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La creación en la literatura infantil: el autor

Fernando Alonso



No quiero comenzar esta ponencia diciendo:

Escribir obras literarias para niños en España, en 1979, constituye un sacrificio consciente y voluntario en aras de una sociedad que no lo demanda ni lo agradece y cuyas instituciones culturales lo consideran una actividad poco seria y marginal.

Mi resistencia a hacerlo no reside en el hecho de que considere desmesuradas estas afirmaciones todos nosotros somos conscientes de que, en nuestro país, la literatura para niños constituye un subgénero que se encuentra a mitad de camino entre el libro instructivo y el juguete o el objeto-regalo; una actividad que se desarrolla al margen de lo que se considera vida literaria y cultural.

Si no quiero iniciar la ponencia con las afirmaciones precedentes es por un problema de actitud; porque revelan un espíritu de derrota, constituyen hipótesis de trabajo contundentes e irreversibles y significan arrojar la toalla después de tantos años de esfuerzos inútiles.

Estimo que ninguno de los presentes en el I Simposio Nacional de Literatura para Niños hemos venido aquí para dedicar a tema tan importante tres de los 365 días que tiene el año e intentar tranquilizar nuestras conciencias ante tan abruma dora desproporción; para consolarnos en público de esta vergüenza personal y social; o para tirar piedras contra un tejado que, a fin de cuentas, es el nuestro.

Nuestro papel, en este momento, no debe consistir en rasgarnos las vestiduras; sino, más bien, en zurcir y coser las escasas con que cuenta nuestra infraestructura social, e inventarnos las que faltan, de suerte que lleguen a cubrirnos a todos y, lo que es más importante, sirvan para abrigar más y mejor a nuestro público y a todo el colectivo social. Para ser consecuente con este supuesto, he considerado que puede ser de utilidad analizar brevemente la problemática derivada del entorno social y profesional del autor, el momento actual de la labor de creación y proponer sugerencias generales para crear unas condiciones que estimulen la actividad creadora.






ArribaAbajoEl autor de obras literarias para niños y entorno social

En España, el autor de obras literarias para niños se encuentra inmerso en una sociedad que no lee; por consiguiente, se dirige a un público integrado por los hijos de unos ciudadanos no lectores. La actividad literaria no sólo carece de demanda social, sino que debe luchar contra un vicio arraigado por el tiempo: la consideración de la lectura como una forma de perder el tiempo, especialmente si se trata de obras de creación literaria. Ello ha contribuido a crear, necesariamente, una sociedad empobrecida en el plano léxico, envilecida en el plano estético y utilitarista en el plano funcional.

Dentro de este medio social adverso, el autor de obras literarias para niños se dirige a un sector marginado, agravada esta circunstancia por tratarse de una marginación dorada; no olvidemos que para la sociedad de consumo, utilizando su propio lenguaje publicitario, el niño como objeto de mercado es «el rey de la casa». Triste paradoja cuando vemos que se trata de un rey sin corona, sin derecho a una opinión propia, sin autonomía económica ni de criterio para acceder libremente a los bienes culturales y vivenciales, sujeto a toda clase de deberes y sin la contrapartida de los derechos más elementales; un sector al que la Organización de las Naciones Unidas ha considerado oportuno extenderle en 1979 un certificado de marginación, de la misma forma que anteriormente lo hiciera con la mujer.

No es extraño, pues, que cuando el autor crea una obra destinada a los niños, al ser etiquetada como «Literatura infantil», el adjetivo «infantil» la arrastre al mismo ghetto en que los niños se encuentran, quedando automática mente diluido y olvidado cuanto de literario existe en ella. De acuerdo con este supuesto, la crítica literaria no se ocupa de ella; y, cuando lo hace, es con esa especie de guiño de complicidad y paternalismo que algunos adultos suelen utilizar cuando hablan con los niños.

Por si esto fuera poco, quizá por estas razones, el concepto «Literatura infantil» se ha convertido en un inmenso y generoso cajón de sastre que lo mismo da cabida a las obras literarias que a los libros didácticos y divulgativos, a los tebeos o a esos engendros troquela dos que suelen aunar el desprecio a la letra impresa y un gusto estético envilecido. Por ello, cuando se citan cifras de producción literaria infantil, se incluyen toda esa serie indiscriminada de publicaciones. Esto crea una confusión que en nada beneficia a los autores, ni a los editores, ni al posible lector; esto puede inducir a pensar que un sector que es incapaz de poner un poco de orden en su propio campo no puede ser tomado en serio.

La falta de demanda, la carencia de una información adecuada y el desinterés institucional y social son la causa de que los ciudadanos no encuentren en la lectura esa expectativa gratificadora que impulsa a las personas a hacer uso de un medio de comunicación social. La lectura, que debiera ser la primera forma de ocupación del ocio, no cuenta en nuestra sociedad con una cualificación en la escala jerárquica de valores; no debe extrañarnos, pues, que los niños no acudan a el la en el porcentaje que debieran.

A veces, de manera frívola, se achaca a la televisión el bajo índice de lectura. Consideramos esta afirmación poco rigurosa, porque los medios de comunicación de masas, por definición, no son competitivos, sino complementarios. De la misma forma que el cine no acabó con la radio, ni la televisión con el cine, la televisión y el cine no tienen por qué acabar con el libro. Es muy fácil observar -especialmente en el público adulto- que cuando una obra literaria se emite de forma seriada por la televisión se agotan muy pronto todas las ediciones que se encuentran a la venta. Por mucho que diga o quiera McLuhann, la «Galaxia Marconi» nunca acabará con la «Galaxia Gutenberg». Lo que sucede es que si un niño no tiene libros en su casa, o no está acostumbrado a ver a sus padres con un libro en las manos; si no ve que en la sociedad en que vive la lectura es un hecho valorado y el libro el compañero fiel del ocio de todos los ciudadanos; si, por el contrario, ese puesto está ocupado en exclusiva por la televisión, no es de extrañar que él mismo tienda a utilizarla con la misma exclusividad, como reflejo mimético del comportamiento de los adultos. Lo que se precisa no es luchar contra la televisión como competidora desleal; sino establecer a todos los niveles, especialmente a nivel familiar y social, una política de motivación de la lectura. De esta forma, los niños se convencerán pronto de que las islas del tesoro o las aventuras de Robinsón que ellos pueden tejer en su imaginación con la complicidad de Stevenson y Defoe son mucho más ricas y maravillosas que las del mejor largometraje o telefilme; por la sencilla razón de que la imaginación es mucho más creativa y nunca adolece de falta de medios o recortes presupuestarios.

No quisiera abandonar un tema tan importante como es el de la televisión -quizá porque a través de la televisión se puede canalizar una buena campaña de motivación a la lectura e información sobre la literatura para niños- sin antes hacer unas consideraciones que no suelen ser mencionadas y considero de gran importancia.

De la misma forma que afirmábamos que la televisión, como medio de comunicación de masas, no puede neutralizar la lectura, afirmaremos que la adopción de determinado lenguaje televisivo puede viciar a los espectadores creándoles unos mecanismos de rechazo hacia los libros.

La televisión, a través de sus «spots» publicitarios, de sus telefilmes de acción, trama y contenidos siempre repetidos, confortablemente repetidos, genera espectadores pasivos; espectadores que conocen de antemano cuál va a ser el desenlace de los acontecimientos que se desarrollan ante sus ojos con un ritmo vertiginoso, que impide y anula cualquier posibilidad de reflexión.

El peligro que encierra la televisión para el espectador infantil y para el colectivo social reside -más que el daño físico derivado de una permanencia inactiva durante horas frente al receptor, más que en la incidencia posible de los contenidos de los programas- en la proliferación de programas con un tempo narrativo trepidante que generan espectadores con una escasa capacidad de reflexión; programas hueros que trivializan todo cuanto tocan, con la obsesión de convertirlo en un producto fácilmente deglutible; programas cada vez más vacíos para un público cada vez más irreflexivo que se complace, precisamente, en esa misma vaciedad.

El posible peligro que la televisión encierra reside en la forma como la sociedad utiliza ese medio de comunicación. Y no es difícil observar que, consciente o inconscientemente, nuestra sociedad camina hacia un modelo de población formada por adictos bebedores de imágenes cada vez más deglutidas, hueras y planas; unos seres, en definitiva, cada vez más manipulables. Pero éste sería tema para otro posible simposio.

Hechas estas consideraciones, cabría concluir que, precisamente del entorno social, nace el escollo mayor con que se encuentra el autor para desarrollar satisfactoriamente su actividad:

  • - Al no existir una demanda social, el autor ofrece unas obras literarias que nadie le está pidiendo;
  • - el editor se ve obligado a publicarlas en tiradas muy reducidas;
  • - las características técnicas del libro para niños, unidas a las ridículas cifras de tirada, contribuyen a que estos productos culturales de primera necesidad no estén al alcance del pueblo;
  • - al no existir un reconocimiento social y cultural para esta parcela de la literatura, los cauces de información y valoración, a través de los medios de comunicación de masas, apenas se ocupan de estas publicaciones;
  • - el escaso público interesado no cuenta con información suficiente para conocer las publicaciones que existen en el mercado, su adecuación al público y sus niveles de calidad.
  • Esta larga cadena de circunstancias adversas finaliza en el autor; en este punto se convierten en frustraciones y el resultado es que deja de escribir o lo hace de forma esporádica.



ArribaAbajoEl autor de los libros para niños y su entorno profesional

No es preciso insistir en el hecho de que el libro para niños tiene unas características marcadas por la tipificación del público a quien va destinado: son obras que, como antes indicábamos, no gozan ni de protección ni de demanda social; precisan del apoyo de la ilustración, en mayor o menor medida, de acuerdo con la edad de los lectores; van dirigidas a un público escolarizado, en proceso de formación mental, física y social... Todo ello contribuye a que al autor se le planteen no sólo los problemas propios de su relación con el editor y la crítica; sino también con ilustradores, pedagogos, psicólogos, moralistas y toda suerte de instituciones que constantemente velan por la salud moral de los niños.

Por ello, al autor se le plantean a veces problemas de identidad; hay un momento en que no se le pide ya que haga buena literatura, sino que asuma las funciones de amanuense anónimo o las responsabilidades de maestro y pastor de almas. Muchas veces observa, con estupor, que los valores pedagógicos, morales y religiosos ocupan el primer puesto a la hora de valorar una obra literaria para niños.

No nos extrañe que tamaña transposición de valores haya motivado, por una parte, el desinterés de muchos autores; por otra, el intrusismo de personas llenas de buena voluntad, valores morales y preocupaciones pedagógicas, que son inducidas a pensar que las obras literarias admiten menores niveles de calidad cuando se dirigen a unos ciudadanos menores de edad.

Dentro del amplio abanico de relaciones profesionales del autor de obras para niños, consideraremos las siguientes:

Autor-editor

En este caso, podemos distinguir tres tipos de editores:

  • - El editor para quien las obras infantiles no son sino una parte de su catálogo,
  • - el editor para quien estas obras no son sino un objeto de mercado,
  • - el editor que asume el hecho de la publicación de obras literarias para niños porque cree en ellas, es consciente de su calidad literaria y comprende la importante función cultural y social que cumplen.

Para el primero, el departamento de publicaciones infantiles suele ser el pariente pobre y los autores, escritores de segunda división; el segundo fabrica libros de la misma forma que pudiera fabricar calcetines y son, en gran medida, responsables de alguno de los males que sufre el sector; finalmente, el editor citado en tercer lugar suele ser un amigo con quien el autor puede compartir tanto las marginaciones sociales como los pequeños pasos avanzados.

Esta variedad de actitudes en la figura del editor motivan que el autor se encuentre a veces en situaciones que no suelen darse, al menos en igual medida, en otros sectores de la producción literaria:

  • - No es raro encontrar libros de encargo, contratados fuera de todo convenio de derechos de autor.
  • - No es extraño encontrar libros que se publican sin que el nombre del autor figure en la portada; a veces, ni siquiera en su interior.
  • - No es extraño encontrar, en este río revuelto, editores que constituyen su fondo sobre la base de adaptaciones desaprensivas que se desvirtúan y mutilan textos, libres de derechos de autor, con una manifiesta falta de respeto no sólo hacia las obras, sino también hacia el público a quien se dirigen.

Autor-ilustrador

Como ya dejamos indicado, debido a la tipificación del público, las obras literarias para niños deben ir acompañadas de un soporte gráfico de ilustraciones, cuya proporción viene determinada por la edad del lector potencial. Las relaciones del autor con el ilustrador no suelen generar problemas, siempre y cuando se tenga la idea clara de que lo mejor para la obra es que el trabajo sea realizado de una manera conjuntada y armónica y que este trabajo en equipo es enriquecedor para ambos.

Normalmente, los puntos de fricción se suscitan en el momento en que el editor valora de forma distinta uno de los dos trabajos; cuando no cuenta con el autor a la hora de encargar las ilustraciones del libro o cuando no facilita que el ilustrador y el autor trabajen juntos.

Especialmente cuando se trata de álbumes o libros con un amplio volumen de ilustraciones, el trabajo debe ser estrecho y conjunto. A partir de una experiencia personal, puedo afirmar que el trabajo es fructífero y útil cuando se realiza a través de las siguientes fases:

  • - Redacción de un guión literario completo, capaz de sugerir imágenes plásticas.
  • - Planteamiento de soluciones plásticas a través de bocetos o dibujos previos.
  • - Trabajo conjunto del ilustrador y el autor para lograr un perfecto acuerdo en la adecuación del guión literario y los bocetos.
  • - Realización de las ilustraciones.
  • - Redacción del texto definitivo.

De esta forma, autor e ilustrador contemplarán el libro como una obra cuya paternidad les corresponde a ambos. A nadie se le oculta que este planteamiento se ve sujeto a múltiples excepciones, como la de aquellos autores que no aceptan la opinión del ilustrador y se niegan a introducir la más mínima modificación; o los ilustradores que no valoran el trabajo del autor tanto en lo que tiene de soporte literario implícito, como de texto explícito.

Autor y pedagogos

No podemos negar que del interés manifestado por educadores y psicólogos depende, en gran medida, un cierto movimiento de interés hacia la literatura para niños que parece hacerse patente en nuestro país.

El único problema derivado de esta relación estará en el momento en que cualquiera de las partes pretenda salirse fuera de su campo: que el autor, imbuido de un espíritu pedagógico, se lance a escribir obras paraliterarias o parapedagógicas, con el fin de encontrar un campo favorable en el medio escolar; o que pedagogos y psicólogos pretendan imponer decálogos para uso de autores de literatura para niños.

Es muy positivo que los educadores trabajen en la promoción de la literatura para niños; pero es preciso que esta promoción se realice bajo criterios estrictamente literarios, no psicológicos o pedagógicos, para no caer en un género híbrido, segregado del resto de la literatura, como el que en gran medida sufrimos en la actualidad.




ArribaAbajoAutor y crítica

El problema fundamental que se le plantea al autor con respecto a la crítica consiste en que ésta apenas se ocupa de las obras literarias para niños. Ello ha conducido a este sector a una segregación injusta del campo de la literatura.

La crítica literaria, en general, tiene un papel muy importante dentro de una política de apoyo y potenciación de la literatura para niños. Libre de tratamientos paternalistas y al margen de condicionamientos extraliterarios, pudiera encargarse de valorar la calidad literaria y descartar los intrusismos. Esta crítica se dirigirá al adulto quien, por regla general, es el comprador de los libros para niños.

Por otra parte, la crítica especializada se encargará de analizar, además de la calidad literaria, el resto de los factores que concurren en la valoración de los libros para niños, tales como la adecuación del lenguaje, la franja de edad a la que cada libro puede convenir mejor... Esta crítica se dirigirá a padres, educadores y a los mismos niños.

Mientras sólo se ocupe de la literatura para niños una crítica especializada, por muy competente que ésta sea, este sector seguirá estando segregado. Por el momento, nos alegramos de que el periódico madrileño «El País» en su nuevo suplemento semanal dedicado a los libros haya dado cabida a la literatura para niños.

Ante la gran complejidad de factores profesionales y sociales que inciden en las obras literarias para niños, habremos que concluir qué gran parte de los problemas se ven agravados por una falta de comunicación y de sentido solidario y de grupo.

Por consiguiente, es fundamental encontrar el marco asociativo adecuado para que autores e ilustradores, editores, distribuidores y libreros, bibliotecarios y críticos, podamos debatir y resolver unidos nuestros problemas, defender nuestros derechos y establecer acciones unitarias para organizar, apoyar y poner en práctica todas las iniciativas que tiendan a potenciar la literatura y el libro para niños.




ArribaAbajoSituación actual de la creación de libros para niños en España

En estos momentos la creación de obras literarias para niños sufre en nuestro país una grave crisis. Posiblemente, las circunstancias sociales descritas tengan como consecuencia el que muy pocos autores conozcan y se interesen por el público infantil; que sean muy pocos los que escriban para niños y que algunos de los que antes escribían hayan dejado de hacerlo. Por otra parte, de los pocos autores que escriben para niños, son inmensa minoría quienes trabajan con un espíritu renovador, desde unos supuestos progresivos acordes con las necesidades de los niños; con unos contenidos, temática y lenguaje que no les escindan del colectivo social; sin usar la fantasía como vehículo de escapismo; sin recurrir a envolver a los niños entre algodones ni encerrarlos en torres de marfil para preservarlos del contacto con la realidad que les rodea.

La coexistencia de gran cantidad de libros instructivos con una débil muestra de literatura escrita para niños, unida al carácter marcadamente conservador de muchas de estas obras, haría que se vieran segregadas del mundo de la literatura si no lo estuvieran ya por la circunstancia social tan repetidamente citada. No es de extrañar, pues, que haya editores que prefieran traducir las obras que se escriben fuera, antes de editar las que no se escriben dentro se hacen de acuerdo con unos conceptos anacrónicos y conservadores.

En segundo lugar, la grave crisis que afecta a todo el sector editorial se hace sentir de manera más patente en el campo infantil y juvenil. Por si esto fuera poco, se anuncia una reducción de la desgravación fiscal a la exportación de libros; lo cual, de llevarse a cabo, significaría un duro golpe contra la ya crítica situación del sector editorial.

No obstante, la situación actual también está caracterizada por unas circunstancias positivas que pueden justificar y aconsejar una política de relanzamiento de la literatura para niños. En estos momentos, las acciones individuales dispersas de expertos, autores, ilustrado res, educadores y libreros, los cursos y seminarios que se vienen realizando han cristalizado en un creciente interés por la literatura para niños.

Esta expectativa es, sin duda, mayor que la que existía a final de los años cincuenta y la década de los sesenta, cuando la literatura para niños, en España, experimentó un notable impulso con la creación de los premios Lazarillo y Doncel y la labor editorial realizada.

Existen en este momento editoriales en número suficiente para llevar a cabo esta tarea; quizá haya menos autores interesados, pero eso sería un objetivo fácilmente subsanable en una segunda etapa.

Con estas circunstancias, bastaría el apoyo institucional y social para no pensar como algo ilusorio el que la literatura para niños pueda florecer en nuestro país con una fuerza y calidad acordes con la tradición literaria que poseemos.




ArribaAbajoSugerencias generales para crear unas condiciones que estimulen la labor de creación

Después de realizar esta somera descripción de algunos de los problemas que inciden en la crisis de la literatura y el libro para niños en nuestro país, parece llegado el momento de plantear, de forma general, una serie de acciones que pudieran contribuir a impulsar la labor de creación.

Con carácter enunciativo proponemos las siguientes acciones:

  • - Realización de una campaña nacional de promoción de la lectura en general y de la lectura infantil en particular.

    En esta campaña deberá destacarse la lectura no como forma insignificante de ocupación del ocio, sino como acto cultural trascendente; como el camino más directo y seguro de formación de la personalidad y medio de enriquecimiento estético; como forma fundamental de acceso al dominio y perfeccionamiento del lenguaje y, por tanto, del conocimiento y la cultura; como instrumento, en fin, de comunicación interpersonal, cohesión social y entendimiento de todos los ciudadanos.

  • - Utilización de todos los medios de comunicación del Estado para divulgar esta campaña y realizar periódicamente información sobre literatura para niños. De esta forma se corregirá la incongruencia de que la televisión estatal no cuente desde hace muchos años con un programa que estimule la lectura, informe sobre los libros que se publican y analice aquéllos que van pasando al acervo cultural.
  • - Conseguir de la Administración las subvenciones necesarias para la formación de expertos, bibliotecarios y educadores especializados en literatura para niños; las exposiciones de libros infantiles y juveniles y los encuentros de los autores con su público; la creación de colectivos para el estudio y difusión de la literatura para niños; creación de un órgano de información destinado a expertos, bibliotecarios, educadores, padres y autores de literatura infantil y juvenil.
  • - Subvencionar la creación y dotación de fondos destinados a bibliotecas populares y escolares.
  • - Mantenimiento de los premios nacionales de literatura infantil, creados en 1978; pero dotados de una mayor relevancia (no olvidemos que los correspondientes a 1978 se concedieron en el más absoluto secreto). Sería muy interesante la creación de un premio que distinguiera «la mejor labor de crítica» y otro que premiara «la labor continuada de promoción de la literatura y el libro para niños realizada por un medio de comunicación de masas».
  • - Establecer una preferencia de los autores españoles para la concesión de «calificación de libro de interés infantil».
  • - Dotación de becas para la creación e investigación.
  • - Negociar el que parte de la subvención destinada a apoyo del cine español mediante la producción de material filmado con destino a TVE sea dedicada a la filmación de algunas obras de literatura para niños.
  • - Propiciar la creación de un marco asociativo a través del cual todas las personas implicadas en el libro para niños pudieran defender sus derechos, canalizar sus reivindicaciones personales y sociales y promover acciones corporativas de mejora del sector.
  • - Establecer encuentros periódicos, pudieran ser ediciones sucesivas de este Simposio Nacional, para evaluar los resultados e introducir sistemas correctivos.





ArribaResumen

Al redactar esta ponencia he procurado tener en cuenta que el objetivo de este Simposio no es consolarnos en público de la vergüenza personal y social que supone la situación presente de la literatura para niños en nuestro país; sino, más bien, tratar de encontrar entre todos la forma de encauzar una política de promoción de la literatura y el libro para niños.

Por eso, como intento de aproximación al tema, he analizado brevemente la problemática derivada del entorno social y profesional del autor, el momento actual de la creación y he estudiado unas sugerencias generales para establecer unas condiciones que estimulen la creación literaria.

En su entorno social es precisamente donde el autor encuentra el escollo mayor para desarrollar su actividad. El autor vive inmerso en una sociedad no lectora, lo cual quiere decir que se dirige a un público integrado por los hijos de unos ciudadanos que no leen. La falta de demanda, la carencia de una información adecuada y el desinterés institucional y social son la causa de que los ciudadanos no encuentren en la lectura esa expectativa gratificadora que impulsa a las personas a hacer uso de un medio de comunicación de masas.

Esta circunstancia se ve agravada por el hecho de que el público infantil es un sector marginado. Por ello, cuando una obra de creación es etiquetada como «Literatura infantil», el adjetivo «infantil», la arrastra al mismo «ghetto» en que los niños se encuentran, quedando automáticamente olvidado cuanto de literario hay en ella. La problemática concreta de la obra literaria referida a su entorno social puede resumirse en los siguientes puntos:

  • - Al no existir una demanda social, el autor ofrece unas obras literarias que nadie le está pidiendo;
  • - el editor se ve obligado a publicarlas en tiradas muy reducidas;
  • - las características técnicas del libro para niños, unidas a las ridículas cifras de tirada, contribuyen a que estos productos culturales de primera necesidad no estén al alcance del pueblo;
  • - al no existir un reconocimiento social y cultural para esta parcela de la literatura, los cauces de información y valoración, a través de los medios de comunicación de masas, apenas se ocupan de estas publicaciones;
  • - el escaso público interesado no cuenta con información suficiente para conocer las publicaciones que existen en el mercado, su adecuación al público y sus niveles de cal ¡dad;
  • - el autor, ante esta cadena larga de frustraciones deja de escribir o lo hace de forma esporádica.

La tipificación del público a quien va destinada la obra contribuye a que al autor se le planteen no sólo los problemas profesionales propios de su relación con el editor, la crítica y el público, sino también con ilustradores, pedagogos, psicólogos, moralistas y toda suerte de instituciones que se encargan de velar por la salud moral de los niños.

Como consecuencia de ello, no es de extrañar que al autor se le planteen a veces problemas de identidad. Hay un momento en que no se le pide ya que haga buena literatura; sino que asuma las funciones de amanuense anónimo o las responsabilidades de padre, tutor, maestro y pastor de almas.

Muchas veces, observa con estupor que los valores pedagógicos, morales y religiosos ocupan el primer puesto a la hora de valorar una obra literaria para niños. No es de extrañar que tamaña distorsión de valores haya motivado, por una parte, el desinterés de muchos autores; por otra, el intrusismo de personas llenas de buena voluntad, valores morales y preocupaciones pedagógicas que son inducidas a considerar que las obras literarias admiten menores niveles de calidad cuando se dirigen a ciudadanos menores de edad.

Ante la gran complejidad de relaciones profesionales que inciden en las obras literarias para niños habremos de concluir que gran parte de los problemas se ven agravados por una falta de comunicación y de sentido solidario y de grupo. Por consiguiente, es fundamental encontrar el marco asociativo adecuado para que autores e ilustradores, editores, distribuidores y libreros, bibliotecarios y críticos podamos debatir y resolver unidos todos nuestros problemas, defender nuestros derechos y establecer acciones unitarias para organizar, apoyar y poner en práctica toda suerte de iniciativas que tiendan a potenciar la literatura y el libro para niños.

Por lo que se refiere a la situación actual de la literatura para niños, debemos reconocer que sufre una grave crisis. Las circunstancias sociales citadas no favorecen el que los autores conozcan y se interesen por el público infantil, que sean muy pocos los que escriben para niños y que muchos de los que antes escribían hayan dejado de hacerlo.

Por otra parte, son pocos los autores que trabajan con espíritu renovador. La coexistencia de gran cantidad de libros instructivos y una débil muestra de literatura escrita para niños, unida al carácter marcadamente conservador de mucha s de estas obras haría que se vieran segregadas del mundo de la literatura, si no lo estuvieran ya por la circunstancia social que hemos citado.

Por otra parte, la grave crisis que afecta al sector editorial incide de manera más dura, si cabe, en el sector de publicaciones infantiles y juveniles.

No obstante, la situación actual también se caracteriza por unas circunstancias positivas que pueden justificar y aconsejan una política de relanzamiento de la literatura para niños. Toda una serie de actividades dispersas, individuales y de grupo han cristalizado al cabo del tiempo en un clima de interés cada vez más creciente por la literatura infantil en algunos sectores de la sociedad. Es, sin duda, un clima más propicio que el que existía a finales de los años cincuenta y la década de los sesenta, cuando la literatura para niños en España experimentó un notable impulso con la creación de los premios Lazarillo y Doncel y la labor editorial realizada.

Estimo que las propuestas para realizar una política de promoción de la literatura para niños pueden partir de las sugerencias generales enunciadas en la ponencia y que excuso de repetir aquí.

Para ponerlas en práctica se sugiere:

  • - La creación de una comisión permanente, que pudiera salir de este Simposio, integrada por representantes de cada uno de los sectores implicados en el libro para niños.
  • - Creación de una comisión interministerial integrada por representantes de los ministerios de Cultura y Educación, con el fin de desarrollar conjuntamente las parcelas de competencia de ambos, tales como las bibliotecas escolares y la formación de educadores en el área de literatura para niños.

Mi deseo final es que este Simposio no se quede en palabras y en tres días de convivencia amistosa; sino que nuestro trabajo sirva para realizar esa política de apoyo al libro y a la cultura, por lo que todos nosotros venimos trabajando durante tantos años.



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