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Como he apuntado en relación con las esculturas chartrianas del philosophus y el magus, en el siglo XIII el nuevo interés por la naturaleza se desarrollará a través de la observación de los objetos naturales y la asimilación de los textos mágicos y astrológicos. La mirada directa sobre la naturaleza es un ideal que no siempre se llevará a cabo, y que a veces se verá sustituido por la lectura de los que se supone que la han observado. En el caso de Alfonso X, su interés por la observación es evidente en la adaptación de las tablas astronómicas heredadas de la cultura árabe49. En cuanto a la lectura de los textos mágicos, su recopilación y traducción de escritos astromágicos probablemente constituyera la empresa más ambiciosa de la Europa medieval en este ámbito. Es evidente que el Rey Sabio quiso ir un paso más allá: el de la transformación de la magia astral en un arte visual, que mostrara paso a paso las etapas del proceso mágico, desde la recolección de los minerales hasta las ceremonias para la atracción del poder de los cuerpos celestes, pasando por la ilustración de las figuras que habían de ser grabadas en piedras y anillos para convertirlos en objetos talismánicos, imbuidos del poder de los astros para lograr ciertos fines en particular. En el primer tratado del Lapidario encontramos representado el primer peldaño del proceso de creación de talismanes: la recolección de los minerales50.

Los talismanes son objetos, especialmente piedras y minerales, que absorben el poder de los astros cuando son cosechados en momentos astrológicamente propicios y cuando se les infunden las virtudes mágicas de los astros a través de ciertos rituales51. El Lapidario recoge una serie de listas de piedras cuyas virtudes, esencialmente terapéuticas, se pueden potenciar al recogerlas, siguiendo un procedimiento en el que es esencial que su recolección se efectúe cuando el influjo de cierta estrella sobre el mineral se presume máximo. En el Primer Lapidario (como se suele denominar al primer tratado del Lapidario alfonsí) se describen una a una las piedras que han de ser recogidas o extraídas en cada uno de los trescientos sesenta días del año astrológico. La eclíptica se divide en doce signos iguales, cada uno asociado con el paso de una constelación zodiacal, que a su vez se dividen en treinta grados cada signo, en total trescientos sesenta grados que se corresponden con sendos días del año astrológico en los que cada piedra descrita debe ser recogida. En cada uno de estos días confluye el poder de cada grado de los signos zodiacales con el de una estrella de una de las constelaciones de la octava esfera. Las ilustraciones del Primer Lapidario plasman en términos visuales el sistema. Al final de cada signo hallamos, a página completa, la imagen de la constelación zodiacal rodeada de un círculo sinóptico dividido en treinta sectores, que se corresponden con cada uno de los grados (Figura 13). En cada sector se muestra una constelación de la octava esfera en cuyo perfil se ha marcado la estrella que ejerce su influjo en ese momento del año astrológico. En las páginas donde se reproduce el texto se desarrolla este sistema de imágenes para cada una de las piedras (Figura 14). Se ilustra el procedimiento de recogida o extracción del mineral, con un trabajador guiado por un sabio, que le indica el momento propicio. Junto a él, la imagen de la constelación a la que pertenece la estrella que ejerce su influjo, que brilla en algún lugar preciso de su perfil.

En el Libro de astromagia reaparecen los grados de los signos, pero en esta ocasión el objetivo es precisar qué figuras han de ser esculpidas en piedras o anillos para convertirlos en talismanes bajo la influencia de tal o cual grado. Nos hallamos, pues, ante el segundo paso del ceremonial astromágico. Ya ha sido recogida la piedra o el metal, que se halla bajo la influencia de cierto cuerpo celeste, y se tratará ahora de grabar las figuras que se ilustran, cuya influencia proviene de una serie de sistemas astrológicos diversos. En el Libro de astromagia se hallan recopiladas imágenes de las constelaciones del zodíaco y sus grados, de los decanos, y también varias versiones de las mansiones lunares, un sistema astrológico muy usado por los árabes52. En el caso que nos ocupa en primer lugar, el de los grados, en el centro de la miniatura se dispone un signo del zodíaco, y en torno a él los treinta sectores que corresponden a cada uno de sus grados (Figura 15). Dentro de cada sector se describe la figura que se tallará bajo la influencia de ese grado, y se ilustra con minuciosidad en pequeño formato. Los textos astrológicos de los «grados que suben en los signos» derivan en último extremo de la obra de un autor antiguo, Teucro, y quizá llegaron a la corte alfonsí a través de una versión oriental semejante, pero no idéntica, a la que aparece en la Agricultura nabatea de Ibn Wahsiyya53. En cuanto a las ilustraciones, carecemos de precedentes, y para hallar paralelos, todos ellos muy tardíos, hay que buscar en obras derivadas de las descripciones hechas por Pedro de Abano o, en Oriente, en manuscritos persas del siglo XVII elaborados en la India54.

Detalle  de  una ilustración  del Lapidario de Alfonso X.

Figura 14. Extracción de piedras bajo la influencia de los astros. Alfonso X, Lapidario, Biblioteca de El Escorial, MS h.I.15, fol. 8r..

Detalle  de  una ilustración  del Libro de astromagia    de Alfonso X.

Figura 15. Imágenes de los grados de Libra. Alfonso X, Libro de astromagia, Biblioteca Vaticana, MS Reg. lat. 1283ª, fol. 6v.

El segundo sistema astrológico que se ilustra es el de los decanos, que llega a la corte alfonsí principalmente a través del Picatrix y de las traducciones de un pasaje del Introductorium maius de Albumasar55. En las ilustraciones del Segundo Lapidario56 se reproduce una serie de imágenes descritas en el Picatrix que han de ser talladas en las piedras para convertirlas en talismanes (Figura 16)57. Este tallado ha de realizarse bajo la influencia de las «faces de los signos», o lo que es lo mismo, de los decanos, llamados así por la correspondencia que en época helenística se estableció entre cada uno de ellos y un sector de diez grados del círculo zodiacal, hasta un total de treinta y seis decanos. La expresión figurativa de estos decanos recoge fielmente el listado que hallamos en Picatrix, cuyo origen se atribuye a los indios. A juzgar por lo conservado, este elenco de imágenes no tiene precedentes en el arte islámico. Al final del reinado de Alfonso X, se volverá a ilustrar en el Libro de astromagia una serie de listas de decanos cuyas figuras han de ser grabadas para crear talismanes. Estas listas proceden de la obra de Albumasar, e incluyen la lista según los indios que ya hemos visto en el Picatrix. De estas miniaturas de los decanos en el Libro de astromagia nos han llegado sólo dos, dispuestas en formato circular, correspondientes a los talismanes decánicos de Leo y Virgo, con las imágenes decánicas alrededor del signo del zodíaco correspondiente. La divergencia de esta disposición respecto a la que encontramos en un manuscrito de la época de Federico II de Sicilia parece indicarnos que tanto en el manuscrito castellano como en el italiano, o al menos en uno de ambos, las fuentes serían exclusivamente textuales (Figura 17)58. En efecto, en este manuscrito del Liber astrologiae de Fendulus se ilustra el mismo fragmento de Albumasar sobre los decanos que en la corte alfonsí, pero las figuras están dispuestas en bandas horizontales.

Detalle  de  una ilustración  del Libro de astromagia    de Alfonso X.

Figura 16. Decanos de Virgo. Alfonso X, Libro de astromagia, Biblioteca Vaticana, MS Reg. lat. 1283ª, fol. 9v.