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210

Art. cit. en n. 171, p. 15, y op. cit. en esta misma n., p. 144. (N. del A.)



 

211

L. Alas, «Del naturalismo. III», en: La Diana, 3 (1 de febrero de 1882), p. 8. (N. del A.)



 

212

Probablemente el calificativo de «lo oportuno» sea también deudor de la teoría hegeliana del scheinen, tan vinculada, por supuesto, a una visión dialéctica del devenir del arte «en» la historia. Eso es, el progresivo «resplandecer» de la esencia a través de las sucesivas formas (literarias) exigiría, en aras a su cabal acomodo, una no menos paulatina autodestrucción de formas ya inservibles. Tendríamos así, en este término crucial -schein, «resplandor», «transparencia»- el nudo semántico más poderoso que acaso brinde fuerza tentacular y, a la vez, cohesionadora, a nociones clarinianas tales como «oportunidad» de un género (o forma) artísticos; «mimesis» activa (con la que la conciencia autoral sabe seleccionar los fragmentos más significativos del vivir colectivo); búsqueda de «modernidad» o «dignidad» histórico-estética (Véase también arriba, y sobre alguno de estos puntos, la n. 196). (N. del A.)



 

213

Compárese, en cita muy troceada en obsequio a la brevedad: los «oportunistas [...] no quieren la realización del ideal católico 'per saltum', sino paulatinamente, y según las vicisitudes históricas de los tiempos lo aconsejen o lo hagan posible [...]; esa táctica política [...] nada tiene de irrazonable, tratándose de estas cuestiones [...]; pues debes atender que las transformaciones históricas [...] nunca se han verificado de improviso [...]» (Integrismo y oportunismo..., en: op. cit. en n. 172, pp. 28 y 29). Y asimismo, F. Giner, «Estado presente de la ciencia política...», en: Estudios jurídicos y políticos, op. cit. en n. 183, p. 240 (comentario, reiterémoslo, del propio Giner al texto de Ahrens). (N. del A.)



 

214

L. Alas, «Prólogo del traductor», en E. Zola, Trabajo, Barcelona, Maucci, 19104, t. 1, p. 8. (La edición príncipe tiene por fecha 1901). Con el fin de documentar un poco más la presente comunicación ofreceré en esta última nota algunas ráfagas léxicas en las que surgen (a lo largo de la obra clariniana) las voces «oportunismo», «oportunidad», «lo oportuno», y todas ellas como palabra-clave, concepto-herramienta o rasgo estilístico que, por su isotopía, da un singular personalidad a la lengua ensayística del autor. Abundan ya tales calificativos -en su doble filo literario y político- en la primera etapa periodística de Alas enmarcada entre 1875 y 1880, según demuestran los artículos reunidos por J. F. Botrel en: op. cit. en n. 209. (No aparecían, por el contrario, en el periódico manuscrito Juan Ruiz compuesto por nuestro autor entre el 8 de marzo de 1868 y el 14 de enero de 1869). Asoma por ejemplo dicho término hacia 1876, si bien con un sentido puramente funcional: «[...] reconozco que para combatir [...] la hierocracia tradicionalista, son acaso más oportunos los argumentos que emplea Drapper [...]» («Libros y libracos. Biblioteca contemporánea. Los conflictos entre la ciencia y la religión, por J. W. Drapper», en: El Solfeo, 17 de abril de 1876; ibíd., p. 65). En Solos figura dicho lexema en varios artículos, sobresaliendo especialmente el alusivo a que la «novela tendenciosa [...] es ahora en nuestro país de gran oportunidad» («Gloria. Pérez Galdós. Primera parte», en: op. cit. en n. 193, p. 307; art. pub. en Revista Europea el 18 de febrero de 1877). Por otro lado, la «oportunidad» como consciente adaptación del artista a las exigencias del momento histórico se adivina en este sintagma referente a una pieza de E. Ferrari: «[...] no es una obra de esas que [...] son fruto de su tiempo [...]; no tiene el interés de la oportunidad, es una fantástica figuración del autor [...]» («La justicia del acaso. Drama en tres actos y en verso, por D. Emilio Ferrari» (en: op. cit. en n. 182, pp. 164-165). Asimismo el emparejamiento semántico entre «lo oportuno» y «lo propio» (la respuesta del escritor a los requisitos, una vez más, del instante temporal) es indudable en el siguiente fragmento, donde esa equivalencia se entreteje, no menos significativamente, con el concepto de «modernidad»: «[...] del asunto oportuno y de la forma adecuada de la literatura [naturalista] que merece llevar el epíteto de moderna, en el sentido de ser la más propia de nuestros días» («El idilio de un enfermo. Novela, por Armando Palacio Valdés», en: Sermón perdido, Madrid, F. Fe, 1885, p. 236). Y acentuando justamente ese sesgo negativo identificará Alas «inoportunidad» con «falsedad»: hablando sobre el poema Maruja, de Núñez de Arce, advierte que la típica «grandilocuencia» de este autor da a la obra «un no sé qué de falsedad, de inoportunidad» (Un viaje a Madrid, Madrid, F. Fe, 1886, p. 53). Por otro lado, con matices nuevamente funcionales, calificará Clarín las conferencias de Pardo Bazán La revolución y la novela en Rusia como de notable «oportunidad» (Apolo en Pafos, Madrid, F. Fe, 1887, p. 88). Mientras en otro folleto destaca Alas la «legitimidad de la superioridad actual, oportuna, a mi entender, de la novela» (Mis plagios, Madrid, F. Fe, 1888, pp. 128 y 129). Por estas mismas fechas, y refiriéndose al naturalismo, Clarín fusiona su «oportunidad» con esa implicación casi magnética con un instante en el devenir de la historia, la cual exige siempre una muy concreta respuesta literaria: comentando una obra de Daudet estima que en ella «vemos el arte de hacer novelas, según hoy las hacen los que representan una de las más fuertes, oportunas y espontáneas corrientes literarias» como es «este arte llamado [...] realista» («Alfonso Daudet. Treinta años de París», en: op. cit. en n. 176, pp. 240 y 241; ensayo publicado en La Ilustración Ibérica entre abril y sept. de 1888). Pocos después -y con abierto sabor peyorativo- criticará Alas los «oportunismos católicos y neo-católicos» de Pardo Bazán, incapaz de descubrir que la religión es «la capacidad de enamorarse del misterio» (Museum, Madrid, F. Fe, 1890, p. 62). Bien al contrario -y por mencionar ya un último ejemplo-, las connotaciones más dignificadoras de «lo oportuno» florecen en hermosa página en memoria de uno de los alumnos predilectos de Clarín: «Veo algo de noble y delicado, sobre todo de oportuno [...], en el elogio consagrado a un espíritu inocente, dulce, como el de [Evaristo] García Paz» (Un discurso, Madrid, F. Fe, 1891, p. 10). (N. del A.)



 

215

En las citas he modernizado grafía y acentuación. (N. del A.)



 

216

Cf. A. Durán, «Examen de El Condenado por desconfiado», publicado en la Revista de Madrid de 1841 y ahora en BAE, t. 5, p. 724. El juicio de Durán es violento: habla del «exagerado sistema que mancha y oscurece con salvajes e inmorales creaciones las glorias literarias de la nación que en mejores tiempos produjo un Corneille, un Molière y un Racine» y hasta del «asqueroso, repugnante y atroz monstruo, hijo del desenfreno revolucionario que se pasea por toda Europa». (N. del A.)



 

217

Subrayado mío. (N. del A.)



 

218

El ensayo se refiere exclusivamente a dramaturgos extranjeros o españoles pertenecientes al pasado (Lope, Calderón, Moratín). (N. del A.)



 

219

Se analizan La redoma encantada de Hartzenbusch, Don Álvaro de Luna de Gil y Zárate, Garcilaso de la Vega de Romero Larrañaga, El zapatero y el rey de Zorrilla, El pelo de la dehesa de Bretón, Emilia de Navarrete, Del mal el menos de Rubí: si quitamos ciertas consideraciones sobre la fidelidad a la historia a propósito de las obra de Gil y Zárate y Zorrilla, todas las demás argumentaciones se separan notablemente de las propias del período anterior. (N. del A.)