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Véase mi artículo «The Pseudo-Historicity of the Romances of Chivalry», ya citado (nota 41, supra).



 

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III, 69, 12-14; véase también III, 49, 1-2, y III, 347, 20-22. Satán es naturalmente el gran mentiroso: véase III, 411, 17-21; «Coloquio de los perros», III, 214, 23-25; y la famosa condena de los «moros» (es decir, de los que no son cristianos), gente de los que «no se podía esperar verdad alguna» (III, 60, 26-61, 1).



 

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I, 92, 32-93, 2; I, 96, 13-14; II, 83, 21-26; II, 362, 26. En Don Quijote los libros de caballerías frecuentemente son condenados con imágenes religiosas. La destrucción de la biblioteca de Don Quijote parece un acto de la Inquisición. (Al parecer esto fue señalado por primera vez por Wardropper, «Cervantes' Theory of the Drama», pág. 219; ampliado por Stephan Gilman, «Los inquisidores literarios de Cervantes», en Actas del Tercer Congreso Internacional de Hispanistas [México: El Colegio de México, 1970], págs. 3-25.) Los libros condenados (II, 398, 22) tenían que ser marcados, como un hereje, con un sambenito (III, 93, 8), y los autores enviados al infierno («el centro del abismo», II, 400, 32-401, 2). Como se discute en el capítulo 5 de este libro, en los libros de caballerías la devoción a las mujeres sustituye la devoción a Dios.

Es dudoso que Cervantes lo supiera, pero la difusión de Amadís en Francia fue atribuida al diablo, que usaba este medio para propagar el protestantismo. En una fecha más tardía se involucró personalmente a Lutero, a quien el libro supuestamente incitó tanto a la lujuria que renunció a su voto de castidad y se casó con una monja. (Véase Julius Schwering, «Luther und Amadis», Euphorion, 29 [1928], 618-619; Rodríguez Marín, nueva edición crítica, IX, 174; Thomas, págs. 150 y 164; Romances of Chivalry in the Spanish Golden Age, pág. 92, nota 6.) Américo Castro (El pensamiento de Cervantes, pág. 61, nota 20) ha señalado que los ataques contra los libros de caballerías coinciden cronológicamente con el Concilio de Trento, que prohibió los matrimonios clandestinos tan típicos de ellos (véase Marcel Bataillon, «Cervantes y el "matrimonio cristiano"», en su Varia lección de clásicos españoles [Madrid: Gredos, 1964], págs. 238-255, en las págs. 249-250). El Concilio de Trento también prohibió el combate caballeresco, como se recuerda en IV, 210, 26-27, aunque de hecho había una larga tradición de oposición eclesiástica (véase Sydney Painter, French Chivalry [1940; reimpr., Ithaca: Cornell University Press, 1957], págs. 89 y 155). Todavía no se ha reconstruido la historia completa.



 

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«Los trabajos de Persiles y Sigismunda, historia setentrional», en Suma cervantina, pág. 203, nota 8. Avalle-Arce también señala que es en el mismo capítulo donde se menciona el ya escrito «Rinconete y Cortadillo». También Amezúa acepta sin reservas que el canónigo describe un proyecto cervantino (Cervantes, creador de la novela corta española [Madrid: CSIC, 1956-1958], I, 401-403).



 

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Su edición de Persiles, I, vii. Stanislav Zimic, «El libro de caballerías de Cervantes», Acta neophilologica, 8 (1975), 3-46, propone que el canónigo se refiere a la comedia cervantina El gallardo español.



 

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Las cuatro partes de Belianís «tienen necessidad de un poco de ruibarbo para purgar la demasiada cólera suya, y es menester quitarles todo aquello del Castillo de la Fama y otras impertinencias de más importancia» (I, 100, 24-28).



 

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Eso tendría que entenderse como el deseo de continuar los Libros Primero y Segundo de Belianís, y no las Partes Tercera y Cuarta, publicadas por primera vez en 1579, que no tuvieron éxito aunque fueron escritas a petición de Carlos V (supra, nota 77). (El Belianís publicado consiste en los Libros Primero y Segundo y Partes Tercera y Cuarta.) Don Quixote «alabava en su autor aquel acabar su libro con la promessa de aquella inacabable aventura, y muchas vezes le vino desseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra, como allí se promete» (I, 51, 14-17); esto es claramente una alusión al final del Libro Segundo y no a la Parte Cuarta. El episodio del «castillo de la Fama» que debe quitarse («es menester quitarles todo aquello del castillo de la Fama y otras impertinencias de más importancia», I, 100, 26-28) también se encuentra en las Partes Tercera y Cuarta (véanse las anotaciones de Clemencín). Quisiera agradecer a Lilia Orduna sus consejos sobre este libro.



 

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En la Biblioteca Nacional de Madrid hay una continuación de Belianís inédita, La quinta parte de don Beleanis [sic] de Grecia y su hijo Velfloran. Con sus grandes echos (MS 13138). No es de Cervantes.



 

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Según la Crónica llamada el triunfo de los nueve más preciados Varones de la Fama (supra, nota 112), los «nueve de la fama» fueron Moisés, David, «Macabeo», Alejandro, «Héctor Troyano», Julio César, Artús, Carlomagno y el héroe de las Cruzadas Godofredo de Bouillón.



 

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Otra posible explicación de la decisión de no escribir una continuación de Belianís es la oposición general de Cervantes a las continuaciones, que discutiremos en el capítulo 4.



 
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