La invención nacional criolla a partir del Inca Garcilaso: las estrategias de Peralta y Barnuevo
José Antonio Mazzotti
Hablar de una «invención» nacional no resulta del todo atrevido si pensamos -irónicamente- en la sutil continuidad del llamado discurso colonial dentro y después del independentismo bolivariano (v. Stoetzer, Thurner, Méndez)1. No pretendo ahora pasar revista a los fundamentos del discurso nacionalista peruano del siglo XIX. Me interesa, más bien, reflexionar sobre las manipulaciones ejercidas por determinados grupos criollos de la obra del Inca Garcilaso, lectura central también para la otra élite, la cuzqueña, con su propio diseño de administración neo-inca, a la que se han referido John Rowe, Manuel Burga, y otros desde hace ya varias décadas (v. bibliografía).
Mucho se ha
escrito sobre el influjo de los Comentarios reales en la
economía simbólica del nacionalismo incaico del siglo
XVIII. Y hasta es posible que aun antes, durante el XVII, la obra
mayor del Inca Garcilaso hubiera penetrado los círculos de
la nobleza cuzqueña, contribuyendo a su
reconstitución identitaria, paralela a la importancia
material que fue adquiriendo gracias a curacazgos encargados del
comercio en el circuito Potosí-Lima. Tal influjo no es
extraño tampoco a la expresión plástica, y en
esto los trabajos de Teresa Gisbert, Gustavo Buntinx y Luis Eduardo
Wuffarden sobre el arte mestizo y las genealogías de los
incas en la pintura han adelantado las bases para el mejor estudio
de la «estela de Garcilaso»
(v. Buntinx y Wuffarden) como
patrón general de referencia a la hora de elaborar las
filiaciones dinásticas y la noción de una identidad
común con un pasado glorioso.
Muy poco, sin embargo, se ha dicho de cómo el otro sector proto-hegemónico dentro del virreinato peruano, el de los criollos limeños, elaboraba sus propias sublimaciones dinásticas a partir de sus lecturas parciales de los Comentarios. Ha habido sobre ello una larga historia ya recopilada en parte por Pedro Guivobich en 1991 y que yo he tratado de complementar en un trabajo de 1995 (v. también Mazzotti 1998a, 1998b y 1999). Allí exponía que se puede tener la certeza de que la Primera Parte de los Comentarios llegó a tierras andinas poco después de su publicación en 1609 en Lisboa. Desde 1613, al menos, se registra su recepción en un «Resumen» escrito por el famoso extirpador de idolatrías Francisco de Ávila, mestizo cuzqueño que a pesar de sus lealtades a la Corona y a la Iglesia, no dejó de dedicar mucha atención a fuentes indígenas y contribuir a su recopilación, así fuera para tratar de destruir las creencias y ritos nativos. Más adelante, serán Buenaventura de Salinas, Antonio de la Calancha, Diego de Córdova, el padre Bernabé Cobo y muchos más los que acusarán recibo de la historia de Garcilaso y la citarán a su manera para apoyar con el testimonio de un genuino «testigo de vista» sus propias exaltaciones de la tierra peruana. Eso no significa, sin embargo, que los criollos no cerraran filas con respecto a proclamar su superioridad cultural y hasta biológica frente a cualesquiera descendientes de los grupos indígenas.
La historia se
prolonga por muchas décadas, y no quisiera repetir ahora tan
larga lista para no aburrir al lector, como a veces hacen los
cronistas, con una excesiva prolijidad. Pretendo, más bien,
ocuparme brevemente de un caso notable del siglo XVIII, el de don
Pedro de Peralta y Barnuevo, y de cómo las bases sentadas
por Peralta en su reacomodamiento del imaginario social se
prolongan en buena medida hacia el discurso ilustrado y luego el
republicano. A partir de ello trazaré las líneas
iniciales de una reflexión sobre la nacionalidad
étnica criolla en sus facetas pre-ilustrada e ilustrada, y
en su función de interpretación interesada de la obra
del Inca, según la mentalidad de algunos destacados miembros
de la élite letrada limeña. De la construcción
de un Garcilaso dúctil veremos cómo el discurso
criollo configurará el espacio social y la tradición
histórica peruana en una orientación
específica. Pasará, sin duda, por la fijación
de sus fundaciones y por la autoafirmación proyectiva del
conjunto de los sujetos sociales del país bajo su
implícita dirección. Aunque criollos y peninsulares
mantuvieron una serie de negociaciones que muchas veces pasaban por
la colaboración directa (v. Lohmann Villena para el caso de la
Audiencia durante el siglo XVIII) y hasta las preferencias de
algún Virrey a los criollos (v. Latasa), es evidente que el «criollismo militante»
(Lavallé
1993) existió desde el siglo XVI.
Para comenzar,
entonces, recordemos que de la obra abundante de Pedro de Peralta y
Barnuevo destaca la Lima Fundada o Conquista del
Perú, extenso poema publicado en 1732 en el que se hace
la encarecida exaltación de Francisco Pizarro y de los
criollos limeños como herederos de las hazañas de los
conquistadores. No hay todavía, desgraciadamente, un estudio
detallado sobre la génesis de esta obra y sobre su
significación en el contexto político y cultural de
su momento2.
En tal contexto, el poema va flanqueado por la intermitente disputa
hegemónica con los peninsulares, por un lado, y por el otro,
por el fortalecimiento del nacionalismo inca irradiado desde el
Cuzco. Tampoco se ha investigado suficientemente la relación
entre la Lima Fundada y la obra historiográfica de
Peralta como filtro por el que pasaba su conocimiento del entorno
inmediato peruano de principios del XVIII. Esta génesis
podrá darnos algunas claves sobre la «invención nacional»
de la
élite limeña y cómo prefigura la peculiaridad
del posterior estado criollo.
En ese sentido, conviene abordar un texto anterior de Peralta que puede echar luz sobre tales temas. La obra a la que me refiero es la Descripción de las Fiestas Reales, de 1723, también conocida como Júbilos de Lima. Sánchez y Medina la consideran obra menor y la describen como una mera crónica de acontecimientos sociales. Los Júbilos..., sin embargo, encierran importante información acerca del sentido que un erudito como Peralta otorgaba a las versiones indígenas del pasado incaico y a determinadas historias de los incas publicadas durante el siglo XVII, como los propios Comentarios reales. Asimismo, permite reconocer aquellas fuentes historiográficas en las que se basaría su versión de la conquista del Perú siete años más tarde, en 1730, cuando declara que empezó la composición de la Lima Fundada. Las tensiones políticas y sociales del momento, así como el fortalecimiento de una identidad étnico-nacional criolla serán, de este modo, el correlato de mi lectura, y fuente segura para el entendimiento de un poema que ha sido consuetudinariamente visto como una abigarrada suma de elogios a los conquistadores, casi un anacronismo que en el siglo XVIII aún echaba mano de un género, el de la épica culta, ya en proceso de desaparición. Asimismo, como contrapeso de la Historia de España Vindicada (de 1730), la Lima Fundada podrá ser considerada como una historia del Perú que parte del concepto de la superioridad criolla para el afianzamiento de una tradición histórica y cultural de estirpe europea en el antiguo país de los incas.
El texto de la Descripción... aparece bajo el nombre de Júbilos de Lima desde la lista que se encuentra al final del «Prólogo» de la Lima Fundada. No pretendo, por lo tanto, anunciar ningún descubrimiento. José Toribio Medina, por su lado, en su amplio catálogo de obras impresas en Lima, lo mencionó en la ficha correspondiente, aunque sin mayores comentarios. Y Luis Alberto Sánchez, dentro del recorrido que hace por la vida y obra de Peralta en su Doctor Océano, no llega a dedicarle más que la alusión correspondiente en el largo recuento de obras del polígrafo limeño. Por otra parte, la descripción de fiestas reales en celebración de determinados acontecimientos ocurridos en la metrópoli era una práctica relativamente frecuente en las ciudades de los virreinatos hispanos. Tal costumbre escrituraria otorgaba perdurabilidad a los agasajos ocurridos y ponía en circulación imágenes que permitían reconocer en tales prácticas sociales algunas formas de conducta propias de la élite criolla. Esta aprovechaba, así, la ocasión para ensalzarse frente al paradigma peninsular. Casos como el poema de las Fiestas de Lima (en 1632), de Rodrigo de Carvajal y Robles, o las páginas del Diario de Lima de José Suardo (en 1630), que relatan los mismos actos de homenaje al nacimiento del príncipe Baltasar Carlos, son sólo muestras que acompañarán las menciones correspondientes en el Diario de Mugaburu (en la segunda mitad del XVII) casi cincuenta años más tarde, o la detallada descripción que hace Castro y Bocángel en su Elíseo Peruano (en 1725), en alusión a las fiestas ocurridas apenas tres años después de las celebraciones descritas por Peralta. En esa ocasión, se festejaba con varios meses de retraso la subida al trono del príncipe Luis Fernando en Madrid. Lo que en Lima no se sabía era que mientras criollos, peninsulares y otros grupos celebraban con regalonas fiestas al nuevo Rey, éste acababa de morir en Madrid, y su padre, Felipe V, volvía a asumir el trono.
Al ser los Júbilos de Lima una pieza poco difundida dentro de la abundante obra de Peralta, no sorprende que no se le haya dedicado la atención debida. Aparentemente es sólo la crónica de un acontecimiento festivo realizado en la Ciudad de los Reyes durante los primeros meses de 1722 por la noticia de las bodas del mismo Luis Fernando, Príncipe de Asturias, con la Princesa de Orleans, y de la Infanta María Ana Victoria con el Rey Luis XV de Francia. Como se ve, al tratarse de dos matrimonios de inigualable rango que fortalecían el dominio borbónico sobre España y sus virreinatos, las respectivas ciudades súbditas del mundo hispano no podían menos que hacer gala de su fidelidad a la Corona y realizar las más elocuentes demostraciones de su alegría por la felicidad de la familia real. Es así como en el Perú estas celebraciones concentraron la atención de las autoridades virreinales y congregaron a todos los sectores sociales, que participaron de una u otra forma en las numerosas máscaras, desfiles, corridas de toros, juegos de cañas, fuegos artificiales y demás espectáculos públicos.
Ahora bien, me interesa especialmente examinar el tratamiento que da Peralta a las representaciones populares del pasado indígena, así como su propia versión del pasado incaico. Por un lado, esto nos iluminará con respecto al estado de conocimiento que uno de los más informados hombres de su tiempo tenía de la tradición histórica de la «república de indios». Por el otro, nos permitirá explicar algunas de las opciones adoptadas en la argumentación de la Lima Fundada, y de qué manera ésta pretende erguirse como discurso hegemónico y a la vez como acontecimiento cultural. Los criollos sancionarán así favorablemente el sentido localista de «patria» que ya manejaban desde fines del siglo XVI3. De este modo, los diálogos entre los Júbilos... de 1723 y la Lima Fundada con la cultura de su tiempo, serán encuadrados en un acercamiento que sin duda requiere de herramientas mayores que las de la mera historia literaria. Se facilitaría de esta forma la reflexión sobre el desarrollo de un etno-nacionalismo criollo (en el sentido que le dan Anthony Smith y John Kellas al término) inmediatamente previo al triunfo de la Ilustración en las modas intelectuales del ámbito virreinal4.
Conviene para ello
revisar brevemente la organización de los
Júbilos... en tanto texto y luego partir hacia los
referentes sociales e históricos que nos resulten más
pertinentes en nuestro rastreo de la génesis de la Lima
Fundada. Al parecer, los Júbilos... fueron
compuestos por encargo del Virrey del momento, fray Diego Morcillo
Rubio y Auñón, arzobispo de La Plata o Chuquisaca que
se encontraba en su segundo mandato (de 1720 a 1724), luego de
haber ejercido el máximo cargo limeño por unos pocos
meses en 1716. Morcillo había dispuesto que los alcaldes
ordinarios, y éstos a través de sus regidores,
organizaran a los gremios limeños a fin de que se encargaran
de distintas fechas de las celebraciones. No se precisa el
día de llegada de la Cédula Real del 18 de diciembre
de 1721 con la noticia de «la vnion de
tan gloriosos y augustos hymeneos»
(Júbilos, f.
s. n.). Sin embargo, al saberse la noticia en los primeros
meses del año siguiente, «Lima se
transformò en Madrid, con tal perfeccion, que hasta la
distancia, que le disminuia la igualdad en la dicha, le augmentaba
el excesso en la fineza»
(ibid.). Hubo
misa solemne y la ciudad se iluminó por tres días,
dice el texto, pero se tuvo que suspender el inicio de los
júbilos hasta pasada la Cuaresma5.
Con esto, se daba más tiempo a los gremios para la
preparación de sus presentaciones y se postergaba por unas
semanas el carácter carnavalesco que los espectáculos
irían adquiriendo, a contrapelo del calendario, como pronto
veremos.
De este modo, los Júbilos... aparecen como un texto escrito para un público no sólo limeño, sino también peninsular, pues se propone desde el principio como una carta de presentación de la grandeza del Virreinato peruano y de la magnificencia de las fiestas, que aparecen así como una muestra clara de la lealtad de los criollos al Rey español. Sin embargo, esta exaltación de las glorias del Perú y de Lima, y la mirada específica que se le otorga a la historia incaica en el texto de Peralta permitirán entrever el sentido etnocentrista de sus descripciones geográficas y sus manipulaciones de la historiografía existente, para oponerlas al centro de poder peninsular y a la amenaza paralela de la «patria» cuzqueña.
Como prueba de lo dicho, Peralta pasa a describir, sucesivamente, al Perú y a Lima. La riqueza de la tierra peruana queda en posición de superioridad frente a cualquier otra, inclusive la española. Dice:
(Júbilos..., f. s. n.) |
Así,
mientras el Perú supera en riqueza a cualquier región
del mundo, es también el espacio heredero de una abundancia
mítica (como la de la España de la antigüedad),
que se ha trasladado a Occidente. Si bien este tipo de discurso es
frecuente en las exaltaciones de ciudades y regiones americanas
desde los inicios de la dominación española, permite
notar una insistencia por parangonar una grandeza territorial y
minera con la calidad de sus habitantes y con la magnificencia de
sus ciudades, en este caso, Lima6.
Ésta será descrita inmediatamente después como
«[...] una de las mayores del Orbe, en el
numero de sus habitadores, de las mejores en el temperamento de su
situacion, y de las mas opulentas en la copia de su abundancia, y
sus riquezas»
(Júbilos..., f. s. n.). De este modo, «preside à vn Nueuo Mundo: con que
desquita la poblacion con el Imperio, sirviendole de grandeza el
predominio»
(ibid.).
Pero el encomio no se detiene allí. Las comparaciones con Roma y la constitución de Lima como centro del mundo se hacen evidentes en el carácter de locus amoenus que la Ciudad de los Reyes adquiere en tanto escenario de las festividades que luego serán descritas. Dice Peralta:
(f. s. n., subrayado mío) |
Al dejar de ser un
apéndice de España, y al convertirse ésta en
satélite de su grandeza, Lima se transforma en la
cúspide económica y cultural del mundo conocido. La
estrategia es simple: se invierten los términos de prestigio
para adelantar la grandiosidad de las fiestas que a
continuación se irán describiendo, y para infiltrar
de paso la perspectiva criolla de autolegitimación frente a
las aspiraciones de las otras «naciones» del territorio
andino. Lima será, así, «una Peruana Roma»
, «la Salamanca de las Indias»
y «la Athenas de America»
(id.), y su nobleza criolla será
«vn extracto de toda la de España,
y es el merito de todo el Perù; puesto q˜aquella le ha
embiado su lustre, y este le debe su Conquista»
(ibid.).
Luego de las
premisas anotadas, se pasará a contar que las celebraciones
se iniciaron la noche del 11 de abril de 1722 con los fuegos de la
Primera Fiesta, a cargo del gremio de los «Mercachifles, Tabaqueros, y Caxoneros»
(Peralta, Júbilos..., f. s. n.) con tantas luces de
castillos y «máquinas de
fuegos»
que «nos parescia tener
ya las cabezas dentro del Firmamento, ò que las Estrellas se
havian venido à estar entre nosotros»
(id.). El «elevamiento» de Lima
hacia las esferas celestes será parte también de la
caracterización de la ciudad como espacio heroico, en su
sentido etimológico de aéreo, tema que veremos
repetido en la elaboración de la Lima Fundada. A
los fuegos de la Primera Fiesta siguió la mañana
siguiente la corrida de toros organizada por el Cabildo de la
Ciudad. Los fuegos de la Segunda Fiesta, a cargo de los gremios de
herreros y espaderos, tuvieron lugar el 13 de abril, y la corrida
correspondiente el día siguiente. Y así,
sucesivamente, los veintisiete gremios de la ciudad se iban
encargando de los fuegos artificiales y los carros
alegóricos que, junto con las corridas de toros y juegos de
cañas, convocaban la participación de los sectores
trabajadores de variada estirpe racial que habitaban entre las
murallas de adobe de la urbe. No hará falta detenerse en
cada uno de los gremios y sus respectivas responsabilidades.
Apuntemos solamente que el 24 de abril se dio término a la
Sexta Fiesta, lo que permitió que se diera paso a la
manifestación de fidelidad expresada en la «Fiesta de
los Originarios Naturales». Peralta lo expresa de la
siguiente manera:
(Júbilos..., f. s. n.) |
Los indígenas del barrio del Cercado y posiblemente de los pueblos aledaños como La Magdalena habían sido separados de los gremios a los que pertenecían
(Júbilos..., f. s. n.) |
A iniciativa de los mismos indios, el Virrey Morcillo aceptó que su manifestación de afecto se diera por separado, pues era costumbre que dentro de las máscaras y desfiles propios de tales acontecimientos fueran los mismos indígenas los que representaran las galas de su antigua historia. El paseo de incas se ve precedido en el texto por un «Compendio del Origen y Serie de los Incas», a fin de prevenir al lector sobre la versión en vivo que los nativos irían a representar, frente a la cual Peralta manifiesta ciertas reservas.
En la breve
historia de los incas que Peralta incluye en los Júbilos
de Lima, se echa mano de dos textos básicos: los
Comentarios reales del Inca Garcilaso, de 1609, y el
Memorial de historias del Nuevo Mundo Perú, del
franciscano Buenaventura de Salinas, publicado en 1630. De
Garcilaso se extraerán sobre todo testimonios del esplendor
material de los incas, mientras que poco o mal se aceptará
la abundante cornucopia de virtudes con que el autor de los
Comentarios baña a sus paradigmáticos y casi
atemporales gobernantes cuzqueños. De Buenaventura de
Salinas, interesa extrapolar dos intertextos que revelan otra vez
la manipulación criollista de Peralta: por un lado, la
presentación de las edades preincaicas en los mismos
términos de las cuatro edades Huari Uiracocha, Huari Runa,
Purun Runa, y Auca Runa hasta Manco Cápac, «origen de sus vltimos Monarcas (desde quien
procede entero el Real Tronco que cortò la voluntad del
Cielo)»
(f. s.
n.). Se contará, entonces, «el pryncipio y succession»
de los
incas, porque «ay memoria mas
segura»
(ibid.).
El tema de las cuatro edades pre-incaicas es también compartido por Guaman Poma, pero lo más probable es que Peralta lo haya extraído de Salinas, por obvias razones de impresión7. Peralta se apoya, entonces, en un ilustre precursor criollo de las mismas exaltaciones de Lima y de paso modifica al Inca Garcilaso. Sin embargo, cuando los naturales hacen su desfile respectivo, Peralta los censura por no incluir a Inca Yupanqui, el misterioso décimo inca después de Pachacútec que Garcilaso sí incluye en sus Comentarios reales, a contrapelo de casi toda la historiografía española.
En este sentido, no es gratuito que Garcilaso resulte acreditado por Peralta ya que será en la Segunda Parte de los Comentarios reales, la llamada Historia general del Perú, que Peralta basará su propia exaltación de Pizarra y los conquistadores, proclamando el inicio de una valerosa dinastía que se prolonga hasta los criollos limeños.
Por todo ello, conviene reflexionar en la necesidad de un análisis decididamente contextual para la elección del modelo de la Eneida como pauta literaria en la composición de la Lima Fundada. Porque si bien es reconocible la intención de parangonar al troyano Eneas con el hispano Pizarra, lo cierto es que tal pseudo-mitificación obedece al afán de lograr una legitimidad por un lado cultural y por el otro ancestral. Pizarro como paradigma que conquista (incluso sexualmente) a una raza vencida, resulta paradójicamente herramienta de autoglorificación criolla (v. Mazzotti 1995, 64-69). El texto de los Júbilos... se articula así con la participación indígena en el desfile de una manera más sutil de lo esperable. Se refuta la versión indígena que el curaca don Salvador Puycón había diseñado en la Máscara de 1722, en la cual se había seguido presumiblemente una tradición local popular o las versiones de otros cronistas. Contra ambas fuentes, Peralta afirma que
(Júbilos..., f. s. n.) |
Garcilaso pasa
así a convertirse en modelo de claridad expositiva («le acredita la claridad»)
y, por lo
tanto, en versión autorizada, que se sustenta además
en sus orígenes indígenas y cuzqueños.
Mediante este movimiento de alejamiento, en una primera instancia,
y de rescate, en un segundo momento, Peralta determina el valor de
los Comentarios en lo que respecta a su concepción
del pasado local. Los incas serán aceptados como sabios
gobernantes, por un lado, pero de origen ilegítimo, por
otro. Asimismo, su conocimiento intuitivo del dios cristiano (tal
como aparece en los Comentarios) no impide que se les
caracterice como «barbaros, q˜
vniendo la delicia y el horror, ceñian guirnaldas, y
adoraban Leones»
(Júbilos, f. s. n.). De ahí que no
haya una adhesión incondicional a la admiración que
en determinados momentos se expresa por los reyes cuzqueños.
Por lo contrario, cuando más adelante, en la Lima
Fundada se trate de caracterizar a los incas, se les
situará en condición feminizada, por las amantes de
sangre real cuzqueña que tuvo Pizarro, y por el papel
general que se les asigna en esa dilatada exaltación en
verso de la conquista que constituye el poema de Peralta, muchos de
cuyos temas, personajes y argumentos provienen también de la
Segunda Parte de los Comentarios reales.
Así, por un lado Peralta corrige -utilizando a Garcilaso- el conocimiento de los propios indígenas capitaneados por el curaca Salvador Puycón, y por el otro se encarga de detallar la opulencia de los trajes de los incas desfilantes. La arcadia minerológica que se ofrece a manos llenas llega de este modo a la Corona gracias a los criollos que estimulan tales representaciones y, naturalmente, garantizan la continuidad del orden virreinal.
En tal sentido, la traslación del centro económico y cultural del Imperio a sus confines occidentales invierte las reglas del juego y propone implícitamente una desarticulación del paradigma central de la conquista. Me refiero a la justificación de la opulencia extraída a cambio de la salvación de las almas indígenas y su «ennoblecimiento» por medio de los usos españoles. Una vez que los criollos quedaban fuera de toda duda idolátrica, ¿qué sentido podría tener seguir entregando las riquezas peruanas sino el de hacer demostración y alarde de generosidad superior y verdadera grandeza de ánimo?
Si una tradición criolla se desarrolla a partir de los primeros malestares por el desheredamiento de las encomiendas y las exclusiones en las órdenes religiosas (tema ampliamente estudiado por Bernard Lavallé), veremos que de la etapa de asimilación e imitación se pasa a la de la rivalización interprovincial con el correr de las décadas. Las hipérboles de los Júbilos... sobre una Lima comparable al cielo hablan por sí mismas de un espacio de interferencias en que distintas tradiciones étnicas son contrastadas y reformuladas dentro del saber letrado.
Dicho saber se constituye así como crisol legitimador de las aspiraciones criollas. En el caso de Peralta, no se trata precisamente de un afán independentista ni mucho menos. Ya los trabajos de Jerry Williams se han encargado de demostrar una vez más la profunda vocación adulona y fidelista de nuestro notable polígrafo. Pero no sería exagerado pensar que el afán demostrativo de Peralta tiene que ver con un reclamo implícito por equiparar las letras criollas con el modelo peninsular8. De paso, y muy convenientemente, se resta cualquier posibilidad de legitimación y viabilidad al conjunto de reclamos y discursos provenientes del llamado «renacimiento inca» del siglo XVIII, estudiado en años recientes por Carlos García-Bedoya (v. bibliografía).
La línea de exaltación local renovada por Peralta a partir de sus fuentes (Garcilaso y Salinas) puede rastrearse fácilmente hasta José Eusebio del Llano y Zapata y más adelante hasta los ilustrados intelectuales del Mercurio peruano. En esta última publicación se percibe un ahondamiento de la mirada oblicua trazada por Peralta hacia la población indígena contemporánea. De hecho, se comienza a «depurar» lo que son los contenidos estrictamente descriptivos de la riqueza y magnificencia de los edificios y obras incaicas, pero se establece una imagen totalmente peyorativa de sus descendientes. De hecho, se llega a decir, en sintomático afán regalista que
(Mercurio peruano, X, 131) |
Como se ve, una vez fracasada la Gran Rebelión de Túpac Amaru II, no resultaba difícil defenestrar cualquier residuo de aspiración autonomista por parte de las naciones indígenas9.
La prohibición de los Comentarios reales en territorio andino a partir de 1783 para evitar nuevas inspiraciones rebeldes dio motivo poco después a su reivindicación dentro del discurso libertador. Tal como estudia Ricardo Rojas en su célebre prólogo a la edición de 1943 de los Comentarios reales, el General José de San Martín encontró en la obra de Garcilaso una justa fuente para asentar la nacionalidad peruana, tratando de integrar armónicamente sus diferentes sujetos sociales.
Pero, a pesar de las intenciones editoriales de San Martín, no se volvió a publicar la obra hasta bien entrado el siglo XIX, y sin duda su interés como texto histórico fue decayendo desde la década de 1880, cuando empezaron a circular por obra y gracia de Marcos Jiménez de la Espada ediciones de crónicas desconocidas, como El señorío de los incas, de Pedro de Cieza, la Relación de antigüedades, de Joan de Santacruz Pachacuti, la Instrucción..., de Titu Cusi Yupanqui o la Suma y narración de los incas, de Juan Diez de Betanzos, que ofrecían una visión más directa y literariamente despreocupada de la administración cuzqueña. Esto motivó que los Comentarios reales fueran estimados a principios del siglo XX sobre todo en su faceta estética, hasta el punto que la disciplina del «garcilasismo» ha cobrado una autonomía cada vez más creciente dentro del campo de los estudios llamados coloniales.
Sin embargo, la
manera como ha solido resolverse el problema del mestizaje
dirigente propuesto por Garcilaso ha pasado inevitablemente por un
blanqueamiento de su propia figura como producto del choque entre
conquistadores y conquistados. Cabría, simplemente, recordar
la imagen del paisaje peruano que presentan garcilasistas
encumbrados como Riva Agüero, quien desde 1916, en su
«Elogio del Inca Garcilaso» invocaba la «eterna dulzura de nuestra patria, la mansedumbre
de sus vicuñas, la agreste apacibilidad de sus sierras y la
molicie de sus costeños oasis»
(Riva Agüero
XXXIII), para más adelante describir la
administración incaica como un «estado [...] refinado e infantil»
(id.), pretendiendo establecer a partir de una
lectura nacionalistamente interesada de los Comentarios
(dentro de un curioso y al parecer no caduco nacionalismo
hispanizante) la naturaleza de tal referente primitivo como un
hecho histórico incuestionable. Ni qué decir que en
el supuesto «clasicismo» de Garcilaso Riva Agüero
pretendió encontrar la «más
palmaria demostración del tipo literario peruano»
(XXXVIII), concluyendo, en entusiasta búsqueda de identidad
nacional, que «nuestras aptitudes, por
conformación y coincidencia espirituales, mucho más
que por derivación de sangre, se avienen sorprendentemente
con la tradicional cultura mediterránea que denominamos
latinismo»
(XXXIX, énfasis en el
original).
De este modo, al extraerse solamente las virtudes humanísticas del discurso garcilasiano se le otorga a éste una representatividad nacional muy a tono con la corriente de reivindicación de la Romanía, tan de moda en el pensamiento hispanoamericano de principios del siglo XX. Magistralmente expresado por Pedro Henríquez Ureña en sus Seis ensayos en busca de nuestra expresión de 1928, el proyecto de una «Romanía» extendida al Nuevo Mundo ha sido telón de fondo para la radicalización del proceso de occidentalización del territorio andino iniciado en el siglo XVI.
Los
párrafos anteriores no pretenden de ninguna manera agotar el
problema. Sólo intentan mostrar las relativas continuidades
entre la formación y consolidación del discurso
criollo durante el virreinato y su transformación posterior
en discurso nacionalista que guarda sospechosas semejanzas con sus
orígenes. Para cumplir con los propósitos de este
volumen peruanista, nada mejor que revisar la historia del
garcilasismo y encontrar una vez más las múltiples
lecturas ejercidas por «la
tradición de los encomenderos»
, como decía
Mariátegui, para el desarrollo de un hasta ahora no bien
cuajado proyecto nacional peruano.
- Anderson, Benedict. Imagined Communities. Reflections on the Origin and Spread of Nationalism. London: Verso, 1983.
- Armstrong, John A. Nations befare Nationalism. Chapell Hill: University of North Carolina Press, 1982.
- Barco Centenera, Martín del. Argentina y Conquista del Río de la Plata, con otros acaecimientos de los Reynos del Peru, Tucuman y el Estado del Brasil. Lisboa: por Pedro Crasbeek, 1602. Ejemplar de la John Carter Brown Library (JCB), Providence.
- Buntinx, Gustavo, y Wuffarden, Luis Eduardo. «Incas y reyes españoles en la pintura colonial peruana: La estela de Garcilaso». Márgenes 8 (Lima, 1991): 151-210.
- Burga, Manuel. Nacimiento de una utopía. Muerte y resurrección de los incas. Lima: Instituto de Apoyo Agrario, 1988.
- Calancha, Antonio de la. Chronica Moralizada del Orden de San Agustín en el Perú con sucesos exemplares vistos en esta Monarchia. Barcelona: Por Pedro de Lacavalleria, 1638.
- Carvajal y Robles, Rodrigo de. Fiestas que celebrò la Ciudad de los Reyes del Piru al nacimiento del Serenissimo Principe Don Baltasar Carlos de Austria Nuestro Señor. Lima: por Gerónimo de Contreras, 1632. Ejemplar de la JCB.
- Castro y Bocángel, Juan de. Elíseo Peruano, 1725.
- Clément, Jean-Pierre. El Mercurio Peruano 1790-1795. Vol. I: Estudio. Frankfurt am Main: Vuervert, y Madrid: Iberoamericana, 1997.
- Cobo, Bernabé. Historia del Nuevo Mundo. Publicado por primera vez con notas y otras ilustraciones de D. Marcos Jiménez de la Espada. 4 vols. Sevilla: Imprenta de E. Rasco, 1890-95.
- Córdoba Salinas, Diego de. Coronica de la Religiossisima Provincia de los Doze Apostoles del Peru. De la Orden de nuestro Serafico P. S. Francisco de la Regular Observancia; con relacion de las Provincias que della an salido, y son sus hijas. Ed. y notas de Lino E. Cañedo, O. F. M. Washington, DC: Academy of American Franciscan History, [1651] 1957.
- Duviols, Pierre. «Guaman Poma, historiador del Perú antiguo: una nueva pista». Revista Andina 1 (1983): 103-115.
- Echave y Assu, Francisco. La Estrella de Lima convertida en Sol sobre sus Tres Coronas [en] el B. Toribio Alfonso de Mogrobexo, su segundo Arçobispo. Amberes: por Juan Bautista Verdussen, 1688. Ejemplar de la JCB.
- Falla, Ricardo. Lo peruano en la obra de Pedro de Peralta y Barnuevo. El caso de la Lima fundada. Lima: UNMSM, 1999.
- Florescano, Enrique. Etnia, Estado y Nación. Ensayo sobre las identidades colectivas en México. México: Aguilar, 1997.
- García-Bedoya, Carlos. «El discurso andino en el Perú colonial: los textos del renacimiento inca». En Asedios a la heterogeneidad cultural. Libro de homenaje a Antonio Cornejo Polar. José Antonio Mazzotti y U. Juan Zevallos Aguilar, coordinadores. Filadelfia: Asociación Internacional de Peruanistas. 197-216.
- Gisbert, Teresa. Iconografía y mitos andinos en el arte. La Paz: Gisbert y Cía., S. A., 1980.
- Guibovich, Pedro. «Lectura y difusión de la obra del Inca Garcilaso en el virreinato peruano (siglos XVII-XVIII). El caso de los Comentarios reales». Revista Histórica. Órgano de la Academia Nacional de la Historia 37 (1991): 103-120.
- Henríquez Ureña, Pedro. Seis ensayos en busca de nuestra expresión. Buenos Aires y Madrid: BABEL (Biblioteca Argentina de Buenas Ediciones Literarias), 1928.
- Kellas, James G. The Politics of Nationalism and Ethnicity. New York: St. Martin's Press, 1991.
- Kinsbruner, Jay. Independence in Spanish America. Civil Wars, Revolutions, and Underdevelopment. Albuquerque: University of New Mexico P., 1994.
- Latasa Vassallo, Pilar. «¿Criollismo peruano versus administración española? Posición "criollista" del virrey Marqués de Montesclaros (1607-1615)». Ponencia leída en el Primer Congreso Internacional de Peruanistas en el Extranjero. Universidad de Harvard, 29 de abril-1 de mayo, 1999.
- Lavallé, Bernard. Las promesas ambiguas. Ensayos sobre el criollismo colonial en los Andes. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 1993.
- ——. «El criollismo y los pactos fundamentales del imperio americano de los Habsburgos». En Agencias criollas. La ambigüedad «colonial» en las letras hispanoamericanas. José Antonio Mazzotti, ed. Pittsburgh: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2000.
- Lohmann Villena, Guillermo. Los ministros de la Audiencia de Lima en el reinado de los Borbones (1700-1821). Sevilla: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1974.
- Lynch, John. The Spanish American revolutions (1808-1826). Nueva York: W. W. Norton & Co., 1986, 2.ª ed.
- Mazzotti, José Antonio. «En virtud de la materia. Nuevas consideraciones sobre el subtexto andino de los Comentarios Reales». Revista Iberoamericana, vol. 61, 172-173 (1995): 385-421.
- ——. «La heterogeneidad colonial peruana y la construcción del discurso criollo en el siglo XVII». En Asedios a la heterogeneidad cultural. Libro de homenaje a Antonio Cornejo Polar. José Antonio Mazzotti y U. Juan Zevallos Aguilar, coordinadores. Filadelfia: Asociación Internacional de Peruanistas, 1996. 173-196.
- ——. «Garcilaso y los orígenes del garcilasismo: el papel de los Comentarios Reales en el desarrollo del imaginario nacional peruano». Fronteras. Revista del Centro de Investigaciones de Historia Colonial 3 (Bogotá, 1998a): 13-25.
- ——. «The role of the Comentarios reales in the development of the Peruvian national imaginary», in Garcilaso Inca de la Vega, an American Humanist. A tribute to José Durand. José Anadón, editor Notre Dame: University of Notre Dame Press, 1998b. 90-109.
- ——. «Criterios trasatlánticos para una nueva edición crítica de los Comentarios reales». En Edición y anotación de textos coloniales. Ignacio Arellano, editor. Pamplona: Universidad de Navarra, 1999a. 125-142.
- ——. Reseña-ensayo sobre Pensamiento europeo y cultura colonial. Frankfurt am Main: Vuervert, y Madrid: Iberoamericana, 1997, Karl Kohut y Sonia V. Rose, eds., y El Mercurio Peruano 1790-1795. Vol. I: Estudio (Frankfurt am Main: Vuervert, y Madrid: Iberoamericana, 1997) por Jean-Pierre Clément. Colonial Latin American Review (CLAR, 1999b) VIII, 2: 322-325.
- ——. «Resentimiento criollo y nación étnica: el papel de la épica novohispana».
- En Agencias criollas. La ambigüedad "colonial" en las letras hispanoamericanas. José Antonio Mazzotti, ed. Pittsburgh: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2000.
- Medina, José Toribio. La Imprenta en Lima (1584-1824). Amsterdam: N. Israel, [1904] 1965. 3 vols.
- Meléndez, Juan. Tesoros Verdaderos de las Yndias en la Historia de la Gran Prouincia de San Iuan Bautista de el Perú de el Orden de Predicadores. Roma: por Nicolás Ángel Tinasbio, 1681. Ejemplar de la JCB.
- Méndez, Cecilia. «Incas sí, indios no: apuntes para el estudio del nacionalismo criollo». Lima: IEP, Documento de Trabajo n.º 56, 1995. 2.ª ed.
- Mercurio peruano. Ed. facsimilar en 12 vols. Enero de 1791-1795. Ns. 1-411. Publicada por la Sociedad Académica de Amantes de Lima. Lima: Biblioteca Nacional del Perú, 1964.
- Monguió, Luis. «Palabras e ideas: "Patria" y "Nación" en el Virreinato del Perú». Revista Iberoamericana 44, 174-175 (1978): 453-470.
- Montalvo, Francisco Antonio de. El Sol del Nuevo Mundo ideado y compuesto en las Esclarecidas Operaciones del Bienaventurado Toribio Arçobispo de Lima. Roma: por Ángel Bernavó, 1683. Ejemplar de la JCB.
- Mugaburu, Josephe de, y Mugaburu (hijo), Francisco de. Diario de Lima (1640-1694). Crónica de la Época Colonial. Colección de Libros y Documentos Referentes a la Historia del Perú, Tomo VII. Horacio H. Urteaga y Carlos A. Romero, editores. Lima: Imprenta y Librería Sanmarti y Cía., 1917. 2 vols (1640-1670 y 1671-1694).
- Oña, Pedro de. Primera Parte del Arauco Domado. Facsímil de la primera edición (Lima: Por Antonio Ricardo, 1596). Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1944.
- Pagden, Anthony. «Identity formation in Spanish America». En Colonial Identity in the Atlantic World, 1500-1800. Nicholas Canny y Anthony Pagden, eds. Princeton: Princeton UP, 1987. 51-93.
- Peralta y Barnuevo, Pedro de. Lima triumphante, juegos pythios y júbilos de la Minerva peruana. Lima: Joseph de Contreras y Alvarado, 1708.
- ——. [Júbilos de Lima o] Descripcion de las Fiestas Reales. Noticia de los Augustos Casamientos y Aparato de su Celebracion. Lima, 1723. Ejemplar de la JCB, Providence, Rhode Island.
- ——. Historia de España vindicada. Lima, 1730.
- ——. Lima Fundada o Conquista del Perú. Lima: Imprenta de Francisco Sobrino y Bados, 1732. 2 vols. Ejemplar de la Houghton Library, Harvard University.
- Riva Agüero, José de la. «Elogio del Inca Garcilaso». En Comentarios reales de los Incas. Lima: Librería e Imprenta Sanmarti y Cía., [1916] 1918. Vol. 1.
- Rodríguez Garrido, José A. «"La voz de las repúblicas": poesía y poder en la Lima de inicios del XVIII». En Agencias criollas. La ambigüedad "colonial" en las letras hispanoamericanas. José Antonio Mazzotti, ed. Pittsburgh: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2000.
- Rojas, Ricardo. «Prólogo» a los Comentarios reales. Ed. de Ángel Rosenblat. Buenos Aires: Emecé, 1943.
- Rowe, John Howland. «El movimiento nacional inca del siglo XVIII», en Túpac Amaru II-1780. Alberto Flores Galindo, ant. Lima: Retablo de Papel Ediciones [1954] 1976. 13-66.
- Salinas [y Córdoba], Buenaventura de. Memorial de las Historias del Nuevo Mundo Pirú: Méritos y Excelencias de la Ciudad de Lima, Cabeça de sus Ricos, y Estendidos Reynos, y el estado presente en que se hallan. Para inclinar a la Magestad de su Catholico Monarca Don Felipe IV Rey Poderoso de España, y de las Indias, a que pida a Su Santidad la canonizacion de su Patron Solano. Lima: Por Gerónimo de Contreras, 1630. Microfilm en la Colección José Toribio Medina de la Biblioteca Rockefeller, Brown University, Providence.
- Sánchez, Luis Alberto. El Doctor Océano. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1967.
- Smith, Anthony D. The Ethnic Origins of Nations. Londres: Basil Blackwell, 1986.
- Stoetzer, Carlos. The Scholastic Roots of the Spanish American Revolution. Nueva York: Fordham University Press, 1979.
- Suardo, Juan Antonio. Diario de Lima (1629-1634). Introducción y notas de Rubén Vargas Ugarte, S. J. Lima: Imprenta C. Vásquez L., 1935.
- Suárez de Peralta, Juan. Tratado del descubrimiento de las Indias [ca. 1589]. México: Secretaría de Educación Pública, 1949.
- Thurner, Mark. From Two Republics to One Divided. Contradictions of Postcolonial Nationmaking in Andean Perú. Durham: Duke University Press, 1997.
- Vega, Inca Garcilaso de la. Primera Parte de los Commentarios Reales, qve tratan del origen de los Yncas, Reyes que fueron del Perv, de su idolatria, leyes, y gouierno en paz y en guerra: de sus vidas y conquistas, y de todo lo que fue aquel Imperio y su Republica, antes que los Españoles passaran a el. Lisboa: Imprenta de Pedro Crasbeeck, 1609.
- ——. Historia General del Perú. Segunda Parte de los Commentarios Reales. Córdoba: Por la Viuda de Andrés Barrera, 1617.
- Williams, Jerry. Censorship and Art in Pre-enlightenment Lima: Pedro de Peralta Barnuevo's Diálogo de los muertos: la causa académica. Ed. facsimilar, estudio y traducción al inglés de Jerry M. Williams. Potomac: Scripta Humanistica, 1994.
- ——. Peralta Barnuevo and the Discourse of Loyalty: A Critical Edition of Four Selected Texts. Anotados, editados y prologados por Jerry M. Williams. Tempe: ASU Center for Latin American Studies Press, Arizona State University, 1996.