Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

ArribaAbajo

Acto tercero



Entrada a la iglesia de Santa Gadea. El tablado representa el ámbito de una lonja que corre delante de la iglesia. Este espacio está cerrado con verjas en el fondo: desde las verjas adentro se quebranta el plano, suponiéndose que de él se baja a otro plano inferior (que es el piso de la calle) por una elevada gradería. A la derecha del espectador la puerta del templo, y cerca de ella un altar con una cruz y un misal. A la izquierda, en primer término, un dosel, cerrado con cortinas de arriba abajo: más allá se supone que hay una puerta en el muro de un edificio, correspondiente o contiguo a la iglesia, el cual llega huta la verja y tiene un caprichoso balcón en el mismo ángulo. Bancos o sitiales a un lado y otro de la escena.
 
Escena primera
ALVAR FÁÑEZ e ILLÁN. Dos CENTINELAS fuera de la verja
ALVAR. (Saliendo de la iglesia.)
La hora del duelo se acerca,
Todo prevenido está,
Y Rodrigo no parece
Ni en casa ni en la ciudad.
¡Salir de Burgos anoche,
Sin decir adónde va,
Y no volver! ¡Vive Dios,
Que no sé qué imaginar!
Veamos si este escudero
Me puede instruir... Illán.
ILLÁN. Señor...
ALVAR.               ¿Vino por aquí
Mi primo?
ILLÁN.                   ¿Mi amo? Sí tal.
A la madrugada.
ALVAR.                            ¡Gracias
A Dios! Gran nueva me das.
ILLÁN. Nadando estaba en sudor.
Se acababa de apear,
Según me dijo: miró
Con mucha prolijidad
Todos los preparativos
Para la función real;
Debajo del dosel puso
La silla: sobre el altar,
Por su mano, colocó
En el atril el misal;
Me mandó que una ballesta
Sacara; fuila a buscar,
Y cuando volví, no estaba,
Ni aquí ha aparecido más.
Como vino tan cansado,
Iríase a descansar.
ALVAR. ¿Y adónde?...
ILLÁN.                         Si no que fuese
Al cuarto de un capellán...
ALVAR. Pero teniendo su casa
Ahora en la vecindad,
De modo, que, aun sin ser visto,
Desde allí puede pasar
Por la iglesia aquí, sería
Raro... Me voy a informar
Con certeza. (Vase.)
(VOCES dentro.)           ¡Viva el Rey
Don Alfonso!
ILLÁN.                        ¿A qué será
Esa gritería?
 

Escena II

El REY, GONZALO e ILLÁN, que poco después se retira
REY.                      Para
Que no suban, arrojad
Dinero a esa buena gente.
GONZ. Ya os empiezan a aclamar:
No dudéis que esta salida
En público os convendrá.
REY. Buen templo es Santa Gadea.
GONZ. Y por eso es el lugar
Elegido para un acto...
Que no se celebrará.
Este es el cerrojo en que usan
Los burgaleses jurar.
REY. Todo ya se halla dispuesto.
GONZ. Es el Cid muy eficaz. (Vase ILLÁN.)
También todo está corriente
Para el duelo.
REY.                        Confesad,
Confesadme si las voces
Que a Vellido le achacáis,
No son las mismas que dijo
En el punto de expirar.
GONZ. Os ruego, por el decoro
De la regia majestad,
Que no queráis por ahora
En esa demanda instar.
REY. Es que si verdad no fuese
GONZ. Ya la cuestión principal
No es la inocencia del Cid
O su culpabilidad.
En todo vasallo vuestro
Era un deber atajar
Los desafueros del Cid:
Guerreros de temple tal
En tiranos de los Reyes
Vienense al fin a trocar.
Ya habéis visto si producen
Efecto perjudicial
Semejantes osadías,
Quedando sin castigar.
Ya visteis en vuestra casa
Erguirse una niña audaz.
Resistiendo, abiertamente
A la triple autoridad
De Monarca, de tutor
Y cabeza familiar.
REY. Afirmo, por el recuerdo
De nuestra cautividad,
Que esa inobediencia es cosa
Que no puedo tolerar.
Jimena, la que antes era
La dulzura angelical
Propia, la timidez misma,
La misma docilidad,
¡Negarse a daros la mano,
Tan resuelta y contumaz!
Por Dios, que antes de dos horas
Ha de vencer y agobiar
A esa cerviz altanera
La toca humilde claustral.
GONZ. Debiera, cual caballero,
De tal castigo apelar;
Mas como recto ministro,
Como ofendido galán,
Por más que me afilia, no
La puedo desaprobar.
Aunque ella ya se arrepienta
De su necia terquedad,
Fuera yo, siendo su esposo,
Burla del vulgo procaz.
Robusteced en Castilla
Vuestra débil potestad:
Yo a la obra cimientos echo;
Vos la debéis acabar.
Si en ese combate, contra
Toda probabilidad,
Pudiéramos ser vencidos
Nosotros, ¡ay de vos! ¡Ay
De la paz de vuestro reino
Si a Rodrigo no domáis!
REY. ¡Oh! Si él después...
GONZ.                                  Ahora mismo,
Fuera de Burgos, ¿qué hará?
Esa nocturna salida,
Ese excesivo tardar,
Cuando la hora de la lid
Al momento rayará,
¿Qué significan? Acaso
Contra vos trata de armar
De los pueblos convecinos
La ruda credulidad,
Ese dosel, y la silla
Que oculta ese tafetán,
Silla que a vos destinada
Burgos la mandó labrar
En Valencia al más famoso
Artífice musulmán,
Os deben con muda voz
Vuestro deber acordar.
Si queréis poner el trono
A cubierto de desmán,
Amarrar firme a sus gradas
Al caudillo popular.
Señor, quien se siente aquí...
(Alza una de las cortinas que cierran en dosel, y se ve al CID durmiendo, recostado sobre la silla del trono, caída.)
¡Qué veo!
REY.                   ¡Es él!
GONZ. ¡Pese a tal!
Rodrigo es: yace dormido.
REY. Mientras vos imagináis
Que conspira, ¡está sirviendo
A mi dosel de guardián!
GONZ. Guardián que duerme, no guarda.
REY. ¡Dormir con tranquilidad
Cuando un combate le espera!
Poco la lid temerá,
Poco su suerte le importa.
GONZ. Poco le debe importar,
(Reparando ahora en la silla que está caída.)
Cuando le está un Rey mirando
Con tan rara ceguedad,
Que de ese hombre turbulento
Sólo repara en la faz.
Rey Alfonso, ella os fascina;
Rey Alfonso, reparad
Que sobre un trono volcado
Rodrigo dormido está.
REY. Y es cierto!
GONZ.                     Y ésa es la silla
Que vos hoy vais a ocupar.
REY. ¡Por él derribada en sueños!
¿Es profética señal
Que me avisa de un peligro
De que me debo guardar,
O es un acaso?...
GONZ.                             En Toledo,
Por un suceso casual
Como éste, os vaticinaron
Que habían de coronar
Tres diademas vuestra frente.
No fue el presagio falaz.
Cumpliose el próspero anuncio;
Que no se cumpla el fatal.
REY. ¡Volcado por él mi trono!
GONZ. Señor, es fuerza velar
Por él y por vos.
REY.                            Sí, sí.
GONZ. La Reina.
 

Escena III

La REINA, saliendo por la izquierda, y DICHOS
REINA.                   Alfonso, piedad
Os pido para Jimena.
¿Cómo queréis principiar
Vuestro reinado en Castilla
Con esa severidad
Contra una dama, una deuda?
REY. Hoy hasta las diez podrá,
Por despedida del mundo,
Usar de su libertad.
Completamente mi prima;
Pero al tiempo de prestar
Castilla obediencia a Alfonso,
Jimena pronunciará
Sus votos al cielo. Yo
Os prometo respetar
El último acto de vuestra
Dominación temporal;
Respetad vos el primero
De la mía: perdonad.

(Vase, y GONZALO con él.)

 

Escena IV

JIMENA y NUÑA por la izquierda, y la REINA
REINA. Nada he conseguido, nada,
Jimena.
JIMENA.              Era de esperar.
Era inútil: son los hombres
Duros como el pedernal.
No, no, me responden todos:
No saben más que negar.
Gonzalo mismo, que dice
Que me tiene voluntad,
Que tiene celos, Gonzalo
Hace poco fue capaz
De ofender con otro no
Mi juvenil vanidad.
Dilo tú: que de sonrojo (A NUÑA.)
Yo no lo podré contar.
NUÑA. Por evitar ese duelo...
JIMENA. Ese duelo criminal...
REINA. Horrible: peligra en él...
JIMENA. La vida del capitán
Más ilustre de Castilla.
REINA. De España.
NUÑA.                     Pues por salvar
Esa vida, hizo Jimena
La noble infidelidad
De ofrecer hoy a Gonzalo
Su pretensión a aceptar.
JIMENA. Sí, y él rechazó mi diestra.
El quiere sangre no más;
No quiere amor.
REINA.                            Y ¿qué amor?
Le puede Jimena dar?
JIMENA. Sí, razón tenéis. ¡Yo amarle!
Imposible; odio mortal
Es el afecto que yo
Le pudiera consagrar.
Odio, porque hay odio siempre
Donde hay infelicidad
Tantos años de ilusiones
¡En qué vienen a parar!
No hay mujer más infeliz,
Ni la hubo nunca, ni habrá.
REINA. ¿Tanta experiencia de pena
Cabe en tu florida edad,
Que presumes que ningunas
Las tuyas igualarán?
Amante amada, te tienes
Del mundo que separar;
Pero tú del monasterio
En la fría soledad
Podrás decir que Rodrigo
Te amó, y siempre te amara.
Compara tu suerte ahora,
Compara... NUÑA, apartad.

(Vase NUÑA.)

Compárate a la infeliz
Cuya historia escucharás,
Porque hoy, desgraciadamente,
Se te puede confiar.
A una gótica abadía
Del vasto Imperio alemán,
Fatigada una viajera
Para mayo llegará;
Corona de oro en la frente
Al cuello púrpura real,
Palidez en el semblante,
Y en el pecho hondo pesar.
A la puerta la corona
Y el manto se quedarán;
Con ella irán los pesares
Dentro del sagrado umbral,
y sola en la pobre celda
Que nunca ha de abandonar.
Clamará tal vez regando
Con lágrimas el sayal:
«Yo amé sin culpa, y mi amor,
Blanco de perpetuo azar,
Tuvo contra sí el desdén
Y el temido ¿qué dirán?
Más venturosa que yo,
Poseía una rival
El corazón que en secreto
Yo anhelaba conquistar.
Preciso encubrirme fue
Con mentiroso antifaz,
Dando a la ardiente pasión
Apariencias de amistad.
Cada estudiado discurso,
Cada medido ademán,
Cada vez que indiferente
Di al Cid mi mano a besar...
JIMENA. ¡Al Cid!... ¡vos!...
REINA.                              Era una lucha
De virtud o vanidad,
Cruel, insufrible, y siempre
Continua: era agonizar,
Teniendo que sonreír
Ante el autor de mi mal...
¡Jimena, Jimena! ¿Es esto
Sufrir? ¿Es esto penar?
Yo amé también a Rodrigo,
Y él no lo supo jamás. (Vase.)
 

Escena V

JIMENA, y luego el CID
JIMENA. ¡Le ama, y él no lo sabe!
Grande será su dolor;
Pero aun mi pena es más grave;
Que en otra mujer no cabe
Amor igual a mi amor.
Sin paga continua y cierta,
Menos la pasión se inflama.
¡Rodrigo, no te ama Alberta
Como yo.
CID.                  ¿Quién me despierta?
(Dentro del pabellón.)
JIMENA. ¡Qué voz oigo!
CID. (Saliendo.)        ¿Quién me llama?
JIMENA. ¡Tú aquí!
CID.                 Me quedé dormido...
¡ Ah! ¡Qué sueño me has robado!
Pero ese nupcial vestido
JIMENA. Te anuncia, Rodrigo amado,
Que del mundo me despido.
CID. ¡Del mundo! Y ¡yo te veía
En sueños!, ¡dulce ilusión!,
Al lado de un campeón
Que tierno tu mano ansía!
JIMENA. Los sueños, ¡ay!, sueños son.
Mas dile, y al paso cuenta
Por qué anoche te ausentaste
De Burgos.
CID.                    Tú me obligaste,
Porque de mí te ausentaste
Respirando ira violenta.
Yo, acosado sin cesar
De un pensamiento inoportuno,
Quise en la ermita mirar
Si estaban en su lugar
Dos corazones... o uno.
JIMENA. Mi celoso desacuerdo
Pasó, trayéndome en pos
La promesa...
CID.                        ¡Qué recuerdo!
JIMENA. «¡O de Rodrigo o de Dios!»...
De él seré, ya que te pierdo.
CID. ¡Ah, mujer de pecho hidalgo!
¡Ah, fiel amante sin par!
¿Qué soy para ti? ¿Qué valgo?
JIMENA. Di el sueño; soñemos algo;
Tardemos en despertar.
CID. Cabalgaba aprisa, lleno
De triste inquietud el seno;
Flotaba el manto al desgaire,
Bramaba furioso el aire,
Retumbaba hórrido el trueno.
«Vence a ese viento veloz»,
Gritábale yo a Babieca.
Su ijar batiendo feroz.
En esto, doliente y hueca,
Lejana se oyó una voz.
«De vuelta la escucharé,
Corra mi caballo, corra.
¿No hay quien por Dios me socorra?
¡Por la Virgen!» -Se me fue
De sí la mano a la gorra.
Hacia el eco lastimoso
Dirijo al noble animal:
Un relámpago horroroso
Me alumbra, y miro un leproso
Hundido en un tremedal.
«Da la mano.» -No está sana:
No la toquéis (replicó)
Sin guante. -Advertencia vana:
Quizá moriré mañana.
Ten y sal. Sube. -Subió.
«Dónde habitas? -Lejos-. Guía;
Que no por eso desmayo.»
Aquí me miró al soslayo
Y dijo: «Haces bien.» -Corría
Mi caballo como el rayo
Y un valle de sepulturas
Hollaba su planta leve.
Entonces las vestiduras
De aquel hombre, antes oscuras
Y hediondas, ya de la nieve
Afrentaban el albor:
Sus llagas y cicatrices
Lanzaban vivo fulgor.
JIMENA. ¿Es sueño lo que me dices?
CID. Es verdad, es un favor
Que el cielo me otorga, acaso
Para que en la lid sucumba
Sin sentir hoy el fracaso.
JIMENA. ¡Oh!
CID.          «Mira, gritaba al paso
Mi guía, mira esa tumba.
Alta fue; mas ya cayó,
Pues a un guerrero erigida,
De alma aleve y fementida,
Del libro se le borró
De la fama y de la vida.
A un soberbio al otro lado
Esconde la espesa grama:
Por su orgullo ese soldado
Yace, siglos ha, borrado
Del libro de vida y fama.
Con esa severidad
Dios, en el varón que lidia,
Persigue la vanidad,
Postra la inhumanidad
Y escarmienta la perfidia.
Huya el escollo, Rodrigo,
Que glorias mil sumergió;
Si no, perderá en castigo
Fama aquí, vida conmigo.»
Dijo, y desapareció.
JIMENA. ¡Qué espanto!
CID.                         Y halléme al pie
De esta iglesia; a ella acudí;
Oré, me repuse, hablé;
Bajo el dosel pretendí
Velar; dormíme Y soñé;
Y el benigno protector,
Que desde el empíreo cielo
Vino a enfrenar mi valor,
Me dio un sueño de consuelo
Tras la visión de terror.
JIMENA. ¡Ah! Di, di.
CID.                   Sobre la arena
De un mar de naves cuajado
Vi una ciudad sarracena.
Tinta en sangre cada almena,
Cada muro aportillado.
Sin hierro en el talabarte,
Morisca tropa bajaba
Con pena de un baluarte
Donde la cruz tremolaba
¡Y era verde el estandarte!
JIMENA ¡Es el tuyo!
CID.                     Con decoro
Disimulando el rubor,
Sumiso un alcaide moro
Ponía unas llaves de oro
A los pies del vencedor.
JIMENA. ¿Quién era?
CID.                     Le descubrí
Sólo de espaldas a mí;
Pero tú, bella y ufana
Cual triunfante soberana,
Tú, Jimena, ibas allí.
JIMENA.                                  ¡Yo!
CID. Y a dos niñas tomaste
De la mano y las llevaste
Al héroe: fuese a volver...
-y en esto me despertaste,
Y a ti sola hube de ver.
JIMENA. ¡Santo Dios! ¡Qué confusión!
Tremenda la aparición...
Lo soñado tan risueño...
¿Será profético el sueño
Y un aviso la visión?

(Descubriendo el pabellón y mirando al trono.)

CID. Es de Valencia la silla
Que volcó mi inadvertencia:
¿Predice tal coincidencia
Que ante el pendón de Castilla
Caerá el trono de Valencia?
(Óyense voces muy a lo lejos.)
JIMENA. ¡Ay! ¡Cómo su engaño traza
Nuestra fantasía loca!
Ruido suena allá en la plaza;
Corre a vestir la coraza.
Yo iré a probarme la toca.
CID. Sí, tal es la realidad;
Lo demás es desvarío.
Basta de debilidad;
Jimena, demos con brío
La frente a la adversidad.
Confieso a fe de cristiano,
Que anduve ayer en el reto
Procaz, iracundo y vano;
En reparación prometo
Ser hoy en la lid humano.
Sólo a defenderme aspiro;
Contra nadie llevo encono:
Al mismo Gonzalo miro
De suerte que le retiro
Mi cólera y le perdono.
Por cierto que entre él y yo,
Con todo mi frenesí,
Diferencia se advirtió:
Él cuando acusó, mintió;
Si yo insulté, no mentí;
Y aunque el ajeno puntillo
Sufra un tanto de vergüenza,
El hecho es claro y sencillo
¿Qué culpa tiene un caudillo
De no encontrar quien le venza?
Tal vez todo el esplendor
Se eclipse hoy: trance harto fiero
Será, pero si muero,
Tú me llorarás
JIMENA.                         ¡Qué horror!
No: postra al calumniador,
Por cuyo labio nocivo
La envidia ponzoña vierte;
No salga del foso vivo,
No: mira que te apercibo
Que desde allí voy a verte.
(Señalando al balcón.)
CID. ¡Tú!
JIMENA.          Mucho la plaza dista;
Mas basta ver la cimera
De tu almete: considera
Que lidias hoy a mi vista
Por vez primera y postrera.
Si vence el opuesto bando,
¿No he de ir al altar llorando
De que al Cid rinda un aleve?
Pero ¡ah! si triunfa quien debe
Triunfar, porque yo lo mando,
En ti fija la memoria
Pasaré el sacro dintel
Con sonrisa de victoria,
Revestida de tu gloria
Y ornada con tu laurel.
CID. Basta; que será mí diestra
Despiadada sin exalto.
JIMENA. Antes de ir a la palestra,
Recibe y guarda esa muestra
Del cariño a que te falto.
(Le da el corazón de metal.)
CID. ¡Ah! mi exvoto penderá
Siempre allí donde reposa.
JIMENA ¿Siempre?
CID.                   Sí, ninguna ya
Siendo tú de Dios esposa,
De Rodrigo lo será
JIMENA. No lo sepa yo, si no.
CID. ¡Antes un rayo me hienda!
JIMENA ¡Adiós, esto se acabó
CID. ¡Adiós, dulcísima prenda!
JIMENA. No me olvides nunca.
CID.                                    No. (Vase.)
 
Escena VI
NUÑA y JIMENA
JIMENA ¡Dios potente de Israel,
Cuyos rigores bendigo,
Saca del trance cruel,
Sácame salvo a Rodrigo
Y doy mi vida por él!
NUÑA. Señora, el Rey.
JIMENA.                          ¿El Rey vuelve?
Pues ya que tengo licencia,
Veamos a su presencia
Cómo la suerte resuelve
De Rodrigo la sentencia. (Vanse.)
 
Escena VII
El REY, la REINA, CABALLEROS LEONESES, CABALLEROS CASTELLANOS y DAMAS
REINA. No os falta acompañamiento.
REY. Me embargan uno, busco otro.
Doce caballeros traje;
Los doce están en el Coso:
He tenido que avisar
Que vengan más.
REINA.                             Vienen todos;
Vuestro ejército va entrando
En Burgos.
REY.                    Es un antojo
De mi hermana doña Urraca.
Como se armó ese alboroto
Ayer, y los que quisieron
Matar a Vellido Dolfos
Atropellaron la estancia
De ella y hasta su oratorio,
Está ofendida: ¿qué importa
Esa entrada un rato corto
Antes o después?
REINA.                              ¡Oh! Ved
Que me usurpáis ese poco
Tiempo de gobernación;
Os creí más generoso,
Y de ese adelanto de hora
Me he de vengar de algún modo.
REY. Respetaré lo que hagáis;
Palabra os doy.
REINA.                           Me conformo.
REY. Y ¿vos, con vuestra presencia,
No honráis el duelo tampoco?
REINA. No; me horroriza.
REY.                              Los duelos
Son al Estado costosos
Por lo común; y a no ser
Malsonante y peligroso
Evitar éste, lo hiciera
Por mi parte; me propongo
Esperar su éxito aquí,
A prestar mi jura pronto...,
Si hay quien me la tome.
REINA.                                        Burgos
Con el más vivo alborozo
Os aclamará; entretanto
Yo partiré.
REY.                    ¿Con enojo?
REINA. Sin enojo.
REY.                   Ruido suena.
REINA. El duelo.
 
Escena VIII
JIMENA e ILLÁN al balcón, y DICHOS
JIMENA.                 Clarines oigo;
Salgamos.
REY.                  Jimena ocupa
El mirador; en su rostro
Leeré lo que ella viere.
REINA. (Aparte.)
¡Dios mío! Escuchad mis votos.
JIMENA. Ya se ven.
ILLÁN.                                    Mi amo es aquél.
JIMENA. ¿Es aquél?
ILLÁN.                   Sí; reconozco
Sus ricas armas, su banda
Verde, su caballo tordo.
Mirad, ya toman carrera.
JIMENA. ¡Protégele, Dios piadoso!
ILLÁN. No tengáis miedo, señora;
Contrarios más valerosos
Está enseñado a vencer
Que esos vasallos de Alfonso.
Ya llegan, ya chocan.
JIMENA.                                  ¡Ay!
Tengo que cerrar los ojos.
ILLÁN. Mirad su contrario en tierra.
Miradle; cayó redondo.
JIMENA. Compasión tengo al vencido;
Y tiemblo más, y me ahogo
De ansia por el vencedor.
ILLÁN. Pues aquél..., no me equivoco;
Gonzalo es aquél.
JIMENA.                             ¿Gonzalo?
Sí, sí; me lo dice el odio
Con que le miro. ¡Maldiga
Dios tu brazo, hombre azaroso
Para mí, causa primera
De mis males! En el polvo
Hundido te quiero ver;
Aliento para ello cobro;
Que no hay justicia en el cielo,
Si quedas tú victorioso.
Aprisa, Rodrigo; mas,
Mas acaba con el monstruo;
Firme ahora; hiere, véngame,
Venga tu nombre glorioso.
¡Infeliz de mí!
TODOS.                       ¿Qué ha sido?
ILLÁN. Gonzalo ha triunfado.
REINA.                                  ¿Cómo?
¿Es verdad?
JIMENA.                      Es mi desdicha
Señor, ¿qué hicimos nosotros,
Para que yo llore así,
O su muerte o su desdoro?
La sepultura de vivos
Que me dan, extinga el soplo
De vida que llevo allí. (Retírase.)
ILLÁN. ¡Ay Dios, le sacan en hombros!
TODOS. ¡En hombros!
ILLÁN.                        Inmóvil va;
La gente se agolpa en torno:
¡Se habrá muerto!
TODOS.                             ¡Muerto!
REINA. (Aparte.)                             ¡Cielos,
Valedle!
ILLÁN.                A su lado corro.

(Quitándose del balcón.)

REY. Id vos. (A un LEONÉS.)
REINA. Sabed lo que pasa. (A un BURGALÉS.)
REY. Tratadle como a mí propio.

(Vanse los dos CABALLEROS.)

REINA. Castellanos, la postrera
Vez vuestra obediencia invoco.
CASTE. Mandadnos.
REINA.                      Vencido el Cid,
Consultar era forzoso
Quién ha de tomar la jura;
Yo a tal consulta me opongo.
Desistid de ella también.
CASTE. Desistimos.
REINA.                    A ese solio
Ascienda, y empuñe el cetro
El hermano de mi esposo.
Darán señal las campanas
En toque grave y sonoro,
De que acaba mi reinado
Y que principia el de Alfonso.
Que largo y próspero sea.
 

Escena IX

NUÑA y DICHOS
REINA. ¿Y Jimena?
NUÑA.                    Ahogada en lloro
Va al monasterio y os pide
Vuestra bendición.
REINA.                               La otorgo,
Y a verla en el templo voy.
Mas ¿quién sube?
 
Escena X
ALVAR FÁÑEZ, sostenido por dos CABALLEROS, y DICHOS
ALVAR.                              Poco a poco.
REINA. ¡Vos con la banda del Cid!
ALVAR. Y con sus armas y todo.
He combatido por él.
TODOS. ¿Por él?
ALVAR.                Ese perezoso
Llega ahora.
REINA.                     ¡Santo cielo!
ALVAR. Tardaba: yo andaba loco
Buscándole; murmuraban
El Gonzalo y sus consocios:
A tal Gonzalo le tengo
Un afecto rencoroso
Invencible: así, por ver
Si daba un golpe a ese mozo,
Cogí el caballo y arneses
Del Cid ausente, y me emboco
En la liza, bien echada
La visera sobre el rostro.
Al verme se armó un estrépito
De aplausos escandalosos;
Todos gritaban: «Ya está:
Que se empiece pronto, pronto.»
Los caballos, con la bulla,
Se espantan y dan corcovos;
El ceremonial se olvida;
Frente a un leonés me coloco;
El me hace cara, y partimos,
A toda advertencia sordos.
En aquella suerte, el Cid
Contrahecho quedó airoso;
A la segunda rodé,
Sin más sentido que un tronco.
Gonzalo es hombre de pro,
Lo confieso sin rebozo.
REINA. ¡Habéis expuesto el honor
del Cid!
ALVAR.               Bien lo reconozco,
Y lo siento, porque ahora
Va a hacer mi primo un destrozo
En los de León...
 
Escena XI
ILLÁN y DICHOS
REINA.                            ¿Qué hay?
ILLÁN. Hay un jinete y su potro
Con una lanza clavados,
Que atravesó malla y lomo.
Un duelo que cesa, y da
Gloria y merecido oprobio.
Gonzalo, que sangre y vida
Vertiendo del pecho roto,
Jura por el Sumo Juez,
Que le aguarda riguroso,
Que lo que dijo del Cid
Era falso testimonio.
REY. ¡Falso!
REINA.              Ven. (A NUÑA. Vanse las dos.)
(VOCES dentro.)                     ¡Viva Castilla!
(Otras VOCES dentro.)
¡Viva León!
ALVAR.                     ¿Qué alboroto
Es éste?
REY.                Ya están mis tropas
Aquí.
UNO.           ¡Viva don Alfonso!
OTRO. ¡Muera el que pida la jura!
TODOS. ¡Muera!
CID. (Dentro.) ¡Eh! Dejadme solo...
 
Escena XII
DICHOS y el CID. CASTELLANOS, SOLDADOS LEONESES, ASTURIANOS y GALLEGOS. Un ESCUDERO con el pendón verde del CID.
CID. Rey Alfonso, acallad la gritería
De esa feroz y desbandada hueste;
Primero que de alguna tropelía
Cólera brote que venganza cueste.
Gonzalo pereció, y en su agonía,
Temblando de la cólera celeste,
A mí en público...
REY.                              Bien; os satisfizo.
Lo sé.
CID.             Pero hizo más.
REY.                                     Y ¿qué más hizo?
CID. Con viva muestra de dolor profundo
La confesión me declaró en secreto
Que le arrancó a Vellido moribundo.
REY. Ya me tenéis por escucharla inquieto.
¿Qué dijo en fin el regicida inmundo?
CID. Dijo que de Zamora en el aprieto
(Aparte al REY.)
Doña Urraca mandó el asesinato,
Y él supone que a vos os fuera grato.
REY. ¡A mí! i Tal me juzgaba el miserable!
¡Mi hermana fue capaz de acción tan
                                               [fiera!
¿Qué pensaréis de mí?
CID.                           No temáis que hable.
De vos, ni aun debo sospechar si
                                      [quiera,
Y de princesa el nombre respetable
Fiel en Urraca mi lealtad venera.
REY. Basta: vuestra palabra me asegura;
Mas la debo pagar. Haré la jura.
CID. Burgaleses, leoneses, asturianos.
El digno Rey que obedecer debemos
Para dechado ser de soberanos,
La jura otorga que pedido habemos.
ALVAR. Así le adorarán los castellanos.
REY. La otorgo; sí. Tomadla y abreviemos.
CID. La ballesta.
(ILLÁN va y vuelve poco después con una ballesta.)
(Aparte.) Leamos de camino
Lo que ahora la Reina me previno.

(Saca unas tabletas de marfil, cogidas por un extremo con un cordón, y lee en ellas lo siguiente:)

«Que retardéis la jura os encomiendo,
Y no reciba el cetro mi cuñado
Sin que antes las campanas con es
                                        [truendo
Mi gobierno ya den por acabado.»
Precepto singular que no comprendo,
Pero será cumplido y acatado.
ILLÁN. Tomad, señor. (Dándole la ballesta.)
CID. La ceremonia empieza.
Burgos leal, desnuda tu cabeza.
(Se acerca al REY y le pone la ballesta cerca del pecho; el REY tiende la mano encima.)
Poned la mano en la ballesta armada
Y jurad ante el reino de Castilla
Que de Sancho la muerte desastrada,
Bien que él os arrojó de vuestra silla,
No fue por vos urdida ni mandada.
REY. Juro que culpa tal no me mancilla.
CID. (Aparte.) De la campana la señal no
                                            [siento,
Repetid de otra forma el juramento.
REY. ¡Repetido!
CID.                   Empuñad este cerrojo
Con que cierra su umbral Santa
                                    [Gadea.
(Yendo con el REY hasta la verja y moviendo la hoja en que está el cerrojo.)
REY. Rodrigo, reparad que me sonrojo...
CID. Jurad que ni aun tuvisteis leve idea
De que otro, por temor o por enojo,
Mandara el golpe que a Vellido afea.
REY. Yo lo vuelvo a jurar, y concluyamos.
CID. (Aparte.)Nada oigo. Consentid que
                                      [repitamos.
REY. ¡Otra vez más!
CID.                         Con la rodilla hincada.
(Va con el REY hasta donde está el misal, en el altar, y le abre.)
Y tocando esa página adivina
Donde empieza la crónica inspirada
Del que a salvar al hombre de su
                                         [ruina
Descendió de la célica morada
Para morir en cruz en Palestina,
Rendid a la verdad nuevo homenaje.
REY. Ved que habéis de prestarme vasa-
                  [llaje. (Arrodillándose.)
CID. Sostened y jurad que tan lejano
De vos anduvo el criminal intento
De tender asechanzas al hermano,
Que antes bien, al saber su fin san
                                        [griento...
(El REY interrumpe al CID y pone la mano sobre el Evangelio.)
REY. Juro, que ajeno de placer villano
Le consagré el piadoso sentimiento
Que es bien que al noble con su san-
                                        [gre tenga.
CID. Como jurado habéis, tal os avenga.
REY. Sea, pues. (Levantándose.)
CID.                 Y al que, usando alevosía,
De un enemigo noble se deshaga,
Y el cetro que ganar apetecía
Por crimen tan atroz obtenga en
                                      [paga,
Dios le prive de paz en noche y día,
Víctima expire de plebeya daga,
Y esparcidos por montes y laderas
Den sus miembros horror, pasto de
                                           [fieras.
REY. ¿A quién es ese amago tan funesto,
Con que de rabias se me enciende el
                                            [rostro?
¿Es a mí? (Suenan las campanas.)
CID. (Aparte.) ¡La señal! No: lo protesto.
Vos el Monarca sois a quien me
                                     [postro.
¡Castilla por el Rey Alfonso el Sexto!
(Se arrodilla.)
TODOS. ¡Viva el Rey! ¡Viva el Rey!
CID. Vuestra ira arrostro,
Y en señal de legítima obediencia
La mano os pido.
REY.                            Huid de mi presencia.
Sólo porque sois vos el que dispuso
Que vasallaje aquí se me ofreciese,
Recibirle de nadie aquí rehúso:
Quien súbdito de Alfonso se confiese,
Venga al alcázar; y conforme al uso,
Y sin que el Cid en medio se atraviese,
Tendrá el acto solemne cumplimiento.
Partid vos de mis reinos al momento;
Fuera un error que la razón condena
Dejar impune escándalo tan grave.
CID. Orden de Rey, que su poder extrema,
Sagrada es por demás, dura o suave:
Señalad, pues, el término a la pena,
Para mostraros hoy, y cuando acabe,
Cuán fiel vuestros preceptos idolatro.
REY. Por un año saldréis.
CID.                                Saldré por cuatro.
(Vase el REY y le siguen todos, menos ALVAR y algunos CASTELLANOS.)
 

Escena XIII

El CID, ALVAR FÁÑEZ y CASTELLANOS
ALVAR. Y ¿adónde irás? Alfonso te destierra;
Tú al vecino Aragón de Rey privaste;
Tu padre del navarro entró en la
                                       [tierra,
Y pueblos le quitó que tú heredaste.
CID. Bien en la España mora habrá una
                                         [sierra,
Donde probar, aunque mí vida gaste,
Si de raíz de infieles la despejo,
Ya que en la España de Jesús no
                                      [quepo.
ALVAR. Te seguiré donde la planta sientes.
UNOS. ¡Yo también!
OTROS.                      ¡Yo también!
CID.                                            ¡Divino rayo
En las cumbres de Asturias eminentes
Inflamó a los guerreros de Pelayo!
Brilla sobre esta tropa de valientes,
Para que haciendo de su fuerza en
                                           [sayo,
Quien echado del pueblo de su cuna
Hoy sin patria se ve, se alce con una.
TODOS. Sí.
CID.        Patria, donde libres como el viento,
Lejos vivamos de áulicos erguidos,
De compatricios de menguado aliento,
De impostores Gonzalos y Vellidos.
Y ¡Ojalá cuando vista Y pensamiento
A los muros volváis antes queridos,
Ojalá que miréis con faz serena!
Yo no: Yo dejo aquí... ¡Cielos! ¡Ji-
                                           [mena!
 
Escena XIV
JIMENA, apresurada; la REINA, siguiéndola, y DICHOS
JIMENA. Defiende a la mujer enamorada,
Que abriga un corazón que sólo es
                                            [tuyo.
Al prevenido altar fui resignada;
Rebelde, ciega, de sus gradas huyo.
Me arrodillé a los pies de la prelada,
Sierva de mi deber; y ella en el suyo,
Invocando de Dios el santo nombre,
Grave me preguntó si quiero a un
                                     [hombre.
Me estremeció su voz. -«Sabed pri-
                                              [mero
Si el Cid existe aún», dije llorando-.
«Triunfante vive el ínclito guerrero»,
Grita la Reina allí, veloz llegando.
Me pareció milagro verdadero
Para excusar el voto venerando,
Y prorrumpí, de gozo delirante:
«Yo necesito amar al Cid triunfante.»
CID. ¡Oh dicha! Mas el Rey...
REINA.                                         Al artificio
Mío se rendirá- Mientras no diese
A mi regencia fin, mi regio oficio
Respetar prometió: quiso que fuese
Más pronto de Jimena el sacrificio;
Y yo que el Cid la jura detuviese:
Y así estorbé la ceremonia pía,
Reinando yo por Sancho todavía.
CID. ¡Ven, mi Jimena; ven! Torna de
                                      [nuevo
Al alcázar del Rey y a su tutela:
Yo de sus manos recibir te debo
Por su libre querer, no por cautela;
No como que robada te me llevo.
El para el sí que tu Rodrigo anhela,
El quiero que tus sienes enguirnal-
                                               [de...
Sin que pretenda yo favor de balde.
JIMENA. Mas ¿cómo?...
CID.               Villas hay que por vasallas
Codicia Alfonso en el confín cercano:
Yo voy a echar a tierra sus murallas;
Ya el Rey se templará si ve que gano
Una, dos, otras dos, cinco batallas;
Una por cada dedo de tu mano.
JIMENA. ¿No has de temer que Alfonso nos
                                        [desuna?
CID. Conmigo va tu amor, va mi fortuna.
 
Escena XV
El REY y DICHOS
REY. De vuestro amor los públicos extremos
Cambian mi voluntad. (A JIMENA.)
(A RODRIGO.)       Es vuestra esposa.
JIMENA. Dejad que a vuestros pies...
CID.                                        Adoraremos
Vuestra potente mano generosa.
REINA. Un fraternal adiós aquí nos demos.
(Al REY.)
Voy a ser en Germanía religiosa.
REY. ¡Vos al claustro!...
JIMENA. (Aparte.) ¡Infeliz!
REY.                 ¿Qué hay que os precise?
REINA. Mi suerte me apartó del bien que
CID. ¡Ah, señora!                     [quise.
JIMENA.                    Quien ve los corazones,
Ve mi pena por vos.
REINA.                                 Yo en la clausura...
Yo al Señor con fervientes oraciones,
Le pediré, Jimena, tu ventura...
Que del Cid glorifique los pendones...
JIMENA. Yo para vos la paz del alma pura.
REINA. Por despedida, vuestra unión bendigo.
REY. ¡Y yo!
CID. ¡Jimena mía!
JIMENA. ¡Mi Rodrigo!
 
Fin del drama

Arriba