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Dice así Fournier en su Hidrographie: «C’etait un gros cercle d’airain de 10 a 12 livres que l’on fait lourd afin qu’il résiste mieux su vent en agitation du vaisseau, et se mette plus promptement de niveau, et s’y tienne plus constamment: l’alidade se termine en un point sux extrémités, les pinnules ne sont distantes que d’un pouce du centre».

 

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En el tiempo que el infante D. Enrique comenzó el descubrimiento de Guinea, toda la navegación se reducía a seguir la dirección de la costa, de la cual se tomaban las señales y enfilaciones para hacer derroteros como aún se usan; y este método bastaba para aquel modo de descubrir. Pero después que los mismos marinos quisieron navegar lo descubierto, perdiendo la costa de vista y engolfándose en alta mar, entonces conocieron los engaños y errores a que los exponían, la estima y juicio de las singladuras o del camino de la nave en cada venticuatro horas; ya por razón de las corrientes, del abatimiento y de otros fenómenos de la mar. Para corregir estos errores y asegurar más la navegación, convocó y resumió el Rey D. Juan II de Portugal a maestre Rodrigo y a maestre Josef, judío; ambos sus médicos, y a un Martín de Bohemia, afamado astrónomo que se gloriaba de ser discípulo de Juan de Monterregio, los cuales hallaron la manera de navegar por la altura del sol, de que hicieron tablas para la declinación, como se usa ahora entre los navegantes; aunque con mayor perfección y exactitud que cuando comenzó y servían aquellos grandes astrolabios de palo (BARROS, loc. cit.).

 

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Puede consultarse sobre este punto la importante obra: J. BENSAUDE, L’Astronomie nautique au Portugal à l’époque des grandes decouvertes. Bern., 1912.

 

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F. GOMES TEIXEIRA, Collaboraçao dos hespanhoes e portugueses mas grandes navegaçoes dos seculos XV e XVI. «Asoc. esp. para el progreso de las Ciencias». Congreso de Oporto, 1921.

 

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NAVARRETE, loc. cit., pág. 47.

 

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La obra de Francisco Falero (o Faleiro) publicada en el año 1535 es el primer libro donde aparece descrita la declinación magnética de la brújula, que tantas discusiones había de ocasionar. Y no se limita a una simple exposición del fenómeno, sino que desarrolla tres métodos para la determinación de la declinación (véase A. WOLKENHAUER. Beiträge zur Geschichte der Kartographie und Nautik des 15 bis 17 Jahrhunderts. München, 1904).

 

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El arte de navegar de Pedro Medina fue traducido al francés en 1554, reimprimiéndose en París y Lyon en 1561, 1576, 1615 y 1628. Al italiano en 1555, haciéndose una nueva edición en 1609. Al inglés en 1581, reimprimiéndose varias veces. Al alemán en 1576, haciéndose nuevas ediciones aumentadas en 1577, 1580, 1581, 1628 y 1633.

También el arte de navegar de Martín Cortés aparecido en 1551 tuvo merecida fama en Europa, y muy especialmente en Inglaterra, donde fue el libro de texto preferido. Lo tradujo primero Ricardo Eden en 1561, Bourne en 1577, y después de varias reimpresiones el traductor inglés en 1596 declara: «no existe en la lengua inglesa libro alguno que, con un método tan breve y sencillo, explique tantos y tan raros secretos de Filosofía, Astronomía y Cosmografía, y en general todo cuanto pertenece a una buena y segura navegación».

 

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He aquí sus propias palabras en el diario de 21 de octubre de 1520: «Il capitano generale che sapeva de dover fare la sua navigacione per uno streto molto ascoso, como vite ne la thesoraria del re de Portugal in una carta fata per quello excelentissimo huomo, Martín de Boemia, mando due navi...»

 

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No es error este apelativo que usa Pigafetta, y con él algunos otros. Según Cluverius, se le llamaba Martín de Bohemia porque sus antepasados eran originarios de ese reino o porque él se estableció allí a causa del comercio.

 

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Cita tomada, como la siguiente, del prólogo puesto al diario de Pigafetta por su traductor al francés. La memoria de Otto apareció en las Philosophical Transactions de la Sociedad de Filadelfia.