La figura de don Quijote en el poema «Diamantul Nordului» («El Diamante del Norte») de Mihail Eminescu
Iona Gruia
La presente comunicación consiste básicamente en una propuesta de traducción (acompañada de algunas reflexiones) del poema «Diamantul Nordului»1 («El Diamante del Norte») del gran poeta rumano Mihail Eminescu (1850-1889).
La imagen de don Quijote que aparece en «Diamantul Nordului» (cuyo título inicial fue precisamente «Viziunea lui don Quijote», «La visión de Don Quijote») responde a una interpretación romántica de la célebre figura, interpretación que tuvo que llegar a Eminescu a través de las reflexiones de los integrantes de la Escuela de Jena. Como avanza Domnica Rădulescu [1991: 126], es probable que Eminescu hubiera leído una traducción alemana de Don Quijote2, aunque, explica la misma estudiosa, en 1840 apareció la primera traducción al rumano del Quijote, desde la versión francesa de Jean Pierre Florian. El hecho de que el poeta se matriculara en 1869 en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Viena y en 1872 en la Facultad de Filosofía de la Universidad Friedrich-Wilhelm de Berlín, junto con la evidencia de sus abundantes lecturas de filosofía y literatura alemana, justificarían la existencia de una profunda huella del romanticismo alemán en la obra de Eminescu. Huella que, tras un examen detenido de sus versos, se comprueba plenamente.
Antes de entrar en el análisis brevemente expuesto, tal vez conviene sintetizar en algunas líneas una presentación de Eminescu, figura de primera importancia no solo en el panorama de la literatura rumana -dentro de la que se le considera el poeta nacional- sino también, me atrevería a decirlo, a nivel europeo e incluso universal. Heredero del Romanticismo (algunos críticos lo designan como su último exponente en Europa), se formó en la lectura de autores como Goethe, Hölderlin, Novalis, Heine, Tieck, los hermanos Schlegel, Schopenhauer, etcétera. Encontramos en sus versos un núcleo de significación compartido de manera especial con el Romanticismo: la oposición entre la indiferencia de la sociedad y el genio abocado a la soledad y a la incomprensión3.
Pasemos ahora a avanzar unas sucintas reflexiones sobre la figura del misterioso «caballero» que aparece en «El Diamante del Norte». Se trata sin duda de una metamorfosis romántica de don Quijote. Una indicación muy importante será el lugar de origen, que se precisa en la estrofa 17: «Desde España parte, con pasos errantes...».
Pero veamos desde el principio algunos síntomas textuales que justifiquen la relación entre el protagonista del poema de Eminescu, el ideal romántico del héroe enamorado y sediento de acción y su referente inicial, el personaje de Cervantes. Después de que las primeras estrofas construyeran un espléndido paisaje, que constituye el escenario inicial4 del sucesivo trayecto de nuestro «Caballero», tenemos en el sexto cuarteto una indicación significativa: «El aire de estío y el rumor aduermen». En otras palabras, se introduce la posibilidad implícita del sueño, constante romántica por excelencia; los límites entre lo real y la fantasía se vuelven borrosos, se solapan hacia una fluida compenetración. En este sentido, Rafael Argullol aducía la «desconfianza romántica hacia la realidad» [1990: 395] como argumento para el recurso a la ensoñación, considerada una forma de vida: «Del mismo modo que quiebra la frontera entre la vida y la muerte, el héroe romántico soporta mal la separación del mundo de la realidad y el mundo del sueño» [1990: 395].
Volvamos a nuestro verso. Si «el aire de estío y el rumor adormecen» (y teniendo en cuenta el final del poema, en donde, como veremos, los elementos del paisaje inicial «como en sueño y como en verdad se le muestran» y el personaje «se frota los ojos, por ver si es verdad»), es posible que todo lo que se «cuenta», un viaje, una «aventura» en el fondo, haya trascurrido en la imaginación, en el sueño de nuestro héroe. Pero no lo sabemos con certeza, y esta ambigüedad resulta, como todas las ambigüedades «diseminadas» -si se me permite el término derridiano- en el texto de Eminescu, muy fecunda y productiva poéticamente.
Segundo síntoma: «suena una guitarra que aumenta el hechizo»5. El «caballero» es también trovador. Vuelve los ojos hacia el balcón y requiere la aparición de la amada: «Muéstrate, doncella, cubierta de blanco». Las estrofas que siguen conforman otra dimensión fundamental del personaje, que no solo se abandona a la ensoñación (cumpliendo así un requisito fundamental del ideario romántico), sino que es un héroe enamorado. A diferencia de don Quijote, cuyo amor por Dulcinea es siempre casto, el lamento del «caballero» eminesciano anhela la consumación, está plagado de deseo erótico. Y en este momento se avanza el obstáculo para la feliz consumación amorosa, obstáculo que remite en seguida a la novela de Cervantes: la amada está encantada («a un encanto atado mi sentir se encuentra»), no puede responder al ardor del caballero, no pueden acercarse uno al otro: «por mucho que te ame, pues te amo, lo juro / te vence un hechizo, te ata en el umbral»). Para romper el «encanto» hay una «prueba», un viaje arriesgado:
En un mar del Norte se esconde una piedra,
brilla como el día en las negras ondas.
A quien la sacare le daré mi vida.
Mas, ay, que el verla ya es suerte de pocos.
Igual que don Quijote no vacila ante ninguna «aventura», sobre todo en nombre de Dulcinea, el «caballero» de Eminescu tampoco duda un instante («Desde España parte, con pasos errantes») y conjuga en su ardorosa respuesta la determinación del héroe cervantino con la sed de acción consustancial al héroe romántico y la reafirmación en su cualidad esencial de «enamorado»:
-¡Ay, ángel!-, pronuncia. La voz se le ahoga
y lleva la mano temblando a la espada:
en tu amor seguro, sin miedo a la muerte,
sacaré la piedra de luz de la mar!
El «viaje» que sigue -y cuya lógica temporal y espacial responde sin duda a la fantasía romántica, aunque nosotros no podemos dejar de recordar el «viaje» que Don Quijote y Sancho se imaginan hacer a través del tiempo y cerca del sol partiendo del patio de los duques- está sembrado de peligros y, muy importante, se desarrolla en medio de un paisaje «encantado», una cosmogonía extraordinaria pero amenazante. La búsqueda desesperada de la piedra supone un viaje que llevará al personaje a presenciar la metamorfosis del entero universo y a enfrentarse a él. En un momento dado, cuando aparece la «tentación» bajo la forma de una hermosísima mujer que le pide que se quede con ella, que no prosiga su trayecto, la naturaleza adopta una forma idílica, para en seguida, con el rechazo a los requerimientos eróticos de la bella desconocida (rechazo que nos remite al de don Quijote frente a los fingidos amores de Altisidora), transformarse en una visión lacustre de proporciones gigantescas y terribles. Sin dudar un instante, el «caballero» se tira al mar para recuperar «la piedra de luz» (objeto cargado de un complejo simbolismo6); una vez que la tiene en la mano, el paisaje cambia de nuevo a su aspecto inicial, previo al posible sueño. El viaje ha terminado y se sitúa, como ya he dicho, bajo el signo de la ambigüedad. Síntoma clarísimo del tratamiento romántico de la figura de don Quijote es este final del viaje, en el que sueño y realidad se solapan.
«Y sube peldaños, la piedra en la mano...». Todavía el sueño parece anticipar el cumplimiento de la promesa, el amor eterno, la consumación erótica. Pero el paisaje permanece en una apacible indiferencia y no hay ni rastro de la amada. Aturdido, confuso, el «caballero» se va. La boca que «se ríe burlona» a sus espaldas es un fantasma, el indicio del fracaso amoroso, un final perturbador.
Ahora bien, antes de pasar a exponer mi propuesta de traducción de «Diamantul Nordului», quisiera agradecer la ayuda inestimable de Antonio Carvajal, Jesús Nebreda, Ana Olmedo y María Cruz Cristófol Sel en la corrección de muchos versos.
Bibliografía
ARGULLOL, Rafael [1990]: El Héroe y el Único, Destino, Barcelona.
CERVANTES, Miguel de [2001]: Don Quijote de la Mancha, ed. Francisco Rico, Crítica, Barcelona.
CLOSE, Anthony [1978]: The Romantic Approach to Don Quijote, Cambridge University Press, Cambridge.
EMINESCU, Mihail [1958]: Poesías, Losada, Buenos Aires. Traducción de Rafael Alberti y María Teresa León.
—— [1985]: Poezii, Minerva, Bucarest.
—— [2004]: Poesías, Cátedra, Madrid. Traducción de Daña Mihaela Giurcă y José Manuel Lucía Mejías.