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21

El caso del petróleo para Venezuela, del estaño en Bolivia, cacao en Ecuador, azúcar en Cuba, salitre y más tarde cobre en Chile, café en Colombia, banano y frutas en Centroamérica, etc. Como observa T. Halperin Donghi, «las explotaciones agrícolas o mineras que alcanzan su expansión en la etapa de madurez del neocolonialismo tienen así más de un rasgo común: la tendencia al monopolio o al oligopolio crea empresas insólitamente poderosas; la comparación entre los presupuestos de más de un estado latinoamericano y más de una de esas empresas gigantes ha sido reiteradamente hecha, y es en verdad impresionante; estas pueden mover con mayor libertad que cualquier estado un poderío financiero a menudo mayor que el de algunos de estos» (TULIO HALPERIN DONGHI: Historia contemporánea de América Latina. Madrid: Alianza Editorial, 4ª ed., 1975. Cit. p. 34).

 

22

JOSÉ LUIS ROMERO, op. cit., p. 268.

 

23

Sobre las capas medias (que a menudo son confundidas e integradas en un mismo rango categorial con la «pequeña burguesía» por la actual ideología sociologista) se encuentra abundante -y heterogéneo- material en la compilación de TEO CREVENA: Materiales para el estudio de la clase media en América Latina (Washington: Unión Panamericana, 1950-1951, 6 vol.).

Para el estudio del desarrollo del proletariado urbano es útil el libro de CARLOS M. RAMA; Historia del movimiento obrero y social latinoamericano contemporáneo (Barcelona: Editorial Laia, 1976), esp. el Cap. IV: «Los movimientos sociales de América Latina de 1900 a 1961», pp. 70-95. Una discusión sobre el origen, carácter y función de las clases en América Latina se encuentra en la recopilación de trabajos de B. KOVAR y otros, Estructura clasista de América Latina (Bogotá: Ediciones Suramérica, 1975); acerca del carácter y el papel que juegan las distintas clases y capas sociales en el continente puede verse el capítulo «Zur Klassenstruktur in den kapitalistischen Ländern Lateinamerikas», pp. 43 a 121 del libro de M. Uschner (ed.) Lateinamerika: Schauplatz revolutionärer Kämpfe. (Berlin: Staatsverlag der DDR, 1975).

 

24

J. L. ROMERO, op. cit., p. 292.

 

25

Cf. HALPERIN DONGHI, op. cit., pp. 296-297.

 

26

Esta «gigantesca insurrección campesina que conmueve los cimientos de esa sociedad basada en la superexplotación del campesinado», sostiene Alberto J. Pla, «no supo darse un gobierno propio y acabó entregando el poder a una nueva clase burguesa que derivó todo su poder de ese mismo proceso, del dominio del aparato del estado y de la sustitución que efectuó de algunos terratenientes y hacendados que sucumbieron en la lucha o huyeron del país» (América Latina siglo XX: economía, sociedad y revolución, Buenos Aires: Carlos Pérez Editor, 1969, pp. 128-129). Sobre el particular véase el interesante capítulo de ADALBERT DESSAU «El marco social, ideológico y literario de la novela de la Revolución Mexicana», pp. 31-63 de su libro La novela de la Revolución mexicana (México: Fondo de Cultura Económica, 1972). En la abundantísima bibliografía será siempre productiva la consulta de la Breve historia de la Revolución Mexicana de JESÚS SILVA HERZOG (México: Fondo de Cultura Económica, 1960, 2 vol.); especialmente para el período y la situación a que nos referimos, vol. I, caps. I al VI y anexos. Una interesante visión -aunque peque de excesiva subjetividad y se ahorre la documentación- es la que sobre sus dirigentes -especialmente por la desmitificación de Francisco I. Madero- nos ofrece el libro de ROBERTO BLANCO MOHENO: Crónica de la Revolución Mexicana (México: Editorial Diana, 1967, 3 tomos). Para los aspectos programáticos e ideológicos del movimiento, puede consultarse ARNALDO CÓRDOVA: La ideología de la Revolución Mexicana. La formación del nuevo régimen. (México: Ediciones Era, 4ª ed., 1975).

 

27

MARCELO CARMAGNANI: América Latina de 1880 a nuestros días. Barcelona: Oikos-Tau Editores, 1975; cf. pp. 13-14.

 

28

Sobre el desarrollo del movimiento sindical, véase el trabajo antes citado de CARLOS M. RAMA (supra, nota 23). Sobre la formación de los partidos comunistas y obreros no conocemos un estudio de conjunto, pero un breve esbozo puede consultarse en el Apéndice al libro de Manfred Uschner (ed.): Der antiimperialistische Kampf in Lateinamerika (Berlin, DDR: Dietz Verlag, 1973), pp. 387-437. Entre 1918 y 1930 se formaron partidos comunistas y obreros en Argentina (1918, al separarse del Partido Socialista), México (1919), Uruguay (1920), Brasil (1922), Guatemala (1922), Chile (1922, aunque ya existía como partido revolucionario, con el nombre de Partido Obrero Socialista, desde 1912), Honduras (1923), Cuba (1925), Ecuador (1925, como Partido Socialista), Colombia (1926, Partido Socialista, aunque en 1924 se realiza en Bogotá un «Primer Congreso Comunista»), Perú (1928), Paraguay (1928), El Salvador (1930).

 

29

No está de más recordar que la importancia de la participación de las masas populares en este cambio está vinculada a la reforma electoral de 1912, que significó un aumento en el porcentaje de votantes de la población masculina adulta del 20% en ese año al 60% en 1916. Cf. MARCOS KAPLAN: «50 años de historia argentina (1925-1975): el laberinto de la frustración», en Pablo González Casanova (coord.): América Latina: Historia de medio siglo. I. América del Sur. México: Siglo XXI Editores, 1977. Ref. p. 9.

 

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Es interesante citar sobre estos tres países la opinión de un historiador francés en un reciente trabajo: «Es posible que en Lima y Santiago, por ejemplo, estas circunstancias [las consecuencias de la guerra] hayan facilitado la promoción de hombres nuevos y de capas sociales hasta entonces sin rol político, que lograron derribar los gobiernos de las oligarquías tradicionales. De este modo en Perú Leguía fue llevado al poder en 1919 por grupos y elementos de origen generalmente modesto (que no supieron controlarlo luego). Igualmente en Chile Alessandri fue impuesto en 1920 por nuevas clases sociales que tomaban conciencia de su fuerza. La guerra había por lo menos acelerado la aparición de un fenómeno que se había producido algunos años antes en Argentina con la revolución política de Irigoyen» (FRANÇOIS CHEVALIER: L'Amérique Latine de l'indépendance á nos jours. Paris: P. U. F., 1977, pp. 463).