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Los moriscos..., p. 169.

 

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La semejanza de situación sólo puede deberse a la autenticidad humana de la verdad poética creada por Cervantes. El libro de Pérez de Hita -escrito mucho antes y publicado cuatro años después de la segunda parte del Quijote- incluye simplemente un dato autobiográfico que refleja una experiencia vivida, sin duda, por él y por muchos de sus contemporáneos. Para el lector, la escueta noticia se carga de sentido en virtud de diversas circunstancias. Algunas de ellas, como la novelización de episodios anteriores que afectan a los moriscos deportados a quienes el autor visitó, dependen de la voluntad de éste; no así la perspectiva de una segunda y definitiva diáspora, que, cuando escribe, sólo existía como imprecisa amenaza. En cambio, toda la resonancia afectiva que tiene en Cervantes la historia del morisco Ricote se halla bajo su absoluto control.

Terminado este trabajo, leo en el estudio ya mencionado de Márquez Villanueva -quien desentraña, en toda su compleja formulación novelística, el implícito juicio condenatorio de Cervantes sobre la expulsión-: «El destierro de los moriscos se nos muestra desnudo de toda sombra abstracta y traspuesto del plano de las ideas político-religiosas al de un puro, irreductible dolor humano. El dolor de Ricote en primer término, pero también la preocupada melancolía de Sancho por el perdido amigo y buen vecino. Y el visible, manso dolor de Cervantes al escribir estas páginas. En suma, una tristeza compartida y una pérdida común. Una tragedia española» (F. MÁRQUEZ VILLANUEVA, «El morisco Ricote...», p. 238).

 

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El tratamiento novelesco de la conspiración para asesinar a Aben Humeya y otros aspectos del libro se estudian en: A. MAS, Les Turcs dans la littérature espagnole du Siécle d'Or, Paris, Centre de Recherches Hispaniques, 1967, I, pp. 267-277.