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La cultura en los programas políticos venezolanos: Mariano Picón Salas y Rómulo Betancourt (1931-1935)

Luis Chesney Lawrence




Introducción

El problema de la educación es uno que ha venido atrayendo la atención y preocupación en Venezuela desde el siglo XIX, y en las primeras décadas del siglo siguiente éste seguirá siendo crítico. Los grupos de estudiantes en exilio de 1919 y los de 1928, así como los que en forma clandestina la sentían desde dentro del país, constituyeron lo mejor de la oposición a Gómez. Así, se podrían mencionar las opiniones de Mariano Picón Salas, quien explicaba que ya la crítica social de los escritores del siglo XVIII se había concentrado en los temas de la economía y en la educación, las cuales «preceden a la dialéctica política que habrá de esgrimirse en los días de la Independencia»1. También los manifiestos de los grupos opositores a Gómez (como Partido Revolucionario Venezolano, PRV; Agrupación Revolucionaria de Izquierda, ARI; y en las primeras del Partido Comunista Venezolano, PCV) el tema educativo ocupó un lugar central de su agenda. Todos entendían que sin una política educativa y cultural clara y prioritaria no se podría transformar a Venezuela «comprendieron la educación como acción de justicia social sin la cual no era posible modernizar el país. La educación formaría esos nuevos ciudadanos»2.

En este sendero de la educación republicana que se hereda desde Simón Rodríguez, Simón Bolívar o de José María Vargas, hacia las primeras décadas del siglo XX haría también resaltar las figuras de Luis Beltrán Prieto Figueroa y, muy especialmente, Picón Salas.

En este sentido, adquiere excepcional importancia la correspondencia sostenida entre Mariano Picón Salas y Rómulo Betancourt entre 1931 y 1935, etapa de preámbulo al cambio político del país y que muestra el sentido y fin de una de las pocas alternativas en el campo educativo con proyección surgidas en ese contexto crucial del país, lo cual es el objetivo de esta investigación. El tema se desarrolla haciendo una breve aproximación a las ideas de estas dos personalidades en torno al tema de la educación y cultura, extraídas principalmente de fuentes directas de su intercambio epistolar, recopiladas por J. M. Siso Martínez y Juan Oropesa, con prólogo del mismo Rómulo Betancourt (1978), para la breve época ya mencionada, 1931-1935, aunque también se extiende su análisis panorámicamente hasta 1964.

Esta investigación tiene limitaciones por la reducida información que existe sobre el tema, agravado por el hecho de que Picón Salas eliminó todas sus referencias anteriores a 1933, como confiesa cuando compiló sus Obras selectas, por considerarlas «demasiado verbosas y con mucha pedantería», como lo precisan Siso Martínez y Oropesa3 en su obra sobre él. Igualmente, Rómulo Betancourt, en sus memorias, «de elaboración tan accidentada como la propia vida de su autor»45, tomadas de su edición de 1969, no menciona ninguna de las situaciones aquí descritas, como tampoco a Picón Salas, aunque posterior a esta época aquí tratada su amistad fue grande y extendida, como no puede dejar de reconocerse, como se verá más adelante. Otra limitante obvia, desde sus Inicios y con profunda proyección, es decir, al presente, la constituye la formidable personalidad de ambos personajes, sujetos de esta Investigación, cada uno con sus sustanciales cualidades y cruciales acciones y éxitos en la vida pública venezolana, que hacen a este corto e intenso diálogo a veces poco verosímil y propenso a críticas y dudas razonables, y en un extremo a objetarlo, pero que son difíciles de justificar a la luz de las referencias que lo respaldan. He ahí precisamente la labor del Investigador que entrega este material, tal vez furtivo, pero porfiadamente factual y concluyente para el conocimiento de la historia del país.






Las ideas de Mariano Picón Salas en tomo a la educación

Picón Salas es considerado por Simón Alberto Consalvi «el gran humanista venezolano de su tiempo, y uno de los Intelectuales hispanoamericanos de pensamiento más original»6, quien en 1923 se autoexilió en Chile, en donde vivió doce años. Allí fue estudiante y profesor, regresando a Venezuela en 1936 para realizar un importante papel en el desarrollo de su cultura, aunque su nombre ha permanecido casi siempre en reservado olvido. Su diagnóstico de la situación educativa de aquellas décadas era muy claro: «[...] la instrucción pública es, naturalmente, bajo los regímenes de Castro y Gómez, la rama más abandonada y peor dotada entre los servicios del Estado. En esta medida nos corresponde, bajo el gomecismo, el triste privilegio de ir como a la zaga de los países sudamericanos»7.

En el Chile de los años treinta, en donde se encontraba con lo que se ha llamado «un laboratorio de todas las ideas que sacudían al mundo», inicia Picón Salas su aprendizaje. Se integró activamente a la vida intelectual, participando en la formación del grupo índice junto a personalidades intelectuales de la talla de Eugenio González, Ricardo Latchman, Raúl Silva Castro y Juan Gómez Millas, sintiéndose a su vez atraído por los diferentes grupos socialistas que allí existían, especialmente por Acción Revolucionaria Socialista (ARS), cuyo programa lo considera un documento esencial para la futura acción revolucionaria en Venezuela8.

En 1932 un joven comodoro del aire chileno, Marmaduke Grave, amigo suyo, apoyado por un sector de las fuerzas armadas da un golpe de Estado y constituye una república socialista, en cuyo nombre procedió «a tomar el mando de la Nación para el pueblo de Chile, por el pueblo de Chile y con el pueblo de Chile», la primera entidad socialista de América, aunque ésta duraría tan sólo doce días, al ser depuesta por otros sectores castrenses. Éste fue un poderoso agente en la organización política chilena de la época, un antecedente decisivo para la unificación de los diferente grupos socialistas existentes (Acción Revolucionaria Socialista, ARS; Orden Socialista, OS; Partido Socialista Marxista, PSM; y Nueva Acción Pública, NAP; todos los cuales en 1933 se fusionan para crear el Partido Socialista de Chile, PS) y en el futuro, un sólido apoyo ideológico y de legitimidad para el gobierno del presidente Salvador Allende, quien en 1970 fue el líder del proceso más significativo de Latinoamérica para construir el socialismo utilizando las instituciones de la democracia9.




Las ideas de Rómulo Betancourt

Por su parte, Betancourt es considerado igualmente un político conductor de una de las etapas más importantes de los cambios democráticos ocurridos en el país, desde 1928 hasta 1959, lo cual habla de su calidad de estadista, que fue fraguando progresivamente en la oposición, en la clandestinidad, en el gobierno, en el exilio, en la Presidencia de la República y como conductor de un vasto partido de masas. Su pensamiento sobre la época de Gómez siempre fue crítico, considerándola una tiranía «incapacitada para reformar la estructura económica y para utilizar el petróleo, siquiera fuera la precaria participación entonces recibida, como palanca para impulsar el progreso colectivo, para distribuir entre la población bienestar y cultura»10.

Desde los años veinte se fueron gestando nuevos sectores de la vida nacional, como los estudiantes, profesionales, pequeños comerciantes, hasta constituir un ambiente urbano más moderno y definido, todo lo cual llevó a la organización de nuevos grupos sociales y políticos en los cuales uno de sus fundamentos era «la construcción de un discurso nacionalista y democrático», en lo cual se incorporó a la cultura11. En este despertar de una nueva conciencia la cultura jugará un rol bien determinante en las discusiones. Todas las reacciones en contra del régimen van creando conjuntamente una conciencia política y el llamado nacional oposicionista haría tanto énfasis en lo social como en lo cultural.

La insurgencia del 28 se convertirá, por tanto, en la coyuntura propicia para desplegar extensamente el pensamiento sobre esta materia, aunque ya se agitaba desde 1910. No por causalidad el régimen los persiguió acusándolos, entre otras cosas, de ser «un movimiento de inspiración comunista», lo cual en cierta manera obligó a estos actores políticos a definir sus reales fines, a redefinir su rol de intelectuales en la política y, por sobre todo, a mostrar su Programa.

Como han explicado Betancourt y Miguel Otero Silva en 1929, se vieron confrontados a definir «el más urgente problema nacional y cuáles los medios para solucionarlo». El problema era Gómez y su régimen de «barbarocracia», ante lo cual surgirá la primera orientación ideológica a seguir -«luchamos por una democracia decente»- en la cual se hace implícito partícipe a toda la Venezuela joven. El siguiente paso fue iniciar una serie de movimientos conspirativos, todos fracasados, cuyo líder era Betancourt12.




La encrucijada de la cultura

Es esta la época, 1931, precisamente, en que se conectan uno con el otro. Picón Salas, conocedor del movimiento de Betancourt, se comunica con él para unirse a una acción de conjunto que contribuya en Venezuela a un proceso renovador, especialmente en el campo de la educación. Precisamente, en 1931, Betancourt había organizado en Barranquilla un grupo que se denomina Agrupación Revolucionaria de Izquierda (ARDI), con el cual elabora un Plan que llevó el nombre de esa ciudad, que le hace llegar a Picón Salas, y éste a su respuesta se adhirió a él, denominándolo «la nueva revolución de Independencia de Venezuela» (carta del 19 de septiembre de 1931)13.

En relación con el Plan de Barranquilla que Betancourt le esbozara, éste le expresará:

«"[...] nuestro problema es hacer un país moderno de esa tierra de doctorcitos, malos poetas e historiadores epopéyicos. Creo que nuestro Socialismo en el primer tiempo -mientras surge una cultura política en ese país intelectualmente tan atrasado-, no debe asustar mucho. De aquí la importancia que le doy a la nueva clase -por formarse- que propagará el Socialismo". Más adelante en esta misiva, Picón Salas le expresa claramente su opinión de cómo educar a los jóvenes venezolanos, "sacar del muchachito del pueblo o de clase media venida a menos el futuro profesor primario. Y darles una educación moderna de base económica, para lo cual en el primer tiempo va a ser necesario contratar extranjeros, de preferencia latinoamericanos"»14.


(carta del 4 de abril de 1932)                


Ideas que en años no muy lejanos implementaría en concreto en el país.

Sin embargo, entre ambos pensamientos existían diferencias metodológicas. La gente de ARDI hablaban de Lenin y Marx como guías revolucionarlos, en cambio Picón Salas se adhiere a los conceptos de Henri de Mann, encaminándose más hacia un marxismo humanista. En el Plan mencionado Picón Salas se ofrece para «estudiar el programa educacional, ya que soy Profesor titulado, y el problema lo hemos discutido largamente en Chile. Mi punto de vista en Educación, prepararía para un régimen socialista» (carta del 19 de septiembre de 1931)15. Para él, la revolución debía comenzar por el hombre, y por este motivo siempre opinó que ése debía ser el centro del Plan, «hay que crear allá un nuevo tipo de hombre». También pesará en esto su formación en Chile, país al cual le reconoce que «ha logrado reformarse y renovarse sin caer en la ciega violencia» (carta del 19 de septiembre de 1931)16.

Por estas razones, el planteamiento cultural de Picón Salas, «el intelectual de trabajada cultura», como lo llamaba Betancourt, tendrá una cierta originalidad poco comprendida. Las posiciones doctrinales de Picón Salas fueron más culturales que políticas, menos ligadas al poder y más a la historia, y se concentraban en dos factores: atacar el caudillismo «Impenitente» y al imperialismo. En torno a lo primero, pensaba que el caudillismo había impedido tener una visión del futuro y de la realidad, de estar entre otras naciones con «conciencia de cultura, firme conciencia de realidad... Somos pueblos de biografías más que de historia». En cuanto a lo segundo, ponía de manifiesto la paradoja del caudillo: «[...] la bárbara energía que despliega en sus relaciones con los nacionales, se torna por contraste en ciega sumisión cuando entra en contacto con la fuerza externa más poderosa». El punto para romper esta dicotomía era la creación de cultura, no como sinónimo de arte, sino elaborada a partir de la propia existencia histórica de «cada pueblo, de cada raza». Por tanto, el problema de la Nación se debatía entre lo que él llamó «el ser y el estar -éstos son los dos primeros verbos históricos»17.

Esta disonancia con Betancourt se hace más evidente en ocasión de analizar el programa del APRA peruano, modelo elogiado por Betancourt al que Picón Salas le era crítico, como lo explica en una carta del 12 de diciembre de 1932:

«[...] el APRA naturalmente no me parece un desiderátum. Su programa aplicado en Chile, por ejemplo, resultaría retrasado. [...] Voy a tratar con algunos amigos de la ARS los puntos polémicos relacionados con el APRA que trata su carta. Le transmitiré lo que digan»18.


La discrepancia que va surgiendo entre ellos va construyendo dos opciones más o menos claras en torno al cambio en Venezuela. La de Picón Salas en torno a construir una nación desde una perspectiva cultural, y la de Betancourt, desde una perspectiva netamente política, «solucionable sólo clasísticamente, revolucionariamente», como lo expone Dávila (1999, p. 165), aunque en algunos aspectos el primero tiende algunos puentes de unión entre ambos al decirle que «el problema clasista que Ud. estudia no choca [...] con el problema cultural que yo insinúo». En otra misiva de este mismo año, Picón Salas le aconseja cautela en su plan político: «[...] creo que nuestro Socialismo en el primer tiempo -mientras surge una cultura política en ese país intelectualmente tan atrasado- no debe asustar mucho»19.

En realidad, el problema tendría mayor hondura porque Picón Salas tenía un pensamiento político más complejo, en donde las ideas centrales eran las culturales (crear conciencia de cultura) y las históricas (crear conciencia histórica), con las que elabora un discurso político diferente, como se ilustra cuando le señala a Betancourt que:

«[...] en Sudamérica no podemos saltarlas etapas del proceso histórico [...] La Historia no se hace con ideologías ni se realiza con la fatalidad dialéctica que apuntó Marx. Ante un caso histórico tan lamentable como el de Hispanoamérica y Venezuela en el momento presente, yo no vacilo en responder: "La idea de la Nación está antes que la idea de clases20.


(cursivas de MPS, carta del 20 de noviembre de 1933)                


La alternativa que propone es la vía nacionalista, «medio de articulación y construcción de identidades políticas modernas»21.

La polémica parece alcanzar su clímax en 1933, cuando Picón Salas responde una carta de Betancourt en la cual le habla directamente sobre el problema del marxismo, y en donde va puntualizándole uno a uno una serie de factores críticos para él a tomar en cuenta, expresándole: «[...] quisiera mi querido amigo, que antes de comprometerse demasiado meditara bien algunas circunstancias que pueden contribuir a orientar su acción futura» (carta del 20 de noviembre de 1933). En esta carta Picón Salas le enumera los puntos a discutir, que aquí se resumen en sus títulos solamente:

  1. El marxismo va en este momento en retroceso en todo el mundo.
  2. En Sudamérica, no podemos saltar las etapas del proceso histórico.
  3. Ahora el problema de la realidad política. En política no se puede proceder por abstracciones ni ideologías... por otra parte, un pueblo deprimido, casi analfabeto, sin educación industrial, con carencia absoluta de técnicos (no tenemos ni siquiera contramaestres), ¿cómo podría llegar al poder?
  4. Nuestro problema, querido Betancourt, si queremos ser hombres de acción, es no entregarnos al primer impulso romántico antes de verificarlo con la realidad22.

Esta discusión no dejó de tener sus aristas de discrepancias con mayores profundidades, motivo por el cual Picón Salas al final de la misiva le llama la atención sobre esta diferencia entre compañeros: «[...] cualquier divergencia entre nosotros no lo disminuye en mi afecto y en la gran esperanza de realización que tengo de Ud.»23. Betancourt, habrá que decirlo, consideró siempre que su función y la de su grupo era la «de ser los despertadores de la conciencia del país». Este pensamiento hizo que esta generación pensara, además, que había una ruptura entre ellos y las generaciones anteriores, por lo cual se llamaban a sí mismos en los escritos, «la Venezuela joven, decente»24, conceptos que les dieron fe y confianza al grupo y, en particular, al mismo Betancourt.

La realidad esperada llegó en 1936, y tuvo el efecto de lid para Picón Salas. Betancourt, que lo apreciaba, admiraba su cultura, disciplina, estudios y conocimientos de la cultura y la educación adquiridos en Chile, lo llamó a dirigir la sección educativa que exigía el Plan de Barranquilla. La opción se cerraba. Siempre quedará en los estudiosos de esta época la duda y la perplejidad que asoma de la pregunta clave que se puede extraer de este recuento: ¿cuál habría sido el destino de la Venezuela moderna si la opción cultural hubiese sido el centro y dirección del cambio político?

Para completar este artículo, faltaría reparar en la proyección que la obra de Picón Salas ha tenido en Venezuela. En febrero de 1936 regresa a Caracas. Casi de inmediato colabora asesorando en la preparación del Programa de Febrero (que fue el inicio de la serie de planes de emergencia nacional que luego implementarían casi todos los presidentes del país) para el presidente López Contreras, al mismo tiempo que colabora con Betancourt, quien también regresaba desde Costa Rica para fundar el partido Organización Venezolana (ORVE), del cual Picón Salas será su Secretario General y redactor de su Manifiesto e ideas incorporadas en él. Betancourt ejerció el cargo de secretario político.

El Manifiesto pone de relieve claramente uno de los problemas centrales del país, «un problema cultural con el analfabetismo de las masas y la inadaptación de nuestra Educación pública a la trágica realidad venezolana... Queremos derechos, pero también queremos deberes»25, dentro de lo que se ha denominado la «modernización» del Estado. En esta línea se privilegia el tema educativo al poner su acento en la lucha contra el analfabetismo, la formación de un cuerpo profesoral para primaria, educación económica, reforma universitaria y cultura popular.

En la salida a la calle de ORVE, el 10 de marzo, Picón Salas vuelve a insistir en su tesis político-cultural al invitar a todos los venezolanos a formar una «fuerza nacional y venezolana, por excelencia, no queremos copiar fórmulas ni sistemas ni sectas extranjeras; ni el fascismo imperialista ni el marxismo internacional»26. Por su parte Betancourt, en un corto discurso, aparte de advertir sobre el peligro real del gomecismo que conspiraba para volver -el cual Picón Salas ya daba por muerto-, da su respaldo al Programa de Febrero. Aquí nuevamente se observa la discrepancia entre ambos, Betancourt pugna por politizar y hacer agresivo a ORVE, mientras que Picón Salas busca la moderación; discrepancia que a la postre lo haría renunciar a su cargo de secretario general. Betancourt, por su parte, se aleja del Consejo de Ministros, mientras Picón Salas asume la Superintendencia Nacional de Educación, en donde elabora sus proyectos más reconocidos y atacados. En un par de semanas más renunciará, por solidaridad con el Ministro Parra-Pérez. Lo sustituye Rómulo Gallegos, quien en los siguientes dos días firmará los decretos de reforma estudiados o presentados por su antecesor, aunque Gallegos no duraría noventa días en su función.

Sobre este breve período tiende Picón Salas un discreto velo, como presintiendo la presencia de un inhumano Leviatán, ante el cual se subleva. Este parece ser el momento en que se desvanecen sus ideas socialistas, para dar paso a un individualismo que él mismo reconoce como anacrónico cuando expresa que, «en medio de ese furor de endemoniados que tanto a la derecha como a la izquierda parecía acosarnos, preferí mi liberalismo -un poco anacrónico- al monopolio de la verdad y las fórmulas inflexibles que ofrecían los nuevos empresarios de mitos»27.

Gran admirador de Andrés Bello, la tesis educativa de Picón Salas va derivando de aquel insigne caraqueño. De esta forma, el 10 de julio de 1936, actuando como Superintendente de Educación Nacional, se dirige al Ministro de Educación para iniciar la reforma educacional que el país requería, en la cual se incluye la creación del Instituto Pedagógico Nacional, «con el objeto de preparar un profesorado especializado en letras y ciencia para la educación Secundaria de la república»28, emulando a similares instituciones como la Escuela Normal Superior de Francia, la de México y la de Chile. Este instituto fue creado el 30 de septiembre de 1936; luego se aprobó la contratación de una misión pedagógica chilena y el 13 de octubre siguiente se funda la Revista Nacional da la Cultura, signo de búsqueda y contemplación de Venezuela. Todas estas antiguas y sentidas ideas de Picón Salas le costarían de aquí en adelante el total rechazo de algunos sectores del clero y de la derecha política, quienes lo estigmatizaron desde el diario La Religión, dirigido por monseñor María Pellín, como un enemigo de la familia, de la Iglesia y del Estado. Para estos sectores, Picón Salas era considerado «uno de los más peligrosos comunistas venidos de afuera»29.

Luego de esto es nombrado Encargado de Negocios en Praga, cargo secundario al que accede como una forma de escape, «al cansancio de muchos meses de lucha», o bien, como expresa en su libro Regreso de tres mundos, «ir hasta el fondo de mi yo suramericano que anhela tener conciencia de lo que le falta» (Siso Martínez y Oropesa)30. Sin embargo, la campaña de la derecha, del clero y del gomecismo, para quienes la educación se había convertido en la piedra de toque, no cesó en ir en contra de Picón Salas hasta que en febrero de 1937 será destituido sin más razones, y sin siquiera ser notificado.

También habrá que decir que su paso por la política le dejó el sabor amargo de la desilusión: «[...] ¡Cómo cambian los programas de los políticos y las doctrinas de los intelectuales cuando tropiezan y se rodean con las pasiones, urgencias y mitos de los hombres!»31.

Sobre Rómulo Betancourt, recordaba en 1964, rememorando de alguna forma el diálogo que sostuvieron décadas atrás,

«[...] le conocí por su desvelada actividad... Llegaron a sorprenderme en Chile -donde vivía entonces- los primeros escritos y planes de Rómulo Betancourt. Ese joven de veinte años descubría las necesidades de Venezuela y los métodos con que debe organizarse un Estado moderno con una clarividencia, un rigor y fervor a que no estábamos acostumbrados. Quizá había en sus primeros escritos algo de marxismo de tierra caliente. ¿Y qué otra cosa podía él encontrar que sonara a nuevo, cuando acababa de salir de la amurallada y amodorrada dictadura de Gómez? [...] Un poco de marxismo, aunque ya estuviera viejo en 1929, tenían que sufrirlo como las lechinas ideológicas los mozos de aquel tiempo»32.


No andaba lejos su percepción a través de los años porque, igualmente, las ideas de Betancourt para aquellos mismos años del treinta estaban imbuidas por la práctica política, lo cual significó la cárcel, la muerte y el exilio para muchos de sus dirigentes, incluyendo a su persona, como él mismo rememora al referirse en sus memorias a que la cuota ideológica era más bien romántica,

«[...] pero deslastrado de orientación doctrinaria. Sachka Yegulev, el libro nihilista de Leónidas Andreiev, era nuestra Biblia. Nos sentíamos históricamente obligados a sacrificarnos por la liberación de nuestro país, pero hasta nosotros no había llegado el mensaje de las modernas doctrinas sociales»33.


La práctica política, dura y cruel fue aclarando las cosas y así fue apareciendo el primer perfil de caracterización inicial de Gómez, «era el instrumento y el vehículo para el control foráneo de la economía venezolana, aliado y siervo de poderosos intereses extranjeros»34.

De aquí vendría el estudio de las doctrinas modernas, especialmente la de los clásicos socialistas: «[...] llegamos a soñar con la revolución bolchevique, con nuestro zar de Maracay fusilado al amanecer»35, pero ninguno del grupo de exiliados militó en esa doctrina y a quien lo intentó recibió «serio impacto el raigal sentimiento venezolano y americano del grupo»36.

A su regreso a Venezuela, luego de ocho años de exilio, pronuncia su primer discurso el 1.° de marzo de 1936, en el primer mitin popular en el país en el siglo XX, en el cual queda claro que la reivindicación del patrimonio nacional era posible si el país adquiría conciencia de su dependencia del capital financiero internacional y de la explotación incontrolada de su petróleo. La vía para esto era «la de integrar en sus organismos políticos y gremiales a un pueblo sin entrenamiento alguno en esas funciones»37. Este fue el plan político que decidió emprender Betancourt.

Picón Salas regresa a Chile, en donde retoma sus cátedras en la universidad. Pero regresó nuevamente a Venezuela en 1938, para hacerse cargo de la Dirección de Cultura y Bellas Artes del Ministerio de Educación. En 1945 funda la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Venezuela, siendo su primer Decano. Pero su espíritu ya ha cambiado. Aunque no es ajeno a la política, ahora ya es un escritor e intelectual consagrado, y expresa su compromiso en forma más individual, ya retirado de la acción misma.

Rómulo Betancourt, en carta que le enviara el 28 de octubre de 1964, pareciera evocar y reconocer muy tardíamente aquellas ideas sobre cultura y educación que escuchara en sus años mozos, allá en el exilio de Barranquilla, cuando le expresa a Picón Salas en tono de confesión:

«[...] tus ideas sobre libros coinciden con las mías. Tenemos que darle un bagaje de conocimiento y de filosofía de la vida a las nuevas promociones... Y tenemos que preguntarnos -tú y yo y cuantos tenemos algo que preguntarnos- si no hemos fallado en el esfuerzo, no sólo de articular ideas, sino de popularizarlas sin aplebeyarlas. Sé que siempre ha sido ésa preocupación tuya y por eso he sabido sin extrañeza que le has ofrecido a Diógenes de la Rosa un próximo libro tuyo, creo que con el título tentativo Suma de Venezuela [...] Satisfecho me siento de que hayas aceptado la Dirección del Instituto de Cultura. En tus manos no será -estoy seguro de ello- la taguara de la cultura de que habla Miguel Otero Silva. Lo que pasa en nuestro país de mentalidad saudí-arábiga, es que la gente se imagina el realazo como la única forma de incrementar cualquier actividad»38.






 
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