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291

Extr. del Teofil. (N. de 1824.)

 

292

En El Desengañador Gauchi-Político..., Buenos Aires, n.º 6, p. 97, 15 de agosto de 1820. «Doña Parábola» le envía una carta al señor «Desengañador» y le remite en ella esta canción que «cantan los muchachos». Parece ser una invectiva contra el gobernador Soler, a quien se lo vio jugar con agua ese carnaval en los arrabales.

Lira, pp. 267-269, sin firma.

La estrofa de este poema es factura del autor. Básicamente, se compone de una suerte de seguidilla asonantada a - b - c - b (7 - 6 - 7 - 6), pero con oscilaciones en la métrica entre el heptasílabo y el hexasílabo. El estribillo «terule-terule-teruleque» se inserta entre el primero y el segundo verso y entre el tercero y el cuarto; es estribillo decasílabo. Posiblemente, la palabra «teruleque» esté formada sobre «teru-teru», nombre onomatopéyico del «tero», el ave despistadora o engañosa, como apunta Martín Fierro.

Gutiérrez comenta que Castañeda: «Sabía valerse de la forma métrica con originalidad y eficacia y que sus teruleques y anchopitecos y epigramas provocan a risa y queman como las alas del "bicho moro"», en Los poetas de la revolución, op. cit., p. 422.

Castañeda gustaba del juego fónico en sus textos, para regodeo del oído; en ellos, el sonido ocupa función importante, pues busca lo pegadizo, lo repetitivo, que fácilmente se popularizaba. Muchas de las palabras de su invención atienden, más que al sentido, al efecto acústico. Canal Feijóo estima que «Son los ecos del candombe negro, habitual entonces en el suburbio de la Atenas del Plata», op. cit., p. 165; de modo que la motivación auditiva de estos textos no estaría ni en la poesía ciudadana, ni en la campesina, sino en la zona de contacto de ambas.

Los términos «chimungo» y «chimingo» son aclarados en la nota al poema CIV, «Letrilla gauchi-política».

En cuanto a los apodos y motes -«Polifemo el ladrador», «El agrio Mozalbete», «Crispinillo el trompudo», «El rengo con pistola», «Maniferro el militar»- tal vez conocidos y populares en su momento, son hoy muy difíciles de revelar, para saber a quiénes se mentaba en ellos. De igual manera, son indescifrables las alusiones a situaciones del momento. Mantenemos siempre las bastardillas del periódico. (N. del E.)

 

293

V. 46: Montera, «con este adorno sacan los muchachos al porro», dice una nota de El Desengañador..., número citado, p. 97. (N. del E.)

 

294

V. 64: La Convalecencia era el hospicio de Buenos Aires. (N. del E.)

 

295

En El Desengañador Gauchi-Político..., Buenos Aires, n.º 6, pp. 98-99, 15 de agosto de 1820. El «Gauchi-Político» le contesta a «Doña Parábola», quien le remitiera «El teruleque», con éste, «El Anchopiteco».

Lira, pp. 269-272, sin firma.

El término «anchopiteco» es posible que venga, como señala Canal Feijóo, op. cit., p. 164, de la composición de: "ancho" = anchui, quechua, "retírate" y "piteco" = "mono", es decir, "retírate mono".

El propio Castañeda define así al espécimen «anchopiteco»: «"Anchopiteco o perico ligero", tiene tres uñas en cada mano, menea los pies y las manos como por compás, con grandísima flema; es a la manera de hiena, da grandes gritos, anda por los árboles y come hormigas; para andar cincuenta pasos necesita un día entero, porque se va casi arrastrando y no hay forma de poderlo sacar de su paso ni por el bien ni por el mal; tarda dos días en subir a un árbol; su voz es muy singular, pues no hace más que repetir estas voces: "¡ay, ay, ay!" [...] Los anchopitecos deben desterrarse de toda república, o, por lo menos, deben tildarse inequivocablemente para no ocuparlos en, cosa alguna, como a hombres civilmente excomulgados [...]. Los hombres anchopitecos son los que tienen tres uñas en pies y manos, porque cuadradamente son trinos al romper y solo parecen hombres entre cadáveres; por eso desean que toda autoridad caduque, porque solo así pueden ellos parecer autoridad; si son militares, se llenan de envidia contra los que han hecho algo, y con el "¡ay, ay!", solfeando, rebajan el mérito para tener ese mérito; si son diplomáticos, "¡ay, ay!", para que les toque el turno aunque todo lo lleve el diablo; si son tinterillos, "¡ay, ay!", para acomodarse en una secretaría, en la dirección de un teatro, o en el teatro de alguna imprenta, aunque el público reniegue y se ahorque de rabia», en El Despertador Teofilantrópico..., n.º 18, sábado 19 de agosto de 1820. Para Castañeda, Cavia era el arquetipo del «anchopiteco».

La estrofa es similar a la anterior, con variantes: 7a - 7b - 7a - 7b u 11b, con un estribillo decasílabo, «ancho-anchopi-anchopiteco», entre primer y segundo verso, y entre tercero y cuarto, rimando consonantemente, en general, con primero, tercero y cuarto.

Mantenemos las bastardillas del periódico. Castañeda compuso otras poesías, de índole semejante, y con incorporación de mayores juegos fónicos, por ej., «Al general ratón Carrera», en el n.º 13 de El Desengañador Gauchi-Político..., que empieza: «Carrera de mis pecados / chilo-chilote-ratón, / kirie-le-kirieleisón, / tú nos robas los ganados / sin justicia y sin razón / kirie-le-kirieleisón...». (N. del E.)

 

296

Lira, pp. 272-279, firmado «Scipión el Africano». C, pp. 181-183 y trae una nota al poema: «Medio imitado, medio traducido de una composición de Mr. Andrieux, titulada Les jugements de la multitude, ou les pères du Sénat de Capoue, que empieza con este verso: "Dans Capoue autrefoisce trait, s'appelle un avis aux lecteurs"», p. 181. Esta nota, a lápiz, figura en el ejemplar de Lira de R. Rojas, atribuida a J. M. Gutiérrez. (N. del E.)

 

297

Año 20, entre convulsiones. (N. de 1824.)

 

298

Lira, pp. 279-284, sin firma. (N. del E.)

 

299

El año 20. (N. de 1824.)

 

300

Lira, pp. 284-285, sin firma. (N. del E.)