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ArribaAbajo- LII -


A la heroica victoria de los Andes el 12 de febrero de 1817 en la cuesta de Chacabuco156


ODA


ArribaAbajo   ¿Será que al fin no asomará la mano
que enjugue, patria mía,
ese llorar que te brotó del día
que en Rancagua halló tumba el araucano?
¿No habrá a Chile consuelo?,  5
¿o al Sud sin culpa ha de aherrojar el cielo?

   ¿La América verá de San Felipe
otra serie de males?,
¿o el Perú malhadado a sus umbrales
el azar aun tendrá de Sipe-sipe?  10
El anárquico bando
¿del pueblo irá la majestad minando?
—193→

   Mirad los hijos de Columbia cara
cual mies que el fuego enciende.
¡Cómo los brazos el opreso tiende  15
-pág. 138-
cerca el puñal que el español prepara!
¡Ay!, los veo divididos
caer a la tumba, en deshonor sumidos.

   Mas no hay desesperar: que el genio mismo
hoy suscita el guerrero  20
que de la patria el esplendor primero
renovará sin fin. Su alto heroísmo,
su tesón, su constancia,
época harán, que imponga a la distancia.

   En tres años de errores repetidos  25
que inundan nuestro suelo,
el héroe San Martín fija su anhelo
en educar soldados aguerridos;
y a par que ve el estrago,
medita sólo en recobrar Santiago.  30

   Ni de los Andes destempló su aliento
la enhiesta cordillera;
ni la hueste opresora que lo espera,
ni la pobreza suma: a todo evento
superior, lee en su suerte  35
el grande lema: Libertad o Muerte.

   ¿Dónde te lleva ese furor sublime,
caudillo denodado?
¿Las serias consecuencias has pesado
de tu empresa atrevida? ¿No te oprime  40
la idea de retirada?
¿la rigidez y la distancia es nada?
—194→

   Mas todo está a tu alcance, y la alta mente
-pág. 139-
obstáculos allana
que sondeó tu saber... Ea corre: ufana  45
orne la palma tu lumbrosa frente;
y esclavos a millares
venguen, al caer, los ultrajados lares.

   Vuele a los climas de la opuesta sierra
tu nombre y loor eterno;  50
la égida viste, que te dio el gobierno;
que amigos cuentas los que el país encierra.
Corre al ataque... ¿Qué haces?
he allí la gloria y tus marciales haces.

   La hora sonó... el general se mueve  55
que la alma patria guía.
Ya se avista la inmensa serranía;
ya el pie deshace la escarchada nieve.
Los Andes que divisa,
ya los domina; ya su falda pisa.  60

   ¡Héroe, salud! Muy más hoy te levantas
que Aníbal de Cartago
cuando al trepar los Alpes, el estrago
lleva marcado, do fijó las plantas,
la barrera salvaste.  65
Tuyo es el triunfo: el Rubicón pasaste.

   Helas, que al paso, las columnas fuertes
te buscan del ibero;
las miras, las provocas, y tu acero
fundió sobre ellas cual el rayo. Inertes,  70
-pág. 140-
sin plan, de terror llenas,
la fuga emprenden, que las salva apenas.
—195→

   Mas Chacabuco al frente... y de su cuesta
el opresor te incita
que el contraste olvidó. Suena la grita;  75
y en las maniobras que al subir apresta.
En su tropa y terreno
triunfos se ofrece, de ventajas lleno.

   Cada palmo no obstante nuestra gente
gana, y de sangre riega:  80
ya se enciende la bárbara refriega;
ya el clamor retumbó del combatiente;
y se confunden luego
el relincho, el clarín, la voz, el fuego.

   Entrambos trozos en distintos puntos  85
que eran uno dijeras:
ora dóblase el fundo; las hileras
ora deshechas son. Bátense juntos,
y en la tendida sierra
caen unos y otros, que en su seno entierra.  90

   El bizarro Leonidas que al indiano
valor y orden encarga,
sus falanges alinea; va a la carga;
y desbarata, y hunde sable en mano:
los tiranos lo vieron,  95
y los libres, ¡Oh, triunfo!, repitieron.

   Cual Augereau y Napoleón mirando
de Lodi el feroz puente,
-pág. 141-
dos águilas empuñan; y la gente
va a la inmortalidad, su ejemplo obrando;  100
tal hijo de la gloria,
San Martín por sí lleva a la victoria.
—196→

   Héroes de Chacabuco, nombre eterno
a la ínclita bravura
de esfuerzos tan gigantes: ya asegura  105
Chile su libertad; y en gozo tierno
por sus bravos os canta:
«¡Vivid, vivid autores de obra tanta!».

   ¡Y vosotras, oh, sombras inmortales!,
que en la arena quedasteis,  110
y la victoria, el timbre asegurasteis
a la posteridad; en los anales
seréis en metro ardiente
a Chacabuco unidos tiernamente.

   Recibe loores, paternal gobierno,  115
que así el plan protegiste.
Y tú, Joven virtuoso157, que insististe
en tal empresa con tesón eterno,
la patria hoy elevada
os bendice en tan ínclita jornada.  120

   Y vosotros del país prole querida,
abríos a otra esperanza,
-pág. 142-
que ya el Genio del Maule se abalanza
al Cerro de Anconquija; y conmovida
Lima, el feraz Oriente  125
se unen a la Nación independiente.

UN SOLDADO DE LA LIBERTAD

JUAN RAMÓN ROJAS



  —197→  


ArribaAbajo- LIII -


A los generales triunfadores de los Ejércitos Unidos de Chile y de los Andes, don José de San Martín y don Antonio González Balcarce158


ArribaAbajo   Amados de Caliope, hijos de Febo,
del Parnaso en las cimas educados,
perdonad si los cantos elevados
de vuestra lira a interrumpir me atrevo.
      Lo sé, lo sé; no debo  5
      mover el labio osado.
      Empero ¿a quién es dado
el ardor refrenar que el pecho inflama?
Veo dos héroes; sus renombres sólo
entusiasmo me dan, penden mi llama,  10
son mi genio, mi numen y mi Apolo.
—198→

   San Martín y Balcarce, dos guerreros
cuales la Fama no cantó hasta ahora,
-pág. 143-
cuales ni cantará su voz sonora
en el voltear de siglos venideros.  15
      Temblad, temblad, iberos;
      vuestro fin se aproxima,
      que San Martín la cima
de montes, que su frente han escondido
en las regiones donde el trueno rueda,  20
amenaza escalar, y confundido,
si lo ejecuta, vuestro orgullo queda.

   Quedará vuestro orgullo. En movimiento
ya sus falanges van; la falda pisan,
y la altura también; de allí divisan  25
en Chacabuco un pabellón al viento.
      «Del hispano sangriento
      es la bandera», gritan;
      sobre él se precipitan,
y rayos lanzan, y el cañón retumba;  30
en el avance los alfanjes vibran;
en la cuesta el tirano halló su tumba,
y a Chile triste las legiones libran.
—199→

   El venerando Maypo, que en la hondura
de sus puros cristales retirado,  35
por tres siglos lloraba inconsolado
del suelo que regó la suerte dura,
      de su mansión oscura
      el ruido oyó de guerra,
      y, cuando más se aterra,  40
siente el volar de la veloce Fama
que a San Martín cantaba sonorosa.
-pág. 144-
Alegre entonces sus Náyades llama,
y sobre el agua alzó su faz rugosa.

   Las convocó, y les dijo: «Yo sabía  45
que, tras mucho tornar del Tiempo alado,
era de haber un día, en que arruinado
Chile el imperio ibérico vería;
      y que al fin la energía
      de un hijo de la guerra,  50
      desde la opuesta tierra
mole inmensa de montes traspasando,
vendría hacia nosotros, y en un día
siglos y siglos de maldad vengando,
al cruel cetro de hierro fin daría.  55

   »Su nombre allá en el libro de los hados
con carácter de fuego escrito estaba;
Jove empero su nombre reservaba
y los días al triunfo señalados.
—200→
      Cuando veáis que encontrados  60
      (dijo el Tonante un día)
      en la alta serranía
ejércitos batallen, sangre corra,
vague muerte sin fin, la Fama cante,
llegó a Chile el momento en que socorra  65
su aciago suelo el argentino Atlante.

   »Hoy en la cuesta yo sentí fragores;
en Chacabuco las cavernas roncas
del monte retumbaron; voces broncas
cuales de muertes escuché, y horrores.  70
-pág. 145-
      En después, los clamores
      de la Fama se oyeron:
      "San Martín, repitieron,
San Martín es el héroe: Chile vive".
Me alzo yo entonces; de la cuesta veo  75
sangre correr que el llano la recibe,
y el campeón en manos el trofeo.

    »Pero no se acabó. ¿Veis estos llanos
delicia un día de araucana gente?
¿Los veis que yermos, del arado el diente,  80
sentido no han, ni laboriosas manos?
      Sepulcro de tiranos
      a ser vendrán un día;
      la ibera sangre impía
dará fertilidad a mis llanuras;  85
pasarán pocos soles y otra escena,
otro Marte mayor, lides más duras
aquí, aquí he de ver con faz serena.
—201→

    »El héroe San Martín a otro héroe llama,
a otro Dios de combates, animado  90
de venganza y honor; su pecho osado
abriga de honradez inmensa llama;
      su corazón inflama
      el amor de su suelo;
      y bien que el negro velo  95
de la envidia mordaz y roedora
quiso un tiempo encubrir tanta nobleza,
Balcarce en su alma la virtud adora,
y a nadie cede, ni cedió en grandeza.
-pág. 146-

   »Balcarce llegará. ¡Presagio cierto!  100
Mas ¡presagio maléfico al tirano
que, aumentando su hueste en Talcahuano,
ruinas medita de placer cubierto!
      Sus naves en el puerto
      ejércitos vomitan,  105
      que a morir precipitan
jefes soberbios, en soberbia fiados.
San Martín y Balcarce en mi llanura
guerrearán, vencerán más esforzados,
y patria entonces vivirá segura».  110

   Así predijo el venerando Río.
Luego a la capital su blanca frente
revuelve, ve, y aumenta de repente
con llanto de placer su raudal frío.
      Las Ninfas el impío  115
      dolor de ver su suelo
      al luto, al lloro, al duelo
tres siglos entregado, depusieron;
por la orilla un momento divagaron;
—202→
y del dios a una seña se volvieron,  120
y con el dios al fondo se tornaron.

   En tanto el primer héroe, que gozosa
la madre patria en sus anales cuenta159,
en Santiago ya libre se presenta,
mas no en Santiago su valor reposa.  125
      La legión animosa
      de nuevo al campo guía,
      y raya al fin el día
-pág. 147-
en que el nuevo campeón se hace presente:
ambos ansiaban por mayor victoria,  130
y ambos conducen belicosa gente
a do se cubra de más alta gloria.

   El tirano también, que en su honda mente
horror solo, y horror y horrores vuelve,
vengativo a la marcha se resuelve,  135
y la ejecuta en orden prontamente.
      A Talca diligente
      conduce los soldados,
      en Europa educados
en arrastrar el carro de Mavorte,  140
y afrontar mil de veces mil de muertes;
aquí esperanzas de su avara corte,
como allá azote de los galos fuertes.

   A Talca llegan de soberbia henchidos,
la planta fijan, y en furor aguardan  145
a los guerreros que a su enojo tardan,
y que ven ya en idea confundidos.
—203→
      Al fin los escogidos
      por patria a su defensa
      ven repente la inmensa  150
muchedumbre enemiga; ronco suena
el clarín y atambor; el jefe manda;
se suspende el marchar, y en faz serena
se espera el día de matanza infanda.

   Pero vino una noche, que Fortuna  155
ya avergonzada la borró del año,
-pág. 148-
¡noche de ruinas, y de espanto, y daño,
noche tremenda a Chile cual ninguna!
      De la traidora luna
      protegido el ibero  160
      (bien como tigre fiero,
que sin rugir se avanza hacia la presa)
se aproxima en silencio: nadie advierte;
y los patrios soldados en sorpresa
circundados se ven de inmensa muerte.  165

   No desmaya el valor; al arma corren
-pág. 149-
envueltos en asombro, pero en vano,
porque al plan meditado del tirano
la imprevisión y el sobresalto acorren.
      Éstos a aquel socorren  170
      que es amigo juzgando;
      y en confusión guerreando,
tal vez por los hispanos da la vida
el que por acabarlos muerte busca;
esta ala vence, y a su vez vencida  175
en sombra, en humo, en fuego más se ofusca.
—204→

   ¡Héroes del canto mío! ¡Campeones
en quienes Chile su esperanza libra!
¿Vuestro acero esta noche no se vibra?
¿Impunemente morirán legiones?  180
      Mañana los pendones
      del opresor de Lima,
      el sol desde su cima
¿flamear verá, en afrenta de su prole,
sobre montones mil de cuerpos muertos?  185
¡Ah! tanta vida en vano no se inmole;
salvad los restos de pavor cubiertos.

   Y los salvaron. San Martín sereno
en medio del horror y del espanto;
Balcarce, en quien el alma puede tanto,  190
sueltan sin rienda a su valor el freno;
      mezclan su voz al trueno
      del cañón que aún se escucha,
      y en la terrible lucha
de mil muertes por medio atravesando,  195
la retirada ordenan al soldado,
y su infortunio aquí y allí vengando,
dejan por fin el campo abandonado.

   Al hispano lo dejan. Basta, Musa,
de desastre y dolor: un día viene  200
en el que Chile su destino tiene
para siempre fijado. La difusa
      tropa, que aquí confusa,
      allá en pavor vagaba,
      ya sobre Maypo acaba  205
de reunirse de nuevo a la pelea.
Venganza solo y más venganza, gritan;
—205→
venganza solo su furor desea,
y a venganza sus jefes la concitan.

   Su triunfo oscuro al enemigo ciega,  210
y su ilusión acrece y su confianza;
hacia los libres con furor avanza,
y marcha, y corre, y hasta Maypo llega;
-pág. 150-
      su batalla despliega,
      y de la guerra al grito  215
      desde el hondo Cocito
muerte y discordia salen. De repente
el silencio en clamor se ve mudado,
uno al otro se mira el combatiente,
y teme acaso y tiembla el más osado.  220

   Mas dio el bronce la seña de matanza,
y la patria legión en el momento
se desprende, cual rayo, de su asiento,
y al enemigo con furor avanza...
      No, Musa, no, no alcanza  225
      el entusiasmo a tanto.
      ¿Cómo podrá mi canto
producir una imagen de aquel día
por Jove a la venganza abandonado
y a los horrores de la guerra impía?  230
Cántelo, oh, Musa, un genio más osado.

   El mío a los ínclitos varones
San Martín y Balcarce se convierte.
Pero ¡ay! que expuestos a tremenda muerte
a la frente se ven de las legiones.  235
      No hay brillantes acciones,
      no hay rasgo de venganza,
      no hay ruina, no hay matanza
—206→
a que ellos no presidan. Los iberos
los vieron con espanto batallando,  240
los primeros lanzarse a los aceros,
trofeos a trofeos aumentando.
-pág. 151-

   Aquí mezclados con la hispana gente
sangre enemiga por doquier derraman;
allá se vuelven; y su voz se siente,  245
se siente apenas, y mil bronces braman.
      Aquí al soldado inflaman
      que en la lucha se aterra;
      de la pequeña sierra
suben con sus falanges a la cumbre;  250
al llano lanzan al hispano impío;
y se distinguen de la muchedumbre
solo por más valor, por mayor brío.

   Por tres veces la Parca en la matanza
de los dos héroes el morir decreta,  255
y ya, ya al dar el golpe, los respeta,
y dirige a otra parte su venganza.
      Al cabo la balanza
      se inclinó de los hados:
      redoblan los soldados  260
el coraje, el furor, la justa saña;
sangre y más sangre por doquier se vierte;
y, donde antes guerreros de la España,
se ven miembros, y ruina, y nada, y muerte.

   Triunfamos: lo vio Febo, y afligiendo  265
los brutos de su carro, al occidente
baja; y al otro mundo hasta el oriente
va el triunfo de sus hijos repitiendo.
—207→
      El sacro Maypo, viendo
      su presagio acabado,  270
      el curso refrenado
-pág. 152-
soltó de nuevo de su linfa pura:
«¡Vivid héroes, envidia de guerreros,
vivid siempre, exclamó, que en mi llanura
supisteis dar sepulcro a los iberos».  275

   La América de allá de la alta sierra
do un genio singular160 la vio sentada,
su faz de llanto en de placer mudada,
se vio ya la Señora de la tierra.
      ¡Héroes! mi Musa cierra,  280
      cierra ya el labio osado.
      La patria que ha logrado
por vuestras manos libertad y gloria,
sabrá premiar tan relevantes hechos,
sabrá inmortalizar vuestra memoria,  285
mientras viviendo vais en nuestros pechos.

   Tú, digno jefe, tú, que has consagrado161
al honor de la patria tu reposo,
por cuyo influjo triunfo tan glorioso
los héroes de mi canto han alcanzado;  290
—208→
      tú, que eres del Estado
      el poderoso Atlante,
      nunca será que cante
la Fama en las edades y naciones
nuestro honor, nuestro triunfo, nuestra gloria,  295
sin que al sonar de sus aclamaciones
del grande Pueyrredón no haga memoria.

JUAN CRUZ VARELA



  —209→     -pág. 153-  


ArribaAbajo- LIV -


La Municipalidad de Buenos Aires al general don José de San Martín162


CANCIÓN ENCOMIÁSTICA


ArribaAbajo   Al ínclito, valiente americano163,
al argentino Marte, al invencible
domador del hispano,
impávido guerrero, al más temible
que la patria registra en sus anales,  5
glorias, laureles, palmas inmortales.

   Al vencedor de Chacabuco, al noble
General, San Martín, bravo soldado,
que con esfuerzo doble
con arduo empeño, con valor osado  10
en Maypo se labró nueva corona,
vivas y lauros, que el honor le abona.
—210→

   Nunca con brío tal, con tal denuedo
vibró su espada el Jefe Macedonio:
jamás con menos miedo  15
se ha dado del valor un testimonio.
-pág. 154-
A San Martín se dio por raro modo
copiarlo en parte, superarlo en todo.

   Sus bravos aguerridos enemigos
de su marcial furor tristes despojos,  20
serán fieles testigos
de sus ardientes bélicos arrojos;
de aquella intrepidez inimitable,
con que sabe vencer a fuego y sable.

   Harán honor de publicar rendidos,  25
sus esfuerzos, sus armas, sus banderas,
sus jefes distinguidos,
sus esperanzas todas lisonjeras
al valiente campeón, atleta invicto,
superior a Alejandro en el conflicto.  30

   Ellos le vieron recoger los restos
de unas huestes antes dispersadas,
y con nuevos aprestos
presentarlas con arte organizadas...
¡Acción gloriosa digna de la historia,  35
que sola vale toda la victoria!

   Ellos le vieron con terror y espanto
al frente de sus ínclitas legiones
por un secreto encanto
con un viva alentar sus corazones,  40
mostrándoles escrito en su semblante
el triunfo, que temieron vacilante.
—211→

   Ellos le vieron, ¡vista pavorosa!
con valor frío, con sereno aliento,
-pág. 155-
con marcha majestuosa,  45
sin trepidar un punto ni un momento,
dirigirse a sus filas. Sí... lo vieron...
vieron que no temía, y le temieron.

   Ellos vieron al fin un rayo activo,
a San Martín, al genio destinado  50
para herir en lo vivo
al visir orgulloso, que ha jurado
en los excesos de un furor insano
borrar del Sud el nombre americano.

   Un rayo, sí, un rayo disparado  55
del seno del honor. Tal fue al momento,
que en la acción empeñado,
dando a su intrepidez nuevo incremento,
descargó en su rival con brazo fuerte
los trágicos horrores de la muerte.  60

   En los llanos de Maypo, allí le vieron
blandir la espada con feroz aliento.
A su impulso mordieron,
envueltos en su sangre, el pavimento
los robustos de Hisperia, las terribles  65
huestes de Burgos, huestes invencibles.

   ¡Oh, parca! justa ahora, tú le diste
tu afilada guadaña. Le obligaste,
mejor diré, tu fuiste
quien a su voz con furia la vibraste,  70
para así castigar un loco empeño,
y darle un triunfo, de que ya era dueño.
—212→
-pág. 156-

   ¡Llanos de Maypo!, vuestro nombre solo
en las páginas todas de la historia
se oirá de polo a polo,  75
sofocarán sus ecos la memoria
del ejército grande, que en cruel guerra
con sus victorias abrumó la tierra.

   ¡Llanos de Maypo! Mapa delineado
con la sangre de injustos. Campo hermoso,  80
donde ha recuperado
sus derechos la patria; donde el gozo
ha sucedido al llanto, y donde todo
tornó a su libre ser por raro modo.

   Obra fue tuya, héroe sin segundo,  85
y de tus bravas bélicas legiones.
Todo este Nuevo Mundo
aclama tu valor. Tú das lecciones
al mundo antiguo, que aunque siempre vano
ya te apellida: Marte Americano.  90

   Marte mismo te observa, y queda absorto
envidioso quizá de tal proeza,
viendo en ti un raro aborto
de virtud, de valor, de gentileza;
y que cuando vencer resuelto tratas  95
sus vengativos rayos le arrebatas.

   Negra envidia, furia del abismo,
no atentes contra el héroe; no despliegues
tu fiero despotismo.
Tus máquinas suspende. No, no llegues  100
-pág. 157-
del templo a los umbrales, donde en calma
le coronan laurel, oliva y palma.
—213→

   Deja por esta vez, deja que todos
los pueblos de la Unión con tierno acento
canten por varios modos  105
su triunfo en Maypo, su marcial aliento.
Pedid ¡oh, pueblos! para tal empleo
su lira a Apolo y su voz a Orfeo.

   ¡Oh, provincias del Sud, pueblos constantes
del mérito y valor admiradores!  110
¡Oh, de la patria amantes!
quemad inciensos, tributad honores
al héroe vencedor. Un templo augusto,
y por diestro cincel su noble busto.

   Su diestra mano empuñará la espada,  115
en su siniestra tricolor bandera.
Su cabeza adornada
con bélicos blasones. Una esfera,
en su área azul con cifras de oro un lema:
San Martín vive, todo injusto tema.  120

FRAY CAYETANO RODRÍGUEZ



  —214→     -pág. 158-  


ArribaAbajo- LV -


Los oficiales de la Secretaría del Soberano Congreso a la Patria, en la victoria de Maypo164


ODA


ArribaAbajo   ¡Oh!, ¡si hoy mi poderío
la esfera de mis votos igualase
para cantar el belicoso brío
de la legión maypuana165
que hundió en el polvo la soberbia hispana!  5

   De Homero tomaría,
de Píndaro, de Horacio y del Mantuano
aquel estro, grandeza y armonía
que a los siglos quebrantan,
y siempre al alma con su magia encantan.  10
—215→

   De Eurídice al esposo
la deliciosa voz demandaría.
El mismo Apolo su eco victorioso
me daría con gusto,
que siempre ha sido con los héroes justo.  15
-pág. 159-

   Después al rutilante
carro del sol en majestad subiendo,
de la cordura y rectitud amante,
cual Faetón no fuera,
principiaría la inmortal carrera.  20

   Por delante la aurora
más graciosa, más cándida, más bella
que en el cielo jamás se viera hasta ora,
las puertas me abriría,
y el camino de rosas sembraría.  25

   Los pueblos del Oriente
admirados quedando al presentarse
fenómeno tan raro y esplendente,
corriendo a las alturas
dejarían talleres y culturas.  30

   Yo entretanto ocupando
del Grande Tauro166 el hiperbóreo alcázar,
y el humilde horizonte atrás dejando
con ráfagas de lumbre
más vistosas brillara que es costumbre.  35
—216→

   Mi manto al desplegarse
deliciosos poemas sembraría,
que al leerse por el mundo y meditarse
de Maypo la victoria
perpetuasen del mundo en la memoria.  40
-pág. 160-

   Al zenit más cercano,
y ya a la vista general del orbe
entonará mi canto sobrehumano.
Melodiosos torrentes
moverán las piedras y las gentes.  45

   ¡Oh; patria! tú serías
de mis loores el sublime objeto:
tu pasmosa constancia en tantos días
de apremio y de fatiga
con que incansable el español te hostiga.  50

   Solitaria en la lucha
cual si no hubiera pueblos generosos,
nadie en el mundo tu clamor escucha.
Todos te dejan sola
en brazos de la cólera española.  55

   Audaz sobre la arena
vertiendo sangre y en sudor bañada,
con la mano de trueno y rayos llena
luchas con tus rivales
y venciendo enriqueces tus anales.  60

   Mas tu riesgo no cesa
que en sus pérdidas mismas recobrado
el tirano otra vez la lid empieza,
—217→
y te arrostra atrevido
como si vencedor hubiera sido.  65

   Tus fuerzas desfallecen.
¡Tanta sangre preciosa has derramado!
-pág. 161-
¡Ah! tus conflictos a la par acrecen,
mil monstruos parricidas
que renuevan atroces tus heridas.  70

   Mas, San Martín, ese hijo
que en sus favores te ha donado el cielo
para colmo de gloria y regocijo,
se arroja a la palestra,
y arma en tu auxilio la robusta diestra.  75

   A la hidra que vomita
por millares de bocas cruda muerte
el hercúleo campeón se precipita,
su gran maza167 levanta,
y la tiende mortal bajo su planta.  80

   Así fue la jornada
de las célebres márgenes del Maypo,
en donde fuiste, ¡oh, patria! coronada
de lauro inmarcesible
por San Martín, y su legión terrible.  85

   Gloria a tantos varones
que a los más grandes en la guerra igualan,
y los vencen en muchas proporciones.
—218→
en igual circunstancia
no hubo mayor destreza, ardor, constancia.  90

   Aquesto por extenso
con majestuoso acento cantaría,
-pág. 162-
y asombrado al oírme el orbe inmenso
prorrumpiera cantando
América, y sus bravos alabando.  95

   Después celebraría
tu rico suelo que llenó natura
de dones abundosos a porfía:
suelo privilegiado
para asilo del mundo destinado.  100

   Y la crueldad ibera
también diría, que en cruenta lucha
arrebatar a todo el orbe espera
este terreno amigo
donde todo extranjero tiene abrigo.  105

   Y votos muy ardientes
de doquier hasta el cielo subirían
deseando gloria a los independientes,
y paz pronta y durable
que a la España negar no sea dable.  110

   Paz que a todos ofrezca
el mercado más fácil y abundante,
a cuya sombra la opulencia crezca,
y nazcan relaciones
que hagan felices todas las naciones.  115
—219→

   Yo entretanto gozoso
bajaría el gran carro al horizonte;
y celajes de un gusto primoroso
pondrían fin al día
que te ofrecen mis votos, patria mía.  120

VICENTE LÓPEZ Y PLANES



  —220→     -pág. 163-  


ArribaAbajo- LVI -


La Secretaría de Estado en el Departamento de Gobierno al vencedor de Maypo168


CANTO


Hic uir, hic est, tibi quem promitti saepius audis.

Virgilio169                


ArribaAbajo   Allá en la cumbre de los altos Andes
sobre región de nieve sempiterna,
donde más brilla el luminoso Febo,
la América inocente colocada  5
domina al orbe; asiento majestuoso
le dan las cimas de elevados montes.
Hoy es su trono mole tan soberbia,
que servir pudo en el osado intento
de escalar el Olimpo a los Titanes;  10
—221→
trono que incontrastable simboliza
el que firme sus hijos le han alzado
sobre la base de justicia santa.
Allá del polvo vil y las cadenas,
en que la hizo gemir el crudo hispano,  15
la levantaron sus ilustres hijos
en las alas del Genio poderoso.
Hoy repartido en trenzas su cabello,
ornado el cuello de nevadas perlas,
-pág. 164-
puesto al hombro el carcaj de flechas lleno  20
de tersa y fina plata fabricadas,
el arco tachonado de diamantes,
los pies cubiertos con sandalias de oro,
hija del sol y de tesoros llena,
como virgen del mundo resplandece  25
sobre las tres matronas respetables,
la África, la Asia y la ilustrada Europa.
De un polo al otro a descubrir alcanza
la extensión toda de su vasto imperio;
no mira en tanto las cavernas hondas  30
de sus montañas, los inmensos bosques,
los torrentes y ríos caudalosos,
que atravesando fértiles llanuras,
corren a enriquecer el oceano;
un cuadro más grandioso y más terrible  35
su vista ocupa, el solio vacilante
del monarca español, que enfurecido
impele al mar las huestes sanguinosas
con que intenta oprimir el suelo indiano.
En sus semblantes retratados mira  40
todo el furor y rabia carnicera
de Pizarro y Cortés... ¡Ah!, que en su seno
hondamente gravadas permanecen
las atroces heridas, que inundaron
—222→
de sangre el trono de los dulces Incas,  45
de Moctezuma en México opulenta.
Por todas partes a sus dignos hijos
rompiendo mira el yugo del hispano;
el grito universal de la venganza
-pág. 165-
contra tres siglos de opresión indigna,  50
el ronco son del bélico instrumento,
el horrísono estruendo de las armas,
que los ecos dilatan y repiten,
en confuso rumor resonar hacen
la bóveda celeste, el patrio suelo  55
retumba todo: Libertad o muerte.
El fuego, el hierro, los paternos lares
arrasan, yerman... mas su vista fijan
los campos que ilustró con sus victorias
el hijo renombrado de la patria,  60
que en los duros trabajos de la guerra
las belicosas huestes ejercita
que habrán fama gloriosa de invencibles;
ve al héroe San Martín, ve a Chacabuco
donde muy más que invulnerable Aquiles  65
ató a su carro al español feroce.
No ha escarmentado su ambición insana,
y otra vez vuelve, y el visir de Lima
vengarse aún cree de la pasada afrenta.
Desde el alto dosel, que rojo dice  70
la sangre que inocente lo ha teñido,
reuniendo a los bárbaros sayones
que de Hesperia vinieron, les ordena
surcar en breve el piélago anchuroso,
y abrasar y destruir el altar santo  75
en que la dulce patria es adorada.
—223→

   Del Pacífico mar la espalda oprimen
preñadas naos de armada soldadesca;
-pág. 166-
mas ¡oh, presagio! el indo sacerdote
ve entonces desde el seno de las aguas  80
levantarse a los cielos una nube,
de sanguíneo color y vasta mole;
al sol, que va marchando hacia el ocaso,
ella se opone cual barrera inmensa.
Pero agitando su diadema de oro,  85
él la entreabre, la rompe y desvanece,
y con radiante faz se precipita
en las salobres cristalinas ondas.
Consultado el oráculo declara
prodigio tal en pro de los indianos.  90
Del rico Chile ya la playa abordan
entre salvas y vivas los iberos,
y el nombre invocan de su rey Fernando,
como el de un dios, idólatras feroces.
La griega mole en la funesta noche  95
que a sangre y fuego pereció el troyano,
no arroja de su vientre gente tanta,
como cada una de las fuertes naves
que transportó las huestes enemigas.
La voladora Fama anuncia luego  100
a San Martín, que crueles invasores
el suelo pisan que en unión juraron
defender los chilenos y argentinos.
La nueva hace saber a las legiones
del ejército patrio su caudillo.  105
«Los tiranos, les dice, ya se acercan,
veréis en breve más tremendo Marte,
mayor será la gloria, más laureles
-pág. 167-
en el campo de honor alcanzaremos».
—224→

   Osorio avanza, el adalid famoso  110
en quien confía el opresor Pezuela;
marcha veloz hasta avistar osado
el ejército unido de la patria;
el Maule pasa, y su altivez se aumenta.
¡Infundada soberbia! ¡Vano orgullo!  115
Sus corrientes no son cual las del Janto,
que rebosando el anchuroso cauce,
furiosas detuvieron a los griegos,
cuando iban a sitiar la antigua Troya.
No de muy lejos los patriotas miran  120
cubrir el cielo nube polvorosa
que levantan las huestes del contrario;
ya escuchan el rumor de los clarines
con que a explorar se avanzan los jinetes.
ya San Martín sobre el bridón fogoso  125
discurre proclamando a los soldados
del ejército patrio, y de su pecho
llevador de trabajos, comunica
el fuego generoso que en él arde;
ya la jornada militar ordena  130
en que al contrario observa, y lo fatiga
con amagos marciales repetidos.
Los pacíficos dioses, que presiden
a los valles y fértiles comarcas
del abundoso Chile, se refugian  135
al libre Arauco, al oír que fiero ruge
herido el león soberbio de Castilla.
-pág. 168-
El ejército unido y el contrario
sobre Talca se ven al tiempo mismo
que el sol va a sepultarse en occidente.  140
Sucede el negro imperio de la noche;
cubre toda la tierra; y el caudillo
vigilante y activo varios planes
—225→
medita en su alta mente; el jefe hispano,
que las fuerzas conoce de la patria,  145
y su arrojo y bravura, desconfía
de su poder furioso y agitado.
Como el redil acecha el tobo hambriento,
que en tempestuosa noche sed rabiosa
de sangre lo devora y se embravece;  150
así se halla el hispano, y en mil iras
se abrasa por destruir la indiana hueste.
La luna con su giro silencioso
la noche acompañaba, iluminando
con su argentada llama a los mortales:  155
ningún signo fatal, ningún agüero
pudo anunciar el mal que preparaba
la astucia del ibero a nuestras fuerzas.
A Hécate invoca y a los dioses todos
que en las nocturnas sombras dan auxilio  160
al mortal despechado; bruscamente
el patrio campo ataca; al arma, al arma,
prorrumpen los soldados, y a batirse
y a defenderse corren; mas es vano
su impertérrito brío; se confunden  165
el amigo y contrario, y retirarse
a las aliadas tropas es forzoso.
-pág. 169-
El bravo San Martín a mil peligros
se arroja reuniendo a los soldados,
que se dispersan por distintas rutas.  170
Como cuando el leopardo se ve herido
por la turba de diestros cazadores,
las iras reconcentra, y poderoso
por los venablos rompe, y se abre paso;
no de otra suerte San Martín valiente  175
atropella las haces enemigas,
y del campo se aleja con los restos
—226→
que la adversa Fortuna ha perdonado.
Infatigable siempre, noches, días
lo ve el pueblo chileno cual invoca  180
el nombre de la patria, sus derechos,
y la gloria, y el brillo de sus armas;
a voces tau sagradas, que en sus labios
adquieren mayor fuerza, se reúne
el ejército aliado, y se rehace.  185
Del Maypo a las llanuras se dirige,
y arde en deseos de volver en llanto
y luto la soberbia del ibero,
que cual engreido Jerjes se aproxima;
como plagas fatales sus columnas  190
se mueven arrasando las campiñas,
hasta acercarse rápidas al campo
del ejército indiano; ya se avanzan,
ya amagan, se retiran; nuestro jefe
sobre él resuelto marcha... La sangrienta  195
batalla va a empezar: Caliope sacra,
inspírame propicia digno canto
-pág. 170-
con que pueda pintar heroicos hechos.

   El horrísono bronce ya retruena,
y lejos lanza de una y otra parte  200
la muerte horrible; Marte sanguinoso
rechinar hace el carro de la guerra.
Al frente San Martín de sus legiones
da ejemplo de valor, y les ordena
un terrible silencio, que interrumpe  205
el estruendo tan solo de las armas.
Unidas marchan las indianas huestes
contra el hispano, que en horrendo fuego
inflamando sus líneas, las recibe;
mas el jefe ha ordenado, y nada puede  210
—227→
la carga detener con que se avanzan
a destrozar las fuerzas enemigas.
El valor frío, la constancia asombra
de los patriotas; aún está encerrado
en su mosquete el rayo de la guerra,  215
aún no hacen uso del cortante acero,
a pesar de que muchos ya regaron
con su sangre la tierra, y muertos yacen.
Pero llegó el momento de venganza,
¡homicidas feroces! Como suelen  220
estrellarse las olas montañosas
del conturbado océano en los muros
de la soberbia Gades, derribando
grandes masas; así nuestros campeones,
entre el fuego y el humo acometiendo,  225
destrozan, talan, queman y derriban
-pág. 171-
cuanto al impulso fuerte se le opone
de la terrible aguda bayoneta.

   De los infantes el sangriento choque
auxilian los jinetes, arrollando  230
las enemigas lanzas; corvo el sable
fulminan, rompen sólidas columnas,
que en contra forma la española gente.
Los duros callos del fogoso bruto
la tierra baten, pisan y destruyen  235
truncados cuerpos, miembros palpitantes.
La lid está dudosa, se enfurece
alecto entre millares de guerreros;
la ibérica falange se reúne,
y a cargar vuelve con más dura saña.  240
Aquí Balcarce, y Alvarado, y Heras,
y Quintana sus fuerzas desplegando,
la rechazan al fin, y ocupan fieros
—228→
regado en sangre el campo de batalla.
¡Cuánto la patria os debe, héroes invictos,  245
en tan duro conflicto! Mas aún resta
otro y otro combate en que la Parca
ve a torrentes la sangre derramarse.
El aire rompen con silbido horrendo
las balas del contrario, el suelo cubren  250
cual lluvia de granizo conducida
en las alas del austro embravecido.
En la diestra el acero fulminante,
domina San Martín a la campaña
cercado de peligros y de muerte;  255
-pág. 172-
dueño de la Fortuna y de sí mismo,
su espíritu guerrero nada turba;
los ataques dirige, manda estragos,
como otro Jove que a la densa nube
reventar hace en rayos formidables.  260
¡Gracias, oh, fiero Marte! ¡Dios terrible:
en tal matanza tu sangrienta mano
la vida respetó del gran caudillo.
Todos los jefes su valor concentran
para el extremo decisivo impulso  265
con que envuelven y baten y acuchillan
a los fieros hispanos, que a la fuga
se dan o rinden, los soberbios cuellos.
Por todas partes gritos de victoria
de la lid en el campo ya resuenan;  270
el clamor sube hasta el sagrado Olimpo,
y se alegran los seres inmortales
del triunfo de la patria más glorioso.

   La Fama al punto por el aire vago
sus alas desplegando, a las naciones  275
vuela a anunciar la memorable hazaña
—229→
del fuerte San Martín. Sí, jefe invicto,
ni Leónidas al frente de los bravos
que a Termópilas lleva, ni Milcíades
al Persa altivo en Maratón venciendo,  280
tuvieron el valor, y genio ardiente
que te inflamaba en la tremenda lucha.
Con tu égida has cubierto poderosa
la patria libertad; tú en adelante
-pág. 173-
serás llamado Aníbal argentino  285
que enseñaste la senda que conduce
de la inmortalidad al templo augusto:
en columnas de bronce, allá grabados
los nombres se leerán de los guerreros
que supiste llevar a la victoria  290
en los llanos del Maypo; siempre eterna
será en el continente columbiano
se San Martín la gloria esclarecida.

   Y vosotras, oh, sombras inmortales,
que el fuerte heroico aliento habéis rendido  295
en el sangriento choque, más gloriosas
vais a vivir en los Elíseos campos
entre los libres de la antigua Atenas:
mirad de allá que del ejemplo vuestro
mil y mil combatientes han nacido,  300
que libertar la patria firmes juran,
o guerreando en sus ruinas sepultarse.

ESTEBAN DE LUCA



  —230→     -pág. 174-  


ArribaAbajo- LVII -


Los oficiales de la Secretaría de Estado en el Departamento de Guerra y Marina a los valientes defensores de la libertad en las llanuras del Maypo, el 5 de abril de 1818170


ODA


ArribaAbajo   ¿Era que Jove había
nuestro baldón eterno sancionado,
y que tornara un día
para siempre a la patria malhadado?
¿O llanto y luto, asolación y muerte  5
debiera ser el fin de nuestra suerte?

   Y tanta, y tanta gloria
en ocho años de afanes conseguida
¿ser debió transitoria
y gozada no bien, cuando perdida?  10
El Sud ya libre ¿volvería al cabo
por la segunda vez a ser esclavo?
—231→

   Los que en Maypo acabaron
una noche tremenda así creyeron;
noche en que no lograron  15
-pág. 175-
sobre los bravos, que vencer quisieron,
sino aumentar el fuego de venganza,
y provocarlos a mayor matanza.

   El campo sorprendido;
nuestra hueste dispersa; el hoste fiero  20
de sombras protegido
blandiendo impune el ominoso acero,
y uno u otro campeón dando a la muerte:
«Triunfamos, dijo, se fijó la suerte».

   Como en Ilión el griego  25
en noche infausta derramó su enojo,
y la sangre y el fuego
hundió de Troya hasta el postrer despojo,
sin que exterminio tal venganza hubiera;
así pensó triunfar la audacia ibera.  30

   Pero el jefe invencible
a quien nunca abandona la victoria,
y en lance más terrible
a sus armas y a sí cubrió de gloria,
hurta el momento a la fortuna ingrata,  35
no duda de su triunfo, y lo dilata.
—232→

   De la luna al amparo
con honor salva su dispersa gente;
y cuando Febo claro
se tornaba a esconder en occidente,  40
ve las huestes, en trozos divididas,
por su jefe hacia Maypo conducidas.
-pág. 176-

   Llegó, llegaron ellas,
y San Martín exhorta, increpa, enciende
las cubiertas centellas  45
del fuego patrio que doquier se extiende.
Muerte o gloria el soldado allí asegura,
y lo vuelve a jurar, y otra vez jura.

   Tales disposiciones
el camino a la gloria preparaban;  50
y cuando los campeones
en la idea del triunfo se gozaban,
helo allí el enemigo se descubre,
y la llanura inmensa erguido cubre.

   Lo ven los inmortales;  55
el grito todos de victoria alzaron,
y los filos fatales
los aceros de muerte prepararon.
El tirano los mira, se acobarda,
y tras tres días otra noche aguarda.  60
—233→

   ¿Pero quién el deseo
de venganza o de muerte refrenaba?
Precipitarse veo
(cual torrente que un dique represaba,
lo rompe y todo arrasa) a nuestra gente  65
sobre la horda enemiga de repente.

   A la altura montando
rayos de guerra los iberos lanzan,
y bronces mil tronando
muertes reparten a doquier alcanzan:  70
pero el Infante171 en quien el Sud confía
-pág. 177-
solo en la punta de su acero fía.

   Hollan cuerpos de amigos
que venganza al caer iban gritando;
hacia los enemigos  75
con más furia se acercan, y en llegando,
mil arroyos de sangre de la altura
hirviendo bajan hasta la llanura.

   Bajan, y los hispanos
envueltos todos en desastre y muerte,  80
descienden a los llanos
a probar de sus armas nueva suerte;
y en los llanos su estrago los persigue,
y muy más grande la matanza sigue.
—234→

   No sigue; que allí empieza,  85
porque el bruto a la guerra acostumbrado
se lanza con braveza,
por el Dragón172 invicto gobernado,
y tropella, y derriba; y el guerrero
manda la muerte a do mandó el acero.  90

   ¡Iberia!, tus caudillos
en la lid hasta entonces no domados,
al cuello los cuchillos
-pág. 178-
de los libres del Sud vieron bajados.
Resistir no fue dado: allí mordieron  95
el suelo mismo do mandar quisieron.

   San Martín los furores
de sus bravos gobierna y acrecenta;
él mismo los horrores
de la guerra desprecia, y los aumenta.  100
Si Marte mismo tal bravura viera,
en Marte mismo algún pavor cupiera.

   Cinco horas el hispano
disputa el campo, y la tenaz victoria;
pero disputa en vano,  105
pues Jove desde el solio de su gloria
inclinó del destino la balanza
al lado de la patria sin mudanza.
—235→

   Triunfamos. Vuestros nombres
Balcarce, Quintana, Heras, Alvarado,  110
repetirán los hombres
con respeto y ternura; y a igual grado
caminaréis al templo de la Fama
que ya por todo, vuestro honor proclama.

   Tú, joven destinado173  115
para dictar empresas de momento,
que tanto has cooperado
de la gloria de América al aumento;
genio penetrador, ilustre Guido,
te vive el suelo patrio agradecido.  120
-pág. 179-

   Y vosotros, que muertos
porque fuera la patria libertada,
fuisteis de honor cubiertos,
y vuestra sangre la dejó vengada;
recibid en tributo nuestro llanto,  125
mientras, dado al pesar, suspendo el canto.

JUAN CRUZ VARELA



  —236→  


ArribaAbajo- LVIII -


Al excelentísimo señor Supremo Director de la Provincias Unidas de Sud América


Los oficiales de la Secretaría de Estado en el Departamento de Guerra y Marina174

Arriba   El triunfo en Maypo de un campeón osado
es de este corto poema el argumento.
Él nos presenta al vivo retratado
su valor sin igual, su noble aliento.
Vuexcelencia, señor, interesado  5
en dar de este valor un monumento,
dígnese recibir el que ofrecemos,
en lo que damos cuanto dar podemos.



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