongo exponer, diré dos palabras de la creación de nuevas cátedras en los doctorados de las facultades, proyecto ya indicado en mi primera epístola, germen de todas las restantes.

Ya ha reunido la bibliografía los materiales; ya han sido aquilatados en las monografías expositivo-críticas: tenemos ya elementos para la historia de la ciencia española en sus diversas ramas; ¿qué falta, pues? Dos cosas aún: primera, enseñar esa historia; segunda, escribirla. Ahora bien entrambas cosas pueden realizarse a la par, y conviene que se realicen. ¿Cómo? Creando esas seis cátedras, dotándolas dignamente e imponiendo a sus profesores la obligación de componer con extensión y profundidad la historia de las respectivas disciplinas en España.

La enseñanza en España apenas tiene de española en el día más que el nombre; está casi del todo desligada de nuestra tradición científica71, y los esfuerzos de muchos sabios profesores no bastan para infundirle el carácter nacional de que mucho ha la despojaron las torpezas oficiales. Las obras de texto que corren en buena parte de nuestras aulas son extranjeras, extranjeros los autores que en ellas se citan, extranjeras las doctrinas en ellas enseñadas (y malas, que es lo peor, pues al cabo la verdad no tiene patria, aunque aparece con muy diversas formas, que importa respetar, según las condiciones del suelo, el carácter y la historia de las razas); todo extranjero. Ha reinado aquí una insensata manía de remedar fuera de propósito todo lo que ultrapuertos estaba en boga; y sin pararnos en barras, importamos (siempre tarde, mal y a medias) teorías, libros, planes de enseñanza, programas todo a medio mascar y sin cuidarnos de si encerraban o no elementos discordantes. Así, nuestro actual sistema de estudios es un mosaico en que hay de todo y para todos gustos, menos para el gusto español puro y castizo. En nuestras cátedras se puede aprender la historia de la filosofía india o china, pero no la de la filosofía española: de la escuela Vedanta y de la Mimansa saldrán muy enterados los discípulos, que tal vez no hayan oído en su vida mentar el suarismo; de Gotama y de Patandjalí sabrán divinidades, pero ni una palabra de Luis Vives o de Foxo Morcillo. Tal vez asistirán a cátedras de literatura latina en que no oigan hablar de Séneca, ni de Marcial, ni de Lucano. ¡Y gracias si vergonzantemente y como de limosna tenemos un poco de literatura española agregado a la literatura general en un solo curso, y una cátedra, una sola, a ella exclusivamente dedicada en el doctorado de la facultad de Letras, cátedra que (para ignominia nuestra) estuvo suprimida durante algunos años! Y si esto se hace tratándose del arte literario ibérico, por todos estimado como uno de los más ricos, espléndidos y poderosos que ha producido la fantasía de ningún pueblo, ¿no sobra motivo para afirmar que si tal estado de cosas continúa, ha de llegar día en que reneguemos hasta de nuestra lengua y de nuestra raza, y acabemos de convertirnos en un pueblo de babilónicos pedantes, sin vigor ni aliento para ninguna empresa generosa, maldiciendo siempre de nuestros padres, y sin hacer nada de provecho jamás? Sólo un antídoto puede oponerse a tanto daño: el cultivo oficial de la ciencia española, el establecimiento de esas seis cátedras, cuyos títulos repetiré, aunque peque de prolijo.

Historia de la teología española.

Historia de la ciencia del Derecho en España.

Historia de la medicina española.

Historia de las ciencias exactas, físicas y naturales en España.

Historia de la filosofía española.

Historia de los estudios filológicos en nuestro suelo.

Y como la historia de la literatura española es de suyo tan extensa y raya en imposibilidad absoluta el exponerla en un solo curso, además de la cátedra general, hoy dignamente desempeñada por un profesor sapientísimo72, conviene establecer las cuatro siguientes:

Historia de la literatura hispano-latina.

Historia de las literaturas hispano-semíticas.

Historia de la literatura catalana.

Historia de la literatura galaico-portuguesa.

La primera debiera establecerse en la Universidad de Salamanca, emporio un día de los estudios clásicos; la segunda en la de Sevilla o Granada; la tercera en la de Barcelona, y en la de Santiago la cuarta, pues no parece justo que Madrid disfrute de todo género de ventajas y preeminencias, antes conviene vigorizar el espíritu provincial en donde quiera. Cuanto a las seis cátedras primeramente indicadas, convendría asimismo distribuirlas entre nuestras provincias universitarias para evitar su centralización en la corte; pero atendiendo a la mayor comodidad de profesores y discípulos, a la abundancia mayor de libros y medios de investigación y a otras consideraciones hoy ineludibles, fuerza será agregarlas a la Universidad llamada (con irritante distinción) central, y aguardar el día en que puedan extenderse tales estudios a los otro nueve centros de enseñanza superior que en España poseemos. No existiendo hoy facultad de Teología en las Universidades, y no enseñándose (por desdicha grande) los elementos de la ciencia de Dios y de su atributos en la facultad de Filosofía, a la cual debieran servir de corona, la historia de la misma entre nosotros habrá de guardarse para el gran Seminario central, cuya necesidad, cada día más urgente para la Iglesia y para la nación, ha sido encarecida por usted en diversas ocasiones.

Los catedráticos de estas nuevas asignaturas, retribuidos con menos mezquindad de la que aquí se acostumbra, habrían de unir a las tareas de la enseñanza la composición de libros, en que largamente diesen a conocer el desarrollo de cada una de las ciencias en España, a la manera que el ilustrísimo Sr. D. José Amador de los Ríos ha escrito con diligencia suma y erudición pasmosa la Historia crítica de la literatura española, lastimosamente interrumpida su publicación ha no pocos años73.

No faltará quien censure, y con apariencia de fundamento, la protección oficial concedida a la ciencia española. Para no incurrir en grandes errores conviene distinguir cuidadosamente los términos de la cuestión. La protección oficial no debe condenarse en absoluto; ¡ojalá pudiéramos prescindir de ella! pero no estamos ahora en ese caso, ni veo gran peligro para la dignidad e independencia del científico (como dicen los krausistas) en que sea subvencionado y protegido en sus estudios e investigaciones por el Estado. Hay obras que en ninguna manera deben implorar ni recibir auxilios ni subvenciones: su único juez natural es el público. Tal acontece con las de ingenio. La teoría que sostiene Alfieri en su hermoso tratado de El príncipe y las Letras es (aparte de sus exageraciones) exactísima: el favor oficial, venga de donde viniere, sirve sólo para menoscabar la alteza del rebajar y empequeñecer sus creaciones, y si alguna vez han sido grandes las de las letras protegidas (en general más elegantes y correctas que enérgicas y sublimes), hanlo sido a pesar de la protección, no en virtud de ella. En los tiempos que corren es, además de inútil y hasta ridículo, en alto grado anacrónico todo lo que huela a patrocinio y amparo dado por príncipes o gobiernos a las bellas letras. Éstas pueden vivir por sí y no mendigar socorros de nadie: pasó el tiempo de los Mecenas y de los Augustos. Si la obra favorecida es mala, el público se reirá de ella, aunque la escuden regios patronos; si es buena, tiene ilustración sobrada para leerla o asistir a su representación, sin que de arriba le avisen que aplauda.

Pero hay otros modestos ciudadanos de la república de las letras que ni pueden aspirar a triunfos ruidosos, ni obtener siquiera para sus libros un despacho que les indemnice de los gastos de impresiones ya que no de las incalculables fatigas y dispendios que ocasionan las investigaciones previas, tal vez por largos años y con generoso aliento proseguidas. El que en España emprendiese hoy por su cuenta y riesgo la publicación de ciertas obras, a no ser un potentado o un capitalista, se arruinaría en la empresa y ni aún tendría el consuelo de terminarla. ¿Quién ha de atreverse a lanzar al mundo una Historia de la filosofía española o una Biblioteca de filósofos, cuando la eterna e implacable posteridad de Mr. Masson clamorea sin cesar en libros, revistas y discursos, por boca de sus más espectables individuos, que la historia de la ciencia puede escribirse sin que en ella se mencione una sola vez a España? ¿Qué más? En España no se pueden publicar libros de literatura española. Dígalo la excelente obra del señor Amador de los Ríos, cortada en el tomo VII; dígalo la Historia del Teatro, compuesta por Schack y traducida por Mier, que no pasó del primero. Apareció, habrá dos años, un admirable trabajo (dechado de sagacidad y erudición) acerca de la poesía heroico-popular castellana, obra de un eminente profesor catalán, a quien no supera ninguno de nuestros críticos contemporáneos. En otro país la prensa se hubiera deshecho en elogios, y agotado la edición en pocos días. Aquí sucedió todo lo contrario: los sabios de Madrid no lo leyeron, o si lo leyeron no lo entendieron: las Revistas callaron o sólo dijeron boberías. Doblemos la hoja, pues, y convenzámonos de la verdad tristísima que apunté más arriba, A saber: que si el Estado no protege los estudios de erudición, ¡pobres estudios de erudición y pobre Estado! Como forzosa consecuencia del abandono de aquéllos, irá borrándose todo sello nacional en el arte, en la ciencia y en las costumbres; España acabará de perder sus históricos caracteres, y después... vendrá lo que Dios quisiere, porque nada es imposible en un pueblo que olvida y menosprecia las glorias de sus mayores.

Y ahora, espíritus fuertes, libres de imposiciones dogmáticas y esclavos del primer charlatán que os embauque, tétricos y cejijuntos krausistas, incansables discutidores de Ateneo, traductores aljamiados, sapientísimos autores de introducciones, planes y programas, alegres gacetilleros, generación novísima de dramaturgos y novelistas fisiológicos, reíos de mí a carcajada tendida, porque voy a proponer como medio indirecto, aunque poderoso, de adelanto para la historia de la ciencia española, el restablecimiento de ciertas comunidades religiosas, de frailes, si lo queréis más claro, ya que para vosotros lo mismo son monjes que frailes y frailes que freiles, y no satisfechos con trastrocar el color de los hábitos, soléis confundir la corona con el cerquillo. No frailes sino monjes serán los míos, y de la familia de Montfaucon, de Mabillon y de Calmet, hermanos de aquellos que hicieron el Arte de comprobar fechas, la Gallia Christiana, la Antigüedad explicada y la Historia literaria de Francia; benedictinos, en fin, como lo fueron Yepes, cronista y paleógrafo insigne; Feijóo, el hombre a quien más debió la cultura española en el siglo XVIII; Sarmiento, de erudición universal y portentosa, y tantos otros que hicieron algo más que artículos de revista y disertaciones sobre el concepto, plan, método y fuentes de enseñanza de la ciencia, tareas favoritas de nuestros doctores iluminados, que después de recoger con tal objeto todas sus fuerzas, comienzan invariablemente con parrafadas de este jaez: «Para saber qué sea la Metafísica, es preciso que la Metafísica venga a mí o que yo vaya a la Metafísica.» Y cierto que debe de sudarse el quilo para descubrir verdad tan recóndita, semejante a aquella filosófica distinción del P. Fernández en su Crotalogía: «Las castañuelas pueden tocarse bien y pueden tocarse mal»; a la cual sólo falta un meditemos por contera, dicho con ademán grave y reposado, para ser acabadísimo modelo de oratoria krausista.


Ohcuras hominum! Oh quantum, est in rebus inane!



Pero volvamos a nuestros monjes, y dispense usted esta digresión ligerísima. Si en España hubiera de hecho libertad para las sociedades monásticas, como la hay para todo género de asociaciones; si fuera menos brutal la intolerancia de los que se dicen sabios y filósofos y políticos, sería utilísimo el establecimiento de dos o tres comunidades de benedictinos, que como la antigua de los Maurinos y la moderna de Solesmes, en Francia, tuviese por instituto el cultivo de la ciencia patria y el de los estudios de erudición en general. Recuerdo a este propósito, amigo mío, que cuando tiempo atrás hablamos de este asunto, me decía usted en una de sus preciosas cartas familiares: «Podría fundarse (un monasterio de San Bonito) en Covadonga, en vez del cabildo colegial que ahora existe, compuesto de gente allegadiza y que, en su mayor parte, merece mejores colocaciones y, mira aquello como un punto de paso; estaría más en relación con el carácter venerando de aquel santuario; haría que éste prosperase más, como más identificado con su porvenir, y ofrecería, por ende, mayores estímulos a la piedad y al patriotismo para contribuir con donativos a la erección de un templo digno de lugar tan glorioso y memorable. El presupuesto de la actual colegiata bastaría para su sostenimiento. Podría, además, allegar recursos teniendo rebaños en los montes vecinos, riquísimos en pastos. Enviando comisionados idóneos a los archivos y bibliotecas de dentro y fuera de España para sacar copias o extractos de libros y documentos, iría reuniendo allí los elementos todos conducentes a los fines de su instituto. Tampoco sería difícil montar al lado del monasterio una fábrica de papel y una imprenta para las publicaciones de la comunidad.» Y añadía usted y repito yo, aún a riesgo de que en altas regiones (si allá llegan estas líneas) se nos tache de visionarios: «Ahora que se piensa en pactar un nuevo Concordato con la Santa Sede sería la mejor ocasión para realizar este pensamiento, tanto más, cuanto que siendo los benedictinos una orden cuyos individuos han permanecido de todo punto ajenos a nuestras discordias políticas, no hay, o no debe haber al menos, prevención alguna contra ellos... Sólo una comunidad semejante responderá dignamente a la majestad incomparable de aquel sitio, que tan hermosamente describe Ambrosio de Morales.»

Referíase usted en esto al Viaje Santo del docto cronista cordobés, que en el título (o capítulo) vigésimotercio de su curioso libro pinta, en efecto, con lindeza de frases por extremo notable, el santo lugar cuya extrañeza no se puede dar o entender bien del todo con palabras. Supongo que todos mis lectores (exceptuando los sabios que no leen libros, y menos libros viejos y construyen por sí propios la ciencia en cuya unidad comulgan) tendrán en sus estantes el referido Viaje o al una vez le habrán registrado, y por eso no trascribo las palabras de Morales.

Idea es también de usted, y no se si ya en alguna parte manifestada, el establecimiento de otra comunidad benedictina en el Sacro Monte de Granada, comunidad que especialmente se dedicase a la ilustración de la historia árabe española. Y dando igualmente a los benitos de Montserrat el encargo y los medios de explorar las antigüedades catalanas y aragonesas, no hay duda que veríamos surgir de tales congregaciones trabajos inmensos, hoy inaccesibles a las fuerzas aisladas de eruditos que viven en el siglo, rodeados y distraídos de y en (juntemos preposiciones al modo de Sanz del Río) mil ocupaciones y cuidados. Pero hoy por hoy, y sin pecar de pesimista, reputo muy difícil el que algo de esto llegue a efectuarse, pues en pleno (y ya decadente) siglo XIX hay que luchar aún con inverosímiles preocupaciones contra el monacato, hijas de la falsa y mezquina filosofía francesa de la pasada centuria. Y ahora recuerdo que el ilustre literato D. Juan Valera, a quien nadie tachará de místico ni mojigato, conviene en sustancia con nosotros, pues en su discreto análisis del Ensayo de Donoso Cortés no teme decir: «Quisiera yo que se volviesen a poblar algunos monasterios, y principalmente los que por ser grandes monumentos de nuestras glorias nacionales deben conservarse siempre.» Esto escribía el señor Valera en 1856, y, no dudo que lo mismo diría hoy si preciso fuese. Pero repito que estos buenos propósitos no llevan camino de ponerse en práctica, quizá porque en España estamos condenados a no tener órdenes religiosas y a seguir envidiándoselas a la volteriana Francia, a la protestante Inglaterra y a la racionalista Alemania, hasta que sintamos imperiosamente su falta, y acabe de cumplirse la tremenda expiación que sobre nosotros pesa por aquel espantoso pecado de sangre (así le llama el protestante Usoz) cometido en 1834 y que (son palabras del mismo erudito cuákero) pesa mucho sin duda en la balanza de la Divina Justicia.

Aún puede hacerse mucho en otro sentido en pro de la ciencia patria; dando a conocer las obras ya completas, ya escogidas, de los pensadores ibéricos en elegantes o ilustradas ediciones por el estilo de las que publican las cinco o seis sociedades de bibliófilos hoy establecidas en España. Algo de esto pudieran hacer las Academias, en especial la de Ciencias Morales y Políticas, ya que no existe, cual debiera, una especial de Filosofía Española.

Tampoco ha de desconfiarse en absoluto de la iniciativa y de los esfuerzos particulares, pues si es vierto que hoy no soplan vientos muy favorables a nuestras ideas, y son muchos los bien hallados con su ignorancia, no faltan eruditos curiosos y entusiastas por la ciencia de nuestros padres, y quizá lo que hoy parece difícil no lo sea mañana. Abrigo la esperanza de que no ha de quedarse en proyecto aquel generosísimo de la Biblioteca de filósofos ibéricos, por usted iniciado en Oviedo en 1859. Convendría formar con tal objeto una nueva sociedad de bibliófilos, dado que de las actuales poco o nada podemos prometernos; de unas por su índole local (andaluces, catalanes, montañeses, etc.), y de otras por su afición decidida a Celestinas, libros de caza, relaciones históricas y otros escritos semejantes, curiosos sin duda, pero de escaso valor científico. Nuestra Sociedad debería ir publicando ediciones (en latín y castellano) de Lullo, Foxo, Vives, Suárez, Sánchez, Servet, Gouvea, Gómez Pereira y sus impugnadores, Valles, Domingo de Soto, Arriaga e Isaac Cardoso, etc., y de muchos opúsculos de Cardillo de Villalpando, Sepúlveda, el P. Juan de Mariana, Pedro de Valencia y tantos otros, así como de los más notables tratados filosóficos escritos en lengua castellana, tanto por místicos y moralistas de los siglos XVI y XVII, como por muchos pensadores del pasado.

A las obras de cada autor habría de preceder una introducción en que, aparte de las noticias bio-bibliográficas, se hiciese la exposición y juicio de sus doctrinas, apreciándose a la par sus precedentes históricos y su influencia en los sistemas posteriores.

Urge asimismo, y pudiera realizarse por la Sociedad proyectada, la fundación de una Revista que exclusivamente tuviese por objeto la propaganda en favor del estudio de la Filosofía Española, ya que existen revistas dedicadas en todo a la ciencia alemana.

Ofrecería, sin embargo, no pocas dificultades la constitución de tal Sociedad, ora por la indiferencia con que muchos tenidos por sabios miran nuestra cultura, ora por la resistencia y los obstáculos que opone siempre a toda empresa común el especialismo, verdadera plaga erudita. Son muy pocos los que saben desprenderse de sus gustos, aficiones y terquedades en pro del interés general.

Por tales razones, es indispensable la iniciativa oficial, cuando menos para abrir la marcha y hacer que tome cuerpo y cobre fuerzas el movimiento a favor de dichos estudios. Fuera de que pueden coexistir sin inconveniente, antes bien con notable ventaja, la acción oficial y la particular en sus respectivas formas y con sus peculiares procedimientos.

Y ahora que he desarrollado, aunque brevemente, nuestros planes, paso ir hacerme cargo, por lo mucho que con ellos se rozan, de las magistrales decisiones del nuevo Masson a quien aludí antes. El cual no es ningún doctrino, sino un hierofante, un pontífice máximo, un patriarca del krausismo, jefe reconocido, por lo menos, de una fracción o cofradía, personaje influyente y conspicuo en épocas no lejanas, varón integérrimo y severísimo, especie de Catón revolucionario, grande enemigo de la efusión de sangre, y mucho más de la lengua castellana. Todos lo conocemos y yo dejaré de nombrarle, porque al cabo me acuerdo de haber sido discípulo suyo y le debo, entre otros inestimables beneficios, el de afirmarme cada día más en las sanas creencias y en la resolución de hablar claro y a la buena de Dios el castellano... per contrapositionem a las enseñanzas estilo del referido maestro.

Este, pues, eximio metafísico ha puesto un largo, grave, majestuoso, sibilino y un tanto soporífero prólogo a cierto libro crudamente impío de cierto positivista yankee, traducido directamente del inglés por cierto caballero particular, astrónomo excelente, según nos informa el prologuista, y persona muy honorable (¡manes de Cervantes, sed sordos!), al cual caballero debe parecerle portentosa hazaña traducir del inglés un libro, supuesto que añade muy orondo directamente, como si se tratase del persa, del chino o de otra lengua apartada de la común noticia, siendo así que hay en España ciudades, como ésta en que nací y escribo donde son raros los hombres y aún mujeres de alguna educación que más o menos no conozcan el inglés y sean capaces de hacer lo que el señor traductor ha hecho. Pero no voy a hablar del traductor, ni siquiera del libro que en son de máquina de guerra anticatólica se nos entra por las puertas, libro digno del barón de Holbach o de Dupuis, escrito con la mayor destemplanza y preocupación, y lleno de errores de hecho garrafales, como los de afirmar que la ciencia nació en Alejandría y que los Santos Padres fueron ignorantísimos, sin instrucción ni criterio.

Tampoco hablaré detenidamente del prólogo, escrito en la forma campanuda y enfática que caracteriza todas las producciones de su autor. Léale usted, amigo mío, y allí verá maravillas. Allí se habla de las pretensiones de imperio temporal en la Iglesia; allí se dice que los católicos estamos sumidos en abyección moral y en fanatismo, que la religión y la ciencia son incompatibles (como si no hubiera más ciencia que la que los impíos cultivan y preconizan, y como si ellos hubiesen logrado nunca ponerse de acuerdo en los principios); allí de la antropolatría del Pontífice (SEXQUIPEDALIA VERBA); allí de la mística, sublime cópula verificada en Alejandría entre el Oriente y la Grecia; allí de la solidaria continuidad y dependencia de unas determinaciones individuales con otras, que permite inducir la existencia de un Todo y medio natural que constituye interiores particulares centros, donde la actividad se concreta con límite peculiar cuantitativo y sustantiva cualidad en íntima composición de esencia factible o realidad formable y poder activo formador74 (esto será castellano de morería, o latín de los Estados Unidos. ¡Vaya unos rodeos para ir a parar en la rancia doctrina del alma, del mundo, que puede exponerse clara y hermosamente en dos palabras!); y allí, en fin, con tolerancia digna de Atila, de Gengis-Kan o de Timurbeck, se presenta en perspectiva a los católicos la justicia de la espada, y se aplauden las persecuciones y atropellos cometidos por el tolerantísimo, ilustrado y filosófico gobierno de Prusia. ¿Dónde nos esconderemos de esa espada con que se nos amenaza? Aunque tengo para mí que la espada de este caballero krausista ha de parecerse algo a la de Bernardo (no el de Roncesvalles, sino el compañero de Ambrosio), o a aquella hoja toledana del fabulista, la cual fue asador en sus primeros años. Pero yo voy a hacer caso omiso de todo lo anterior y del modo como aprecia el prologuista lo que él llama religiones positivas, como si pudiera haber alguna negativa o si la negación constituyese dogma. No diré tampoco una palabra del logos platónico y del verbo cristiano, a cuya cuestión no sé cómo vuelve nuestro sabio después de la brillante fraterna que en otra ocasión le enderezó Fr. Ceferino González.

Lo que sí nos importa son los yerros y falsedades históricas que, hablando de España, entreteje en su relato; lo de afirmar, por ejemplo, que se debió al Rey sabio la traslación de las academias hebreas a Toledo, cosa que hasta entonces el fanatismo de la clerecía no había consentido, siendo así que dichas academias estaban en Castilla desde el tiempo de Alfonso VII, expulsadas de Andalucía por el fanatismo musulmán. Pero aún esto es leve pecado, y tampoco he de hacer grande hincapié en que llame con desden a España la patria de los domínicos y de los jesuitas, porque hay cosas que sólo desprestigian al que las dice, no a aquellos a quienes se dirige la ofensa. Gloria y muy grande es para España el que de ella saliese el fundador de aquella orden cuyo hábito vistieron Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino, Savonarola, Fr. Bartolomé de las Casas, Melchor Cano, Domingo de Soto, Fr. Luis de Granada y tantos otros varones eminentes, hasta nuestros contemporáneos Lacordaire y Fr. Ceferino González, lumbreras de la ciencia cristiana. Y no lo es menos el que fuese compatricio nuestro el capitán de aquella compañía en que militaron San Francisco de Borja, San Francisco Javier, Simón Rodríguez, Láinez, Alonso Salmerón, Rivadeneira, Molina, Gabriel Vázquez, Suárez, Mariana, la Puente, Martín del Río, Nieremberg, Codorniu, Andrés, Eximeno, Hervás, etc., etc., y en que aún militan hombres como los Padres Secchi, Félix, Kleutgen, Liberatore; la cual con sus misioneros evangelizó (y civilizó por ende) gran parte del mundo, y con sus maestros, insignes humanistas y poetas, adoctrinó a la juventud desde las cátedras, iniciola en el conocimiento de la antigüedad clásica, y encarriló las tendencias paganas del Renacimiento, impidiéndolas llegar a la exageración que alguna vez habían mostrado en Italia, y de que hoy los píos secuaces del abate Gaume se escandalizan.

Unas veinte líneas dedica mi anónimo maestro a hablar de la Filosofía española, repitiendo con escasas variantes las absolutas de los señores Azcárate y de la Revilla, y añadiendo de su cosecha nuevos dislates que me limitaré a registrar con leve comentario, porque hay cosas que a sí propias se alaban y no es menester alaballas.

1.º «Mientras los demás pueblos europeos convertían, mediante el Renacimiento clásico-naturalista y la Reforma, a propia libre reflexión su espíritu, y se despertaban a la observación diligente y profunda, nosotros quedábamos adheridos y como petrificados en las viejas imposiciones dogmáticas.»75

Error histórico imperdonable, aunque se explica bien en un sabio que no lee libros viejos y construye su propia ciencia. En España influyó el Renacimiento tanto como en Italia y algo más que en los países protestantes. Traiga a la memoria nuestro prologuista el número prodigioso de humanistas que en el siglo XVI y aún en el XVII florecieron, y se convencerá del culto tributado a la antigüedad en nuestro suelo. Españoles fueron, entre otros mil, Nebrija, Arias Barbosa, Vives, Núñez, Sepúlveda, Oliver, Encinas, Gélida, el Comendador Griego, Antonio Agustín, Páez de Castro, Verzosa, Matamoros, los Vergaras, Luis de la Cadena, Aquiles Stazo, el Brocense, Álvar Gómez de Castro, Calvete de Estrella, Pedro Chacón, Fernán Ruiz de Villegas, el Padre La Cerda, Vicente Mariner, González de Salas, Baltasar de Céspedes, Pedro de Valencia, etc., sin contar no pocas damas que entendían de letras griegas y latinas más que todos los krausistas juntos76.

De muchos de los citados humanistas ya he hecho mérito anteriormente, debiendo añadir ahora que entre ellos los hubo, y en número no escaso, que ni en erudición ni en sagacidad ceden a los Erasmos, Scalígeros, Lipsios, Casaubones y Sciopios, por más que la fama no se haya mostrado con los nuestros bastante equitativa. Precisamente el escritor que más fielmente compendia y personifica las ideas todas y el saber acaudalado por el Renacimiento es un español, Vives. El padre de la Gramática general es otro español, Sánchez de las Brozas. Pocos hombres influyeron tan activamente en los trabajos filológicos del siglo XVI como los españoles Antonio Agustín y D. Diego Hurtado de Mendoza, ya en calidad de obreros, ya en la de Mecenas. El mejor comentario de Virgilio, se debió al jesuita P. La Cerda; la mejor ilustración de Petronio a D. Jusepe G. de Salas. Y ciego se necesita ser para no advertir en la poesía líricas en la historia y en los tratados didácticos del siglo XVI la influencia del Renacimiento clásico-naturalista, como nuestro sabio le apellida. Cabalmente el primero de los líricos de esa era el que cristianizó la musa pagana, trabajando con manos católicas el mármol de la antigüedad, el que verificó la fusión del genio clásico y de la poesía nueva, fue un fraile español, teólogo de la Universidad salmantina. Y en cuanto a la Reforma, si no arraigó aquí, a Dios gracias, menos por los rigores de la Inquisición (que no hubieran bastado) que por rechazarla el espíritu nacional, también tuvo secuaces en España, y de no poco entendimiento y ciencia, como saben muy bien los bibliófilos, o séase libro-vejeros: los que, al parecer, lo ignoran son los filósofos de campanillas que hablan de lo que no entienden.

Después de lo transcrito viene un párrafo muy turbio en que se habla de la falta de intimidad religiosa que degradó la conciencia de nuestro pueblo. Como no sé qué es esto de intimidad religiosa, paso a coger el lapsus

2.º «Voces aisladas a lo sumo, sin enlace ni consecuencia directa con el proceso de la Edad Moderna, son las que ofrece España, y aún éstas con el sentido y el carácter peculiar a los siglos medios77 Vives, Foxo Morcillo Gómez Pereira se distinguen sobre todos78

Lejos de ofrecer Vives, Foxo Morcillo y Gómez Pereira el espíritu y el carácter de los tiempos medios, son en grado sumo innovadores y revolucionarios, enemigos de la Edad Media y del escolasticismo, hombres, en cuerpo y alma, del Renacimiento. ¿No levantó Vives contra las viejas enseñanzas la formidable máquina de sus siete libros De causis corruptarum artium? ¿No maldijo de Averroes e invectivó In pseudo-aristotelicos? ¿Es de la Edad Media el espíritu platónico conciliador del sevillano Foxo? ¿No fue Gómez Pereira cabeza de motín contra la dominación de Aristóteles? ¡Parece imposible que se digan en serio ciertas cosas, y que pasen por talentos los que así tropiezan y así escriben la historia!

3.º Vives (a quien concede nuestro antiguo profesor saber inmenso, sin duda porque, como añade, se educó en medio de Eurotm) no lleva su sentido (palabra mal usada y sobre toda ponderación impropia) más allá de un concierto, que ni siquiera sincretismo, entre las doctrinas de Platón y Aristóteles y las de los Santos Padres.

Aquí hay cosas estupendas. Yo entendí siempre que los sistemas aristotélicos significaban en la historia de la filosofía más que los sincréticos, puesto que los primeros entrañan verdadera composición, y los segundos sólo yuxtaposición de elementos. Creía también hasta ahora que la palabra concierto era en castellano sinónima de armonía (dícelo Capmany, que sabía lo que se pescaba en tales materias); pero ahora me enseña el maestro que un concierto lo es menos que un sincretismo y que, por lo tanto, el racionalismo armónico de Krause es una filfa, de ningún valor respecto al sincretismo, que cualquiera puede formar metiendo juntas en el cesto las doctrinas de Pedro, Juan y Diego, aunque se den de calabazadas. Pero no es esto lo más grave. El hierofante de quien vengo hablando no hace en su juicio de Vives más que repetir ad pedem litterœ; un tema del antiguo cuestionario de la Universidad de Madrid para ejercicios del doctorado, tema que desgraciadamente estaba equivocado en los términos, por donde puso en grave aprieto a nuestro paisano el Sr. de los Ríos y Portilla cuando le cupo en suerte el explanarle, aunque era, según parece, parto del cacumen de Sanz del Río. Luis Vives no intentó semejante conciliación entre las doctrinas de Platón y Aristóteles y las de los Padres de la Iglesia, ni esto encierra sentido alguno, pues los Padres de la Iglesia colectivamente considerados, no tienen sistema metafísico propio, sino el de Platón unos y el de Aristóteles otros (como todo el mundo sabe), modificados naturalmente con arreglo al dogma cristiano. Mal pueden conciliarse dos cosas cuando una de ellas no existe. El decir las doctrinas de Platón y de Aristóteles, como si fueran lo mismo, y contraponerles las de los Padres de la Iglesia, es una de las ocurrencias más peregrinas que pueden imaginarse. La verdad es, y nuestro sabio lo sabría si hubiese leído a Vives, que dotado éste de alto sentido ecléctico, procede en sus libros De prima philosophia con gran libertad de espíritu acostándose, ya a las doctrinas de Platón, ya a las de Aristóteles, sin soñar en sincretismos, ni conciertos, ni Padres de la Iglesia, de los cuales no recuerdo que cite más que a San Agustín, al hablar del tiempo. Unas veces se acerca al peripatetismo clásico y otras al platonismo mitigado que más tarde profesó Foxo Morcillo.

¿Y bastan las frases arriba trascritas para calificar a Vives, a aquél que, según una expresión tan ingeniosa como profunda y exacta del Sr. Campoamor, sembró no las ideas sino los sistemas a granel? ¿Quién negará su importancia como metodólogo? ¿Quién los altos servicios que a la ciencia psicológica prestó con el tratado De anima et vita? ¿No son relieves de la mesa de Vives el baconismo, el cartesianismo y, sobre todo, la escuela escocesa? Y es lo más singular que en el prólogo de que estoy tratando se encomie altamente el mérito de Bacon (sin duda porque fue inglés y protestante) y se menosprecie el de su maestro, a quien él quedó tan inferior en todos conceptos79.

4.º «Gómez Pereira... no pasa de enunciar en forma silogística un razonamiento análogo al que constituye el principio del método cartesiano, pero sin el carácter de criterio de indagación, ni la intención sistemática que determina su valor científico.»80

Es casi seguro que el maestro no sabe de la Antoniana Margarita otra cosa que lo que leyó en el discurso de entrada del Sr. Campoamor en la Academia Española. Las citas de segunda mano se conocen luego. Gómez Pereira atacó en todas sus partes la psicología aristotélica, con ocasión del automatismo de las bestias; identificó el hecho del conocimiento con la facultad de conocer, y ésta con la sustancia del alma; afirmó que las cualidades sensibles no son accidentes entitativos de los cuerpos; refutó la antigua teoría de las especies inteligibles, defendiendo la del conocimiento directo; echó por tierra las formas sustanciales, propugnando el atomismo, como lo hicieron también Vallés o Isaac Cardoso, y asentó otros principios fundamentales de filosofías posteriores, de todo lo cual pudiera nuestro sabio estar al tanto, aún sin registrar la Antoniana Margarita (libro rarísimo), con sólo haber leído las notas a los Discursos Filosóficos de Forner, la Apología del P. Castro por la Teología Escolástica, los Anales de la Medicina Española de Chinchilla, y los Ensayos Críticos de usted, obras todas corrientes y comunes.

Pero ahora reparo que estoy perdiendo la pólvora en salvas, pues no era de esperar que mi maestro hiciese justicia a Vives y Gómez Pereira, cuando en otro párrafo de su lucubración advierte que la Crítica de la razón pura de Kant redujo a un mero interés histórico toda la filosofía precedente. Así quedamos todos iguales. Platón, Aristóteles, San Anselmo, Santo Tomás de Aquino, San Buenaventura, Bacon, Descartes, Leibnitz eran tan mentecatos como Raimundo Lulio, Vives, Suárez, Foxo Morcillo y Gómez Pereira. Hasta que el filósofo de Koenisber lanzó al mundo su Crítica famosa (lo más indigesto, pesado y mal escrito que ha parido madre), nadie había pensado ni discurrido en el mundo.


¡Cierto que se ven impresas
Cosas que no están escritas!



Resumen: yo comprendía que se construyese ciencia (krausista) sin libros ni otras zarandajas, porque para decir perogrulladas no es menester gran erudición; mas ya veo con asombro que para juzgar las doctrinas de un autor tampoco es necesario leerle ni hojearle siquiera, y basta con cuatro especies cazadas al vuelo en alguna tesis doctoral o en tal cual discurso académico. Con esto y el tono de oráculo y la severidad estoica y algo de aquella fama que autoriza a un hombre para echarse a dormir, basta y sobra para decidir ex cathedra de cuanto Dios crió, y mirar con desdén a los pobres mortales que no han llegado a semejante pináculo de sabiduría y buena andanza. Pero tanto, tanto... en verdad, que no lo consienten mis tragaderas. ¿Qué menos puede exigirse de un filósofo, si no español, nacido en España, que el que conozca, siquiera por el forro, la Filosofía Española? Veremos si después de su proyectada conversión al positivismo (de la cual ya por estas tierras corren rumores) muda de estilo y tono este mi antiguo e inolvidable maestro.

Y con esto se despide de usted hasta la primera, su apasionado amigo, admirador y paisano.

Santander, 25 de Julio de 1876.

P. D. En el último número de la Revista contemporánea vuelve a las andadas el Sr. de la Revilla. De lo que dice daré larga orienta y razón a usted y al público en mi próxima epístola.

20 de Agosto de 1876.



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