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11

Pío Jaramillo Alvarado: Atahualpa, Creador de la Nacionalidad Quiteña. Págs. 7 y siguientes. El eruditísimo escritor peruano, doctor José de la Riva Agüero ha podido, por esto, aseverar que «la guerra entre Huáscar y Atahualpa fue la expresión de un vivo antagonismo seminacional», (La Historia en el Perú, pág. 148).

 

12

El Culto del Santísimo en Indias, pág. 614.

 

13

Tomo I, Canto I, pág. 36.

 

14

El Clero en las Guerras Civiles del Perú, por Fernando de Armas Medina, en Anuario de Estudios Americanos, tomo VII, págs. 4-12.

 

15

Monroy, Los Religiosos de la Merced en la Costa, pág. 14.

 

16

Cieza de León, en su Tercer libro de las Guerras Civiles del Perú, que se llama La guerra de Quito, patentiza la admirable labor del Ilmo. señor Loayza (Capítulos XXXV y siguientes), quien, como amenazara a uno de los tenientes de Pizarro, Francisco de Almendras, oyó aquella tremenda contestación que resume las pasiones de la época: «No es tiempo de descomuniones; no hay más dios ni rey que Gonzalo Pizarro». (Cap. XLIV).

 

17

Historia General de la República del Ecuador, Tomo II, págs. 403-4.

 

18

José Castro Seoane O. de M. La Merced en el Perú. Misionalia Hispánica. Año III, tomo III, pág. 265.

 

19

Las Casas. Destrucción de las Indias, Torres, El Padre Valverde, pág. 126, Nota.

«El Padre Nisa -dice el ilustre historiador ecuatoriano doctor Pedro Fermín Cevallos- profundamente acongojado como en Cajamarca, por los horribles, repetidos y variados excesos del sanguinario Ampudia, y disgustado de Benalcázar porque a pesar de los consejos y ruegos que le daba y hacía, no quiso o no pudo contenerlos; se aprovechó de la vuelta de Alvarado, y uniéndosele en San Miguel se fue para Nueva España». (Resumen de la Historia del Ecuador. Tomo I, pág. 304). El P. Velasco se refiere al P. Niza en la relación que hace de los nefandos crímenes cometidos por Ampudia en Machachi y, sobre todo, del tormento del fuego a que sometió a muchos indios. «Y acaeció allí que un clérigo que se llamaba Ocaña, sacó un muchacho del fuego; y viniendo otro español, se lo quitó y volvió a echarlo a las llamas. Este, volviendo al mismo día al real cayó repentinamente muerto, y fui yo de parecer que no lo enterrasen». (Historia del Reino de Quito, Tomo II (Edición últimas Noticias, pág. 177).

 

20

Este escritor, que con tanto alarde de cariño, pondera las bellezas de Quito, anota que había nueve puentes para la comunicación entre las diversas partes de la ciudad, aisladas por tres hondas quebradas. (Jornada del Río Marañón en Historiadores de Indias, Nueva Biblioteca de Autores Españoles. Tomo II, pág. 326).

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