Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


Abajo

La galera de la literatura

Ricardo Gullón





En el número anterior de ÍNSULA nuestro amigo Camilo José Cela planteaba el problema de la situación del escritor, abordado también en esta sección con referencia a un artículo de José Pla. En todas partes los escritores se preguntan si en el mundo del futuro (y no de un futuro remoto, diferido a las calendas griegas, sino del que, mañana mismo puede convertirse en presente) habrá sitio para las actividades literarias según las concibe el hombre occidental desde hace unos tres mil años. Y para responder a esa dramática cuestión empiezan por hacer examen de conciencia. interrogándose sobre cuales sean las razones que les impulsan a escribir. «Se escribe no más que por una ley de inexorable fatalidad», dice Cela; y, seguramente cualquier escritor le dará la razón: «escribo para mí mismo, para mi propio placer, procurando hacerlo bien y quedando siempre por bajo de la excelencia que deseo. Si nadie me leyera ¿escribiría aún? Quizá no, pero no sería capaz de dejar de escribir mentalmente», dijo el inglés V. S. Pritchett en una de las cartas cambiadas con Elizabeth Bowen y Graham Greene a propósito del tema.

Recordemos que en el curso de esa correspondencia, Graham Greene se declaró opuesto a que el Estado preste ayuda a los escritores. «La amabilidad del Estado, el interés del Estado en el arte es mucho más peligroso que su indiferencia», pues se corre el riesgo de que á cambio de ventajas económicas pida nada menos que el sacrificio del arte.

El problema no es hoy distinto de como fuera ayer. Únicamente han cambiado las circunstancias en que el escritor se mueve, acentuando la gravedad del dilema que le agobia: o vivir en la estrechez o perder la independencia. El segundo oficio es acaso la única solución posible. No la ideal, desde luego, porque, según advierte Pritchett, le cuesta al escritor algo precioso e irremplazable: «su» tiempo. Tiempo que necesita para sí, para hacerse a los ojos del artista su obra es su vida y en crear encuentra la justificación de ella. Para el escritor su destino es escribir, el sentimiento de frustración le desazona cuando no puede realizarse en la obra. De ahí el desvelo, la preocupación y -aunque de la palabra se está abusando- la angustia, observables en tantos escritores de nuestro tiempo.





Indice