Mamotreto XXXIV
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Cómo va buscando casa la Lozana
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ESCUDERO.- ¿Qué buscáis,
señora Lozana? ¿Hay en qué pueda el hombre
servir a vuestra merced? Mirá por los vuestros, y
servíos de ellos.
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LOZANA.- Señor, no busco a vos, ni os he
menester, que tenéis mala lengua vos y todos los de esa
casa, que parece que os preciáis en decir mal de cuantas
pasan. Pensá que sois tenidos por maldicientes, que ya no se
osa pasar por esta calle por vuestras malsinerías, que a
todas queréis pasar por la maldita, reprochando cuanto
llevan encima, y todos vosotros no sois para servir a una, sino a
usanza de putería, el dinero en la una mano y en la otra el
tú me entiendes, y ojalá fuese así. Cada uno
de vosotros piensa tener un duque en el cuerpo, y por eso no hay
puta que os quiera servir ni oír. Pensá cuánta
fatiga paso con ellas cuando quiero hacer que os sirvan, que mil
veces soy estada por dar con la carga en tierra, y no oso por no
venir en vuestras lenguas.
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ESCUDERO.- Señora Lozana, ¿tan
cruel sois? ¿Por dos o tres que dicen mal, nos metéis
a todos vuestros servidores? Catad que la juventud no puede pasar
sin vos, porque la pobreza la acompaña, y es menester ayuda
de vecinos.
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LOZANA.- No digan mal, si quieren coño de
balde.
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ESCUDERO.- ¡Señora, mirá que
se dice que a nadie hace injuria quien honestamente dice su
razón! Dejemos esto. ¿Dónde se va, que
gocéis?
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LOZANA.- A empeñar estos anillos y estos
corales, y buscar casa a mi propósito.
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ESCUDERO.- ¿Y por qué quiere
vuestra merced dejar su vecindad?
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LOZANA.- Señor, «quien se muda,
Dios lo ayuda».
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ESCUDERO.- No se enmohecerán vuestras
baratijas, ni vuestras palomas fetarán.
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LOZANA.- No me curo, que no soy yo la primera.
Las putas cada tres meses se mudan por parecer fruta nueva.
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ESCUDERO.- Verdad es, mas las favoridas no se
mudan.
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LOZANA.- Pues yo no soy favorida, y quiero
buscar favor.
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ESCUDERO.- Señora Lozana, buscáis
lo que vos podéis dar. ¿Quién puede favorecer
al género masculino ni al femenino mejor que vos? Y
podéis tomar para vos la flor.
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LOZANA.- Ya pasó solía y vino tan
buen tiempo que se dice «pesa y paga»: éste es
todo el favor que os harán todas las putas. Hállase
que en ellas se expenden ciento mil ducados, y no lo toméis
en burla, que un banquero principal lo dio por cuenta a Su
Santidad.
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ESCUDERO.- Son prestameras holgadas, no es
maravilla: para ellas litigamos todo el día por reposar la
noche. Son dineros de beneficio sin cura.
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LOZANA.- Y aun pensiones remotadas entre
putas.
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ESCUDERO.- ¿A qué modo se les da
tanto dinero, o para qué?
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LOZANA.- Yo os diré. En pensiones o
alquiler de casas la una ha envidia a la otra, y dejan pagada
aquélla por cuatro o cinco meses, y todo lo pierden por
mudar su fantasía, y en comer, y en mozos, y en vestir y
calzar, y leña y otras provisiones, y en infantescas, que no
hay cortesana, por baja que sea, que no tenga su infantesca. Y no
pueden mantenerse así, y todavía procuran de tenerla,
buena o mala; y las siervas, como son o han sido putas, sacan por
partido que quieren tener un amigo que cada noche venga a dormir
con ellas y así roban cuanto pueden.
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ESCUDERO.- Señora, el año de
veintisiete ellas serán fantescas a sus criadas, y perdoname
que os he detenido, porque no querría jamás carecer
de vuestra vista. Mirá que allí vi yo esta
mañana puesta una locanda, y es bonica casa, aparejada para
que cuando pasen puedan entrar sin ser vistas vuestras
feligresas.
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LOZANA.- ¡Callá, malsín!
¡Queríais vos allí para que entrasen por
contadero! ¡Yo sé lo que me cumple!
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ESCUDERO.- ¡Oh, qué preciosa es
este diablo! Yo quería despedir gratis, mas es taimada
andaluza, y si quiere hacer por uno, vale más estar en su
gracia que en la del gran Soldán. ¡Mirá
cuál va su criado tras ella!
¡Adiós, zarpilla!
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RAMPÍN.- Me recomiendo, caballero...
«el caballo no se comprará hogaño».
Piensan estos puercos revestidos de chamelotes, hidalgos de
Cantalapiedra, villanos, atestados de paja cebadaza, que porque se
alaben de grandes caramillos, por eso les han de dar de cabalgar
las pobres mujeres. ¡Voto a San Junco, que a éstos yo
los haría pagar mejor! Como dijo un loco en Porcuna:
«este monte no es para asnos».
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JULIO.- ¿Qué es eso, Rodrigo
Roído? ¿Hay negocios? ¿Con quién las
habéis?
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RAMPÍN.- No, con nadie, sino serviros.
¿Habéis visto la Lozana?
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JULIO.- Decí vuestra ama, no os
avergoncéis. Andá, que allí entró.
Hacedla salir, que la espero, y decí que le quiero dar
dineros, porque salga presto.
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FALILLO.- ¿Quién es?
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RAMPÍN.- Yo soy. ¿Está
acá ella?
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FALILLO.- ¿Quién ella?
¡Decid, duelos os vengan, vuestra ama la señora
Lozana, y esperá, cabrón!
Señora
Lozana, vuestro criado llama.
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LOZANA.- Abridlo, mi alma, que él no
habrá comido, y veréis cuál lo paro.
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FALILLO.- Sube, Abenámar.
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LOZANA.- ¿Qué queréis?
¿Por dinero venís? ¡Pues tan blanco el ojo!
Caminá. ¿No os di ayer tres julios? ¿Ya los
gastaste? ¿Soy yo vuestra puta? ¡Andá, tornaos
a casa!
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OROPESA.- Señora Lozana, llamadlo, que yo
le daré dineros que expenda.
Ven acá,
Jacomina; va, saca diez julios y dáselos, que coma, que su
ama aquí se estará esta semana, y dale a comer, no se
vaya.
¡Ven
acá, Rampín, va, come allí con aquellos mozos,
duelos te vengan!
Vosotros no
llamaréis a nadie por comer y reventar.
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MOZOS.- Señora, venga, que él de
casa es.
Ven acá,
come. Pues que viniste tarde, milagro fue quedar este bocado del
jamón. Corta y come, y beberás.
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RAMPÍN.- Ya he comido. No quiero sino
beber.
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FALILLO.- ¡Pues, cuerpo de tal contigo!
¿En ayunas quieres beber, como bestia?
Señora
Lozana; mandadle que coma, que ha vergüenza.
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LOZANA.- Come presto un bocado y despacha el
cuerpo de la salud.
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FALILLO.- ¿Qué esperas?
¡Come, pese a tal con quien te parió! ¿Piensas
que te tenemos de rogar? Ves ahí vino en esa taza de plata.
¡Paso, paso! ¿Qué diablos has? ¡Oh, pese
a tal contigo! ¿Y las tripas echas? ¡Sal allá,
que no es triaca! ¡Ve de aquí, oh, cuerpo de Dios, con
quien te bautizó, que no te ahogó por grande que
fueras! ¿Y no te podías apartar?
¡Sino
manteles y platos y tazas, todo lo allenó este vuestro
criado, cara de repelón trasnochado!
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LOZANA.- ¿Qué es esto de que
reviesa? ¿Algo vio sucio? Que él tiene el
estómago liviano.
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FALILLO.- ¿Qué es eso que echa?
¿Son lombrices?
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MOZOS.- Ahora, mi padre, son los bofes en sentir
el tocino.
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LOZANA.- Denle unas pasas para que se le quite
el hipar, no se ahogue.
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MOZOS.- ¡Guay de él si comiera
más! Dios quiso que no fue sino un bocado.
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OROPESA.- No será nada.
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LOZANA.- Señora, no querría que le
quebrase en ciciones, porque su padre las tuvo siete años,
de una vez que lo gustó.
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FALILLO.- ¡Amarga de ti, Guadalajara!
Señora Lozana, no es nada, no es nada, que lleva la cresta
hinchada.
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LOZANA.- Hijo mío, ¿tocino comes?
¡Guay de mi casa, no te me ahogues!
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FALILLO.- ¡Quemado sea el venerable
tocino!
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Mamotreto XXXV
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Cómo, yendo a casa de otra cortesana,
vino su criado, y lo hizo vestir entre sus conocidos
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LOZANA.- Mira, Jacomina, no despiertes a la
señora; déjala dormir, que el abad no la dejó
dormir esta noche. Ya se fue a cancillería por dineros;
allá desollará cualque pobre por estar en gratia de
tu ama. Yo me salí pasico, cierra la puerta y mira; si me
demanda, di que fui a mi casa.
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JACOMINA.- Sí haré, mas acordaos
de mí.
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LOZANA.- ¿De qué?
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JACOMINA.- Que me traigáis aquello para
quitar el paño de la cara.
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LOZANA.- ¿Y qué piensas?
¿Por dos julios te habían de dar los porcelletes, y
limón, y agraz estilado, y otras cosas que van dentro?
Hermana, es menester más dineros si quieres que te traiga
buena cosa.
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JACOMINA.- Tomá, veis ahí cinco
julios, y no lo sepa mi señora, que mi vizcaíno me
dará más si fueren menester.
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LOZANA.- ¿Por qué no le dices
tú a ese tu vizcaíno que me hable, que yo te lo
haré manso, que te dará más? Y no le digas que
me has dado nada, que yo haré que pague él el agua y
la fatiga. Y a mi mozo quiero que le dé una espada de dos
manos liviana. Mañana te lo traeré, que para una
romana lo tengo de hacer, que es muy morena, y me ha de dar uvas
para colgar, y más que sacaré calla callando. Y
tú, si quieres ser hermosa, no seas mísera de lo que
puedes ser larga. Saca de ese tu enamorado lo que pudieres, que en
mi casa te lo hallarás, y de tu señora me puedes dar
mil cosas, que ella lo tome en placer. Así se ayudan las
amigas. ¿Quién sabe si tú algún tiempo
me habrás menester? Que las amas se mueren y las amigas no
faltan, que tú serás aún con el tiempo
cortesana, que ese lunar sobre los dientes dice que serás
señora de tus parientes, y todos te ayudaremos, que ventura
no te faltará, sino que tú estás ciega con
este vizcaíno, y yo sé lo que me sé, y lo que
más de dos me han dicho, sino que no quiero que salga de
mí, que yo sé dónde serías tú
señora, y mandarías y no serías mandada. Yo me
voy, que tengo que hacer. Aquí vendrá mi mozo; dale
tú aquello que sabes que escondimos. ¡Veslo,
aquí viene!
¿Venís? Es hora, merdohem. Entrá allá,
con Jacomina, y después id a casa, y cerrá bien, y
vení, que me hallaréis en casa de la señora
del solacio.
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BLASÓN.- Señora Lozana,
¿dónde, dónde tan de prisa?
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LOZANA.- Señor, ya podéis pensar:
mujer que es estada cuatro sábados mala y sin ayuda de
nadie, mirá si tengo de darme prisa a rehacer el tiempo
perdido. ¿Qué pensáis, que me tengo de
mantener del viento, como camaleón? No tengo quien se duela
de mí, que vosotros sois palabras de presente y no
más.
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BLASÓN.- ¡Oh, señora Lozana!
Sabe bien vuestra merced que soy palabras de pretérito y
futuro servidor vuestro. Mas mirando la ingratitud de aquella que
vos sabéis, diré yo lo que dijo aquel lastimado:
«patria
ingrata, non habebis ossa mea», que quiere decir
«puta ingrata,
non intrabis in corpore meo». ¿Cómo,
señora Lozana, si yo le doy lo que vos misma mandaste, y
más, cómo se ve que no son venidos los dineros de mis
beneficios cuando se los echo encima y le pago todas sus deudas?
¡Por qué aquella mujer no ha de mirar que yo no soy
Lazarillo, el que cabalgó a su agüela, que me trata
peor, voto a Dios!
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LOZANA.- En eso tiene vuestra merced
razón, mas mirá que con el grande amor que os tiene,
ella hace lo que hace, y no puede más, que ella me lo dijo,
y si no fuese porque voy ahora de prisa a buscar unos dineros
prestados para comprar a mi criado una capa mediana sin ribete, yo
haría estas paces.
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BLASÓN.- Señora Lozana, no quiero
que sean paces, porque yo determino de no verla en toda mi vida.
Mas por ver qué dice y en qué términos anda la
cosa, os ruego que vais allá, y miréis por mi honra
como vos, señora, soléis, que yo quiero dar a vuestro
criado una capa de Perpiñán, que no me sirvo de ella
y es nueva, y a vuestra merced le enviaré una cintura
napolitana.
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LOZANA.- ¿Y cuándo?
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BLASÓN.- Luego, si luego viene vuestro
criado.
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LOZANA.- Veislo, viene.
¡Caminá, albañil de putas, que veis ahí
vuestro sueño suelto! Este señor os quiere honrar; id
con él y vení donde os dije.
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BLASÓN.- Señora, hacé el
oficio como soléis.
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LOZANA.- Andá, perdé cuidado, que
ya sé lo que vos queréis. ¡Basta, basta!
(un SUSTITUTO la
llama.)
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UN
SUSTITUTO.- ¡Señora Lozana, acá,
acá! ¡Oh, pese al turco si en toda mi vida os hube
menester, ahora más que nunca!
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LOZANA.- Ya sé que me queréis. Yo
no puedo serviros porque pienso en mis necesidades, que no hay
quien las piense por mí, que yo y mi criado no tenemos pelo
de calza ni con qué defendernos del frío.
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SUSTITUTO.- Señora Lozana, eso es poca
cosa para vuestra merced. Yo daré una cana de medida de
estameña fina, y zapatos y chapines, y déjame luego
la medida, que mañana, antes que vos, señora, os
levantéis, os lo llevarán. Y vuestro mozo
enviámelo aquí, que yo le daré la devisa de mi
señora y mi vida, aunque ella no me quiere ver.
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LOZANA.- ¿Y de cuándo acá
no os quiere ver? Que no dice ella eso, que si eso fuera, no me
rogara ella a mí que fuese con ella disimulada a dar de
chapinazos a la otra con quien os habéis envuelto, mas no
con mi consejo, que para eso no me llama vuestra merced a
mí, porque hay diferencia de ella a la señora
Virgilia. Y mirá, señor, esa es puta salida, que en
toda su casa no hay alhaja que no pueda decir por esta gracia de
Dios, que todo está empeñado y se lo come la usura,
que Trigo me lo dijo. Quiere vuestra merced poner una alcatraza con
aquélla, que su gracia y su reposo y su casa llena y su
saber basta para hacer tornar locos a los sabios. Y si vuestra
merced dará la devisa a mi mozo, será menester que yo
me empeñe para darle jubón de la misma devisa.
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SUSTITUTO.- Andá, señora Lozana,
que no suelo yo dar devisa que no dé todo. En esto
verá que no la tengo olvidada a mi señora Virgilia,
que voto a Dios que mejor sé lo que tengo en ella que no lo
que tengo en mi caja. Veis, aquí viene el malogrado de
vuestro criado con capa; parece al superbio de Perusa, que a nadie
estima. Quédese él aquí, y vaya vuestra merced
buen viaje.
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LOZANA.- ¡Cuántas maneras hay en
vosotros los hombres por sujetar a las sujetas, y matar a quien
muere! Allá esperaré al señor mi criado, por
ver cómo le dice la librea de la señora Virgilia.
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Mamotreto XXXVI
|
Cómo un caballero iba con un embajador
napolitano, travestidos, y vieron de lejos a la Lozana, y se la dio
a conocer el caballero al embajador
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[CABALLERO.-] Monseñor, ¿ve
vuestra señoría aquella mujer que llama
allí?
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EMBAJADOR.- Sí.
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CABALLERO.- Corramos y tomémosla en
medio, y gozará vuestra señoría de la
más excelente mujer que jamás vio, para que tenga
vuestra señoría qué contar; si la goza por
entero y si toma conociencia con ella, no habrá menester
otro solacio, ni quien le diga mejor cuántas hermosas hay, y
cada una en qué es hermosa. Que tiene el mejor ver y judicar
que jamás se vio, porque bebió y pasó el
río de Nilo, y conoce sin espejo, porque ella lo es, y como
las tiene en plática, sabe cada una en qué puede ser
loada. Y es muy universal en todas las otras cosas que para esto de
amores se requiere, y mírela en tal ojo que para la
condición de vuestra señoría es una perla. De
ésta se puede muy bien decir «mulier que fuit in urbe habens septem
mecanicas artes». Pues, a las liberales jamás
le faltó retórica ni lógica para responder a
quien las estudió. El mirable ingenio que tiene da que hacer
a los que la oyen. Monseñor, vamos de esta parte. Esperemos
a ver si me conoce.
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EMBAJADOR.- ¡Al cuerpo de mí, esta
dona yo la vi en Bancos, que parlaba, muy dulce y con audacia, que
parecía un Séneca!
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CABALLERO.- Es parienta del Ropero,
conterránea de Séneca, Lucano, Marcial y Avicena. La
tierra lo lleva, está in agibilibus, no hay su par, y tiene otra
excelencia, que lustravit provincias.
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EMBAJADOR.- ¿Es posible? Como reguarda in
qua.
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LOZANA.- ¡Ya, ya conocido es vuestra
merced, por mi vida, que, aunque se cubra, que no aprovecha, que ya
sé que es mi señor! ¡Por mi vida, tantico la
cara, que ya sé que es de ver y de gozar! Este señor
no lo conozco, mas bien veo que debe ser gran señor. A
seguridad le suplico que me perdone, que yo lo quiero forzar, por
mi vida, que son matadores esos ojos. ¿Quién es este
señor? ¡Que lo sirva yo, por vida de vuestra merced y
de su tío y mi señor!
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CABALLERO.- Señora Lozana, este
señor os suplica que le metáis debajo de vuestra
caparela, y entrará a ver la señora Angélica
porque vea si tengo razón en decir que es la más
acabada dama que hay en esta tierra.
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LOZANA.- A vuestra señoría le
meteré yo encima, no debajo, mas yo lo trabajaré.
Esperen aquí, que si su merced está sola yo la
haré poner a la ventana, y si más mandaren, yo
vendré abajo. Bien estaré media hora; paséense
un poco, porque le tengo de rogar primero que haga un poco por
mí, que estoy en gran necesidad, que me echan de la casa y
no tengo de qué pagar, que el borracho del patrón no
quiere menos de seis meses pagados antes.
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CABALLERO.- Pues no os detengáis en nada
de eso, que la casa se pagará. Enviame a vuestro criado a mi
posada que yo le daré con que pague la casa, porque su
señoría no es persona que debe esperar.
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LOZANA.- ¿Quién es, por mi
vida?
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CABALLERO.- ¡Andá, señora
Lozana, que persona es que no perderéis nada con su
señoría!
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LOZANA.- Sin eso y con eso sirvo yo a los
buenos. Esperen.
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CABALLERO.- Monseñor, ¿qué
le parece de la señora Lozana? Sus injertos siempre
toman.
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EMBAJADOR.- Me parece que es astuta, que,
cierto, «ha de la sierpe e de la paloma». Esta mujer
sin lágrimas parará más insidias que todas las
mujeres con lágrimas. ¡Por vida del visorrey, que
mañana coma conmigo, que yo le quiero dar un brial!
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CABALLERO.- ¡Mírela vuestra
señoría a la ventana; no hay tal Lozana en el mundo!
Ya abre, veamos qué dice. Cabecea que entremos donde ni
fierro ni fuego a la virtud empiece.
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EMBAJADOR.- ¡Qua
più bella la matre que la filla!
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CABALLERO.- Monseñor, ésta es
Cárcel de Amor; aquí idolatró Calisto,
aquí no se estima Melibea, aquí poco vale
Celestina.
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Mamotreto XXXVII
|
Cómo de allí se despidió
la Lozana, y se fue en casa de un hidalgo que la buscaba, y estando
solos se lo hizo porque diese fe a otra que lo sabía
hacer
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LOZANA.- Señores, aquí no hay
más que hacer. La prisión es segurísima, la
prisionera piadosa, la libertad no se compra. La sujeción
aquí se estima porque hay merecimiento para todo. Vuestra
señoría sea muy bien venido y vuestra merced me tenga
la promesa, que esta tarde irá mi criado a su posada, y si
vuestra merced manda que le lleve una prenda de oro o una toca
tonicí, la llevará, porque yo no falte de mi palabra,
que prometí por todo hoy. A este señor yo lo
visitaré.
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CABALLERO.- Señora Lozana, no
enviéis prenda, que entre vos y mí «no se
pueden perder sino los barriles». Enviá, como os dije,
y no curéis de más, y mirá que quiere su
señoría que mañana vengáis a verlo.
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LOZANA.- Beso sus manos y vuestros pies, mas
mañana no podrá ser, porque tengo mi guarnelo lavado,
y no tengo qué me vestir.
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CABALLERO.- No curéis, que su
señoría os quiere vestir a su modo y al vuestro.
Vení así como estáis, que os convida a comer;
y no a esperar, que su señoría come de
mañana.
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LOZANA.- ¡Por la luz de Dios, no estuviese
sin besar tal cara como ésa, aunque supiese enojar a quien
lo ve!
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ANGÉLICA.- ¡Así, Lozana, no
curéis! ¡Andá, dejadlo, que me enojaré,
aunque su merced no me quiere ver!
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CABALLERO.- Señora, deséoos yo
servir; por tanto, le suplico que a monseñor mío le
muestre su casa y sus joyas, porque su señoría tiene
muchas y buenas, que puede servir a vuestra merced. Señora
Lozana, mañana no se os olvide de venir.
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LOZANA.- No sé si se me olvidará,
que soy desmemoriada después que moví, que si tengo
de hacer una cosa es menester ponerme una señal en el
dedo.
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CABALLERO.- Pues vení acá,
tomá este anillo, y mirá que es una esmeralda, no se
os caiga.
|
LOZANA.- Sus manos beso, que más la
estimo que si me la diera la señora Angelina dada.
|
ANGELINA.- Andá, que os la doy, y traedla
por mi amor.
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LOZANA.- No se esperaba menos de esa cara de
luna llena.
¡Ay,
señora Angelina, míreme, que parezco obispo!
¡Por vida de
vuestra merced y mía, que no estoy más
aquí!
Ven a cerrar,
Matehuelo, que me esperan allí aquellos mozos del desposado
de Hornachuelos, que no hay quien lo quiera, y él porfiar y
con todas se casa y a ninguna sirve de buena tinta.
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MATEHUELO.- Cerrar y abriros, todo a un
tiempo.
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MOZOS.- ¿Venís, señora
Lozana? ¡Caminá, cuerpo de mí, que mi amo se
desmaya y os espera, y vos todavía queda! Sin vos no valemos
nada, porque mi amo nunca se ríe sino cuando os ve, y por
eso mirá por nosotros y sednos favorable ahora que le son
venidos dineros, antes que se los huelan las bagasas, que, voto a
Dios, con putas y rufianas y tabaquinas no podemos medrar. Por eso,
ayúdenos vuestra merced y haga cuenta que tiene dos
esclavos.
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LOZANA.- Callá, dejá hacer a
mí, que yo lo pondré del lodo a dos manos. Vuestro
amo es como el otro que dicen: «cantar mal y porfiar».
Él se piensa ser Pedro Aguilocho, y no lo pueden ver putas
más que al diablo. Unas me dicen que no es para nada, otras
que lo tiene tan luengo que parece anadón, otras que arma y
no desarma, otras que es mísero, y aquí
firmaré yo, que primero que me dé lo que le demando,
me canso, y al cabo saco de él la mitad de lo que le pido,
que es trato cordobés. Él quiere que me esté
allí con él, y yo no quiero perder mis ganancias que
tengo en otra parte; y mirá qué tesón ha
tenido conmigo, que no he podido sacar de él que, como me
daba un julio por cada hora que estoy allí, que me dé
dos. Que más pierdo yo en otras partes, que no vivo yo de
entrada, como el que tiene veinte piezas, las mejores de
Cataluña, y no sé en qué se las expende, que
no relucen, y siempre me cuenta deudas. ¡Pues mándole
yo que putas lo han de comer a él y a ello todo! No
curéis, que ya le voy cayendo en el rastro. ¿Veis el
otro mozo dónde viene?
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MARZOCO.- ¿Qué es eso?
¿Dónde vais, señora?
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LOZANA.- A veros.
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MARZOCO.- Hago saber a vuestra merced que tengo
tanta penca de cara de ajo.
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LOZANA.- Esa sea la primera alhaja que falte en
tu casa, y aun como a ti llevó la landre. ¡Tente
allá, bellaco! ¡Andando se te caiga!
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MARZOCO.- Señor, ya viene la Lozana.
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PATRÓN.- «Bien venga el mal si
viene solo», que ella siempre vendrá con cualque
demanda.
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LOZANA.- ¿Qué se hace, caballeros?
¿Háblase aquí de cosas de amores o de
mí o de cualque señora a quien sirvamos todos?
¡Por mi vida, que se me diga! Porque si es cosa a que yo
pueda remediar, lo remediaré, porque mi señor amo no
tome pasión, como suele por demás, y por no decir la
verdad a los médicos. ¿Qué es eso? ¿No
me quiere hablar? Ya me voy, que así como así
aquí no gano nada.
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MOZOS.- Vení acá, señora
Lozana, que su merced os hablará y os pagará.
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LOZANA.- No, no, que ya no quiero ser boba, si
no me promete dos julios cada hora.
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MARZOCO.- Vení, que es contento, porque
más merecéis, máxime si le socorréis
que está amorado.
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LOZANA.- ¿Y de quién?
¡Catá que me corro si de otra se enamoró! Mas
como todo es viento su amor, yo huelgo que ame y no sea amado.
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MARZOCO.- ¿Cómo, señora
Lozana, y quién es aquel que ama y no es amado?
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LOZANA.- ¿Quién? Su merced.
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MARZOCO.- ¿Y por qué?
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LOZANA.- Eso yo me lo sé; no lo
diré sino a su merced solo.
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MARZOCO.- Pues ya me voy. Vuestras cien monedas
ahora, Dios lo dijo.
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LOZANA.- Andá, que ya no es el tiempo de
Maricastaña.
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PATRÓN.- Dejá decir, señora
Lozana, que no tienen respeto a nadie. Entendamos en otro; yo muero
por la señora Angélica, y le daré seis ducados
cada mes, y no quiero sino dos noches cada semana. Ved vos si
merece más, y por lo que vos dijereis me regiré.
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LOZANA.- Señor, digo que no es mucho,
aunque le dieseis la mitad de vuestro oficio de
penitencería. Mas ¿cómo haremos? Que si
vuestra merced tiene ciertos defectos que dicen, será
vuestra merced perder los ducados y yo mis pasos.
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PATRÓN.- ¿Cómo,
señora Lozana? ¿Y suelo yo pagar mal a vuestra
merced? Tomá, veis ahí un par de ducados, y
hacé que sea la cosa de sola signatura.
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LOZANA.- Soy contenta, mas no me entiende
vuestra merced.
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PATRÓN.- ¿Qué cosa?
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LOZANA.- Digo que si vuestra merced no tiene de
hacer sino besar, que me bese a mí.
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PATRÓN.- ¿Cómo besar?
¡Que la quiero cabalgar!
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LOZANA.- ¿Y adónde quiere ir a
caballar?
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PATRÓN.- ¡Andá, para puta
zagala! ¿Burláis?
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LOZANA.- ¡No burlo, por vida de esa
señora honrada a quien vos queréis cabalgar, y armar
y no desarmar!
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PATRÓN.- ¡Oh, pese a tal! ¿Y
eso decís? ¡Por vida de tal que lo habéis de
probar, porque tengáis que contar!
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LOZANA.- ¡Ay, ay, por el siglo de vuestro
padre, que no me hagáis mal, que ya basta!
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PATRÓN.- ¡Mal le haga Dios a quien
no os lo metiere todo, aunque sepa ahogaros, y veréis si
estoy ligado! ¡Y mirá cómo desarmo!
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LOZANA.- ¡Tal frojolón
tenéis! Esta vez no la quisiera perder, aunque supiera
hallar mi anillo que perdí ahora cuando venía.
|
PATRÓN.- Tomá, veis aquí
uno que fue de monseñor mío, que ni a mí se me
olvidará, ni a vos se os irá de la memoria de hablar
a esa señora, y decidle lo que sé hacer.
|
LOZANA.- ¡Por mi vida, señor, que
como testigo de vista, diré el aprieto en que me vi!
¡Ay, ay! ¿Y de esos sois? Desde aquí voy
derecha a contar a su merced vuestras virtudes.
|
PATRÓN.- Sí, mas no ésta,
que tomará celos su porfía.
|
LOZANA.- Mucho hará a vuestro
propósito, aunque estáis ciego; que según yo
sé y he visto, esa señora que pensáis, que es
a vuestra vista hermosa, no se va al lecho sin cená.
|
PATRÓN.- ¿Cómo?, ¡por
vida de la Lozana!
|
LOZANA.- Que su cara está en mudas cada
noche, y las mudas tienen esto, que si se dejan una noche de poner,
que no valen nada. Por eso se dice que cada noche daba de
cená a la cara.
|
PATRÓN.- Y esas mudas, ¿qué
son?
|
LOZANA.- Cerillas hechas de uvas asadas. Mas si
la veis debajo de los paños, lagartija parece.
|
PATRÓN.- ¡Callá,
señora Lozana, que tiene gracia en aquel menear de ojos!
|
LOZANA.- Eso yo me lo tengo, que no soy puta,
cuanto más ella, que vive de eso.
|
PATRÓN.- «Quien a otra ha de decir
puta, ha de ser ella muy buena mujer», como ahora vos.
|
Mamotreto XXXVIII
|
Cómo la Lozana entra en la
batería de los gentiles hombres y dice
|
LOZANA.- Algo tengo yo aquí, que el otro
día cuando vine, por no tener favor, con seis ducadillos me
fui, de un resto que hizo el faraute, mi señor; mas ahora
que es el campo mío, restos y resto mío
serán.
|
OCTAVIO.- Señora Lozana, resto quejoso
será el mío.
|
LOZANA.- ¡Andá, señor, que
no de mí!
|
AURELIO.- Vení acá, señora
Lozana, que aquí se os dará el resto y la suerte
principal.
|
LOZANA.- ¡Viva esa cara de rosa, que con
esa magnificencia las hacéis esclavas siendo libres! Que el
resto dicen que es poco.
|
AURELIO.- ¿Cómo poco?
¡Tanto, sin mentir!
|
LOZANA.- Crezca de día en día,
porque gocéis tan florida mocedad.
|
AURELIO.- Y vos, señora Lozana,
gocéis de lo que bien queréis.
|
LOZANA.- Yo, señor, quiero bien a los
buenos y caballeros que me ayudan a pasar mi vida sin decir ni
hacer mal a nadie.
|
OCTAVIO.- Eso tal sea este resto, porque es para
vos. Tomadlo, que para vos se ganó.
|
LOZANA.- Sepamos, ¿cuánto es?
|
OCTAVIO.- Andá, callá y
cogé, que todos dicen amén, amén, sino quien
perdió, que calla.
|
LOZANA.- Soy yo capellana de todos, y más
de su señoría.
|
HORACIO.- Cogé, señora Lozana, que
si los pierdo, en haberlos vos los gano, aunque el otro día
me motejaste delante de una dama.
|
LOZANA.- Yo, señor, lo que dije entonces
digo ahora, que ellas me lo han dicho, que dicen que tenéis
un diablo que parece conjuro de sacar espíritus.
|
HORACIO.- ¡Oh, pese a tal! ¿Y eso
dicen ellas? No saben bien la materia.
|
LOZANA.- Si no saben la materia, saben la
forma.
|
HORACIO.- ¡No hay ninguno malo, mozas!
|
LOZANA.- Señor, no, sino que unos tienen
más fuerza que otros.
|
MILIO.- Señora Lozana, hacé parte
a todos de lo que sabéis. ¿De mí, qué
dicen, que no me quieren ver ni oír?
|
LOZANA.- ¡Ay, pecador, sobre que dicen que
vuestra merced es el que mucho hizo!
|
SALUSTIO.- ¿Y yo, señora
Lozana?
|
LOZANA.- Vuestra merced el que poco y bueno,
como de varón.
|
CAMILO.- ¿A mí, señora
Lozana, qué?
|
LOZANA.- Vos, señor, el que no hizo nada
que se pareciese.
|
CAMILO.- Porque cayó en mala tierra, que
son putas insaciables. ¿No le basta a una puta una y dos, y
un beso, tres, y una palmadica, cuatro, y un ducado, cinco? Son
piltracas.
|
LOZANA.- Sí para vos, mas no para nos.
¿No sabéis que uno que es bueno, para sí es
bueno, mas mejor es si su bondad aprovecha a muchos?
|
CAMILO.- Verdad decís, señora
Lozana, mas «el pecado callado, medio perdonado».
|
LOZANA.- Si por ahí tiráis,
callaré, mas siempre oí decir que las cosas de amor
avivan el ingenio, y también quieren plática.
«El amor sin conversación es bachiller sin
repetidor». Y voyme, que tengo que hacer.
|
AURELIO.- Mirá, señora Lozana, que
a vos encomiendo mis amores.
|
LOZANA.- ¿Y si no sé quién
son?
|
AURELIO.- Yo os lo diré si vos
mandáis, que cerca están, y yo lejos.
|
LOZANA.- Pues dejame ahora, que voy a ver si
puedo hallar quien me preste otros dos ducados para pagar mi
casa.
|
AURELIO.- ¡Voto a Dios, que si los tuviera
que os los diera! Mas dejé la bolsa en casa por no perder, y
también porque se me quebraron los cerraderos. Mas sed
cierta que esto y más os dejaré en mi testamento.
|
LOZANA.- ¿Cuándo? Soy vuestra sin
eso y con eso. Véngase a mi casa esta noche y jugaremos
castañas, y probará mi vino, que raspa. Sea a cena,
haré una cazuela de peje, que dicen que venden unas
acedías frescas vivas, y no tengo quién me vaya por
ellas y por un cardo.
|
AURELIO.- Pues yo enviaré a mi mozo esta
tarde con todo.
|
LOZANA.- Vuestra merced será muy bien
venido. Nunca me encuentra Dios sino con míseros lacerados.
Él caerá, que para la luz de Dios, que bobo e hidalgo
es.
|
GUARDIÁN.- ¿Qué se dice,
señora Lozana? ¿Dónde bueno?
|
LOZANA.- Señor, a mi casa.
|
GUARDIÁN.- Llegáos aquí al
sol, y sácame un arador, y cuéntame cómo os va
con los galanes de este tiempo, que no hay tantos bobos como en mis
tiempos, y ellas creo que también se retiran.
|
LOZANA.- ¿Y cómo? Si bien supiese
vuestra merced, no hay puta que valga un maravedí, ni
dé de comer a un gato, y ellos, como no hay saco de
Génova, no tienen sino el maullar, y los que algo tienen
piensan que les ha de faltar para comer, y a las veces sería
mejor joder poco que comer mucho. ¡Cuántos he visto
enfermos de los riñones por miseria de no expender! Y otros
que piensan que por cesar han de vivir más, y es al
contrario, que semel
in setimana no hizo mal a nadie.
|
ALCAIDE.- ¡Por mi vida, señora
Lozana, que yo semel
in mense y bis in anno!
|
LOZANA.- Andá ya, que ya lo sé,
que vuestra merced hace como viejo y paga como mozo.
|
GUARDIÁN.- Eso del pagar, mal pecado,
nunca acabó, porque cuando era mozo pagaba por entrar, y
ahora por salir.
|
LOZANA.- Viva vuestra merced muchos años,
que tiene del peribón. Por eso, dadme un alfiler, que yo os
quiero sacar diez aradores.
|
ALCAIDE.- Pues sacá, que por cada uno os
daré un grueso.
|
LOZANA.- Ya sé que vuestra merced lo
tiene grueso, que a su puta beata lo oí, que le
metíais las paredes adentro. Dámelo de argento.
|
ALCAIDE.- Por vida de mi amiga, que si yo los
hubiese de comprar, que diese un ducado por cada uno, que uno que
retuve me costó más de ciento.
|
LOZANA.- Cosa sería, ese no hace para
mí. Quiérome ir con mi honra.
|
ALCAIDE.- Vení acá, traidora;
sácame uno no más de la palma.
|
LOZANA.- No sé sacar de la palma ni del
codo.
|
GUARDIÁN.- ¿Y de la punta de la
picarazada?
|
LOZANA.- De ahí sí, buscadlo mas
no hallarlo.
|
GUARDIÁN.- ¡Oh, cuerpo de
mí, señora Lozana, que no sabéis de la palma y
estáis en tierra que los sacan de las nalgas con putarolo, y
no sabéis vos sacarlos al sol con buena aguja!
|
LOZANA.- Sin aguja los saco yo, cuando son de
oro o de plata, que de otras suertes o maneras no me entiendo.
Mejor hará vuestra merced darme un barril de mosto para
hacer arrope.
|
GUARDIÁN.- De buena gana. Enviá
por ello y por leña para hacerlo y por membrillos que
cozáis dentro. Y mirá si mandáis más,
que a vuestro servicio está todo.
|
LOZANA.- Soy yo suya toda.
|
ALCAIDE.- Y yo vuestro hasta las trencas.
|
Mamotreto XXXIX
|
Cómo la señora Terencia vio pasar
a la Lozana y la manda llamar
|
[TERENCIA.-] Ves allí la Lozana que va de
prisa. Migallejo, va, asómate y llámala.
|
MIGALLEJO.- ¡Señora Lozana!
¡Ah, señora Lozana! Mi señora le ruega que se
llegue aquí.
|
LOZANA.- ¿Quién es la
señora?
|
MIGALLEJO.- La del capitán.
|
LOZANA.- ¿Aquí se ha pasado su
merced? Yo huelgo con tal vecina. Las manos, señora
Terencia.
|
TERENCIA.- Las vuestras vea yo en la picota y a
vos encorozada sin proceso, que ya sin pecado lo merece, mas para
su vejez se le guarda.
¡Miradla
cuál viene, que parece corralario de putas y jaraíz
de necios! Dile que suba.
|
MIGALLEJO.- Subí, señora.
|
LOZANA.- ¡Ay, qué cansada que vengo
y sin provecho!
Señora,
¿cómo está vuestra merced?
|
TERENCIA.- A la fe, señora Lozana,
enojada, que no me salen mis cosas como yo querría. Di a
hilar, y hame costado los ojos de la cara porque el capitán
no lo sienta, y ahora no tengo trama.
|
LOZANA.- Señora, no os
maravilléis, que cada tela quiere trama. El otro día
no quisiste oír lo que yo os decía, que de
allí sacaríais trama.
|
TERENCIA.- Callá, que sale el
capitán.
|
CAPITÁN.- ¿Qué es,
señora?
|
LOZANA.- Señor, servir a vuestra
merced.
|
CAPITÁN.- ¿Qué mundo
corre?
|
LOZANA.- Señor, bueno, sino que todo vale
caro, porque compran los pobres y venden los ricos. Duelos tienen
las repúblicas cuando son los señores mercadantes y
los ricos revenden. Este poco de culantro seco me cuesta un
bayoque.
|
CAPITÁN.- ¡Hi, hi, hi!
¡Comprándolo vos, cada día se sube! Mas decime,
¿qué mercado hay ahora de putas?
|
LOZANA.- Bueno, que no hay hambre de ellas, mas
todas son míseras y cada una quiere avanzar para el cielo.
Señor, no quiero más putas, que harta estoy de ellas.
Si me quisieren, en mi casa estaré, como hacía
Galazo, que a Puente Sisto moraba, y allí le iban a buscar
las putas para que las aconchase, y si él tenía buena
mano, yo la tengo mejor; y él era hombre y mujer, que
tenía dos naturas, la de hombre como muleto y la de mujer
como de vaca. Dicen que usaba la una, la otra no sé; salvo
que lo conocí, que hacía este oficio de aconchar, al
cual yo le sabré dar la manera mejor, porque tengo
más conversación que no cuantas han sido en esta
tierra.
|
CAPITÁN.- Dejá eso. Decime
cómo os va, que mucha más conversación tiene
el Zopín que no vos, que cada día lo veo con vestidos
nuevos y con libreas, y siempre va medrado. No sé lo que
hace, que toda conversación es a Torre Sanguina.
|
LOZANA.- ¡Señor, maravíllome
de vuestra merced, quererme igualar con el Zopín, que es
fiscal de putas y barrachel de regantío y rufián
magro, y el año pasado le dieron un treintón como a
puta! No pensé que vuestra merced me tenía en esa
posesión. Yo puedo ir con mi cara descubierta por todo, que
no hice jamás vileza, ni alcagüetería, ni
mensaje a persona vil, a caballeros y a putas de reputación.
Con mi honra procuré de interponer palabras, y amansar iras,
y reconciliar las partes, y hacer paces y quitar rencores,
examinando partes, quitar martelos viejos, haciendo mi persona
albardán por comer pan. Y esto se dirá de mí,
si alguno que querrá poner en fábula: mucho supo la
Lozana, más que no demostraba.
|
CAPITÁN.- Señora Lozana,
¿cuántos años puede ser una mujer puta?
|
LOZANA.- Desde doce hasta cuarenta.
|
CAPITÁN.- ¿Veintiocho
años?
|
LOZANA.- Señor, sí: hartarse hasta
reventar.
Y perdonadme,
señora Terencia.
|
Mamotreto XL
|
Cómo, yendo su camino, encuentra con
tres mujeres, y después con dos hombres que la conocen de
luengo tiempo
|
LOZANA.- ¿Para qué es tanto
ataparse? Que ya veo que no pudo el baño hacer más
que primero había, sino lavar lo limpio y encender color
donde no fue menester arrebol.
|
GRIEGA.- ¡Hi, hi, hi! Vuestra casa
buscamos y si no os encontrábamos, perdíamos tiempo,
que vamos a cenar a una viña, y si no pasamos por vuestra
mano, no valemos nada, porque tenemos de ser miradas, y van otras
dos venecianas, y es menester que vos, señora Lozana,
pongáis en nosotras todo vuestro saber, y pagaos. Así
mismo vaya vuestro criado con nosotras, y vendrá cargado de
todo cuanto en el banquete se diere, y avisadlo que se sepa ayudar
porque cuando venga traiga qué rozar.
|
LOZANA.- Señoras mías, en fuerte
tiempo me tomáis, que en toda mi casa no hay cuatrín,
ni maravedí, ni cosa aparejada para serviros, mas por
vuestro amor, y por comenzar a aviar la gente a casa, yo iré
y buscaré las cosas necesarias para de presto serviros. Mi
criado irá, más por haceros placer que por lo que
puede traer; vosotras miradme bien por él, y no
querría que hiciese cuestión con ninguno, porque
tiene la mano pesada, y el remedio es que, cuando se enciende como
verraco, quien se halla allí más presto le ponga la
mano en el cerro, y luego amansa y torna como un manso. Veislo,
viene anadeando. ¿Qué cosa?, ¿qué cosa?
¿En qué están las alcabalas? Como se ve
festivo, que parece dominguillo de higueral, no estima el
resto.
Volveos,
andá derecho. ¡Así relumbre la luna en el rollo
como este mi novio! Andá a casa, y ténmela limpia, y
guardá no rompáis vos esa librea, colgadla.
Señoras, id
a mi casa, que allí moro junto al río, pasada la
Vía Asinaria, más abajo. Yo voy aquí a una
especiería por ciertas cosas para vuestro servicio, aunque
sepa dejar una prenda.
|
GRIEGA.- Señora Lozana, tomá, no
dejéis prenda, que después contaremos.
Caminá.
|
LOZANA.- ¡Ay, pecadora de mí!
¿Quién son estos? Aquí me tendrán dos
horas, ya los conozco. ¡Ojalá me muriera cuando ellos
me conocieron! ¡Beata la muerte cuando viene después
de bien vivir! Andar, siempre oí decir que en las
adversidades se conocen las personas fuertes. ¿Qué
tengo de hacer? Haré cara, y mostraré que tengo
ánimo para saberme valer en el tiempo adverso.
|
GIRALDO.- Señora Lozana,
¿cómo está vuestra merced? No menos poderosa
ni hermosa os conocí siempre, y, si entonces mejor, ahora os
suplicamos nos tengáis por hermanos, y muy aparejados para
vuestro servicio.
|
LOZANA.- Señores, ¿cuándo
dejé yo de ser presta para servir esas caras honradas? Que
ahora y en todo tiempo tuvieron merecimiento para ser de mí
muy honrados, y no solamente ahora que estoy en mi libertad, mas,
siendo sujeta, no me faltaba inclinación para servirles muy
aficionada. Bien que yo y mi casa seamos pobres, al menos aparejada
siempre para lo que sus mercedes me quisieren mandar.
|
GIRALDO.- Señora, servir.
|
LOZANA.- Señores, beso las manos de
vuestras mercedes mil veces, y suplícoles que se sirvan de
mi pobreza, pues saben que soy toda suya.
¡Por vida
del rey, que no me la vayan a penar al otro mundo los puercos! Que
les he hecho mil honras cuando estábamos en Damiata y en
Túnez de Berbería, y ahora con palabras prestadas me
han pagado. ¡Dios les dé el mal año! Quisiera
yo, ¡pese al diablo!, que metieran la mano a la bolsa por
cualque docena de ducados, como hacía yo en aquel tiempo, y
si no los tenía se los hacía dar a mi señor
Diomedes, y a sus criados los hacía vestir, y ahora a mala
pena me conocen, porque sembré en Porcuna. Bien me
decía Diomedes: «Guárdate, que éstos a
quien tú haces bien te han de hacer mal».
¡Mirá qué canes renegados, villanos secretos,
capotes de terciopelo! Por estos tales se debía decir:
«si te vi, no me acuerdo; quien sirve a muchos no sirve a
ninguno».
|
Mamotreto XLI
|
Aquí comienza la tercera parte del
retrato, y serán más graciosas cosas que lo pasado.
Cómo tornó a casa y afeitó con lo que
traía las sobredichas, y cómo se fueron, y su criado
con ellas, y quedó sola, y contaba todo lo que había
menester para su trato que quería comenzar. Y de aquí
adelante le daremos fin
|
LOZANA.- Ahora que me arremangué a poner
trato en mi casa, vale todo caro. Andar, pase por ahora por
contentar estas putas, que después yo sabré lo que
tengo de hacer.
|
GRIEGA.- ¡Miramela cuál viene, que
nazcan barbas, narices de medalla!
|
LOZANA.- Parece mi casa atalaya de putas.
Más puse del mío que no me diste.
|
GRIEGA.- ¡Sús, a mí primero,
señora Lozana!
|
LOZANA.- Andá, no curéis, que eso
hace primero para esto que a la postre.
Vení
acá vos, gaitero. Id con ellas y mirá que es convite
de catalanes, una vez en vida y otra en muerte. Apañá
lo que podáis, que licencia tenéis plomada de estas
señoras putas, que sus copos lo pagarán todo.
Garbeá y traer de cara casa y no palos. Caminá
delante; id cantando.
|
RAMPÍN.-
|
¿Qué dirán que
guardo, |
|
|
|
mal logrado? |
|
|
|
¿Qué dirán que
guardo? |
|
|
|
LOZANA.- ¡Bueno, por mi vida, bueno como
almotacén de mi tierra! Aquí me quedo sola. Deseo
tenía de venir a mi casa que, como dicen, «mi casa y
mi hogar cien ducados val». Ya no quiero andar tras el rabo
de putas. Hasta ahora no he perdido nada; de aquí adelante
quiero que ellas me busquen. No quiero que de mí se diga
«puta de todo trance, alcatara a la fin». Yo quiero de
aquí adelante mirar por mi honra, que, como dicen, «a
los audaces la fortuna les ayuda». Primeramente yo tengo
buena mano ligera para quitar cejas, y selo hacer mejor que yo me
pienso, y tengo aquí esta casa al paso, y tengo este hombre
que mira por mi casa, y me escalienta, y me da dentro con buen
ánimo, y no se sabe sino que sea mi mozo, y nunca me demanda
celos, y es como un ciervo ligero. Así mismo tengo mucha
plática con quien yo tengo de usar este oficio. Yo soy
querida y amada de cuantas cortesanas favoridas hay, yo soy
conocida así en Roma como en el vulgo y fuera de Roma de
muchos a quien yo he favorecido, y me traerán presentes de
fuera, que tendré mi casa abastecida. Y si muestro favor a
villanos, vendrán sus mujeres y, porque las enseñe
cómo se han de hacer bellas, me traerán pajitas de
higos y otras mil cosas, como la Tibulesa por el cuatrín del
sublimato que le vendí, y como le prometí que otra
vez le daría otra cosa mejor, porque secretamente se
afeitase, pensó que hurtaba bogas y enviome olivas y muchas
manzanas y granadas que de Baena no podían ser mejores. Pues
si una villana me conoce, ¿qué haré cuando
todas me tomen en plática? Que mi casa será colmena,
y también, si yo asiento en mi casa, no me faltarán
muchos que yo tengo ya domados, y mitirillo por encarnazar, y
será más a mi honra y a mi provecho, que no tomo
sabor en casa de otra, y si quisiere comer en mi casa, será
a costa de otra y sabrame mejor. Que no vendrá hombre
aquí que no saque de él cuándo de la
leña, otro el carbón, y otro el vino, y otro el pan,
y otro la carne, y así, de mano en mano, sacaré la
expesa, que no se sentirá, y esto, riendo y burlando, que
cada uno será contento de dar para estas cosas, porque no
parece que sean nada cuando el hombre demanda un bayoque para
peras, y como le sea poquedad sacar un bayoque, sacarán un
julio y un carlín, y por ruin se tiene quien saca un groso.
Así que, si yo quiero saber vivir, es menester que muestre
no querer tanto cuanto me dan, y ellos no querrán tomar el
demás, y así quedará todo en casa. Otros
vendrán que traerán el seso en la punta del
caramillo, y con éstos se ganará más, porque
no tienen tiempo hasta variar su pasión, y
demandándoles darán cuanto tienen. Y vendrán
otros que, con el amor que tienen, no comen, y les haré
comprar de comer y pagar lo comprado, y le haré que corte, y
comeré yo y mi criado, y así si castigan los necios.
Y vendrán otros que no serán salomones, y afrentarlos
luego en dos o tres julios para cartas, y vendrán otros
novicios que ahora vuelan. A estos tales no demandadles nada, sino
fingir que si ellos tuviesen que yo no pasaría necesidad, y
darme han fin a las bragas, y cuanto más si los alabo de
valientes y que son amados de la tal, y que no vinieron a tiempo, y
que el enamorado ha de ser gastador como el tal, y no mísero
como el tal, y alabarlos que tienen gran cosa, que es esto para
muchachos hacerlos reyes. Y a todos mirar de qué grado y
condición son, y en qué los puedo yo coger y a
qué se extiende su facultad, y así sacaré
provecho y pagamiento, si no en dineros, en otras cosas, como de
pajes, rapinas, y de hijos de mercaderes, robaina, y así
daré a todos melecina. Yo sé que si me dispongo a no
tener empacho y voy por la calle con mi cestillo y llevo en
él todos los aparejos que se requieren para aconchar, que no
me faltará la merced del Señor, y si soy vergonzosa
seré pobre, y como dicen: «mejor es tener que no
demandar». Así que, si tengo de hacer este oficio,
quiero que se diga que no fue otra que mejor lo hiciese que yo.
¿Qué vale a ninguno lo que sabe si no lo procura
saber y hacer mejor que otro? Ejemplo gratia: si uno no es buen
jugador, ¿no pierde? Si es ladrón bueno,
sábese guardar que no lo tomen. Ha de poner el hombre en lo
que se hace gran diligencia y poca vergüenza y rota conciencia
para salir con su empresa al corrillo de la gente.
|
Mamotreto XLII
|
Cómo, estando la Lozana sola, diciendo
lo que le convenía hacer para tratar y platicar en esta
tierra sin servir a nadie, entró el autor callando, y
disputaron los dos; y dice el autor
|
[AUTOR.-] Si está en casa la Lozana,
quiero verla y demandarle un poco de algalia para mi
huéspeda que está sorda. En casa está.
¡Dame! ¿Con quién habla? ¡Voto a
mí, que debe de estar enojada con cualque puta! Y ahora todo
lo que dice será nada, que después serán
amigas antes que sea noche, porque ni ella sin ellas, ni ellas sin
ella no pueden vivir. Saberlo tengo, que cualque cosa no le han
querido dar, y por esto son todas estas braverías o
braveaduras. «¿Quién mató la leona?,
¿quién la mató? ¡Matola vuestro yerno,
marido de vuestra hija!». Así será esta
quistión. Su criado habrá muerto cualque
ratón, y pensará que sea leona. ¡Otra cosa es,
ahora la entiendo! ¿Qué dice de sueños?
También sabe de agüeros, y no sé qué otra
cosa dijo de urracas y de tordos que saben hablar y que ella
sabría vivir. ¿El Persio, ha oído? ¡Oh,
pese a san, con la puta astuta! ¡Y no le bastaba Ovidio, sino
Persio! Quiero subir, que no es de perder, sino de gozar de sus
disparates, y quiero atar bien la bolsa antes que suba, que tiene
mala boca, y siempre mira allí. Creo que sus ojos se
hicieron de bolsa ajena, aunque yo siempre oí decir que los
ojos de las mujeres se hicieron de la bragueta del hombre, porque
siempre miran allí, y ésta a la bolsa: de manera que
para con ella «no basta un ñudo en la bolsa y dos
gordos en la boca», porque huele los dineros donde
están.
Señora
Lozana, ¿tiene algo de bueno a que me convide?, que vengo
cansado, y pareciome que no hacía mi deber si no entraba a
veros, que, como vos sabéis, os quiero yo mucho por ser de
hacia mi tierra. Bien sabéis que los días pasados me
hiciste pagar unas calzas a la Maya, y no quería yo aquello,
sino cualque viuda que me hiciese un hijo y pagarla bien, y vos que
no perdieseis nada en avisarme de cosa limpia sobre todo, y haremos
un depósito que cualquier mujer se contente, y vos
primero.
|
LOZANA.- Señor, «a todo hay remedio
sino a la muerte». Asentaos, y haremos colación con
esto que ha traído mi criado, y después
hablaremos.
Va por vino.
¿Qué dices? ¡Oh, buen grado haya tu
agüelo! ¿Y de dos julios no tienes cuatrín?
¡Pues busca, que yo no tengo sino dos cuatrinos!
|
AUTOR.- Dejá estar: toma, cambia, y trae
lo que has de traer.
|
LOZANA.- ¡Por mi vida, no le deis nada,
que él buscará! De esa manera no le faltará a
él qué jugar.
¡Caminá pues! ¡Vení presto!
¿Sabéis, señor, qué he pensado? Que
quizá Dios os ha traído hoy por aquí. A
mí me ha venido mi camisa, y quiero ir esta tarde a la
estufa, y como venga, que peguemos con ello, y yo soy de esta
complexión, que como yo quiero, luego encajo, y mirá,
llegar y pegar todo será uno. Y bástame a mí
que lo hagáis criar vos, que no quiero otro depósito.
Y sea mañana, y veníos acá, y comeremos un
medio cabrito, que sé yo hacer apedreado.
|
AUTOR.- ¡Hi, hi! Veis, viene el vino,
in quo est
luxuria.
|
LOZANA.- Dame a beber, y da el resto del ducado
a su dueño.
|
RAMPÍN.- ¿Qué resto? Veislo
ahí, todo es guarnacha y malvasía de Candía,
que cuesta dos julios el bocal, ¿y queréis resto?
|
LOZANA.- ¡Mirá el borracho!
¿Y por fuerza habéis vos de traer guarnacha?
¡Si trajerais corso o griego, y no expendiera tanto!
|
AUTOR.- Anda, hermano, que bien hiciste traer
siempre de lo mejor. Toma, tráeme un poco de papel y tinta,
que quiero notar aquí una cosa que se me recordó
ahora.
|
LOZANA.- ¡Mirá, mancebo, sea ese
julio como el ducado! ¡Hacé de las vuestras!
Señor, si
él se mete a jugar no torna acá hoy, que yo lo
conozco.
|
AUTOR.- ¿En qué pasáis
tiempo, mi señora?
|
LOZANA.- Cuando vino vuestra merced, estaba
diciendo el modo que tengo de tener para vivir, que quien veza a
los papagayos a hablar, me vezará a mí a ganar. Yo
sé ensalmar y encomendar y santiguar cuando alguno
está aojado, que una vieja me vezó, que era
saludadera y buena como yo. Sé quitar ahítos,
sé para lombrices, sé encantar la terciana, sé
remedio para la cuartana y para el mal de la madre. Sé
cortar frenillos de bobos y no bobos, sé hacer que no duelan
los riñones y sanar las renes6,
y sé medicar la natura de la mujer y la del hombre,
sé sanar la sordera y sé ensolver sueños,
sé conocer en la frente la fisonomía y la quiromancia
en la mano, y pronosticar.
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AUTOR.- Señora Lozana, a todo quiero
callar, mas a esto de los sueños ni mirar en abusiones, no
lo quiero comportar. Y pues sois mujer de ingenio, notá que
el hombre, cuando duerme sin cuidado y bien cubierto y harto el
estómago, nunca sueña y, al contrario, asimismo,
cuando duerme el hombre sobre el lado del corazón,
sueña cosas de gran tormento, y cuando despierta y se halla
que no cayó de tan alto como soñaba, está muy
contento, y si miráis en ello veréis que sea verdad.
Y otras veces sueña el hombre que comía o
dormía con la tal persona, que ha gran tiempo que no la vio,
y otro día verala o hablarán de ella, y piensa que
aquello sea lo que soñó, y son los humos del
estómago que fueron a la cabeza, y por eso conforman los
otros sentidos con la memoria. Así que, como dicen los
maestros que vezan los niños en las materias, «muchas
veces acaece que el muchacho sueña dineros y a la
mañana se le ensuelven en azotes». También
decís que hay aojados; esto quiero que os quitéis de
la fantasía, porque no hay ojo malo, y si me decís
cómo yo vi una mujer que dijo a un niño que su madre
criaba muy lindo, y dijo la otra: «¡Ay, qué
lindo hijo y qué gordico!», y alora el niño no
alzó cabeza; esto no era mal ojo, mas mala lengua y
dañada intención y venenosa malicia, como sierpe que
trae el veneno en los dientes, que si dijera «¡Dios sea
loado, que lo crió!», no le pudiera empecer. Y si me
decís cómo aquella mujer lo pudo empecer con tan
dulce palabra, digo que la culebra con la lengua hace caricias, y
da el veneno con la cola y con los dientes. Y notá:
habéis de saber que todas vosotras, por la mayor parte, sois
más prestas al mal y a la envidia que no al bien, y si la
malicia no reinase más en unas que en otras, no
conoceríamos nosotros el remedio que es signarnos con el
signo de la cruz contra la malicia y dañada intención
de aquéllas, digo, que lícitamente se podrían
decir miembros del diablo. A lo que de los agüeros y de las
suertes decís, digo que si tal vos miráis, que
hacéis mal, vos y quien tal cree, y para esto notá
que muchos de los agüeros en que miran, por la mayor parte,
son alimañas o aves que vuelan. A esto digo que es suciedad
creer que una criatura criada tenga poder de hacer lo que puede
hacer su Criador, que tú que viste aquel animal que se
desperezó, y has miedo, mira que si quieres, en virtud de su
Criador, le mandarás que reviente y reventará. Y por
eso tú debes creer en el tu Criador, que es omnipotente, y
da la potencia y la virtud, y no a su criatura. Así que,
señora, la cruz sana con el romero, no el romero sin la
cruz, que ninguna criatura os puede empecer, tanto cuanto la cruz
os puede defender y ayudar. Por tanto, os ruego me digáis
vuestra intención.
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LOZANA.- Cuanto vos me habéis dicho es
santo y bueno, mas mirá bien mi respuesta, y es que, para
ganar de comer, tengo que decir que sé mucho más que
no sé, y afirmar la mentira con ingenio por sacar la verdad.
¿Pensáis vos que si yo digo a una mujer un
sueño, que no le saco primero cuanto tiene en el buche? Y
dígole yo cualque cosa que veo yo que allí tiene ella
ojo, y tal vuelta el ánima apasionada no se acuerda de
sí misma, y yo dígole lo que ella otra vez ha dicho,
y como ve que yo acierto en una cosa, piensa que todo es
así, que de otra manera no ganaría nada. Mirá
el pronóstico que hice cuando murió el emperador
Maximiliano, que decían quién será emperador.
Dije «yo oí aquel loco que pasaba diciendo: oliva de
España, de España, de España, que más
de un año duró, que otra cosa no decían sino
de España, de España». Y ahora que ha un
año que parece que no se dice otro sino carne, carne, carne
salata, yo digo que gran carnicería se ha de hacer en
Roma.
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AUTOR.- Señora Lozana, yo me quiero ir, y
estó siempre a vuestro servicio. Y digo que es verdad un
dicho que muchas veces leí, que, quidquid agunt homines, intentio salvat
omnes. Donde se ve claro que vuestra intención es
buscar la vida en diversas maneras, de tal modo que otro
cría las gallinas y vos coméis los pollos sin
perjuicio ni sin fatiga. Felice Lozana, que no habría putas
si no hubiese rufianas que las injiriesen a las buenas con las
malas.
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