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La imafronte de esta iglesia completa sus maravillas. Es toda íntegra de piedra gris de los Andes ecuatorianos. Las columnas, las estatuas y las grandes decoraciones   —58→   fueron ejecutadas en la misma cantera que los jesuitas tenían en una de sus fincas: la hacienda de Yurac, en la parroquia de Píntac. Aún se hallan en esa mina de piedra muchos trozos de columnas y estatuas esbozadas que yacen por el suelo en medio de la maleza o abrazadas por la hiedra. El resto del material se trajo de una cantera que tenían los jesuitas en la falda occidental del Panecillo, junto a Quito.

La fachada, tal como ha llegado hasta nosotros, tiene más del barroco italiano que del plateresco español y, en las pilastras altas, con cierto acento del barroco francés. La fachada tiene fecha conocida y aún se sabe quiénes la ejecutaron en calidad de arquitectos. Muy claramente lo dice la lápida conmemorativa colocada hoy junto a la iglesia.

Figura 33.- Una tribuna en el crucero izquierdo

Figura 33.- Una tribuna en el crucero izquierdo

(Foto Laso)

Tratemos ahora de describir este peregrino detalle de la iglesia. Flanquean a la puerta principal de entrada seis hermosas columnas salomónicas de cinco metros de altura, derivadas de las del Bernini en el altar de la Confesión, en la Basílica de San Pedro, y a las puertas laterales, dos pilares de estilo romano corintio: todas ellas colocadas sobre un estilobato a paneles con decoración renacentista. Las columnas salomónicas son estriadas en su tercio intermedio. Sobre el arquitrabe corre un friso decorado con flores, estrellas y riquísimo follaje, y sobre el friso, la cornisa adornada con hojas de acanto, no sólo sigue dócil los resaltos de la fachada, sino, plegándose al capricho del arquitecto, se estira en arco semicircular para proteger un nicho formado sobre un frontón interrumpido que, soportado por cuatro querubines, corona la puerta principal y da cabida a una imagen de la Inmaculada Concepción rodeada de ángeles y querubines. En la parte superior del nicho, otro frontón más pequeño contiene al Espíritu Santo en su símbolo de paloma. A las albanegas de la puerta decoran dos palmetas de exquisita y complicada ejecución.

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Domina este primer cuerpo el segundo, compuesto de enorme ventana central adornada de un frontón entrecortado para recibir una gran cartela de conchas y de frondas con la dedicación del templo a San Ignacio: DIVO PARENTI IGNATIO SACRUM. El frontón está apeado sobre modillones de hojas de acanto, y entre ellos, una tarjeta ornamental de gusto plateresco concluye primorosamente la composición de la ventana. Flanquean a ésta riquísimas pilastras (cuyo capitel tiene una sola fila -la superior- de hojas de acanto) decoradas y compuestas a la manera como componían y decoraban los muebles y objetos preciosos los orfebres y ebanistas franceses del siglo XVIII, con estrías horizontales y grandes espejos decorados en su centro; corre sobre ellas un entablamento que recuerda el del primer cuerpo, y remata el conjunto en un tímpano semicircular entrecortado para encajar un gran modillón en el centro, sobre el cual se destaca la cruz jesuítica de bronce brillante sobre característico espigón de la crestería. Defiende a la imafronte una techumbre forrada de azulejos de medio mogote.

Figura 34.- Una perspectiva de la arcada derecha de la nave central

Figura 34.- Una perspectiva de la arcada derecha de la nave central

(Foto Moscoso)

Cuatro estatuas de gran tamaño adornan el frente de esta fachada: en el cuerpo inferior, las de San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier, y en el superior, las de San Luis Gonzaga y San Estanislao de Kostka. Los nichos son hermosos y tienen todos su modillón de concha y su frontón adornado: el de los superiores es semicircular, y el de los inferiores, triangular, con dos ángeles en sus derrames. En las paredes del flanco, junto a la ventana, se hallan las de San Francisco de Borja y San Juan Francisco Regís, y junto a la puerta principal, los bustos de San Pedro y San Pablo, en preciosas hornacinas decoradas en el interior y sus contornos con sin igual delicadeza, principalmente las de los Apóstoles, que son verdaderas maravillas del tallado en piedra tosca. Esos grupos simbólicos de que se les ha rodeado, tan bien compuestos con diversidad de objetos menudos y hasta   —60→   insignificantes, como la red del pescador, el gallo de la Pasión, la mitra obispal, la tiara pontificia, el báculo y la cruz, las llaves y el vas electionis de San Pablo, diciendo están en alta voz que los que trabajaron los detalles escultóricos de la fachada eran artistas en toda la extensión de la palabra.

Figura 35.- Goríbar (?). San Juan Francisco Regis

Figura 35.- Goríbar (?). San Juan Francisco Regis

(Foto Mera)

No concluiremos esta descripción sin subrayar el valor y la hermosura de un detalle arquitectónico que, por estar aislado, pasa inadvertido: la cruz que antes estuvo unida a la iglesia por un hermoso pretil que cerraba el atrio. La base de esa cruz, con sus estupendas molduras y sus magníficas proporciones, hacen de ella un verdadero monumento arquitectónico, digno de contemplación y estudio. Con razón, al hablar de la iglesia de la Compañía de Jesús en Quito, el ilustre artista italiano, Giulio Aristide Sartorio, dice: «Monumentos completos, como la Compañía de Jesús en Quito, son raros aún en el Viejo Continente». Y así es, en efecto: conjunto de bellezas, relicario: de joyas, amalgama de primores de arte que se imponen y dominan al más indiferente, que atraen y anonadan al que más los comprende.

La sacristía no corresponde a la magnificencia de la iglesia: es pobre de líneas y moderna de arreglo. Además es poco interesante y no conserva, de su antiguo revestimiento de madera tallada y dorada y de su rico mobiliario, sino apenas el retablo del testero con curiosas columnas de estrías retorcidas, y al pie de él, entre las bases de aquellas   —61→   columnas, una caja con incrustaciones de marfil y carey, que no es tampoco una maravilla.

El techo es abovedado, y con el estuco se han fingido sobre él, lunetos y jarrones con enormes ramos de flores sin estilización alguna, y un encasetonado sobre la base de circunferencias distribuidas en cuadrícula y adornadas con cabezas de querubines y florones: todo ello formidablemente pesado y destituido hasta de gracia.

Trozos de arquitectura, mucho mejores, guarda la Compañía en el interior de su convento, y su misma puerta de entrada es de precioso estilo, a pesar de su extraño remate. No nos ocuparemos de ello por estar circunscrito nuestro estudio exclusivamente a la iglesia. Sin embargo, para informar algo al lector, hemos puesto en nuestra documentación gráfica algunas fotografías del actual convento.

La torre sí debió corresponder a la grandeza de la iglesia. Desgraciadamente destruida por un terremoto en 1859, y recompuesta luego, otro terremoto, en 1868, la cuarteó tanto que no hubo más remedio que deshacerla hasta la altura de su hermosa barbacana. Era la más alta de la ciudad. Medía 180 brazos13.

Imagen de la Virgen