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ArribaAbajo- VII -

Bolsas de viaje para los escritores y poetas. -Conveniencia de crearlas en el Ministerio de Instrucción Pública. -Lo que se ha hecho en Francia


Hacía tiempo que venía reclamándose en Francia, para los poetas y literatos, algo así como el premio de Roma, que existe para los pintores, músicos y escultores.

El señor Emilio Blémont, presidente de la Sociedad de los poetas, logró interesar al señor Bienvenu Martin en la creación de lo que se ha llamado una bolsa de viaje, de 3.000 francos, que debería ser entregada cada año a un escritor -poeta o prosista- y por fin, después de varias gestiones, el señor Aristide Briand, ministro de Instrucción Pública, Bellas Artes y Cultos, ha aprobado este interesante proyecto.

El ministro encargó al señor Emilio Blémont que escogiese los miembros de la comisión que va a ser llamada a definir las condiciones en las cuales debe entregarse la bolsa anual de viaje, y la lista aprobada es la siguiente: los señores Sully-Prudhomme, Anatole France y Maurice Barrés, como académicos; Emilio Blémont y Emilio Michelet, como miembros de la Sociedad de los poetas franceses; Augusto Dorchaim, Víctor Margueritte y León Riotor, como representantes de la Sociedad de gente de Letras; Julio Claretie, Cátulo Mendes y Mauricio Donnay, como autores dramáticos; León Dieux, Ernesto Dupuy y Raúl de Saint-Arroman, como comisionados del Ministerio de Instrucción Pública; Lucien Descaves, Elemir Bourges y J. H. Rosny, como miembros de la Academia de los Goncourt; Bearquier, Couyba y Sembat, como diputados; Mauricio Faure, Máximo Lecomte y Rivet, como senadores,

Como se ve, los sufragios que un escritor o poeta necesita para obtener esa bolsa de viaje, son numerosos y variados; pero en fin, también los pintores y los músicos tienen que luchar arduamente para obtener el premio de Roma.

¿Por qué hasta hoy se concede oficialmente pensión a un poeta o a un escritor para que viaje?

¿Es acaso porque el Estado se enmienda de un desdén anteriormente sentido con respecto a estos artistas?

No por cierto. El Estado sigue creyendo, como todo el mundo, en la inmutable preeminencia de la Poesía sobre sus hermanas la Pintura, la Escultura, y la Música.

Es más bien porque estas pensiones no se habían creído necesarias.

Ha sido preciso que muchos pensadores sugiriesen y aun probasen su conveniencia, su utilidad, para que el Ministerio de Instrucción Pública de Francia pensase en concederlas.

Hace ya, algún tiempo que un diputado pronunció en el Palais Bourbon estas palabras, que figuran en el Journal Officiel de Francia:

«El Presidente: Capítulo 48. -Viajes y misiones científicos y literarios. Tiene la palabra el señor Couyba.

»El señor Couyba: Querría yo, con mis colegas de todos los partidos de la Cámara, llamar la atención e invocar los recuerdos del señor ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, con respecto a una categoría de ciudadanos que, como el Edipo de Sófocles, no han pedido hasta hoy gran cosa, y a quienes, por lo tanto, no se les ha dado casi nada. Y sin embargo, esos ciudadanos han dado alguna gloria a Francia; quiero hablar de los literatos y de los poetas. (Voces de «¡muy bien, muy bien!») Vos, señor ministro, enviáis a Roma, a Atenas y a otras partes y hacéis bien, a los músicos, a los pintores, a los escultores, a los artistas propiamente dichos; acaso podríais también tender la mano a esos otros artistas: los literatos, que son músicos, escultores, cinceladores del pensamiento y del estilo, que son, frecuentemente ricos de talento, pero más frecuentemente aún pobres de fortuna, sobre todo un sus comienzos. (Voces de «¡muy bien, muy bien!»)

»Uno de sus defensores más autorizados, el señor Emilio Blémont, presidente de la Sociedad de los Poetas franceses, concibió un día esta idea interesante y fuese a ver al ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, a quien dijo, poco más o menos, estas palabras (es el señor Blémont quien habla): «Señor ministro, vos sabréis que los viajes forman a la juventud y conocéis ejemplos famosos que lo comprueban: Lamartine, en Nápoles- Musset, en Venecia; Víctor Hugo, en Madrid, Chateaubriand, en América; Verlaine, en el país de Shakespeare, de Tennyson y de Shelley, encontraron toda una renovación literaria y poética».

A pesar de tan bellas palabras, el ministro «lo estaba pensando»; no se dejaba convencer. Sin embargo, la corriente de la opinión iba engrosando; Gastón Deschamps, que es tan leído y escuchado, decía poco antes de que se decretase la pensión: «Es bueno que los poetas viajen. Jamás nos cansaremos de decir esta verdad. Los viajes, se dice, forman la juventud. Ahora bien, los poetas, por definición, son siempre jóvenes, puesto que, según la bella frase de Alfonso Daudet, son hombres que han conservado sus ojos de niños.

»Es preciso que los poetas dejen errar su vida llena de sorpresa y de éxtasis, por el espectáculo ondulante y diverso de la vasta natura. Sobre todo en poesía, conviene unir con lazos armoniosos la vida y los libros. Las musas son incapaces de vivir enjauladas y aun de divertirse en cabinet particulier. Necesitan aire y espacio. Los caminos reales tientan su humor aventurero y sus ligeras plantas. No las encerremos, pues, bajo los techos donde repliegan sus alas y quebrantan su ímpetu!

«¡Ay!, muy frecuentemente nuestros poetas viven retenidos, lejos del cielo, del mar, de las estrellas, por un hilo en la pata o por una cadena en el cuello. Están sujetos a ocupaciones caseras, pegados al banco de alguna oficina (como ese pobre de Alberto Samain), o bien tienen que sujetarse voluntariamente a las servidumbres sociales...».

Como se ve, por artículos y discursos no ha quedado, y era ya tiempo de que el Ministerio de Instrucción Pública de Francia respondiese a este anhelo, a esta necesidad que se imponían.

Y el Ministerio ha respondido.

Ahora bien, me digo yo; ¿por qué ese Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, de México, que tanto se preocupa de las pensiones, que aún procura aumentar su número no crea una Bolsa de viaje aplicable cada año, después de determinadas pruebas, a un literato o un poeta?

¡Ah! Estos viáticos no serían, por cierto, gravosos para el presupuesto del Ministerio. Equivaldrían apenas a una de las pensiones anuales más modestas que se conceden a los pintores. En efecto, con 3.600 francos que se dan a un pensionado modesto, un poeta, un escritor, podrían perfectamente hacer un viaje, cuyo mínimum de tiempo se fijaría en seis meses.

Con ese dinero podrían pagarse los pasajes, que calcularemos en 1.500 francos, y seis meses de permanencia en el extranjero, a razón de 350 francos mensuales (o sea los 2.100 francos que restan), durante seis meses, período muy suficiente para que un poeta, para que un escritor, adquiriesen cuando menos una idea sintética de ese espectáculo ondulante y diverso de la vasta tierra.

Se obligaría a cada pensionado a traer de su peregrinación un libro, y para evitar las coincidencias analogías de asunto y la monotonía resultante, se fijarían a cada uno, de acuerdo con sus tendencias y gustos, diversos objetivos.

Quién vendría a traernos su visión de las lluvias y el gris pertinaz de Holanda; quién la suya de la perenne nieve y el agua dormida y misteriosa de las montañas y los fiords de Noruega.

Quién vendría con el deslumbramiento de los soles de Grecia y de las santas ruinas blancas que sonríen aún en las montañas helénicas, y quién traería sobre su espíritu y sus versos proyectada la sombra secular y teológica de las ciudades góticas, o la vasta impresión de misterio de las pirámides y de la esfinge...

Y a algunos poetas y escritores que ganasen la pensión y que hubiesen ya viajado en el extranjero, se les obligaría a viajar por México mismo, a sentir la palpitación poderosa de nuestros trópicos, a soñar y pensar bajo la maravilla de las grandiosas ruinas de Oaxaca y de Yucatán.

Y otros irían a sorprender los informes aleteos del águila del Norte y otros descenderían desde las vértebras de los Andes hacia los litorales apacibles o activos de algunas de las naciones hermanas del Sur...

¿Verdad que vale la pena de crear estas modestas Bolsas de viaje, a imitación de Francia; estas modestas Bolsas de viaje que no gravarán al Erario con más de mil quinientos pesos annales y que pueden significar tanto para el Pensamiento de la nación?

Así, pues, señor, yo me permito, como corolario de este informe, proponer a usted la creación de una Bolsa de viaje para los poetas y escritores mexicanos.