Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

La extraterritorialidad en las novelas de Carlos Franz

Malva E. Filer


Brooklyn College y Graduate Center,
City University of New York

Resumen

The focus of Carlos Franz's novels is Chile's recent history, although he has chosen to live out of his country. Extraterritoriality due to forced or voluntary exile, defines the life of his characters as it has defined the life of Franz himself and that of a generation of his countrymen and other Latin-Americans. There is a long tradition of literature that problematizes the relation of the exiled writer and his country of origin. The process of globalization in the production and consumption of literature has added complexity and new dimensions to this relation. Latin-American writers create within transnational discourse communities that are replacing the traditional concept of national identity. Franz views as positive his condition of expatriate, he has chosen to evoke, imagine and interpret a Chile that he carries within himself.

Key words: extraterritoriality, exile, national identity, Pinochet, memory.

Resumen

El eje temático de las novelas de Carlos Franz es la historia reciente de Chile, aunque él ha elegido vivir fuera de su país. La extraterritorialidad debida al exilio forzado o voluntario define la vida de sus personajes, como ha definido la vida del propio Franz y la de una generación de compatriotas y de otros latinoamericanos. Hay una larga tradición de literatura que problematiza la relación del escritor exiliado y su país de origen. El proceso de globalización en la producción y consumo de la literatura ha agregado complejidad y nuevas dimensiones a esta relación. Los escritores latinoamericanos crean dentro de una comunidad discursiva transnacional que está reemplazando el concepto tradicional de identidad nacional. Franz ve como positiva su condición de expatriado, ha elegido evocar, imaginar e interpretar al Chile que lleva dentro de sí.

Palabras clave: extraterritorialidad, exilio, identidad nacional, Pinochet, memoria.





Carlos Franz, nacido en Ginebra (1959) y actualmente residente en Madrid, es un escritor chileno. Lo es, sobre todo, porque el eje temático de su novelística es la historia de Chile, desde la experiencia vivida durante la dictadura de Pinochet hasta la de las generaciones de la transición hacia la democracia. Julio Ortega, refiriéndose a Donde estuvo el paraíso (1996), caracteriza la novela como «una arqueología de un no-lugar que además se designa como ya desplazado». La acción se desarrolla en Iquitos, adonde ha ido a parar un Cónsul chileno, quien vive fuera de su país desde hace cuatro años, desconectado e indiferente a los cambios ocurridos en su ausencia. Son los primeros años de la dictadura. El cónsul ha encontrado en Iquitos su lugar ideal, tranquilo, una casa cómoda, poco o nada que hacer y, lo que es más importante, una amante. Sus funciones no son necesarias para el gobierno chileno, por lo que el cónsul teme quedarse sin empleo. Mientras tanto, el lugar de frontera, donde prospera el contrabando y se vive al acecho de guerrilleros, es terreno propicio para negociados, en colaboración con el Prefecto de Policía que es su amigo. La llegada de su hija Anna, quien ha tenido una relación estrecha, casi edípica, con su padre y viene a recuperarla, y la aparición de Enrico, un asilado político de dudosos antecedentes, trastornan inesperadamente su idílica vida. La presencia de este asilado, de quien se sabe muy poco, y en quien se interesa el servicio de inteligencia chileno y la policía local, le da oportunidad al Cónsul para crear un expediente de datos con el que espera mostrar la necesidad de su puesto. Mientras le ofrece hospitalidad y aparente ayuda a Enrico, al mismo tiempo lo delata ante las autoridades.

Efectivamente, los protagonistas, allí y en El desierto (2005), son chilenos que viven fuera de su patria, en Iquitos uno, en Berlín la otra. El Cónsul, en Iquitos, cree que puede crear su propio paraíso, lejos de su país, sin participar ni asumir responsabilidad por los actos de su gobierno. La protagonista de El desierto, una jueza transformada en catedrática de la Frei Universität en Berlín, ha enterrado su pasado culpable. La realidad chilena irrumpe en sus vidas, cuando los hijos descubren lo ocultado y obligan a sus padres a confrontar su colaboración, pasiva o activa, en los crímenes de la dictadura. En Almuerzo de vampiros (2007), el protagonista es también un expatriado, quien va de visita al Chile de la transición, a un país que le resulta desconocido, cuyos políticos se expresan con gran confianza y optimismo y cuya prosperidad se caracteriza en el mundo como el «milagro chileno». Desubicados en un presente que no sienten propio, él y su amigo Zósima se embarcan en un viaje hacia el pasado, el de su juventud bajo la dictadura de Pinochet. Se adentran así en una ciudad fantasmal que sólo existe en su memoria.

La extraterritorialidad es un factor importante que marca la vida de estos personajes, como también ha marcado la vida del novelista y de una generación de escritores chilenos y latinoamericanos en general. La experiencia del exilio de los escritores latinoamericanos tiene una larga historia, y no faltan expresiones de una literatura que problematiza la relación del escritor exiliado con su país de origen. Cortázar ha dejado párrafos inolvidables sobre esto en Rayuela (1963) y en otras de sus obras. Sin embargo, los cambios tecnológicos, económicos y culturales producidos en el mundo desde los años sesenta han agudizado y agregado complejidad a esta experiencia. Las tres novelas de Carlos Franz antes mencionadas son representativas de una producción literaria latinoamericana que se origina fuera de las fronteras nacionales y del ambiente cultural en el que se formó el escritor o escritora. Ella refleja el nomadismo y la condición de trasterrados de los autores, tanto como consecuencia de los exilios de los años setenta y ochenta como de los efectos de la globalización en la producción y consumo de la literatura. Sin embargo, en el caso de Franz, a diferencia del mexicano Jorge Volpi, o del boliviano Edmundo Paz Soldán, su obra no presenta, por el momento, un ambiente cosmopolita. Por el contrario, aunque sus protagonistas son chilenos que viven fuera de su país, el mundo mental y emotivo de sus novelas está íntimamente conectado con la historia reciente chilena. Del mismo modo que sus personajes, el escritor sigue reviviendo ese pasado que aún lo habita, y que tal vez busque exorcizar ficcionalizándolo.

En una conferencia que dio en el Instituto Cervantes de Berlín (2006), Franz hizo algunas revelaciones que creo particularmente pertinentes a la consideración del tema que aquí abordo. Allí cuenta que había llegado como becario a Berlín en el año 2000, llevando doscientas páginas del manuscrito incompleto de su futura novela El desierto, que no lograba llevar adelante, y cómo durante su experiencia en esa ciudad encontró «no sólo la inspiración sino también uno de los escenarios y hasta el correlato de claves filosóficas e históricas» que le iban a permitir terminar la novela. Porque allí, en el Berlín posmoderno, «próspero y superficial», que crecía «sobre la tierra arrasada», donde el pasado había sido borrado, él reconoció al «orgulloso Chile próspero de la transición a la democracia que, a sólo una década de terminada la dictadura de Pinochet, construye su riqueza y su futuro» haciendo desaparecer de la superficie los monstruos de su pasado. Los sótanos y memoriales subterráneos en los que yace el pasado, como bajo la superficie de la conciencia, le sugirieron la ciudad imaginaria que llama Pampa Hundida en su novela, una ciudad que no es visible desde el desierto que la circunda. «Una ciudad, un pueblo, un pasado, ... hundidos y ocultos, bajo el horizonte de nuestras memorias y nuestras conciencias» (Franz 2008).

Laura, la protagonista de El desierto, es una joven abogada chilena que vivía exiliada en Berlín del Este con su hija Claudia de veinte años, nacida en Alemania. Ahora profesora de filosofía y autora de libros teóricos, había dejado atrás su pasado chileno y le había ocultado a su hija las experiencias sufridas cuando se desempeñó como jueza en Pampa Hundida al comienzo del régimen de Pinochet. Claudia, quien se consideraba chilena, sin haber estado nunca en Chile, se va allí a retomar los hilos de la historia materna, estudiar Derecho, la profesión que su madre había abandonado, y luchar por los más pobres e indefensos durante el gobierno de la Transición. Y ella quiere saber de qué ha huido y aún huye su madre. La interrogaba «con la despiadada impunidad ante el pasado que sólo tienen los que carecen de él.» (22) Y sus preguntas culminaban con: «¿Dónde estabas tú, mamá, cuando todas esas cosas horribles ocurrieron en tu ciudad?» (Ibid.). Su identificación con un pasado chileno que no ha vivido, pero que hace suyo a través de documentos y testimonios, plantea cuestiones de identidad y de pertenencia a una nacionalidad que trascienden el lugar de nacimiento.

La historia de Laura concuerda con las experiencias de tortura y colaboración forzada descritas en testimonios como los de Luz Arce en El infierno (1993) y Marcia Alejandra Merino en Mi verdad (1994). Laura, intentando defender como jueza a un fugitivo prisionero político, termina delatándolo al Mayor Cáceres bajo tortura y éste luego la viola. Desde ese momento se establece lo que ella cree un pacto entre ambos: Laura se somete a una relación sexual precedida por el mismo castigo a su resistencia sufrido la primera vez, que es lo que erotiza a Cáceres. Y por cada vez que lo hace, él le promete salvar la vida de un prisionero. No hay más fusilamientos y la comunidad recupera la tranquilidad, pero Laura descubre que Cáceres, cumpliendo órdenes de sus superiores, había hecho desaparecer a todos los prisioneros, de los que ya no quedaban más que sus cenizas en el desierto. Su reacción, la crisis emocional y la enfermedad la dejan semanas sin conocimiento y, cuando vuelve a la realidad, se encuentra encinta, con un embarazo producto de su relación con Cáceres. Decide dar a luz, pero lo hace en Berlín, adonde llega para empezar una nueva vida.

La elección de Berlín como escenario alternativo de la novela es significativa, no sólo porque, como ya mencioné, esa ciudad le dio al autor las claves para terminarla, o porque, en lo que fue el régimen comunista de Berlín Oriental, numerosos intelectuales chilenos recibieron asilo a la caída de Allende. Es en esa ciudad, también, en la conferencia ya citada, y bajo el título de «La tercera patria», donde Franz revela antecedentes familiares y los conecta con su posición de escritor y con el destino de sus personajes en lo que atañe a la identificación nacional. Comenta allí a «Hijo de tres patrias», presunto título de un manuscrito inédito dejado por su bisabuelo Carl Franz Monnig, oriundo de Basilea, quien había emigrado de Suiza a Chile a fines del siglo XIX. Dice Franz: «El hijo de tres patrias es ese exiliado que, por tener dos patrias -la de nacimiento y la de adopción- acaba viviendo en ninguna, o lo que es lo mismo, en una "tercera patria", individual y secreta, la de su soledad». Laura vivía exiliada en Alemania y había jurado no volver a Chile, donde tendría que enfrentarse con su pasado, que había relegado a los sótanos de su memoria. Y cuando regresa, comprueba que ya tampoco es de allí. Franz dice que Laura vive en su «tercera patria», en la que inevitablemente también habitan los escritores.

Este dejar de pertenecer del exiliado que vuelve a un país que ya no es el que dejó, y en el que se siente extranjero, puede detectarse en el protagonista de Almuerzo de vampiros (2007). Esta vez, el personaje enjuicia a un profesor que fue su mentor, o a su presencia fantasmal. Franz incluye en esta obra elementos autobiográficos a través de chilenos representativos de su propia generación, la que vivió su juventud bajo la dictadura y, en algunos casos, optó por el exilio. El protagonista regresa a un país que le resulta desconocido, que proyecta una imagen de éxito y de prosperidad que le es ajena. Su mirada irónica y los comentarios provocativos de su amigo, a quien apoda Zósima, cuestionan esa visión triunfalista. Ellos van en busca de la ciudad que ha quedado inmovilizada en su memoria. Allí, en aquel Santiago, durante el peor tiempo de la dictadura, transcurrieron para ellos las aventuras y momentos memorables de su juventud, prestigiados ahora en el recuerdo, a tres décadas de distancia. La novela puede ser interpretada como una respuesta a la pregunta de Günter de Bruyn, que sirve de epígrafe al capítulo 8: «¿Puede alguien entender la nostalgia que suscita la desaparición de un orden detestable?»

Lo que mueve la acción es la experiencia que Zósima relata de haber visto a Polli, el que fue profesor de castellano de ambos, entusiasta socialista, durante el gobierno de Allende. El hombre, que se creía asesinado o desaparecido, tenía la misma apariencia de entonces, caminando por las calles de Santiago de Chile, lo que provoca en Zósima la idea de que se trata de un vampiro. Con este toque fantástico se inicia ese viaje de la memoria y, al mismo tiempo, para el protagonista, el intento de esclarecer su sentimiento de odio hacia la figura mentora de su adolescencia.

¿Pero cuál es la «tercera patria» en la que habitan los escritores?

Basándonos en su obra, tanto la de ficción como la ensayística, y en lo declarado por Franz en entrevistas, podemos aventurar la hipótesis de que su tercera patria, como escritor, es un mundo sin fronteras geográficas, un espacio íntimo que sus vivencias e imaginación han construido y reconstruyen, dondequiera se encuentre o escriba. Hay una larga y venerable tradición literaria que le precede en esta manera de definir su actitud, la que implícitamente rechaza tanto el nacionalismo como el cosmopolitismo. Pienso en el papel que la imagen tiene, para José Lezama Lima, como dadora de sentido a la visión histórica, visión que es, para el ensayista cubano, «este contrapunto o tejido entregado por la Imago, por la imagen participando en la historia» (La expresión americana 49)1. O en el espacio captado por la imaginación, o espacio vivido, de Gastón Bachelard (La poétique de l'espace 17)2. Ya en su primera novela, Santiago Cero (1989), escrita en Chile, Franz comenzó a hacer de la ciudad de Santiago una construcción literaria, el espacio de sus experiencias y recuerdos. Esta idea de la ciudad como un espacio subjetivo, no definido por límites geográficos, es central en la obra del escritor, como atestigua su posterior desarrollo en Almuerzo de vampiros, escrita ya fuera de Chile. Entre esas dos novelas, había publicado La muralla enterrada (2001), donde analiza las distintas percepciones y visiones de Santiago a través de un grupo de novelas chilenas escritas a lo largo del siglo XX. Ángeles Donoso, en su reseña del libro, observa que «Franz abre la discusión desde el espacio de lo imaginario. En el libro no hay datos demográficos, no hay estadísticas, no se cuenta la historia de la ciudad ni se construye una identidad nacional a partir de una determinada ideología» (111). Al igual que en sus novelas, el autor traza el Plano de la Ciudad Imaginaria de Santiago conectando los espacios que son sus «sitios de la memoria» (Pierre Nora), tal vez ya desaparecidos.

La manera en que Franz comunica la problemática relación entre exilio e identidad nacional muestra una gran afinidad con la obra de Cortázar. Desde la perspectiva del exilio y del desarraigo, Rayuela (1963) y 62, Modelo para armar (1968) son, como afirma Fernando Aínsa, «novelas paradigmáticas del movimiento centrífugo en que se expresa la búsqueda identitaria en la narrativa latinoamericana» (De Arcadia a Babel 35). Rayuela muestra que la división del mundo entre «el lado de allá» (Europa) y «el lado de acá» (América) no puede traducirse, afirma Aínsa, «en una localización geográfica precisa, sino en un punto de vista desde el cual se contempla el mundo» (Ibid.). «En París todo le era Buenos Aires y viceversa», dice Oliveira (Rayuela 32)3. Y hay que recordar, también, los textos de Buenos Aires. Buenos Aires (1968), en los que Cortázar evoca imágenes de la ciudad que abandonara en 1951 y escribe que «de alguna manera, ... él sabe ... que nunca se fue de su ciudad, que se buscó a sí mismo para encontrarla mejor aunque no haya de volver nunca. ... Asomado desde tan lejos a esta cercanía que lo reclama, asiste a las imágenes de su ciudad sin que ningún cambio exterior lo sobresalte o lo ultraje» (25). Franz, quien sí regresa a Chile periódicamente, se rehúsa a dejarse absorber por lo que llama «El chupón telúrico» en un ensayo que lleva ese título. Ha elegido la lejanía geográfica para evocar, imaginar, e interpretar al Chile que lleva dentro de sí. El epígrafe que ha puesto a su ensayo, una cita de C. P. Kavafis, es muy significativo: «Te dices: "me marcharé / a otra tierra, a otra mar/ a una ciudad más bella de lo que ésta pudo ser o anhelar".//Te equivocas, no hay otra tierra ni otra mar./ Tu ciudad irá contigo siempre...».

Para comprender esa «tercera patria» en la que dice habitar Carlos Franz, es inevitable hacer referencia a las condiciones de vida del escritor creadas por la globalización. En el mundo de rápidas comunicaciones y migraciones masivas, de numerosos escritores, intelectuales y artistas exiliados voluntaria o involuntariamente, el lugar de origen de los productos culturales latinoamericanos puede ser uno de los países de América Latina tanto como Francia, Alemania, España o Estados Unidos. La condición de ubicuidad del escritor latinoamericano en nuestro tiempo indica, según Román de la Campa, la necesidad de pensar en «nuevas cartografías latinoamericanas», dentro de las cuáles operan comunidades discursivas transnacionales. De acuerdo a esto, la pertenencia a una móvil comunidad discursiva está reemplazando el concepto tradicional de identidad nacional. Este fenómeno que, para algunos, representaría una pérdida, es experimentado por otros como liberación. Román de la Campa comenta acerca del sentido agónico pero liberador que vienen cobrando la desterritorialización y el nomadismo (Nuevas cartografías 98). Carlos Franz, el novelista chileno residente en Madrid, parece concordar con esa imagen positiva de su condición de expatriado y de pertenecer a múltiples espacios, del «lado de allá» y del «lado de acá». Su obra y sus declaraciones así lo demuestran.






Bibliografía

  • AÍNSA, Fernando (2002) «¿Espacio mítico o utopía degradada? Notas para una geopolítica de la ciudad en la narrativa latinoamericana». En Javier de Navascués (Ed.). De arcadia a Babel. Naturaleza y ciudad en la literatura hispanoamericana. Madrid, Iberoamericana: 19-40.
  • ARCE, Luz (1993). El Infierno. Santiago de Chile, Planeta.
  • BACHELARD, Gaston (1958) La poétique de l'espace. Paris, PUF.
  • CORTÁZAR, Julio (1963). Rayuela. Buenos Aires: Sudamericana.
  • —— (1968) Buenos Aires. Buenos Aires. Fotos: Alicia Amico [y] Sara Facio; texto: Julio Cortázar. Buenos Aires, Sudamericana.
  • DE LA CAMPA, Román (2006). Nuevas cartografías latinoamericanas. La Habana, Letras Cubanas.
  • DONOSO M., Ángeles (2004). Reseña de La muralla enterrada de Carlos Franz. EURE, XXIX, 89:109-116.
  • FRANZ, Carlos (1996). El lugar donde estuvo el Paraíso. Barcelona, Planeta.
  • —— (2005) El desierto. Buenos Aires, Sudamericana.
  • —— (2007) Almuerzo de vampiros. Santiago de Chile, Alfaguara «La tercera patria= Das dritte Vaterland». Edición digital. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, www.cervantesvirtual.com (2008).
  • —— (Marzo 2005) «Carta de Chile "El chupón telúrico"». Letras libres. www.letraslibres.com (2010)
  • LEZAMA LIMA, José (1957). La expresión americana. La Habana, Instituto Nacional de Cultura.
  • MERINO VEGA, Marcia Alejandra (1993). Mi verdad: «más allá del horror, yo acuso...» Santiago de Chile, M. Merino Vega.
  • NORA, Pierre (c l984). Les Lieux de mémoire / sous la direction de Pierre Nora. Paris, Gallimard.
  • ORTEGA, Julio. «El lugar donde estuvo el paraíso, según Carlos Franz». Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. (2008).


Indice