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La leyenda del árbol de Navidad


Petra-Jesús Blanco Rubio



A mi hijo Alejandro.



La leyenda del árbol de Navidad procede del norte de Europa. De allí nace la tradición de colocar en muchas casas cristianas un abeto (o cualquier otro tipo de conífera), lleno de luces de colores. No vamos a entrar en la discusión de si es mejor el Árbol que el Nacimiento tradicional. El Árbol se está imponiendo y, ya que va a ser muy difícil eliminarlo, es bueno que los niños y las familias conozcan la leyenda que, sin duda, tiene un mensaje muy de actualidad...

Esta obrita fue estrenada en el festival de Navidad del Colegio Público Birjinetxe, de Bilbao, en el año 1983. Ha sido representada en otras dos ocasiones por sucesivas generaciones de alumnos de diferentes cursos, desde 8.º hasta 5.º de EGB.




Notas introductorias


Valores educativos

Queremos que La leyenda del árbol de Navidad sea un alegato contra el racismo. En cualquier colegio, barrio, pueblo o rincón de nuestro país hay alguien, un forastero, un inmigrante, un gitano, al que la gente mira con recelo y hace el vacío. En esta obra, los racistas no son personas. Así, nadie se va a sentir herido. No creemos pedagógico que el papel de Abeto, que es el árbol discriminado, lo represente aquel niño o niña que está sufriendo en su propia carne el desprecio de los demás. A éste le daremos el de Ángel o cualquier otro que le haga ser como el resto de sus compañeros.




Decoración y escenario

En principio, esta obra requiere un solo escenario.

Al fondo se colocará un telón con un paisaje que se puede parecer al de Palestina. Lo que se quiere representar es un cruce de caminos que van hacia Belén. Deben aparecer los tres árboles protagonistas: un olivo y un naranjo a un lado, y un abeto, al otro, en el borde del escenario cerca de un enchufe. Porque lo vamos a necesitar para poder encenderle las luces.

El olivo y el naranjo se fabricarán con cartón y en el centro de cada uno de ellos se dejará un círculo por el que debe asomar la cabeza del actor. Se les pueden colocar ramas cosidas para darles más verosimilitud. Lo que es imprescindible es que lleven respectivamente cosidas bolitas, semejando aceitunas o naranjas. El abeto debe ser uno real, ya sea natural o artificial. Detrás de él se colocará el actor o actriz.

En algunas de las representaciones anteriores se ha utilizado esta dramatización como eje central del Festival de Navidad. En este caso, entre el segundo acto y el tercero, se ha añadido uno intermedio que representaba el Portal de Belén. En él aparecían María, José y el Niño y ante ellos desfilaban todos los cursos del Colegio, cantando cada uno sus correspondientes villancicos. Terminado el desfile, se volvía al primer escenario y continuaba la acción.





PERSONAJES
 

 
NARRADOR o NARRADORES,   pueden ser uno o varios. Mejor niño y niña. Vestidos como los hombres y mujeres de Belén.
NARANJO.
OLIVO.
ABETOS,   son, realmente, los protagonistas de la historia que se cuenta. Como en el guión hay abundancia de varones, posiblemente lo tengan que representar niñas.
POSADERO,   es el malo de la obra. Siempre aparece pegando a todo el mundo. Sólo piensa en hacerse rico, sin escuchar los problemas de los demás. No se aviene a razones.
SIMÓN.
OSEAS.
EFRAÍN,   son tres jóvenes que han acudido a Belén, como el resto de la gente. Parece que se han encontrado una bolsa con algo de dinero y buscan al dueño para devolvérselo. El bruto del posadero los ha confundido con unos delincuentes.
JOSÉ,   no entiende que el posadero le trate mal, cuando se ha portado correctamente. Con el fin de aclarar su situación le tiene que enseñar los papeles que ha traído consigo, para empadronarse como los demás habitantes del Imperio Romano.
MARÍA,    ha tenido que realizar un viaje de varios días, desde Nazaret, y, la pobrecita, que está a punto de dar a luz, se encuentra muy cansada. Le faltan fuerzas para llegar a Belén y se tiene que quedar en una cueva, donde nacerá su Hijo.
Soldados Romanos,   no es necesario que sean muchos. Pero deben ensayar bien el paso de marcha, que es muy espectacular, y seguir el ritmo de la música. Siempre actuarán con gran seriedad, como verdaderos soldados desfilando. Uno de ellos debe tocar la trompeta o algún instrumento de viento para llamar al público.
MENSAJERO,   es el soldado que mejor sepa leer con la entonación característica de los pregoneros de pueblo.
Hombres y mujeres de Belén,   el resto de la clase. Si son pocos, pueden engrosar el grupo los narradores, los muchachos e, incluso, José y María con algún cambio en el vestuario.






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Acto primero

 
Al abrirse el telón aparece en el escenario un paisaje que quiere representar un cruce de caminos que conducen hacia Belén. A un lado se encuentran un NARANJO y un OLIVO. Al otro, cerca de algún enchufe, un ABETO.

 
 
Música.

 

NARRADOR.-  A las afueras de Belén, cerca de una cueva, y bordeando un camino, se encuentran tres árboles. Belén no es un pueblo que tenga muchos árboles. Pero, en este cruce, la casualidad ha acercado un Olivo centenario, con el tronco retorcido y cargado de aceitunas, a un alegre y simpático Naranjo lleno de azahar. Asoman, junto a sus blancas flores aromáticas, juguetonas naranjas que, llenas de jugoso zumo, calman la sed del caminante.

No lejos, y levantando su copa hacia el cielo, se yergue un esbelto y perenne Abeto. Nadie sabe cómo llegó hasta aquí. El abeto es un árbol de climas fríos, y Belén, aún en invierno, tiene una temperatura suave.

Los tres no hacen muy buenas migas. El Olivo y el Naranjo presumen de tener sabrosos frutos comestibles y se burlan del Abeto que sólo puede proporcionar su dulce sombra en verano.

Una vez, en el solsticio de invierno, cuando las noches son largas y los días cortos, se oyeron pasos marciales y aguerridos. Unos soldados romanos convocaban a la gente para dar una noticia.

 
(Entran los soldados a paso de marcha. Para que no sea excesivamente corta su actuación, pueden entrar a través del patio de butacas e, incluso, darse un par de vueltas entre los pasillos con aire de desfile militar. Al subir al escenario, vuelven a dar otra vuelta y se quedan en formación a un lado de éste. Uno toca la trompeta. Se adelanta el MENSAJERO portando un pergamino que va desenrollando pausadamente. Mientras lee en alta voz, como un pregonero, la gente se va acercando y se arremolina junto a él.)

 
 
(Marcha triunfal de «Aida».)

 

MENSAJERO.-   De orden del Emperador Tiberio, se hace saber:

 (Escenario totalmente iluminado.) 

Que todas las personas, residentes en tierras de Roma, se deben presentar, sin falta, en su pueblo de origen para empadronarse y ser censadas.

Nuestro Emperador se siente orgulloso de los habitantes del Imperio, y quiere saber con exactitud su número y condición. De esta manera le será más fácil aumentar los impuestos y nadie se quedará sin pagarlos.

Todos aquellos que no acudan a su pueblo de procedencia, serán castigados.

Dado en Roma en el año 753 de su fundación.

Firmado: Tiberio Augusto, Emperador de Roma.

 
(El soldado-corneta toca de nuevo, y se marchan todos desfilando. Las gentes de Belén comentan.)

 

MUJER 1.-  ¡Qué bien! Vendrán forasteros y venderemos más...

MOZA 1.-   (A su amiga.)  ¿Te has fijado en el soldado que estaba el segundo? ¡Qué guapo! Yo creo que me miraba.

MOZA 2.-  Dilo más bajo, que como se entere tu madre de que miras a los soldados romanos, no te va a dejar salir de casa.

MOZA 1.-  Es que yo... creo que me miraba.

MOZA 2.-  ¡Anda ya! ¡Qué te va a mirar!

MOZA 1.-  ¡Que sí, pesada!

HOMBRE 1.-  Impuestos... siempre impuestos... No saben hacer otra cosa los romanos.

 
(Puede haber varios diálogos simultáneos.)

 

HOMBRE 2.-  Se deben pensar que sólo tenemos que trabajar para ellos.

HOMBRE 3.-  A mí, este año, apenas me queda para mantener a mi familia por culpa de tantos impuestos.

HOMBRE 1.-  Y... no los pagues... que ya verás la que te cae.

HOMBRE 3.-  A ver si con esto del empadronamiento, vienen los parientes que viven lejos, y les sacamos algo.

MUJER 2.-   ¿Sacarles?... Encima les tendremos que dar cama y comida... que ellos no tienen mucho más que nosotros.

MOZA 3.-  Mira: así vendrá mi primo Elías, que me gusta.

MUJER 2.-   Pues sí. Tus padres podrían aprovechar la ocasión para casaros de una vez.

MOZA 3.-   No hay mal que por bien no venga.

MUJER 2.-     (Al Hombre 3.)  ¿Sabes qué te digo? Que sería buen momento para que tu hermano Rubén te pagara aquellas ovejas que te debe.

HOMBRE 3.-  Tienes razón. Se lo pediré.

POSADERO.-   A mí me parece estupendo que Belén se llene de gente. Tendré completa mi posada.

POSADERA.-   Pondremos camas hasta en el portal. Necesitaré ayudantes para tanto trabajo.

MOZA 2.-   ¿Me puedes contratar a mí?

MOZA 1.-   ¿Y a mí?

 
(Aumenta el volumen de la música y se ahogan las palabras.)

 

POSADERA.-   Os contrataré a las dos... Nos vamos a hacer ricos...

 
(Esta conversación puede ser enriquecida por las aportaciones de los alumnos y, lógicamente, puede variar dependiendo del número de niños o niñas que formen el grupo.)

 
 
(La gente de Belén se va marchando mientras charla animadamente.)

 

 
 
TELÓN
 
 


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Acto segundo

 
Durante el entreacto, que no tiene por qué ser largo, se puede poner una cinta con sonidos de tumulto, de feria o barullo de gente. Se supone que está llegando una multitud a Belén.

 
 
Sonido de barullo.

 
 
Al abrirse el telón, en el escenario solamente se encuentran los tres árboles. Sería de desear que los focos pudieran iluminar solamente al árbol que habla en cada momento.

 

OLIVO.-  Los olivos somos muy viejos, pero, en toda mi vida había visto tantos caminantes como en estos días.

 
(Sólo se iluminan los árboles.)

 

NARANJO.-  ¡Oh!... Son unos pesados... No hacen otra cosa que quitarme mis naranjitas... ¡Con lo lindas que son!

OLIVO.-  Eres un egoísta. Tú tienes las naranjas como yo las aceitunas: para que las disfrute la gente, no para presumir de ellas.

NARANJO.-  No compares: mis naranjas son redondas, brillantes, doradas... Tus aceitunas negras, grasientas y sucias.

OLIVO.-  ¿Habráse visto, qué chulo? Sabrás que, con las aceitunas, se pueden hacer muchas más cosas que con las naranjas.

NARANJO.-  ¿Cosas? ¿Qué cosas?

OLIVO.-  ¿Pero es que no lo sabes? ¡Ignorante!... Mira: de mis aceitunas negras sale un aceite suave, suave, de color verde transparente, que cura las heridas, suaviza la piel, evita enfermedades, ayuda a cocinar los alimentos...

NARANJO.-   (Con guasa.) Ya salieron los guisos. También se cocina conmigo, y se refresca la gente con mi zumo... Todavía no he visto yo a nadie tomándose un vaso con zumo de oliva.

OLIVO.-  Tanto como un vaso no es necesario, pero una cucharadita diaria, se la toma mucha gente... y empapando una rebanada de pan tostado... es placer de dioses.

NARANJO.-  ...Y no me digas que las vitaminas que yo proporciono, no evitan enfermedades... como tu aceite.

ABETO.-  ¿Os podéis callar de una vez? Los dos estáis empatados en cualidades excelentes.

NARANJO.-  ¿Callarnos nosotros? ¡Cállate tú que no produces nada y, además, eres el forastero! Nosotros somos de aquí de toda la vida.

OLIVO.-  No tanto, Naranjo... Que tú también procedes de otras tierras...

NARANJO.-   Pero hace ya muchas generaciones que vivimos aquí. Tantas que la gente lo ha olvidado y considera las naranjas como el fruto más preciado de este país.

OLIVO.-  Puede pasar. Te acepto como si fueras de aquí de toda la vida... Pero ese forastero no sé que pinta en ese camino.

NARANJO.-  Es que este pobrecillo es un inmigrante recién llegado de no se sabe dónde.

ABETO.-  Sí se sabe de dónde. Mi tierra de origen está en el Norte, donde los días y las noches duran seis meses.

OLIVO.-  ¿Has oído?, Naranjo. ¿Te imaginas una noche de seis meses?

NARANJO.-   (Con guasa.)  Oye, Abeto, ¿y cuándo cantan los gallos al amanecer en tu tierra?... ¿Cada seis meses?

ABETO.-  No te burles de mí, Naranjo. En la noche polar los animales hibernan. Cuando llega el día, toda la Naturaleza se despierta de un largo sueño.

NARANJO.-  ¿Y por qué no te has quedado en el Norte?... para dormir más.

ABETO.-  No lo sé. Algún caminante debió haber traído mi semilla después de visitar mi país.

OLIVO.-  No tenía que haberla sembrado. Aquí no nos hacen falta árboles como tú. Hay poca agua y la necesitamos las plantas que producimos frutos comestibles.

NARANJO.-  Si esta tierra se llena de extranjeros nos faltará el agua para los árboles de toda la vida.

ABETO.-  Yo no hago daño a nadie. Mi sombra es tan agradable como la vuestra. Los caminantes me prefieren a vosotros porque soy más grande y les protejo mejor.

OLIVO.-  Pero en este lugar lleno de frutales de copa redonda, tú eres un bicho raro, largo y picudo... Enseguida se ve que eres forastero. Estropeas el paisaje.

NARANJO.-  Realmente molestas a la vista.

OLIVO.-  Callad. Viene gente... Estos días parecen una feria: todo el mundo pasa por este camino.

 
(Aparece el POSADERO pegando a unos muchachos.)

 

POSADERO.-  ¡Hale, Hale!... Ya está bien. Como os vuelva a pillar robando, os llevo a la justicia.

 
(Se ilumina toda la escena.)

 

SIMÓN.-  Señor: nosotros sólo queríamos dormir.

OSEAS.-  El dinero lo hemos encontrado.

POSADERO.-  ¿Encontrado?... Yo os he visto con mis propios ojos quitárselo a un pobre anciano.

EFRAÍN.-  Créanos, por favor, que no le engañamos.

POSADERO.-  Ya me esperaba yo que, con esto del empadronamiento, el pueblo se iba a llenar de maleantes.

OSEAS.-  Nosotros no lo somos. Estamos dispuestos a devolver el dinero a quien de muestre que es suyo.

EFRAÍN.-  Le pagaremos la noche en la posada... ¡Por favor!... Déjenos dormir.

POSADERO.-  ¡Largaos! Ya tengo la posada llena y ahora mismo la cierro con cerrojo y candado. Ya no admito a nadie..., aunque traiga recomendación del mismísimo rey Herodes... ¡Ya está bien de sustos!

 
(Sale el POSADERO refunfuñando y detrás de él lo hacen los muchachos muy compungidos. Quedan, de nuevo, los árboles solos.)

 

ABETO.-  Este posadero tiene muy mal genio.

 
(Luz para los árboles.)

 

NARANJO.-  Tiene que defender su posada. No la va a llenar de ladrones.

OLIVO.-  Podía haberse molestado en enterarse de la verdad. Enseguida aseguró que habían robado el dinero. Sin investigar.

NARANJO.-  Los muchachos de hoy día siempre andan buscando gresca. Son todos unos sinvergüenzas.

OLIVO.-  No digas tonterías, Naranjo. Tú y yo conocemos a muchos chicos y chicas estupendos que jamás robarían. Ni siquiera para comer.

ABETO.-  Yo también los conozco. Son la mayoría.

OLIVO.-  Lo que ocurre es que las noticias desagradables las protagonizan siempre los mismos gamberros.

ABETO.-  Que son cuatro de ellos... Pero es a los que se les ve.

 
(Música.)

 

OLIVO.-  Y se les oye... Las cosas buenas no se publican... no son noticia.

 
(Entran MARÍA y JOSÉ y callan los árboles.)

 

JOSÉ.-  Vamos, María... Ya queda poco... Belén está al doblar esa cuesta.

MARÍA.-  Estoy muy cansada.

JOSÉ.-  ¡Ánimo! En la posada nos darán una cena calentita y descansaremos.

MARÍA.-  No, puedo más... Me voy a sentar un momento.

Oye, José, ¿por qué no te acercas tú solo a Belén y buscas habitación en la posada? Me duelen los pies. Necesito descansar... Así, cuando vuelvas por mí, me voy derecha a la cama.

 
(Cuando MARÍA se duerme sólo se ilumina ella.)

 
 
(JOSÉ se va en dirección a Belén y MARÍA, recostada en el ABETO, se duerme.)

 
 
(Música de ángeles.)

 
 
(Al terminar la música, entran JOSÉ y el POSADERO que le viene pegando.)

 

POSADERO.-  ¡Ladrón, sinvergüenza!... Como vuelvas a llamar a mi puerta, te hundo a palos.

JOSÉ.-  Señor, yo solamente quería una habitación para que mi esposa no tuviera que pasar la noche en la calle.  (Mete la mano en el zurrón y saca sus documentos.)  Tengo aquí mis papeles... mire, mire: no soy ningún ladrón.

 
(Luz total.)

 

POSADERO.-  Cuando yo cierro la puerta de mi posada, no se la abro ni al rey.

JOSÉ.-  ¡Por favor!... ¡Escúcheme!... Soy José, de la Casa de David, que vivo en Nazaret.

POSADERO.-  ¿En Nazaret?

JOSÉ.-  Sí, en Nazaret.  (Le enseña los papeles.)  Mire: soy carpintero.

POSADERO.-   (Mirando la documentación.)  Aquí dice que eres carpintero.

JOSÉ.-  Pues eso le estoy diciendo. Tengo unos dinerillos ahorrados y puedo pagar la posada.

POSADERO.-  Está llena.

JOSÉ.-  Aunque sea un rincón. Mi esposa no se puede quedar en la calle... porque está esperando un Niño.

POSADERO.-  ¿Un niño? ¿Tú sabes lo que estás diciendo?... ¡Sólo faltaba eso! ¡Con la guerra que da un niño!... Se marcharían todos los clientes y no ganaría ni un denario... ¡Ni hablar!

JOSÉ.-  ¡Por favor!... Sólo esta noche. Le prometo que mañana buscaré otro sitio.

POSADERO.-  ¡No, no y no! Me voy corriendo a casa a cerrar de nuevo...  (Con las manos en la cabeza.)  ¡Un niño!  (Se va.) 

 
(Música suave.)

 
 
(Mientras transcurre el diálogo de JOSÉ con el POSADERO, se ha ido despertando MARÍA. JOSÉ se acerca a ella tristemente y se sienta.)

 

MARÍA.-  No te preocupes, José. Aunque quisiera no podría llegar a Belén. Vamos a buscar cualquier sitio por aquí donde guarecernos esta noche.

 
(JOSÉ ayuda a MARÍA a levantarse mientras cae el...

 

 
 
TELÓN)
 
 


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Acto tercero

 
«Gloria» a todo volumen.

 
 
Se supone que en este entreacto ha nacido Jesús en el Portal de Belén. Para que el público lo vaya percibiendo, se puede poner en el magnetofón algún «Gloria», a todo volumen, que comunique la trascendencia del momento.

 
 
En escena, el camino con los tres árboles.

 
 
Comentan los acontecimientos que acaban de ocurrir.

 
 
Luz para los árboles.

 

NARANJO.-  ¿Habéis visto? ¡Esto es la locura!

OLIVO.-  Nunca vi nada igual... Parecía que estábamos en cielo.

ABETO.-  ...Y estábamos en el cielo. Porque esta noche el Cielo ha bajado a Belén.

OLIVO.-  ¿Oísteis a los ángeles cómo cantaban aquello de «Gloria a Dios en las alturas y, en la Tierra, Paz a los hombres»?

NARANJO.-  A ti, eso de la Paz, te vuelve loco.

OLIVO.-  Naturalmente. Es lo que más deseo. Como los olivos vivimos tantos años y presenciamos tantas guerras, siempre la estamos esperando.

ABETO.-  La deseáis tanto, que, cuando se representa, se hace con una paloma que lleva en el pico un ramo de olivo. Pero dime: ¿qué es, para ti, la Paz?

OLIVO.-  La Paz es el resultado de la buena vecindad... Es el ambiente que se respira en una comunidad cuando sus integrantes utilizan la razón antes que la fuerza.

NARANJO.-  ¿Y por qué hay enfrentamientos?

OLIVO.-  Porque muchas veces falta Justicia y Amor, y no se habla lo suficiente. El diálogo con la justicia y la caridad son indispensables para poder vivir en Paz.

NARANJO.-  ¿Y cómo crees tú que se puede conseguir esa Paz?

OLIVO.-  ¡Hombre! Ya te lo he dicho. Escuchando a los demás... siendo justos con todos... y teniendo un poco de caridad con los más pobres. No como ese posadero agresivo y egoísta que no escucha a nadie ni se compadece de nada.

ABETO.-  Y, también, no montando gresca por cualquier cosa, como os pasa a vosotros dos.

 
(Entran los muchachos a los que pegaba el POSADERO.)

 
 
(Luz total.)

 

SIMÓN.-  ¡Oye! Casi me alegro de no haber dormido en la posada. Una noche como esta no se ve todos los días.

OSEAS.-  Ni todos los años..., ni en toda tu vida. Yo creo que esta noche es única en la Historia.

EFRAÍN.-  Estoy muy contento, ¿sabes?

SIMÓN.-  Yo también... El bruto del posadero nos hubiera metido en la cárcel sin haber hecho nada.

OSEAS.-  Es un animal el tío... ¿eh?

EFRAÍN.-  Ni que lo digas... A mí me ha dado tales patadas, que ni me puedo sentar.

 
(Se ilumina el corro de muchachos.)

 

OSEAS.-  Pues yo sí me voy a sentar... Y me voy a comer una naranjita que estoy viendo, que parece muy rica.

 
(Busca una naranja del árbol y se sienta. Los demás siguen su ejemplo y comen y hablan con la boca llena.)

 
 
(Música.)

 

EFRAÍN.-  ¡Qué Niño tan precioso!... ¡Y acababa de nacer!

OSEAS.-  ...Y parecía que nos conocía.

EFRAÍN.-  ¿Te fijaste en lo joven y lo guapa que era su madre?

SIMÓN.-  Creo que se llama María.

OSEAS.-  Me da no sé qué que tengan que pasar la noche en esa cueva.

EFRAÍN.-  ...Y eso que los pastores les han llevado de todo: ropa, miel, queso... ¡qué sé yo!

OSEAS.-  ¿Y cómo se enteraron los pastores?

SIMÓN.-  Pues creo que estaban en el campo, con las ovejas, y se les apareció un ángel muy brillante para decirles que había nacido el Niño Dios.

OSEAS.-  Pero, eso del Niño Dios... ¿es verdad?

SIMÓN.-  Claro, hombre. Mira: ya estaba escrito hace muchos años. Lo escribieron los profetas. Decían que nacería en Belén, tierra de Judá, de la Virgen María..., y que en el cielo aparecería una gran señal.

EFRAÍN.-  ¡La estrella! Ya sé. Esa estrella tan gigante que no habíamos visto hasta hoy.

SIMóN.-  La misma. ¿Te has dado cuenta? Parece que viene de Oriente.

OSEAS.-  Sí. ¿Sabes que te digo?

SIMÓN.-  ¿Qué?

OSEAS.-  Que nosotros también podríamos llevarle algo al Niño Dios.

EFRAÍN.-  Sí... con el dinero que nos ha quitado el posadero...

SIMÓN.-  Ya ¡Qué rabia!

OSEAS.-  Es que... para una vez que nace Dios, no vamos a marcharnos sin llevarle nada.

EFRAÍN.-  ¡Ya sé!... ¡Le llevaremos unas naranjas para que le hagan un zumo!

OSEAS.-  ¡Hala! ¡Bruto!... Si acaba de nacer y está mamando.

EFRAÍN.-  Pues para su madre, que yo he oído que las señoras que están amamantando tienen que comer mucho.

SIMÓN.-  Mira: también le podemos llevar unas aceitunitas para que se haga una buena ensalada y saque aceite para sopas.

 
(Luz total.)

 
 
(Los tres se acercan a los árboles, se llenan las alforjas con naranjas y aceitunas y se marchan.)

 
 
(Música mientras cogen fruta.)

 
 
(Al quedar de nuevo la escena sola, hablan los árboles.)

 

NARANJO.-  La... la... la... la... la... ¿Hay quién dé más? ¿Quién es el árbol guapo que primero va a obsequiar al Niño Dios?

OLIVO.-  ¡Vaya! ¿Es que mis aceitunas no valen?

NARANJO.-    (Con guasa.)  ...¡Para hacer sopitas!

OLIVO.-  Y aceite, ¡guapo! ¿O es que tú no sabes que, a los niños, hay que darles aceite en el culito?

NARANJO.-  ¿Aceite? ¿Para qué?

OLIVO.-  Para que no se escuezan, tonto.

NARANJO.-    (Mirando al ABETO, pero dirigiéndose al OLIVO.)  ¿Y que le regalará ese larguiducho al Niño?

OLIVO.-  Nada, hombre. ¿No ves que no tiene fruto?

NARANJO.-  ... ¡El pobre!... Vino del Norte...

ABETO.-  En el Norte también hay cosas buenas.

NARANJO.-  Pero no compares. No como aquí... Aquí todo lo tenemos bueno.

OLIVO.-  ...Y en cantidad.

NARANJO.-  No necesitamos forasteros. No servís para nada.

ABETO.-  ¿Por qué os metéis conmigo? ¿Es que os molesto?

OLIVO y NARANJO.-    (A coro.)  ¡Sí, nos molestas!

ABETO.-  ¿Por qué?

NARANJO.-  ¡Porque eres un inmigrante!

OLIVO.-  ¡No eres de aquí!

ABETO.-  ¿No soy de aquí?... Hace ya muchos años que mis raíces están clavadas en esta tierra. Me riega el mismo agua que a vosotros. Me calienta el mismo sol... Los niños juegan al escondite con mi tronco, igual que con el vuestro.

NARANJO.-  ¡No eran de aquí tus padres ni tus abuelos!

ABETO.-  ¿Y eso qué importa? No he conocido más tierra que ésta, ni más cielo que éste. Mi corazón y mi vida son de aquí... y todas mis hojas purifican el aire de Belén igual que vuestras hojas.

NARANJO y OLIVO.-   (A coro.)  ¡Pero no nos gustas!

NARANJO.-  ¡Tampoco le gustas a Dios!

ABETO.-  ¿Por qué?

OLIVO.-  Porque si le gustaras, te hubiera dado un fruto comestible para que se lo pudieras ofrecer como nosotros.

ABETO.-  ¿Y eso qué tiene que ver para que me quiera Dios? Él sabe que le amo y que soy útil. Que mis ramas secas hacen buen fuego para que se calienten los pastores, y que los pájaros, que picotean vuestros frutos, anidan en mi copa.

NARANJO.-  Dios no te quiere porque eres forastero... Y Dios, ¿sabes?, ¡Dios es de Belén, como nosotros!

 
(Luz total.)

 
 
(Al decir el NARANJO semejante despropósito, se ilumina la escena con todas las luces posibles, a la vez que se oye una música de impacto, también a todo volumen. Entra el ÁNGEL, que debe llevar en la mano un cable de luces de colores, de las que se utilizan para el árbol de Navidad.)

 
 
(Música para el ÁNGEL.)

 

ÁNGEL.-  ¿Qué pasa? ¿Qué estoy oyendo? ¿Es posible que, en esta Noche, en la que todo debe ser Amor, discutan estos hermanos?  (Mirando muy enfadado al OLIVO y al NARANJO.)  ¿De dónde sacáis que Dios es solamente de aquí?

NARANJO.-  Ha nacido en Belén.

ÁNGEL.-  Dios ha nacido en Belén, pero nace en todos los lugares donde hay Amor. Nuestra patria es aquella que amamos y por la que vivimos. ¿Por qué os burláis del Abeto?

OLIVO.-  Él no tiene frutos que ofrecerle al Niño... es un pobre.

ÁNGEL.-  Olivo, este comportamiento no es digno de ti. El Abeto, precisamente por estar junto a ti y no tener nada, debe ser objeto de tu amor.

OLIVO.-  Es verdad. No me he comportado como un verdadero Olivo de la Paz. Desde ahora voy a aceptar a mi vecino Abeto como a un amigo. ¿Me perdonas?

NARANJO.-  Yo ya no me acordaba de que mis antepasados también fueron inmigrantes en otros tiempos. También necesito que me perdones.

ÁNGEL.-  Ambos le debéis amar y hacerle olvidar la lejanía de su tierra. Los tres tenéis que formar un paisaje armónico en este lugar que recuerde a los caminantes por dónde se llega al Portal de Belén.  (Dirigiéndose al ABETO, al que va colocando la guirnalda de luces a medida que habla. Cuando haya terminado de colocarla, el niño que está detrás se encargará de enchufarla.)  Y tú, no te preocupes, Abeto. Yo te llenaré de estrellas.  (Se encienden las luces del ABETO.) Tu copa brillará en la noche de Belén y tu resplandor llegará a todos los hogares del Mundo. Tu regalo será el más hermoso que reciba el Niño Dios, porque es un regalo de amor y de luz.

 
(Se encienden las luces, a la vez que comienza la música final.)

 


 
 
FIN
 
 





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