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1

Nota bene. El lector deberá tener en cuenta que estas páginas han sido escritas por un historiador de la Medicina y no por un patólogo. Pretendo mostrar sumariamente la situación actual del pensamiento médico, sobre todo en lo que tiene de inédito respecto a su pasado inmediato; en modo alguno me propongo construir el sistema nosológico que tal situación de la Medicina requiere. No quiero «elaborar sistemas», sino, más modestamente, «dibujar líneas».

 

2

No considero aquí, por razones obvias, el período, «romántico» de la Medicina alemana del siglo XIX (Kieser, Ringseis, Jahn, Hoffmann, Carus, etcétera).

 

3

Empleo siempre la palabra «síntoma» en su trivial acepción moderna: como «fenómeno de la enfermedad». Una consideración sistemática del problema de la nosología -de la cual, como he dicho, me abstengo ahora- me llevaría a discutir la concepción galénica, más profunda y sutil: el síntoma como «accidente ontológico de la enfermedad»; los síntomas morbosos como symbebekóta o accidentia. Sed de hoc satis.

 

4

Puede leerse una amplia reseña en el libro Medizin und Kultur, de Diepgen (Stuttgart, 1938). Véanse también mis Estudios de Historia de la Medicina y Antropología médica, Madrid, 1943.

 

5

Las expongo con algún detalle en los Estudios de Historia de la Medicina antes mencionados.

 

6

Nouveaux essais, II, 19. Añade Leibniz: «En este sentido, la confusión que reina en las ideas podrá estar exenta de censura, por ser una imperfección de nuestra naturaleza; pues no podríamos discernir las causas, por ejemplo, de los olores y sabores, ni lo que encierran estas cualidades. Esta confusión, sin embargo, podría ser censurable cuando importa y está en mi poder tener ideas distintas, como, por ejemplo, si yo tomase oro falsificado por oro verdadero a causa de no haber hecho los ensayos necesarios que contienen los caracteres del buen oro». El inconsciente es, según Leibniz, una inevitable imperfección de nuestra naturaleza. Solo en ciertos casos nos es posible conocer la realidad según «ideas claras y distintas».

 

7

Una volición puede quedar atenuada o desfigurada en la conciencia haciéndose indirecta, esto es, mediante una «semivolición de rodeo». La interpretación psicoanalítica ha puesto de relieve -con exceso o error a veces- esta posibilidad del alma humana (deseo de objetos «simbólicos», etc.).

 

8

No cuento, claro, a san Agustín, los místicos, Leibniz, Maine de Biran, Schopenhauer, Ed. von Hartmann, etc. Está por hacer una buena historia de la actitud del hombre frente a lo que en su alma no es «claro y distinto».

 

9

«El hombre se encuentra, en algún modo, implantado en la existencia», ha escrito Zubiri como punto de partida para llegar a su profunda y fértil idea de la religación del ser humano. Véase «En torno al problema de Dios», en Naturaleza, Historia, Dios, Madrid, 1944.

 

10

Véase a este respecto el capítulo «La estructura de la vida humana» en la Introducción a la Filosofía, de J. Marías (Madrid, 1947). Creo que Marías acentúa con exceso la presunta «exterioridad» del cuerpo humano respecto al yo: mi cuerpo, rigurosamente hablando, no es «circunstancia» mía, porque también «soy mi cuerpo». Bien es verdad que en un capítulo ulterior «La realización de la vida humana», es rectificada esa tesis de la total «extrayoidad» del cuerpo. Por lo demás, mi somero análisis del «frente a qué» de la situación del hombre coincide en parte con el que de la «circunstancia», entendida en sentido orteguiano, hace y expone Marías.