Apenas hauian los rayos del dorado Febo començado a
dispuntar por la mas baxa linea de nuestro orizonte, quando el anciano y
venerable Thelesio hizo llegar a los oydos de todos los que en el aldea estauan
el lastimero son de su bozina, señal que mouio a los que le escucharon a
dexar el reposo de los pastorales lechos y acudir a lo que Thelesio pedia. Pero
los primeros que en esto tomaron la mano fueron Elicio, Aurelio, Daranio y
todos los pastores y pastoras que con ellos estauan, no faltando las hermosas
Nisida y Blanca y los venturosos Timbrio y Silerio, con otra cantidad de
gallardos pastores y bellas pastoras que a ellos se juntaron y al número
de treynta llegarian, entre los quales yuan la sin par Galatea, nueuo milagro
de hermosura, y la recien desposada Silueria, la qual lleuaua consigo a la
hermosa y zahareña Belisa,
-[fol. 302v]-
por quien el
pastor Marsil[i]o tan amorosas y mortales angustias padecia. Auia venido Belisa
a visitar a Silueria y darle el parabien del nueuo
—186→
rescibido
estado, y quiso ansimesmo hallarse en tan celebres obsequias como esperaua
serian las que tantos y tan famosos pastores celebrauan. Salieron, pues, todos
juntos de la aldea, fuera de la qual hallaron a Thelesio con otros muchos
pastores que le acompañauan, todos vestidos y adornados de manera que
bien mostrauan que para triste y lamentable163 negocio hauian sido juntados. Ordenó luego
Thelesio, porque con intenciones mas puras y pensamientos mas reposados se
hiziessen aquel dia los solemnes sacrificios, que todos los pastores fuessen
juntos por su parte y desuiados de las pastoras, y que ellas lo mesmo
hiziessen, de que los menos quedaron contentos, y los mas no muy satisfechos,
especialmente el apassionado Marsil[i]o, que ya hauia visto a la desamorada
Belisa, con cuya vista quedó tan fuera de si y tan suspenso, qual lo
conoscieron
-fol. 303r-
bien sus amigos Orompo, Crysio y
Orfenio, los quales, viendole tal, se llegaron a el, y Orompo le dixo:
-Esfuerça, amigo Marsil[i]o, esfuerça y no des
occasion con tu desmayo a que se descubra el poco valor de tu pecho,
¿que sabes si el cielo, mouido a compassion de tu pena, ha traydo a tal
tiempo a estas riberas a la pastora Belisa para que las remedie?
-Antes para mas acabarme, a lo que yo creo -respondio Marsil[i]o-,
aura ella venido a este lugar, que de mi ventura esto y mas se deue temer; pero
yo hare, Orompo, lo que mandas,
—187→
si a caso puede conmigo en este
duro trance mas la razon que mi sentimiento.
Y con esto boluio algo mas en si Marsil[i]o, y luego los pastores
por vna parte, y las pastoras por otra, como de Thelesio estaua ordenado, se
començaron a encaminar al valle de los Cypreses, lleuando todos vn
marauilloso silencio, hasta que, admirado Timbrio de ver la frescura y belleza
del claro Tajo, por do caminaua, buelto a Elicio, que al lado le venia, le
dixo:
-No poca marauilla me causa, Elicio, la incomparable
-fol. 303v-
belleza destas frescas riberas, y no sin razon,
porque quien ha visto, como yo, las espaciosas del nombrado Betis, y las que
visten y adornan al famoso Ebro y al conoscido Pisuerga, y en las apartadas
tierras ha passeado las del sancto Tyber y las amenas del Po, celebrado por la
cayda del atreuido moço, sin dexar de hauer rodeado las frescuras del
apascible Sebeto, grande occasion hauia de ser la que a marauilla me mouiesse
de ver otras algunas.
-No vas tan fuera de camino en lo que dizes, segun yo creo,
discreto Timbrio -respondio Elicio-, que con los ojos no veas la razon que de
dezirlo tienes; porque, sin duda, puedes creer que la amenidad y frescura de
las riberas deste rio haze notoria y conoscida ventaja a todas las que has
nombrado, aunque entrasse en ellas las del apartado Xanto, y del conoscido
Anfriso, y el enamorado Alpheo; porque tiene y ha hecho cierto la experiencia
que, casi por derecha linea, encima de la mayor parte destas riberas se
—188→
muestra vn cielo luziente
-fol. 304r-
y claro,
que, con vn largo mouimiento y con viuo resplandor, parece que combida a
regozijo y gusto al coraçon que del está mas ageno. Y si ello es
verdad que las estrellas y el sol se mantienen, como algunos dizen, de las
aguas de aca baxo164, creo
firmemente que las deste rio sean en gran parte occasion de causar la belleza
del cielo que le cubre, o creere que Dios, por la mesma razon que dizen que
mora en los cielos, en esta parte haga lo mas de su habitacion. La tierra que
lo abraça, vestida de mil verdes ornamentos, parece que haze fiesta y se
alegra de posseer en si vn don tan raro y agradable, y el dorado rio, como en
ca[m]bio, en los abraços della dulcemente entretexiendose, forma como de
industria mil entradas y salidas, que a qualquiera que las mira llenan el alma
de plazer marauilloso, de donde nasce que, aunque los ojos tornen de nueuo
muchas vezes a mirarle, no por esso dexan de hallar en el cosas que les causen
nueuo plazer y nueua marauilla. Buelue, pues, los ojos, valeroso Timbrio, y
mira quanto
-fol. 304v-
adornan sus riberas las muchas aldeas y
ricas caserias que por ellas se ven fundadas. Aqui se vee en qualquiera sazon
del año andar la risueña primauera con la hermosa Venus en
ábito subcinto y amoroso, y Zefiro que la acompaña, con la madre
Flora delante, esparciendo a manos llenas varias y odoriferas flores. Y la
industria de sus moradores ha hecho tanto, que la naturaleza, encorporada con
el arte, es hecha artifice y connatural
—189→
del arte, y de entrambas
a dos se ha hecho vna tercia naturaleza, a la qual no sabre dar nombre. De sus
cultiuados jardines, con quien los huertos Esperides y de Alcino pueden callar;
de los espessos bosques, de los pacificos oliuos, verdes laureles y acopados
mirtos; de sus abundosos pastos, alegres valles y vestidos collados, arroyos y
fuentes que en esta ribera se hallan, no se espere que yo diga mas, sino que,
si en alguna parte de la tierra los campos Eliseos tienen asiento, es, sin
duda, en esta. ¿Que dire de la industria de las altas ruedas, con cuyo
continuo
-fol. 305r-
mouimiento sacan las aguas del profundo rio
y humedecen abundosamente las eras que por largo espacio estan apartadas?
Añadese a todo esto criarse en estas riberas las mas hermosas y
discretas pastoras que en la redondez del suelo pueden hallarse, para cuyo
testimonio, dexando a parte el que la experiencia nos muestra y lo que tu,
Timbrio, ha que estas en ellas y has visto, bastará traer por exemplo a
aquella pastora que alli ves, ¡o Timbrio!
Y, diziendo esto, señaló con el cayado a Galatea, y,
sin dezir mas, dexó admirado a Timbrio de ver la discrecion y palabras
con que hauia alabado las riberas de Tajo y la hermosura de Galatea. Y
respondiendole que no se le podia contradezir ninguna cosa de las dichas, en
aquellas y en otras entretenian la pesadumbre del camino, hasta que, llegados a
vista del valle de los Cypreses, vieron que del salian casi otros tantos
pastores y pastoras como los que con
—190→
ellos yuan. Iuntaronse
todos, y, con sossegados passos, començaron a entrar por el sagrado
valle,
-fol. 305v-
cuyo sitio era tan estraño y
marauilloso, que, aun a los mesmos que muchas vezes le hauian visto, causaua
nueua admiracion y gusto. Leuantanse en vna parte de la ribera del famoso Tajo,
en quatro differentes y contrapuestas partes, quatro verdes y apazibles
collados, como por muros y defensores de vn hermoso valle que en medio
contienen, cuya entrada en el por otros quatro lugares es concedida, los quales
mesmos collados estrechan de modo, que vienen a formar quatro largas y
apazibles calles, a quien hazen pared de todos lados altos e infinitos
cypreses, puestos por tal orden y concierto, que hasta las mesmas ramas de los
vnos y de los otros paresce que ygualmente van cresciendo, y que ninguna se
atreue a passar ni salir vn punto mas de la otra. Cierran y occupan el espacio
que entre cypres y cypres se haze, mil olorosos rosales y suaues jazmines, tan
juntos y entretexidos como suelen estar en los vallados de las guardadas
viñas las espinosas çarças y puntosas cambroneras. De
trecho
-fol. 306r-
en trecho destas apazibles entradas, se ven
correr por entre la verde y menuda yerua claros y frescos arroyos de limpias y
sabrosas aguas, que en las faldas de los mesmos collados tienen su nascimiento.
Es el remate y fin destas calles vna ancha y redonda plaça, que los
recuestos y los cypreses forman, en medio de la qual está puesta vna
artificiosa fuente de blanco y precioso marmol
—191→
fabricada, con
tanta industria y artificio hecha, que las vistosas del conoscido Tybuli y las
soberuias de la antigua Tynachria no le pueden ser comparadas. Con el agua
desta marauillosa fuente se humedecen y sustentan las frescas yeruas de la
deleytosa plaça; y, lo que mas haze a este agradable sitio digno de
estimacion y reuerencia, es ser preuilegiado de las golosas bocas de los
simples corderuelos y mansas ouejas, y de otra qualquier suerte de ganado: que
sólo sirue de guardador y thesorero de los honrados huessos de algunos
famosos pastores que, por general decreto de todos los que quedan viuos en el
-fol. 306v-
contorno de aquellas riberas, se determina y ordena
ser digno[s] y merescedor[es] de tener sepultura en este famoso valle. Por esto
se veyan, entre los muchos y diuersos arboles que por las espaldas de los
cypreses estauan, en el lugar y distancia que hauia dellos hasta las faldas de
los collados, algunas sepulturas, qual de jaspe y qual de marmol fabricada, en
cuyas blancas piedras se leyan los nombres de los que en ellas estauan
sepultados. Pero la que mas sobre todas resplandecia, y la que mas a los ojos
de todos se mostraua, era la del famoso pastor Meliso, la qual, apartada de las
otras, a vn lado de la ancha plaça, de lisas y negras piçarras y
de blanco y bien labrado alabastro hecha parecia. Y, en el mesmo punto que los
ojos de Thelesio la miraron, boluiendo el rostro a toda aquella agradable
compañia, con sossegada voz y lamentables accentos les dixo:
—192→
-Veys alli, gallardos pastores, discretas y hermosas pastoras;
veys alli, digo, la triste sepultura donde reposan los honrados huessos del
nombrado
-fol. 307r-
Meliso, honor y gloria de nuestras riberas.
Començad, pues, a leuantar al cielo los humildes coraçones, y con
puros affectos, abundantes lagrimas y profundos sospiros, entonad los sanctos
himnos y deuotas oraciones, y rogalde tenga por bien de acoger en su estrellado
assiento la bendita alma del cuerpo que alli yaze.
Y, en diziendo esto, se llegó a vn cypres de aquellos, y
cortando algunas ramas, hizo dellas vna funesta guirnalda, con que
coronó sus blancas y veneradas sienes, haziendo señal a los demas
que lo mesmo hiziessen, de cuyo exemplo mouidos todos, en vn momento se
coronaron de las tristes ramas, y, guiados de Thelesio, llegaron a la
sepultura, donde, lo primero que Thelesio hizo, fue inclinar las rodillas y
besar la dura piedra del sepulchro. Hizieron todos lo mesmo, y algunos huuo
que, tiernos con la memoria de Meliso, dexauan regado con lagrimas el blanco
marmol que besauan. Hecho esto, mandó Thelesio encender el sacro fuego,
y en vn momento al rededor de la sepultura
-fol. 307v-
se
hizieron muchas, aunque pequeñas, hogueras, en las quales solas ramas de
cypres se quemauan, y el venerable Thelesio, con graues y sossegados passos,
començo a rodear la pira y a echar en todos los ardientes fuegos alguna
cantidad de sacro y oloroso incienso, diziendo cada vez que lo esparcia alguna
breue y deuota oracion a rogar
—193→
por el alma de Meliso encaminada,
al fin de la qual leuantaua la tremante voz, y todos los circunstantes, con
triste y piadoso accento, respondian: «Amén, amén»,
tres vezes, a cuyo lamentable sonido resonauan los cercados collados y
apartados valles, y las ramas de los altos cypreses y de los otros muchos
arboles de que el valle estaua lleno, heridas de vn manso zefiro que soplaua,
hazian y formauan vn sordo y tristissimo susurro, casi como en señal de
que por su parte ayudauan a la tristeza del funesto sacrificio. Tres vezes
rodeó Thelesio la sepultura, y tres vezes dixo las piadosas plegarias, y
otras nueue se escucharon los llorosos accentos
-fol. 308r-
del
amén, que los pastores repitian. Acabada esta ceremonia, el anciano
Thelesio se arrimó a vn subido cypres que a la cabecera de la sepultura
de Meliso se leuantaua, y con boluer el rostro a vna y otra parte, hizo que
todos los circunstantes estuuiessen atentos a lo que dezir queria, y luego,
leuantando la voz todo lo que pudo conceder la antiguedad de sus años,
con marauillosa eloquencia començo165 a alabar las virtudes de
Meliso, la integridad de su inculpable vida, la alteza de su ingenio, la
entereza de su ánimo, la graciosa grauedad de su plática y la
excelencia de su poesia, y, sobre todo, la solicitud de su pecho en guardar y
cumplir la sancta religion que professado hauia, juntando a estas otras tantas
y tales virtudes de Meliso, que, aunque el pastor no fuera tan conoscido de
todos los que a Thelesio escuchauan, sólo por lo que el dezia
—194→
quedaran afficionados a amarle si fuera viuo, y a reuerenciarle
despues de muerto. Concluyó, pues, el viejo su plática
diziendo:
-Si a do llegaron, famosos pastores,
-fol. 308v-
las bondades de Meliso, y adonde llega el desseo que tengo de alabarlas,
llegara la baxeza de mi corto entendimiento, y las flacas y pocas
fuerças adquiridas de mis tantos y tan cansados años no me
acortaran la voz y el aliento, primero este sol que nos alumbra le vierades
bañar vna y otra vez en el grande Oceano, que yo cessara de la
començada plática; mas, pues esto en mi marchita edad no se
permite, suplid vosotros mi falta, y mostraos agradecidos a las frias cenizas
de Meliso, celebrandolas en la muerte como os obliga el amor que el os tuuo en
la vida. Y puesto que a todos en general nos toca y cabe parte desta
obligacion, a quien en particular mas obliga es a los famosos Tyrsi y Damon,
como a tan conoscidos amigos y familiares suyos, y assi les ruego, quan
encarecidamente puedo, correspondan a esta deuda supliendo y cantando ellos con
mas reposada y sonora voz lo que yo he faltado llorando con la trabajosa
mia.
No dixo mas Thelesio, ni aun fuera menester dezirlo para
-fol. 309r-
que los pastores se mouiessen a hazer lo que se les
rogaua; porque luego, sin replicar cosa alguna, Tyrsi sacó su rabel, y
hizo señal a Damon que lo mesmo hiziesse, a quien acompañaron
luego Elicio y Lauso y todos los pastores que alli instrumentos tenian, y a
poco
—195→
espacio formaron vna tan triste y agradable musica, que,
aunque regalaua los oydos, mouia los coraçones a dar señales de
tristeza, con lagrimas que los ojos derramauan. Iuntauase a esto la dulce
armonia de los pintados y muchos paxarillos que por los ayres cruzauan, y
algunos sollozos que las pastoras, ya tiernas y mouidas con el razonamiento de
Thelesio y con lo que los pastores hazian, de quando en quando de sus hermosos
pechos arrancauan; y era de suerte que, concordandose el son de la triste
musica y el de la alegre armonia de los xilguerillos, calandrias y
ruyseñores, y el amargo de los profundos gemidos, formaua todo junto vn
tan estraño y lastimoso concento, que no ay lengua que encarecerlo
pueda. De
-fol. 309v-
alli [a] poco espacio, cessando los demas
instrumentos, solos los quatro de Tyrsi, Damon, Elicio y de Lauso se
escucharon, los quales, llegandose al sepulchro de Meliso, a los quatro lados
del sepulchro, señal por donde todos los presentes entendieron que
alguna cosa cantar querian, y assi les prestaron vn marauilloso y sossegado
silencio, y luego el famoso Tyrsi, con leuantada, triste y sonora voz,
ayudandole Elicio, Damon y Lauso, desta manera començo a cantar:
Tyrsi, que començado hauia la triste y dolorosa elegia, fue
el que la puso fin, sin que le pusiessen por vn buen espacio a las lagrimas
todos los que el lamentable canto escuchado hauian. Mas, a esta sazon, el
venerable Thelesio les dixo:
-Pues hauemos cumplido en parte gallardos y comedidos pastores,
con la obligacion que al venturoso Meliso tenemos, poned por agora silencio a
vuestras tiernas lagrimas, y dad algun vado a vuestros dolientes sospiros, pues
ni por ellas ni ellos podemos cobrar la pérdida que lloramos; y puesto
que el humano sentimiento
-fol. 313v-
no pueda dexar de
mostrarle en los aduersos acaecimientos, todavia es menester templar la demasia
de sus accidentes con la razon que al discreto acompaña; y, aunque las
lagrimas y sospiros sean señales del amor que se
—205→
tiene al
que se llora, mas prouecho consiguen las almas por quien se derraman con los
pios sacrificios y deuotas oraciones que por ellas se hazen, que si todo el mar
Occeano por los ojos de todo el mundo hecho lagrimas se destilasse. Y por esta
razon, y por la que tenemos de dar algun aliuio a nuestros cansados cuerpos,
será bien que, dexando lo que nos resta de hazer para el venidero dia,
por agora, visiteys vuestros çurrones, y cumplays con lo que naturaleza
os obliga.
Y, en diziendo esto, dio orden como todas las pastoras estuuiessen
a vna parte del valle, junto a la sepultura de Meliso, dexando con ellas seys
de los mas ancianos pastores que alli auia, y los demas, poco desuiados dellas,
en otra parte se estuuieron; y luego, con lo que en los çurrones trayan,
y con el agua de la clara fuente, satisfizieron a la comun necessidad
-fol. 314r-
de la hambre, acabando a tiempo que ya la noche
vestia de vna mesma color todas las cosas debaxo de nuestro orizonte
contenidas, y la luziente luna mostraua su rostro hermoso y claro en toda la
entereza que tiene quando mas el ruuio hermano sus rayos le comunica. Pero, de
alli a poco rato, leuantandose vn alterado viento, se començaron a ver
algunas negras nuues, que algun tanto la luz de la casta diosa encubrian,
haziendo sombras en la tierra, señales por donde algunos pastores que
alli estauan, en la rustica astrologia maestros, algun venidero turbion y
borrasca esperauan; mas todo paró en no mas de quedar
—206→
la
noche parda y serena, y en acomodarse ellos a descansar sobre la fresca yerua,
entregando los ojos al dulce y reposado sueño, como lo hizieron todos,
si no algunos que repartieron como en centinelas la guarda de las pastoras, y
la167 de algunas antorchas que al rededor de la sepultura de Meliso
ardiendo quedauan. Pero ya que el sossegado silencio se estendio por todo aquel
sagrado valle, y ya que el
-fol. 314v-
pereçoso Morfeo
hauia con el bañado ramo168 toca(n)do las sienes y parpados de todos los presentes, a
tiempo que a la redonda de nuestro polo buena parte las errantes estrellas
andado hauian, señalando los puntuales cursos de la noche, en aquel
instante, de la mesma sepultura de Meliso se leuantó vn grande y
marauilloso fuego, tan luziente y claro, que en vn momento todo el escuro valle
quedó con tanta claridad como si el mesmo sol le alumbrara; por la qual
improuisa marauilla, los pastores que despiertos junto a la sepultura estauan,
cayeron atonitos en el suelo, deslumbrados y ciegos con la luz del transparente
fuego, el qual hizo contrario effecto en los demas que durmiendo estauan,
porque, heridos de sus rayos, huyó dellos el pesado sueño, y,
aunque con difficultad alguna, abrieron los dormidos ojos, y, viendo la
estrañeza de la luz que se les mostraua, confusos y admirados quedaron;
y assi, qual en pie, qual recostado, y qual sobre las rodillas puesto, cada
vno, con admiracion y espanto, el
-fol. 315r-
claro fuego
miraua, todo lo qual visto por Thelesio, adornandose
—207→
en vn punto
de las sacras vestiduras, acompañado de Elicio, Tyrsi, Damon, Lauso y de
otros animosos pastores, poco a poco se començo a llegar al fuego, con
intencion de, con algunos licitos y acomodados exorcismos, procurar deshazer o
entender de do procedia la estraña vision que se les mostraua. Pero, ya
que llegauan cerca de las encendidas llamas, vieron que, diuidiendose en dos
partes, en medio dellas parecia vna tan hermosa y agraciada nimpha, que en
mayor admiracion les puso que la vista del ardiente fuego. Mostraua estar
vestida de vna rica y sotil tela de plata, recogida y retirada a la cintura, de
modo que la mitad de las piernas se descubrian, adornadas con vnos co(n)turnos
o calçado justo dorados, llenos de infinitos lazos de listones de
differentes colores; sobre la tela de plata traya otra vestidura de verde y
delicado cendal, que, lleuado a vna y a otra parte por vn ventezillo que
mansamente soplaua, estremadamente
-fol. 315v-
parecia; por las
espaldas traya esparzidos los mas luengos y rubios cabellos que jamas ojos
humanos vieron, y sobre ellos vna guirnalda sólo de verde laurel
compuesta; la mano derecha occupaua con vn alto ramo de amarilla y vencedora
palma, y la yzquierda con otro de verde y pacifica oliba, con los quales
ornamentos tan hermosa y admirable se mostraua, que a todos los que la mirauan
tenia colgados de su vista; de tal manera, que, desechando de si el temor
primero, con seguros passos al rededor del fuego se llegaron,
—208→
persuadiendose que, de tan hermosa vision, ningun daño podia
succederles. Y estando, como se ha dicho, todos transportados en mirarla, la
bella nimpha abrio los braços a vna y a otra parte, y hizo que las
apartadas llamas mas se apartassen y diuidiessen, para dar lugar a que mejor
pudiesse ser mirada, y luego, leuantando el sereno rostro, con gracia y
grauedad estraña, a semejantes razones dio principio:
-Por los effectos que mi improuisa vista ha causado en vuestros
coraçones,
-fol. 316r-
discreta y agradable
compañia, podeys considerar que no en virtud de malignos espiritus ha
sido formada esta figura mia que aqui se os representa, porque vna de las
razones por do se conosce ser vna vision buena o mala, es por los effectos que
haze en el ánimo de quien la mira; porque la buena, aunque cause en el
admiracion y sobresalto, el tal sobresalto y admiracion viene mezclado con vn
gustoso alboroto, que a poco rato le sossiega y satisfaze; al reues de lo que
causa la vision peruersa, la qual sobresalta, descontenta, atemoriza y jamas
assegura. Esta verdad os aclarará la experiencia quando me conozcays y
yo os diga quien soy y la occasion que me ha mouido a venir de mis remotas
moradas a visitaros. Y porque no quiero teneros colgados del desseo que teneys
de saber quien yo sea, sabed, discretos pastores y bellas pastoras, que yo soy
vna de las nueue donzellas que en las altas y sagradas cumbres de Parnaso169 tienen su propria y conoscida morada. Mi nombre es Caliope;
—209→
mi officio y condicion
-fol. 316v-
es fauorescer y
ayudar a los diuinos espiritus, cuyo loable exercicio es occuparse en la
marauillosa y jamas como deue alabada sciencia de la poesia; yo soy la que hize
cobrar eterna fama al antiguo ciego natural de Esmirna, por el solamente
famosa; la que hara viuir el mantuano Tytiro por todos los siglos venideros,
hasta que el tiempo se acabe; y la que haze que se tengan en cuenta, desde la
passada hasta la edad presente, los escriptos tan asperos como discretos del
antiquissimo Enio. En fin, soy quien fauorescio a Catulo, la que nombró
a Oracio, eternizó a Propercio, y soy la que con immortal fama tiene
conseruada la memoria del conoscido Petrarca, y la que hizo baxar a los escuros
infiernos y subir a los claros cielos al famoso Dante; soy la que ayudó
a texer al diuino Ariosto la variada y hermosa tela que compuso; la que en esta
patria vuestra tuuo familiar amistad con el agudo Boscan170 y con el famoso Garcilaso171, con el docto(r) y sabio Castillejo172 y el artificioso
Torres Naharro173,
-fol. 317r-
con cuyos ingenios, y
con los frutos dellos, quedó vuestra patria enriquescida y yo
satisfecha; yo soy la que moui la pluma del celebrado Aldana174, y la que no dexó jamas el lado de don Fernando de
Acuña175, y la que me precio de la estrecha amistad y
conuersacion que siempre tuue con la bendita alma del cuerpo que en esta
sepultura yaze, cuyas obsequias, por vosotros celebradas, no sólo han
alegrado su espiritu, que ya por la region eterna se passea, sino que a mi
—210→
me han satisfecho de suerte que, forçada, he venido a
agradeceros tan loable y piadosa costumbre como es la que entre vosotros se
vsa; y assi, os prometo, con las veras que de mi virtud pueden esperarse, que,
en pago del beneficio que a las cenizas de mi querido y amado Meliso haueys
hecho, de hazer siempre que en vuestras riberas jamas falten pastores que en la
alegre sciencia de la poesia a todos los de las otras riberas se auentajen;
fauorescere ansimesmo siempre vuestros consejos, y guiaré vuestros
entendimientos, de
-fol. 317v-
manera que nunca deys torcido
voto quando decreteys quien es merescedor de enterrarse en este sagrado valle;
porque no será bien que, de honra tan particular y señalada, y
que sólo es merescida de los blancos y canoros cysnes, la vengan a gozar
los negros y roncos cueruos. Y assi, me parece que será bien daros
alguna noticia agora de algunos señalados varones que en esta vuestra
España viuen, y algunos en las apartadas Indias a ella subjetas, los
quales, si todos o alguno dellos su buena ventura le truxere a acabar el curso
de sus dias en estas riberas, sin duda alguna le podeys conceder sepultura en
este famoso sitio. Junto con esto, os quiero aduertir que no entendays que los
primeros que nombrare son dignos de mas honra que los postreros, porque en esto
no pienso guardar orden alguna: que, puesto que yo alcanço la
differencia que el vno al otro y los otros a los otros hazen, quiero dexar esta
declaracion en duda, porque vuestros ingenios
—211→
en entender la
differencia de los suyos tengan en que exercitarse,
-fol. 318r-
de los quales daran testimonio sus obras. Yrelos nombrando como se me vinieren
a la memoria, sin que ninguno se atribuya a que ha sido fauor que yo le he
hecho en auerme acordado del primero que de otro, porque, como digo, a
vosotros, discretos pastores, dexo que despues les deys el lugar que os
paresciere que de justicia se les deue. Y para que con menos pesadumbre y
trabajo a mi larga relacion esteys atentos, harela de suerte que sólo
sintays disgusto por la breuedad della.
Calló diziendo esto la bella nimpha, y luego tomó
vna harpa que junto a si tenia, que hasta entonces de ninguno hauia sido vista,
y, en començandola a tocar, parece que començo a esclarecerse el
cielo, y que la luna, con nueuo y no vsado resplandor, alumbraua la tierra; los
arboles, a despecho de vn blando zefiro que soplaua, tuuieron quedas las ramas;
y los ojos de todos los que alli estauan no se atreuian a abaxar los parpados,
porque, aquel breue punto que se tardauan en alçarlos, no se priuassen
de la gloria que
-fol. 318v-
en mirar la hermosura de la nimpha
gozauan; y aun quisieran todos que todos sus cinco sentidos se conuirtieran en
el del oyr solamente: con tal estrañeza, con tal dulçura, con
tanta suauidad tocaua la harpa la bella musa, la qual, despues de hauer
tañido vn poco, con la mas sonora voz que imaginarse puede, en
semejantes versos dio principio:
No hauia aun bien acabado la hermosa nimpha los vltimos accentos
de su sabroso canto, quando, tornandose a juntar las llamas, que diuididas
estauan, la cerraron en medio, y luego poco a poco consumiendose, en breue
espacio desaparecio el ardiente fuego y la discreta
—237→
musa delante
de los ojos de todos, a tiempo
-fol. 340v-
que ya la clara
aurora començaua a descubrir sus frescas y rosadas mexillas por el
espacioso cielo, dando alegres muestras del venidero dia. Y luego el venerable
Thelesio, puniendose encima de la sepultura de Meliso, y rodeado de toda la
agradable compañia que alli estaua, prestandole todos vna agradable
atencion y estraño silencio, desta manera començo a dezirles:
-Lo que esta passada noche en este mesmo lugar y por vuestros
mesmos ojos haueys visto, discretos y gallardos pastores y hermosas pastoras,
os aura dado a entender quan acepta es al cielo la loable costumbre que tenemos
de hazer estos anales sacrificios y honrosas obsequias por las felices almas de
los cuerpos que por decreto vuestro en este famoso valle tener sepultura
merescieron. Digoos esto, amigos míos, porque de aqui adelante con mas
feruor y diligencia acudays a poner en effecto tan sancta y famosa obra, pues
ya veys de quan raros y altos espiritus nos ha dado noticia la bella Caliope,
que todos son dignos,
-fol. 341r-
no sólo de las
vuestras, pero de todas las possibles alabanças. Y no penseys que es
pequeño el gusto que he rescibido en saber por tan verdadera relacion
quan grande es el número de los diuinos ingenios que en nuestra
España oy viuen, porque siempre ha estado y está en opinion de
todas las naciones estrangeras que no son muchos, sino pocos, los espiritus que
en la sciencia de la
—238→
poesia en ella muestran que le tienen
leuantado, siendo tan al reues como se parece, pues cada vno de los que la
nimpha ha nombrado al mas agudo estrangero se auentaja, y darian claras
muestras dello, si en esta nuestra España se estimasse en tanto la
poesia como en otras prouincias se estima. Y assi, por esta causa, los insignes
y claros ingenios que en ella se auentajan, con la poca estimacion que dellos
los principes y el vulgo hazen, con solos sus entendimientos comunican sus
altos y estraños conceptos, sin osar publicarlos al mundo, y tengo para
mi que el cielo deue de ordenarlo desta manera, porque no meresce
-fol. 341v-
el mundo ni el mal considerado siglo nuestro, gozar
de manjares al alma tan gustosos. Mas porque me parece, pastores, que el poco
sueño desta passada noche y las largas ceremonias nuestras os tendran
algun tanto fatigados y desseosos de reposo, será bien que, haziendo lo
poco que nos falta para cumplir nuestro intento, cada vno se buelua a su
cabaña o al aldea, lleuando en la memoria lo que la musa nos dexa
encomendado.
Y, en diziendo esto, se abaxó de la sepultura, y tornandose
a coronar de nueuas y funestas ramas, tornó a rodear la pira tres vezes,
siguiendole todos y acompañandole en algunas deuotas oraciones que
dezia. Esto acabado, teniendole todos en medio, boluio el graue rostro a vna y
otra parte, y, baxando la cabeça, y mostrando agradescido semblante y
amorosos ojos,
—239→
se despidio de toda la compañia, la qual,
yendose quien por vna y quien por otra parte de las quatro salidas que aquel
sitio tenia, en poco espacio se deshizo y diuidio toda, quedando solos los del
aldea de Aurelio,
-fol. 342r-
y con ellos Timbrio, Silerio,
Nisida y Blanca, con los famosos pastores Elicio, Tyrsi, Damon, Lauso, Erastro,
Daranio, Arsindo y los quatro lastimados, Orompo, Marsil[i]o, Crysio y Orfenio,
con las pastoras Galatea, Florisa285, Silueria y su amiga Belisa, por quien Marsil[i]o moria.
Iuntos, pues, todos estos, el venerable Aurelio les dixo que sería bien
partirse luego de aquel lugar, para llegar a tiempo de passar la siesta en el
arroyo de las Palmas, pues tan acomodado sitio era para ello. A todos parecio
bien lo que Aurelio dezia, y luego con reposados passos hazia donde el dixo se
encaminaron. Mas como la hermosa vista de la pastora Belisa no dexasse reposar
los espiritus de Marsil[i]o, quisiera el, si pudiera y le fuera licito,
llegarse a ella y dezirle la sin razon que con el vsaua; mas, por no perder el
decoro que a la honestidad de Belisa se deuia, estauase el triste mas mudo de
lo que hauia menester su desseo. Los mesmos effectos y accidentes hazía
amor en las almas de los enamorados Elicio y Erastro, que cada
-fol. 342v-
qual por si quisiera dezir a Galatea lo que ya ella
bien sabía. A esta sazon dixo Aurelio:
-No me parece bien, pastores, que os mostreys tan auaros que no
querays corresponder y pagar lo que deueys a las calandrias y ruyseñoles
—240→
y a los otros pintados paxarillos que por entre estos arboles con
su no aprendida y marauillosa armonia os van entretiniendo y regozijando; tocad
vuestros instrumentos y leuantad vuestras sonoras vozes, y mostraldes que el
arte y destreza vuestra en la musica a la natural suya se auentaja; y con tal
entretenimiento sentiremos menos la pesadumbre del camino y los rayos del sol,
que ya parece que van amenazando el rigor con que esta siesta han de herir la
tierra.
Poco fue menester para ser Aurelio obedecido, porque luego Erastro
tocó su çampoña, y Arsindo su rabel, al son de los quales
instrumentos, dando todos la mano a Elicio, el començo a cantar desta
manera:
Pareciole a Marsil[i]o que, lo que Elicio hauia cantado, tan a su
proposito hazía, que quiso seguirle en el mesmo concepto; y assi, sin
esperar que otro le tomasse la mano, al son de los mesmos instrumentos, desta
manera començo a cantar:
Con vn profundo sospiro dio fin a su canto el lastimado
Marsil[i]o; y luego Erastro, dando su çampoña, sin mas detenerse,
desta manera començo a cantar:
A todos parecio bien la orden que los pastores en sus canciones
guardauan, y con desseo atendian a que Tyrsi o Damon començassen; mas
presto se le cumplio Damon, pues, en acabando Crysio, al son de su mesmo rabel,
cantó desta manera:
El canto de Damon acabó de confirmar en Timbrio y en
Silerio la buena opinion que del raro ingenio de los pastores que alli estauan
hauian concebido; y mas quando, a persuasion de Tyrsi y de Elicio, el ya libre
y desdeñoso
—248→
Lauso, al son de la flauta de Arsindo, solto
la voz en semejantes versos:
Acabó Lauso su canto, y, aunque el creyo que ninguno le
entendia, por ignorar el disfraçado nombre de Silena, mas de tres de los
que alli yuan la conoscieron, y aun se marauillaron que la modestia de Lauso a
offender alguno se estendiesse; principalmente a la disfraçada pastora,
de quien tan enamorado le hauian visto. Pero en la opinion de Damon, su amigo,
quedó bien disculpado, porque conoscia el término de Silena y
sabia el que con
-fol. 351r-
Lauso hauia vsado, y de lo que no
dixo se marauillaua. Acabó, como se ha dicho, Lauso, y como Galatea
estaua informada del estremo de la voz de Nisida, quiso, por obligarla, cantar
ella primero; y por esto, antes que otro pastor començasse, haziendo
señal a Arsindo que en tañer su flauta procediesse, al son della,
con su estremada voz, cantó desta manera:
Bien se echó de ver en el canto de Galatea que respondia al
malicioso de Lauso, y que no estaua mal con las voluntades libres, sino con las
lenguas maliciosas y los animos dañados, que, en no alcançando lo
que quieren, conuierten el amor que vn tiempo mostraron en vn odio malicioso y
detestable, como ella en Lauso imaginaua; pero quiça saliera deste
engaño, si la buena condicion de Lauso conosciera, y la mala de Silena
no ignorara. Luego que Galatea acabó de cantar, con corteses palabras
rogo a Nisida que lo mesmo hiziesse; la qual, como era tan comedida como
hermosa, sin hazerse de rogar, al son de la çampoña de Florisa,
cantó desta suerte:
Quando Nisida acabó de cantar y acabó de admirar a
Galatea y a los que escuchado la hauian, estauan ya bien cerca del lugar adonde
tenian determinado de passar la siesta; pero en aquel poco espacio le tuuo
Belisa para cumplir lo que Silueria le rogo, que fue que algo cantasse; la
qual, acompañandola el son de la flauta de Arsindo, cantó lo que
se sigue:
Al alma del lastimado Marsil[i]o llegaron los libres versos de la
pastora, por la poca esperança que sus palabras prometian de ser
mejoradas sus obras; pero como era tan firme la fe
—254→
con que la
amaua, no pudieron las notorias
-fol. 353v-
muestras de libertad
que hauia oydo, hazer que el no quedasse tan sin ella como hasta entonces
estaua. Acabóse en esto el camino de llegar al arroyo de las Palmas, y,
aunque no lleuaran intencion de passar alli la siesta, en llegando a el, y en
viendo la comodidad del hermoso sitio, el mismo a no passar adelante les
forçara. Llegados, pues, a el, luego el venerable Aurelio ordenó
que todos se sentassen junto al claro y espejado arroyo, que por entre la
menuda yerua corria, cuyo nascimiento era al pie de vna altissima y antigua
palma, que, por no hauer en todas las riberas de Tajo sino aquella, y otra que
junto a ella estaua, aquel lugar y arroyo el de las Palmas era llamado; y,
despues de sentados, con mas voluntad y llaneza que de costosos manjares, de
los pastores de Aurelio fueron seruidos, satisfaziendo la sed con las claras y
frescas aguas que el limpio arroyo les offrescia; y, en acabando la breue y
sabrosa comida, algunos
-fol. 354r-
de los pastores se
diuidieron y apartaron a buscar algun apartado y sombrio lugar donde restaurar
pudiessen las no dormidas horas de la passada noche; y sólo se quedaron
solos los de la compañia y aldea de Aurelio, con Timbrio, Silerio,
Nisida y Blanca, Tyrsi y Damon, a quien les parecio ser mejor gustar de la
buena conuersacion que alli se esperaua, que de qualquier otro gusto que el
sueño offrecerles podia. Adiuinada, pues, y casi conoscida esta su
intencion de Aurelio, les dixo:
—255→
-Bien será, señores, que los que aqui estamos, ya
que entregarnos al dulce sueño no hauemos querido, que este tiempo que
le hurtamos no dexemos de aprouecharle en cosa que mas de nuestro gusto sea; y
la que a mi me parece que no podra dexar de darnosle, es que cada qual, como
mejor supiere, muestre aqui la agudeza de su ingenio, proponiendo alguna
pregunta o enigma, a quien esté obligado a responder el compañero
que a su lado estuuiere; pues
-fol. 354v-
con este exercicio se
grangearán dos cosas: la vna, passar con menos enfado las horas que aqui
estuuieremos; la otra, no cansar tanto nuestros oydos con oyr siempre
lamentaciones de amor y endechas enamoradas.
Conformaronse todos luego con la voluntad de Aurelio, y, sin
mudarse del lugar do estauan, el primero que començo a preguntar fue el
mesmo Aurelio, diziendo desta manera:
Tocó la respuesta desta pregunta al anciano Arsindo, que
junto a Aurelio estaua; y, hauiendo
-fol. 355v-
vn poco
considerado lo que significar podia, al fin le dixo:
-Pareceme, Aurelio, que la edad nuestra nos fuerça a andar
mas enamorados de lo que significa tu pregunta que no de la mas gallarda
pastora que se nos pueda offrecer, porque, si no me engaño, el poderoso
y conoscido que dizes es el vino, y en el quadran todos los atributos que le
has dado.
-Verdad dizes, Arsindo -respondio Aurelio-, y estoy para dezir que
me pesa de hauer propuesto pregunta que con tanta facilidad
—257→
aya
sido declarada; mas di tu la tuya, que al lado tienes quien te la sabra
desatar, por mas añudada que venga.
Era Damon el que al lado de Arsindo estaua, el qual, a penas hauia
acabado Arsindo su pregunta, quando le dixo:
-Pareceme, Arsindo, que no es tan escura tu demanda como lo que
significa, porque, si mal no estoy en ella, el carbon es por quien dizes que
muerto se llama varon, y encendido y viuo brasa, que es nombre de hembra, y
todas
—258→
las demas partes le conuienen en todo como esta; y si
quedas con la mesma pena que Aurelio, por la facilidad con que tu pregunta ha
sido entendida, yo os quiero tener compañia en ella, pues Tyrsi, a quien
toca responderme, nos hara yguales.
-Bien es, amigo Damon -dixo luego Tyrsi-, que salga verdadera tu
porfia, y que quedes con la pena de Aurelio y Arsindo, si alguna tienen, porque
te hago saber que se que lo que encubre tu pregunta es la carta y el pliego de
cartas.
Concedio Damon lo que Tyrsi dixo, y luego Tyrsi propuso desta
manera:
En confusion puso a Elicio la pregunta de Tyrsi, porque a el
tocaua responder a ella, y casi estuuo por darse, como dizen, por vencido;
pero, a cabo de poco, vino a dezir que era la celosia, y, concediendolo Tyrsi,
luego Elicio preguntó lo siguiente:
No podia Timbrio atinar con lo que significaua
-fol. 358r-
la pregunta de Elicio, y casi començo a
correrse de ver que mas que otro alguno se tardaua en la respuesta; mas ni aun
por esso venia en el sentido della; y tanto se detuuo, que Galatea, que estaua
despues de Nisida, dixo:
-Si vale a romper la orden que está dada, y puede responder
el que primero supiere, yo por mi digo que se lo que significa la propuesta
enigma, y estoy por declararla, si el señor Timbrio me da licencia.
-Por cierto, hermosa Galatea -respondio Timbrio-, que conozco yo
que, assi como a mi me falta, os sobra a vos ingenio para aclarar mayores
difficultades; pero, con todo esso, quiero que tengays paciencia hasta que
Elicio la torne a dezir, y, si desta vez no la acertare, confirmarse ha con mas
veras la opinion que de mi ingenio y del vuestro tengo.
Tornó Elicio a dezir su pregunta, y luego Timbrio
declaró lo que era, diziendo:
-Con lo mesmo que yo pense que tu demanda, Elicio, se escurescia,
con esso mesmo me parece que se declara, pues el vltimo verso
—261→
dize que te digan que es cosa y
-fol. 358v-
cosa, y assi yo te
respondo a lo que me dizes, y digo que tu pregunta es el que es cosa y cosa, y
no te marauilles hauerme tardado en la respuesta, porque mas me marauillara yo
de mi ingenio si mas presto respondiera, el qual mostrará quien es en el
poco artificio de mi pregunta, que es esta:
TIMBRIO
¿Quien es el que, a su pesar,
mete sus pies por los ojos,
y, sin causarles enojos,
les haze luego cantar?
El sacarlos es de gusto,
5
aunque, a vezes, quien los saca,
no sólo su mal no aplaca,
mas cobra mayor disgusto.
A Nisida tocaua responder a la pregunta de Timbrio; mas no fue
possible que la adeuinassen ella ni Galatea, que se le seguian; y viendo Orompo
que las pastoras se fatigauan en pensar lo que significaua, les dixo:
-No os canseys, señoras, ni fatigueys vuestros
entendimientos
-fol. 359r-
en la declaracion desta enigma,
porque podria ser que ninguna de vosotras en toda su vida huuiesse visto la
figura que la pregunta encubre, y assi no es mucho que no deys en ella; que si
de otra suerte fuera, bien seguros estauamos de vuestros entendimientos, que,
en menos espacio, otras mas difficultosas
—262→
huuierades declarado; y
por esto, con vuestra licencia, quiero yo responder a Timbrio y dezirle que su
demanda significa vn hombre con grillos, pues quando saca los pies de aquellos
ojos que el dize, o es para ser libre, o para lleuarle al suplicio: porque
veays, pastoras, si tenia yo razon de imaginar que quiça ninguna de
vosotras hauia visto en toda su vida carceles ni prisiones.
-Yo por mi se dezir -dixo Galatea- que jamas he visto aprisionado
alguno.
Lo mesmo dixeron Nisida y Blanca, y luego Nisida propuso su
pregunta en esta forma:
Poco se tardó Galatea en responder a Nisida, porque luego
le dixo:
-Bien se que no me engaño, hermosa Nisida, si digo que a
ninguna cosa se puede mejor atribuyr tu enigma que a las tigeras de despauilar,
y a la vela o cirio que despauilan; y si esto es verdad, como lo es, y quedas
satisfecha
—263→
de mi respuesta, escucha ahora la mia, que no con
menos facilidad espero que será declarada de tu hermana, que yo he hecho
la tuya.
Considerando estaua Blanca lo que podia significar la enigma de
Galatea, quando vieron atrauessar corriendo, por junto al lugar donde estauan,
dos gallardos pastores, mostrando en la furia con que corrian que alguna cosa
de importancia les forçaua a mouer los passos con tanta ligereza, y
luego, en el mismo instante, oyeron vnas dolorosas vozes, como de personas que
socorro pedian; y con este sobresalto, se leuantaron todos y siguieron el tino
donde las vozes sonauan, y a pocos passos salieron de aquel deleytoso sitio y
dieron sobre la ribera del fresco Tajo -que por alli cerca mansamente corria-;
y a penas vieron el rio, quando se les offrecio a la vista la mas
estraña cosa que imaginar pudieran, porque vieron dos pastoras, al
parecer, de gentil donayre, que tenian a vn
-fol. 350v [360v]-
pastor
—264→
asido de las faldas del pellico con toda la fuerça
a ellas possible porque el triste no se ahogasse, porque tenia(n) ya el medio
cuerpo en el rio y la cabeça debaxo del agua, forcejando con los pies
por desasirse de las pastoras, que su desesperado intento estoruauan, las
quales ya casi querian soltarle, no pudiendo vencer al teson de su porfia con
las debiles fuerças suyas. Mas en esto llegaron los dos pastores que
corriendo hauian venido, y, asiendo al desesperado, le sacaron del agua a
tiempo que ya todos los demas llegauan, espantandose del estraño
espectaculo, y mas lo fueron quando conoscieron que el pastor que queria
ahogarse era Galercio, el hermano de Artidoro, y las pastoras eran Maurisa, su
hermana, y la hermosa Theolinda, las quales, como vieron a Galatea y a Florisa,
con lagrimas en los ojos, corrio Theolinda a abraçar a Galatea,
diziendo:
-¡Ay, Galatea, dulce amiga y señora mia, cómo
ha cumplido esta desdichada la palabra que te dio de boluer a verte y a dezirte
las nueuas de
-fol. 361r-
su contento!
-De que le tengas, Theolinda -respondio Galatea-, holgaré
yo tanto, quanto te lo assegura la voluntad que de mi para seruirte tienes
conoscida; mas paresceme que no acreditan tus ojos tus palabras, ni aun ellas
me satisfazen de modo que imagine buen successo de tus desseos.
En tanto que Galatea con Theolinda esto passaua, Elicio y Arsindo,
con los otros pastores,
—265→
hauian desnudado a Galercio, y, al
desceñirle el pellico, que, con todo el vestido, mojado estaua, se le
cayo vn papel del seno, el qual alçó Tyrsi, y abriendole, vio que
eran versos, y por no poderlos leer, por estar mojados, encima de vna alta rama
le puso al rayo del sol para que se enxugasse. Pusieron a Galercio vn gauan de
Arsindo, y el desdichado moço estaua como atonito y embelesado, sin
hablar palabra alguna, aunque Elicio le preguntaua que era la causa que a tan
estraño término le hauia conduzido; mas por el respondio su
hermana Maurisa, diziendo:
-Alçad los ojos, pastores, y vereys quien es la occasion
que al
-fol. 361v-
desgraciado de mi hermano en tan
estraños y desesperados puntos ha puesto.
Por lo que Maurisa dixo, alçaron los pastores los ojos, y
vieron encima de vna pendiente roca que sobre el rio caya vna gallarda y
dispuesta pastora, sentada sobre la mesma peña, mirando con
risueño semblante todo lo que los pastores hazian, la qual fue luego de
todos conoscida por la cruel Gelasia.
-Aquella desamorada, aquella desconoscida -siguio Maurisa-, es,
señores, la enemiga mortal deste desuenturado hermano mio, el qual, como
ya todas estas riberas saben, y vosotras no ignorays, la ama, la quiere y la
adora, y, en cambio de los continuos seruicios que siempre le ha hecho, y de
las lagrimas que por ella ha derramado, esta mañana, con el mas esquiuo
y
—266→
desamorado desden que jamas en la crueldad pudiera hallarse, le
mandó que de su presencia se partiesse, y que aora ni nunca jamas a ella
tornasse; y quiso tan de veras mi hermano obedecerla, que procuraua quitarse la
vida, por escusar la occasion de nunca traspassar
-fol. 362r-
su
mandamiento, y si, por dicha, estos pastores tan presto no llegaran, llegado
fuera ya el fin de mi alegria y el de los dias de mi lastimado hermano.
En admiracion puso lo que Maurisa dixo a todos los que la
escucharon, y mas admirados quedaron quando vieron que la cruel Gelasia, sin
mouerse del lugar donde estaua, y sin hazer cuenta de toda aquella
compañia, que los ojos en ella tenia puestos, con vn estraño
donayre y desdeñoso brio, sacó vn pequeño rabel de su
çurron, y parandosele a templar muy despacio, a cabo de poco rato, con
voz en estremo buena, començo a cantar desta manera:
Cantando estaua Gelasia, y, en el mouimiento y ademan de su
rostro, la desamorada condicion suya descubria. Mas apenas huuo llegado al
vltimo verso de su canto, quando se leuantó con vna estraña
ligereza; y como si de alguna cosa espantable huyera, assi començo a
correr por la peña abaxo, dexando a los pastores admirados de su
condicion y confusos de su corrida; mas luego vieron que era la causa della con
ver al enamorado Lenio, que, con tirante passo, por la mesma peña subia,
con intencion de llegar adonde Gelasia estaua; pero no quiso ella aguardarle,
por no faltar de corresponder en vn solo punto
-fol. 363r-
a la
crueldad de su proposito. Llegó el cansado Lenio a lo alto de la
peña quando ya Gelasia estaua al pie della, y viendo que no detenia el
passo, sino que con mas presteza por la espaciosa campaña le tendia, con
fatigado aliento y lasso espiritu, se sento en el mesmo lugar donde Gelasia
hauia estado, y alli començo con desesperadas razones a maldezir su
ventura y la hora en que alçó la vista a mirar a la cruel pastora
Gelasia; y, en aquel mesmo instante, como arrepentido de lo que dezia, tornaua
a bendezir sus ojos, y a tener por dichosa y
—268→
buena la occasion
que en tales terminos le tenia; y luego, incitado y mouido de vn furioso
accidente, arrojó lexos de si el cayado, y, desnudandose el pellico, le
entregó a las aguas del claro Tajo, que junto al pie de la peña
corria, lo qual visto por los pastores que mirandole estauan, sin duda creyeron
que la fuerça de la enamorada passion le sacaua de juyzio, y assi Elicio
y Erastro començaron a subir la peña para estoruarle que no
hiziesse algun otro desatino que
-fol. 363v-
le costasse mas
caro; y, puesto que Lenio los vio subir, no hizo otro mouimiento alguno sino
fue sacar de su çurron su rabel, y con vn nueuo y estraño reposo
se tornó assentar, y buelto el rostro hazia donde su pastora huya, con
voz suaue, y de lagrimas acompañada, començo a cantar desta
suerte:
En tanto que el lastimado pastor sus dolorosas
-fol. 364v-
quexas entonaua, estauan los demas pastores
reprehendiendo a Galercio su mal proposito, afeandole el dañado intento
que hauia mostrado. Mas el desesperado moço a ninguna cosa respondia, de
que no poco Maurisa se fatigaua, creyendo que, en dexandole solo, hauia de
poner en execucion su mal pensamiento. En este medio, Galatea y Florisa,
apartandose con Theolinda, le preguntaron que era la causa de su tornada, y si,
por ventura, auia sabido ya de su Artidoro, a lo qual ella respondio
llorando:
—270→
-No se que os diga, amigas y señoras mias, sino que el
cielo quiso que yo hallasse a Artidoro, para que enteramente le perdiesse;
porque abreys de saber que aquella mal considerada y traydora hermana mia, que
fue el principio de mi desuentura, aquella mesma ha sido la occasion del fin y
remate de mi contento, porque sabiendo ella, assi como llegamos con Galercio y
Maurisa a su aldea, que Artidoro estaua en vna montaña no lexos de alli
con su ganado, sin dezirme nada, se partio a buscarle;
-fol. 365r-
hallóle, y fingiendo ser yo -que para
sólo este daño ordenó el cielo que nos pareciessemos-, con
poca dificultad, le dio a entender que la pastora que en nuestra aldea le hauia
desdeñado era vna su hermana que en estremo le parecia. En fin, le conto
por suyos todos los passos que yo por el he dado, y los estremos de dolor que
he padecido; y como las entrañas del pastor estauan tan tiernas y
enamoradas, con harto menos que la traydora le dixera fuera del creyda, como la
creyo, tan en mi perjuyzio, que, sin aguardar que la fortuna mezclasse en su
gusto algun nueuo impedimento, luego en el mesmo instante dio la mano a
Leonarda de ser su legitimo esposo, creyendo que se la daua a Theolinda. Veys
aqui, pastoras, en que ha parado el fruto de mis lagrimas y sospiros; veys aqui
ya arrancada de rayz toda mi esperança; y, lo que mas siento, es que aya
sido por la mano que a sustentarla estaua mas obligada. Leonarda goza de
Artidoro por el medio del falso engaño
—271→
que os he contado,
-fol. 365v-
y puesto que ya el lo sabe, aunque deue de hauer
sentido la burla, hala dissimulado, como discreto. Llegaron luego al aldea las
nueuas de su casamiento, y con ellas las del fin de mi alegria; supose tambien
el artificio de mi hermana, la qual dio por disculpa ver que Galercio, a quien
tanto ella amaua, por la pastora Gelasia se perdia, y que assi le parecio mas
facil reduzir a su voluntad la enamorada de Artidoro, que no la desesperada de
Galercio; y que, pues los291 dos eran vno solo en quanto a la apariencia y gentileza, que
ella se tenia por dichosa y bien afortunada con la compañia de Artidoro.
Con esto se disculpa, como he dicho, la enemiga de mi gloria. Y assi yo, por no
verla gozar de la que de derecho se me deuia, dexé el aldea y la
presencia de Artidoro, y, acompañada de las mas tristes imaginaciones
que imaginarse pueden, venia a daros las nueuas de mi desdicha en
compañia de Maurisa, que ansimesmo viene con intencion de contaros lo
que Grisaldo ha hecho despues que supo el hurto de Rosaura. Y esta
mañana, al salir del sol, topamos
-fol. 366r-
con
Galercio, el qual, con tiernas y enamoradas razones, estaua persuadiendo a
Gelasia que bien le quisiesse; mas ella, con el mas estraño desden y
esquiueza que dezirse puede, le mandó que se le quitasse delante y que
no fuesse osado de jamas hallarla, y el desdichado pastor, apretado de tan
rezio mandamiento y de tan estraña crueldad, quiso cumplirle, haziendo
lo que haueys visto.
—272→
Todo esto es lo que por mi ha passado,
amigas mias, despues que de vuestra presencia me parti. Ved aora si tengo mas
que llorar que antes, y si se ha augmentado la occasion para que vosotras os
occupeys en consolarme, si a caso mi mal recibiesse consuelo.
No dixo mas Theolinda, porque la infinidad de lagrimas que le
vinieron a los ojos, y los sospiros que del alma arrancaua, impidieron el
officio a la lengua; y aunque las de Galatea y Florisa quisieron mostrarse
expertas y eloquentes en consolarla, fue de poco effecto su trabajo. Y, en el
tiempo que entre las pastoras estas razones passauan, se acabó de
enxugar el papel que Tyrsi a Galercio
-fol. 366v-
del seno
sacado hauia, y, desseoso de leerle, le tomó, y vio que desta manera
dezia:
Mejor le parecieron a Tyrsi los versos de Galercio que la
condicion de Gelasia, y quiriendoselos mostrar a Elicio, viole tan mudado de
color y de semblante, que vna imagen de muerto parescia; llegóse a el, y
quando le
-fol. 369r-
quiso preguntar si algun dolor le
fatigaua, no fue menester esperar su respuesta para entender la causa de su
pena, porque luego oyo publicar entre todos los que alli estauan como los dos
pastores que a Galercio socorrieron eran amigos del pastor lusitano con quien
el venerable Aurelio tenia concertado de casar a Galatea, los quales venian a
dezirle cómo de alli a tres dias el venturoso pastor vendria a su aldea
a concluyr el felicissimo desposorio, y luego vio Tyrsi que estas nueuas mas
nueuos y estraños accidentes de los causados hauian de causar en el alma
de Elicio; pero, con todo esto, se llegó a el y le dixo:
-Aora es menester, buen amigo, que te sepas
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valer de
la discrecion que tienes, pues en el peligro mayor se muestran los
coraçones valerosos; y assegurote que no se quien a mi me assegura que
ha de tener mejor fin este negocio de lo que tu piensas. Dissimula y calla, que
si la voluntad de Galatea no gusta de corresponder de todo en todo a la de su
padre, tu satisfaras la tuya, aprouechandote
-fol. 369v-
de las
nuestras, y aun de todo el fauor que te puedan offrescer quantos pastores ay en
las riberas deste rio y en las del manso Henares, el qual fauor yo te offrezco,
que bien imagino que el desseo que todos han conocido que yo tengo de
seruirles, les obligará a hazer que no salga en vano lo que aqui te
prometo.
Suspenso quedó Elicio viendo el gallardo y verdadero
offrescimiento de Tyrsi, y no supo ni pudo responderle mas que abraçarle
estrechamente y dezirle:
-El cielo te pague, discreto Tyrsi, el consuelo que me has dado,
con el qual, y con la voluntad de Galatea, que, a lo que creo, no
discrepará de la nuestra, sin duda, entiendo que tan notorio agrauio
como el que se haze a todas estas riberas en desterrar dellas la rara hermosura
de Galatea, no passe adelante.
Y tornandole a abraçar, tornó a su rostro la color
perdida; pero no tornó al de Galatea, a quien fue oyr la embaxada de los
pastores como si oyera la sentencia de su muerte. Todo lo notaua Elicio, y no
lo podia dissimular Erastro, ni menos la discreta
-fol. 370r-
Florisa, ni aun fue gustosa la nueua
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a ninguno de quantos alli
estauan. A esta sazon ya el sol declinaua su acostumbrada carrera, y assi por
esto, como por ver que el enamorado Lenio auia seguido a Gelasia, y que alli no
quedaua otra cosa que hazer, trayendo a Galercio y a Maurisa consigo, toda
aquella compañia mouio los passos hazia el aldea, y, al llegar junto a
ella, Elicio y Erastro se quedaron en sus cabañas, y con ellos Tyrsi,
Damon, Orompo, Crysio, Marsil[i]o, Arsindo y Orfenio se quedaron, con otros
algunos pastores, y de todos ellos, con corteses palabras y offrescimientos, se
despidieron los venturosos Timbrio, Silerio, Nisida y Blanca, diziendoles que
otro dia se pensauan partir a la ciudad de Toledo, donde hauia de ser el fin de
su viaje, y abraçando a todos los que con Elicio quedauan, se fueron con
Aurelio, con el qual yuan Florisa, Theolinda y Maurisa, y la triste Galatea,
tan congoxada y pensatiua, que, con toda su discrecion, no podia dexar de dar
muestras de estraño descontento; con Daranio se fueron
-fol. 370v-
su esposa Silueria y la hermosa Belisa. Cerró
en esto la noche, y pareciole a Elicio que con ella se le cerrauan todos los
caminos de su gusto; y si no fuera por agasajar con buen semblante a los
huespedes que tenia aquella noche en su cabaña, el la passara tan mala,
que desesperara de ver el dia. La mesma pena passaua el misero Erastro, aunque
con mas aliuio, porque, sin tener respecto a nadie, con altas vozes y
lastimeras palabras maldezia su ventura y la acelerada determinacion de
—278→
Aurelio. Estando en esto, ya que los pastores hauian satisfecho a
la hambre con algunos rusticos manjares, y algunos dellos entregadose en los
braços del reposado sueño, llegó a la cabaña de
Elicio la hermosa Maurisa, y, hallando a Elicio a la puerta de su
cabaña, le apartó y le dio vn papel, diziendole que era de
Galatea, y que le leyesse luego, que, pues ella a tal hora le traya,
entendiesse que era de importancia lo que en el deuia de venir. Admirado el
pastor de la venida de Maurisa, y mas de ver en sus manos papel de su pastora,
-fol. 371r-
no pudo sossegar vn punto hasta leerle; y,
entrandose en su cabaña, a la luz de vna raja de teoso pino, le leyo, y
vio que ansi dezia:
GALATEA A ELICIO
«En la apressurada determinacion de mi padre
está la que yo he tomado de escrebirte, y en la fuerça que me
haze la que a mi mesma me he hecho hasta llegar a este punto. Bien sabes en el
que estoy, y se yo bien que quisiera verme en otro mejor, para pagarte algo de
lo mucho que conozco que te deuo; mas si el cielo quiere que yo quede con esta
deuda, quexate del, y no de la voluntad mia. La de mi padre quisiera mudar, si
fuera possible; pero veo que no lo es, y assi, no lo intento. Si algun remedio
por alla imaginas, como en el no interuengan ruegos, ponle en effecto, con el
miramiento que
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a tu credito deues y a mi honra estás
obligado. El que me dan por esposo y el que me ha de dar sepultura, viene
passado mañana: poco tiempo te
-fol. 371v-
queda para
aconsejarte, aunque a mi me quedará harto para arrepentirme. No digo
mas, sino que Maurisa es fiel y yo desdichada.»
En estraña confusion pusieron a Elicio las razones de la
carta de Galatea, pareciendole cosa nueua, ansi el escribirle, pues hasta
entonces jamas lo hauia hecho, como el mandarle buscar remedio a la sinrazon
que se le hazía; mas, passando por todas estas cosas, sólo
paró en imaginar cómo cumpliria lo que le era mandado, aunque en
ello auenturasse mil vidas, si tantas tuuiera. Y no offreciendosele otro algun
remedio sino el que de sus amigos esperaua, confiado en ellos, se atreuio a
responder a Galatea con vna carta que dio a Maurisa, la qual desta manera
dezia:
ELICIO A GALATEA
«Si las fuerças de mi poder llegaran al
desseo que tengo de seruiros, hermosa
-fol. 372r-
Galatea, ni la
que vuestro padre os haze, ni las mayores del mundo, fueran parte para
offenderos; pero, como quiera que ello sea, vos vereys aora, si la sinrazon
passa adelante, cómo yo no me quedo atras en hazer vuestro mandamiento
por la via mejor que el caso pidiere. Assegureos esto la
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fe que
de mi teneys conoscida, y hazed buen rostro a la fortuna presente, confiada en
la bonança venidera: que el cielo, que os ha mouido a acordaros de mi y
a escriuirme, me dara valor para mostrar que en algo merezco la merced que me
haueys hecho: que, como sea obedeceros, ni recelo ni temor seran parte para que
yo no ponga en effecto lo que a vuestro gusto conuiene y al mio tanto importa.
No mas, pues lo mas que en esto ha de hauer sabreys de Maurisa, a quien yo he
dado cuenta dello; y si vuestro parecer con el mio no se conforma, sea yo
auisado, porque el tiempo no se passe, y con el la sazon de nuestra ventura, la
qual os de el cielo como puede, y como vuestro valor meresce.»
Dada esta carta a Maurisa, como está dicho, le dixo
assimesmo cómo el pensaua juntar todos los mas pastores que pudiesse, y
que todos juntos yrian a hablar al padre de Galatea, pidiendole por merced
señalada fuesse seruido de no desterrar de aquellos prados la sin par
hermosura suya; y quando esto no bastasse, pensaua poner tales inconuinientes y
miedos al lusitano292 pastor, que el mesmo dixesse no ser contento de lo
concertado; y quando los ruegos y astucias no fuessen de prouecho alguno,
determinaua vsar la fuerça, y con ella ponerla en su libertad; y esto
con el miramiento de su credito que se podia esperar de quien tanto la amaua.
Con esta resolucion se fue Maurisa, y
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esta mesma tomaron luego
todos los pastores que con Elicio estauan, a quien el dio cuenta de sus
pensamientos y pidio fauor y consejo en tan arduo caso. Luego Tyrsi y Damon se
offrescieron de ser aquellos que al padre de Galatea hablarian. Lauso, Arsindo
y Erastro, con los quatro amigos Orompo, Marsil[i]o, Crysio
-fol. 373r-
y Orfenio, prometieron de buscar y juntar para el
dia siguiente sus amigos, y poner en obra con ellos qualquiera cosa que por
Elicio les fuesse mandada. En tratar lo que mas al caso conuenia y en tomar
este apuntamiento, se passó lo mas de aquella noche, y, la mañana
venida, todos los pastores se partieron a cumplir lo que prometido auian, si no
fueron Tyrsi y Damon, que con Elicio se quedaron. Y aquel mesmo dia
tornó a venir Maurisa a dezir a Elicio cómo Galatea estaua
determinada de seguir en todo su parecer. Despidiola Elicio con nueuas
promessas y confianças, y con alegre semblante y estraño
alboroço estaua esperando el siguiente dia, por ver la buena o mala
salida que la fortuna daua a su hecho. Llegó en esto la noche, y,
recogiendose con Damon y Tyrsi a su cabaña, casi todo el tiempo della
passaron en tantear y aduertir las dificultades que en aquel negocio podian
succeder, si a caso no mouian a Aurelio las razones que Tyrsi pensaua dezirle.
Mas Elicio, por dar lugar a los pastores
-fol. 373v-
que
reposassen, se salio de su cabaña y se subio en vna verde cuesta que
frontero de ella se leuantaua, y alli, con el aparejo de la soledad, reboluia
en su memoria
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todo lo que por Galatea hauia padecido y lo que
temia padecer, si el cielo a sus intentos no fauorescia; y sin salir desta
imaginacion, al son de vn blando zefiro que mansamente soplaua, con voz suaue y
baxa, començo a cantar desta manera:
Quando Elicio acabó su canto, començaua a
descubrirse por las orientales puertas la fresca aurora con sus hermosas y
variadas mexillas, alegrando el suelo, aljofarando las yeruas y pintando los
prados, cuya desseada venida començaron luego a saludar las parleras
aues con mil suertes de concertadas cantilenas. Leuantóse en esto
Elicio, y tendio los ojos por la espaciosa
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campaña;
descubrio no lexos dos esquadras de pastores, los quales, segun le parescio,
hazia su cabaña se encaminauan, como era la verdad porque luego conoscio
que eran sus amigos Arsindo y Lauso, con otros que consigo trayan, y los otros,
Orompo, Marsil[i]o, Crysio y Orfenio, con todos los mas amigos que juntar
pudieron. Conoscidos, pues, de Elicio, baxó de la cuesta para yr a
recebirlos, y, quando ellos llegaron junto de la cabaña, ya estauan
fuera della Tyrsi y Damon, que a buscar a Elicio
-fol. 374v-
yuan. Llegaron en esto todos los pastores, y con alegre semblante vnos a otros
se rescibieron. Y luego Lauso, boluiendose a Elicio, le dixo:
-En la compañia que traemos puedes ver, amigo Elicio, si
començamos a dar muestras de querer cumplir la palabra que te dimos;
todos los que aqui vees vienen con desseo de seruirte, aunque en ello auenturen
las vidas; lo que falta es que tu no la hagas en lo que mas conuiniere.
Elicio, con las mejores razones que supo, agradescio a Lauso y a
los demas la merced que le hazian, y luego les conto todo lo que con Tyrsi y
Damon estaua concertado de hazerse para salir bien con aquella empresa.
Parecioles bien a los pastores lo que Elicio dezia, y assi, sin mas detenerse,
hazia el aldea se encaminaron, yendo delante Tyrsi y Damon, siguiendoles todos
los demas, que hasta veynte pastores serian, los mas gallardos y bien
dispuestos que en todas las riberas de Tajo hallarse pudieran, y
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todos lleuauan intencion de que, si las razones de Tyrsi
-fol. 375r-
no mouian a que Aurelio la hiziesse en lo que le
pedian, de vsar en su lugar la fuerça, y no consentir que Galatea al
forastero pastor se entregasse, de que yua tan contento Erastro, como si el
buen successo de aquella demanda en solo su contento de redundar huuiera;
porque, a trueco de no ver a Galatea ausente y descontenta, tenia por bien
empleado que Elicio la alcançasse, como lo imaginaua, pues tanto Galatea
le auia de quedar obligada.
El fin deste amoroso cuento y historia, con los successos de
Galercio, Lenio y Gelasia, Arsindo y Maurisa, Grisaldo, Artandro y Rosaura,
Marsil[i]o y Belisa, con otras cosas sucedidas a los pastores hasta aqui
nombrados, en la segunda parte desta historia se prometen, la qual, si con
apazibles voluntades esta primera viere rescibida, tendra atreuimiento de salir
con breuedad a ser vista y juzgada de los ojos y entendimiento de las
gentes.