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11

Como han demostrado, entre otros, A. González Palencia (La censura gubernativa en España (1800-1833), Madrid, 1934), A. Márquez (Literatura e Inquisición en España (1478-1834), Taurus, Madrid, 1980) e I. M. Zavala (Ideología y política en la novela del siglo XIX, Anaya, Salamanca, 1971; y «La censura en la semiología del silencio: siglos XVIII y XIX», en Censura y literaturas peninsulares, Diálogos Hispánicos de Ámsterdam, n.º 5, Rodopi, Ámsterdam, 1987).

 

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Quizá también pueda calificarse como gótica, por su mezcla de asesinatos, apariciones y demás truculencias, La torre gótica o el espectro de Limberg (Valencia, 1831), y alguna otra de las novelas que J. I. Ferreras propone (algo que aún no he podido comprobar) en su artículo «La novela de terror en la España del siglo XIX» (en E. Morillas Ventura, op. cit., pp. 189-196). Lo que sí es cierto, como advierte Leonardo Romero Tobar, es que «no faltan, con todo, desde fines del XVIII textos españoles que incorporan elementos compositivos y ornamentales de la novela gótica europea» (Panorama crítico del romanticismo español, Castalia, Madrid, p. 366). Algo que puede comprobarse en la larga lista de obras que María José Alonso Seoane incluye en su artículo «Infelices extremos de sensibilidad en las Lecturas de Olavide», Anales de Literatura Española, 11 (1995), pp. 45-64. Así sucede, por ejemplo, en El Rodrigo. Romance épico (1793) de Pedro de Montengón, en El evangelio en triunfo de Olavide (1799) o en las famosísimas Noches lúgubres de Cadalso, aunque en ellas el elemento fantástico, es decir, lo sobrenatural, esté totalmente ausente. Estos elementos se incorporarán en muchas ocasiones -convenientemente explicados, es decir, racionalizados- a la novela histórica (véase Guillermo Carnero, «Apariciones, delirios, coincidencias. Actitudes ante lo maravilloso en la novela histórica española del segundo tercio del XIX», Ínsula, 318, 1973, pp. 1 y 14-15).

 

13

Cito por la primera edición, Madrid, Imprenta de D. J. Palacios, febrero de 1831, p. 5.

 

14

«Prolegómeno del autor a los lectores», ed. cit., p. 11.

 

15

Emilio Carilla, El cuento fantástico, Editorial Nova, Buenos Aires, 1968, pp. 32-33.

 

16

El cuento español en el siglo XIX, CSIC, Revista de Filología-anejo L, Madrid, 1949, p. 235.

 

17

Juan Paredes Núñez, Los cuentos de Emilia Pardo Bazán, Universidad de Granada, 1979, p. 301.

 

18

Hoffmann fue un autor muy traducido y gozó de gran éxito en nuestro país, como podemos comprobar en el artículo de F. Schneider, «E. T. A. Hoffmann en España: apuntes bibliográficos e históricos», en Estudios eruditos in memoriam de Adolfo Bonilla, Jaime Ratés, Madrid, 1927, pp. 280-287. La primera traducción de un cuento de Hoffmann la realizó Eugenio de Ochoa en 1837, y apareció con el título La lección de violín en la colección de novelas extranjeras Horas de invierno (núm. 34). En lo que se refiere a antologías o recopilaciones de sus cuentos, la primera que se publicó en español apareció en 1839 con el título Cuentos fantásticos, en la traducción de Cayetano Cortés (siguiendo la traducción francesa de igual título publicada nueve años antes, y ya conocida en España). Por lo que respecta a Edgar Allan Poe, también fue conocido antes de ser vertido al español, a través de las traducciones francesas de Baudelaire (Histoires extraordinaires, 1856; y Nouvelles histoires extraordinaires, 1857); de este hecho dan noticia, por ejemplo, Alarcón, en un artículo de 1858 titulado «Edgar Poe», y Fernán Caballero, en una carta fechada el 11 de octubre de 1856, en la que dice, entre otras cosas, que le han mandado «unas histoires extraordinaires de Poe, autor norteamericano, sumamente raras». La primera traducción española de sus cuentos fue publicada en 1858 con el título de Historias extraordinarias (Madrid, Imprenta de Luis García); incluye cinco cuentos de Poe y uno de Fernán Caballero.

 

19

En relación al relato folclórico y maravilloso véase la tesis doctoral de Montserrat Amores, Tratamiento culto y recreación literaria del cuento folclórico en los escritores del siglo XIX, Universidad Autónoma de Barcelona, 1993.

 

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Algo que ya había hecho, a mi modo de ver, Baquero Goyanes en su obra citada anteriormente, primera aproximación de importancia a la literatura fantástica de nuestro país (véanse las páginas 235 a 260).