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21

Leopoldo Augusto de Cueto, por ejemplo, señalaba que los géneros que prevalecían en esos años eran «la novela histórica, la sentimental, la de costumbres y la fantástica» («Crítica literaria. Creencias y desengaños, novela original por D. Ramón de Navarrete», Revista de Madrid, I, 1843, pp. 100-106).

 

22

Cito el texto por la edición de Vicente Llorens: José M.ª Blanco White, Antología, Labor, Barcelona, 1971, p. 214.

 

23

L. Romero Tobar, op. cit., p. 109. Véase también D. Shaw, «The anti-romantic reaction in Spain», Modern Language Review, 63 (1968), pp. 606-611.

 

24

«Estudios literarios. Introducción», El museo de las familias, 25 de enero de 1843, tomo I, p. 4.

 

25

Una concepción ya planteada por Herder en relación a la literatura en general, y que será desarrollada por Taine y los filósofos positivistas al plantear una concepción determinista de la creación literaria, en la que, a grandes rasgos, afirman que la nación, la raza, el clima o la época determinan el tipo de literatura que se escribe en cada momento concreto de la historia.

 

26

Curiosamente, Mesonero Romanos, nada sospechoso de flirtear con lo fantástico, alabará la obra de Pérez Zaragoza, en un artículo donde reflexiona sobre el desastroso estado de la literatura española de esos años: «Los escritores de más valía, los hombres más insignes en las letras, hallábanse oscurecidos, presos o emigrados; los Quintana, Gallego, Saavedra, Martínez de la Rosa, eran sustituidos por autores ignorantes y baladíes que empañaban la atmósfera literaria con sus preocupaciones soporíferas, su desenfreno métrico, sus cantos de búho, sus novelas insípidas, de las cuáles las más divertidas eran las que formaban la colección que con el extraño título de Galería de espectros y sombras ensangrentadas publicaba su autor, don Agustín Pérez Zaragoza» (Memorias de un setentón, II, 29-30). Aunque la indulgencia de Mesonero Romanos para con la obra de Pérez Zaragoza no está, como se ve, exenta de crítica.

 

27

Véase el artículo de David T. Gies antes citado.

 

28

Ese estado de decadencia de la literatura española preocupó a muchos críticos de la época, que barajaron numerosas y variadas explicaciones de las posibles causas de esa crisis y de sus posibles remedios. Resulta curiosa la interpretación que hizo Cayetano Cortés de la situación de la literatura española y europea de esa época en su artículo «De la literatura contemporánea», publicado en tres entregas en la revista El Pensamiento en el año 1841 (9ª entrega, pp. 193-196; 10ª entrega, pp. 226-232; y 11ª entrega, pp. 241-247): partiendo de la idea de que la literatura es el espejo fiel de la situación de un pueblo, Cortés afirma que todos los males que achacan a la literatura y a la sociedad hay que buscarlos en el mal estado de la religión, puesto que «es claro que a una Religión imperfecta corresponderá un orden de ideas imperfecto, y por consiguiente un movimiento literario imperfecto también. [...] no habiendo ninguna especie de creencias ni de fe, reinará igualmente una absoluta anarquía moral e intelectual que, escusado es decir, si dará origen a que la suerte de las letras sea tristísima y de poco lustre» (p. 242).

 

29

Esta idea de la interrelación existente entre literatura y sociedad será expresada por otros críticos y escritores de la época, como Espronceda, en su artículo «Influencia del gobierno sobre la poesía» (1834), o Gil y Carrasco en «Del movimiento literario de España» (1837). También Eugenio de Ochoa se había manifestado en términos parecidos: «la literatura es, en todas las épocas y en todos los países, la expresión más exacta del estado social» (El Artista, II, p. 265).

 

30

En relación al sansimonismo véanse, entre otros, J. Walch, Bibliographie du saint-simonisme, J. Vrin, Paris, 1967, y A. Ramspott y J. Maluquer, «Romanticisme i saint-simonisme a Catalunya en temps de revolució (1835-1837)», Recerques, 6 (1976), pp. 65-86.