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Isaac J. Barrera. La Revolución de Esmeraldas en 1820. Boletín de la Academia Nacional de Historia, Tomo I, págs. 93 y siguientes.

 

382

Loor. Narraciones Históricas de Manabí, pág. 85.

 

383

Aurelio Espinosa Pólit S. I. Oración gratulatoria pronunciada en la Catedral Metropolitana de Quito el 24 de mayo de 1946.

 

384

Oficio al V. Deán y Cabildo de 31 de mayo.

 

385

Fray Joel L. Monroy. La Santísima Virgen de la Merced de Quito y su santuario, págs. 196-252.

 

386

La heterodoxia no prosperó nunca entre nosotros. El Santo oficio, durante tres siglos, no había tenido que perseguir delitos contra la fe, sino desvíos perjudiciales a la moral, porque el Credo no penetró hondamente en muchas almas. «Está a Dios gracias tan asentada y sana la santa fe en todos estos países decía el P. Recio que con no haber tribunal de la Santa Inquisición desde Cartagena a Lima, es decir al cabo de mil leguas, pocas veces sucede, que tengan que hacer en esta parte los Señores Inquisidores». (Compendiosa Relación, pág. 238). Después de haber registrado pacientemente el famoso libro de don José Toribio Medina sobre la Inquisición en Lima, J. Roberto Páez, nuestro ilustrado colega, ha escrito también: «Del estudio de los procesos seguidos a gente de Quito, aparece que ninguno fue acusado por faltas contra la fe, ni por ser poseedor de libros prohibidos. No hubo juzgamientos por causas espirituales... Nuestros quiteños fueron enjuiciados por razones más prosaicas: por tener dos y tres mujeres; por buscar el amor mediante polvos, unturas y drogas. Los frailes lo fueron por relajados, no por enseñar doctrinas heterodoxas...» (Boletín de la Academia Nacional de Historia, Vol. XXXII, n.º 80, julio-diciembre de 1952. Don José Toribio Medina. Su vida y su obra, pág. 253). Libros prohibidos hubo muchos en Quito, según nos dice Espejo; pero a nadie trastornaron radicalmente el criterio. Esa es nuestra mayor gloria.

 

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En este punto ha habido equivocaciones lamentables de criterio, derivadas del escaso o ningún conocimiento de nuestras tradiciones literarias hasta hace pocos decenios. El benemérito historiador Cevallos, después de enumerar una cortísima pléyade de escritores coloniales, afirmó erróneamente: «Por lo demás, si la literatura de los colonos no presenta un solo afecto por la patria, una sola idea de que pensaban en ser algo más de lo que eran, alguna disposición a mancomunarse, igualarse y fraternizar con cuantos pertenecen a la familia humana; la culpa no estaba en ellos sino en su condición de colonos, en no hallarse regidos por leyes y magistrados propios». (Resumen de la Historia del Ecuador, Tomo II, pág. 367). Por el contrario, como vamos a verlo, el sentimiento patrio fue el móvil capital, declarado o no, que impulsó a nuestros literatos a tomar la pluma, a difundir las glorias del naciente país y contribuir, en su ámbito, a plasmar el genio nacional.

 

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Propiamente el primer «escritor» nacional es fray Jodoco Ricki, de quien se conserva una célebre carta en que da cuenta al Guardián del Convento de Gante de la índole de los indios y de algunos sucesos de la Conquista. (González Suárez, Historia General, Tomo III, pág. 361.)

 

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Descripción Breve de toda la Tierra del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile. Cap. XXVIII.

 

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Pág. 92.

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