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Programas, horarios y métodos seguidos en Francia para la enseñanza de la lengua nacional


Señor:

Aprovechando mi permanencia do algunos días en Francia y la amabilidad de nuestro ministro el señor Mier, quien se sirvió recomendarme con las personas que podían ayudarme en mi cometido, he visitado, en ejercicio de la comisión con que se sirvió usted honrarme y que consiste en estudiar en los países extranjeros los métodos, programas de enseñanza, textos, innovaciones y adelantos relativos a las clases de Lengua Nacional de cada uno de esos países y de su literatura propia; he visitado, digo, algunos liceos y colegios y procurado darme cuenta de los métodos que siguen para la enseñanza del francés y del resultado de estos métodos.

Desde luego me he fijado en la graduación que aquí se hace de los estudios, en general; en la división de los cursos y en los programas relativos a ello, y he formado el siguiente pequeño cuadro que los sintetiza y resume:

  • 1.º Enseñanza materna.
  • 2.º Clase infantil.
  • 3.º Enseñanza primaria propiamente dicha.

Por lo que ve a la enseñanza maternal, a la que el gran Froebel dio una importa que pudiéramos llamar meticulosa y en la que basó todo su noble edificio pedagógico, no me parece que pueda compararse aún en Francia a la americana, por ejemplo, que ha sabido transplantar y robustecer todos los métodos alemanes con loable rapidez y con notables resultados.

Quizá éste, que pudiéramos llamar profesorado nimio y metódico de la madre, que norma y guía cada movimiento de su hijo hacia un fin perfectamente definido, convirtiendo en un pretexto de educación cada detalle de la vida exterior, no cuadra con la índole de nuestras madres latinas, cuya dulce misión más está entretejida de besos que de enseñanzas.

Por lo que ve a lo que aquí se llama clase Enfantine y que entiendo que corresponde a nuestros jardines de niños, se nota en Francia algo muy digno de ella: el vivo deseo de aprender de los anglo-sajones, lo que constituye una de sus más nobles preseas en asunto educativo, y es cada día más notable el mejoramiento del material escolar, por ejemplo, y cada día se impone más a los espíritus esta idea madre de la educación americana e inglesa: todo para el niño. Hagamos del niño desde su más tierna edad un ser consciente de sus deberes y de sus derechos. Démosle lo más pronto posible lo que los americanos llaman con una frase muy atinada y típica el control de sí mismo: the self control; coloquémosle en su verdadero lugar con relación a todas las cosas, para que la perspectiva de ellas nunca lo engañe, y hagamos por medio de útiles escolares, sabiamente construídos y combinados, que se forme un concepto sintético del mundo que le rodea y de la manera de utilizarlo.

Creo, no sé por qué, que los maravillosos triunfos del Japón, que el inopinado movimiento con que éste se ha impuesto al mundo, que, sobre todo, el tino inmenso con que ha sabido aprovechar las enseñanzas del exterior, han conmovido a Francia, mejor que tantos libros, y la han hecho salir de sí misma y buscar en el extranjero comparaciones muy útiles e insinuaciones muy saludables.

Por más que cierta clase de periódicos, con un lamentable jacobinismo, tiende a engañar a la nación con respecto al valor intelectual de los otros pueblos, y ahora especialmente con respecto al enemigo de su aliada la Rusia, otros periódicos, con celo digno de todo elogio, quitan de sus ojos las vendas y le dicen palabras como estas de Ludovico Naudeau: «¿Por qué Inglaterra supo hace algunos años que podía, sin temor de fracaso, aliarse con el Japón? ¿Por qué los Estados Unidos observan desde hace mucho tiempo una actitud deferente respecto del pueblo nipón? Porque esas dos naciones han sido informadas, advertidas por sus innumerables viajeros, porque sus concienzudos escritores sabían ya que el Japón se había convertido en una gran potencia en una época en que otros pueblos menos clarividentes, o quizá menos documentados, se complacían aún en sarcasmos y burlas que no eran más que la manifestación de su ignorancia...

Por un viajero francés en el Japón circulan dos o tres mil viajeros anglo-americanos. Por un libro escrito sobre el Japón en lengua francesa, aparecen veinte en lengua inglesa. En los registros de los hoteles, a cada instante se ven nombres célebres de todo Londres o de todo Nueva York. Pero ¿dónde están los nombres franceses? No los veo. Francia, sin embargo, es el país en que hay más rentistas.

¿Qué hacen los ricos franceses? ¿Por qué se resignan a ser nulos? Cuando el Universo se abre a ellos, ellos se desecan en su pequeña patria provincial. ¡Ay! Francia entera se ha vuelto una pequeña patria, y el mundo terrestre no es tan vasto como lo creen los sedentarios. Señores ricos de Francia, los navíos os esperan».- Ludovic Naudeau. Le Journal, 12 de agosto».

La anterior cita, que a primera vista parecería improcedente, no lo es, en modo alguno, si se considera que confirma lo que indicaba arriba respecto del naciente, pero vigorosísimo, deseo que hay ya en este país tan grande, tan bello y tan noble, de aprender franca y resueltamente lo que ignora, de salir de sí mismo, de asimilarse lo mejor de otros países y de ejercer así de nuevo en el mundo ese divino apostolado intelectual que le conquistó el nombre de madre y maestra latina.

No hace muchos años aún, requisitorias del linaje de la de Naudeau hubieran sido muy mal recibidas. Hoy, aquí, abundan los que las pronuncian y más aún los que las escuchan y meditan.

En el terreno de la Instrucción pública, que es el que nos atañe y nos interesa por ahora, se advierte todavía más que en otros este nobilísimo deseo de expansión y de comparaciones. Basta ver, en la carta que el ministro de Instrucción pública dirigió, por ejemplo, en enero de 1902 al Presidente de la Comisión de Enseñanza de la Cámara de Diputados con motivo de los nuevos programas, las frecuentes alusiones a los métodos de enseñanza más fructíferos del extranjero y a lo que de ellos es aplicable a Francia.

Es proverbial la frase aquella de que en 1870 no fueron los cañones, sino los maestros de escuela de Alemania, los que triunfaron. Francia ya puede decir ahora que tiene maestros de escuela en toda la amplísima y dignísima significación de la palabra.

Pero vengamos a la enseñanza del francés.

En lo que aquí se llama classes Enfantines, la enseñanza de la lengua se hace: 1.º Por medio de Ejercicios orales, a saber: preguntas muy familiares que tengan por objeto enseñar a los niños con claridad y corrección los defectos de pronunciación.

Ejercicios muy sencillos de lenguaje: vocabulario y frases breves.

Ejercicios de memoria: recitación de poesías muy sencillas y fáciles, siempre explicadas en clase previamente.

2.º Ejercicios escritos, que consisten: en copiar textos breves, previamente explicados, y que preparen para el estudio de la ortografía.

En escribir al dictado textos del mismo género.

3.º En lecturas, muy breves, hechas en clase y contadas luego por los niños.

Como se ve, estos procedimientos son análogos del todo a los propuestos en diversas ocasiones en México por los programas de Lengua Nacional.

En la división de dos al-los, que aquí se llaman preparatorios, la repartición de horas beneficia singularmente al francés, pues que a él se le consagran nueve horas semanarias de clases.

El programa que se sigue es éste:

Lectura, acompañada de una corta explicación del sentido de las palabras más difíciles. Colección elemental de trozos escogidos.

Los trozos escogidos son obligatorios en la división preparatoria. Los hay, como todos sabemos, en Francia en una proporción enorme. Yo conozco más de veinte volúmenes y casi todos bien arreglados, de suerte que experimentamos, con respecto a ellos, lo que aquí se llama l'embarras du choix. Para hacer su lectura más interesante, los autores modernos empiezan a preocuparse sobre todo -y éstas son desde hace tiempo por cierto las ideas de usted, señor ministro, sobre el particular- de que cada lecturita constituya un ensemble, si he de usar la palabra extranjera; un todo y no un fragmento desmadejado que no puede tener interés alguno para el niño.

Así, pues, búscanse especialmente los cuentos, las anécdotas, los pequeños discursos (la mies aquí es vasta y muchos los operarios), y cuando hay que tomar algo de carácter fragmentario, porque el autor clásico o moderno en cuya obra se espiga no tiene nada pequeño y adecuado, entonces el fragmento es, casi siempre y merced a una atinadísima elección, tan bien hallado, que se desprende y destaca perfectamente en la crestomatía y despierta el buscado interés del niño.

Pero sigo mi enumeración:

Lengua francesa

Primeras nociones sobre las diferentes especies de palabras: nombre, artículo, adjetivo, verbo.

Primeros elementos de la conjugación: verbo être, verbo avoir.

Verbos regulares (la voz activa solamente). La pasiva tiene modalidades que suponen para su comprensión ideas un poquito más avanzadas. Formación del femenino y del plural, con una breve explicación, repetida lo más posible, de la índole del idioma acerca de esa formación.

Concordancia del adjetivo con el nombre y del verbo con el sujeto.

Análisis: reducido a sus formas más simples.

Naturaleza de las palabras: género, número. Relaciones del adjetivo con el nombre, determinado o calificado sujeto del verbo.

Ejercicios de análisis, generalmente orales y algunas veces escritos.

Ejercicios orales

Preguntas y explicaciones a propósito de los diversos ejercicios de la clase.

Interrogación sobre el sentido, el empleo, la ortografía de las palabras que hay en el texto que se ha leído. Deletreo de las palabras difíciles.

Reproducción oral de pequeñas frases leídas y explicadas y luego de narraciones o de fragmentos leídos por el profesor.

Ejercicios de memoria

Recitación de poesías de índole muy sencilla, siempre explicadas previamente en clase (sentido de las palabras y de las frases).

Ejercicios escritos

Ejercicios graduados de ortografía (en el pizarrón o en los cuadernos).

Dictados de poca extensión, previamente leídos y explicados y que ofrecen un sentido completo e interesante.

Llamar la atención de los niños sobre la puntuación. Nada más que llamarles la atención, pues esto de la puntuación constituye algo de lo más hondo y difícil de lo que pudiéramos llamar la psicología del lenguaje y del estilo.

En el llamado «segundo año preparatorio» se dedican a la enseñanza de la lengua siete horas semanarias.

La distribución de trabajos es como sigue:

Lectura: el mismo programa que en el primer año preparatorio.

Colección elemental de trozos escogidos.

Lengua francesa: nociones sobre las diferentes especies de palabras: nombre, artículo, adjetivo, pronombre, adverbio, verbo, conjugación completa de los verbos regulares (voz activa).

Reglas de concordancia, las más sencillas; naturaleza de las palabras: género, número, personal tiempo, modo.

Idea de la proposición: simple análisis de sus elementos esenciales: sujeto, verbo, complemento del verbo (directo o indirecto).

Atributo del sujeto.

Ejercicios de análisis, las más veces orales y algunas veces escritos.

Ejercicios orales

El programa mismo del primer año preparatorio.

Ejercicios de memoria: el mismo programa que en el primer año preparatorio.

El profesor podrá hacer que sus discípulos aprendan de memoria trozos dictados, previamente leídos y explicados en clase.

Ejercicios escritos:

El mismo programa que en el primer año preparatorio.

Pequeños ejercicios de la lengua francesa.

Composición de pequeñas frases con elementos determinados.

He aquí algunos ejemplos de ejercicios que es necesario variar:

Distinguir los nombres de los adjetivos, verbos, etcétera, empleados en frases dichas por el profesor, escritas en el pizarrón o tomadas de un texto. Cambiar en una narración el tiempo de los verbos. Cambiar la persona. Ejercitar a los discípulos en encontrar, o si es posible en clasificar, cierto número de nombres, de adjetivos, de verbos, que se relacionen con un determinado orden de ideas. Explicación del sentido de los adjetivos que se dicten. Iniciar el empleo de nombres abstractos.

He aquí, señor, lo que constituye la enseñanza primaria de la Lengua en Francia, enseñanza eminentemente práctica y nutrida que ya no se encontrará tan extensa y prolijamente en los años secundarios. Los dos años preparatorios de que acabo de hablar no deben confundirse, naturalmente, a pesar de su denominación, con lo que nosotros llamamos enseñanza preparatoria; pues corresponden en absoluto, como se ve, a la primera enseñanza. Constituyen, sí, una preparación sólida y vasta para la enseñanza secundaria, que consta de dos ciclos: el primero de una duración de cuatro años; el segundo de, una duración de tres, y que sí corresponde a nuestra enseñanza preparatoria.

De estos dos cielos y de todos los detalles de la enseñanza secundaria hablaré en mi próximo informe, añadiendo algunas observaciones y apreciaciones personales.

Protesto a usted mi profundo respeto y mi alta consideración.

París, Agosto 16 de 1905.