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La fundación de Kar-Tukulti-Ninurta

María Pilar González-Conde



En el siglo XIII a. C., en el alto Tigris renació el Estado asirio, cuyos monarcas tuvieron que recuperar el control de los territorios circundantes. El rey Tukulti-Ninurta (segunda mitad del siglo XIII a. C.) realizó una serie de conquistas que llevaron al Imperio Medio Asirio a un momento de esplendor. En aquellos años fue fundada la ciudad de Kar-Tukulti-Ninurta en la orilla del Tigris, cerca de Assur.

El texto que relata la creación de la ciudad habla de la iniciativa del monarca, responsable de la prosperidad del país, que levanta sus construcciones e invoca la necesidad de que éstas sean conservadas y restauradas para la posteridad.





«Tukulti-ninurta, rey del universo, rey de Asiria, rey de Sumer y Akkad, rey de las cuatro regiones [del mundo], favorito de Assur y Shamash, yo soy. El honrado príncipe, el rey favorecido de Enlil, que gobierna su país en salvedad con su pacífico cetro; gran sacerdote, llamado por Anu, que por el poder de su fuerza ha subyugado príncipes y todos los reyes; justo gobernante que alegra el corazón de Ea, que ha establecido sus años en poder sobre las cuatro regiones del mundo...

Por aquel tiempo Assur, el señor, deseaba de mí una ciudad, al otro lado del río de mi ciudad, Bait-ilâni y ordenó la construcción de su morada, al mandato de Assur, el dios que me ama, en frente de mi ciudad de Assur, en la ribera del Tigris, en los yermos de los campos inundados, donde no existía ni casa ni vivienda, [donde] no se había echado tierra ni escombro, y donde no se habían puesto ladrillos, yo construí la ciudad de Assur, al otro lado del río, le di por nombre Kar-Tukulti-ninurta. Cortando en los lugares bajos, a cordel, y elevándola por las difíciles altas montañas mediante túneles, abrí un canal [míhírtu], llamado "Establecer la vida del País, producir abundancia", e hice que los campos de mi ciudad tuvieran riego abundante.

Por la abundancia del agua del canal, aseguré los suministros debidos a Assur y sus grandes dioses, mis dueños, para siempre. Por aquel tiempo, en mi ciudad de Kar-Tukulti-ninurta, ciudad que había edificado, erigí una casa santa una vivienda imponente, para morada de Assur, mi señor, Ekurmeshane le di por nombre. En ella terminé una poderosa torre del templo (zigurat), como vivienda para Assur, mi señor, y erigí unas estelas conmemorativas.

Que todo príncipe venidero, cuando la torre y el templo de Assur, mi señor, caigan en ruinas restaure sus restos, unte con aceite mis estelas conmemorativas, ofrezca sacrificios, y los vuelva a su lugar. Assur, Enlil y Shamash escucharán su plegaria. El que no restaure las ruinas de la torre templaria y el templo de Assur, mi señor, y borre mi nombre escrito, o destruya esa torre dejándola en un lugar malo o escondido, que maquine una fechoría o la lleve a cabo contra la torre, el templo de Assur, mi señor, que Assur, Enlin y Shamash, los dioses, mis protectores, le aflijan con pesares y mal de corazón. En la guerra y la batalla, que ellos le quiebren sus armas, le acarreen la derrota de su ejército, y le pongan en manos del rey que lo mortifique, y en el país de sus enemigos que le encadenen, que destruyan su reino, su nombre, su simiente que la borren de la tierra».


(Traducción de Raquel López Melero et alii, Historia Antigua Universal. Edad Antigua. Grecia y Oriente Próximo, Barcelona, Vicens Vives, 1992, p. 224, sobre un texto de Daniel David Luckenbill, Ancient Records of Assyria and Babylonia. Historical Records of Assyria from the Earliest Times to Sargon, Chicago, 1926-1927, pp. 163 y 167-169.)                






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